Establos

Casi me dan ganas de aplaudirle. Premio para el caballero, ya puede retirarse. Pero, por supuesto, algo así es totalmente impensable, así que lo arreglo como estoy acostumbrada. Al principio la sonrisa es pequeña, pero poco a poco crece por mi cara hasta convertirse en una carcajada cristalina. Cuando vuelvo a mirarlo, hay un brillo de cariño en mis ojos.

-Bueno, bueno, qué exageración -bromeo-. Ni tanto ni tan poco. La gente es más difícil de tratar algunas veces, pero no por ello es desagradable. Pobre de mí si no me gustara la gente... qué existencia más triste. Simplemente, los animales son más sencillos, y es agradable.

Con cada palabra, casi siento que me esté apuñalando a mí misma. Sí, qué existencia más triste...

Fruncí el ceño, extrañado. Por sùpuesto, si odiase a la gente no estaría viviendo en Brontë, sino en medio del bosque, rodeada de pajarillos y animales y otros seres vivos y árboles y musgo. Pero estaba en un palacio, rodeada de guerreos fuertes y luchando junto a ellos. Y, por lo que yo sabía, no era una lucha por los animales. Así que la gente tenía que gustarle un poco.

Telma me dio un pequeño cabezazo, como buscando más atención. No, de hecho, exactamente... ¡Buscando más atención!

- ¡Pues yo creo que la gente y los animales se parecen un poco! Porque yo entiendo a Telma a veces, pero otras no... Pero también hay veces que no entiendo a la gente, y otras sí. Telma se enfada conmigo o se pone contenta... Como Inger, o como tú.

Bajé la vista al suelo. Aquellos pensamientos me hacían tener que hacer un esfuerzo mental grande, pero estaba seguro de ello.

-Antes de tener a Telma estaba solo. Y ahora nunca estoy solo. Por mucha gente que haya, de no ser por Tel seguiría estando solo. Ni siquiera estaría contigo ahora mismo.

Inger no estaba. Hacía mucho que no veía a Heylel. O a Cero. O a Fier... Lea y yo coincidíamos, muchas veces, gracias a Telma. Bien pensado, de no ser por la bismonte, estaría todavía llorando en una ladera por lo poco noble que había sido, o mendigando en algún pueblo.

-Antes de conocerla yo pensaba de otra manera...

Lo recordaba. Tenía caballos en mi casa, y me gustaban, pero no tenía una relación tan profunda con ellos. Eran solo hermosos caballos en los que galopar, nada más.

No estoy del todo segura de si me hace gracia o me disgusta que Rick crea que entiende algo de lo que le digo, pero aún así no le digo nada. Bastante emocionado parece ya con sus "grandes" razonamientos como para desmotivarlo. Miro a Telma, que intenta reclamar su atención, y luego de nuevo al flamma. Suspiro muy levemente.

-No creo que puedas sentirte nunca solo mientras tengas a Telma -comento-. Por eso me parece que los animales son tan maravillosos. Por cerca que estés de las personas, puedes sentirte solo a veces. Pero si hay alguien como Telma cerca, es imposible.

Acaricio a la bismonte con cariño. Es tan preciosa...

Desvío la vista, pensativa.

-La gente no suele entenderlo -. Me encojo de hombros-. En realidad, la mayoría de las personas no entienden casi nada. Me alegra que Telma te haya hecho cambiar.

Lea dijo aquello de sentirse solo... Me hizo perder bastante energía, bajar los hombros, como abatido... Me dejo sin parte de mi ánimo.
Sí, era cierto. Desde que tenía a Telma la soledad ya no era tan insoportable. Había estado mucho tiempo solo en las calles, pero con Telma se había hecho más fácil. Y también hacía mucho que no veía a Inger, pero Telma me daba calor por las noches con su pelaje. Y sin embargo.

Le doy la espalda a las dos, alejándome un par de pasos de ellas, frustrado.

-Telma... Con Telma no me siento solo. Pero tampoco contigo me siento solo. ¿Qué más da que sea animal, persona, árbol...? -. Hewina parecía preocuparse sinceramente por aquellos trozos de madera con hojas-. Si alguien que te importa está contigo, ya no te sientes solo.

FdR- Rick's philosophy. Él va a lo suyo.

Me encojo de hombros con calma y me agacho un poco para darle un beso a Telma. Parece inquieta con la actitud del flamma, así que trato de tranquilizarla hasta que se está un poco más quieta. Ya queda poco para que termine de cepillarla.

-Yo no digo que tengas que sentirte solo si te acompañan personas -replico. Algo no ha entendido. Sonrío a Telma y la acaricio-. Es solo que los animales tienden a entregarse más. Cuando alguien se entrega de verdad es cuando dejas de sentirte solo. A las personas les da miedo entregarse.

Me pregunto si lo entenderá en esos términos o si tendremos que seguir mucho tiempo más con esta conversación de besugos.

Miedo. ¡¡LA PALABRA MIEDO NO EXISTÍA EN MI DICCIONARIO!! ¡MI MADRE HABÍA OLVIDADO ENSEÑÁRMELA DE PEQUEÑO! MI PADRE LE TENÍA ALERGIA.
El miedo no existía para mí. Sí lo sentía a veces, pero no existía más que en esas contadas ocasiones en las que el mal quería apoderarse de todo y confundía a las personas. Débiles o fuertes, al final siempre sucumbían, pero yo estaría por encima de todo aquello. ¡Quería estarlo!

Cerré los ojos con la furia de mil hombres. Nadie más que yo estaba preparado para mostrar al mundo la fiereza que un verdadero caballero poseía. Un noble. Un hombre, nada más.
¡Quizás a las personas les daba miedo entregarse, fuese como fuese! Pero yo estaba hecho de una pasta sin miedo.

Me giré, decidido, con el ceño fruncido, serio. Me sentía muy motivado.

-¡Me entrego a ti! ¡No me asusta! -exclamé, haciendo que Telma se sobresaltase de nuevo. Tras ese momento de pasión, reflexioné un instante-. Aunque... ¿Qué es entregarse?

Dudaba que hablase de sexo. Pero a mí no me asustaba nada, de modo que fuese lo que fuese lo sabría llevar bien.

fDr- No se entera de nada, no u.u

Lo miro con extrañeza cuando, exaltado, se enfrenta a lo que yo expongo. No puedo evitarlo. Pero, al momento, me echo a reír, divertida. Esta situación me parece totalmente surrealista. De nuevo, trato de calmar a Telma, y con ello me distraigo un momento. La "entrega" del flamma es ridícula, ni siquiera puedo creer lo que está diciendo.

Trato de reflexionar para darle una respuesta que lo deje todo más claro.

-Entregarse es... -medito un momento- declarar tus sentimientos y dejarte en manos de otros. Confiar, ser sincero, dejarte ver tal y como eres... Es muchas cosas. Demasiadas como para que sea fácil aceptarlas.

Aunque viendo su entusiasmo, a él lo veo capaz de aceptarlas todas.

Me ruboricé al instante, siendo consciente de que quizás me había precipitado. Declararle mis sentimientos, ponerme en su manos... Todo aquello que decía sonaba mucho a todo aquello de caballeros y doncellas, de amor y esa cosas. Y yo diciéndolo a la ligera. Visto de ese modo, era normal que se riese de esa forma. Casi hasta me sentía algo bobo, de nuevo.

-Vaya...

Fruncí el ceño y miré fijamente a Telma. Inspiré profundamente por la nariz, concentrándome.

-¡Te quiero, Telma! Tú me conoces tal como soy... No hay duda.

Telma mugió alegremente, arrancándome una leve risa Entonces, recuperando la concentración, nuevamente azorado, me volví hacia Lea. Tomé aire por la nariz una vez más y puse una mano en su hombro, con cara de circunstancias.

-Dame algo de tiempo...

Es curioso cómo la gente hace lo que sea con tal de ser aceptada, pero luego nunca quiere responsabilizarse de lo que ello implica. Rick, al entender de qué le estaba hablando, acepta al fin que sí tiene una relación de ese tipo con Telma, pero no conmigo. Lo cual agradezco, porque cargar con él sería un poco incómodo.

Por eso me llama la atención cuando me pide tiempo. Trato de mantener la sonrisa, pero acabo por negar con la cabeza. Es cierto que, al ser como es su personalidad, tendría que ser más fácil para él entregarse, pero no deja de ser una persona.

-No creo que tenga por qué dártelo -replico, medio en broma medio en serio-. ¿Crees que me debes esa entrega de verdad?

Me tomé un instante para plantearme la pregunta. Incluso llegué a mirar a Telma, como para pedirle una respuesta, una ayuda. Juraría que la vi asentir muy solemnemente, pero nunca estuve muy seguro de que aquello hubiese sido verdad o una visión imaginada por mí...

-Lo cierto es que suelo esperar a haber besado a una dama antes de responder a esa clase de preguntas -confesé, rascándome una mejilla con el dedo índice-. Y no creo que estés deseándolo -bromeé, esbozando una sonrisa algo tirante. Las mujeres, normalmente, ya se hubiesen tirado a mi cuello-. Pero no puedo saberlo. Nunca se puede. No lo descarto.

¡¿Dónde había más verdad que en esa afirmación?! Había cosas tan arbituitarias... ¿Por qué habría de ser no? ¿Quién hubiese dicho que Inger y yo...? ¿O que aquellas viudas y yo...? La vida siempre estaba llena de sorpresas inesperadas.

Ladeo la cabeza, ahora seria. Si es una cuestión de protocolo, no me interesa lo más mínimo. Y, por otra parte, si tiene que ver con rituales de ese tipo, entonces me debe una respuesta, aunque no creo que lo sepa. Tampoco voy a reclamarlo. Después de todo, los rituales y el protocolo no me interesan ni lo más mínimo.

Sonrío de nuevo, aunque esta vez es una sonrisa más pequeña, como escondida.

-Tampoco yo creo que tú lo estés deseando -replico a su provocación con igual burla. Aunque tampoco respondo a su pregunta implícita. Así tendrá algo con lo que llenar esa cabeza que no sea paja. Solo por esta vez, como un juego.

Doy un par de cepilladas más a Telma antes de dejar el cepillo. Su manto se ha vuelto lustroso, sedoso y limpio. Estoy satisfecha con el trabajo, y para demostrarlo le rodeo el cuello con los brazos y le planto un beso entusiasta al lado de la oreja. Si es que esta chica se lo merece todo y más.

Me sacudo las manos, contenta.

-Bueno, esto ya está -declaro por último.

Su comentario casi me sentó como... una provocación. Un reto. Y nadie retaba a Rick Dehnel. Sin embargo, no podía ir y besarla, por Mithos. Inger estaba en mi mente, y en mi corazón. Hacer aquello sería una ofensa que alguien como yo no podía permitirse. Una traición. Un gran error. Así que no debía hacer caso a mis instintos corporales, provocados, seguramente, por la larga ausencia de la caeruleus. Seguramente volvería pronto y todo sería normal de nuevo.
Además, Lea era la chica de Seth. Desde el principio. Para aquello la había conocido.
Pero toda aquella soledad sí que había hecho débil a Rick Dehnel, pues flaqueé.

-Yo, Rick Dehnel, hijo d...

Sentía ese extraño nerviosismo de ir a hacer algo indebido, pero entonces ella acabó con el cepillo. Qué suerte. Había logrado evitar cualquier desgracia.
Por lo contenta que estaba Telma, cualquiera diría que tenía que ser maravilloso que lo cepillasen a uno. Casi me entraban ganas.

-Qué guapa, Telma -piropeé, centrándome por completo en la bismonte-. La próxima vez voy a pedirle a Lea que me peine a mí para quedar igual.

La soledad me volvía tan... amistoso.

Le doy un par de palmaditas cariñosas a la chiquilla. Luego alzo la vista y miro a Rick, y se trata de una mirada un tanto burlona.

-Es muy cansado -comento, casi como una pequeña queja a su sugerencia-. Me lo pensaré. Pero, en cualquier, caso, será en otra ocasión.

Doy un último beso a Telma, y esta vez es de despedida. Ya he pasado mucho tiempo de conversación, la niña está aseada y yo tengo que descansar.

-Es tarde. Creo que debería dormir un poco -. Salgo de la cuadra haciendo un gesto de despedida-. Nos vemos, chicos.

Y, sin más, me marcho. Por una vez, de bastante buen humor. Estar con Telma es absolutamente renovador.

*Se va*

Le pediría a Inger que me cepille... Cuando volviese se lo pediría. Comprendía que Lea no me hiciese ese tipo de favor, al fin y al cabo. Aunque esperaba que no imaginase que, ni por asomo, yo tuviese tanto pelo como Telma. La pequeña, para ser una chica...

Lea parecía cansada, de modo que optó por retirarse. Se despidió cariñosamente de Telma y a mí me hizo alusión al final, en el chicos. Esbocé una sonrisa caballeresca, haciendo una reverencia un tanto pronunciada.

-Buenas noches, señorita -despedí, con tono sereno y alegre.

Finalmente, la flamma se fue, dejándonos solos. Cansado también, me dejé caer sobre el heno de nuevo, suspirando.

-Mira que te ha dejado bien, eh... -murmuré, estirándome con pereza-. Debería hacer eso de vez en cuando también.

Telma mugió y se sacudió elegantemente, acercándose a mí y tumbándose a mi lado, sobre el heno. Habíamos dormido tantas veces en ese lugar, juntos... Y como Inger volviese a verme allí se enfadaría... Ella prefería que durmiese en palacio, con ella...
Hacía tanto tiempo que mi única compañía por las noches era Telma, tumbada a mi lado.

Me acurruqué, haciendo un gigante ovillo musculoso.

-Seguramente Inger volverá pronto -murmuré, apagado-. ¿No la echas de menos, Tel? ¿Qué opinas?

Tras un silencio, Telma mugió. No la entendí de todo. O quizás sí. No estaba seguro. Tenía demasiado sueño.

*se duermen

a la mañana siguiente, se van*

Estaba sentado sobre un taburete de madera, de modo que Telma y yo teníamos casi la misma altura. En la mano llevaba un cepillo que pasaba por el pelo de la pequeña bismonte como había visto hacer a Lea y a algunos de los mozos que cuidaban a los caballos de mi padre en Ignis... Y por los sonidos y la expresión de Tel, parecía encontrarse de lo más a gusto.
Por mi parte, era una forma de estrechizar los lazos con mi pequeña bismonte.

-Si se me cayese tanto pelo como a ti al cepillarme, ¡dudaría de mi ascendencia! -exclamé, impresionado-. Por suerte, toda mi familia tiene un cabello noble que jamás abandonaría a su señor. Cabello Dehnel...

Mi padre tenía un pelo y una barba lustrosos... ¡Y vive Mithos que la cabellera de mi abuelo era digna de cien héroes juntos! Incluso ahora que el mío había crecido y estaba más descuidado, mi cabeza seguía siendo como un nido de ángeles nobles.
Suspiré. De todos modos, cepillar tanto pelo era munótuno... Era divertido y aburrido a la vez. Pero relajante.

-Tengo la sensación de que veré pronto a Inger -comenté, distraído.

Me preguntaba cómo le habría ido... Hacía ya tanto... Que mi cuerpo me lo reclamaba.
¡Qué osado innoble!

Una vez más, me dirijo a las cuadras, alegre con la simple idea de encontrarme con Telma y pasar algo de tiempo con ella. Puede que la cepille, o la alimente, o incluso la saque a dar una vuelta por los establos. Es más, ¿por qué por los establos? ¿Tanto problema sería que la sacara al exterior? Aunque quizá no sea buena idea, está haciendo frío estos días y no quiero que enferme... En fin, mientras la cuide, no tiene por qué pasarle nada.

Ya estoy a punto de entrar cuando oigo una voz conocida proveniente de las cuadras. Me detengo un momento, y me contengo para no fruncir el ceño. Parece que el señor flamma se me ha adelantado... Cierro un momento los ojos, inspiro con fuerza y suelto el aire lentamente, antes de atravesar la puerta.

Efectivamente, ahí está. Y, pese a que me he preparado para enfrentarme a él, no puedo evitar una punzada rencorosa al verlo cepillando a Telmita. A mi pequeña. Cepillarla. ¿Es que no hay nada que solo pueda hacer yo? Ni siquiera lo está haciendo bien. Lo está llenando todo de pelos y no sabe ni coger el cepillo. Menudo estúpido...

-Hola -saludo con voz alegre, antes de acercarme a Telma y acariciarle el morro con suavidad-. Menuda sesión de peluquería, ¿eh, Telma?

Continuaba con mi labor y mi charla sobre Inger. Tel no parecía muy interesada, pero comprendía que una pequeña como ella apenas sabría nada sobre relaciones. ¿Qué opinión iba a dar ante un experto como yo? E incluso yo tenía mis insabidurías en todo aquello...

-Desde que se fue apenas he tenido noticias de ella. Espero que tenga muchas aventuras interesantes que compartir o... ¡O ninguna, por Mithos! Y menos aún si esas aventuras son con malnacidos innobles... -añadí, en voz más baja-. Últimamente, Tel, tengo sueños extraños, fruto de una maldición lanzada por una bruja fantasma en el bosque. Espero que el regreso de Inger me salve de ello y solucione mis problemas mágicos... Lo cierto es que...

Me sorprendió la aparición de Lea en mitad de una frase. Me volví sonriente hacia ella. Telma, por su parte, intento zafarse de mí, animada, para lanzarse de buen humor sobre la flamma.

-¡Buenos ojos te vean, damisela! -exclamé, dejando ir a la bismonte y poniéndome en pie, rascándome la cabeza con una mano-. Podría semejar, incluso, que este es nuestro lugar de encuentro secreto. Deberíamos hacer turnos si no deseas que se extiendan calumnias sobre nosotros -bromeé, sonriente.

Hacía mal tiempo, pero la ausencia de peligros y malas experiencias recitientes hacían que me sintiese noble y energético. Además, lentamente, recuperaba mi forma física portentuosa.

Río ante la insinuación de Rick, o más bien finjo reír ante sus palabras. Lo que realmente me hace gracia es Telma, tan entusiasta como siempre, recibiéndome a mi llegada. La acaricio con más entusiasmo, dándole también un abrazo y un beso en la frente.

Miro a Rick de reojo, esforzándome por no fruncir el ceño. ¿Me está echando? Si quiere hacer turnos, ya puede ir saliendo por la puerta. Con las ganas que tenía yo de pasar algo de tiempo con mi niña. Lo que hay que aguantar. A ver si ahora resulta que no puedo pasar tiempo con ella.

-Bueno, espero que no -replico, sonriendo al flamma-. No me gustaría ser el foco de atención de las malas lenguas, si te digo la verdad -. Me vuelvo de nuevo hacia Telma-. Además, quien pueda pensar que Telma es una excusa no merece ni que se le dirija la palabra, ¿verdad, preciosa?

Telma disfrutó de las caricias y atenciones de Lea con notable satisfunción. La verdad es que yo también estaba de buen humor, como la pequeña, así que reí tranquilo con las manos en las caderas, con el pecho varonilmente hinchido. Si no fuera porque sabía que el amor entre mujeres era imposible, casi iba a sentir envidia de Lea. Cualquiera diría que Telma la quería más a ella que a mi, por lo que se emocionaba al verme. Aunque aquello era poco posible... ¿No?

-Tranquila, que no dejaré que nadie calumnie el nombre de una amiga mientras viva. Eso es lo que significa Dehnel.

Las contemplé, entonces, con los brazos noblemente cruzados y una expresión de satisfacción plena. Telma frotaba la cabeza contra el costado de la flamma, animada, que no parecía menos contenta, la verdad. Lo cierto es que... sí que sentía uno envidia. Al final, ni siquiera me trataba a mí con tanto cariño. Yo era lo de cada día... Hasta dormía con ella en los establos...
Un desagradable pinchazo me hizo apartar la mirada sin darme cuenta mientras mi sonrisa se apagaba.

Sin dejar de acariciar a la bismonte, asiento con energía un par de veces a las palabras de Rick. Ensancho la sonrisa. Debo reconocer que me he sentido algo celosa al entrar y encontrarme con aquella escena, pero los mimos de Telma hacen que una se olvide en seguida de algo así. Supongo que Rick también tiene derecho a cepillarla. O a intentarlo, aunque sea un inepto.

Lo miro con gesto agradable.

-Me alegra saber que puedo contar con eso -comento, animada-. Y, por supuesto, puedes esperar lo mismo de mi parte. No me gustan nada los chismorreos.

Vuelvo rápidamente mi atención a Telma, correspondiendo a su entusiasmo. Ha crecido mucho, pero su carácter es el mismo de siempre. Le doy un nuevo beso, al tiempo que mi mano se desplaza hacia la base de su oreja, que rasco suavemente.

Asentí sin demasiadas ganas, acercándome a mi montón de paja acostumbrado. Sin embargo, en vez de dejarme caer sobre él como solía hacer, tomé uno de esos bloques de heno atados y me senté en eso. Aunque estaba de buen humor, también estaba algo cansado.

-Se agradece -dije, algo seco, aunque esbozando una sonrisa.

Telma me miró. Estaba preocupada, lo noté, aunque estar con Lea la hacía feliz... E Inger era feliz en su casa, con su familia... Incluso Alehyss era feliz con Corbin, como él había dicho...

Lancé una nueva mirada a las chicas y volví a sentir aquel desagradable pinchazo de envidia. Qué injusto era... que todos sintiesen aquella satisfacción. Mientras que yo tenía que sonreír para todos porque debía demostrar mi nobleza, mi valor, mi poder...
Ellas sí que parecían tranquilas.

FdR- Rick depre porque realmente sufre mucho y claro XD

Rick está curiosamente callado hoy. Y eso que parecía muy hablador antes de que yo llegara. Tampoco es que me importe mucho que hable, o, más bien, sí me importa, pues prefiero que esté callado y no moleste, pero se me hace un poco extraño tanto silencio. De hecho, parece casi antinatural.

Al principio lo ignoro. Estoy ocupada, después de todo; Telma requiere mi total atención. Sin embargo, poco a poco, empiezo a sentir que el silencio se hace algo pesado. Lo voy cubriendo poco a poco, diciéndole cumplidos a Telma y mimándola con gusto. Pese a todo, sigo sintiendo su mirada sobre nosotras, y también su estúpido e irritante silencio. Mithos, ¿cómo puede ser tan molesto?

Lo miro de reojo y lo encuentro algo serio, pero trato de ignorarlo. Telma me mantiene ocupada. Pienso en darle un buen cepillado, pero supongo que, teniendo en cuenta que Rick acaba de hacerlo, resultará un tanto insultante que lo vuelva a hacer yo. Prefiero esperar un poco, aunque eso suponga que Telma esté hecha un desastre. Lo siento, bonita. Para compensarlo, le desenredo un poco el pelo con los dedos.

Decido, finalmente, tomar un poco de heno para ella. Normalmente lo tiene a su disposición, pero el más nuevo se mantiene alejado de los animales. Me acerco, pues, a los montones, y tomo algo para darle. También tengo guardada una manzana para ella, pero eso se lo daré después.

De nuevo, miro a Rick. Contengo un suspiro.

-Y ¿qué? -pregunto, sonriente-. ¿Estabais contándoos confidencias antes de que llegara? Te veo muy callado.

Espero que esto no desate un insufrible monólogo.

Las observé un buen rato. A veces contemplaba a los otros bismontes o el techo, las paredes... La mayor parte del tiempo estaba, simplemente, pensando en mis cosas. Hacía tiempo que no estaba tan distraído. Aunque mirarlas también era agradable, y escuchar la voz de Lea y los mugidos de Tel en segundo plano... Era como una especie de runirún... Como el murmullo de una viuda susurrando a un zagal medio dormido. De lo más relajante, tranquilo y agradable...

De hecho, me sorprendió que se dirigiese a mí. Ante su pregunta, incluso, me ruboricé ligeramente. ¿Cómo decirle que hablaba del temor que tenía por las aventuras que Inger había vivido fuera de Brontë? Aquello era indigno... ¡Aquello no podía ser! Un caballero dudando de una dama... ¡Y más aún después de haber cometido aquel error! Sería catastrófico...

Aparté la mirada, negando suavemente, algo tenso.

-No, solo hablábamos de tonterías... -murmuré, uniendo mis índices y mis pulgares y contemplando el hueco que quedaba entre ellos.

Telma mugió con indirignación. Cualquiera diría que entendía que el tema me preocupaba y no quería confesar, aunque aquello no tenía senido. Tel no podía saber aquello.

La expresión de Rick no dice lo mismo que sus palabras, pero no hago comentario alguno al respecto. Una cosa es que no le dirija la palabra, y otra que me oculte las cosas cuando se la dirijo. Si, por extraño que parezca, no quiere hablar, es seguro que no seré yo quien se dedique a tirarle de la lengua. Tengo mejores cosas que hacer. Como atender a Telma, por ejemplo.

-Oh. Entiendo -respondo, sin insistir.

Concentrada en el heno, escojo las mejores briznas con cariño y cuidado y, una vez he reunido un buen montón, vuelvo junto a la pequeña. Tras un entusiasta beso en un carrillo, dejo la comida frente a ella. La acaricio un momento y luego me aparto un poco, contemplándola. Tampoco quiero agobiarla mientras come. Me limito, pues, a observar.

-Pues es una pena gastar el tiempo en hablar tonterías -comento, mirando con ternura a la chiquilla-. Con lo interesante que es la conversación de Telma, no vale la pena malgastarla. ¿Eh, Telmita?

Telma me miró un rato, como ofendida por mi actitud. Yo, innoble, cobarde como llegaba a ser a veces sin quererlos, aparté la mirada de ella y me dediqué a mis manos, a mis pies, al suelo. Incluso tuve que contener un suspiro para no preocupar a ninguna más de lo que estaban. Por Mithos... Si se les notaba tanto... Incluso Lea me hablaba, fingiendo que no era preocupación lo que sentía, pero su voz... Los Dehnel entendíamos de ese tipo de cosas...

Telma mugió, animada, ante las nuevas atenciones de Lea. Yo contemplé un rato más a las chicas, todavía sintiendo un extraño pinchazo. Pero, de todos modos, resueltado, me levanté y tomé un par de pajas y me acerqué también a ellas. Ofrecí la comida a Telma, que la olisqueó y se la comió sin demasiado entusiasmo.
¡¿También mi hierba era de menor cualidad?! ¡¿Por eso las mujeres iban a pastar en otros lugares?!

Miré a Lea de reojo.
Tampoco era que hubiese pasado nada... Pero entre la ausencia de Inger y la ausencia de damisela en mi cama...