Establos

No me pasa desapercibido nada. Ni su silencio, ni su desgana. Ni siquiera la falta de entusiasmo de Telma ante lo que le ofrece, ni su reacción ante esa falta de entusiasmo. En cualquier otra situación, lo ignoraría sin más. Pero me amarga. Me amarga porque yo he venido aquí a ver a mi pequeña y no tengo ninguna gana de aguantar un alma en pena lloriqueando en silencio a nuestro alrededor. Si encima se creerá estoico, sutil, un esforzado que soporta sus penas en silencio. Las soportará, pero a él no hay quien lo soporte.

Miro a Telma como buscando ayuda. Si simplemente pudiera decirle a Rick que se fuera, todo estaría arreglado. Pero no, siempre tiene que ser lo más difícil, lo que requiere atención activa. Siempre hay que andar cuidando de aquellos a los que menos apetece cuidar. Parece que sea el precio a pagar por un poco de buena compañía.

No digo nada. En silencio, espero a que Telma decida que no quiere más heno. Entonces me acerco a ella de nuevo y le doy una suave caricia, más tierna aún de lo habitual. Le sonrío y le guiño un ojo, haciéndola mi cómplice.

Me vuelvo, entonces, hacia Rick, y mientras una mano va hacia mi alforja, la otra busca la suya. Cuando la encuentro, pongo sobre ella la manzana que le tenía guardada a Telma y miro un momento a la pequeña, antes de alejarme un par de pasos, apoyándome en una pared con una pequeña sonrisa.

Que conste que era mi manzana. Que la escogí con todo mi cariño y quería dársela yo. Estúpido flamma caprichoso. Y no te acostumbres a esta clase de cosas, porque no pienso repetirlas si no es absolutamente necesario.

No siempre comprendía qué me pasaba. Supongo que aquello era una de las maravillas y de las desgracias de las personas. Yo era un ser complicado, no como un árbol, que ni siquiera era un ser vivo, o como un bismonte... Yo era más difícil. Mis ideas eran más complejicadas.

Telma mugió animada, pero no supe por qué, pues no la miré. Pero entonces sentí algo en mi mano. Sorprendido alcé las cejas, y la vista, deteniéndola primero en la mano, de tacto más áspero de lo que esperaba, y luego a sus ojos, algo confuso. Un instante de rubor innecesario me hizo tragar saliva.
Últimamente la falta de hembra me tenía demasiado ruborizado. Qué vergüenza para los hombres Dehnel... Si lo supiesen... ¡Si supiesen que incluso hablando con Corbin...!

-¿Para mí? -conseguí decir, bajando la vista a la manzana.

Telma dio un lametón a mi mano libre, que pendulaba a mi lado. Eso me hizo replantearme la pregunta.

-Para Tel... -aventuré, dejando el tono a medio camino entre afirmación y pregunta.

Para mí.

Para mí.

Lo que hay que oír. Lo que hay que aguantar. ¿Qué es eso de para mí? ¿Quién te has creído, Rick Dehnel? ¿Es que no sabes anteponer lo que tu pequeña necesita a tus estúpidos caprichos? El heno bien que se lo dabas. Eso no te lo comías, idiota. Pero claro, una manzana sí, ¿no? Una manzana escogida con todo el cuidado, bien lavada, perfectamente tierna... Eso sí se lo quitas a Telma, ¿no? Pero serás malnacido...

Suelto una pequeña risa divertida.

-Bueno, mi idea era que fuese su postre... -comenté, señalando a Telma con la mano.

Y más te vale seguir mi idea, pedazo de merluzo. Porque como no la sigas, ya te puedes ir olvidando de nada que se le parezca a esto. Que era MI regalo para ella. No tuyo.

Vaya torpe... ¡Se había avergonzado! Normal... Yo era un hombre maduro, comprometido, con novia, fuerte, atractivo... Y al descubrir que había traído una manzana para mí la había desarmado. Pero no tenía problema en dársela a Telma. Para mí, el regalo estaba recibido. No necesitaba probar la dulzura de aquella manzana tan limpia y resplandeciente. Me llegaba con saber que ella, seguramente, la había escogido especialmente para mí; para animarme.

Me puse en pie, abandonando mi posición agachada. Incluso sentía como aquel inicio de lágrimas que puginuban por salir, como que picaban, pero que eran mentira, claro. Quizás incluso Telma y ella se habían asociado para tratar de animarme. Al fin y al cabo, eran buenas amigas.

-Gracias -dije, sin poder evitar abrazar a la flamma por los hombros, aún con la manzana en la mano derecha, intacta.

Con gente intentando animarme me sentía mejor. Era cierto que entrenando con Corbin me había dado cuenta de que era algo autocompasivo todo aquello, pero incluso un héroe tenía derecho a aquello... Al fin y al cabo, el destino me castigaba.

¿Gracias? ¿Pero cómo que gracias? ¿En qué estás pensando, flamma estúpido?

Se acerca y me abraza, y aprovecho que no puede verme la cara para fruncir el ceño, ofuscada. Tampoco correspondo. Estoy algo tensa. ¿Pero qué se cree que está haciendo? ¿Quién le ha dado derecho a tocarme siquiera? ¿Y a qué viene un abrazo? Solo dale esa estúpida manzana a la pobre Telma y déjalo ya, pesado. ¿No ves que la chiquilla está esperando su postre?

Recompongo el gesto cuando el abrazo termina (ya era hora) y me limito a encogerme de hombros con una pequeña sonrisa. Lo que hay que aguantar. Ahora ya sé por qué prefería que diera el coñazo sin callar la boca. Al menos está entretenido y no tengo que soportar esta clase de cosas cuando eso pasa.

Viendo que no parece tener muchas intenciones de soltar la manzana, y que la pobre de Telma está deseando que le dé por fin su golosina, lo tomo por la muñeca y acerco la fruta al hocico de la bismonte. Come, Telmita, no te cortes. Que este se va por las ramas y no está a lo que tiene que estar.

Acaricio a la bismonte con suavidad, sonriéndole.

Ella no pareció muy receptiva, de modo que me apresuré a soltarla. Quizás había apresurado demasiado el abrazo. Las mujeres solían considerar que aquellas cosas eran importantes, por lo que si lo hacías antes de tiempo se ponían un poco... como ellas eran. Y era comprensible que Lea no estuviese preparada para abraza a un noble enorme como yo. ¡Un noble capaz de comunicarse con fantasmas y salvar doncellas! Era normal sentir cierta timidez.
Pero había sido muy amable por su parte dejarme darle la manzana, aunque debía devolverle aquel favor de la manera más noble posible.

La flamma me hizo volver en mí acercando la manzana a la boca de mi pequeña, que se la comió enseguida. Al final parecía que tenía hambre de verdad... Incluso me dejó la mano completamente llena de babas, que sequé en mi pantalón con una sonrisa, acariciando la cabeza de Tel con la mano libre.

-Ya verás como Inger nos quiere, Tel -le dije, con una sonrisa.

Telma mugió, abriendo mucho la boca, pero apartando la mirada un poco. Se relamió, seguramente saboreando de nuevo la manzana.

Cuando Rick parece entender por fin el concepto "la manzana es para Telma", le suelto la muñeca y me alejo un poco, a regañadientes. Es cierto que le he cedido el derecho a darle la manzana. Pero no deja de ser mi manzana. Mi detalle. Mi regalo. Me hace sentir desplazada, y no me gusta que Telma no me preste atención. Después de todo, yo le presto mucha atención a ella. Más que a ningún otro. Y eso que hay muchos bismontes a los que atender en las cuadras.

Pese a todo, vuelvo a colocarme junto a la pared y observo, de brazos cruzados y en silencio. Resulta difícil contener la risa viendo el claro sarcasmo en la actitud de Telma, pero aún así no me permito reír. No puedo evitar que me parezca adorable lo expresiva que es. Se hace entender a la perfección.

Desde luego, si esa tal Inger quiere a Telma tanto como Telma parece quererla a ella, esa relación no tiene demasiado futuro, que se diga. Pero tampoco es que eso sea asunto mío. Siempre que Telma no lo pase mal, claro.

Una repentina presencia me aparta de mi línea de pensamientos. De pronto, alguien cae del techo, pronunciando un par de frases que parecen inconexas. Miro a la chica con curiosidad, tratando de no parecer hostil, aunque bastante desconfiada. ¿Nos estaba espiando? ¿Pero quién es esta rarita?

Ni siquiera entiendo lo que dice, así que miro a Rick, interrogante.

Algo cayó del techo de repente. Telma se puso nerviosa y yo traté de distinguir a la sombra en la penumbra. ¡¿Acaso venía a atacarnos por sorpresa?! O... ¿Finalmente iba a extender rumores falsos para destruir la reputación de la joven Lea? Yo no podía permitir algo como aquello...

-¡Da la cara! -grité, frunciendo el ceño y poniéndome ligeramente delante de la flamma con aire protector. Las mujeres daban hijos y no podían morir las primeras-. ¿Buscas tu destino? ¡¿Es acaso ese destino algo innoble?! Explícate...

Fuese lo que fuese su destino, no sería matar a Rick Dehnel.

Miro a Telma de reojo, algo inquieta por su aspecto nervioso. En cuanto a recién llegada, después de otro discursito sin sentido, se aleja, me acerco a Telma y la abrazo, susurrándole palabras cariñosas para tranquilizarla.

Maldita rarita... Seguro que está medio loca o algo así. Interrumpir así el postre de Telmita, ¿a quién se le ocurre?

-Qué chica tan... curiosa -murmuro, mirando a Rick. No parece conocerla, pero tal vez sepa algo.

Me vuelvo a Telma de nuevo, acariciándola.

La extraña se fue antes de que pudiese detenerla. Ni siquiera mi "espera" bastó para interrumpir su avance y poder interrugarla, de modo que pronto me vi allí solo, con las dos zagalas, preguntándome a qué habría venido aquello.
Noblemente, apreté el puño derecho, mirándolo en la oscuridad.

-No puede ser... Me han tomado por sorpresa -. Me volví hacia Lea con el ceño fruncido. Me costaba mantener la calma en aquella situación-. ¡Podría habernos herido!

Telma mugió, molesta. Parecía algo nerviosa.

Prosper... había demostrado ser un gran guerrero. Seguro, simpático, diligiente... Y, sin embargo, había caído ante un enemigo fácil. Además, aquel hombre de las cicatrices... Massen Dew casi moría ahogada, Fier había saltado al fuego... Yo mismo casi había muerto envenenado por aquella poción...
Incluso los más fuertes corríamos peligro a veces... Y no conocía el poder de Lea, pero...
Si yo no servía para protegerme ni a mí mismo... ¿Cómo quería...?

Ladeo la cabeza, preguntándome a qué viene tanto escándalo, tanto por parte de Telma como por parte de Rick. Continúo con mis caricias y mimos a la pequeña, insistiendo en mi intento por tranquilizarla.

-No te pongas nerviosa, Telmita, que no pasa nada -le susurro bajito, con voz dulce.

Me vuelvo hacia Rick, sorprendida por su reacción. Esbozo una sonrisa relajada, tratando de mantener un ambiente agradable. ¿Es que acaso es mucho pedir? ¿Tanto pido?

-No creo que fuera peligrosa, Rick -opino-. Tan solo un tanto... peculiar.

Telma pareció relajarse un poco, pero yo seguía incómodamente nervioso. ¡Nervioso no era la palabra! ¡Altercado o algo así! Como que no estaba tranquilo, pero tampoco era nervioso. Altercado, sí. Altercado.

Me volví de improvisado a Lea, frunciendo el ceño. Lo cierto es que creo que hablaba algo alto, y que eso ponía más nerviosa a Tel, y eso era desagradable, pero no podía evitar pensar en lo fácil que era morir. Todavía no había ido a ver a la familia de Prosper a contarles lo heroico que había sido... Y ya parecía tan lejano.

-¡¿Y qué más da eso?! Podía haber caído sobre vosotras sin que me hubiese dado cuenta...

Telma... Ya se había perdido una vez en el bosque. ¿De qué servía yo si no era para momentos como aquel? Para proteger...

-Yo soy un protector... -dije, en voz baja, apretando los puños.

¿Con quién hablaba exactamente...? ¿Conmigo?

FdR- Melodrama, melodrama everywhere

Oh, por Mithos. ¿Qué es esto? ¿Una obra de teatro? No sé qué cable se le ha cruzado ahora a este imbécil, pero como no deje de poner nerviosa a Telma me voy a enfadar de verdad. Veremos entonces de qué se tiene que proteger el payaso este.

Mantengo a la bismonte a mi lado, insistiendo en tranquilizarla, pese a que Rick me lo pone muy difícil. Estúpido flamma victimista, no tengo tiempo para estar equilibrando tus emociones, así que aprende a hacerlo tú solito. Yo ya tengo bastante conmigo misma como para preocuparme por nada que no me importe.

No frunzas el ceño, Lea. Relájate tú también.

Sonríe.

-No hay nada que puedas hacer ya -hablo alto y claro, con tono serio pese a la sonrisa-. No puedes volver atrás y asegurarte de prestar más atención. No puedes evitar que pase nada, y por eso es una suerte que precisamente no haya pasado nada. Si te preocupa, presta más atención a partir de ahora. De lo pasado, ya no hay nada que puedas cambiar.

Y a ver si nos dejamos de tantas gilipolleces de una vez, que va tocando.

Sus palabras casi hicieron eco en mis oídos. Me volví hacia ella, algo rigidoso, mirándola con los párpados un poco tirantes. Quizás... había sacado las cosas de quicio. Al fin y al cabo, como ella decía, no había pasado nada. Y no había nada que pudiese cambiar. Ni de ahora, ni de la misión, ni de la mujer piscis... Por mucho que me culpase, las cosas jamás cambiarían...
¡Pero solo yo podría escribir mi heroico destino! ¡¿No serían acaso todas estas pruebas una señal de lo que me esperaba?!

Apreté la mandíbula, conteniéndome, evitando dejar salir todos aquellos recuerdos tan difíciles.

-Lea -llamé, volviéndome. La miré, fijamente-. ¿Querrías entrenar conmigo un día?

Sonreí, a mi pesar. ¡Entrenar! Había entrenado con Corbin hacía poco y ni nos habíamos batido. Vaya una vergüenza, la verdad... Mis ancestros debían de estar riéndose de mí. Y más aún si hubiesen sabido el motivo... ¡Por Mithos!

Lo miro un momento con cierta curiosidad. Desde luego, sí que se recupera rápido. Aunque ya iba siendo hora, la verdad. Estaba harta de tantas lamentaciones.

Sonrío dulcemente y me encojo de hombros. La verdad es que esa pregunta me ha pillado un poco por sorpresa, pero tampoco tengo razones para rechazar su oferta. No es que me haga especial ilusión, pero debo reconocer que debería ponerle más entusiasmo al entrenamiento. Por más que me gusten los establos, he venido aquí a luchar, no a cuidar monturas.

A veces me pregunto qué hago en Brontë y por qué no me habré quedado en casa. Claro que luego me acuerdo de la insufrible de mi hermana y todo vuelve a tener sentido. Estoy mejor aquí, bien lejos de esa arpía. Donde no pueda encontrarme...

Miro un momento a Telma y continúo con mis caricias. Tras pensar un momento, asiento a la propuesta de Rick.

-Sí, por qué no -acepto-. Tampoco es que sea una guerrera superdotada, pero precisamente por eso no me vendrá mal que se me anime un poco a entrenar.

Y a ver si me espabilo.

Esbocé una sonrisa algo cansada como respuesta. Me alegraba aquello. Yo me haría más fuerte, podría ver su poder, ella se haría más fuerte y, además, quizás encontrase a una buena pareja de batalla. Nunca se sabía con qué compañero te compenetrarías como si danzaseis juntos en mitad del combate. Y podía ser crucial. Especialmente para futuras misiones.

Algo atolondradamente, caminé hacia mi montón de paja y me dejé caer sobre él, pesado. Telma se había calmado, afortunadamente. Desde luego, no me reconocía a mí mismo... Intentaría ser un guerrero más serio y valeroso a partir de aquel preciso momento.
¡¿QUÉ INTENTARíA?! ¡¡LO SERÍA!!

[...]

Recuerdo que Telma mugía animada. Lea y yo hablamos de algo más. Le conté algo de Corbin, creo... Que había intentado entrenar con él hacía poco, pero no había habido ocasión porque Corbin estaba cansado... Y también algo de una misión de los karnikash... Y de mi buen amigo Cero...
También tenía un entrenamiento pendiente con Inger, pero eso no se lo dije. Pensar en ello me ponía un poco triste...

La voz de Lea arrullando a Telma era de lo más relajante. Ojalá también a mí me hablasen de aquella forma tan agradable... Casi sonaba como una madre que hablaba a su hija...
Se llevaban tan bien... Qué envidia.
Y yo, algo cansado...

Telma mugió suavemente. Parecía estar muy lejos.

*se duerme XD*

Paso un buen rato más en los establos. Rick, animado de pronto, demuestra que aún tiene mucha conversación. Es bastante desesperante. Sin embargo, poco a poco, consigo centrar la atención en Telma sin interrupciones, y el flamma acaba por callarse.

Me quedo con la pequeña hasta que se duerme. Pasado el susto, ha estado de lo más encantadora, pero con la hora que es, es normal que esté cansada.

Cuando me doy la vuelta para despedirme de Rick me encuentro con que él también duerme. ¿Cuánto tiempo llevará haciéndolo? En fin, el que sea. Al menos así está callado y no molesta.

Tras un último beso de buenas noches a Telmita, salgo de las cuadras en dirección a mi habitación. Yo también estoy cansada...

*Se va*

Los días pasaban y se acercaba un día especial para mí. No era el primer cumpleaños que pasaría en Brontë, pero sí que estaba algo más triste y solo que en los últimos. No obstante, Telma me animaba bastante. Aunque...

-Sabes, alguna vez deberíamos hacer la cena que ofrecí a Seth, aunque no sea solo una cena flamma... -comenté a Tel, distraído.

Ella respondió con un animado mugido.
Porque, en una cena flamma... ¿A quién podría invitar? Además de a Lea y al propio Seth... No me había cruzado con demasiados flammas últimamente. Y, al fin y al cabo, ¡Brontë estaba para unir a las siete razas! No había nada de malo en permitir a otras personas participar en ella siempre que supiesen que no eran valerosos y nobles como auténticos flammas de verdad.

De hecho, ¡la prepararía! Una cena de todas las razas de cumpleaños! O lo que fuese...

Si pudiese venir Inger... Aunque hacía tanto que no la veía que era imposible...

*se va*

No me veo con muchos ánimos de meterme en cama, así que decido bajar a los establos por ver si encuentro allí a Telma. O, si no la encuentro, puedo dedicarme un poco al resto de animales, que van a acabar, a este ritmo, por ponerse celosos.

Efectivamente, al llegar me encuentro con que mi bismontita no está. Aunque ya he pensado en esa posibilidad, siento una enorme decepción al no encontrarla. Estúpido Rick Dehnel y su estúpida costumbre de llevársela sin permiso. Tampoco es que yo pueda hacer nada al respecto, pero al menos podía avisarme alguna vez.

Con un suspiro, avanzo por la cuadra, decidida a prestar atención a los demás a falta de mi pequeña. Sin embargo, una figura entre las pajas llama mi atención. Vaya. Qué bien. No hay forma de quedarse sola.

Compongo una amistosa sonrisa.

-Hola, Gerald -saludo, alegre.

Estoy a punto de seguir con lo mío cuando algo en sus manos me llama la atención. No puedo evitar un brillo, mezcla de curiosidad y fascinación, en los ojos.

-Vaya -murmuro, acercándome un poco-. ¿Qué es eso?

Trata de ocultar esa especie de pájaro, pero debe ser bastante escurridizo, porque se libera y vuela hasta posarse sobre su cabeza. Me agacho un poco hacia él, mirando al pájaro con atención, con una sonrisa ilusionada en los labios.

-Ya... -murmuro, sin prestar demasiada atención a lo que dice. Entonces, de pronto, abro los ojos y lo miro-. ¿Un entrenamiento? No le harás daño... ¿no?

Es una criatura fascinante. No sé qué es, no he visto nada así antes. Parece hecho de fuego, como si fuera una llama con forma particular, aunque también parece tener vida y voluntad propia. Espero que no sea alguna clase de experimento con animales, o tendré que tomar serias medidas.

Carraspeo y me incorporo. Casi parece que lo esté acosando. Por favor, Lea, un poco de saber estar.

Con una última mirada de anhelo al pajarito, me vuelvo y me acerco a por un montón de heno. Poco a poco, voy colocándolo en cada establo, parándome un momento a acariciar a cada ocupante. Mi cabeza, sin embargo, sigue centrada en el pájaro.

-¿Y en qué consiste ese entrenamiento? -insisto.