Establos

Esbozo una sonrisa frente a su saludo. Abandono mi barba y echo una ojeada a los alrededores. De modo que esta es la moza que se dedica más a las cuadras que a las armas. Me importa poco lo que hagan los guerreros en su tiempo libre siempre que conozcan cuál es su primer motivo para haber venido aquí. Por lo que sé, al menos, esta lucho en el ataque, aunque sin mucho éxito. Quizás debería entrenar un poco más. Ya se lo dejaré caer en algún momento. Ahora mismo solo me apetece un poco de charla insustancial.

-No te prreocupes. Ya serrán mejorres ahorra que he venido a verrte -bromeo, riendo con ganas mi propio atrevimiento.

Necesito una charla con Aren pronto o terminaré arrancándome la cabeza.

El hombrecillo parece creerse muy gracioso. ¿Será maestro de Gerald, o algo parecido? En cualquier caso, este me inspira algo de inquietud. No tiene pinta de ser alguien cualquiera, y menos con semejante forma de aparecer, así que no voy a permitirme ni un desliz. Me limito a sonreír a su comentario.

-Soy Lea Seimz -me presento, esperando con ello evitar más tonterías. Espero que no tenga bromas que hacer con respecto a los nombres.

Me brillan los ojos, divertidos, cuando me dice su nombre. Asiento, casi con efusividad, pero sin mirarla demasiado, como sin prestarle demasiada atención al mismo tiempo.

-Lo sé. Los del serrvicio hablan bastante de ti. Te están muy agrradecidos porr darrles tiempo librre -. Sonrío, malicioso. Hay más cosas que he oído por ahí de ella, pero no sería propicio decirlas. Eso le pega más a Aren-. Debes de serr una muchacha muy amable.

O un poco antisocial. Me da igual mientras hagas tu trabajo como guerrera, sinceramente.

-Nagorr Brumm -añado, sonriendo con menos maldad.

Contengo una mueca. Así que hay gente con el suficiente tiempo libre como para dedicarse a hablar por ahí. En fin, el problema es de ellos y su tiempo, no mío. Tampoco me llevo mucho con esa gente, así que dudo que puedan decir muchas cosas con fundamento. Pero, como digo, es problema de quien habla.

Me encojo de hombros con sencillez, desviando un poco la vista.

-Tampoco diría eso -repongo-. No lo hago por darles el gusto, en realidad. Es más bien una satisfacción personal.

Cuando da su nombre todo cobra sentido. Por supuesto, tenía que habérseme ocurrido antes. Aunque, de alguna forma, lo sospechaba, por supuesto. Conozco su nombre, no he sido tan tonta de venir aquí sin conocer a mis superiores. Y esto cambia mi situación. ¿Estará aquí para amonestarme por dedicarme a un trabajo que no es el mío? Espero que no, pero sé que es una posibilidad.

-Es un placer conocerlo -respondo, dando a entender con mis formas que sé con quién hablo.

Dejo ir una risa más delicada que de costumbre, aunque, tratándose de mí, seguiría desentonando en una de esas fiestas de etiqueta que tan poco me gustan. Al menos es sincera. Es un buen detalle. No me gusta que me mientan mis propios guerreros, y menos si lo que se trata es un tema tan irrelevante con qué hace en su tiempo libre. Por mí como si trenza hierbas.
Pero que cumpla.

-Lo mismo digo, Lea Seimz -respondo, risueño-. No te prreocupes. Las grrandes mentes necesitamos un descanso a veces -comento, convirtiéndola en mi cómplice al incluirla en el plural-. Puedes darrte todas las satisfacciones perrsonales que considerres mientrras no descuides tus obligaciones parra con el palacio.

La miro con los ojos brillantes. Puede tomárselo como una indirecta para trabajar más o, simplemente, como que comprendo su actitud. Lo que prefiera. Lo he dejado un poco en el aire.

No parece muy claro si, como creo, me está reprendiendo, o si, por el contrario, me está disculpando. Aprieto un poco los labios antes de sonreír de nuevo, asintiendo levemente. Puedo tomarlo como ambas cosas, supongo. Desde luego que debería entrenar más, y tampoco me apetece soportar una recriminación directa.

Por un momento recuerdo a Rick y su invitación a entrenar en conjunto. Me pregunto si se acordará siquiera. Animada o no por mis compañeros, tendré que ponerme en serio.

-Me aseguraré de no descuidarlas -prometo, mostrándome conforme. Me guste o no, con un líder no voy a discutir...

Viendo que ha recibido el mensaje, me vuelvo hacia los animales. Luché aquí contra aquellos niños, y no sé si llegué a hacer yo más destrozos que ellos. El lugar, sin embargo, vuelve a parecer en condiciones, y los animales pacen tranquilos. Es triste que, en tantos aspectos, las cosas se sientan como si nada hubiese pasado.
Recuerdo fugazmente la breve reunión que tuve con Chriselle tras el ataque. Sus palabras... Todavía veo moverse sus labios, con aquella empalagosa sonrisa, como si todo aquello no le importase. Era una mujer útil, pero en algunos momentos no me agradaba demasiado su manera de comportarse. Pero no puedo reprenderla, pues yo la hice llamar. Y todavía la necesito. Por no decir que no es alguien con quien te debas enemistar.

Un pequeño bismonte, separado del resto, llama mi atención. He visto al guerrero flamma con este animal desde hace tiempo.

-Diciendo eso me haces el hombrrecillo más feliz del mundo -respondo, sonriente, acariciando el hocico del animal, pero mirando a la guerrera de reojo.

Dudo mucho, MUCHO, que la mayor preocupación de este hombre sea mi entrenamiento. Pero, por lo visto, es su responsabilidad asegurarse de que trabajo, así que supongo que no me queda más remedio que aceptar sus palabras. No creo que a ninguno de los dos nos haga especial ilusión una conversación más severa al respecto, y sé que la forma de evitarla es emplearme. Qué remedio.

Lo observo acercarse a Telma, que lo mira con curiosidad, sin rechazarlo. Me pregunto qué opinará este hombre de la adopción de mascotas por parte de los guerreros. Supongo que lo mismo, a fin de cuentas: mientras se encarguen de sus obligaciones, que cuiden a quien quieran. De hecho, es exactamente mi caso, al final.

Soy consciente de que me observa, aún cuando atiende a Telma. Pero, visto que ella no tiene problemas respecto al líder, y teniendo en cuenta que no hay mucho más que yo pueda decir, reanudo la tarea que he dejado a medias antes de que llegara, aunque, por algún motivo, con algo menos de energía. Su presencia me incomoda, aunque trato de no hacerlo evidente. Tampoco yo me despisto de su presencia.

Parece que la muchacha no es muy sociable. Pues no era eso lo que he escuchado por los comedores, pero supongo que no seré de su agrado. No quiero burlarme de ella ni decir nada malo con esto. Como ya le he dicho, cada uno hace lo que prefiera con su tiempo libre.
Suspiro con fuerza para llamar su atención, esbozando una gran sonrisa, haciendo que mis dientes blancos asomen bajo la barba.

-Bueno, crreo que lo mejorr serrá que vuelva al trrabajo. Un placerr, señorrita.

Y con una reverencia pronunciada, casi rozando lo ridículo, me desaparezco.

*se va*

Casi me sienta mal que se despida para "volver al trabajo", cosa que yo tendría que empezar a hacer alguna vez. Lo despido educadamente y veo cómo, efectivamente, no sale de la cuadra, sino que se desvanece en el aire. Curiosa habilidad.

Suspiro, desganada. Lo último que me faltaba era que me hicieran sentir mal por dedicarme a lo que me gusta. Algo de mala gana, termino de repartir la comida y vuelvo junto a Telma para mimarla un rato. Sin embargo, después de esto, siento que no puedo pasar todo el día con ella. Y, con el tiempo que hace, no parece buena idea sacarla fuera. La dejo estirar las patas por los establos, pero luego la devuelvo a su cuadra. En fin...

Al despedirme de ella, miro de reojo el collar que llevaba puesto, preguntándome si debería ponérselo de nuevo o no. Estoy prácticamente segura de que es cosa de Rick, pero no sé a qué viene. Examino el saquito con curiosidad, y encuentro una nota dentro. Miro entonces alrededor y veo, un poco más allá, una capa. Así que era eso. Bueno, el mensaje ha llegado a puerto, así que no es necesario atar a Telma. Está mejor suelta.

Me acerco al lugar indicado y tomo la capa. Mejor no mojarme si puedo evitarlo. Después, me despido y me voy.

*Se marcha*

Tengo que admitir que en un momento como este no me queda más que agradecer, aunque sea interiormente, esa estúpida capa dejada en los establos. Ha nevado, y no es solo evidente por los restos blancos que quedan en los exteriores, sino también porque, pese a que hace sol y un tiempo agradable, el aire está más helado que de costumbre. La nieve es extraña, no estoy segura de que me guste.

Incluso en los establos, donde se acumula más calor, ese frío se nota. Pensaba sacar hoy a Telma a dar un paseo, pero la verdad es que el tiempo no acompaña mucho. Casi me apetece más pedirle que se tumbe y acurrucarme con ella, a que me dé calor. Claro que estará harta y querrá caminar un poco, así que la dejaré que haga lo que quiera.

Al llegar, abro su cuadra y la dejo que salga, limitándome a seguirla. Ella escoge qué hacer.

*se queda*

El frío del invierno no era nada para un Dehnel, y menos a aquellas alturas, incluso aunque los días pareciesen ser cada vez más fríos y el tiempo fuese a peor. De todos modos, ni la nieve ni ningún tipo de lluvia serían enemigos innobles para mí. Aunque, tras la nevada... Quizás debería ir a ver el rosal del prado, que con la nieve...
Suspiré. ¿Qué más daba ya, de todos modos? Por el momento tenía la única intención de cuidar un rato de Telma. No había ido por la mañana y quizás estuviese triste.

Al llegar al establo, sin embargo, me detuve por un instante. Durante un segundo me quedé contemplando a Telma, que estaba dejándose acariciar muy entusiastizada por Lea. Ambas parecían bastante satisfechas. Casi tenía aquella sensación de estar de más...
Apreté los puños, determinado, y di un paso adelante, esbozando una sonrisa.

-¡Aquí tenemos a las dos damas más hermosas del palacio!-exclamé, con tono noble, yendo hasta la bismonte y acariciando su cabeza mientras ella olía mi mano, contenta. Luego, dirigí la mirada a la flamma-. ¿Cómo estás? -pregunté, abandonando aquel tono exagerado, utilizando uno más discreto y agradable.

Entorno los ojos al oír una voz exaltada, pero rápidamente me vuelvo hacia él con una amable sonrisa. Déjate de vomitar estupideces, Rick Dehnel, que no estoy de humor para eso. Suena tan absolutamente artificial...

-Buenas tardes, Rick.

Y esto demuestra que debería encararme con el frío y salir en vez de quedarme en el establo, donde es tan fácil encontrarme. Aunque si Rick hubiera llegado y se hubiera encontrado con que Telma no estaba, tal vez se lo hubiera tomado mal. A estas alturas lo dudo, pero...

Me encojo de hombros y hago una mueca de cierto desagrado.

-Helada -respondo, con cierto tono divertido-. No soy muy amiga del frío, no me hace mucha gracia que nieve...

Telma se dejó acariciar un rato, pero luego se apartó de mí para ir a tomar un poco de heno de aquel en el que yo solía tumbarme. La verdad era que aquello de comer lo que te servía de cama podía resultar muy útil en los momentos difíciles. Quizás debería empezar a tejerme una manta de cecina, o algo similar, para las misiones largas. Seguramente sería una novedad bien recibida por todos los guerreros... Aunque... ¿Cómo me taparía tras comérmela? Quizás aquella idea necesitaba ser pulida un poco más, pero no era el momento.

La capa que llevaba... Intenté no quedarme mirándola, esbozando una simple sonrisa, contento de que el mensaje le hubiese llegado. Aunque alguien le había sacado a Telma su collar-saquito. Debía buscar otro tipo de comunicación, tal vez...

Cuando mencionó la nevada de ayer recordé el ataque de los chicos verdes una vez más. Aquella noche se había puesto a nevar de repente, como si el desastre hubiese congelado el alma de la lluvia.
Aquel día ella tiritaba, aunque el llevar ropa húmeda había ayudado.

-A mí la nieve me resulta hermosa. No la había visto hasta que vine a Brontë, y aunque es más fría de lo que había imaginado...-. Me crucé de brazos, sonriendo con seguridad-. Yo he perfeccionado mi resistencia al frío desde mi llegada.

Verano o invierno... ¡Visitaba el lago cuando fuese necesario! Y solo las temperaturas muy bajas me hacían abrigarme más de lo esperado.

Telma, tras comer, se aproximó de nuevo a Lea, frotándola con la cabeza y luego acercándose a la puerta. Mugió con gravedad. En invierno parecía más vaga y lenta todavía.

Me encojo de hombros, no muy convencida. Frío, humedad... No son cosas que me atraigan demasiado. Y no creo que sea una cuestión de costumbre, como él dice. Me dan ganas de encender un buen fuego y aislarme. Más de lo normal, entiéndase.

-Yo tampoco la había visto -replico-. Pero no lo lamentaba. Nunca he tenido especial interés, el calor es muchísimo más agradable.

Qué maravillosamente insulsa conversación. Aunque, bien pensado, la nieve ya me ha frustrado el día, así que tampoco es que tenga mucho que hacer. Recuerdo por un momento al líder parvus. Quizás entrenar...

La contemplé un instante, pensado todavía en la nieve. Era como una viuda noble y joven: de piel pálida por no abandonar su retiro, fría por aquella seguridad que la envolvía, blanda al tacto, suave y delicada... y capaz de hacer con un abrazo que te durmieses sobre ella. Así veía yo a la nieve, como un manto de dulce frescor que tapaba el mundo, destruyendo lo que quedaba bajo ella, pero sin arrebatar la belleza mientras permanecía allí. Y luego, al marcharse sin avisar, te destrozaba. Como una viuda, exactamente...

Pensé en un día de nieve, por un instante. En un día de nieve lo mejor que se podía hacer era tomar algo caliente junto a una hermosa joven disfrutando del calor del otro. ¿Había hecho aquello alguna vez con Inger? El día del ataque había compartido calor con ella, y había nevado... Pero no lo había disfrutado lo suficiente debido a los sucesos desastrosos...
Ojalá hubiese aprovechado más aquellas cosas.

-El calor es más agradable-repetí, algo abstraído, contemplando un instante a la flamma, dando un paso hacia ella, deteniéndome entonces y apartando la vista ligeramente, clavando los ojos en el heno.

Maldito Dehnel... Debías decidir si tocarla o no, pero aquel juego de querer acercarse y al mismo tiempo acobardarse era muy innoble. Mis intenciones no eran negativas, pero la imagen de Inger regresaba a mi mente, y luego Gerald en la biblioteca, y entonces aquel día en los jardines, o...
¿Era aquello culpabilidad o otra innoble sensación?

Un mugido de Telma, apremizadora, me hizo volverme, salvándome de aquel bucle.

-Creo que desea que la acompañes -comenté, recuperando la distancia y sonriendo a la flamma.

Y... continúa el diálogo de besugos. Qué interesante todo, cuánta información nueva. Me limito a asentir, sin mucho que decir, distraída. Tal vez si me pongo a atender a los animales se cansa y me deja en paz...

Pronto Telma me reclama, y la miro sin mucho convencimiento. Luego asiento a Rick, con una sonrisa algo cansada. No tengo ninguna gana de salir al frío, pero parece que es lo que toca... Me arrebujo más en la capa antes de seguir a Telma, acariciándola.

-Parece que toca aguantar el frío... -comenté, con una suave sonrisa.

Abrí la puerta para dejar salir a Telma, que parecía animada por la idea, y me dispuse a seguirla.

La flamma no estaba demasiado habladora. Parecía escucharme, por supuesto (era una buena chica), pero no interaccionaba demasiado con mis palabras. Quizás por culpa del frío de la nieve estaba cogiendo alguna enfermedad, o otra de esas cosas invernales que pasaban a aquellos no tan preparados como yo para soportar el innoble frío acometiendo contra la piel de los inocentes poco abrigados.

Suspiré cuando se acercó a Telma, aprovechando ese momento en el que no me miraba para borrar la sonrisa un instante y relajar la cara. Me volví hacia ella, recuperando aquel noble gesto amable que me caracterizaba como un buen hombre.
Con un gesto perezoso, evitando su mirada, pareciendo lo más natural que conseguí, me quité la capa que vestía yo, diferente a la que le había dejado aquel día en los establos,algo más fila, y se la pasé por los hombros al llegar a su lado, contemplándola un instante con una sonrisa y luego pasando de largo, sin darle demasiada importancia.
Aunque realmente estaba atento a su respuesta a aquel gesto...
Pero aquello no evitó que la adelantase para salir antes que ella y Telma a aquel "frío", mucho menos intenso que en la noche del ataque.

*se van*

Hacía algunas flexiones para mantenerme en calor. Llevaba allí ya bastante, y la temperatura, si bien yo era resistente, no me agradaba demasiado. Al estar quieto al frío los músculos se contradecían y entonces moverlos era hasta incómodo.
Telma me miraba subir y bajar, bastante perezosa, masticando heno sin moverse. La verdad es que a vaga me ganaba de sobra.

Finalicé flexionando mucho los brazos e impulsándome con ellos para caer de pie. Luego los roté, ambos, primero el diestro y luego el otro, relajando un poco hombros y codos.

-Hoy tampoco ha venido -murmuré a la bismonte, dejándome caer en la paja-. Creo que se ha enfadado conmigo...

Suspiré y acerqué un par de pajas a Tel, que las mastico contenta. Luego acaricié su grueso pelaje, distraído, para terminar agarrando su cola de cocodrilo. Esbocé una sonrisa.

-Pelo y escamas. Somos iguales -murmuré.

Atendí un rato más a la bismonte, y me aseguré de que todo estuviera en buen estado. Después salí trotando, a paso ligero, calentando esta vez las piernas.

*se va*

El día estaba resultando poco salsoso. Sin ganas de hacer nada especial, decidí, por lo menos, ir a pasar una buena tarde con Telma. Además, había prometido a Lea que me encargaría de los establos, y la promesa de Rick Dehnel era inquebrantable siempre que el destino no se opusiese a su cumplimiento.
Por suerte, el día había mejorado, por una vez. Quizás la lluvia no quería participar en mi amargura, y me parecía bien. Estaba bien saber que el tiempo estaba de mi parte, aunque solo fuese por una vez, que recientemente parecía que fuéramos a inundarnos. En Ignis no había visto llover tanto. Jamás.

-¡Hola a todos! -saludé, potente.

Telma se me acercó, cariñosa. La pobre debía de estarse aburriendo.

Antes de nada, me cambié de ropa, poniéndome algo más viejo. No usaba la ropa más noble y hermosa, pero tampoco tenía tantas mudas como antes, de modo que procuraba reservar la ropa buena para otras acciones más públicas.
La verdad era que desde que Lea se encargaba, o aquello parecía, los del servicio habían descuidado un poco los establos. ¡Vaya innobles! Hablaría con ellos en cuanto los viese, si tenía ocasión.

¿Y qué había que hacer?

Miré a Tel, confuso.

-Ahora vuelvo -dije.

Y salí corriendo.

*se va*

Regresé a los establos con el libro en la mano, comenzando a pasar las páginas. Así que lo primero era limpiar las cuadras de los excrementos... ¡Maravilloso! Aunque lo dejaría para después, porque era un trabajo duro. Primero cambiaría el agua de todos los animales.

*se queda cambiando aguas*

Desde luego que dije que no vendría por aquí, y desde luego que no estoy en condiciones de encargarme de los animales. Pero me aburro tanto desde que he vuelto que no he podido evitar dejarme caer por aquí. De todas formas, parece que todo el mundo está muy ocupado con festejos y ñoñerías, así que con un poco de suerte los chicos del servicio tendrán otras cosas que hacer y no encontraré a nadie.

Pronto descubro que, efectivamente, ninguno de los chicos está por aquí, pero eso no significa que el lugar esté libre de personas. Rick Se está encargando de... No sé exactamente de qué, y parece que se ha tomado mi advertencia de cuidar a Telma como una de cuidar a todos los animales. La que me espera...

-Hola -saludo, algo seca, acercándome rápidamente a Telma y comenzando a hacerle carantoñas. De vez en cuando miro de reojo qué hace.

Tras cambiar el agua, me dediqué a cambiarles la comida por alguna más fresca, y luego cepillé a un bismonte, pero me aburrió, así que al acabar pasé a coger la pala para hacer lo peor de todo. Lo más... En fin de todo. Aquel no era el día del amor de mis sueños, pero cosas como aquella hacían que uno se olvidase de la existencia misma del amor.
Por Mithos... ¿Cómo un animal podía desprender tantas injurias de su interior? No acababa de comprender el motivo, pero era asombrosamente increíble, pero en el mal sentido.

En ello estaba cuando llegó Lea. Aquello era más incómodo que la vez que había intentado algo con una viuda y resultó que nunca había estado casada. Qué vergüenza.

-Hola -respondí, incómodo, tratando de evitar pensar en la imagen que estaba dando, tan poco atractiva.

Lo que faltaba, para rodear mi día.

-Acabo esto y estoy contigo...-murmuré, nervioso. Si es que quería, que comprendía que no fuese así.

Arrugo una ceja, mirándolo de reojo, algo escéptica. No, en serio, ¿qué se supone que intenta? Porque si hace eso va a acabar manchando toda la cuadra y... Bueno, creo que es tarde para prevenir eso.

-¿Qué es lo que estás acabando?

¿Con la comodidad y tranquilidad de los bismontes? Me acerco un poco y contemplo su trabajo. No, no, está todo del revés...

-Tienen agua y comida nuevas -remarco-. Si sacas el estiércol ahora hay muchas probabilidades de que lo eches a perder. Aunque no entiendo por qué tienen comida y agua limpias cuando no se han limpiado las cuadras... Y lo ideal es que estén fuera mientras haces eso, preferiblemente pastando. Mira, se están poniendo nerviosos.

Me acerco a uno de ellos, acariciándolo y tratando de tranquilizarlo. Echo otra mirada a su trabajo. También yo estoy intranquila.

-Si lo echas en una carretilla puede utilizarse como abono en la huerta -sugiero.

Siento el impulso de apartarlo y hacer yo el trabajo, y el no poder hacerlo me incomoda.

Enseguida vino y empezó a decirme qué estaba mal, por qué estaba mal y entonces me di cuenta de por qué en el libro ponía aquel orden y no otro. Apreté la mandíbula, incómodo, bajando la mirada a lo que había en el suelo, aquello tan innoble, con cierto pesar. Me sentía muy sensible, no era culpa de ella.
Respiré hondo y la miré de nuevo, sonriendo como bien pude.

-Ya entiendo... -murmuré, menos animado de lo que habría querido.

Salí de aquel recinto, tratando de no acercarme a la flamma para que no oliese el sudor o alguna cosa peor y limpié la pala, dejándola en su sitio de nuevo. De modo que primero sacarlos, limpiar y luego cambiar la comida...

-¿Y quién vigila mientras comen? -pregunté, algo abatido, mirándola con una sonrisa cansada.

Encojo el hombro sano, ignorando su expresión abatida.

-Son animales mansos -explico-. Normalmente no escapan. Basta con dejarlos en terreno conocido. Si el terreno está bien delimitado para que no se vayan pueden incluso quedarse solos. Sino, basta con que alguien los vigile. No es muy complicado, se portan bien.

Mientras hablo, le doy palmaditas en el hocico al que estoy acariciando, sonriéndole. Me vuelvo entonces hacia Rick.

-De todas formas, no sé por qué te pones a hacer esto tú solo -apunto-. Ya yo, que sé, no debería hacerlo... Una cosa es encargarse de Telma, otra convertirse en porquero. ¿Dónde están esos vagos del servicio?

Me enerva que no tomen en serio su trabajo. Aunque quizá no debería hablar mucho a ese respecto...