Habitación del pasillo

Al igual que yo, va descendiendo. No tarda en abandonar mi boca en pos del pecho, por el que he visto una predilección desde el primer momento. Lo dejo hacer, y pronto está manoseándome y lamiéndome. A mi gusto, voy arrejuntando su cabeza contra mi pecho o separándolo, sin que él pueda hacer gran cosa por evitarlo.

Estoy ya a punto de encargarme de sus pantalones cuando un doloroso calambrazo me hace dar un respingo, separándolo de mí con un tirón especialmente fuerte. Lo miro con ceño, rabiosa.

-Contrólate, capullo -siseo. Una cosa es ser descuidado, pero podía saber qué hace con su magia, al menos.

No le doy mucho tiempo a replicar, pese a todo. Prefiero no tener que oírlo. Lo acerco a mí de nuevo, situándolo como yo quiero. Él desciende una mano hasta introducirla en mis pantalones y, en lugar de encargarme de los suyos, esbozo una sonrisa y giro la mano para, desde fuera, apretar la suya contra mí. Dejo escapar el aire con fuerza por la nariz a la presión que yo he creado. Al final, la que mejor se conoce es una misma.

Tras algún movimiento que intensifique su contacto, acabo por dejarlo hacer a su gusto mientras me encargo de él, abriendo su pantalón y comenzando a acariciarlo. Está tan cerca que es difícil de manejar, pero aún así sé cómo hacerlo. Con la pierna, lo atraigo incluso un poco más.

En el momento en que pongo la mano sobre él ya está acelerando el ritmo. Si es que no tiene misterio ninguno todo esto, es tan previsible... Aunque él acelera, volviendo a ocupar mi boca y a no dejarme apenas respirar, yo lo dejo un poco más con el suplicio antes de acomodarme a un ritmo que le guste. A ver si va a salir débil el muchacho y me va a dejar a medias o algo.

Retira la mano, con lo que yo bajo el ritmo, pero cuando se saborea los dedos entrecierro los ojos, con una sonrisa de orgullo. Pues claro que te sabe bien, cabronazo. No tardo en reclamar la boca de nuevo, con lo que llego a saborearme a mí misma a través de él. No tengo ningún problema con ello; si me diera asco mi propio sabor, no querría saber de acercarme a los demás, después de todo.

Lo dejo desnudarme sin intervenir, aunque no suelto su entrepierna. Frunzo el ceño cuando me aplasta contra la pared, algo incómoda, aunque desde luego no es en absoluto lo que más me importa ahora mismo. Dejo que se coloque a su gusto, acomodando mi propio cuerpo al suyo, apretándolo con fuerza cuando sube mi muslo en torno a él. Ya dirigido hacia mí, suelto su miembro y subo la mano hacia su hombro, lo que me ayuda a manejar los movimientos de cadera, que ya reclaman el roce.

Este no tarda en producirse; está ansioso, es evidente, y cuando lo siento invadirme sin reparo aprieto los dientes, ahogando un gemido y apretando con fuerza su hombro, al tiempo que mi mano, cerrada en torno a su pelo, tira de él para desahogar la presión. Embiste con fuerza, diría que con desesperación, y yo lo recibo cada vez con ansia; apenas un leve movimiento de cadera puede hacer una enorme diferencia en estas situaciones, así que mi falta de espacio no supone un problema.

Ladeo la cabeza para dejar espacio a su boca, que busca ahora el cuello, y tampoco pongo reparos cuando reclama mi otro muslo, subiéndolo para facilitar sus empujes. Desde mi posición, me aferro a su espalda hasta tener los dedos blancos y clavarle las uñas, sintiendo la humedad de la fina capa de sudor que nos recubre a ambos. Con la fuerza de los brazos e incluso de las piernas, que rodean la cadera, me voy acercando y alejando según sus embestidas, que parecen ser las que regulen ahora mi respiración entrecortada.

Me tenso especialmente cuando me siento alcanzar el clímax, dejando ir un gemido más prolongado y evidente, y aunque después de ese momento me dejo llevar más por sus impulsos, ya que noto el cuerpo más relajado, no pongo impedimento a que continúe hasta el suyo propio, que no llega mucho después. Finalmente, todo parece haber terminado.

No hay mucho más, realmente. Apenas mediamos palabra, y si normalmente me molestan sus estúpidos comentarios, este es el peor momento para ellos. Además, tras la marcha de la adrenalina estoy cansada, lo que no favorece mi humor. Así pues, ambos nos vestimos y abandonamos el lugar, cada uno por su camino. Me siento más relajada, pero ahora necesito dormir.

*Se van*

HABITACIÓN VACÍA

Entro en la sala cargado, aferrando como puedo los materiales que he reunido. Un pergamino, tinta y pluma, diferentes reglas de medición, cuero, madera, clavos, un martillo, aguja e hilo, carboncillo, un compás... He traído tantas cosas que ni siquiera sé si usaré la mitad, pero tengo que estar preparado para lo que surja, de modo que nada sobra. Todo lo que sea prevenir está bien, en mi modesta opinión...

Dejándolo todo en una mesa, me siento yo a la misma, extrayendo de una carpeta varios pergaminos, ya escritos, con sucios trazos y llenos de cuentas. Reviso un poco lo que llevo hecho, estrechando los ojos, concentrado en ello. Un hondo suspiro...
Es que nada parece tener sentido. Por mucho que le dé vueltas, parece imposible que con esa área funcione... Por no hablar del mecanismo, que es... demasiado primario. No tengo músculos que mover a voluntad, y parece que sin ellos sea imposible, pero es que tiene que haber una forma de emular la realidad...

Comienzo a hacer trazos con el carboncillo en un nuevo papel, frustrado.

*se queda*

Había decidido descansar aquella tarde, pero no tenía mucho que hacer. Había pensado en ir a la biblioteca a estudiar un poco, pero sabía perfectamente que no lo haría, porque no me apetecía en absoluto y aquello no era lo que yo llamaba un descanso. Lo que de verdad me apetecía era ir al lago, pero el tiempo no acompañaba demasiado y no me apetecía ponerme mala.

Mientras caminaba por el pasillo, vi una puerta entreabierta y una figura conocida dentro. Me paré, mirándolo con curiosidad. ¿Qué estaría haciendo? No había vuelto a coincidir con él desde que habíamos llegado, así que suponía que no estaba de más que habláramos un rato.

Di un par de toques a la puerta, abriéndola del todo.

-¿Se puede? -pregunté, aunque ya había entrado antes de recibir una respuesta.

La fuerza necesaria para mantener un cuerpo suspendido en el aire tiene que ser igual e inversa al peso del objeto que se desee sujetar. Por tanto, contando con un peso como el mío, necesitaría recoger una gran cantidad de aire para disminuir la velocidad... Pero, en este caso, el equilibrio que planteo no está en el centro, de modo que tampoco puedo guiarme por ahí... Debería... ¿Quizás...? No, eso no tiene sentido... Y esa área es demasiado grande para ser cómoda... Por no hablar de que un mecanismo tan burdo solo permitiría un uso antes de tener que detenerse para recogerlo...

Arrugo la nariz, incómodo, frunciendo el ceño. Hay algo que no estoy viendo...

Una voz me hace sobresaltarme y tiro sin querer el carboncillo, que cae al suelo y se rompe. Enhorabuena, Jun...
Me agacho torpemente y empiezo a recoger los trozos, sonriendo tímidamente a Massen desde mi posición acuclillada, y saludándola con una mano. Claro que puedes entrar. Asiento.

Miré a mi alrededor, preguntándome qué estaría haciendo Jun y por qué habría decidido convertir aquello en su lugar de trabajo. Probablemente no sabía que había un taller, aunque dudaba que, en cualquier caso, tuviera intención de soportar la lluvia para llegar hasta él. No parecía muy de su estilo.

Me limité a tomar asiento en un rincón de la habitación, apoyando la espalda contra la pared, y contemplé su trabajo. Pensé en preguntarle qué hacía, pero no quería distraerlo y tampoco creía que fuera a entenderlo. Probablemente era alguna cosa de esas que hacía la gente estudiosa. Nada que tuviera que ver conmigo, en cualquier caso.

Le sonreí.

-¿Qué tal la vuelta? -pregunté.

Termino de recoger el carboncillo, ahora inservible, y lo dejo sobre la mesa, al lado de algunos de los papeles que he descartado. Vuelvo la vista hacia Massen cuando habla, algo incómodo. Lo cierto es que al final no le he comentado cómo han quedado las cosas.
Asiento, dando a entender que todo ha ido bien. Quizás estoy siendo algo escueto, ¡no? Tomando un nuevo carboncillo y una hoja, escribo. Una vez he terminado de redactar el texto se lo paso, algo incómodo.

"El jefe Nagorr Brumm se reunió conmigo y me dijo que no desea ser la niñera de nadie, de modo que si mi deseo es quedarme en Brontë tendré que enfrentarme a los peligros que surjan, como los demás, e ir a misiones. Dijo que si no estoy dispuesto a poner mi vida en peligro lo mejor que puedo hacer es volver a casa y no plantearme nunca más venir aquí.
Supongo que tras los problemas que ha habido es normal que piense que mi presencia no es más que un estorbo para todos."

La contemplo mientras lee, arrugando un trozo de papel con las manos, entre nervioso y cortado. Así de valiente soy yo...

Leí el texto con atención, despacio. Entendía perfectamente el punto de vista del señor Brumm, y de hecho tenía que reconocer que estaba de acuerdo con él. Me alegraba no ser la única que animara a Jun a hacer algo de su vida, aunque seguía con miedo a que decidiese que mejor se iba a su casa. En fin, seguía siendo su decisión.

Bajé el papel y lo miré, curiosa.

-¿Y qué vas a hacer? -dije, tendiéndole la hoja.

Y esperaba una respuesta decente.

Bajo la vista, tomando la hoja que me tiende con la izquierda, releyendo mis palabras otra vez. Luego, de reojo, contemplo los papeles y herramientas que tengo en la mesa. La verdad es que sigo asustado, pese a lo que le dije a la hermosa mujer chrysos en la sala de entrenamiento, o incluso a haber aceptado su arco... Hace tiempo que no dejo de pensar en el ala de Lluvia. Yo no tengo alas pero...
Contemplo mi mano derecha. Con lo que duele caerse y rasparse un codo... ¿Cómo de doloroso será...?
La aprieto, convirtiéndola en un puño, más o menos determinado. Tras escribir debajo del otro mensaje, vuelvo a tender la hoja a la piscis.

"Tengo algo que hacer, así que me quedo por ahora."

No puedo evitar poner el por ahora. Supongo que así nadie me echará en cara que algún día me escape a lloriquear a la Torre de nuevo...

Leí el mensaje, entrecerrando los ojos ante el "por ahora". Casi me daban ganas de quitarle el carboncillo y tacharlo. Pero, por supuesto, no podía hacer eso, porque no era asunto mío. Suspiré, asintiendo, y devolviéndole la hoja.

No creía que el líder Brumm estuviera de acuerdo en que se quedara para construir maquinitas, pero eso no era asunto mío. Sería el señor Brumm el que tendría que llamarle la atención al respecto. Lo miré, contemplando su trabajo.

-¿Y has sabido algo de la torre? -pregunté.

No era que me interesara mucho, pero suponía que para él era importante, así que no estaba de más preguntar.

Niego lentamente, volviendo un instante al papel, tachando un par de números y suspirando. Es que esto no tiene sentido alguno... Hay algo que me estoy planteando mal y no... ¡Maldita sea! Seguro que el abuelo tendría una solución, pero si voy a la Torre no podré volver...

De nuevo, mi atención pasa a Massen, a la que solo he dado una negación como respuesta. Escribo para ella una vez más.

"Prefiero que sea así... Supongo que al final tendré que hacerlo, pero la verdad es que me asusta un poco. Tendré que hablar con el señor Brumm antes."

Seguro que el señor Brumm habla con el abuelo y evita que se enfade tanto... Que cuando el abuelo está enfadado no sé qué hacer...

Empezaba a preguntarme si no debería irme y dejarlo solo. No parecía muy receptivo, y tenía la sensación de que lo estaba molestando. En cierto modo, todo aquello me evocaba mi relación con Sock, y no era agradable. Sock, que pensaba ingresar al templo aquella misma primavera. Sock, que parecía no escucharme mientras hablábamos, que no sabía cómo decirme que estaba interrumpiendo su lectura. Cuando había vuelto a Aqua, lo había hecho esperando que me recibiera con los brazos abiertos, y evidentemente, me había llevado un buen chasco.

Tomé de nuevo el papel, echándole un vistazo. Bueno, al menos no había ido corriendo a llorarle al abuelito. Aunque me preguntaba cuánto tardaría en hacerlo. Una vez más, devolví el papel, aunque esta vez sin hablar. Encogí las piernas, abrazándomelas, y apoyé la barbilla en ellas. Mejor no darle conversación, que lo desconcentraba.

Hago algunos cálculos más, lanzando alguna mirada que otra a Massen. Lo cierto es que no quiero contarle lo que estoy haciendo. No sé qué sabe de Lluvia, ni nada por el estilo... Pero me da un poco de vergüenza... Y no quiero que se crea cosas que no son... Simplemente siempre me ha gustado mucho investigar, tratar de hacer máquinas y cosas por el estilo... Y está bien que los estudios tengan una aplicación práctica, desde luego.

Tras varios minutos en silencio, suspiro, estirándome. Ella debe de estar aburrida, y hay algo que he estado dilatando... bastante tiempo. Ya va siendo hora de hacerlo.
Ordeno un poco las cosas y me vuelvo hacia ella. He pedido que me dejen esta habitación por un tiempo, de modo que espero que nadie toque nada. La necesitaré para seguir trabajando.
Me acerco a ella y tiro de su brazo un momento, instándola a levantarse. Luego hago un gesto para que me siga. Seguro que esto la anima, aunque a mí... Me da un poco de palo...

*se la lleva*

HABITACIÓN VACÍA

Trabajo en los papeles de siempre, trazando líneas que representan un ala con libros de la misma materia al lado, tratando de comprenderlo. Es difícil. ¿Cómo un ala tan pequeña puede levantar tanto peso? Y eso que Lluvia parece ligera, pero los pájaros tienen una proporción tamaño-masa mucho menor, y sus alas no son proporcionalmente más pequeñas. ¿Tendrá algo que ver con la magia? O quizás haya un factor que paso por alto... No es que quiera hacerme un experto en anatomía. Me llega con poder construir algo que funcione.
Quizás debería buscar información "real" en aethers de verdad. A veces lo empírico...

La nariz me moquea y es asqueroso... Me detengo para sonarme un instante, evitando un estornudo.
Me duele la cabeza y llevo un rato con una visión semiborrosa familiar que no me está gustando absolutamente nada...

*se queda trabajando*

Me vuelvo, curioso, al oír cómo se abre la puerta. Quizás alguien venga a usar la sala y no sepa que estoy aquí... ¿Estaré molestando? ¿Han venido a limpiar...?
Pero parece que no... Es un hombre rubio, chrysos, con una bandeja de pasteles. Lo estoy mirando con un poco de cara rara, ¿no? Quita esa cara, Jun... Sonríe un poco, hombre, que no eres un antisolcial... Mejor, mejor.

Alzo una mano, saludando al extraño. Se me acerca y me ofrece un pastel. No frunzo el ceño por educación, pero... ¿chiquitín...? ¿En serio? Vale que me lleva cabeza y pico, pero... ¿chiquitín? Resulta un poco...
Alz una mano y niego dos veces, elegantemente, declinando la oferta. Ya he cenado y, admito, voy a demostrar un autocontrol generoso. Un "chiquitín" no soportaría rechazar un pastel, eh.

Antes de generar ya ningún malentendido, señalo mi garganta y niego, tratando que vea mi mudez desde el principio. Tomo entonces la pizarra de la mesa y escribo.

"Soy Jun."

Gerald... Asiento, esbozando una sonrisa, cuando me da su nombre. No me suena de la lista de nombres que me dio Massen, de modo que este tampoco es uno de los que ayudo a rescatarme, pero está bien conocer a más guerreros. Sobre todo si voy a quedarme aquí por un tiempo. y es que no necesito planteármelo dos veces: este hombre es un guerrero. Lo parece de pies a cabeza. Ni se me pasa por la cabeza insinuar que sea alguien del servicio, ni nadie similar.

"Estoy tratando de hacer un artilugio, pero no consigo ver mi error."

Señalo un boceto de un ala artificial mientras le enseño mi mensaje, haciendo referencia a ambas cosas al mismo tiempo. Tampoco voy a ponerme ahora a explicarle mi vida. Me da algo de vergüenza y no lo conozco de nada...

Dejo la pizarra a un lado cuando sigue con sus preguntas y opto por una pluma y una hoja de papel. Así será más cómodo escribir mensajes largos sin borrar y reescribir todo el rato.

"Vine ya hace unos meses a Brontë. Unos bandidos me habían secuestrado y un grupo de guerreros de aquí me salvó. Pasé un tiempo aquí, pero luego volví a casa, a Lumen. Sin embargo, recientemente regresé. Parece ser que, por el momento, soy una especie de guerrero en prácticas..."

Lo miro con una sonrisa tímida. No seas muy duro, por favor... Soy un enclenque, lo sé...

No es como si quisiera hacerme unas alas, como dice. Pero si me pongo a explicar los motivos es más que probable que acabe pensándose lo que no es. La gente tiende a hacer esa clase de cosas a veces. Y, de todos modos, no sería capaz...
Me encojo de hombros, esbozando una sonrisa tímida, extendiendo la mano derecha paralela al suelo y girándola de un lado a otro un par de veces. "Más o menos".

"¿No le gustaba tener alas?", pregunto, con curiosidad científica.

Habla de él en pasado. Es como si... ya no las tuviese. Aunque prefiero pensar que simplemente ya no es su amigo. No quiero pensar que todos los aether de por aquí están mutilados...

Y frente a la siguiente parte de la conversación... Asiento, como puedo. Pretendo serlo... más o menos. pretendo porque me obligan, que si no...
Estornudo una vez, frotándome la nariz irritada con el dorso de la mano antes de timar de nuevo la pluma.

"La verdad es que no sé si tengo madera, como se suele decir, pero sé usar un poco el arco. Sinceramente, me sorprende no haberme desmayado la última vez que me vi en una situación comprometida."

Tuerzo el gesto, dejando patente que no me enorgullezco para nada de mis palabras.

Lo miro con curiosidad, pero no vuelvo a preguntar. No tengo ni idea de quién me habla, la verdad, pero vistas sus evasivas en cuanto a detalles como el nombre o la mera explicación concienzuda... Supongo que simplemente no es momento de hablar de ello. No soy tan curioso como para abordarlo de todas formas. Mi curiosidad es más científica. Y si ese hombre misterioso no puede ayudarme con mi problema no tengo por qué darle más vueltas.

En cuanto a lo siguiente... Es difícil de explicar. Me ruborizo y niego rápidamente. Para nada que es eso. A mí no me interesan ese tipo de cosas... Yo soy más un chico de libros.

"Supongo que estoy buscando un poco de independencia. No soy muy de acción, pero siempre he admirado a los que sí lo eran. Espero que no sea demasiado tarde para intentarlo."

Quizás antes lo hubiese mirado con ilusión. Ahora, lo cierto es que es más como una esperanza de que esto funcione, aunque siga sin tenerlo muy claro. Supongo que, simplemente, si no lo hubiese tendría a Massen echándome la bronca, y con razón...