Habitación del pasillo

Le veo al fondo del pasillo, envuelta en el humo de mi kiseru y roto los ojos. ¿Quién es esa ratita? ¿Qué hurga?
Me acerco lentamente y le pillo con las manos en la masa. - ¿Qué tenemos aquí?- digo rotando de forma exagerada mis manos, haciendo que el humo de mi kiseru formase figuras extrañas.

-¿Sabes de quién es la puerta que estás intentando forzar... piscis?- Dijo con altiveza. Así que este era uno de los pequeñitos de la amargada y seca Blues Splash... A primera vista no parece muy espabilado. O por lo menos, cuerpo de guerrero no tiene.
- O mejor... ¿Sabes quién soy yo?- dijo echándole una buena cantidad de humo a la cara.

*se va*

*se queda afilando el sable*


FdR: maravillosas dobles lecturas

Hoy me dedico a abrir puertas al azar esperando encontrar cosas interesantes. No sé... En la misión del amuleto me encontré a una pareja enterrando la zanahoria, y fue digno de hacer un retrato a sus caras de estúpidos. Quizás si me encuentro algo de ese estilo aquí pueda divertirme los próximos meses mirando al pobre diablo a la cara riéndome cada vez que nos crucemos. Y me aseguraré de que sea a menudo, sin duda.
Hay pocas más cosas que hacer aquí...

Parece que no hay suerte, sin embargo. Encontré a uno del servicio fumando en un cuarto, y eso fue lo más chungo, así que supongo que es una noche destinada a ser un muermo. Aunque una sonrisa se me escapa sin querer al ver a Gerald tres habitaciones más adelante.
Una sonrisa muy dura y burlona.

Miro a mi alrededor. Para estar iluminada, la penumbra es bastante agradable.

-¿Terminas el día dándole brío al brazo? -inquiero, divertida, acercándome a su posición con paso chulesco.

Suelto una carcajada, burlona.

-Míralo por el lado bueno. No habrías llegado a formar parte del ejército de Cáligo ni a ser un buen guerrero de no ser por tu poderoso brazo -. Sonrío, enseñando casi toda mi dentadura, con una intención claramente hiriente-. Así que declinaré tu oferta para no robarte posibilidades de entrenamiento.

No tocaría su palicroque ni aunque me pagase. ¡Ni aunque me diese la jodida mayor recompensa del mundo! Que, bien pensado, no sé qué es... ¿Inmunidad? Podría reírme de todos sin sufrir las consecuencias...

En vez de avergonzarme, saco pecho con orgullo, respondiendo altanera a su pregunta.

-No quiero dejarlos crecer, no vaya a ser que luego me vengas detrás y tenga que echarte. Ya tengo bastante con mi encanto natural.

Las tetas grandes son una mierda.

De pronto, sin venir a nada, aparece una señora que intercambia un par de escuetas frases con Gerald. ¿Será esta la vieja a la que Massen odiaba?
Lanzo una mirada pícara al chrysos cuando la flamma se ha ido.

-Te van más maduritas, eh -resalto, divertidamente burlona.

Ante su respuesta suelto una risilla y sigo pasando la piedra por la hoja.

—En éso tienes razón... —Respondo con tono pícaro, generando el vacío de escalofriante duda por aquellas palabras. Seguro que empieza a anteponer ideas mediante "No, pero y si..." Río para mí.

Suelto una risotada y cruzo los brazos dejando caer las muñecas cuando habla de su pecho.

—Oh, por supuesto, aunque creo que primero tendrás que ser una mujer para ganarte mi interés —Replico con cierto recochineo.

Entonces alzo la vista a una mujer muy peripuesta que entra y me señala. Frunzo el ceño de entrada y luego alzo las cejas ante la citación. Ésa debía ser la líder flamma. Miro a Frikka un tanto sorprendido y luego de nuevo a la puerta. Cuando la caeruleus menciona mis teóricos gustos caigo en la cuenta de la citación, acordándome de lo que me dijeron las chicas. Sonrío.

—Las prefiero a las crías —Le respondo jocoso. —Pero mira, tú mismas has estado presente, ni siquiera la líder flamma ha podido resistirse a mí —Le digo pretencioso, señalando la puerta con la mano que sostiene la piedra.

Él sí que será una mujer algún día...
Sonrío de la forma más amplia que puedo. He de admitir que que me trate como a una cría me hiere un poco. Muy poco, una jodida mierda de poco, pero un poco. Mis hermanos siempre hacían lo mismo, los muy subnormales...

-No aspiro a ser una mujer nunca. Solo me interesa ser una guerrera y machacarte -canturreo, entretenida-. La cabeza contra el barro, me refiero -matizo, dejando ir una risilla.

Risilla que se convierte en carcajada, directa y sin tapujos, al oírlo. Sí, sin duda, las viejas se mueren por él. Seguro que disfruta más con señoras que no tengan dientes, por lo que pueda pasar.

-Se ha notado que no ha fingido tropezar y caer sobre tu paquete porque yo estaba aquí, sí -me burlo, pícara.

Frustrada, aparto la mirada, cruzándome arrogantemente de brazos y elevando la barbilla. La risa me sale algo forzada, pero continúa siendo desafiante. Me la soplan sus aires de grandeza. Seguramente este es de los típicos guerreros que acaban borrachos en la cama de alguna prostituta dejando la misión a medias.

Golpeo mi pecho con la palma abierta.

-No necesito arañarte las córneas con los pezones para plantarte cara, Jerry -gruño, arrogante y burlona-. No soy el tipo de prosti chica a la que estás acostumbrado -digo, poniendo poco esfuerzo en disimular que me he confundido adrede.

En cuanto habla sobre la flamma, enarco una ceja. Una nueva sonrisa traviesa acude a mis labios.

-Es una señora hasta en el chumino, como bien has dicho -puntualizo, vencedora-. Pero no soy quién para juzgar tus gustos... Seguramente tenga una gran personalidad.

Por Mithos... Soy un genio.

Me dejo caer en una butaca con el ceño arrugado, altanera. Como si me importase cómo tiene las tetas una vieja. Aunque, tratándose de la líder flamma, seguramente no solo tenga las tetas mejores que yo, sino que también me destrozaría en un abrir y cerrar de ojos, esmagándome como un zapato a una mierda.
Aún así...

Lo veo alejarse y no puedo evitar palpar mi pecho con frustración, aprovechando que me da la espalda. Un pecho pequeño es lo mejor para luchar. Y para no amamantar a mamones como Gerald. No sé qué ven los enfermos como él en esas dos bolas de grasa.

-La próxima vez y ahora mismo -le ladro, desde mi asiento-. Y no sueñes con compartir mesa con esa guerrera, asalta-ancianas.

Lo veo salir por completo y, al girar, perderse de mi vista tras la pared. Vaya completo subnormal. Solo sabe meterse con mis putas tetas y decir que soy una cría. Lo peor es que sé que lo hace solo por joder, pero me toca un poco los ovarios. De hecho, especialmente por eso me los toca.
Gerald sabe cómo ser insoportable.

Observo el hueco en la puerta, ahora agradablemente vacío, y me relajo en mi sillón. Esto sí que es tranquilidad.

...

Me levanto, refunfuñando, y me acerco ligera hacia la puerta. Me cago en la mierda. Todavía no he desayunado. Qué inapropiado. Y tengo que acordarme ahora, joder...

*trota hasta alcanzar a Gerald*

Cuando todo aquello había empezado, Cassandra corrió sin dudarlo con su crío a una de las habitaciones del pasillo. Se cerró por dentro y se quitó la blusa para tapar la parte de abajo de la puerta y que nada pudiera entrar. Por suerte Lyo dormía y pasó desapercibida entre escobones y telas de araña todo el ataque al palacio. Cuando parecía que todo volvía a la normalidad, tímidamente salió y se puso a ayudar en lo que pudo en la enfermería.

*se va*


FDR: ea

Me he metido en un armario de las toallas a tumbarme. No quiero que nadie me vea... Porque me encuentro algo mareada y tengo lágrimas en los ojos. Aún por encima ahí fuera hay cadáveres y yo nunca...
Jadeo, entre cansada y agobiada. Sin darme cuenta he dejado la puerta abierta y entra algo de luz.

Esto me ha hecho pensar que como no entrene en serio debería volver a casa... Pero... ¿Hubiese sido yo capaz de matar a alguien? Me asusta hacer daño a la gente...
Voy a escribir una carta a mamá disculpándome por haberme ido...

*se queda*

La voz de Gerald me hace volver a la realidad. Compongo la expresión más arrogante posible, pero creo que me sale más bien triste. De todos modos, me incorporo, sentándome sobre uno de los montones de toallas.

-Me escondía de ti para no tener que aguantarte... -respondo, en tono más bien tristón, esbozando un amago de sonrisa.

¿De verdad ha acabado todo? No me lo creo... Todavía tengo los cuerpos tendidos en el suelo grabados a fuego en las retinas... Gente que no volverá a la vida porque yo lo desee. Gente que pude haber sido yo, o él, o también Lyam... De hecho...
¿Estará bien Lyam...?

Asiento a lo que me dice de manera monocorde. Su abrazo... es ridículo. Debería apatarlo de mí y llamarlo mariconazo, o algo así, pero no puedo evitar dejar caer la frente sobre su hombro... aunque solo sea por esta vez. De todos modos, a partir de mañana a mí no me interesarán estas cosas de nuevo...

Cuando se va, cierro la puerta. Es de noche, no sé qué hora es, pero voy a dormir aquí, entre toallas, fingiendo estar muerta por un rato. Y quizás llore, coño. No lo sé. Me siento algo vacía...
Esto es una mierda...

*tras un buen rato cae rendida*

*en algún momento se despierta y se va*

Batallamos por el pasillo, sin saber muy bien adónde (o, al menos, llega un punto en que yo estoy algo desorientada), aunque no estoy segura de que me importe. Más que nada, me interesa encontrar un lugar tranquilo, así que no opongo resistencia cuando me empuja dentro de una habitación... que resulta un poco pequeña. Pero en fin, a quién le importa.

No es el lugar más cómodo del mundo, pero aún así me dejo acorralar contra la pared, ofreciendo la resistencia justa para apretar el cuerpo contra el suyo y facilitar el roce. Reclamo su boca cuando empieza otra vez a decir gilipolleces, aburrida de oírlo. Si quiere meterse el dedo por el culo, no haberme involucrado.

Mantengo una mano en su nuca, pues veo divertido el manejarlo a través de tirones y empujones, según mi capricho. Veo evidente que no le gusta demasiado, pero eso solo consigue satisfacerme más. Trato de superponerme a su boca continuamente, mordiendo, explorando, apenas tomando aire para poder continuar.

Con la mano libre voy desabrochando su camisa a tirones; no tengo tiempo para remilgos, si se le cae un botón, que se lo cosa. Pronto tiene el torso al descubierto, y mi mano sigue bajando. Paso también una pierna alrededor de su cadera, abriéndome a él al tiempo que lo atraigo.