Habitación del pasillo

Asiento, pensativa. Quizás eso sea lo mejor. Vilo debe acostumbrarse a que no puede tenerlo todo. Y sé que, en realidad, para él cualquier cosa es suficiente con tal de que incluya movimiento. No hago más comentarios al respecto.

En seguida descubro que no tiene intención de perder oportunidad. Y, que además, es una apasionada de su trabajo, tal y como parecía.

-¿Solo para mujeres? -pregunto con cierta curiosidad, mientras sigo sus instrucciones-. Bueno, supongo que tú sabrás mejor que nadie qué es factible -indico cuando pregunta-. Aunque cuanta más protección, mejor, desde luego. Si fuera posible, extendería la protección de esa placa por todo el pecho, hasta los pulmones. Aunque no sé muy bien cómo funciona, ni si se perdería demasiada movilidad con ello.

La verdad es que no tengo ni idea de estas cosas, y sus preguntas se me hacen un tanto incómodas. Ella sabrá, no yo, que para eso lo hace. Supongo que, simplemente, busca la opinión del cliente.

Asiento, sin dudarlo. Me extraña que no esté metido en esto el primero, de hecho. Sería algo que esperar de él.

-Rick Dehnel -declaro con firmeza-. Estoy segura de que estaría encantado. Es un flamma pelirrojo, alto y muy ancho de hombros. Puedo comentárselo, si te parece bien -. De hecho, ¿no se lo he comentado ya? Algo me suena...

Escucho sus reflexiones en silencio, asintiendo sin demasiada seguridad, más por darle la satisfacción que porque sepa qué es buena idea y qué no. Aunque lo de los refuerzos metálicos suena bien, en cualquiera de los casos.

Asiento cuando dice que ya está listo. Le dedico una cálida sonrisa.

-Muchas gracias -le digo, tomando la camisa para ponérmela. Me vuelvo hacia Vilo-. Ya está, chico. ¿No querías caso? Vamos, ¡vamos!

Tampoco es que tenga que insistir mucho, pues antes de que me haya puesto la primera manga ya está dando saltos, emocionado. Después de ponerme la camisa, me despido de la chrysos y me lo llevo. El pobre aún no ha cenado.

*Se van*

Entro delante, mirando dentro primero, asomándome. Miro a ambos lados, confusa. Una cama, un armario, un sofá... Es un cuarto normal.
A ver... Si entramos aquí, ¿qué soy? ¿Una tímida chica buscando intimidad? ¿Una chica buscando sexo? ¿Una simple fulana buscona?
¿Y qué soy realmente?

Inspiro profundamente y entro. Dejo que pase y cierro la puerta. Sea como sea, ya he exhibido demasiado. Es suficiente con haber dado el espectáculo en el comedor. Creí oír algún cuchicheo antes de salir.

Miro a Narbe, algo azorada, y frunzo ligeramente el ceño. He de ganar dignidad.
Carraspeo.

-¿Esto está bien? -inquiero, y vuelvo a repasarlo todo: el sofá, la cama, el armario, la mesa...

¡El pestillo!
Me estiro un momento hacia la puerta y lo paso. Eso sí que ha sido un poco de buscona, la verdad.
Lo miro y, para colmo, esbozo una sonrisa tímida. Lo que me faltaba...

Entro detrás de ella en la habitación. Vaya, no sabía que hubiera dormitorios individuales en el palacio.Es práctico haberlo encontrado. En otra situación igual me preocupaba más por a quién pertenece, pero ahora mismo eso sería imposible.

- Esto está perfecto- afirmo. Está bastante más atenta a los detalles que yo, eso de trancar la puerta ha sido una buena idea. Echo una ojeada a mi alrededor, por ir ubicándome un poco, pero es tontería. Cuando un hombre se queda sin sangre en el cerebro de arriba es tontería esforzarse.

Me acerco de nuevo a Frikka y continúo con la sesión de besos. La acerco a mí todo lo que puedo y la física lo permite, disfrutando de la sensación de estar así de cerca. Con delicadeza hago gesto de subirle la camiseta, con los dedos torpes de anticipación.

Vaya... Bueno... No sé si he acertado, si ya vinimos aquí por esto o si... ¿Y cuándo revelo yo que...?

Correspondo a su contacto con cierta ansia, notando cómo me voy tensando un poco, pero también cómo lo busca mi propio cuerpo antes de que yo tome ninguna decisión. Un par de jadeos y tengo que controlarme. No sé si tendré que decirlo, de verdad, porque para mí es algo bastante evidente.

Dejo que la tela resbale, notando el contraste de la piel que va quedando al descubierto y la tapada, pero antes de que haya tirado nada al suelo o a dónde sea, tengo las manos sobre el pecho, en un acto reflejo. Y tampoco es que haya mucho que tapar, ¿no? ¿Será la ausencia lo que tapo? ¿La decepción?

Me aparto un instante de sus labios, bajando la vista al suelo con un jadeo. Tengo que inspirar un par de veces antes de armarme de fuerza, y entonces lo miro con una especie de sonrisa o mueca de vergüenza. No lo tengo yo muy claro.

-Yo... -. Qué demonios. Soy tímida, pero que no se diga que mentirosa. ¿No?-. Soy virgen.

¿Qué virgen? ¡Muy virgen! ¡Súper virgen! No me ha tocado las tetas nadie sin mi propia sangre corriéndole por las venas, y sin rollos incestuosos chungos.

Que quede claro desde el principio. No he hecho nada. No sé hacer nada. Estoy muerta de vergüenza. Me bulle la sangre, eso sí, pero sin mentir mejor. Luego quedamos aquí como tontas, o como estrechas, o como...

-Del todo -añado, con un leve asentimiento, esperando ya su respuesta. Una burla o lo que quiera. Me la suda-. Del todo, del todo.

Y una cortarrollos también, Fifi.

Su gesto de protección me deja momentáneamente desconcertado. ¿Habré hecho algo que no debía? Cuando me revela su condición me separo un poco y comienzo a balbucear.

-Vaya... No lo sabía. Quiero decir... ¿es eso un problema? O sea. Si quieres dejarlo aquí está bien. No hay problema. O sea, sí, pero nada que no se pueda arreglar con agua fría- río nervioso, rascándome la cabeza-. Yo quiero, pero si no quieres está bien. Me gustaría que quisieras, pero está bien. Si me dejas, te trataré bien. Lo prometo.


La miro un momento antes de abrazarla. Quizás he ido un poco rápido para ella, no sé qué se estila por estos sitios. Le beso el hombro y voy bajando por sus brazos, hasta su protección. Quiero que se sienta cómoda conmigo.

Dejo ir una especie de risa, aunque realmente creo que son todos los nervios que llevo aguantados hasta ahora. De pronto me siento un poco más relajada. Bastante, diría.
Vaya corte da esto, ¿no?

-A ver... ¿Cómo te lo diría? -. Bajo la vista a mi pecho, todavía cubierto, un momento. Me siento hasta tonta así-. No creo que sea un problema. Soy una chica dura, ya sabes... -. Esbozo una sonrisa algo tensa. Qué difícil-. Pero, bueno... No soy muy experimentada. Nada, más bien, y entonces estoy como un poco... -. Cuando me abraza dejo resbalar las manos muy suavemente, tras inspirar un momento, dejándome guiar por las suyas, apartando la vista hacia la derecha. Para lo que hay que ver, que mire, que ya que estamos a decir la verdad no voy a darle unas expectativas que no son. Termino por rodearlo ligeramente con los brazos, pero algo cortada-. No me siento forzada -declaro, tras un breve silencio. Creo, vamos. Diría que no. Lo miro de nuevo, apartándome un poco. Termino por frotarme el brazo derecho, sin saber bien qué hacer con las manos. Me siento, nunca mejor dicho, algo desnuda-. Es para evitarte la decepción y... para que entiendas cualquier error o acción jodidamente ridícula que yo...

Apoyo la frente en su hombro, inspirando profundamente. A ver, que me desconcentro. Esto es un poco tonto por mi parte, ¿no? No es para tanto. Hay un agujero en nuestro cuerpo hecho para que metan cosas en él. No es difícil. Es pura biología.

-Venga... -termino por murmurar, concesiva, buscando sus ojos un momento, como si me fuesen a dar la seguridad que me falta. "Esto está bien así, ¿no?"

Si tengo ganas desde hace tiempo de saber cómo va esto. No sé a qué viene tanto acojone a la hora de la verdad.

Rompo a reír. Probablemente sea fruto de los nervios.

-Quien debería tener miedo de decepcionarte soy yo. Tendré que esforzarme para que no me acabes repudiandoa mí y a todo el género masculino.

Le acaricio de nuevo el pelo. Debo tomármelo con calma y portarme como un caballero con ella. Claro que es una chica dura, pero las primeras veces tienen que ser especialmente buenas. Si no nadie querría repetir.

Le sonrío con toda la tranquilidad que soy capaz de reunir cuando me mira, toda ojos. Yo así no puedo. Le acaricio la cara y vuelvo a besarla, intentando ser tierno. Yo no me acuerdo de mi primera vez como algo especialmente maravilloso. Supongo que es mi oportunidad de arreglarlo.

Sin dejar de besarla la voy dirigiendo hacia la cama, donde nos dejo caer. Me coloco sobre ella y de su boca paso a su cuello, desde donde comienzo un recorrido por la piel disponible hasta llegar a sus pechos, que acaricio y beso con especial dedicación. Durante todo mi camino le lanzo miradas de soslayo. Estoy realmente preocupado por que lo disfrute.

Correspondo a su risa nerviosa con otra similar.

-Visto así... -comento, más por llenar el silencio que otra cosa.

Inspiro profundamente. Es de esas cosas que se hacen al parir, y veo que no solo al parir. Al desparir también.
Bueno, no me voy a poner yo a pensar en críos ahora que se me va todo. Si sabe lo que hace tendrá alguna forma de...
¡Claro que sí! No se va a lanzar a lo loco. La familia me sobra ahora mismo.

Ahí viene de nuevo. Algo tan básico como un beso, hace un rato tan difícil, es lo que me relaja ahora, y lo que me tensa es hablar, porque le doy vueltas a las cosas. Atreverse con la lengua no es tan difícil, aunque fue impensable en su momento.
Mientras retrocedo, dejando que me guíe, llevo las manos a su vientre, tirando un poco de su camiseta hacia arriba. Si creo que hasta me sentiré más segura si me acompaña en esto de la no ropa... Me late el corazón en la garganta. La cabeza se me hace ligera.
Me dejo caer sentada sobre la cama, al sentirla contra mis piernas, y acabo tumbada no mucho después. Da la sensación de hacerse más real por segundos. Sin darme cuenta, he empezado a dejar ir algún que otro jadeo suave en respuesta a sus gestos, y no tengo claro si es por nervios, por la situación o por todo.
En algún momento he enterrado la diestra en su pelo. Creo que me hace sentir más segura. Es como tener unas riendas a las que agarrarse, desde las que controlar un poco. Y a medida que baja por mi cuello tenso un poco los dedos, abriéndole paso, inspirando por la nariz y conteniendo el aire, arqueando ínfimamente la espalda hacia él. Y cuando continua con el descenso ya me tenso un poco de nada más, y tiro un poco, a medio camino entre detenerlo y no hacerlo.
Ahí no, ahí no, ahí no ahí...
Se me escapa un gemido muy suave, mezcla de sorpresa y... digamos "fin de la tensión", y de pronto puedo vaciar los pulmones. No es lo que esperaba que se sintiese cuando... Es decir... Está muy bien, ¿no...? Es como...

Lo miro un momento, y llego a esbozar una sonrisa. Eso ha sido como muy ñoño, ¿no? Luego me toca cerrar los ojos y atraerlo muy sutilmente con la mano, casi sin quererlo. Bueno, claro que lo quiero; por algo lo hago.
La izquierda, libre, recorre su espalda, con las uñas a ras de piel, pero sin hacer presión, ascendiendo hacia su nuca, acariciándola hasta el nacimiento del pelo, y asiendo también ahí unos mechones, soltándolos luego.

¿No estoy siendo lo que llaman un "amante egoísta"? Me siento algo perdida. No tengo claro qué hacer. Y tengo esa sensación desagradable, como si solo estuviese tirada dejando que él se encargue de todo. Y él en su cabeza llamándome de todo, claro.
Mierda...

FdR- Pauhe~

Parece más relajada y disfrutándolo, lo cual me permmite relajarme algo a mí también. Noto sus dedos en mi espalda y me estiro para prolongar la caricia. La verdad es que esto está muy bien.

Me levanto para sacarme la camiseta y me deleito con las vistas.

-Mírate... estás para comerte viva- susurro. Le acaricio el pecho de nuevo y bajo haciendo espirales hasta el ombligo, buscando las zonas más sensibles. Sigo el borode de su pantalón, sin atreverme a ir más abajo. Beso su tripa antes de volver a la boca, sujetándole la cabeza con una mano. Con la otra bajo poco a poco hasta la curva de su culo, moviéndome contra ella sin poder evitar la fricción. Quiero ir despacio, pero no puedo evitar sentirme... interesado.

Bueno, podría decir que me estoy calmando. No, no, no... Creo que sería mentira. Pero, al menos, si digo que no me voy poniendo más nerviosa... Eso sería cierto. Estoy bien. Lo llevo bien. Con entereza y dignidad.

Hasta que habla. Cuando habla me recorre una especie de espasmo, por toda la espina dorsal, y por un momento creo que he llegado a moverme, como en un escalofrío. Ahora sí que me arden las mejillas. ¿Por qué cojones dices algo como eso? ¿Por qué mientes? Incluso se me ha acelerado la respiración un poco, joder...
Cierro los ojos. No sé por qué. Es la filosofía esa de "si no veo no escucho", aunque la gente tiende a cerrar los ojos para oír mejor, por algún motivo.

Lo acompaño en el camino que recorre, descendiendo por mi piel, con mi propio cuerpo, acercando sutilmente las zonas por las que pasa, crispando la espalda hacia él. Poco a poco me siento, por decirlo de algún modo, acelerado. Lo noto en la respiración, caliente, y en lo fácil que me resulta esto para no haberme expuesto a ello nunca, o en los gestos (e incluso sonidos) que dejo ir sin darme cuenta. Bueno, que me doy cuenta, pero no serían intencionados, en un primer momento.
Por eso cuando vuelve a los labios... Bueno, podría decir que correspondo con un ánimo especial, de una forma que nunca había hecho (y tampoco es que tuviese oportunidades a cientos), atrayéndolo incluso con una mano desde la cabeza, descendiendo la otra, entre nuestros cuerpos, por su torso, por el pecho, llegando hasta el vientre, deteniéndome antes de rozar el pantalón.
Ahora no está dormido y se da cuenta, pero supongo que podría decir que tengo permiso.

No es un gesto muy digno, pero supongo que lo correcto sería decir que me froto contra su mano. No llega a donde quiero sentirla, pero alivia un poco el calor que siento por toda la piel. Es casi como si me picara.

Sus gestos me animan, costándome cada vez más seguir con los besos. No puedo resistirme al impulso de deslizar su pantalón piernas abajo, dándole un casto beso en la rodilla en el proceso. Voy subiendo poco a poco, para darle tiempo a pararme. No debería estar tan preocupado. No suelo estarlo. Pero por esta vez quiero esforzarme, quiero que le guste de verdad. No quiero que se sienta incómoda por tenerme entre las piernas.

Cuando llego hasta la altura de su ombligo paro un momento, tomando aire. Casi oigo la voz de una de mis hermanas diciéndome que es algo im-pres-cin-di-ble para mis conquistas amorosas, y como así todo lo demás sería mucho más fácil. No es algo a lo que esté muy acostumbrado, pero... allá vamos. Le bajo la ropa interior con tanta suavidad como puedo y le beso ahí.

Se frota... Es la primera vez que podría decir que alguien se frota contra mí. ¿Y qué se hace? Creo que dejar la mano muerta como si fuese un objeto inerte no es la solución, por lo que termino por bajar un poco más la mano, con pudor, palpando el... bulto del pantalón, ofreciendo algo de resistencia y, bueno, frotando... No tengo claro que sirva de algo, que pueda hacer algo, que...
Calma, Fifi...

Los besos, si se sigue llamando así a esto, son cada vez más frenéticos, más rápidos, más húmedos, más... ¿intensos? Y aunque siento que me desnuda, no se lo impido. Llego a ayudarlo, incluso, abandonando su cabeza un instante, ayudando a deslizar el pantalón, curvando el cuerpo para hacerlo más fácil.
Hace frío... ¿No hace frío?

Pero ahora todo es más difícil. Me cuesta separar las piernas cuando siento que se acerca a mi última prenda. Se han puesto rígidas de pronto. Y el vientre también. Me he atascado. Creo que tiemblo.
No tiembles. No tiembles.

Poco a poco se deshace de ellas. Lo miro, algo alarmada. Es como si me asustase que descubriese la boca con colmillos que tengo ahí abajo, o algo por el estilo.
Inspiro profundamente mientras se acerca. Siento el calor que emana al acercarse. Yo misma creo que lo emano.
Le va a resultar asqueroso, lo tengo claro.
Le va a...

Me estremezco de nuevo. Debo de estar resultando puto ridícula. Sea como sea, por favor...
Para. Sigue. Para.
Hazlo.

Mirarla desde aquí abajo es una perspectiva diferente. Mientras sigo moviendo al lengua busco ansioso gestos de placer en su cara. Se supone que es algo que a las mujeres les gusta. Quiero decir, a cualquier hombre nos vuelve loco una boca haciéndonos un buen trabajo, pero nunca se sabe con estas chicas. Cosas más raras se han visto.

Cuando me parece que todo está lo suficientemente... húmedo, pruebo a introducir un dedo, que resbala sin problemas. Lo muevo lentamente hacia dentro y hacia fuera sin dejar de lamerla. La noto cada vez menos tensa y cada vez más tensión donde yo me sé. Sigo con mi trabajito, concentrando mis cinco sentidos en ella para evitar pensar en mis ganas y en acelerar las cosas.

Lo primero es un jadeo. Abro mucho los ojos, y alzo la barbilla, levantando el pecho sin saber el motivo. Boqueo. Eso me ha sorprendido... Eso es...
Nunca... No... No se parece nada a un dedo. Es húmedo, cálido, suave... Es como si... Es como...
Joder.
Cuando me doy cuenta, he perdido el ritmo de mi respiración de nuevo, y la mano derecha ha vuelto a su cabeza porque no llega más abajo. Ni lo necesita. Tironeo del pelo, en lo que debe de ser un instinto inherente al ser humano que lo obliga a mantener una sensación jodidamente placentera a cualquier precio. Es como que... "estoy cortada que te cagas, pero como pares te corto los huevos", o algo así. Incluso siento que la pelvis se levanta un poco, como tratando de participar también en algo, de guiarlo a donde lo prefiere.
Poco a poco mis piernas ceden. Entre otras cosas. Me muerdo le labio inferior un momento, estremeciéndome, y al segundo aprieto las sábanas con la mano libre, y luego me pregunto por qué llamaba gilipollas a las que se dejaban hacer esto. Inculta de mí... Estúpida de mí...

Cuando se acerca el dedo ya ni siento vergüenza. No estoy pensando en ello. Hasta que entra, claro, momento en el que, instintivamente, dejo ir un gemido suave. Y luego... Bueno, luego otro... La voz se me escapa sin quererlo, y por suerte logro evitar ser una de esas perras ruidosas que Mithos... Pero es inevitable que de vez en cuando, entre una cosa y otra, un sonido suave y apremiante abandone mis labios.
Creo que podría acostumbrarme a esto. Sin duda...
Eso si no me ahogo antes. ¿No dan clases de respiración para estas cosas?

Parece relajada. Parece cómoda. Parece disfrutarlo. Bien, mi ego sobrevivirá a esta noche. Continúo por un rato e incluso me animo con un segundo dedo, pero pronto me impaciento. Dudo poder aguantar más.

Me quito a manotazos pantalón y ropa interior, todo a la vez. Con la mano húmeda me acaricio un par de veces, reprimiendo un escalofrío. Me tumbo sobre ella y le beso el cuello mientras me coloco entre sus piernas.

-¿Puedo...?- pregunto en voz muy baja, pero sé que no oiré su respuesta si me sigue rugiendo así la sangre en los oídos. Me meto lentamente, tratando de tomármelo con calma pero Mithos. Se me escapa todo el aire, es realmente estrecha. Espero unos momentos antes de volver a intentar moverme.

El tiempo que pasa desde que empieza hasta que para se me hace muy extraño, pero no me arrepiento de un solo segundo, me atrevería a decir. Y eso que no sabría contar si llevo un minuto o veinte en esta situación. Mis percepciones espacio-temporales se han visto algo reducidas. No es algo que me preocupe.

Aprovecho el momento en el que para para tomar algo de aire, respirando por la boca. También debí mencionarle que soy asmática, ¿no? No veo muy sensual decirlo ahora mismo, y de momento lo llevo bien.
Cuando se desnuda por completo llego a erguirme un poco, apoyándome sobre el codo derecho, en un gesto curioso, para poder mirar lo que, a fin de cuentas, va a... Todavía no me he hecho a la idea del todo. Y la verdad es que, ahora que lo pienso, levantarse para vérsela podría considerarse algo morboso y raro, diría yo, por lo que enseguida me dejo estar de nuevo sobre el colchón.
Quizás no lo sea... Ver es conocer. Estoy aprendiendo.

Trago saliva cuando comienza a echarse sobre mí. Ahora que estoy en un momento más calmo me doy cuenta de que he vuelto a temblar. Lo miro cuanto puedo, nerviosa, pero con una determinación extraña. Cuando pregunta, asiento.

-Claro... -. La voz me sale algo entrecortada, e incluso ronca. Hacía rato ya que no la usaba para hablar.

Empieza a empujar. Entonces siento, por primera vez, una sensación un poco menos agradable. Es como si me estuviesen cortando con tijeras, o algo así. Intentándolo, al menos.

-Nonono... No... Despacio... -murmuro, apretando los dientes un poco. ¡¿Y yo que hago?! ¿Tiro y aprieto o empujo y abro?-. Ahí, ahora puedes...

Los cojones puede. Nada más darle el permiso me arrepiento. Se me hincha el pecho, tenso, enseguida. Solo tengo una forma de expresar lo que acabo de sentir.

-Me cago en tu puta madre, joder -. No lo digo muy alto, pero creo que junto a su oído ha sonado audible de todas formas.

Me llevo una mano a la cara, tapándome los ojos con ella, y aprieto los dientes. La otra se mantiene en su espalda. Y sin embargo, pese al dolor, que ahora ya entiendo eso de abrir en dos, la uso para ascender un poco la pelvis y ayudarlo a entrar. Porque ahora solo queda entrar o salir, y como salga creo que no voy a tener valor para intentarlo de nuevo.
Durante un momento llego a sentir los ojos algo húmedos. Y de pronto, sin previo aviso, es como si cediese.
Me mantengo quieta, pegada a él, no vaya a ser que se mueva y rompa este momento zen, mientras me acostumbro un poco al volumen y el dolor va menguando. Luego, poco a poco, vuelvo a relajar el cuerpo sobre el colchón. Esbozo una sonrisa algo tensa, pero asiento.

-Ya. Ahora sí que puedes.

En el mismo momento en el que comienzo a entrar se tensa entera. Paro hasta que vuelve a decirme que continúe, pero en segundos vuelvo a detenerme. Ese comentario no ha sido muy adecuado hacia mi madre, aunque no descarto que en algún momento la prostitución... No quiero pensar en mi madre en este momento.

Ella misma es la que contribuye a que entre del todo y vaya. La sensación es increíble, me hace falta mucho autocontrol para no comenzar de nuevo a moverme dentro de ella. Cuando al fin se relaja y me avisa de que puedo seguir empujo lentamente, a medio camino entre el éxtasis y la preocupación por ella. Pero parece que ahora la cosa va mejor y sigo, aumentando la intensidad poco a poco, buscando un ritmo que nos satisfaga a ambos.

Duele. No lo voy a negar. Aunque es más esa sensación extraña de tirantez, como un resquicio, que dolor puro y duro. Pero, poco a poco, las sensaciones se van entremezclando, y el dolor va acompañado de un placer apagado cada vez que se mueve. Consigo regular la respiración, y cierro los ojos para concentrarme.
Va mejor.
Los jadeos vuelven, con el paso del tiempo, y parecen acomodados al ritmo de su movimiento. En algún momento dejo de sentir dolor, y el resto de sensaciones se incrementan. De hecho, diría que no recuerdo haber sentido dolor hace un rato. Vuelvo a tener esa sensación creciente de que llevo demasiados años huyendo de lo que no era.

Acerco los labios a su cuello, besándolo un instante, mordiéndolo después, liberando parte de la tensión que comienza a acumularse en mi cuerpo con cada vaivén, y termino por respirar junto a su oído, por gemir a ratos, por moverme como puedo, por instinto, para apremiarlo a seguir, casi con desesperación.
Esto es como llevar toda una vida con una infeliz sensación de estar incompleta y hallar entonces un lago entero y, al probar una sola gota, descubrir que era sed. Parecía tan evidente y hasta ahora no...

Hundo las uñas en su espalda sin quererlo, o busco de nuevo el el pelo, encontrando atractiva incluso la suave transpiración en su nacimiento. Proyecta calor contra mi cuerpo, pero no resulta agobiante. Se mueve cada vez más rápido, pero resulta insuficiente. La respiración se me entrecorta, aprieto los dientes para luego dejar ir bocanadas de aire acompañadas de un hilo de voz, he perdido la noción del tiempo. Poco a poco crece la sensación de cercanía, y también de necesidad. A medida que se acerca siento que lo apremio más, ya sea con gestos o reacciones, para que haga lo que sea, lo que sepa, lo que pueda.
Y de pronto me tenso, crispando los dedos de pies y manos, inspirando profundamente por la nariz y dejando el aire en los pulmones, notando cómo el cuerpo termina de moverse un par de veces y luego se detiene.

No sé qué tengo que hacer ahora. Respirar lo primero. Creo que voy a morir ahogada.
Dicen que las primeras veces es difícil. Que les den a las putas estadísticas.

La sensación de estar así es gloriosa, Mithos bendito. Y es incluso mejor sintiendo que ella está disfrutando. Podría estar así horas, simplemente notando cómo el aire se calienta, y la piel en contacto con otra piel y todo este calor.

La sensación de su orgasmo (sentirla tensándose contra mí hasta finalmente dejarlo salir todo) es el detonante que me hacía falta. Un par de embestidas más y me dejo ir, perdiendo por un instante la fuerza en los brazos y dejándome caer sobre ella, procurando no aplastarla. El corazón amenaza con salírseme del pecho y casi no puedo respirar, pero me siento feliz. Totalmente desorientado busco su boca, pidiendo besos de nuevo, más lentos y relajados esta vez. Me acuesto junto a ella y sonrío. No ha estado mal para una primera vez.

La sensación del corazón latiendo con fuerza inusual en el pecho contrasta mucho con la del cuerpo relajado y perezoso que tengo de pronto. Lo siento encima, muy pegado, presionándome con su cuerpo, pero es hasta agradable. mis inspiraciones son rápidas, todavía, pero voy recuperando la compostura poco a poco, y para cuando busca mis labios otra vez ya estoy mejor. Correspondo con calma, dejando resbalar la última mano por su espalda, hasta que cae en la cama.
Me sale de encima para tumbarse y me vuelvo hacia él. También esbozo una sonrisa, algo tímida, al verlo hacerlo. No quiero hacer preguntas que puedan hacerme sentir decepcionada conmigo misma, así que dejo estar el silencio, tranquilo y agradable.
Creí que me sentiría de otra forma, pero lo cierto es que estoy bastante a gusto. No ha sido para tanto; o sí lo ha sido, pero en el buen sentido.

Con cierta timidez extiendo una mano hacia él. Recorro, con curiosidad casi científica, las líneas de su hombro, su clavícula o su cuello. Luego desciendo por el pecho y termino en el vientre. Luego me desperezo con gusto. Eso me provoca una sensación de lo más revitalizante.

Un par de minutos pasan despacio, en un ambiente relajado y con pocas palabras de por medio. Creo que hacía tiempo, mucho mucho tiempo, que no estaba tan relajada.
Pero no me dura demasiado. Pronto me estoy incorporando, y me acerco a él con una sonrisa algo pícara. Tampoco mucho, que no soy aquí el colmo de esas cosas.

-¿Volvemos a probar? -inquiero, a medio camino entre el descaro y el pudor, buscándolo de nuevo. Me separo tirando de su labio inferior un momento, suavemente, hablando muy cerca de su boca al separarme, mirándolo a los ojos sin flaquear-. Y me dejas intentarlo arriba...

No tardo mucho en convencerlo. Tampoco es que se haga de rogar demasiado. Y, de todos modos, aún quedan varias horas para que salga el sol. Todavía es muy temprano.

*fin de escena*