Habitación del pasillo

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Llego a esbozar una pequeña sonrisa cuando me habla. Suspiro. Al final está despierto. Le paso una mano por la cara, llevándome las lágrimas que se le han formado en los ojos, probablemente del cansancio.

-Perdona. Te he despertado -respondo con voz muy suave-. Ha ido todo bien. Me pregunto si te he despertado lo suficiente como para presentarte a alguien.

Dejo la caja con cuidado en la cama. Me pregunto si Lis querrá presentaciones ahora, también. No creo que las quiera más o menos que mañana, en realidad. Me acomodo un poco, me cambio rápidamente y me echo la sábana por encima, cogiendo de nuevo la caja, con cuidado. Miro a Rick.

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Al sentirla contra la cara la moví ligeramente hacia ella para aumentar un poco el roce. Luego negué con suavidad, abriendo los hombros para estirar la espalda.

-Mh... No, no... Aún no dormía. Estaba saludando a unos bismontes que...-. Alcé las cejas, haciendo un esfuerzo por despejarme un poco, al escucharla-. ¿A alguien? ¿A quién?-. Miré entonces la caja-. ¿Es un animal? ¿En la caja?

Me incorporé, curioso. Aunque mientras se cambiaba desvié mi interés a ella, por un momento. Cómo no.
Cuando se metió definitivamente bajo las sábanas me acerqué un momento a ella, a darle un beso suave en la mejilla, despacio, con intención de bajar con uno más a la línea de la mandíbula y otro al cuello. Entonces me aparté, frunciendo el ceño.

-Espera... ¿De verdad hay algo vivo dentro de esa caja? -comprendí, o más bien pregunté, mirándola a ella y luego la caja.

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Desde luego, el sueño lo vuelve muy cariñoso. No creo que sea el día, Rick. No quiero que Lis se sienta cohibida. Aunque no sé si sabrá qué significa esto, la verdad. Ni siquiera me lo he planteado, pero a lo mejor Frederik... Bueno, no lo sé, pero es asunto suyo.

Aparto un poco a Rick, con suavidad para que no vea el rechazo, pero con firmeza para que no insista. Acaricio con suavidad la tapa de madera.

-No es un animal -explico, encendiendo una luz para ver mejor-. ¿Lis? ¿Quieres conocer a Rick?

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Me aparté un poco de ella, o, más bien, me dejé apartar. Cuando dijo que no era un animal solo pude mirar la caja con más curiosidad. Me froté algo el pelo, despeinado. Aún me sentía algo pesado. Y eso que creía que no había llegado a dormirme.

-¿No es un animal? ¿Qué es entonces?

Una persona no cabía en una caja tan pequeña. Ni siquiera un bebé... Quizás era... Quizás era...
Demonios, no se me ocurría nada. ¿Un espíritu? ¿Algo como su amuleto térmico? ¿Un regalo? ¿Sería aquella caja un regalo?

-Lis... -repetí, algo confuso. Entonces sonreí-. Es un nombre bonito. Es una flor o algo así, ¿no?

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Me lo pienso un momento antes de responder. Lis vibra en la caja, sin decidirse a salir. Acaricio la tapa lentamente, no sé si por inercia o para tranquilizarla. Rick, por supuesto, no le hará nada, pero no voy a forzarla a salir si no quiere.

La pregunta es difícil...

-Es... un Alma de Madera -decido finalmente, utilizando el nombre que vi escrito en uno de los papeles de Frederik. Sonrío-. Es única. Nunca he visto a nadie como ella. Es difícil decir qué es exactamente... Es Lis.

Asiento con suavidad.

-Creo que le pusieron el nombre con la flor -explico-. Pero no puedo estar segura -. Vuelvo la vista a la caja, y cuando vuelvo a hablar, es con especial dulzura-. Lis, ¿no quieres salir? Rick está deseando conocerte... Pero, si prefieres, podemos dormir...

Qué tímida.

"Silba", vocalizo sin hablar, esperando que Rick me lea los labios.

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Un Alma de Madera. Aquello no me decía mucho, aunque imaginaba una especie de espíritu como hecho de tablas. No tenía claro qué forma darle a un "alma", de todos modos.
La verdad es que todo aquello me estaba causando mucha curiosidad. Y puse todo mi empeño en prestar atención, porque Lea no siempre quería enseñarme cosas. Y era un momento importante para mí cuando decidía hacerlo.
Y yo sin ser capaz de decirle lo de...

Viendo que hablaba con la caja, terminé por hacerlo yo también, tratando de sonar suave como ella. Tenía aquella voz dulce que reservaba a los animales... Y a veces, muy escasas pero a veces, incluso a mí, aunque algo distinta.

-Hola, Lis... Yo soy Rick. Y estoy seguro de que eres una chica muy interesante, porque Lea elige muy bien a su compañía.

Aunque dicho de aquella forma parecía un arrogante, o algo...

Aparté los ojos de la caja cuando Lea dijo algo. "¿Silba?" Pensé un momento una canción antes de, algo extrañado, comenzar a silbar. Lo más raro de todo era la sensación de estar hablando solo.

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Salió cuidadosamente, muy despacio, cuando empezó a oírlo silbar. Sus movimientos eran lentos y cuidados, un poco al acecho, y siempre se movía en dirección a Lea para sentirse más segura. Cuando abandonó la madera por completo, se alejó de él lo más posible, aunque manteniéndose en la cama, y lo miró con cierto temor, insegura. Luego miró a la flamma, como buscando alguna clase de ayuda, como si lo que tenía frente a ella no fuese otra persona, sino un peligro o algo que superar. Algo negativo.

-Gr...háande -le murmuró a Lea, intentando ser oída solo por ella, y no parecía simplemente descriptivo, sino negativo, de alguna forma. Lis parecía un poco intimidada.

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Poco a poco, Lis empieza a emerger de la caja, siempre hacia mí, como un árbol crece en dirección al sol. Le voy haciendo sitio en la cama a mi lado, dejando que se acomode como quiera, e incluso le ofrezco un brazo protector para darle algo de seguridad.

A su comentario, no puedo evitar una pequeña risa. Así que le da miedo, ¿eh? Pues no muerde.

-Sí, es muy grande -susurro, dedicando a Rick miradas divertidas de reojo de vez en cuando-. Pero es muy bueno. Y, ¿sabes? Yo soy más poderosa. No le tengas miedo, no te hará nada.

Le ofrezco un suave abrazo para reconfortarla, y me vuelvo a Rick con una sonrisa.

-Esta es Lis. La conocimos en Ventus, y ha venido de visita. Le gustan los dulces y la música, y hay que tratarla muy bien, que es nuestra invitada -explico, aunque no tengo muy claro de si a Rick o a Lis.

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Cuando... Cuando la vi salir de la madera como...
No tenía claro lo que estaba viendo, en primer lugar. Noté como los ojos se me abrían con una sorpresa indescribible. Y aunque no supe qué había dicho, pude estar seguro de que había "dicho" algo a Lea.
Así que miré a Lea. Y luego a... Bueno... "Lis."

-Eh...-. Había dejado de silbar, claro, y solo podía mirarla como si acabase de... ver salir a una especie de niña de una caja de madera. Que era lo que había pasado. Y parecía imposible. Sonaba a historia de caballeros que mi padre no creería-. Hola, Lis... Eres... Así que eres amiga de Lea, eh-. Trataba de ser amable, pero solo me salía estar asombrado-. Por supuesto, te trataré bien... ¡Y no solo por ser amiga de Lea! Yo siempre trato bien a la gente, ¿sabes...?

O lo intentaba. Algunos no querían.
Miré a Lea, entonces. No quería decir nada porque la chica aquella estaba delante, pero... Estaba seguro de que mis ojos hablaban solos.

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Lis se dejó acomodar por Lea, pero con Rick parecía menos convencida. Lo examinaba con ojo crítico, desde su pelo rojo de fuego hasta sus dimensiones, que eran lo que más parecía intranquilizarla. E incluso pese a las palabras de ambos, no tardó en tratar de ocultarse un poco más tras el cuerpo de la chica, poco convencida, negando un par de veces.

-Mied...hòo. Noo guùst'há fuèego.

Se notaba que procuraba mantenerse a la vista, pero pese a todo era evidente el descontento de la chica de madera, que se mostraba algo huraña.

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La verdad es que viéndolos me dan ganas de reír, pero me obligo a mantenerme seria. Por una parte, porque veo a Rick capaz de creerse que le estoy gastando alguna broma con un truco barato. Por otra, porque Lis está claramente asustada. Pero no consigo borrar la sonrisa.

Acaricio el hombro de Lis con suavidad, tratando de calmarla.

-Yo sé hacer mejor fuego que él -le explico con voz dulce-. Y no dejaré que nadie haga fuego mientras estés tú y no quieras verlo. Bueno, y tú también sabes hacer fuego, ¿verdad? Seguro que mejor que él. Es grande, pero tú eres muy fuerte. Y él es muy bueno. No va a hacerte nada -. Me vuelvo hacia Rick-. ¿Sabes algo de música? Mañana pensaba llevarla a la sala de baile a que viera los instrumentos, pero yo no sé tocar nada. Quiero que vea todo lo que hay en el palacio y que me diga qué es lo que más le gusta. No sé si podré enseñárselo todo sola... Supongo que Adain, que vino conmigo, me ayudará -. Miro otra vez a Lis-. Pero aquí hay mucha gente, y yo tengo que presentarte a todos los que van a ser buenos contigo para que estés bien protegida. Rick es muy grande, pero tiene poco fuego. En cambio, le encanta proteger a la gente. Aunque te dé un poco de miedo ahora, verás como pronto te das cuenta de lo segura que estás con él.

Miro a Rick y le dedico una mirada de resignación. Lis es muy tímida, eso desde luego. Poco a poco irá viendo que no pasa nada, pero es normal que reaccione así al principio. Sé que aprenderá, y que Rick colaborará en que aprenda.

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La verdad era que la situación no estaba yendo todo lo bien que yo había esperado. Bueno... O no esperado. Tampoco es que hubiese esperado aquello cuando Lea me había enseñado la caja. Lo cierto era que me sentía completamente despejado, a aquellas alturas.

-Oh, eso te lo garantizo -dije con suavidad, esperando poder ayudar a Lea de alguna forma con aquellas palabras-. Mi fuego es bastante poco ardiente-. Decirlo de aquella forma me quitaba algo de poder, pero, en cierto modo, era lo correcto. E incluso si no lo fuese, si aquello la tranquilizaba...

De todas formas, oír aquellas palabras de boca de Lea lo compensaba todo. Muy bueno... Jo, me sentía incluso orgulloso.
Me volví hacia ella, de hecho, cuando se dirigió directamente hacia mí, asintiendo poco convencido.

-Bueno, no soy un maestro, pero sé un poco. Creo que podré hacer algo, o al menos intentarlo -acepté. Quizás debería ir antes yo solo a practicar. Qué desastre.

Adain. Asentí animado. No hacía mucho que lo veía. Tuve ganas de preguntar qué tal con él, pero quizás no era el momento, de modo que me serenicé un poco y asentí de nuevo, más serio.

Pensé un momento, mientras Lea hablaba con la chica de madera. Le sonreí entonces, a ambas, tranquilo, pero acabé por dirigirme solo a Lea, en voz algo más baja.

-¿Quieres que me vaya a dormir a otro sitio hoy? -le propuse-. Algo me dirá que así estará más tranquila...

La caballerosidad era dolorosa, algunas veces. ¡Pero era el poder del sacrificio!

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Lis sigue sin dar su brazo a torcer, y eso que Rick está haciendo evidentes esfuerzos. Acabo por suspirar, dándole un pequeño apretón.

-¿Quieres que vayamos a dormir? -le pregunto-. Mañana habrá más tiempo para conocerse. Ya verás cómo de día no te da tanto miedo.

Me vuelvo hacia Rick cuando se ofrece a marcharse, y luego a Lis otra vez.

-No creo que sea necesario... -Pero, pese a que no me apetece mucho, me obligo a mirar a la chiquilla, interrogante.

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Primero Lis asintió, a la propuesta de dormir. El día, ninguna de las dos podía negarlo, había sido largo e intenso. Incluso se le escapó un pequeño bostezo, pero incluso pese a aquello parecía algo reacia a la compañía de alguien que no fuese uno de sus dos salvadores de Ventus, y más aún si se trataba de algo tan privado como dormir.
Llegaron a iluminársele un poco los ojos cuando él mencionó aquello de irse, y miró a Lea con cierta satisfacción en el gesto, aunque la expresión de aquella borró un poco la sonrisa que comenzaba a forzarse y Lis bajó el gesto, pensativa.

En un momento, se había introducido de nuevo en la caja, y no había señales de su presencia, aunque para Lea, que había visto cómo funcionaban las habilidades de la chica de madera, era evidente que seguía estando allí.

-Aquìi... -dijo, sin más, desde dentro de la madera.

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No tengo muy claro si concede o no concede. Sonrío. Que ella me lo haga saber. Por el momento, acaricio la tapa de la caja.

-Claro, Lis -respondo.

Me levanto de la cama y la llevo conmigo, para que no crea que la dejo sola. Abro entonces el armario y saco de él una manta, en la que envuelvo la caja. No estoy segura de si le molesta el frío, pero prefiero prevenirlo.

Después, le hago hueco en mi mesita de noche, ya pongo allí y le doy un beso a la tapa. Yo me acuesto en la cama, justo al lado.

-Buenas noches. Que duermas bien -le digo con voz dulce.

Luego me vuelvo a Rick, con una sonrisa que deja claro que yo también estoy impresionada con ella.

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Al final no se consiguió una respuesta demasiado positiva. Contemplé fascinado cómo la chica de madera pasaba a formar parte de la caja, sin tener muy claro aún si de verdad no me había quedado dormido.
Lea, por si parte, que sí parecía tener su confianza, transportó la caja a un sitio más cómodo y la arropó. ¿Acaso tenía frío? ¿Metida en una caja? Seguía sin tener claro qué era aquel Alma de Madera, o como fuese... Y tampoco estaba muy seguro de si quedarme allí era lo apropiado, ya que parecía incomodarla tanto, pero visto lo visto acabé por hacerlo.

La forma en la que Lea se despidió era una de aquellas que a veces me arrancaban pinchazos de envidia, como cuando se despedía de Tel, por ejemplo, o la colmaba de atenciones. Aunque había ido aprendiendo a entenderlo.

Cuando Lea me miró, solo pude sonreír, aún con gesto asombrado.

-Mañana quiero escucharlo todo -le susurré, procurando que solo me oyese ella-. Buenas noches, Lis -dije algo más alto, pero con suavidad, esperando que no me tomase a mal. Quería ser simpático-. Y a ti también... -murmuré, acercándome sin darme cuenta a los labios de Lea, buscándola, pero deteniéndome antes de encontrarla.

Esbocé una sonrisa con cierto apuro, asintiendo para mí, y me aparté. Sin verla allí era como si no estuviese, pero ya yo no le gustaba mucho...
Hice al menos amago de rodearla. Era un calor suficientemente agradable para pasar la noche.

*fin de escena*

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HABITACIÓN TALLER

Hace tiempo que he abandonado un poco mis labores artesanales para sacar el tiempo que trato de dedicarle al entrenamiento. Sigo confeccionando a diario, pero menos que antes. No obstante, hoy he decidido dedicar el día a ello. Lo que más ha sufrido de mi rutina, por tanto, podría decirse que ha sido la vida social, que ha decaído en las últimas dos semanas, si bien ya no era excesiva.

Ahora mismo me encuentro recortando trozos nuevos de cuero para comenzar otro trabajo. Me baso en patrones que he ido corrigiendo con el tiempo, adaptados a las medidas de cada persona concreta. Los dibujo sobre el reverso de las láminas de cuero con una tiza, dejando siempre un trozo sobrante para las posibles correcciones. Nunca es buen cortar nada demasiado justo. Luego es importante darles forma antes de trabajar definitivamente con el material para preparar la coraza, y eso lo hago en uno de los maniquíes que tengo: hilvano las piezas por la parte que sobra, que será recortada luego, para crear un esqueleto sobre el que trabajar, y monto una primera versión de la coraza sobre el maniquí de madera. Una ver termino el cuidadoso proceso, lo dejo estar ahí durante un día completo para que las curvas del cuero se adapten a esa forma. Aunque la forma adecuada no se hará hasta que el usuario final la lleve puesta, es importante que el cuero no intente volver a su sitio con demasiada fuerza. Si eso sucede y se junta con algo mal ensamblado o un mal golpe la pieza podría llegar a separarse o a deformarse y volverse incómoda o inapropiada.

Dedico buena parte de la tarde a preparar una de las corazas. Cuando ya la he afianzado al maniquí, entonces, tomo unas telas. Quiero hacer un prototipo para la de Adain, ahora que ya he hecho varios diseños que me parecen apropiados. Pero primero la haré en tela para que el funcionamiento teórico esté claro y sea válido.

*fin de escena*

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Entré en la habitación poco después de haber hablado con Cierzo. Había dado algunas vueltas por los pasillos, nervioso, pero al final había optado por la mejor decisión. Y la mejor decisión era aquella. Y por aquella decisión que había tomado debía ir a la habitación.

Entré con cuidado, por si Lea dormía, aunque de hecho incluso en aquella situación iba a despertarla. Por suerte para mí, Vilo parecía haber decidido dormir dentro aquella noche y todavía no habían apagado la luz. Aquello me evitaba tener que molestarla.

Tenía el ceño fruncido. Me esforcé por calmarme un poco y cerrar la puerta antes de hablar, pero lo cierto fue que no pude esperar demasiado a hacerlo.

-Mañana a primera hora iré a Ignis -declaré, mirándola fijamente, casi desde la puerta, todavía-. A casa.

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Cuando Rick entra en la habitación yo ya estoy lista para meterme en cama, aunque entre Lis y Vilo han conseguido demorarme bastante. Y, de hecho, aunque Lis decide que es hora de desaparecer, Vilo vuelve a levantarse y se dirige a Rick con un trote suave y un movimiento de cola, aunque no tarda en detenerse. Al igual que yo no tardo en borrar la sonrisa.

Lleva unos días bastante arisco, pero no suelta prenda y he decidido dejarlo estar. Parece, sin embargo, que la cosa es más grave de lo que pensaba. Me siento en la cama, de cara a él, y llamo a Vilo con un gesto para que se acerque. En seguida lo tengo a mi lado, encima de la cama, mirándonos a ambos con una atención pasmosa.

-¿Gerald? -pregunto, poco segura. No he vuelto a saber de ningún problema, y no creo que pueda llegar a tanto si los líderes han tomado ya medidas. Supongo que, simplemente, es lo único que se me ocurre.

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Nada más verme Lis se ocultó. Seguía sin caerle demasiado bien, pero en aquel momento no era mi mayor preocupación.

Alcé las cejas al escuchar a Lea, suavizando un poco la expresión, dándome cuenta de mi aspecto. No tardé en negar, algo contrarizado. Quizás le había puesto demasiada frustración a todo aquello. Pero ya era hora de terminar con ello.
Ni siquiera reaccioné demasiado a Vilo, que se acercaba a saludarme.

-No, para nada. Llevo mucho sin verlo.

Aquello me había llegado a calmar un poco, dejándome un momento para respirar y plantearme bien las cosas. Y las cosas eran que no le había dicho a Lea todo lo que te debía.

-Lo cierto es que hay algo que no te he contado...- comencé, acercándome un poco y sentándome en una esquina de la cama-. Hace un par de semanas, poco después de mi cumpleaños, recibí las felicitaciones de Ignis. En la carta de mi madre preguntaba concretamente por Inger, lo que me hizo plantearme que...-. Negué un par de veces. Terminé por levantarme e ir a por la de mi padre, mientras seguía hablando-. La cuestión es que tengo veinticinco años. ¡Veinticinco! No imaginas lo viejo que puedo ser a ojos de muchos y...-. Cuando di con ella volví hacia Lea y se la tendí. De aquel modo sería más sencillo-. Léela -le pedí.

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Así que no es Gerald. Vaya, pues qué novedad. Aunque que hay algo es evidente, y no sé por qué no lo fue más hasta ahora. Y, pese a todo, sus explicaciones resultan confusas, y todo lo que consigue es crearme una sensación de estar construyendo defensas. Porque si Inger está de por medio, estoy segura de que yo también lo estaré.

Cuando leo la carta, cualquier duda queda disipada. Y no es agradable. A mí que no me metan en esto, porque me niego en redondo. Le devuelvo la carta, con gesto más cauteloso, sintiéndome un poco a la defensiva. Lo miro, seria. No sé adónde lleva esto, pero tampoco tengo muy claro si quiero saberlo.

-¿Y qué vas a hacer cuando llegues a Ignis? -pregunto, ahogando la desconfianza que quiere salirme en la voz.

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Me movía de un lado a otro mientras ella leía, algo inquieto. Cuando la vi acabar esperé sus impresiones, pero en lugar de eso hizo una pregunta.
Me froté el tabique nasal con los dedos, concentrándome un poco.

-Pregunté concretamente a Nadia cómo estaba la situación por casa, y me habló de una chica que, al parecer, estaba muy interesada en saber de mí -murmuré, pensativo-. Ella es hermana de uno de nuestros compañeros, casualmente. Me lo encontré y hemos estado hablando. Al final la conclusión es que escribirá a su hermana para decirle que tengo una relación y no estoy interesado. Pero le he pedido tiempo para hablar antes con mis padres... Por eso quiero ir-. Estaba dando vueltas, pero quería aclararlo todo bien-. Ellos no saben que existes y creen que sigo con Inger. Iré allí y lo aclararé todo. Les diré que no estoy interesado en casarme y les contaré que estoy con alguien. También tendré la obligación de mencionar que tu procedencia no es noble. Eso es lo que me preocupa...-. La miré, arrugando el ceño-. No que no seas noble. Lo que pasa es que soy el primogénito, y digamos que nunca he dado a la familia un nombre muy bueno. Tras el éxito de la misión en Lumen mi padre se mostró satisfecho, y me temo que eso hizo que creyese que quizás podía recuperar mi valor social. Si envío cartas no terminará nunca, así que he de ir allí y decirles la verdad: que te quiero y que no pienso casarme con una dama de alta cuna simplemente porque sea lo que todos establecen como bueno-. Pero el problema era otro, claro-. Lo que temo es que mi decisión manche el nombre de la familia, o que mi padre lo considere así, al menos. Así que supongo que si la cosa se complica mucho renunciaré a lo que me corresponda como heredero en favor de mi hermana y me desvincularé de los asuntos familiares.

¿Era aquello muy arriesgado? Al menos no ensuciaría su nombre. Solo dejaría de formar parte de él como tal.
¿Era posible?
Lo mirase como lo mirase, mi padre se enfadaría por aquello de la misma forma.

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Lo escucho en silencio. Mientras habla, me pregunto en qué papel me deja a mí toda esta situación. Parece grave, urgente. No me atrevo a decir que no lo es, porque no sé cómo funciona su mundo. Y, desde luego, no tengo ni idea de qué me corresponde hacer a mí.

Al final, cuando termina, sin embargo, mis preocupaciones son otras.

-¿Y te parece que eso vale la pena? -pregunto, absolutamente seria-. No pretendo quitarle ningún valor a las cosas, Rick, pero apenas sí llevamos unos meses con esto. Hay demasiadas cosas que podrían salir mal entre nosotros. ¿Crees que justifica que te desvincules de tu familia así? Lo entendería si tu relación con ellos no fuera buena, pero por lo que sé, no es el caso. Tengo la sensación de que no entiendo del todo la importancia de quién sea yo o lo que hagas con tu vida, pero sí sé lo que supone cortar una relación familiar por lo sano. En tu caso, más que la gota que colma el vaso parece que pretendas escabullirte de un aprieto. Quizás estoy equivocada, pero opinen lo que opinen, creo que renunciar a tu familia es una mancha bastante mayor que renunciar a una boda acordada o a unos meses de noviazgo.

Con su humor, estoy viendo que solo voy a conseguir que estalle, pero no hay mucho más que pueda hacer que decir eso. No sé si estoy dispuesta a ser el motivo de semejante ruptura y cargar con ello el resto de mi vida, pase lo que pase.

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La miré, de pie, mientras hablaba, pero terminé por sentarme, abatido. Comenzaba a ponerme verdaderamente nervioso. Quizás había dicho demasiadas cosas. Quizás ella tenía razón y...
Era perfectamente posible que hubiesen averiguado por la falta de información que yo ya no continuaba mi relación con Inger. En aquel caso...

Fruncí el ceño y estrechicé los ojos, pensando.

-Yo no quiero renunciar a mi familia -le dije finalmente-. Quiero que mi familia te acepte. Y cuando digo que te acepte me refiero a ti o a quien sea. A sus ojos dará igual que seas tú o Inger o la persona que sea si no tiene un mínimo nivel social. Mientras no conozcan a la mujer en cuestión, dará igual quién sea, porque serán todas lo mismo. Es una pérdida de prestigio familiar. Y no sé la posición exacta de mi padre a ese respecto-. La miré de nuevo, tratando de hacerle entender las cosas como Reickiard Dehnel, o no, como los nobles pretenciosos las entendían-. Siempre he tratado de cumplir con lo que se esperaba de mí, a veces sacrificando lo que yo quería para hacer lo que era correcto a ojos de mi padre. Pero esto es algo con lo que no estoy absolutamente de acuerdo. Estés tú o no. No se trata de eso. La oferta no es muy buena porque yo soy un primogénito y ella es la hija menor de cuatro, además de mestiza. Hay quien diría eso. Que puedo aspirar a más. A más dinero, más títulos y más tierras. Pero me da igual el dinero, me dan igual los títulos y me dan igual las tierras si lo que tengo que hacer a cambio es formar parte de esa pantomima-. Con cada palabra que decía, sentía que deshonraba más y más a mis antepasados, pero de todos modos...-. ¡Yo no quiero casarme con una dama que se pase el día bordando y tocando el piano dándome la razón en todo porque solo la han educado para tener hijos y que no sabe si las ideas que tiene son suyas o si se las han grabado a fuego hasta que no pueda tener otras! No quiero pertenecer a ese teatro que considera que noble es aquel que convive con otros tantos de la misma calaña y que se preocupa más por el estado de sus camisas o por tener suficientes que por cualquier cosa que de verdad valga la pena. Y si para contentar a mi padre he de casarme con quien la alta sociedad convenga, pues entonces tendré que buscar la forma menos ofensiva de no contentar a mi padre.

Y me crucé de brazos tras aquello, dejando ir un resoplido furioso. Aunque había conseguido no gritar y solo mostrarme indignado, pero sereno.

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A medida que habla, voy frunciendo el ceño. Al final, acabo apoyada contra la pared, con los brazos cruzados y gesto algo hosco. Si es que no aprende. Cada vez que tiene un problema, hace lo mismo.

-En primer lugar -comienzo-, tal vez me equivoque, pero a mí la carta de tu padre me parece más sugerente que autoritaria, por serio y formal que sea. Una chica se ha interesado por ti, tienes veinticinco años y hace meses que ni mencionas a tu novia. Porque, siendo tú, dudo que les hayas estado contando lo feliz que eres con Inger en este tiempo -. Lo escruto, muy seria-. ¿Y qué tiene de malo? Un padre que lleva meses, ¿un año, incluso?, sin saber de la supuesta pareja de su hijo bien puede deducir o que las cosas no van bien o que sencillamente ya no hay tal pareja. Una jovencita de noble cuna se presenta para formar parte de la familia, ¿por qué no sugerir a su hijo que la considere? -Niego con la cabeza-. En segundo lugar, hablas de lo mal que te parece cómo funciona todo y tu solución es renunciar a ello. Tú mismo lo has dicho. Eres el primogénito de una familia noble de Ignis. ¿No tendría más sentido que utilizaras tu posición para intentar cambiar las cosas? Mira, la nobleza siempre me ha parecido rancia hasta la peste, pero todo es renovable, le pese a quien le pese. Desde luego, si todos los que quieren cambiar cómo funciona renuncian tan fácilmente como tú, entiendo que parezca un cadáver putrefacto -. Pongo los ojos en blanco. ¿Me estaré pasando? No, ¿me importa acaso? Es lo que pienso, y no tengo motivos para ocultarlo-. Y en tercer lugar. Tú mismo has dicho que mientras no conozcan a una persona en concreto considerarán que es indiferente y que puede borrarse del mapa. A lo mejor a ti te parece ofensivo que sea así. A mí me parece que tiene todo el sentido del mundo. ¿Por qué iba a importarles alguien de quien no saben ni que existe? Porque no saben que existo, Rick. Soy la continuación de Inger, soy un secreto. Y, personalmente, no me molesta, pero si te vas a poner así ahora, solo puedo decirte que creo que te estás equivocando. Si ni me has mencionado, es imposible que me conozcan. Pero antes se te ocurre presentarte a renunciar de tu herencia que darme a conocer. ¿De verdad que no ves lo absurdo que es?

Desvío la vista hacia Vilo, que me mira fijamente, interrogante. De verdad que Rick me desespera. Si se relajara un poco, si pudiera secillamente contar las cosas, pedir ayuda... Pero no, siempre tiene que guardárselo todo hasta que es demasiado, y entonces soltar un montón de ideas que llevan tanto tiempo entremezclándose en su cabeza que ya se confunden, y tomar decisiones precipitadas. ¡Y menos mal que se le ocurre informar al respecto! Ya lo veo, si no, otra vez vestido con esa capa raída que llevaba cuando lo conocí, fingiendo una pobreza de forma tan absurda, casi indignante. ¿Cuándo va a espabilar?