Habitación del pasillo

Supongo que al final cada uno tiene sus infancias. Yo no era mucho de jugar en el agua tampoco, de todas formas. Es un medio con el que nunca me he llevado más allá de lo necesario.
En todo caso, si nunca tuvo algo como eso, ahora lo tiene. Si se lo toma en serio podrá sacarle partido, y si no lo hace podrá decir que, al menos, le regalé una broma. No es algo que haga mucho, al menos no de forma tan seria, buscando la ironía o la gracia como fin y no como medio, así que imagino que está bein también.

-¿No te pruebas la camisa? -inquiero entonces, mirando un momento la prenda que ha quedado sobre la cama-. Creo que recordaba la talla de la que me dejaste, pero quizás haya aproximado mal.

No me sorprendería. Lo he hecho a ojo, basándome un poco en todo.
Por otra parte, tampoco me sorprendería haber acertado. Se me da bien medir envergaduras. Y, aún así, la ropa no sienta igual a una persona que a otra.
Ahora ya está hecho.

El chrysos alzó un segundo las cejas al escuchar la pregunta de la muchacha, pero terminó por asentir. Había pensado probársela más tarde, no porque le diese vergüenza ni nada, pero podía hacerlo perfectamente ahora.

—Sí, claro. —Comenzó a desabotonarse la que llevaba puesta—. Si no me queda bien, malo será que no encuentra a alguien que cosa, de todas formas. Aunque así a primera vista... —La miró de reojo. Parecía que era su talla—. Parece mi talla. 

Sonrió un poco. Una vez se quitó la camisa que llevaba puesta, se puso en pie y cogió la otra, probándosela al momento.

¿Alguien que cosa?
No se me había ocurrido.

-Hay una chica que cose -le digo, mientras espero a que se cambie-. Se llama Anna. Es Chrysos. No parece gran guerrera, pero por lo que sé es buena en lo otro. Dicen que hace corazas de cuero a los guerreros que las necesiten, o algo así -comento.

En lo personal, me interesa más arreglar la mía, pero no he empezado con buen pie con esa chica y supongo que ir ahora de interesada sería un poco evidente de más. Ya veré si hay forma de beneficiarme de sus habilidades.

-¿Qué tal? -inquiero cuando se la ha puesto-. A primera vista diría que bien... ¿Objeciones?

Mientras se abotonaba la prenda, escuchaba a Alehyss, mirándola de vez en cuando. Anna. La conocía, pero no sabía que se dedicase a la costura. Aunque dudaba que la chica tuviese muchas ganas de verlo, la verdad. No habían empezado muy bien.

—La conozco —murmuró—. No sabía que cosía, pero creo que le doy algo de miedo.

Soltó una suave risa, negando suavemente. 

Con la camisa puesta, estiró y movió varias veces los brazos. Asintió.

—Bien. —La miró, sonriente. Se palpó el pecho. Ni le quedaba apretada ni extremadamente floja—. Has calculado bien. 

Ladeó la cabeza.

Alzo las cejas. No diría sorprendida. Quizás el punto anterior a sorprendida.

-¿Miedo?

No la conozco. Y Lyam no es el tipo de chico que da miedo, teniendo lo que tenemos por aquí. Aunque, por lo poco que vi de ella, no diría que asustarla parezca algo complicado. Así que supongo que dentro de lo que cabe podría hasta considerarlo normal.

Reviso un poco más la camisa, asintiendo para mí misma mientras da su visto bueno. Estamos de acuerdo, en ese caso.

-Todo bien entonces-. Llego a esbozar una sonrisa, escueta-. Me ahorras tener que cambiarla. Espero que te guste.

Que una cosa es que le quede bien y otra distinta que se sienta cómodo. Intenté seguir un poco lo que suele llevar, pero es evidente que las sorpresas existen.

El chrysos asintió, serio.

—Claro. —Sacó pecho, alzando los hombros, avanzando hacia ella, esbozando una sonrisa torva—. ¿Acaso no doy miedo? Por favor. Aren Darvenwish huye de mí al verme. 

Aren Darvenwish podía haber escuchado eso perfectamente, inteligente, bueno, en fin, no importa. A lo hecho pecho. 

De nuevo volvió a palpar la camisa, asintiendo.

—Me gusta. La tela es como mejor que la tela de todas mis camisas. 

Una verdad dolorosamente cierta pero no por ello menos cierta.

Es afirmación no me hace sonreír. Supongo que está bien que haga un matiz a su afirmación. Algo que, si bien cuesta reconocer, me resulta evidente, de otro modo.

-No diría que Aren Darvenwish me cause miedo, pero sí un gran respeto -admito, seria.

Traducido, eso podría ser que me daría miedo si quisiese. O que me lo ha causado en alguna situación, aunque no sea lo habitual.
Es una persona que me resulta escalofriante e imponente.

La camisa es un tema más seguro. Me permito sonreír un poco, asintiendo conforme.

-No pretendía que fuese la "mejor", pero sí buena. Haberlo conseguido ya es un logro. Me daré por satisfecha.

El tono serio con el que la chica habló hizo que él mismo borrase la sonrisa y asintiese, quizá algo avergonzado. 

—Tenía que haber escogido otro nombre —comentó. Se llevó una mano a la nuca y suspiró. Luego empezó a desabotonar la camisa, con la mirada fija en los botones. Solo la alzó cuando la chica volvió a hablar, y lo hizo sonriendo un poco, sin soltar el botón que sujetaba—. Gracias. Por la camisa y la tabla, claro.

Niego con suavidad. Quizás no ha sido una puntualización acertada, pero no pretendía causar discordia. Podría llegar a considerarse una confesión. O, visto de otra forma, una muestra de sometimiento hacia los líderes. Aunque no sé si prestan atención hasta tal punto a lo que hacemos. Llegaría a parecerme preocupante.

Parece que he matado el buen ambiente. Tiendo a ser hábil con esas cosas. Adopto un tono serio con demasiada facilidad. Quizás frivolizo un poco las cosas. No o tengo claro.
A decir verdad, siempre he sido seria, y lo extraño tendía a ser lo contrario.

-¿Has cenado? ¿Has salido de la habitación? Supongo que una noche como hoy habría que hacer algo diferente.

Comer pastel es una tradición común.

Cuando finalmente terminó de desabotonarse la camisa, le dio la espalda a la chrysos y se acercó hasta la cama. Se la quitó entonces y la dobló con cuidado, dejándola luego sobre la cama. Luego cogió la otra y comenzó el proceso inverso al que acababa de hacer, escuchando a la muchacha a pesar de que seguía dándole la espalda. 

—He vuelto a intentar bajar a las mazmorras y he picado algo, pero ya. —Se encogió de hombros—. Yo tampoco suelo celebrar mi cumpleaños —admitió, y en su voz se podía apreciar que sonreía. Parpadeó. La miró por encima del hombro, torciendo una sonrisa—. ¿Qué quieres hacer?

Estoy a punto de preguntar si ha hablado ya con algún líder, porque dice lo de intentar como si esperase que el asunto se arreglase solo, pero realmente no parece haber buscado explicación. De todos modos acabo por decidir que una reprimenda no es lo que necesita. Puedo dar alguna tregua de vez en cuando.

-Es algo tarde ya, pero yo no he cenado-. Me he pasado buscándolo buena parte de la tarde-. Si quieres ir a tomar algo, aunque no suelas hacerlo, podría intentar hacerse esta especie de excepción por hoy-. Y solo por hoy-. Comer, beber algo si quieres. ¿Tarta de limón? No será la del restaurante, pero...

Se me da mal animar. Cada vez estoy más segura de que no sueno natural cuando digo ese tipo de cosas. Aunque muchas veces llego a pensar que es antinatural incluso cuando lo dicen otros.

Frunció un poco el ceño, volviendo la vista al frente, al escuchar su primer comentario.

—¿No has cenado aún? ¿Por qué? Es muy poco tú. 

Escuchó sus siguientes palabras en silencio, aun con los dedos sujetando uno de los botones, pero finalmente terminó por soltarlo, dejando la camisa a medio abrochar, manteniendo todavía la mirada fija en la pared que tenía delante. 

—¿Por hoy? —preguntó primero, en voz baja. Luego negó suavemente. Sonaba como si la chica pretendiese animarlo. Se preguntó si le daba pena, otra vez. Solía preguntárselo muchas veces últimamente—. La tarta del restaurante estaba muy buena, ¿verdad? —Había esbozado una especie de sonrisa cansada y en su voz se notaba un poco. Cómo había cambiado todo de un día para otro, ¿no? Resultaba deprimente, aunque la vida no dejaba de ser así. Volvió a negar—. Puedo acompañarte a cenar si quieres—dijo finalmente, tras unos segundos en silencio.

Niego. Busco enseguida un motivo que no suene a reproche, pero que no diste demasiado de la situación real. Algo que pueda tener sentido y lo justifique.
No tengo que justificar nada, de todos modos.

-No tenía claro si tendrías alguna idea especial. Parecías tan preocupado el otro día por pasar tu cumpleaños con ese conductor de carros... -comento, torciendo un poco el gesto.

No me convence la respuesta, pero está dada. Es mejor que un reproche, desde luego. Quizás demasiado atenta para tratarse de mí.

-Me refiero a que no celebramos cumpleaños, pero que este podría ser la excepción -comento, poco convencida. Me siento rara diciendo cosas como esa. No es propio de mí. Aunque pensar eso hace que parezca que yo misma me considere insensible-. Estaba buena. Podemos compararla con la de aquí. Tendré que cenar, de todas formas. Y por un día que me acueste algo más tarde no se acabará el mundo.

Lo supliré entrenando en un par de días. Tengo que ponerme en serio. Ya es hora de volver al trabajo.

Frunció de nuevo el ceño, negando nuevamente, dejando ir un suave resoplido, una especie de risa tal vez demasiado triste para ser definida como risa.

—Solo bromeaba. Solía pasar mis cumpleaños con Dena o con mis compañeros pero no hacíamos nada especial. Luego vine a Brontë y creo que empecé a pasarlos contigo, aunque sin querer, claro. 

Pero no dejaba de ser cierto. Lo recordaba, por algún motivo, a pesar de que nunca le había prestado atención a esas fechas. No sabía si era un hecho agradable o desagradable, pero se había acostumbrado a no saber qué pensar.

Finalmente se volvió hacia ella, aún con la camisa medio abierta, y la observó en silencio, sin moverse o acercarse. Pasaron un par de segundos. Luego se dio cuenta de que probablemente resultase incómodo y acabó por decir:

—Yo... —O intentar decir. Parpadeó. Tragó saliva, pero acabó por esbozar una especie de sonrisa, extraña—. No tengo demasiada hambre, pero te acompaño si quieres, ya digo. Podría beber algo. Hace tiempo que no lo hago.

Es una confesión un tanto desalentadora. Supongo que haga lo que haga va a seguir pensando en eso continuamente. Si fuese yo y se tratase de Jager (o más bien "cuando fue así") sucedería lo mismo.
De todas formas, no me siento responsable de levantarle el ánimo más de lo que lo he intentado. Es libre de pensar en lo que quiera. Es un asunto serio y quizás deba darle vueltas. Si necesita pensar, puedo dejarle que piense.

Él dice haber pasado sus cumpleaños conmigo, sin querer. Eso me hace recordar el día del cumpleaños de Massen en el que nos enteramos Heylel, él y yo. Es curioso, de algún modo.
Yo solo recuerdo el que pasé en las mazmorras.

Espero a que hable cuando se vuelve. Da algo de pena, de alguna forma.
Hace amago de comenzar a hablar, pero tarda en arrancar. Cuando lo dice esbozo una leve sonrisa, tratando de mostrar algo de ánimo.

-Algo así estará bien. Te acompañaré con una copa, en ese caso. Sentará bien el cambio de rutina.

Quiero pensar que sí. Ya sea por ahogar las penas o por olvidarlas por unas horas.

Y de nuevo parecía que trataba de animarlo, por algún motivo. Pena, seguramente. Era como si él mismo hubiese decidido que esa fuese la razón, aunque realmente ella nunca se lo hubiese dicho o él hubiese llegado a preguntarlo. ¿Me has ayudado este tiempo porque te daba pena? ¿Me hablas porque te doy pena? Para él tenía sentido que así fuese. Seguro que visto desde fuera daba pena, a fin de cuentas, ¿no? Vagando por los pasillos y entrenando día sí día también, como si no hubiese nada más que hacer. Era un poco patético. 

La miró en silencio. Aquel parecía un buen momento para preguntarlo, pero terminó por negar para sí. 

—Vamos entonces —murmuró, terminando de abotonarse la camisa. 

Mejor así, mejor así.

*se van*

El chrysos entró en la habitación cabizbajo y cerró la puerta con cuidado. Se sentía extraño, confuso. Desorientado. Su cabeza no dejaba de enviarle imágenes que creía enterradas y pensamientos contradictorios, raros, pero su cuerpo parecía haber ignorado todo aquello para trasladarle al dormitorio. Tardó unos segundos en descubrir dónde estaba realmente, pero finalmente se movió, adentrándose en el cuarto, y se sentó en la cama.

Aún no era abril. Eso fue lo primero que pensó al sentarse. Aún no era abril, y sin embargo se sentía como aquel abril que tan cercano le parecía ahora a pesar de que, realmente, habían pasado ya ocho años de aquello. Ocho años. Era mucho, si lo pensaba. No entendía por qué lo notaba tan reciente, tan vivo aún. Hacía mucho que no pensaba en aquello.

Aquel abril él estaba con Dena cuando lo vio y fue Dena quien lo encontró en un callejón después de que saliese corriendo, huyendo. Recordaba que era de noche, que estaba sentado con la mirada perdida en algún punto y que le temblaban las manos y que no podía dejar de chispear. Sentía una presión como la que ahora sentía, y entonces no reparó en que la flamma lo observaba desde la entrada a la calleja hasta que notó sus brazos finos rodeándole con firmeza. En ese momento Dena le pareció más fuerte que nunca y él se sintió más pequeño que nunca y resultó extraño, pero a la vez había sentido cómo lentamente la presión menguaba como si todos sus sollozos se fuesen llevando una pequeña parte hasta que no quedó nada y ambos se quedaron callados.

Ahora sentía una sensación parecida, pero Dena no estaba y Dena no aparecería. De reojo, miró la mesilla donde el collar de Alehyss estaba. Parpadeó. Lo cogió y se puso en pie. Tenía que devolverselo. Antes que nada. Aún no era abril pero parecía aquel abril y él recordaba qué había pasado después de aquel día. No había cambiado tanto. Las peleas contra aquellas replicas lo probaban de alguna forma, pero en Brontë había cosas que no podías hacer.

*se va*

Al final la chrysos había decidido acompañarlo, así que ambos se habían puesto en marcha. No tuvieron que caminar demasiado para llegar.

—Vaya, y yo que contaba con hacerme un monopatín con ella —murmuró, con un tono algo jocoso en respuesta a su comentario mientras abría la puerta. Una vez dentro se acercó hasta la mesilla, donde ya había varios libros sobre Fulmen y Lumen, y colocó los nuevos volúmenes en lo alto de la pila; el mapa lo dejó a la derecha, con cuidado.

Se volvió hacia ella.

—Pues tú dirás.

A pesar de que sí había varias cosas tiradas por el suelo, y de que sobre la cama aún descansaban unas vendas sin usar, la habitación mantenía cierto orden. La cama estaba hecha, por ejemplo.

¿Un monopatín? Recuerdo haber escuchado decir eso a algún chico alguna vez. Cuando tenía dieciséis. Aunque, bueno, no ha de ser necesariamente una habilidad para niños. No considero necesario decir algo como eso. No busco ser desagradable.

-Veo que estás asentado aquí ya -comento, mirando alrededor. Termino por buscar en el bolsillo en lo que echo un vistazo a las vendas que hay sobre la cama-. ¿Has ido de misión hace poco? -inquiero, haciendo referencia a las mismas-. La enfermería ayuda más que unas vendas.

Termino por dar con el suave tacto de las plumas y extraigo una de las pulseras. Un accesorio de plumas quizás no sea de muy buen gusto, pero resulta útil.
Se la tiendo con gesto burlón.

-Te hará más rápido y ágil. Creo que te hace falta -añado, en referencia a sus heridas.

El chrysos negó suavemente al tiempo que apartaba las vendas de la cama para sentarse él sobre ella. Con un gesto, invitó a Alehyss a hacer lo mismo si así quería.

—No he ido a ninguna misión desde la última a la que fui contigo —respondió, tranquilo—. Pero sí he ido bastantes veces al pueblo de paso mientras tú no estabas, bueno, imagino que sería durante el mismo periodo, y a veces pasan cosas dependiendo de la zona. —Torció una sonrisa—. Tampoco he ido a la enfermería. No me interesa de momento.

Ni que se estuviese muriendo. Y además no quería lidiar con médicos ni con explicaciones ni nada en general.

Frunció un poco el ceño cuando Alehyss le mostró la pulsera de ¿plumas? y la cogió con cuidado, observándola con relativo interés. Tardó unos segundos en responder, y por su expresión uno podía decir que parecía un poco confuso.

—¿Por qué...? —Empezó a decir. Negó suavemente, y al momento cambió la frase—. Gracias. Sin duda la necesitaré en el futuro—Le sonrió, burlón como ella aunque, quizá, con un matiz algo diferente. La miró en silencio. Luego preguntó—: ¿Quieres que te dé algo a cambio? No sé si me queda algo de dinero, pero puedo buscar o algo.

No ha ido a una misión, sino al pueblo de paso. Llego a enarcar una ceja, y contengo lo primero que me sale decir. A veces es difícil ir contra natura, pero no quiero empezar con lo de siempre. Mejor reorganizo la información antes de soltarla.

-¿De momento? -acabo diciendo sin poder evitarlo, llegando a mostrar una sonrisa que indica que me lo tomo, de alguna forma, como una broma-. ¿Tienes otra cita de estas pronto y quieres llevar las marcas de la anterior?

Da igual. Es asunto suyo. Si va a desahogarse que lo haga como prefiera. Supongo que si no ha ido a que lo atiendan será porque no le ha saltado ningún diente todavía. Que parezca aparatoso no es que sea grave.

Lo que empieza mal, como una pregunta, lo arregla bien con un gracias, pero termina por estropearlo al final. Llego a rotar los ojos, pero no pierdo los nervios, y niego.

-No es una venta, es un regalo. Nos dieron la opción de coger varias cosas y he traído algunas porque lo he visto útil. Si me lo pagases ya no podría decir que he sido amable -comento con una sonrisa mordaz.

Y ahora que me estoy portando tan bien no quiero que deje de parecerlo.
No es eso. Simplemente no me gusta que conviertan un buen gesto en otra cosa. No suelo tenerlos, para empezar.

Se encogió de hombros, dedicándole un rápido y sutil vistazo a los libros de la mesilla.

—De momento no me he roto nada ni me estoy desagrando. Si, yo que sé, si me caigo por unas escaleras, pues imagino que terminaré yendo. —La miró—. No tengo ninguna cita con nadie, pero uno nunca puede saber qué le depara el futuro, ¿no?

Torció una sonrisa, pero no tardó en volver a su expresión anterior, más seria. Asintió al escuchar la respuesta de la chrysos a su pregunta. De nuevo, esbozó una sonrisa.

—Oh, ahora Alehyss Lester, la temible y fría Alehyss Lester, quiere ser amable. —Ensanchó el gesto, mirándola, jocoso—. ¿Qué has traído, entonces?

Ni se ha roto nada ni se está desangrando. Eso es cierto. No voy a ser yo la que le eche la bronca por tener esa cara. Ni tampoco a compadecerme. Si quisiera haberlo arreglado lo hubiese tenido fácil. Y por las vendas diría que lo ha hecho, a su manera.

-Supongo que no se puede saber. Pero muchas veces se intuye. Tú ándate con ojo-. Dedico una mirada a los libros un momento. Caigo de pronto-. ¿Ibas a leer?-. Quizás lo he interrumpido en mal momento-. ¿Vas a viajar? -añado luego.

Lumen y Fulmen. No sé ni si es buena idea preguntar.

Correspondo a su sonrisa con una bastante tranquila. Lo cierto es que el buen humor creo que llega a ser patente hasta en la cara. Fluye con más naturalidad.

-Bueno, lo quise en su momento. No me hagas querer lo contrario para la próxima -advierto, entretenida-. Bueno, he traído algo de veneno, un par de accesorios de plumas más, la madera para llevar a Aqua...-. Me encojo de hombros-. Una receta de tortitas, si quieres contarlo.

Soltó una risa amarga.

—Intuyo, entonces, que probablemente sí necesite ir a la enfermería en breves —comentó, con un tono que estaba a medio camino entre jocoso y serio. Teniendo en cuenta todo, pues, bueno. O a lo mejor lo siguiente que le pasaba ya era incurable y perdía la cabeza o así. Ojalá no, vaya, no quería ser enterrado con la cabeza despegada del cuerpo—. Iba a leer —admitió—. Pero lo dejaré para otro momento, no te preocupes. —Parpadeó. Tardó unos segundos más en responder a la siguiente pregunta—. Quizá sí. ¿Por qué preguntas?

La miró, atento, serio, un momento. Luego se dejó caer hacia atrás, quedando tumbado en la cama. Alehyss seguía de pie, pero, bueno, allá ella.

—Oh, lo siento. Es que estoy acostumbrado a tu yo menos amable —replicó, divertido de alguna forma—. Y claro que cuento las tortitas, por Mithos. Que a ti la cocina no te importe no implica que al resto nos dé igual.

Le sonrió.

No puedo evitar enarcar suavemente una ceja. Aunque pretenda evitarlo, lo he hecho antes de ser realmente consciente de ello. Y una vez hecho hay poco que solucionar, aunque procuro recuperar la expresión normal.

-¿Haces a menudo estas incursiones al pueblo? -inquiero, con un deje curioso, incluso, como si preguntase por otra actividad cualquiera-. En ese caso me iré pronto para dejarte tiempo, pero bueno... En un rato-. Dedico una última mirada a los libros, más por reflejo que otra cosa-. Es por los libros. Creí que ya te habías rendido con la geografía.
Doy algunos pasos por el cuarto en lo que se tumba, revisando con curiosidad, aunque sin mirar nada en concreto. Solo el conjunto de todo.
Le dedico una sonrisa tirante, jocosa, cuando habla de nuevo. Sé que es mi yo menos habitual.

-Soy libre -digo entonces, sin mirarlo a él, centrándome en uno de los muebles, como si pretendiese ver a través de la madera. Aún suena raro-. Ya no debo lealtad a esa mujer.