Plaza.

Si había algo que Ben no habría podido olvidar en aquellos días bajo ningún concepto era su encuentro con Gunar. No en vano le había escrito sus dos primeras cartas, después de todo. Y eso era algo que Ben tenía en mente cada momento del día. Tenía serios problemas para saber en qué día y hora exactos vivía, pero se había esforzado por confirmarlo, pues no tenía la menor gana de olvidar su cita.

Cuando vio al parvus sentado en la plaza, su habitual sonrisa se ensanchó y aceleró el paso, acercándose al chico. Se llevó dos dedos a la frente, haciendo una especie de relajado saludo militar, y pronto se había sentado a su lado.

-¿Qué hay, camarada? -preguntó, encantada con el reencuentro-. Espero no haberte tenido esperando. Era a esta hora, ¿no? ¿Qué hora es?

Guerrera. Aquello le quedaba un poco grande, o eso pensaba Ben, pero no iba a replicar. Era una guerrera, ¿no? Él tenía razón al llamarla así. Pero Ben no podía evitar sentir una oleada de orgullo, de satisfacción, creciendo en su interior al oírlo. Trató de actuar con naturalidad al respecto, sin regodearse en ello.

-Menos mal, no quería tenerte esperando -comentó, contenta-. Aunque creo que al final has tenido que esperar igual. Todo va de maravilla, ¿sabes? Bueno, no exactamente. Ha habido algún problemilla, pero ahora está todo en su cauce. Está bastante tranquilo el panorama últimamente. De hecho, no lo vayas aireando por ahí, pero no he salido mucho de misión desde que fui a Humus. Pero saldré pronto, espero. ¿Qué tal os va por allí? ¿Ya está todo en orden? Es una pena que si va todo bien no haya permisos para hacer visitas. Aunque viniendo tú aquí una se ahorra esas cosas. Me alegro de verte.

Le costaba dejar de hablar una vez empezaba. Tenía la sensación de tener mucho y nada que contar. No estaba acostumbrada a ver a alguien después de mucho tiempo, desde luego. Y menos en aquellas condiciones.

Ben ladeó la cabeza, mirándolo con curiosidad.

-¿Todo lo que pueda contarte? Bueno, intentaré algo, pero ya te digo que no he estado muy activa... Pronto saldré otra vez de misión, espero, pero por el momento todo ha ido con calma. Supongo que puedo contarte lo que han hecho otros, si eso te gusta. Massen sí ha ido a algún sitio. Ella tiene otro nivel, ¿sabes? No para -explicó, entretenida.

Cualquiera habría mostrado un mínimo interés por colaborar en la invitación por sus propios medios, pero no Ben. Ella estaba acostumbrada a que si alguien le ofrecía algo había que aceptarlo antes de que su generoso benefactor se arrepintiera de la oferta.

-¡Claro! ¡Tomemos algo! -exclamó, entusiasta-. Y después puedes subir conmigo al palacio. Ya que has venido hasta aquí, tendrás que verlo en condiciones, ¿eh? A lo mejor hasta damos con alguien interesante. Un guerrero de los profesionales.

Ben asintió con gestos amplios.

-Ella es que no para -explicó-. Pero seguro que para hablar aunque sea sí tiene un momento. La verdad es que yo también la veo poco últimamente...

Se encogió de hombros a la pregunta del chico. No lo tenía muy claro. Había perdido la percepción de frío y hambre desde que había llegado a Brontë. Aunque eso no significaba, por supuesto, que no le gustase estar abrigada y con un buen plato delante. Pero, como siempre, se adaptaba a lo que se pusiese a su alcance.

Asintió.

-Me parece perfecto -declaró, tan animada como siempre-. Claro, tómate tu tiempo. Si por cualquier motivo salgo de misión en estos días te avisaré. Aunque, que yo sepa, las puertas de Brontë no están cerradas a visitantes, así que puedes ir incluso sin mí. Reconozco, de todas formas, que me hace ilusión lo de ser tu guía.

*Fin de escena*

Habíamos caminado hacia el pueblo de paso en un pequeño paseo, charlando un poco. Llevaba la botella de vino, como había prometido, y cuando llegamos al sitio, el restaurante de la otra vez, sencillo pero agradable, se lo entregué a uno de los camareros, que lo pondría a enfriar un rato. Debido a aquello, cuando ya habíamos pedido y la comida llegaba lo hizo también el vino.
Aunque la norma decía que nos sirviesen, quise hacerlo yo, ya que lo había traído, empezando por ella.

-Espero que te guste –dije, tras hacerlo, esbozando una sonrisa.

Aparté entonces la vista a mi plato. También aquello tenía buena pinta, aunque no fuesen los manjares de una casa noble. De hecho, quizás los nobles no entendiesen de otros manjares que los suyos por orgullo.

La miré entonces, sin un motivo particular, fijándome especialmente en ella. Allí me encontraba una vez más, frente a Lea, y no pude evitar un leve cosquilleo que me ascendió desde el vientre. Un mes durmiendo a su lado no había hecho que dejase de sentirme, de alguna forma, extraño, embelesado.
Bajé la vista al sentir que se me escapaba una sonrisa, tratando de… ¿serenarme?

Por supuesto, hemos acabado en el mismo sitio que la otra vez. De Rick no puedo esperar otra cosa; y, aún así, estoy segura de que no le parece suficiente. Pero esto no deja de ser un pueblillo, y, personalmente, mi experiencia de la otra vez me dice que la comida de este sitio vale la pena. Aunque, por supuesto, no voy a pedir lo mismo. Quiero algo diferente esta vez.

Ya con la comida delante, llega el famoso vino. Tinto para acompañar la carne. De base, suena bien. Creo que me estoy volviendo un poco meticulosa.

Asiento a su comentario, y cuando me ha servido, tomo la copa y lo huelo. Lo remuevo un poco y repito el proceso. A mi padre le encanta hacer eso. De él he sacado la costumbre. Huele un poco fuerte, la verdad. Lo pruebo apenas, mojando los labios, y dejo la copa. Sé que antes de disfrutarlo me toca dar el veredicto, así que...

Acabo por asentir.

-No es exactamente mi estilo, pero sí que está bueno -declaro, sonriendo ligeramente-. Tiene un algo que recuerda a Ignis, la verdad. Pero tampoco es que yo sea aquí una experta en vinos, así que prefiero callar que decir alguna burrada.

Pruebo la comida, mezclándola con el sabor que me ha dejado el vino. Por supuesto, he tomado muy poco, pero es para empezar.

Esperé la respuesta con una sonrisa algo impaciente, aunque no tardó en darla. Alcé entonces las cejas, y aunque su comentario no había sido completa devoción no perdí la sonrisa, de todas formas.

-¿Te gusta más dulce? -inquiricé, curioso, llevándome yo mismo la copa a los labios. A mí me sabía como a volver a casa por un momento-. ¿Como el de la otra vez?-. Dejé suavemente la copa sobre la mesa-. Ten cuidado que este es algo más fuerte -añadí, con una sonrisa divertida-. No lo bebas como agua.

Tras ella empecé yo mismo entonces con la comida. Tenía un buen sabor, aunque no tuviese aquel sabor a casa como el vino.

-Supongo que habrás tomado algún vino con un deje semejante. Es posible. El sabor más penetrante hace pensar un poco en el desierto -concedí, asintiendo.

La miré. No podía evitar hacerlo, de vez en cuando. Tampoco debía evitarlo, suponía, por otra parte. No era como si debiese esconderme.

-Es la primera vez que llevas una trenza -comenté, manso-. Te queda bien el pelo recogido.

Suelto no le quedaba mal. En general, me gustaba su pelo, liso, largo.

Niego con suavidad.

-No me gusta demasiado dulce -explico-. Pero sí un poco más que este. Se nota que es fuerte, desde luego.

Asiento con suavidad. Cuando vivía en el desierto no tomaba alcohol, por supuesto. A mi madre le habría dado algo. Pero el alcohol del desierto es tan fuerte que tampoco tienta mucho a los niños. No aguantan ese sabor. Jamás entenderé cómo triunfa ese alcohol en un lugar tan caluroso. Son ganas de morir al momento.

-Gracias -respondo a su comentario-. Antes me lo recogía mucho más a menudo, pero en Fulmen se agradece el pelo suelto por el frío. Solo si llevo un buen rato de trabajo me apetece retirarlo, y a veces ni siquiera en esos casos.

Vuelvo a probar un poco de comida. No sé si es por el vino o por la propia comida, pero hoy me sabe especialmente bien.

-Creo que hoy he escogido mejor que la otra vez -comento-. ¿Qué tal está eso? ¿Puedo probar?

Sin esperar respuesta, acerco el tenedor a su plato.

Un punto medio. Lo tendría en cuenta, entonces, para la próxima vez que tuviese que escoge un vino, entonces. Daría con uno que le hiciese alzar la copa con una atractiva sonrisa y decir "este sí".

Atendí a su explicación con una sonrisa animada. Lo dicho tenía sentido. El tiempo más frío pedía también un cuello más cubierto. Y yo mismo lo estaba notando después de aquel afeitado inesperado, saliendo a la calle y notando el viento en las mejillas.

-Quizás cuando vuelva la primavera se vea más a menudo entonces -aventuré, tomando después algo más de comida.

No pude evitar mirar su plato cuando lo mencionó, alzando las cejas un momento. Sentí repentina curiosidad, por supuesto, pero no sabía si sería muy educado decirlo en voz alta y callé. Sin embargo ella no tardó en eliminar aquel tabú, preguntándolo por sí misma.

-Por supuesto-. Asentí risueño, llegando a empujar el plato mínimamente hacia ella para facilitarle el acceso-. La comida de Brontë es deliciosa, pero lo cierto es que se nota cuando uno come fuera-. Dudé un instante, pero no tardé en hacer la pregunta yo mismo-. ¿Te importa si pruebo yo de lo tuyo?

Hice amago de acercar yo mis cubiertos a su playo, aunque calibrando su respuesta antes. La lógica decía que permitiría, pero de todos modos...

Estuve a punto de decirle que deseaba entrenar con ella, pero entonces pensé que, quizás, aquel no era el tema más apropiado para una cena como aquella. Lo acercaba todo al trabajo de nuevo. De modo que busqué otra cosa que comentarle.

-He pensado que quizás debería ir a visitar pronto a mi familia, después de la última carta. Ha pasado mucho tiempo ya desde la última vez. Y el año acabará pronto.

Me llevé la copa a los labios para dar un nuevo sorbo. Aquel vino solo fortalecía la sensación.

Inclino la cabeza a un lado y a otro, poco convencida. La primavera pasada llegó con lluvias intensas y frío; mi experiencia no me dice que vaya a hacer calor en primavera. Acabo por encogerme de hombros.

-Dependerá del tiempo que haga, supongo -comento-. Aunque yo lo daría más por seguro en verano.

Tomo con el tenedor un bocado de su comida, alzando las cejas mientras mastico. Creo que él ha elegido mejor que yo.

-¡Hm! -asiento, aún con la boca llena-. Sí que está bueno.

Retiro la copa, que me llevo a los labios, al tiempo que avanzo ligeramente el plato hacia él, facilitándole el servirse un poco. Cuando dejo la copa de nuevo, retomo mi propia comida.

Alzo un momento la vista cuando vuelve a hablar. Parece que últimamente no se saca ese tema de la cabeza. Aunque, por lo que he podido ver, no es el único.

-Precisamente hablé el otro día con una compañera que decía que acababa de volver de casa -comento-. ¿Es habitual irse en estas fechas?

De nuevo, me planteo la posibilidad de irme yo. Y, de nuevo, no me parece una buena idea.

Verano. Parecía una fecha tremendamente lejana, pero si para entonces seguía a su lado (¡Demonios! ¡No debía haber motivos para no estarlo!) quizás pudiese disfrutar de algo como aquello.
Y lo pensaba como si no la tuviese ante mí con una adorable trenza cayéndole por la espalda.

-Puedes tomar más si quieres -ofrecí, asintiendo, llevando poco después yo mismo un bocado de su plato a mi boca. No tardé en asentir de nuevo, con más entusiasmo, aunque no hablé hasta que hube tragado-. Lo tuyo también está muy bueno -. "Todo sabe mejor en buena compañía". No me había sentido tan satisfecho en mucho tiempo como cuando logré no decir aquello en voz alta-. La verdad es que apenas había venido una vez aquí hasta que vine contigo, pero me gusta el sitio.

Aunque, admitía, la carne de bismonte de casa era deliciosa.
Pensado de aquella forma hacía que me sintiese un poco mal por Telma, de pronto.

Y siguió la cena. Por no sentirme tan nervioso como la primera vez también comía algo más rápido. Y, sinceramente, bebía. Aunque con una sola botella, esperaba, nunca me excedería de lo que debía.
Estaba en compañía de una dama, al fin y al cabo.

-¿Ah, sí?-. Alcé las cejas, curioso-. No creo que siga un patrón concreto. Por lo que sé, Zacharyas y Ayne se han ido hace poco. Pero el motivo no son las fechas. Van a ser padres -comenté, sin poder reprimir una sonrisa. Todavía resultaba difícil de creer-. Quitando eso... Entre misiones y encargos la gente viene y va, pero no creo que haya unas fechas concretas-. Mastiqué un nuevo bocado en silencio, con la boca cerrada-. ¿De quién se trataba, por curiosidad?

Una compañera...
Se me ocurrían algunas a las que hacía tiempo que no veía. La propia Inger, por ejemplo. O tal vez...

Niego a su invitación. Lo pediré la próxima vez que venga, pero prefiero no andar cambiando platos. Tampoco es que lo mío no me guste. De todo hay que saber disfrutar, supongo.

Asiento.

-Yo no he venido a pueblo más que contigo -confieso-. Normalmente encuentro mucho más que hacer en Brontë, incluso si lo que quiero es relajarme un rato. Pero sí, este sitio está muy bien.

Personalmente, me inclino más por algo más rústico, pero no es motivos para hacerle ascos, supongo. Y también tiene su toque rústico. Esto no deja de ser un pueblucho, después de todo. Bastante más agradable que los sitios arreglados que se encuentran en la ciudad, desde luego. Aunque no lo suficiente como para poder comer con las manos. Con lo bien que estaría un día una churrascada...

Estoy a punto de preguntar por Zacharyas y Ayne, de los que no sabía nada, cuando da más información, obligándome a abrir mucho los ojos y alzar una ceja. ¿Padres? ¿En serio? Pero qué prisa tiene la gente... Da vértigo solo pensarlo. Aunque bueno, si es lo que ellos quieren, no hay mucho más que decir. Lo que me pregunto es como piensan compaginarlo con Brontë.

-¿Han dejado el ejército? -pregunto, curiosa. Zacharyas me cae bien, después de todo.

Por lo demás, asiento. Es cierto que es difícil calcular quién viene y quién va en cada momento. Todo el mundo tiene algún motivo para salir en un momento u otro, a fin de cuentas.

-Alehyss, ¿la conoces? -pregunto-. Ya la había encontrado alguna otra vez, aunque no hablamos demasiado. Es un poco de mi estilo, bastante reservada, aunque no desagradable.

Me gustó la sinceridad con la que decía las cosas.

No sabía si aquello debía hacerme sentir como un privilegiado o algo así. Quizás solo era una cuestión de gustos. Y, desde luego, Lea siempre estaba haciendo cosas en Brontë, entre Vilo, los establos, los entrenamientos...
Desde luego en el pueblo tenía acceso a menos de aquellas cosas.

-Deberías traer a Vilo alguna vez. Estoy seguro de que se volvería loco-. Tanta gente, tanto alboroto, tanto... No pude evitar soltar una risa suave-. Y eso supongo que te volvería un poco loca a ti también, aunque en un sentido diferente -terminé admitiendo.

Ante su pregunta sobre la extraña pareja no pude sino encogerme de hombros. La verdad era que eran un par de personas bastante impredecibles. No me pasó desapercibido su gesto, tampoco. La sorpresa no era solo suya.

-Bueno, ella me dijo que no en su momento... creo-. Me encogí de hombros-. Dijo que me presentaría al niño cuando naciese, así que supongo que esperan volver-. Esperaba que también Cassandra lo hiciese, con Lyo-. La verdad es que no sé qué piensan hacer exactamente. Tener niños en un lugar como este es peligroso, pero también son buenos guerreros y amigos y me apenaría un poco no volver a verlos.

El caso de Heylel era semejante, bien pensado. No nos veíamos mucho, y tenía ganas de quedar con él seriamente algún día.

Me llevé el vino a los labios, bebiendo un sorbo especialmente largo, y casi escupí cuando volvió a hablar, tosiendo un momento, tomado por sorpresa. Algo como aquello había dicho la joven Massen Dew.

-Lester -murmuré, tras recomponerme-. De modo que ha vuelto...-. Traté de no componer una cara desagradable, cerrando los ojos un instante para relajarme. Inspiré profundamente y miré a Lea, recuperando la sonrisa-. Esa mujer es... -. La sonrisa... La notaba algo tirante- una buena... guerrera-. Carraspeé, incómodo. Tras la misión de Ignis un año atrás, o después de que hubiese salvado mi vida, había aceptado que quizás no era el monstruo que había pensado. Pero costaba, de todos modos, que me cayese bien, exactamente. Simplemente me había enfriado y ya no la encontraba como un ser espantoso, pero no estaba seguro de desear un encuentro. Aunque tras la aparición de Browen todos los chrysos eran buenos-. ¿Quieres más vino? -pregunté, rellenándole la copa sin esperar respuesta.

¿Eran parecidas? ¿De su estilo? ¿Dónde?
¿Se harían amigas?
Qué confuso...

Niego con suavidad.

-Es capaz de meterse en casa de alguien, o de tirarse encima de un niño y hacerle daño -observo-. Prefiero que se vuelva loco en el bosque o así. Lo veo más seguro.

Asiento, pensativa.

-No me parece sitio para críos -comento, bastante seria-. Aunque no parece que esté prohibido tenerlos en el palacio. El suyo ya no sería el primero, ¿no? -. Lo miro un momento, arqueando la ceja de nuevo-. Qué afán de niñera tienes.

No me pasa desapercibida en absoluto su reacción. Después de todo, Rick es muy fácil de leer. Me entretengo un momento con la carne, asintiendo un par de veces a sus palabras, como asentando el silencio, antes de retomar la conversación.

-Parece bastante profesional -comento entonces, despacio-. Quizá debería proponerle un entrenamiento. Tal vez pueda enseñarme algo.

Asentí con una sonrisa. Tan responsable como siempre. Yo ya hubiese ido con él al pueblo a mostrarlo ante los niños y las damas, que seguramente enloquecerían ante un cachorrito irresistible como aquel. Pero lo que a Lea le gustaba y lo que a mí me gustaba eran cosas diferentes.

-Lo cierto es que ya sería el segundo, sí, teniendo en cuenta a Lyo... Heylel también tendrá uno, por lo que sé, pero su mujer vive en Ventus y supongo que es algo diferente. Al tratarse de dos guerreros, sin embargo, o de Cassandra, que lo criaba ella sola...-. Carraspeé. Pensar en aquello era incómodo porque no había vuelto a tener noticias de Lyo desde que se lo habían llevado.

Ni siquiera habían regresado a por el dinero que había ofrecido. Esperaba que no hubiesen olvidado contar con mi ayuda en casos de necesidad. Seguía dispuesto.

Insistía en hablar de Lester. Aparté un momento la mirada, algo incómodo, aunque no era para tanto. Aunque recordaba una de las cicatrices de mi brazo, que ella me había dejado con un corte.

-Bueno, he de admitir que es una buena guerrera, aunque no usa formas muy nobles de luchar...-. Miré a Lea de reojo, encogiéndome de hombros-. Admito que no es alguien con quien haya tenido encuentros agradables. Llegamos a la vez y ya entonces me pareció que tenía la mirada turbia de alguien que había visto demasiadas muertes-. No exactamente, pero aquello era mejor que decir que la había atacado tras creerla asesina de unos viajeros-. Supongo que si quieres enfrentarte a ella puedes aprender...-. Bajé la vista al plato, algo nervioso. Tampoco era para tanto. Había visto a Lester proteger a Massen o ayudar a Lyam, por ejemplo.

Me acabé la copa de vino. Ya no quedaba mucha comida tampoco.
De modo que Lester había vuelto... Incluso yo había sentido cierto interés en volver a enfrentarme a ella, tanto tiempo después.

Pero... Vamos a ver. La gente en Brontë... Sacudo la cabeza. Supongo que cada uno tendrá sus ideas y sus costumbres. Hay quien se plantea lo de los niños muy pronto. Cada uno tiene su ritmo, supongo, y la vida más o menos asentada a unas edades u otras. A mí, particularmente, sigue dándome vértigo.

-Al final vamos a pasar de ejército a guardería -comento, no muy animada con la idea.

Consciente de que Rick empieza a ponerse nervioso, compongo una sonrisa divertida y asiento. Alehyss dijo que conviene vigilar con quien convives, ¿no? Pues en ello estamos.

-Ah, ¿ves como se me parece? -comento, recordando la vez que, luchando contra Rick, usé un beso para desconcentrarlo. Desde luego, parece que, definitivamente, no le gusta-. Bueno, eso demuestra experiencia, que no sobra en un ejército. ¿Y qué tal es más allá de las armas? A mí me pareció un poco seca, pero eso no la hace mala persona, supongo.

Tal vez, sin embargo, haya algo que justifique esa actitud de Rick. Y son cosas que no sobra saber, supongo.

Sonreí, sin poder evitar asentir un momento. Lo parecía, la verdad, o al menos en parte. Aunque aquello me hacía sentir un poco inseguro. Me las había visto con Lyo y el caos al mismo tiempo, y aquello había hecho que no supiese bien cómo reaccionar. Los niños eran muy dependientes.

-Esperemos que no sea así. Los niños no deberían relacionarse con el peligro de esa forma-. Ni aumentarlo.

Me apresuré a negar cuando insistió en que se le parecía. En lo que yo conocía, por lo menos, no era de aquella forma.

-No la conozco muy profundamente... Diría que se cree muy buena, demasiado. Aunque desde que nos declaramos la guerra, de alguna forma, he de decir que me sorprendió alguna buena acción, así que no sé. No sé qué decir de ella-. Bajé la vista, algo incómodo-. Aunque es una mujer fría, diría que sin escrúpulos. Cuando fuimos a Ignis hubiese matado a un niño si hubiese hecho falta, o así lo pareció, y ni la muerte de Prosper ni la presencia de esclavos en los subterráneos pareció perturbarla demasiado. Siempre me pareció que tenía algo oscuro dentro...

Miré mi plato un momento, ya vacío. Tampoco de la botella quedaba demasiado.
Lo que mejor hablaba de Lester, quizás, era que fuese amiga de Massen. Porque Massen era una buena chica. Y cabía la posibilidad de que la hubiese engañado, claro, pero la joven Massen no podía confiar en alguien tan despreciable.
Seguro que no confiaba en Browen.

-¿Vas a querer algo de postre? -inquiricé, alzando la vista hacia Lea. En mitad del gesto terminé por desviarla a una venta-. Parece que ha empezado a llover... Vaya suerte -comenté, casi hablando solo.

Escucho con atención, y siento poco a poco cómo crece la sensación de que me faltan datos en todo este asunto. Ladeo la cabeza.

-¿Desde que os declarasteis la guerra? -pregunto.

Pues sí que es seria la cosa... Y, desde luego, suelta de todo menos rosas por la boca. Aunque decido callar. Prefiero no ponerme incisiva con el asunto si vamos a empezar a hablar de insensibilidad ajena.

Iba a negar a su pregunta cuando el comentario sobre la lluvia me hace girar como un resorte la cabeza hacia la ventana. Roto los ojos. Pues qué alegría...

-Lo que faltaba... -murmuro. Acabo por suspirar-. Supongo que sí, que así hacemos tiempo, a ver si escampa.

Me rasqué la mejilla, algo incómodo. A ver cómo lo decía sin crear una situación desagradable. Tenía la sensación de que ya lo había hecho.

-Cuando llegué encontré a unos hombres muertos de camino. Luego la vi a ella, manchada de sangre. Saqué conclusiones y... nos enfrentamos. Los líderes nos llevaron a las mazmorras y desde entonces nuestra relación no fue muy buena-. Me encogí de hombros, algo tenso. Aquel resumen bastaba-. Admito que yo tampoco obré muy bien. Me avergüenzo un poco ahora mismo de lo que hice alguna vez...-. La miré, haciendo una breve pausa-. Era "el Gran Rick Dehnel". Tenía muchas grandes cosas que hacer, y luchar contra ella me parecía lo mismo que luchar contra la injusticia-. Al pensarlo fríamente me iba dando cuenta de mi comportamiento-. ... Y... Supongo que... No obré muy bien...

La había atacado en medio de los pasillos. La había insultado innecesariamente... Le había robado la ropa y huido con ella...
Visto de aquel modo, teniendo en cuenta que tras aquello ella había salvado mi vida, me sentía, de pronto, caer en la cuenta de que... había sido un tanto innoble.

Tomé la copa con ambas manos, mirándola algo decaído. Pues menuda decepción...

Aproveché el momento en el que pedíamos los postres para relajarme un poco. Me sentía como si hubiese traído la lluvia a mi propia cita con aquellas acciones pasadas.
¿Cómo había podido no darme cuenta?
Lo que no quitaba que Lester hubiese tenido siempre un aspecto sospechoso. Pero yo no lo había hecho correctamente.

"Cuando llegué". Solo cuando empieza a hablar ya veo por dónde van los tiros. Y por si me quedaban dudas, el relato termina de aclararlo.

-Ya veo que es un tema delicado -comento, un tanto irónica-. Pero no está de más que sepa esas cosas, creo.

Porque así, por ejemplo, puedo ahorrarme un mal trago hablando con casi una desconocida. O, por ejemplo, puedo evitar crear un mal ambiente mientras estoy hablando con Rick. Cosa que parece que he hecho esta vez, porque de pronto guarda absoluto silencio.

Me dedico al postre, que no tarda en llegar. He guardado algo de vino para acompañarlo, y ahora lo agradezco.

-No sé muy bien qué más podemos hacer como no pare -señalo, mirando de reojo por la ventana.

Asentí, serio. Ocultar aquello no tenía sentido. No era algo que fuese un secreto para muchos. Prefería que se enterase por mí que por otros. Al menos así no podría decir que lo había guardado en secreto, o algo así.
Tampoco tenía que decir que le había robado la ropa, o que a raíz de las peleas había recibido aquellos latigazos. Incluso los nobles hombres tenían derecho a los secretos si no era necesario decirlos. ¿No?

El postre me calmó un poco. Había pedido algo de tarta de chocolate, y el chocolate animaba bastante. O al menos aquello decían.
A mí me animaba.

-¿Quieres probar? -le ofrecí, recuperando poco a poco la sonrisa. Aunque se desvaneció un poco al mirar por la ventana-. Bueno, puedo dejarte mi capa para que te cubras. No es que sea mágica, pero te libraría de gran parte de la mojadura.

Me llevé un poco más de tarta a la boca.
Dehnel cobarde.

-Si quieres podemos buscar donde pasar la noche y volver por la mañana.

Al decir aquellas cosas me ponía algo nervioso, pero poco a poco iba ganando valor. Tampoco era tan diferente dormir juntos en Palacio o hacerlo en el pueblo.
Era magnífico en ambos sitios.

A su oferta, asiento. De hecho iba a pedirle un poco, así que en seguida he cogido directamente como mi cuchara. No soy una fan absoluta del chocolate, aunque sí me gusta. Y en este caso está bueno, la verdad.

Apuro el vino antes de seguir con lo mío. El chocolate tiende a quitar el sabor a lo demás.

Vuelvo a mirar por la ventana.

-Si te mojas tú no arreglamos mucho -remarco-. Aunque al final llega con un batzall al llegar para arreglar el problema. Pero es por ahorrarlo.

Me encojo de hombros ante su propuesta. Puede ser una opción, aunque siempre me siento más cómoda en Brontë. En conjunto, no me decido.

-Como prefieras -digo finalmente.