Plaza.

Viendo la facilidad que tenía para compartir acabé por hacer yo lo mismo y robar también un poco de su postre, anunciándolo con un "con permiso", pero sin esperar necesariamente una respuesta. Se volvía más cómodo poco a poco, notaba.
Era agradable.

Me sentí envalentonado de pronto. Quizás fuese el vino. O la repentina confianza surgida de compartir un postre.

-Vamos a Brontë. Yo pongo la capa para que te mojes menos -propuse, mirándola-. Y tú pones el batzall-. Sonaba menos increíble de lo que había pensado, la verdad. Incluso me sentí repentinamente avergonzado tras haber dicho algo como aquello.

No sonaba tan interesante con palabras. Pero la idea de encargarme de secarla recorriéndola con las manos mientras invocaba un batzall me hacía pensar que las posadas estaban más cerca.
Aquella idea hacía que la lluvia me importase mucho menos.
Pero no sonaba tan bien dicho de aquella forma, de nuevo.

Entre picoteos del plato ajeno y bocados al propio, pronto hemos terminado el vino, el postre y todo lo que se me puede ocurrir. Bueno, por poder, podría seguir pidiendo, pero, sinceramente, ya estoy bastante llena. Además, me ha quedado un sabor muy agradable en la boca.

Asiento a su propuesta, entretenida. Es más cómodo, a fin de cuentas. Allí tenemos todo lo que nos haga falta, así que...

-Bueno, entonces podemos ir yendo -propongo-. Porque no parece que vaya a escampar.

Pido la cuenta. No me apetece salir a la lluvia, pero cuanto antes salgamos, antes llegaremos.

Al final quedó de aquella forma. Aug... Augu... Se predecía una buena noche, después de todo, pese a las lluvias. Y como no parecía que fuese a ir a despejar en cuanto la cena estuvo pagada nos levantamos. Al asomarnos a la puerta el panorama no pintaba muy bien, pero como había prometido le ofrecí mi capa para que se cubriese con ella, evitando cuanto pudiese de la lluvia.
Al final había llegado a ser útil.

El primer contacto con el agua fue desagradable, frío, por supuesto. Y no tardé mucho en sentir la ropa y el pelo pegados al cuerpo, un recuerdo más del mal tiempo. Y sin embargo no importaba mucho, pese a todo.
Aquello no conseguía hacer que dejas de sentir aquel calor templado, expectante, agradable, que hacía ya tiempo que me recorría.

*se van*

Hoy el mercado está cerrado. Pues vaya puta mierda. Y yo que venía para eso... Me paso, de todos modos, por la plaza, que también tiene las tiendas habituales aunque no sean de artilugios tan interesantes. Aprovecho para mirar un par de gorras, que ayer me di cuenta de la utilidad que podrían tener, pero ninguna me va demasiado, y acabo por salir de nuevo a la plaza con las manos hundidas en los bolsillos pateando la nieve aquí y allá, mascullando cosas para mí misma.

-Ey, se te ha caído esto-. Lo escucho a mi espalda. No hago ni amago de volverme-. Tú, chica. Se te ha caído al suelo.

Primero me paro, con un gruñido para mí, y al final me doy la vuelta. Un tipo, un chrysos de esos, me tiende algo. Me acerco un poco. Es un pañuelo de tela. Lo miro, entonces.

-Eso no es mío -le digo sin más-. Tíralo si no lo quieres.

Alza las cejas un momento. Bueno, ni que yo tuviese cara de sonarme con esa cursilada. Luego sonríe algo apurado.
Venga, acaba, que tengo frío.

-¿Ah, no? Lo siento entonces -se disculpa-. Soy Enzo. Te había visto antes por aquí, pero pocas veces. ¿Eres de Brontë?

Estrecho un poco los ojos y acabo por asentir.

-Sí, ¿por qué? ¿Necesitas algo? Si tienes algún problema puedes hablar con Palacio y ellos te mandarán a alguien para resolverlo... A no ser que sea algo urgente. En ese caso puedo intentar...

Él se apresura a negar mientras hablo, con tranquilidad, riendo un poco. ¿Es imbécil o qué?

-No, no, no. Tranquila. No tengo ningún problema. Solo quería devolverte el pañuelo.

-Pero ese pañuelo no es mío -le aclaro de nuevo, un poco cansada de la situación.

Asiente. Veo que vamos a estar dando vueltas como burros, aquí.

-Entonces, si no es mío, ¿puedo march...?-. Espera. Un. Momento. Noto un tic en la ceja y lo miro algo escéptica, señalándolo-. ¿Es tuyo?

-Supongo que sí -responde, asintiendo de nuevo, con una jodida sonrisa.

Me cago en la madre que lo...
Carraspeo, repentinamente incómoda, luchando por no apartar la mirada. Es del tipo de tíos que merece que ahora me gire y me vaya indignada por...que sí.

-Así que... Bueno, soy... Soy Frikka, eeeh... Enzo, ¿no?-. Asiente-. Sí, Enzo. Y... ahora que te he ayudado a encontrar al dueño pues creo que voy a volver a...

-Buscabas algo, ¿verdad? ¿Te he visto dar vueltas de un lado a otro?

¿Qué eres? ¿Un espía de mi madre? Gente enferma, por favor...

-Sí, bueno. Venía a por un regalo -. Esto es incómodo. De verdad. Lo juro.

Él parece pensar un momento. ¿Quién coño es? Deja que me vaya, por favor.

-Bueno, mañana es el mercado. Quizás sea mejor día para venir, ¿no? Habrá más cosas.

Ya estoy asintiendo antes de que acabe, casi con prisa. ¡Al fin, joder! Una puta salida.

-Sí. Es que pensaba que era los martes, ¿sabes? Pero es los miércoles. Así que ya vendré mañana. Pero ahora me tengo que marchar porque tengo algo de prisa, eh... Venga-. Hago un gesto y me doy la vuelta. Mira qué suerte.

-Un placer -lo escucho aún a mi espalda.

Le hago un gesto breve con la mano para liquidarlo y luego suspiro, aliviada. Mejor me marcho ya, no vaya a ser que me siga...

*huye hacia Brontë*

El mercado ya había cerrado definitivamente hacía rato, pero ellos todavía no habían vuelto al palacio. Los bares de la plaza, aprovechando el tirón del día de mercado, habían atraído tanta clientela como habían podido, así que seguía habiendo cierto ambiente. Ya de noche, se podía estar todavía en las terrazas, y allí era donde Corbin y Alehyss se habían acomodado con algo de beber.

Corbin hacía más bien poco caso a la cerveza. De vez en cuando se animaba a mojar los labios, pero no acababa de acostumbrarse. Además, había suficiente gente para mantener sus sentidos en máxima alerta. Ya había tenido ocasión de comprobar, a lo largo de la tarde, que los peligros eran mínimos, pero no acababa de acostumbrarse.

-Ha sido interesante -resumió de todas formas.

No diría que me siento completamente satisfecha con lo que he adquirido, pero, de todos modos, pasar por los agobios del mercado era, de alguna forma, un mal necesario. Aún así prefiero hacerlo cuando tengo más tiempo. Pero he podido aprovecharlo para enseñar a Corbin un ambiente distinto del pueblo.
Ahora, sin embargo, descansamos. Él ha pedido cerveza, yo una copa de vino blanco.

-Un poco agobiante también -reconozco, tranquila-. Demasiada gente y demasiado alboroto. Cuando viajé por Fulmen estuve en uno todavía mayor, y el caos resultaba francamente estresante. Aunque, desde luego, se pueden encontrar cosas interesantes.

Dentro de lo que cabe, no me he hecho con nada extremadamente raro. No soy una persona de grandes ideas cuando se trata de esto. Nunca lo he sido.

Corbin asintió, pensativo. Lo cierto era que no había dado con nada tan interesante como para adquirirlo, pero entendía a qué se refería ella.

-Supongo que cuanto más temprano se venga más posibilidades habrá -aportó-. Algunos puestos de comida ya estaban en las últimas cuando llegamos. Quizá vuelva en otra ocasión.

Ella, como ya pensaba hacer, sí había comprado un par de cosas. Corbin había tenido ocasión de ver sus compras, pero tampoco le habían causado un interés demasiado grande. Probablemente, sus intereses no coincidían con aquello.

Asiento, con suavidad pero rotunda. Nunca he sido muy aficionada a estas cosas, pero negar eso sería una estupidez. En eso se han basado siempre gran parte de las reyertas entre compradores.

-Aquí es dos veces por semana, pero hay en lugares más aislados en los que pasa más tiempo de un mercado a otro. En esos casos la adquisición de productos cotizados se convierte casi en una batalla -comento, con un deje divertido en la voz-. Y, por lo que sé, también hay gente que se mueve por los mercados buscando piezas únicas entre todo lo convencional. Aunque imagino que este es demasiado recurrente para dar con algo como eso.

Por otra parte, quizás su aspecto simple pueda llegar a disfrazar objetos increíbles. De todos modos, no tengo moral para venir dos veces por semana a revisar todos los puestos para comprobarlo.

Corbin asintió. No había esperado encontrar gran cosa que llamara su atención durante el tiempo que había estado en el mercado, pero de todas formas, se había dedicado a estudiar los puestos, por si se daba el caso de que algo apareciera. Por supuesto, no había sido el caso.

-Considero que hay métodos más eficaces de encontrar objetos de valor -declaró, seguro-. Y también más interesante. De todas formas, puede ser útil aprender a mezclarse con la gente. Nunca se sabe cuándo va a ser necesario.

Corbin no solía planteárselo, pero no todos los encargos que se le hicieran tenían necesariamente que llevarse a cabo lejos de multitudes. Y él debía estar preparado para enfrentar todas las situaciones.

Bebo un sorbo de vino mientras él habla, entretenida. No es que sea la conversación más distendida que hemos tenido, pero el ambiente sí que es relajado, aunque él no deje de mostrarse algo tenso a cada poco, cuando echa miradas especialmente atentas a los alrededores. Y ya no deja de parecerme normal. He estado en entornos saturados con él algunas veces, y comprendo tanto su comportamiento alerta como lo que lo motiva, de alguna forma. No deja de ser interesante.

-Es posible que alguna vez sea necesario, como bien dices. Para pasar desapercibido tendrías que dedicarte alguna vez más a hacerlo. Para camuflarse con un entorno como este hay que mezclarse-. Miro un momento alrededor, brevemente, antes de volver a mirarlo a él-. ¿Sabes por qué llamas la atención? Por la tensión y la seriedad. Cuando todo el mundo se relaja pasa a ser la persona que está alerta la que es llamativa. Y quizás eso resulte amenazante, pero si hay alguien buscándote-. Me llevo la copa a los labios, bebiendo un poco más-, dará contigo enseguida.

Las amenazas pasan menos desapercibidas que los débiles. Supongo que el instinto de supervivencia motiva todo eso.

Con las palabras de Alehyss, Corbin no pudo sino rememorar su experiencia de incógnito con ella. Había sido interesante, desde luego, y había supuesto meterse en un papel que no era el suyo. Tomó la jarra de cerveza y bebió un poco, pensativo. Cuando la dejó, tenía los ojos fijos en ella.

-¿Qué tal se mezclaba Caleb con la gente? -preguntó, en cierto modo entretenido con su propia pregunta-. ¿Llamaba la atención? ¿Estaba demasiado alerta?

Bueno, él era así desde que tenía uso de razón. No le había quedado más remedio. Pero podía entender a qué se refería ella. Si alguien olía el peligro, la tensión, el ambiente, eso rompería cualquier intento de pasar desapercibido. El problema era que Corbin no solía huir, sino cazar. Quizá por eso le costaba hacerse a la idea.

FdR- Pausa

Caleb.

No puedo sino esbozar una sonrisa a su pregunta, y recordar las pesadas jornadas en carro, que llegaron a ser entretenidas de todas formas.

-Diría que era un hombre muy serio-. Y eso también la llama-, pero creo que en pareja pasó más desapercibido que en solitario -añado, llevándome de nuevo la copa a los labios, pero sin llegar a apoyarla y retirándola de nuevo-. Una mujer al lado puede transformar al guerrero más poderoso en un pobre hombre que se arrastra. Tenlo en cuenta.

Y todo lo contrario, por supuesto. No voy a diferenciar a ese respecto.

Corbin asintió, pensativo. El papel de Caleb le había parecido muy interesante, desde luego. Pero lo cierto era que debería haber preguntado a Alehyss sus impresiones al respecto hacía ya mucho tiempo. De todas formas, en aquel momento hubo otras cuestiones de las que preocuparse que dejaron el tema de la actuación como algo completamente secundario.

-¿Por qué ese efecto? -preguntó. Lo cierto era que la vida en pareja le resultaba muy lejana.

Volvió a tomar la jarra, y volvió a mirar alrededor. La vida nocturna empezaba a hacerse más y más evidente, desde luego. Se volvió hacia Alehyss.

-¿Bajas la guardia tú en estos ambientes? Puede ser que yo llame más la atención, pero tú también eres muy seria. Diría que en una mujer es una actitud que destaca más.

Esbozo una sonrisa divertida y bebo antes de responder, apoyando la copa con suavidad en la mesa. Vaya pregunta más complicada. Y más sencilla, por otra parte.

-Estaba siendo mordaz -confieso, entretenida-. A lo que me refiero es a que alguien puede ser tan fuerte como quiera y pueda llegar a ser, si se esfuerza. Pero si una persona se ata a romances...-. Me encojo de hombros-. La gente no sabe organizar sus sentimientos o apetencias. Y entonces hasta el más fuerte guerrero puede, por una mujer, ser inestable emocionalmente y dejarse llevar... O al revés. Por impresionarla puede cometer locuras fuera de toda discusión.

Diría que el amor es una enfermedad, pero esa sensación se extiende un poco más allá de él. Es ese aprecio desmedido, esa fantasía y admiración, la que resulta verdaderamente engorrosa. Nubla la cabeza y te hace imposible discernir según qué cosas. Mata, en muchas ocasiones, a la profesionalidad.

-La bajo mínimamente -le explico-. Sigo alerta, pero he vivido siempre en sociedad. No tiene nada que ver mantenerse alerta con estar rígido de la tensión. Y, en todo caso, si llamo la atención prefiero hacerlo por mi físico, por ejemplo, pero no por guerrera. En ese caso, si todos creen que lo que impone es la arrogante personalidad de una mujer fatal tratando de hacerse ver, eso será lo que verán.

Por supuesto, no soy camaleónica. En concreto, soy bastante llamativa, por la mezcla de razas. Y más en Fulmen, donde mi parte chrysos sería un perfecto disfraz.
De todas formas, no soy experta en camuflaje. Me gusta más la noche para pasar desapercibida que cualquier trapo con una personalidad a juego. Mis capacidades como actriz suelen ir empeorando donde empieza la vergüenza ajena.

Corbin había oído hablar de aquello. De todas formas, seguía pareciéndole completamente ajeno. Y, tal y como ella lo presentaba, casi parecía que llevar una mujer al lado diera a uno permiso de actuar como le viniera en gana sin llamar la atención. No estaba muy convencido de eso, pero Corbin no pensaba depender de una mujer para pasar desapercibido, así que asintió.

Sobre su descripción propia, asintió, pensativo. Corbin sabía que, cuando el enemigo olía la tensión, le ganaba una ventaja. Sin embargo, no estaba cómodo entre grandes multitudes, y eso empeoraba sus capacidades.

-Supongo que yo tendré en buscar otra excusa a mi actitud -señaló, dejando en su tono neutro habitual un matiz que podría invitar a la broma.

Una excusa para su actitud...
Esbozo una sonrisa terminándome el vino, dejando la copa vacía sobre la mesa y acomodándome en el asiento con un movimiento sutil, mientras pienso.

-¿Y qué podría ser? Estás en buena forma y, aunque eres atractivo, resultarías demasiado inaccesible enseguida. Te mire como te mire, no me sorprendería que aparecieses de pronto con un hacha -comento, entretenida-. Tendrías que trabajar un poco en eso de relajarte. Aunque siempre puedes pasar por un trabajador físico: un herrero, un minero...

Quizás entonces debería perder algo de pulcritud, o un poco de ese aspecto intelectual que tiene por ser tan estoico. No es que no pueda haber herreros listos, pero cuando uno quiere camuflarse tiene que buscar la mímesis con ciertos estereotipos, o basarse en ellos. Si eres el herrero más sabio del planeta tampoco pasarás desapercibido.

Corbin negó con la cabeza. No quería desprenderse de su identidad cada vez que se metiera en un mercado. Por supuesto, habría ocasiones para ello, como las había habido, pero no sentía ninguna necesidad de recurrir a una mentira para vivir entre la gente.

-Prefiero encontrar la forma de deshacer la tensión que creo -respondió, seguro-. No creo que sea más difícil que convertirme en herrero. En cambio, me será bastante más útil. De todas formas, tengo que acostumbrarme a cómo funcionan las multitudes. He visto bastantes menos que la mayoría.

Tomó una vez más su jarra, bebiendo despacio, probando a relajar un poco su postura. Los ojos, en cambio, dieron una vuelta más por la plaza antes de que dejara la jarra en su sitio.

-Tardará en resultarme natural.

Si llegaba a hacerlo alguna vez.

Es una decisión inteligente. A nadie le importará que sea o no guerrero si parece un tipo normal que camina por la calle. El problema será siempre esa aura de alerta que lo rodea. Parece preparado para que le salten encima en cualquier esquina.

-Las multitudes son complicadas porque son caóticas. No niego que entre toda esta gente no pueda haber alguien observándonos, camuflado, para atacarnos cuando nos movamos -comento, calmada-. Por eso es importante conseguir la unión del aspecto tranquilo con esa alerta interna.

Lo que no se puede permitir es que por pasar desapercibido no veas venir una evidente puñalada hasta que se ha hundido ya entre tus costillas. Todo tiene su límite.

Dejo ir un resoplido divertido a su sutil intento y me pongo en pie, rodeando la mesa hasta ponerme a su espalda. Me inclino un poco hacia adelante, hacia él, apoyando los brazos en sus hombros, en un gesto similar a un abrazo que no llega a serlo, en el que lo hago cargar con parte de mi peso.

-Intenta ignorar al resto -le digo, bajando algo la voz aprovechando la distancia menos, con tono tranquilo-. Tienes que saber que están ahí, pero imagina que son solo parte de un decorado -lo invito con calma.

Alerta interna. Aquello era lo que siempre se le había hecho complicado. Le costaba discernir, desde luego, tenía que admitírselo por lo menos a sí mismo. Le costaba mantener la atención cuando tenía un libro ante los ojos. Le costaba detener una pelea cuando había comenzado. De la misma forma, le costaba cubrir su tensión con una capa de aparente tranquilidad. Una serie de dificultades que siempre lo habían molestado.

Dejó que Alehyss se situara tras él, y fijó la vista en su copa de vino vacía. Los contornos de la vista, borrosos, no le permitían ver todo lo que había en la plaza. Los oídos captaban el zumbido general, y podía discernir voces particulares si prestaba atención, pero prefirió no hacerlo. Los olores salían a las terrazas, una mezcla de comida, alcohol y sudor de todo un día de ajetreo. Empujó las sensaciones a una amalgama general, tratando de ignorar la voz en su cabeza que le decía que cometía un error al hacerlo.

-¿Tú también? -preguntó finalmente, sin moverse en absoluto.

Guardo silencio un momento, dejando que trate de hacer lo que le pido. Imagino que no habrá ninguna señal cuando lo haya hecho, así que yo misma decidiré cuándo recuperar la palabra, pero su pregunta me da pie a ello.
Esbozo una sonrisa y contengo un comentario jocoso antes de negar con suavidad.

-A mí puedes tenerme en cuenta. Voy a tratar de explicarte el cómo se hace-. Es difícil, porque para mí es casi natural. Pero sí entiendo de alertas involuntarias, pese a todo-. En primer lugar, tus movimientos deben ser suaves, como si mirases el paisaje. Cuando mires a una persona de una multitud hazlo como si fuese un árbol o una piedra simples. Una mirada prolongada resulta innecesaria. Pasea la vista sin más.

Muchas veces terminan siendo, realmente, como un árbol o una piedra. Si aprender a ver paisajes en las personas acabas, muchas veces, viendo a los que destacan entre ellos. Como si en el hipotético paisaje introdujésemos animales al acecho, o algo semejante.

Corbin la escuchó en silencio, manteniendo el entorno como un simple fondo. Sus ojos pasearon entre las mesas de la terraza, sin fijarse necesariamente en las personas que allí se sentaban. En ocasiones miraba un zurrón, o una copa, o el cartel de la taberna. Al poco, volvió la vista de nuevo a la copa de Alehyss, dejando ir el aire por la nariz, en una especie de suspiro.

-Supongamos -murmuró- que alguien me está siguiendo. Que no es una simple alerta, sino que hay un motivo para ella. O que soy yo quien busca a alguien, si lo prefieres.

Calló, esperando la respuesta.

Propone una premisa interesante. Me incorporo un poco, reforzando la sonrisa.

-La gente se mueve según unos patrones. Si están en grupo no es lo mismo que si están solos. Si te siguiesen, notarías que en ese paisaje, en ese conjunto sin cara, hay alguien que destaca. Una persona que rompe los patrones, con miradas más acusadas. Suele probarse entonces a moverse en una dirección distinta, o a hacer un cambio de ritmo o algo que delatase a un perseguidor, pero para identificarlo bastaría, creo, con tu experiencia. Es más fácil incluso si dejas en segundo plano a los que no son más que objetos del entorno.

Termino por apartarme de él y recorro una vez más el lugar, entretenida. Podría decirse que llevo una sonrisa satisfecha.

-Lo de seguir tiene fácil arreglo -añado, volviendo a mirarlo-. Podemos escoger a una de todas las personas de todo este lugar y seguirla.

La idea es que no se de cuenta. Si lo hace, es cuestión de decirle que ha sido un error o, en el último de los casos, disculparse. "Somos guerreros de Brontë y estábamos asegurándonos de que todo estuviese tranquilo" es, tal vez, un abuso de poder inmerecido.

De nuevo, Corbin asintió. No dejaba de resultarle extraño hablar sobre aquellas premisas. Corbin había perseguido muchas veces, pero pocas habían sido hombres los que lo persiguieran. Y, normalmente, no había una multitud que pudiera fijar en él los ojos.

-¿Y cómo podría librarme de él sin alterar el resto del paisaje? -preguntó, interesado en los métodos que Alehyss pudiera utilizar.

Paseó una vez más la mirada por la plaza, en aquella ocasión de forma más casual, repasando los detalles que tenía tiempo de repasar y obviando los que en el primer vistazo le pasaban por alto. Un segundo vistazo podría servir para asegurar la información, pero lo evitó por el momento.

Corbin dudaba que tuviera que perseguir alguna vez a una persona simple, pero de todas formas asintió. No dejaba de ser interesante.

Pienso un momento. He vivido pocas situaciones como esa, pero las he vivido. Al final solo existen dos respuestas factibles. Tres a lo sumo, podría decir, pero rendirse no es factible.

-Todo dependerá, por supuesto. Puedes buscar una zona más multitudinaria para meterte entre la gente. Eso serviría si el perseguidor busca, como tú, pasar desapercibido. Si quieres enfrentarlo, podrías guiarlo a una zona alejada, claro. Y, bueno... A veces los disfraces han de romperse. Desde luego, si mi vida estuviese en juego terminaría por plantar cara antes de perderla. Pero prefiero mezclarme entre la gente, de todas formas. Si te pierden de vista puedes desaparecer. Aunque depende mucho del entorno. No es algo que puedas elegir, muchas veces.

Al final es un juego psicológico. El que domine la situación será el que salga vencedor. Si no te dejas llevar por el miedo y sabes cómo actuar puedes escapar de muchos problemas.

Como él contemplo el entorno entretenida. Es una elección sencilla pero complicada. Hay que elegir a alguien que se vaya.
Hago un gesto a un hombre para que traiga la cuenta y luego me centro en Corbin.

-¿Qué tipo de presa te interesa? -inquiero, divertida.

Corbin hablaba de matarlo, pero esa no fue la respuesta que Alehyss le preparó. De sus opciones, la más parecida era la de plantarle cara. Al final, era la única factible, probablemente, ya que permitía que el ambiente no se rompiera... al menos en un primer momento. Asintió una vez más.

A su pregunta, paseó la mirada por segunda vez, buscando asegurar lo que antes no había podido y encontrar información nueva. Hizo un recorrido diferente, poco dispuesto a caer en gestos repetidos que pudieran llamar más la atención. De todas formas, no lograba decidirse.

-Un hombre tiende a sentirse más seguro cuando va solo -. O, al menos, esa impresión le daba a él-. Especialmente si se trata de alguien fuerte. Salvo que diéramos con una mujer como tú, pero no hay tantas. De todas formas, cualquiera de ellos puede ser una presa, y por tanto, la elección es secundaria.

En otra terraza, una mujer se despedía del grupo con el que estaba sentada. Corbin trató de no mirarla demasiado.

-Supongo que cualquiera -declaró, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella, con un gesto lento, buscando llamar la atención de Alehyss hacia allí.