Río.

Dio un nuevo paso hacia la chrysos. Escuchó, desde esa posición, sus palabras, más preocupado que antes. Frunció ligeramente el ceño. Lo que decía, de alguna forma, le resultaba extrañamente familiar. Tragó saliva.

-Yo... -murmuró. Chasqueó la lengua. Luego suspiró-. No lo sé.

La miró. Realmente no lo sabía. Intentaría, evidentemente, ayudarles, pero ¿hasta qué punto? Imaginaba que aquello respondía al motivo por el que la chrysos le había preguntado si el fin justificaba los medios.

-Depende... -Volvió a hablar-. Intentaría protegerlos, sin duda, pero... dudo que fuese capaz de hacer ciertas cosas por ellos. Aunque quisiese protegerlos, hay cosas que no... No sería capaz de hacer.

Clavó sus ojos en los de ella.

Asiento lentamente.

-Eso mismo pienso yo, pero... -. Me encojo de hombros-. La vida siempre te pone en situaciones complicadas. Y en esos momentos, a veces parece no haber tantas opciones como uno esperaba...

Exhalo un suspiro.

-Me han puesto entre la espada y la pared... ¿Imaginas? Sin siquiera preguntarme qué opino o qué quiero... Y todo por un error del pasado.

Lyam frunció un poco el ceño. Empezaba a comprender qué ocurría. La chrysos había cometido un error, aparentemente hacía mucho, y por ese error ahora tenía que hacer algo que realmente no quería hacer para poder proteger a gente importante para ella. Eso lo entendía (no era muy difícil verlo; ella misma se lo había dicho). Lo que no sabía era qué tenía que hacer exactamente. Y por qué se lo contaba a él.

-Deberías decirles, en mi opinión, que no quieres hacerlo... -La miró-. No creo que... -Frunció levemente el ceño-. Yo... No creo que un error del pasado deba marcar todas tus decisiones...

Suspiró. Dio un paso hacia ella.

-Pero entiendo que es complicado...

Aparto la mirada, aplacada por sus palabras.

-Si no hago lo que dicen, ellos morirán. He ahí el chantaje... Y el mayor de los problemas... Si ellos muriesen, sería culpa mía.

Le doy la espalda y observo el cielo con calma. Se me nota triste, pero pese a todo prosigo.

-Y haga lo que haga siento que traiciono a alguien.

Niego lentamente, para mí.

Lyam parpadeó. Así que era eso. Eso explicaba por qué no se negaba. Y también muchas de sus preguntas. No explicaba, no obstante, por qué se lo contaba a él. ¿Por qué a él? Apenas habían hablado después de la misión, y ella le había dicho aquello a Heylel. No lo entendía. ¿Por qué se lo contaba a él y no a otro?

Cuando le dio la espalda, se acercó a ella, preocupado. Escuchó, en silencio, lo que dijo, notándose de nuevo nervioso. ¿Traicionar a alguien? ¿A quién?

-¿A quién crees que traicionas...? -preguntó, en voz baja, cerca de ella.

Tragó saliva.

Lo miro de nuevo. Un chispazo recorre mi rostro. Los ojos se encienden mucho un instante, recuperando luego su brillo normal. Tengo los músculos de la mandíbula crispados. Pero a pesar de todo eso...

-Si pudiera volver atrás y cambiar una sola cosa no tengo duda alguna sobre cuál sería, pero no se puede viajar en el tiempo...

Bajo la mirada, apesadumbrada. Ya debe de ser el momento... Y no dejo de sentir que el desagrado crece a cada segundo.

Frunció el ceño. La chrysos parecía extrañamente tensa. Y eso empezaba a preocuparle, a ponerle más nervioso. Inquieto, miró a ambos lados, sin saber muy bien qué esperaba encontrarse.

No había nadie.

Volvió a mirarla. Tragó saliva.

-Alehyss... ¿A quién crees que traicionas? -repitió. Clavó sus ojos en los de ella.

La voz de Jager no tarda en aparecer. Cierro los ojos con pesar. En estos momentos no quiero estar aquí.
Notar la mano del aether en mi hombro me hace volver el rostro. Ahora mismo Lyam está atado... Indefenso... Todo ha comenzado, y es por mi culpa.

No puedo evitar que un leve temblor inunde mi cuerpo. Lo miro con arrepentimiento. No lo comprenderá ni le parecerá correcto, pese a eso, pero...

El chrysos no tuvo tiempo a reaccionar. En cuanto escuchó la voz, intentó retroceder, alejarse del lugar, pero antes de que pudiese hacer nada notó cómo una chica le retorcía la muñeca, inmovilizándolo. El chrysos se retorció. Soltó un quejido y conjuró un chrysantae, tratando de apartar tanto a la parvus como a la serpiente que recorría sus brazos.

Alzó la vista al escuchar un aleteo. Observó, inmóvil, al aether que descendió desde uno de los árboles y que se colocó detrás de Alehyss, apoyando una mano en uno de sus hombros. Apretó la mandíbula y desvió la mirada, clavándola en los ojos de la chrysos. Ya no hacía falta que le respondiese.

-El mismo -gruñó, volviendo a mirar al aether. De reojo, observó al piscis que descansaba apoyado en un árbol.

Frunció el ceño. No entendía cómo no los había visto.

Aparto mi rostro de Jager, apretando las manos.

-No toques los huevos -gruño.

Lo que nos faltaba en este momento es un Jager cabrón. Ya está siendo bastante duro y gratuito. ¿No podría ser profesional por una puta vez en su vida?

Bajo la vista, entre nerviosa, afectada y molesta.

El chrysos soltó un nuevo quejido cuando la caeruleus le mordió la mano. Apretó la mandíbula y la miró de soslayo. Luego miró al piscis al que la caerulus se abrazó. Torció una sonrisa.

-Intentaba defenderme -gruñó. Volvió la vista al aether y a la chrysos. Ensanchó la sonrisa, torciéndola más-. Inútilmente, claro.

Clavó sus ojos en los del aether. Cuando habló, rió con sorna. Desvió la mirada, posándola en Alehyss. Frunció el ceño. Las palabras del aether no le sorprendían lo más mínimo. Y si hubiese preguntado todo lo que debió preguntar cuando tuvo ocasión, tampoco la situación le sorprendería. Probablemente, si hubiese hecho bien las cosas, ni tan siquiera hubiese sucedido.

Apartó la vista cuando el aether besó a la chrysos y observó el suelo. Cuando habló, volvió a mirar al aether. Torció una nueva sonrisa.

-Encantado, ¡Jager! -Ensanchó el gesto. Luego miró a Alehyss-. No sé cuánto te habrá hablado Alehyss de mí. -Volvió la vista al aether. Rió con sorna-. Imagino que bastante, pero qué sé yo. -Miró de nuevo a Alehyss-. Ni tan siquiera esperaba encontrarme con esto. Ha sido, sin duda, una gran sorpresa.

Me mantengo inmóvil en todo momento. Incluso cuando Jager se acerca a Lyam no lo sigo. Ni siquiera lo miro. Me quedo observando una porción de suelo que se encuentra a un par de metros a mi izquierda como si me fuera la vida en ello. Aunque, para mi desgracia, no puedo dejar de escuchar.

Alzo un segundo la vista y veo a Kourt, apoyado contra un árbol. Él siempre parece tan serio, tan entero... Da igual el peligro que corra. Nunca sabes qué pasa por su mente.

Ahogo un jadeo. Mierda.

Lyam esbozó una corta sonrisa cuando la caeruleus le dio un puntapié al aether. No entendía qué clase de relación tenían entre ellos, pero aquel gesto le había hecho gracia.

Más serio, contempló cómo la caeruleus se acercaba a él, frunciendo levemente el ceño. Cuando se detuvo, torció una sonrisa, casi chulesca, y luego observó al aether, Jager, que también se había acercado.

Ladeó la cabeza hacia un lado y ensanchó la sonrisa. Suspiró, cerrando momentáneamente los ojos.

—Me gusta hacer a la gente feliz. —Miró al aether, jocoso—. Qué le voy a hacer.

La expresión jocosa desapareció cuando el aether le agarró el flequillo. Entonces frunció el ceño y lo miró, furioso. Luego, al escucharle, rió con sorna.

Torció una sonrisa.

—No tengo permitido revelarlo. Lo siento.

El comentario de Jager me hace apretar la mandíbula con incomodidad.

-Y que lo digas...- gruño para mí.

Enseguida comienza la parte que menos me gusta de todo esto. Por si fuera poco, el idiota de Jager parece estar disfrutando. No teníamos suficiente con lo que tenemos... Además hay que soportar al maldito crío.

Cierro los ojos al oír el golpe. Luego alzo la vista, clavándola en el chrysos para comprobar su estado.

El chrysos no respondió al comentario del aether, pero sí buscó con la mirada a Alehyss. Durante un par de segundos, la observó, pero no tardó en volver la vista hacia Jager, frunciendo más el ceño cuando este le tiró del pelo. Volvió a torcer una sonrisa.

—No tengo nada que decir...

El rodillazo llegó antes de que terminase la frase, haciendo que se encogiese, inclinando el cuerpo hacia delante. Soltó un quejido, dolorido, pero, pese a todo, cuando el aether volvió a acercarse, esbozó una nueva sonrisa sesgada. De reojo, miró a la caeruleus, que se reía. Pensó en el favor que le haría estando callada. Luego miró a Alehyss durante unos escasos segundos.

—No tengo nada que deciros —repitió, casi gruñendo. Clavó sus ojos en rostro el aether—. Nada.

Le daban igual los golpes que le diesen. No tenía pensado decirles nada.

Ignoro las palabras de Jager y miro fijamente a Lyam a los ojos. Me cuesta abrir la mandíbula por lo tensos que tengo los músculos, pero, para mi sorpresa, consigo hablar con naturalidad.

-Respóndele, por favor -. Mi voz suena seca y algo cansada, pero no titubeo. Parece que todavía conservo algo de entereza.

¿Servirá de algo que se lo pida? ¿No es acaso ridículo?
Sé lo que es capaz de hacer Analyn... Incluso Jager, si se lo propone. Lo mejor que puede hacer es eso.
El muy imbécil de Lyam... Siempre tan bocazas y hoy no podía abrir la maldita boca.

Lyam apretó la mandíbula y observó al aether, en silencio. Un pequeño chispazo recorrió su rostro. Se sentía furioso. Y estúpido. Estúpido por no haberle preguntado nunca nada a la chrysos, por haberse preocupado antes por ella.

De soslayo, observó a la irritante caeruleus. Mientras la miraba, escuchaba las palabras del aether, pero no apartó la vista hasta que oyó la voz de Alehyss. Cuando la escuchó, clavó sus ojos en los de ella. Parpadeó. Recordaba la conversación que habían tenido hacía escasos minutos. Tomó aire.

Volvió a mirar al aether.

—La prefiero a ella. —Con los ojos, señaló a la caeruleus. Torció una sonrisa—. Además, tiene ganas.

Me acerco lentamente hacia ellos. Contemplo, entonces, cómo Jager alza a Lyam como si no pesase y lo empotra contra el suelo. Por suerte, se está controlando. Y, también por suerte, no ha permitido a Analyn hacer nada.

Llego junto a ellos y me agacho al lado de Lyam, mirándolo apagada con los ojos semiiluminados.

-¿Habías filtrado algo sobre mí? -inquiero, tratando de sonar lo más entera posible. Estoy nerviosa.

Si la respuesta es sí es probable que ya no sea seguro nada, por mucho que lo tengamos. Al menos, si hablase, podríamos saber a qué nos enfrentamos.

El chrysos soltó un nuevo quejido al chocar contra el suelo, dolorido. Frunció el ceño y apretó la mandíbula, notando cómo su espalda y sus brazos se resentían. Todo aquello sería mucho menos dolorosos si no tuviese los putos brazos quemados.

Tragó saliva, intentando calmar su respiración, que había pasado de ser uniforme a ser agolpada. Miró al aether, casi desafiante.

—No tengo nada que decirte —gruñó, furioso.

Clavó sus ojos en su rostro, y luego miró a Alehyss. Un nuevo chispazo recorrió su cara. La observó, pero no le respondió, ignorándola.