Salgo a paso ligero montado en un rocín beige de cascos ligeros. Mi objetivo es conseguir las plantas necesarias para preparar una poción. Pero para ello debo internarse en lo más profundo del Bosque de Lith, donde es posible encontrar ingentes plantas de interés mágico.
Parto de día. Así evito a la mayoría de la población y mi vista me lo agradecerá.
Una vez llego, me bajo del caballo y lo llevo de las riendas. Es mejor caminar a pie por estos lugares, así podré fijarme mejor en todo lo que busco.
La primera planta que necesito es una Mutante Picante. Creo que es uno de los retos más grandes a los que me he enfrentado. ¿Cómo atrapar a una planta que se desentierra y huye de ti y que aún por encima se camufla con las plantas de su entorno? Esto va a ser complicado.
Decido pues armarme con un palo que encuentro y comenzar a agitar toda rama y planta que veo. Si hubiese alguna, rápidamente echaría a correr y podría atraparla o, al menos, seguirle la pista.
Sin embargo no obtengo grandes resultados. Al menos durante la primera media hora. - Agh, Tristán... esto es más duro de lo que pensaba... Creo que voy a tener que recurrir a algo más rápido...
Me remango y extiendo mis dedos, formando pequeñas bolas de agua en la punta de ellos. Diez en total, para luego lanzarlos como perdigones en distintas direcciones. - ¡Aquaerum!
Las distintas bolitas golpean distintos lugares, con el fin de asustar a mi objetivo. Sin embargo parece no dar resultado las seis primeras veces que lo intento.
No fue hasta la séptima vez que pude observar como un pequeño pino, de aprximadamente un metro de alto echó a correr, alejándose de mi.- ¡Oye!- Chillo echando a correr tras él.
Conforme nos vamos alejando de la zona en la que había más pinos, el pinito se transformó en una dalila, pues eran las flores que más abundaban en la zona a la que se habían dirigido. Sin embargo, al no parar de correr, soy capaz de diferenciarlo, aunque resulta bastante engorroso.
Poco después consigo saltarle encima y meterlo en un pequeño zurrón que me acompaña, no sin antes arrancarle las raíces para que no se pueda escapar.
Me quito el sudor de la frente y resoplo. Ahora sólamente me falta un dábano que, por suerte, no tardo mucho en encontrar. Es bastante común (al menos en este frondoso bosque), por lo que rápidamente me pongo camino de vuelta a palacio. Saltez estará orgulloso de mi pequeña excursión.
*vuelve*