El bosque del cielo

El viaje hasta la isla no fue pesado, pero sí largo. Jun y Alehyss tuvieron que desplazarse hasta Humus para conseguir las monturas que los llevarían arriba. Tras intentar convencerlos de que alquilaran unos pájaros manifiestamente demasiado pequeños para ellos, la encargada de las monturas les ofreció por fin un único caballo alado que podía llevarlos a ambos. El animal, enorme y fuerte, demostró ser también rápido, y el ascenso duró menos de lo que esperaban.

Una vez en la isla, los chicos dejaron al animal en otra casa de monturas y pidieron indicaciones para llegar al pueblo que Loksass les había señalado. Era un pueblo pequeño, no a más de cuatro días de camino del lugar en el que estaban, y encontraron el camino casi como un paseo, a pesar de que los fríos vientos invernales no acompañaban mucho.

Llegaron al pueblo a media mañana del cuarto día, y se encontraron con que no era más que un pequeño montón de casitas pintorescas encajadas en un pequeño valle. El aire era fresco y el campo verde, y no había mucha actividad a la vista. Fue una chica que se encontraba leyendo en el porche, en una casa de aspecto muy cuidado, la primera que los vio. Al no ver a nadie más por la zona, los chicos se acercaron a preguntar por Austro, el hombre al que Loksass se refería en su carta.

Les sonrió cuando se acercaron.


-Austro no está en el pueblo -explicó, de buen humor-. Pero Buere os podrá ayudar. Sois los de Brontë, ¿verdad? No os imaginaba así. Una lástima que yo no pueda guiaros hasta el bosque. Lo habría hecho encantada -. Guiñó un ojo a Jun, pícara y poco sutil-. Es por allí -les indicó, señalando el camino principal del pueblo-. La casa de doce colores. Es pequeña, pero la encontraréis sin problemas.

Tras aquello, los chicos se dirigieron adonde les habían dicho. Efectivamente, no tardaron en encontrar una casa de colores chillones, resguardada junto a una pared natural de roca. De la chimenea salía un humo que esparcía por el aire un olor de lo más agradable.

La verdad es que desde que empezamos el viaje siento un poco de reparo. Sé que Alehyss es amiga de Massen desde hace mucho tiempo, y aunque he estado hablando con ella sobre el proyecto desde que empezó no dejo de perderle ese respeto raro que me causa, siempre tan seria y escueta. La idea de viajar con ella me resulta algo... intimidante.
Supongo que por eso me llega a sorprender que, al final, no lo sea tanto. No es que hable mucho, pero sí que me da conversación. No muy profunda, pero bueno... Y salir de Brontë para ver el mundo resulta de lo más interesante.

Nunca había estado en Humus, tampoco. Disfruto de los paisajes, y no puedo evitar sentir curiosidad viendo las construcciones tan pequeñas. Parecen, muchas veces, como maquetas. Y luego, subir a Ventus...
Nunca había volado. y he de decir que asusta, pero también es como... la completa libertad. Aunque la vez que miré al suelo terminé por agarrarme a Alehyss tan fuerte que luego no supe cómo mirarla. Aunque ella no hizo ningún comentario.

La mayor parte del tiempo lleva puesto mi amuleto. Es más cómodo que ir escribiendo en la pizarra, y ella no sabe hablar con signos. Aunque me ha pedido que le enseñe un poco y hemos dado algunas letras. Al menos es algo que pudimos hacer mientras simplemente viajábamos, para llenar los momentos aburridos.

El frío en Ventus es como Lluvia dijo, pero por suerte he escogido buen abrigo. Al final no traje la capa que me regaló para no romperla, pero sí el gorro de Massen, por si me caigo. Es una ridiculez, porque si me cayese desde aquí no habría casco que me salvase.

Al cuarto día llegamos a un pueblo que bien podría ser un cuadro. No hay demasiada gente, pero no tardamos en ver a una chica y nos acercamos. Alehyss es la que pregunta, mientras yo solo miro, con una sonrisa tranquila, esperando a que nos informe para seguir. Y entonces noto cómo me ruborizo, cuando me guiña un ojo, y componiendo una sonrisa algo torpe y tensa alzo la izquierda para repetir el saludo.
Qué tonto...

Alehyss se encarga de que sigamos andando y voy tras ella, algo azorado por el comentario que me dedica. Luego, sin contratiempos, llegamos al sitio indicado.
Aspiro el aire, curioso, tratando de identificar el olor. Desde luego, la casa es extraña...

Avanzamos hasta la puerta y, tras una mirada interrogante a mi compañera, llamo dos veces y espero, haciéndome un poco a un lado para que lleve ella el protagonismo del diálogo.

Aunque el viaje sea largo trato de agilizarlo lo máximo posible. De todos modos, se tarda un tiempo en ir a Humus. Aprovecho eso para despejarme un poco de las obligaciones de Brontë, aunque la compañía no me permite seguir por completo el ritmo que me sería cómodo.
Una vez en Humus tenemos algunos problemas para subir. Una vez conseguimos la montura apropiada, no obstante, no es difícil hacerlo. Volar me recuerda un poco a Jager. Él nunca me llevó tan arriba, pero sí que me enseñó la sensación que genera el aire.

Ventus es impresionante. Al menos la parte del borde, desde la que se ve Humus. Si te alejas termina por ser tierra normal, y hasta te olvidas de que estás flotando. Aunque sigo pensando a ratos que podríamos caer de golpe con la isla debajo.
No hay nada que pueda hacer contra eso, de forma que no debe preocuparme.

Tardamos cuatro días en llegar al sitio: es un pueblo algo alejado de todo. No me desagradan los sitios tranquilos, aunque tanga curiosidad por las ciudades de aquí; no he venido a eso.

Una chica nos indica que Austro, el hombre al que buscamos, no se encuentra ahora mismo en el pueblo. El primer problema llega pronto, pero ella le da solución igual de rápido y nos remite a otra persona: Buere.
Le doy las gracias y pronto me pongo en marcha. Y digo que me pongo en marcha porque cuando he dado dos pasas me doy cuenta de que Jun se ha quedado atrás. Evito rotar los ojos.

-Venga, Jun. Ya tendrás tiempo para eso luego -le digo, lo suficientemente alto como para que incluso ella me escuche.

No nos es difícil dar con la casa. Cuando lo hemos hecho (y supongo que evidentemente es esta) Jun se encarga de llamar y esperamos a que alguien nos abra.
No me gustan los contratiempos. Espero que no contar con Austro no sea uno.

Después de que Jun llamara a la puerta, esta no tardó mucho en abrirse para ellos. Una extraña aether de colores tan vivos como la casa fue la que les abrió la puerta, mirándolos con una enorme sonrisa y una mano en la cadera, ligeramente inclinada hacia adelante. Vestía con ropas no menos extravagantes que su aspecto, con un montón de artilugios extraños colgándole de la colorida ropa y unas extrañas botas que hacían parecer que tenía también pies de ave.


-Vaya, vaya, pero si son los amiguitos de Loksass -aventuró mientras los estudiaba a ambos con interés, centrándose un momento de más en Alehyss-. Sois los de Brontë, ¿verdad? No me gusta confundir a la gente, aunque ahora mismo no esperábamos a nadie más -. Abrió más la puerta, dejándoles espacio para entrar-. ¿Queréis tomar algo? A lo mejor es un poco tarde para el desayuno, pero mejor tener energías para lo que nos espera. Pasad, pasad.

Echó a andar por delante de ellos, guiándolos por la casa. Esta resultó tener un aspecto tan particular por dentro como por fuera. La chica pasó de largo unas escaleras que subían al segundo piso y se dirigió hasta la puerta al fondo del pasillo, que resultó ser la cocina. Cuando la abrió, el mismo olor agradable que se esparcía desde la chimenea invadió el pasillo.

La aether preparó dos sillas para ellos en torno a la mesa, se sentó en una tercera y se sirvió una tortita de una fuente.

-Soy Buere, por cierto. Supongo que preferiríais que os atendiera mi padre, pero os aseguro que no tendréis queja con la diferencia. Yo siempre digo que sé hacer el paseíto más agradable -. Les tendió la fuente de tortitas-. ¿Queréis? Los platos están en ese mueble, sobre las sartenes, y los cubiertos en el primer cajón. Estáis en vuestra casa.

La persona que nos abre resulta ser un tanto excéntrica. Me llego a encontrar con que he alzado un poco las cejas en un gestos de leve sorpresa al verla, por lo que al momento lo erradico, pasando al neutral que resulta tan habitual.

-Somos de Brontë -confirmo, asintiendo con suavidad pero firmeza cuando ella pregunta-. Acabamos de llegar al pueblo. Nos indicaron que viniésemos a esta casa -le explico.

Accedo a que entremos no por comer, sino por tener una buena explicación de la situación. Aunque es innegable que ya olía bien desde fuera, y que no hemos comido en las últimas horas.
Examino la curiosa casa en silencio, ya dentro, buscando algo que llame la atención por encima del resto de cosas. Algo que se salga del patrón.

No es hasta que entramos en la cocina que se presenta, amparada por el aroma de la sonrisa. Por mi parte, le dedico una sonrisa escueta y una leve inclinación de cabeza.

-Soy Alehyss -le digo, y hago un gesto hacia mi compañero-. Él es Jun. Es mudo, de modo que me encargaré yo de la comunicación-. Lo que tenga que decirme él, a mí o a ella, lo hará mediante el amuleto, a través de mí.

A lo que dice luego no puedo evitar pensar si no será cierto. Se nos recomendó que buscásemos a Austro, pero no sé si es realmente un problema que él no esté. Es algo que, imagino, no sabremos hasta que todo esto haya terminado.

-Si no hay más cambios que la persona supongo que lo único que podremos lamentar es no haberlo conocido -comento-. Pero no tenemos ningún inconveniente con que seas tú la que nos guíe. Al menos no yo-. Miro a Jun un momento.

Tras agradecer la comida dejo que sea Jun el que se haga con los platos, y yo me dirijo a la mujer.

-¿Hay alguna condición o detalle que debamos conocer? -le pregunto, llevándome el primero trozo de comida a la boca y alzando las cejas. He de admitir que incluso me muestro algo sorprendida-. Está bueno -admito.

Puede que me exceda de escueta, a veces.

Cuando nos abren la puerta...
Bueno, supongo que viendo la casa no es raro, pero guau. Tiene un aspecto de lo más curioso. Tengo que obligarme a dejar de mirarla para ser un poco educado. La saludo con un gesto y agradezco tremendamente que Alehyss acepte su oferta, porque tengo un hambre...

Avanzamos por los pasillos y de nuevo lo miro todo, curioso. Se nota que lo ha decorado ella, desde luego. A ver si consigo recordar todo esto para contárselo a Massen y a Lluvia.

-¿Me presentas? -le pregunto a Alehyss cuando Buere lo hace, y cuando mi compañera dice mi nombre le dedico una sonrisa cortés y una inclinación de cabeza, en lo que agradezco a mi compañera lo que hace.

La verdad es que solo con oler la comida se me hace la boca agua. Sigo con la mirada el sitio que nos ha indicado, en el que se guardan los platos.

-Ya me encargo yo -le digo a Alehyss, antes de que diga nada. Por si acaso no quiere. Yo voy a permitirme, por hoy, ser maleducado y aceptar la oferta sin réplica.

Sirvo la comida y me la llevo a la boca, descubriendo que es mejor de lo que pensaba. Ojalá pudiese llevar de estas a Brontë. Están mejor que las de allí...

Saco la pizarra, veloz, y escribo en ella.

"Deliciosas.", le confieso. Sin más. No hace falta más. Mi cara rebosa sinceridad.

Luego procedo a escuchar. Quizás si como en silencio mientras ellas hablan pueda coger alguna tortita más al acabarme estas sin que se den demasiada cuenta.

Cuando Alehyss señaló su mudez, Buere dedicó a Jun una mirada extraña, difícil de descifrar. De todas formas, se mantuvo educada y agradable, sin hacer el menor comentario al respecto. Ya que Jun no colaboraba con la conversación, centró la mayor parte de su atención en Alehyss, aunque le dedicaba de vez en cuando una mirada o una sonrisa.

Se echó un poco hacia adelante en la mesa, divertida.

-Habríais lamentado más no conocerme a mí -aseguró-. Lo hago mucho más divertido.

Se dedicó ella también a comer, evidentemente relajada y cómoda. Asintió al comentario de Alehyss.

-Vas rápido, ¿eh? -comentó-. Vamos a subir la colina hasta la cima. Desde allí iremos volando al bosque del cielo -. Dedicó a ambos una mirada burlona-. Supongo que la magia aether no es vuestro fuerte, ¿a que no? Tranquilos, eso no os impedirá venir de excursión. Tenemos forma de haceros volar. Yo me encargaré de coger la madera, y vosotros seréis mis protectores, y mantendréis bien lejos a las falsas gayatris.

Soltó una risa divertida al ver la reacción de ambos ante la comida, aunque no parecía en absoluto abrumada por los cumplidos. Los aceptó con toda naturalidad.

-¿Verdad que sí? Las recetas que pasan de generación en generación son siempre las mejores -apuntó.

Mientras ellas hablan presto atención, comiendo en silencio. La verdad es que me gustaría llevarme algunas para el viaje, pero creo que sería abusar demasiado. Quizás podamos comer alguna a la vuelta, después del viaje...
¿Por qué estoy pensando tanto en comer? llevo una racha que tengo hambre siempre. No lo entiendo, de verdad...

"¿Qué son las falsas gayatris?", escribo veloz, mostrando enseguida la pizarra a la que será nuestra guía.

Dedico entonces una mirada a Alehyss, levemente preocupado. No digo nada, que no quiero parecer un débil, pero la verdad es que me asusta un poco que sean unas bestias enormes, o algo así. Aunque imagino que no lo serán más que aquellos yetis que atacaron Palacio hace un tiempo y que podremos soportarlo.
Yo confío en ella. Lo que espero es estar a la altura...

La mujer se muestra simpática en todo momento, segura de sí misma y lo que puede hacer para nosotros. Me gusta que la gente que va a colaborar conmigo se muestre firme. Quizás no estén a la altura de sus palabras, pero al menos ya prometen algo.

Como en silencio mientras ella nos va explicado lo que será el trayecto, aunque un poco por encima. Cuando menciona que seremos los encargados de protegerla alzo un poco las cejas, sin ocultar la legítima curiosidad. Al fin y al cabo, se trata, efectivamente, del trabajo que nos encomendarán, y es importante que estemos bien informados al respecto para poder proceder con la mayor eficacia posible.

Jun pregunta primero, pero pese a todo hago mis propios comentarios para enriquecer su duda.

-¿Sus ataques están relacionados directamente con la madera o con la entrada en el bosque? Imagino que el nivel de agresividad es alto, pero querría saber si el desencadenante es ese o algún otro para tratar de evitarlo en la medida de lo posible. Sin embargo, nos encargaremos de ello -le indico, con un asentimiento.

Acabo de hablar y termino la comida, entonces. En lo que a mí respecta, estoy preparada.

Buere miró a Jun con extrañeza un momento, pero al final acabó por asentir, como si cavilase para sí. Al momento, Alehyss aportaba sus propias preguntas, así que esperó mientras ella hablaba, dando cuenta de su comida, antes de responder a ambos.

-Las falsas gayatris son unos bichos muy molestos -respondió-. Los reconoceréis al momento. Tienen cuerpo de pájaro y cabeza de mujer, y son unos pajarracos de lo más agresivos -. Se volvió hacia Alehyss con una sonrisa divertida-. Los árboles del bosque del cielo se mueven continuamente, y son rápidos. La única forma de calmar los movimientos es haciendo ruido, y cuanto más, mejor. Es así como nos acercamos a ellos. La alternativa sería acabar hechos astillas, podéis estar seguros -. Asentía mientras hablaba, tratando el tema con evidente tranquilidad-. En cambio, hacer ruido trae otro problema. Las falsas gayatris viven allí, y son muy territoriales. Cualquier ruido ajeno a ellas las revoluciona en seguida. Tienen unos aires de superioridad muy curiosos, y todo lo toman por presas. Intentarán cazarnos. Y vosotros me mantendréis a salvo. No creeríais que los leñadores de aquí son corrientes, ¿no? El negocio tiene sus riesgos.

Cuando estuvo segura de que los tres hubieron terminado, se levantó y recogió los platos, atenta por si había más preguntas. Después, los guió por el pasillo hasta el piso superior, que resultó ser un desván con un claro aspecto de taller-laboratorio. Los cachivaches se amontonaban en mesas y estanterías sin ton ni son, en todas sus variedades. Buere los hizo esperar mientras buscaba, hasta dar con dos cascos de color de bronce, que ofreció a los chicos.

-Decídmelo si hace falta algún ajuste -. Miró a Jun, entretenida-. Creo que vas a tener que renunciar a tu gorrito, chaval. Puedes dejarlo aquí, y ya lo recogerás luego. La cabeza la vas a tener igualmente cubierta.

Después, los guió hacia la entrada, donde recogió una ballesta y dos hachas de distinto tamaño que cargó consigo. Los miró.

-¿Algo más que os haga falta? -preguntó.

Desde luego, parece que nos esté hablando de algo de fantasía: pájaros con cabeza de mujer... Nunca he visto algo así. Pero parecen peligrosos, y no debemos bajar la guardia porque no hemos venido aquí a jugar o a hacer turismo.
Yo creía que ni a luchar, pero creo estar preparado para algo como eso.

Es entonces cuando me doy cuenta y dedico una mirada breve a Alehyss, frunciendo el ceño.

-¿Cómo vamos a luchar si esos árboles "vuelan"? -le pregunto, sin variar la expresión ni mover los labios-. Creí que se trataría de otro tipo de territorio, pero luchar desde una montura...

Y quizás sea más fácil para mí que para ella, que no cuenta con ataques de lejos. Que para eso ha venido...

Tras aclarar un par de cosas nos guía a un piso superior, una especie de trastero o desván en el que tiene un montón de artefactos extraños. No puedo sino mirarlo todo con ojos ávidos en lo que ella busca, tratando de sacar ideas o de comprender aquellas cosas que parecen tener poco sentido.
Cuando vuelve con nosotros también la miro con mucha curiosidad. Lleva un par de cascos en las manos. Me apresuro a quitarme el gorro de Massen para ponerme el que me ofrece ella, ajustándomelo y esperando una explicación a lo que tengo sobre el cráneo.

En cuanto a todo lo demás, me siento preparado. La verdad es que estoy hasta algo emocionado con esto.

Tomo nota mental de cada uno de los datos que Buere la nos da sobre las falsas gayatris. Me interesa saber cómo evitarlas, contrarrestarlas y, cómo no, identificarlas, que será lo primero que tengamos que hacer con ellas cuando ataquen.

-¿Tienen algún punto débil específico? -pregunto entonces-. ¿O son como una bestia cualquiera?

Cabeza, alas, ojos, puntos vitales... Los animales somos todos bastante simples, por lo general, cuando se trata de matarnos.

-Lo haremos -repito finalmente, asintiendo con firmeza-. Puedes contar con nosotros. Tengo experiencia en luchar contra muchos seres diferentes, y la pondré a tu disposición sin ningún problema -le aseguro. La pregunta de Jun, sin embargo, da en el clavo, y pronto me encuentro transmitiéndole a ella su duda-. ¿Con qué tipo de desplazamiento contaremos?

La respuesta tarda en llegar. Tenemos que ascender al desván. Pronto descubrimos en él toda clase de artilugios cuyos usos no logro descifrar a primera vista. La mantengo vigilada mientras busca, curiosa, aunque dejándole espacio y dedicando algunos momentos a revisar los artefactos. Cuando regresa con los gorros alzo las cejas, seria, pero curiosa.

-¿De qué se trata? -inquiero, tomando el que me ofrece y esperando a su respuesta para probármelo.

A su última pregunta, la miro. Jun parece listo, y ella también.

-Imagino que contaremos con provisiones en caso de que el trayecto sea largo. Por todo lo demás, estamos listos -le digo, decidida.

Buere rió ante la ocurrencia de Alehyss, y acabó por encogerse de hombros.

-Bueno, supongo que todos tenemos puntos débiles, pero si estás buscando alguna clase de botón que las apague, no es el caso -respondió, entretenida-. No dejan de ser aves: las alas son puntos delicados, por ejemplo. En realidad, no es que tengan un cuerpo muy bien protegido. Pero son rápidas, relativamente fuertes y, sobre todo, muy molestas. Si al menos se estuvieran calladas... Odio a esos bichos.

La seriedad y disposición de Alehyss le hizo esbozar una sonrisa, mientras la miraba con evidente interés. Asintió, aceptando su motivación. Nunca sobraba.

Cuando la chica preguntó por la forma de desplazarse, Buere ya se estaba levantando.

-Ahora lo vemos -dijo simplemente.

Y, efectivamente, los chicos no tardaron en tener consigo los artilugios que necesitaban. Por supuesto, lo primero que provocó eso fueron más preguntas, pero Buere ya contaba con que así sería.

-Estos sombreritos están hechos especialmente para gente desalada como vosotros -explicó-. No sabéis lo que nos ha costado perfeccionarlos, pero a estas alturas funcionan bastante bien. Como no tenéis una forma de volar que os permita haceros a la idea de cómo funciona, basan los movimientos en la natación, que os es más instintiva -. Se encogió de hombros-. Aunque tampoco es necesario ser piscis para moverse con ellos. Utilizan vuestra magia y vuestra energía, así que cuanto mejores magos seáis, más capacidad de movimiento os darán. Espero que eso tampoco sea ningún problema. No os recomiendo que los utilicéis todo el rato, aunque podemos probarlos cuando lleguemos a la parte alta de la colina, no sea que luego no os encontréis cómodos. Por ahora no los uséis: no conviene que os agotéis antes de tiempo, y luego no vais a tener mucha oportunidad de descansar.

Ya iba a ponerse en marcha cuando Alehyss intervino de nuevo. A Buere le divertía lo precisa y perfeccionista que era. Se encogió de hombros.

-No es un trayecto largo -respondió finalmente-. Por eso hemos desayunado antes de salir, para evitar las provisiones. Podemos llevar unas botas de agua, si queréis, pero no os recomiendo que vayáis muy cargados. Os entorpecería.

Una vez estuvieron listos, los guió más allá del pueblo, colina arriba. El sendero no parecía muy transitado, pero pese a ello, no estaba en mal estado y resultaba sencillo avanzar por él. La fauna y flora boscosa los rodeaba, ofreciendo frescor a la marcha. El camino no ascendía de forma directa, así que no era empinado. Parecía más bien un paseo. Buere, por su parte, se mostraba en todo momento amigable y dispuesta a dar conversación.

Anoto mentalmente lo que tiene que decirnos sobre las falsas gayatris, pero al final parece que será mayoritariamente un trabajo de improvisación. Si se trata de una bestia como otra cualquiera la dificultad la pondrá el medio de transporte y su propia movilidad.
En cuanto al primero, es lo siguiente de lo que tenemos que encargarnos.

Tengo el gorro entre las manos mientras escucho su explicación. Resulta impresionante, desde luego. O lo resultará si cumple lo prometido. Pero en mi caso hay algo más que quiero tener en cuenta. Un estigma, por así decirlo.
Mi estigma.

-No soy muy hábil con la magia -confieso, con el semblante serio. Es algo que me pesa, pero no implica que deba mostrarme avergonzada por una realidad. He de asumirla-. Espero que eso no represente un problema demasiado grande.

Cuando lo pruebe saldremos de dudas. En todo caso, si no se trata de electricidad es posible que pueda mantener una mayor estabilidad: es lo que me pasa con los hechizos que no pertenecen a mi raza.

Tras haberlo aclarado todo y resaltar que no es necesario llevar provisiones acepto lo del agua, ofreciéndome a cargarla si es un engorro, y emprendemos por fin la marcha al exterior. Trato de concentrarme durante el trayecto en mi magia, buscando despertarla de alguna forma, pues tendré que usarla pronto. Pese a todo, hablo un poco con Buere durante el trayecto, preguntando algunas cosas sobre el pueblo y el lugar al que vamos, o transmitiendo lo que Jun quiera decir si lo veo pertinente.

Ya armados con la información que Alehyss ha obtenido preguntando a Buere nos preparamos para enfrentarnos al problema del vuelo. Yo me encuentro alterado de la cantidad de objetos raros que hay por aquí; quiero saber qué son, qué hacen... Y en este caso parece que tenemos derecho a preguntar al menos por los cascos que nos ha dado.
A medida que habla los ojos se me iluminan, y termino mirándola incrédulo, pero con una ilusión subyacente. Y ahora ya no sé si ir a Aqua a encargarme del arma de Alehyss o quedarme aquí y pedirle que, por favor, me enseñe a hacer cosas como esa.

En un segundo he sacado la pizarra y estoy escribiendo veloz en ella para mostrarle algún mensaje.

"¿Hay alguna forma de saber cómo funciona esto?" "¿Los haces tú?"

Escucho la conversación sobre comida, pero al mismo tiempo me dedico a tocar el casco que llevo con suavidad, o a observar el que tiene Alehyss, apenas un momento, siendo consciente de pronto de mi comportamiento y forzándome a calmarlo.
Al menos dice que en la colina podremos probarlos, y con esa idea en mente emprendo el viaje con Alehyss, guiados por Buere, sin poder dejar de imaginar cómo funcionarán y qué sensación será la de volar con esto en la cabeza.
No puedo unirme mucho a la conversación, pero a veces, pocas, le digo Alehyss que le pregunte algunos detalles técnicos del artefacto, como el tipo de magia que usa, si es que no se opone a revelar un poco de información a alguien muy interesado por este tipo de ciencia.

Buere examinó un momento a Alehyss con curiosidad, meditando sus palabras. Al final, su respuesta fue una sonrisa. Con las manos en las caderas, se inclinó ligeramente hacia adelante, como si observándola más de cerca fuera a darle más datos sobre su magia. Al cabo, se encogió de hombros, restándole importancia.

-No tengo ninguna opción alternativa que ofreceros -explicó, con tono despreocupado-. Mientras puedas usar magia, ya sea mejor o peor, funcionará. Cómo de cómoda estés con él es algo que te corresponde a ti descubrir. Os daré un tiempo para adaptaros a él.

Las repentinas ansias de Jun por hacer preguntas por sí mismo llegaron a hacerla reír. De nuevo, se encogió de hombros hablando con la misma tranquilidad que si estuvieran comentando el tiempo.

-Bueno, en parte -explicó-. El diseño del casco no es mío, y las funciones mágicas están hechas en colaboración con mi madre. Desde luego, sin mí habría sido imposible, ya que yo planteé la idea, pero...

Buere los guió por la colina charlando con ambos, claramente animada, contando una nueva anécdota cada pocos pasos. Parecía tener mucho que decir del lugar. También atendía a sus compañeros, sin monopolizar en ningún momento la conversación, pero asegurándose de mantenerla activa. Hablaba principalmente con Alehyss, pero a través de ella le explicó a Jun que los cascos tenían una base de magia aether y un mecanismo capaz de canalizar de esa forma la magia neutra del usuario. Según dijo, había supuesto años y años de investigación, e incluso se había paralizado el trabajo después de que su madre lo hubiera dejado. Al final, bien pensado, eran relativamente nuevos.

Cuando llegaron a la cima de la colina, se encontraron por fin con lo que había al otro lado. El paisaje era sobrecogedor. Los árboles, frondosos y enredados, flotaba en el aire, moviendo las ramas y raíces con evidente violencia, en apariencia por causa de los fuertes vientos que debían agitar la zona. Buere se volvió a ellos con una sonrisa de orgullo, casi como si aquello fuera cosa suya.


-Por el momento, intentad no hacer ruido -recomendó-. No estamos cerca aún, pero es mejor no arriesgarse. Aquí podéis probar los cascos. Tenéis que pensar hacia arriba. No me preguntéis cómo. Hay quien salta, hay quien mira al cielo... Buscad la forma. Después es muy parecido a nadar. Como en el agua, tenéis que estar en movimiento todo el tiempo para evitar caer como una piedra. El aire es mucho más ligero, así que os moveréis más fácilmente, pero también será más peligroso si caéis. Decídmelo cuando os veáis seguros y volaremos hasta allí.

Su respuesta no admite réplica, y yo no he venido aquí a replicar. Si es así como funcionan tendré que hacerlos funcionar. Es una buena excusa para trabajar en lo que se me da mal en vez de rehuirlo. Aunque, sinceramente, prefería haberle quitado un poco el óxido a esa parte de mí antes de llevarla a la práctica. Quizás sea, una vez más, un buen motivo para obligarme a practicar la magia.

Entre una charla informal y detalles técnicos sobre el artilugio terminamos llegando a la cima de la colina a la que nos dirigíamos. Al mirar más allá y descubrir el bosque de cielo me siento algo sobrecogida. Parece imposible que lo que tengo frente a mí pueda estar sucediendo con tanta calma, incluso teniendo en cuenta que estoy en una isla que flota.

-¿Toman agua y nutrientes del aire? -llego a preguntar, con suavidad, dirigiendo una breve mirada a nuestra guía.

Sus palabras determinan que es aquí donde podemos empezar con la práctica. Me acomodo el casco, entonces, y me vuelvo un poco, quedando de perfil, casi de espaldas a ellos, para concentrarme sin perturbaciones.
Cierro los ojos e inspiro hondo.
Si es una cuestión de magia, no soy gran cosa, pero si es cuestión de alturas... He pasado mucho tiempo en ellas: subida a árboles o a tejados o, por supuesto, sostenida por Jager. No era el volador más rápido, pero sí firme y potente, aunque dentro de su brusquedad habitual.
Recuerdo la sensación que tenía cuando sabía que él iba a recogerme. Muchas veces saltaba desde un lugar alto, como los árboles o los tejados. Confiaba en que me cogería y nunca falló.

Me concentro en eso. Trato de recrear la sensación de seguridad que tenía cuando saltaba. Esa sensación de que, pasase lo que pasase, pronto algo me sostendría y nunca llegaría el golpe contra el suelo.
También intento recordar la sensación del cuerpo ligero, cargado por otro. Yo solo he de indicar el lugar al que quiero ir, y simplemente pasará.

Tardo un rato en conseguirlo, pero llegado un punto sí que noto esa ligereza. Intento entonces, sin perder la concentración, elevarme un poco más y hacer algunas maniobras sencillas, buscando acostumbrarme a la sensación.
Desde luego, no es para nada como volar llevada por alguien. Ni siquiera es como cuando vinimos en una montura a Ventus. A mi forma de verlo, es como... pesar menos, o algo así.

Pruebo lo suficiente como para sentirme segura y luego desciendo de nuevo. No quiero fatigarme antes de tiempo. Si puedo preservar mi energía un poco más lo haré.

Dedico una escueta sonrisa a Buere, de todos modos.

-Es extraño. Aunque resulta un invento increíble -confieso-. ¿Consume mucha energía? Imagino que eso dependerá también de nuestras capacidades.

Paso todo el camino tratando de aprender de las palabras de Buere, absorbiendo todo aquello que me dice con sumo interés. Este objeto es, seguramente, el que más cerca está de darme la clave para lograr un ala hábil de todos los que he visto. La mecánica no es la misma, pero el resultado...
Es que casi dan ganas de pedirle que me enseñe. Seguro que hay tantas personas que saben cosas interesantes por todo el mundo. Y yo podría estar aprendiendo de todos, o desarrollando mis propios dispositivos.

Cuando llegamos al comienzo del bosque, o a un lugar desde el que lo vemos, más bien, no puedo evitar un estremecimiento de impresión. Dejo que pasen segundos en los que me dedico solo a la comtemplación de un paisaje impresionante,, que no se parece a nada que haya visto fuera de libros de ilustraciones. Sin embargo, incluso hay algo que logra hacer que aparte la vista de lo que tengo ante mis ojos: la oportunidad de probar el casco al fin.
Me vuelvo hacia Buere, inquierto, y escucho las indicaciones que nos da. Puedo decir que no soy un gran nadador, y que no he estado en las alturas mucho más de lo que estoy ahora, o que no se me da muy bien saltar. Entonces tengo que probar diferentes técnicas y pensamientos para intentar sacar algo de esto: imagino que salto, que me caigo, que vuelo o que floto... No logro concent...
¡Eso es!
Busco recrear esa sensación que tengo cuando estudio o trabajo en una creación. Muchas veces me siento ligero, como si abandonase mi cuerpo y solo lo que hay dentro de la cabeza siguiese existiendo. Y eso es lo que intento. Me concentro en esa sensación hasta que noto que lo consigo, y entonces me muevo un poco con torpeza,a pocos centímetros.
¿Qué decía Massen cuando íbamos al lago? Ella me daba trucos para nadar, también. Si me baso en eso..., si mezclo ambas cosas debería ir bien.

Me pierdo en diferentes ejercicios, más impresionado por el invento a cada segundo, hasta que caigo en el que soy ya el único que se mueve. Desciendo entonces junto a Alehyss y Buere, con una sonrisa de disculpas, y asiento.

Por mí, podemos seguir.
Porque esto es seguro, ¿no?

Con la vista fija en el bosque y una sonrisa en los labios, Buere se encogió de hombros ante la pregunta de Alehyss. Al final, acabó por volverse hacia ella.

-En parte -concedió, con un suave asentimiento-. Pero no podrían solo con eso. Dependen mucho de los animales que viven en allí para sobrevivir. Hay quien dice que incluso los cazan y se alimentan de ellos, pero yo eso no lo he visto. Desde luego, es un lugar particular.

Cuando los chicos se pusieron manos a la obra, Buere se limitó a observar en silencio. Podría haberles dado indicaciones, pero prefería limitarse a responder a sus dudas. Después de todo, ella no era capaz de usar un casco, ya que pensaba con las alas, pero sabía que ellos necesitarían concentrarse para empezar.

Al final, ambos descubrieron que no era tan difícil. Seguían controlando su cuerpo, y encontraron los movimientos bastante instintivos. Pronto, ambos se encontraban en el aire, poniendo a prueba sus capacidades. Jun se sentía hábil, incluso algo más rápido de lo habitual; quizás necesitara asegurarse de controlar sus nuevas cualidades para evitar situaciones de peligro. Alehyss, por su parte, se sentía algo más torpe, y no tardó en ver que tendría que tenerlo en cuenta a la hora de moverse. De todas formas, bastaría con que se acostumbrase.

Cuando ambos se dieron por preparados, bajaron a tierra y esperaron instrucciones. Buere sonrió a Alehyss cuando habló, y se encogió de hombros justo antes de responder.

-Yo os recomiendo que no forcéis vuestras capacidades -respondió-. No puedo daros un tiempo fijo o algo así. Todo depende de hasta qué punto explotéis la magia. Si veis que os encontráis en problemas, decídmelo para que pueda tomar medidas. Mejor que no os llevéis al límite y que aviséis con tiempo. La madera es útil, pero mejor que volvamos todos enteros.

Dicho aquello, solo quedaba ponerse en marcha. Buere iba en cabeza, y pidió silencio mientras no estuvieran demasiado cerca del bosque. Según les indicó, una señal clara les daría derecho a hacer ruido.

Según se acercaban los chicos eran cada vez más conscientes de la violencia con que se movían las ramas de los árboles. Eran rápidas, bruscas y, al menos a simple vista, no parecían cumplir con ningún patrón. Era como si los árboles las movieran a voluntad, independientemente del viento o de cualquier otro factor.

Buere se detuvo a una distancia prudencial de aquellas ramas peligrosas y rebuscó entre los cachivaches que llevaba colgando de la cadera. Tomó una especie de cubo metálico y, tras dedicarles una sonrisa, lo activó. Una música, agradable pero quizás demasiado alta, inundó de pronto toda la zona. Las ramas que tanto se movían parecieron estremecerse y bajaron el ritmo al que se movían, hasta que los movimientos podrían haber pasado por consecuencia de una suave brisa.

-No tardarán en llegar -advirtió Buere, haciéndose oír por encima de la música-. Manteneos alerta.

Y, tras decir aquello, se impulsó hacia los árboles con un hacha en la mano. No tardó en centrar toda su atención en su tarea, escogiendo con cuidado las ramas que cortaba. Los chicos, mientras tanto, montaban guardia, y no tardaron en ver cómo las advertencias de la chica se cumplían. De entre los árboles, con un desagradable y atronador chillido, surgió la primera falsa gayatri, que los buscaba con expresión furibunda.

FdR:

La idea de árboles que cazan sus propias presas no resulta tan extraña. Existe algunas plantas que se alimentan de animales también abajo, sin venir hasta Ventus. Sea o no sea cierto, lo importante es estar atentos. Al menos ya tenemos la información sobre esa posibilidad.

Una vez ambos hemos practicado esta extraña forma de volar y hemos descubierto que somos más o menos capaces de desplazarnos con el aire viene la prueba de verdad. Buere y yo esperamos un par de minutos a Jun, que se entretiene un rato más y le hago algún comentario escueto, que no deja de ser amable, de alguna forma. No he venido a hacer amigos, pero no me conviene hacer enemigos tampoco, y ella se ha mostrado amable en todo momento.

Asiento a su consejo, muy de acuerdo con ella. Desde luego, no debe haber nada por encima de nuestra vida. He conocido a gente que creía que debía rebasar los límites por ganar un par de méritos, y muchos de ellos no volvieron a cuestionar nada.

En cuanto nos ponemos en marcha trato de acostumbrarme a la sensación de volar por mí misma, de ir controlando mejor los movimientos, minimizando gestos para no consumir energía extra. Voy callada, atenta a lo que nos rodea. Imito a Buere en todo lo que puedo, manteniéndome a una distancia prudencial de las ramas que se mueven. Una caída desde aquí no es nada recomendable.

Cuando Buere nos mira, tomando un nuevo artefacto, le presto especial atención, y pronto la música empieza a sonar. Miro el objeto con interés un momento, y luego el efecto que causa en los árboles. Es, desde luego, impresionante. Pero no tenemos tiempo para esto.
Ella no ha hablado todavía y yo ya tengo el arma en las manos. Echo un vistazo a Jun, comprobando que se prepara y luego a ella, muy seria.

-Nos encargamos -le aseguro.

no tarda en llegar la primera. No la pierdo de vista mientras busco el punto por el que atacar. Enseguida me lanzo hacia ella primero de frente, para captar su atención, pero girando a medio camino con intención de rodearla, de ponerme a su espalda o de que, simplemente, ella se gire conmigo para dar oportunidad de ataque a Jun.
Si tengo ocasión, lanzaré la cadena a su cuello. No quiero acercarme más de lo debido hasta haber comprobado su fuerza, y menos aún con mi movilidad entorpecida por el medio en el que me encuentro.

Apenas he dejado de volar y ya estoy deseando volver a hacerlo. Y eso que la idea de lanzarme al vacío me asusta un poco. Pero aquí con suelo debajo...
Vale que también hay suelo debajo ahí adelante, pero muy por debajo. Demasiado abajo.

Asiento a las palabras de Buere con una sonrisa animada. Sé que no debo sentirme como si fuese de excursión, pero todo está siendo tan nuevo y el paisaje es tan increíble... La verdad es que lo estoy disfrutando bastante. Aunque la idea de que podamos morir si no nos retiramos a tiempo sí que me causa algo de respeto. Pero de momento no hay ningún problema.
Al menos que el casco explote...
Pero eso no va a pasar.

Nos ponemos en marcha y me elevo un poco por encima. Al mirar hacia abajo empiezo a sentir cierto nerviosismo, entonces. Es una buena caída libre... Y a mí esto de las alturas...
¿Aún estoy a tiempo de echarme atr...?
Alzo la vista de nuevo, nervioso. Me he quedado un poco atrás. Apuro la marcha para llegar junto a ellas.

-¿No te agobia un poco la altura? -le pregunto a Alehyss, la única que puede escucharme.

Me mira un momento, de reojo, y niega. Creo que llega a amagar una sonrisa. No sé si de ánimo o...

Consigo calmarme un poco cuando Buere nos muestra el nuevo artefacto. Esos árboles que se mueven tanto me ponen nervioso. Si uno me diese un golpe caería sin remedio. Y entonces...
Pero con lo que ella utiliza se calman. Y, desde luego, nunca había visto salir música de algo así. No debe de ser ningún tipo de instrumento. ¿Existen objetos mágicos hasta para eso? ¿Lo habrá hecho ella también?
Sea como sea, se lo preguntaré más tarde.

Embobado, me dedico a seguirla con la mirada. Me siento un poco tonto, entonces, cuando habla. Es verdad... No hemos venido a mirar trabajar a nadie.

Me descuelgo el arco del hombro con gesto algo torpe, evitando mirar abajo. ¿De verdad estoy flotando? De verdad...
Calma. Calma.

Cojo también una flecha. Y... ¿Y si se me caen? Porque giro... Podrían caerle a alguien y matarlo. O las que tire... Si fallo...
Es improbable, pero...

En mitad de estos pensamientos, escucho el grito, y cuando me doy cuenta Alehyss ya está volando hacia el ave que ha aparecido. Yo, por mi parte, cargo la flecha, incómodo, apuntando a la garganta del animal, esperando a estar seguro para lanzarla.
Si se decide a venir a por mí retrocederé para alejarme, que no me siento muy seguro sobre persecuciones en el aire.

Los chicos pronto se vieron concentrados en su recién aparecido enemigo. Alehyss parecía muy segura de lo que hacía, y se lanzó sin dudarlo de frente. La falsa gayatri, viéndola venir, le ofreció una inquietante sonrisa y chilló de forma ensordecedora, acallando la música de Buere por un momento. Esta, por su parte, ya se había puesto a recoger la madera, pero debía tener un ojo puesto en ellos, porque no llegaba a ignorarlos del todo.


-¡Calla un poco, zorrángana, que me vas a dejar sorda! -gritó a su vez, con una potencia de voz más que admirable.

Pero con Alehyss casi al alcance, la bestia no tenía mucho tiempo para prestarle atención. Ya sacaba las garras hacia la chica cuando esta cambió de rumbo, saliendo de su punto de mira. En un elegante y ágil quiebro, el ave corrigió la dirección, sin dejar de buscarla. Fue esto lo que salvó su vida, pero la flecha de Jun, que le acertó en el ala, la obligó a lanzar otro chillido y detener su avance, buscando equilibrarse antes de seguir avanzando tras Alehyss. Quizás su impresionante agilidad se hubiera perdido con aquello, y la cadena de Alehyss no encontró problemas en enredársele al cuello.

Una segunda bestia emergió chillando entre los árboles, y pronto fijó los ojos en Jun.

El grito del animal resulta incómodo, llega a ser casi tan incómodo que rompe la concentración, pero no permito que lo haga. Esto acaba de empezar y todavía tengo que estar alerta para las posibles vueltas que dé todo.

Su velocidad es evidente, así como su agilidad. Además es inevitable que su experiencia en los aires sea mayor que la mía. Pero no permito que esa ventaja me eche abajo, y cuando oigo al animal gritar por la flecha de Jun y acierto con mi agarre sé que es el momento. Tiro de la cadena entonces, para afianzarla y estrechar un poco sus vías respiratorias y luego ir a por ella. La rodearé hasta encontrar un punto por el que acceder a su garganta para rebanarla de un corte. No disfruto haciendo sufrir a los animales, me basta con una muerte rápida si es necesaria.
En caso de que no me permita acceder a su cuello tendré que seguir tirando y enviaré un chrysantae. No es mi especialidad, pero quizás pueda aturdirla un poco más.

Cuento al menos con el apoyo de Jun en la distancia. O no, porque de pronto viene un segundo enemigo, y veo por el rabillo del ojo cómo se dirige hacia él.
Mejor a él que a Buere. Mientras seamos nosotros todo debería ir bien.
Espero que el chico piense lo mismo y pueda defenderse.

Acertar el primer tiro llega a ser una verdadera satisfacción. Así me aseguro de que no he hecho daño a nadie en Humus, o a la propia Alehyss que se mueve y si pasa por delante podría haber... Pero no. Parece incluso que consigue enredarla en su cadena. ¿Podría llegar a decir que eso ha sido trabajo en equipo? Esta es la primera vez que me enfrento a un peligro de este calibre en una misión, así que es una prueba para mí, de algún modo. Y ya no se trata de decepcionar o no, sino de vivir.
De verdad que acaba de empezar y ya noto las pulsaciones a todo correr. Y ver apareces a una segunda falsa gayatri no es algo que me anime, ni tampoco ver cómo me mira a mí. Me siento flaquear un momento, pero enseguida, con gestos tensos, cargo el arco y apunto.

No sé bien qué pasará si fallo, pero... es mejor no pensar en eso.
Envío entonces la flecha, apuntando a su ala izquierda. Si la ralentizo podré escapar con más facilidad, o aprovechar para atacar mientras se acerca ganando un poco más de tiempo.
Creo que funcionan así estas cosas...

Alehyss no pudo acceder directamente a la garganta, ya que el animal antepuso las garras al verla tan decidida en su avance. Sin embargo, no tuvo mayores problemas en rodearla, y la hoz cortó el cuello con facilidad, con lo que el animal no pudo ya gritar. Solo le quedó estremecerse y aletear un momento más antes de quedar inerte. Bastaría con que Alehyss lo soltara para que cayese sin remedio al vacío.

En cuanto a Jun, vio a la segunda de las bestias tomarlo como objetivo. La falsa gayatri dejó ir otro de aquellos gritos espeluznantes y ensordecedores, y no tardó en volar hacia Jun a toda velocidad. El chico, viéndola venir, envió una flecha hacia ella. La trayectoria del proyectil era buena, pero el animal, que lo miraba, la vio venir e hizo un quiebro en el aire para evitarla. Aquello daría a Jun unos segundos, pero tendría que encontrar rápido alguna solución para evitar que la bestia, que había retomado el rumbo hacia él, se le echase encima.