El bosque del cielo

Me encargo de la última de las falsas gayatris y enseguida me uno al grupo. Juntos descendemos, cargando con la madera, para dar con el paisaje que hemos creado nosotros mismos: las aves yacen en el suelo en posiciones extrañas, todas ellas muertas a nuestras manos.

Enseguida atiendo a la explicación de Buere y asiento, dejando la madera a un lado y acercándome enseguida a la primera de las gayatris, comenzando con la tarea que nos han encomendado, buscando las plumas más adecuadas para encargarme de arrancarlas e ir juntándolas. Al menos que no se desperdicien. Ya están muertas, al fin y al cabo.
Dedico una mirada a Jun, que se ha quedado de pie, algo quieto. No diría que está pálido, pero no creo que pueda estarlo.

Sonrío a Buere un momento, cómplice.

-Creo no tenemos los dos el mismo estómago -le comento. Miro entonces a Jun, alzando algo la voz para que reaccione-. Me encargo de las tuyas. Vigila un poco mientras tanto, y avisa si ves algo sospechoso-. Al menos no te tortures y entretente un poco-. Tranquilo, con el tiempo te acostumbras.

Curiosa, en lo que me hago con las plumas acabo dirigiendo un vistazo a Buere, que hace algo con una aguja en la boca de una de las bestias.

-¿También son útiles los dientes? -le pregunto.

Buere no pudo evitar una sonrisa divertida ante la expresión de Jun y su actitud, pero no insistió en que trabajase. Se limitó a reír al comentario de Alehyss.

-No creo que encuentre mucho que vigilar, pero supongo que es lo mejor -comentó, ya afanándose-. Jun, si quieres, puedes bajar hasta el río y refrescarte un poco. En esta zona tan abierta no nos perderemos de vista, y el río tiene pozas tranquilas, así que no hay riesgo. No creo que te venga mal un descanso.

Ya había recogido un par de colmillos cuando miró de reojo a Alehyss, con expresión entre entretenida y resignada. Al final, suspiró.

-Con alguien tan atento no se puede dar ninguna sorpresa -se quejó, aunque era evidente que no estaba molesta-. Los colmillos tienen un veneno muy potente que se puede usar en preparados. He pensado que, viniendo de Brontë, os vendrá bien. No sé, podéis untar las armas con él o algo por el estilo. Aunque ya veo que vuestro ejército no cultiva tanto la fiereza como cabría esperar.

Dudo un momento cuando se dirigen a mí de esa forma, pero termino por asentir y dedicarles una mirada de agradecimiento y buscar con la vista el sitio del que me habla Buere. Estará bien perder los cadáveres de las bestias de vista un rato...

-Llamadme enseguida si pasa algo -le pido a Alehyss antes de echar a andar.

Me lavaré la cara y respiraré un par de veces, hondo. Ahora que siento el suelo bajo los pies noto qie me tiemblan un poco las rodillas. Yo no estoy acostumbrado a una acción como esta, y la adrenalina deja a uno machacado.
Por mucho que digan que con el tiempo uno se acostumbra, cuesta creerse que yo pueda llegar a tener esa entereza.
Uf...

Jun termina siguiendo nuestro cosejo y se aleja.

-Mantente pendiente de todos modos -le digo, alzando la voz cuento ya se ha alejado un poco-. Es parte de tu trabajo.

La verdad es que las expectativas que tenía de él eran algo diferentes. Lo imaginaba más sedentario, más cobarde. No soy muy dada a alabar lo que la gente hace, y menos aún si se supone que es lo que deben hacer. No obstante, en este caso puedo permitirle el ausentarse un momento y cubrirlo. Lo ha hecho bien, y hubiese tenido problemas de haber venido sola.

Buere y yo seguimos trabajando. Me disculpo con una sonrisa tranquila al darme cuenta de que lo que he preguntado no solo ha dado en el blanco, sino que ha estropeado un poco su gesto. Aunque a mi parecer no sea así.

-No lo sabía -admito. Ya se me ocurren usos interesantes-. He tenido suerte entonces. Una me mordió en el pie, pero no llegó a superar la bota-. Ahora estoy más relajada, aunque no debería ser así por completo hasta que estemos de vuelta en la casa. Me permito sonreír tranquila, sin embargo-. Hay de todo un poco. Jun es un principiante todavía, aunque se ha esforzado-. Alzo una ceja entonces-. ¿O cómo debería tomarme tus palabras? ¿Te hemos decepcionado?

Incluyo a Jun por educacióan, aunque lanpregunta está más enfocada a mí misma. Mantengo, de todos modod, el tono distendido.

Selecciono algunas plumas más, pendiente de su estado. La miro un momento de reojo, entretenida, pero termino por no hablar.

Buere negó al comentario de Alehyss, encogiéndose de hombros, mientras continuaba con su tarea. Llegó a mirarla de reojo, dedicándole una sonrisa amistosa.

-Ah, no, no te preocupes -repuso, sin darle importancia-. No te habría envenenado. No es así como funciona. Os lo habría dicho de ser así. Sé que no es lo más habitual, pero aunque el veneno se genera en los colmillos, donde actúa es en la garganta. Suelen tragar presas vivas, y algunas son... poco dóciles.

Llegó a reír a la pregunta de Alehyss, e incluso alzó un momento la vista para mirar a Jun. Negó con seguridad, sin embargo.

-En absoluto. Habéis cumplido perfectamente. Esto es una especie de recompensa extra, pero nadie os obliga a aceptarla. Además, entiendo que no todo el mundo sea bueno tratando con cadáveres, aunque sean de bichos tan molestos como las falsas gayatris -declaró, afanada en su tarea.

La aether recogió los colmillos de cada una de las bestias, y luego procedió a ayudar a Alehyss en su tarea con las alas. Repasaba los cadáveres con los que la chica ya había terminado, señalándole plumas que había dejado y podían ser útiles, y aceleraba el trabajo prestándole ayuda, pese a que insistió en que aquello era solo para ellos. Al final, cuando todo estuvo listo, llamó a Jun y repartió la carga entre los tres.

-Volveremos volando -informó-. Es más corto de esa forma. No os preocupéis por otras batallas. Los animales no nos molestarán si vamos en silencio.

Los chicos volvieron tal y como su guía indicaba, y efectivamente, no tardaron demasiado en llegar. Buere les indicó cómo dejar su carga y les ofreció asearse un poco o descansar si así lo deseaban. Según explicó, quedaba una última tarea pendiente, si eso era lo que querían, pero de ellos dependía cuándo llevarla a cabo. Por lo visto, no había ninguna prisa.

Una vez estuvieron todos preparados, la aether recogió las plumas que habían conseguido y pidió a los chicos que la siguieran. Avanzaron a pie por el pueblo, en dirección al lugar por el que ellos habían venido. Y, de hecho, la aether fue a llamar a la puerta de la primera persona con la que los chicos habían interactuado. La joven que les había indicado el camino apareció en la puerta poco después, y tras dirigirles una mirada a cada uno y una sonrisa especial a Jun, los invitó a pasar.


-Sabía que vendrías por aquí -comentó a Buere, evidentemente satisfecha con aquello-. Desde luego, hacer negocios contigo es una maravilla. Pasad, por favor. Os atenderé en seguida. Mi casa es vuestra casa.

Y pese a que había usado la misma expresión que Buere, Jun y Alehyss descubrieron que aquel lugar no se parecía en nada a la colorida casita en la que habían comido aquella mañana. La encontraron más sobria y elegante, aunque no por ello menos encantadora. Y quien allí los recibía no lo era menos, después de todo.

-¿Queréis tomar algo? Supongo que lleváis un día duro... -comentó, alegre, sin ocultar en lo más mínimo las descaradas miradas que dedicaba a Jun-. En fin, supongo que Buere ya os lo ha contado, pero me gusta decirlo yo misma. Confeccionaré con las plumas que habéis traído las prendas de ropa que queríais. Escoged lo que más os guste. Mientras haya plumas suficientes, me encargaré de que lo tengáis.

Buere, que de hecho no los había informado a ese respecto, les dirigió una mirada satisfecha y asintió.

-Dalilah sabe confeccionar auténticas maravillas -declaró, convencida-. Os dejaré con ella mientras trabaja. Yo tengo un pequeño asunto del que ocuparme, pero volveré por aquí dentro de un rato.

Y, tras despedirse, salió de la casa, dejándolos en manos de su nueva anfitriona.

La explicación de Buere resulta curiosa, cuanto menos. Es un detalle sobre los animales que no conocía. Puedo decir que he aprendido algo, aunque no sé si volveré a encontrarlas fuera de aquí. Ya me encargaré de leer algo al respecto cuando vuelva a Brontë.

Le dedico una sonrisa suave, asintiendo, continuando con el trabajo.

-Pues les ha salido mal esta vez. Creo que las presas eran demasiado "poco dóciles" para ellas -comento, entretenida con la labor, ayudada por ella, al final. La charla es algo más distendida ahora. Me permito alguna sonrisa, aunque mantengo un rastro de mi seriedad habitual casi en todo momento, de fondo-. Debo darte las gracias entonces -comento tranquila, con un resoplido divertido-. No rechazaré un regalo que me puede ser tan útil. Pero otros muchos hubiesen aprovechado el desconocimiento para quedarse con todo esto ellos. Que no es que hubiese sido un problema.

Llego a insistir en que se quede alguna de las plumas si tan valiosas son, pero al final las cosas quedan como están. No tardamos en ponernos de marcha de nuevo, en dirección al pueblo. Cuando Jun vuelve con nosotras parece algo más recompuesto. Ahora es un buen momento para probar los cascos sin la presión del combate. Disfruto, la verdad, de la sensación de volar.

Aunque Buere nos indica que no hemos acabado nos deja un tiempo de descanso. Lo aprovecho para tomar una ducha rápida y luego me dispongo a ir a hacer lo que nos pida, acompañándola por las calles en dirección a la casa por la que pasamos al principio. Llego a dedicar una mirada curiosa, interrogante, a Buere, que se encarga de llamar a la puerta. Cuando se nos pone en situación poco después, sin embargo, he de admitir que la cosa se pone interesante.
Ignorando las miradas que dirige a mi compañero, aceptando un té si lo tiene, hablo con la chica, interesada. Cuando nos explica de lo que se trata el brillo de interés aumenta.

-¿Tiene que ser una prenda? -le pregunto, curiosa-. ¿Hay posibilidad de que se trate de algún tipo de accesorio? Una pulsera o algo semejante, aunque sea una banda, por ejemplo. Preferiblemente si se trata de algo ajustado y pequeño. Suelo tratar de que la ropa que llevo ocupe el menor espacio posible cuando trabajo.

Despido a Buere con un gesto y una sonrisa. Lo cierto es que vine aquí por la madera, pero ha terminado resultando un viaje interesante. A Corbin no le hubiese desagradado, como pensé.
Centro mi atención en la chica, de nuevo.

Consigo relajarme un poco cuando me refresco con el agua, y tardo en volver. Al final me quedo mirando un poco el paisaje, curioseando. Es un sitio bonito. Podría escribir a Lluvia sobre esto, aunque no creo que quiera leer cómo maté a los pobres pájaros. Será más interesante hablarle del viaje a Aqua, porque de Ventus habrá visto más que yo en este tiempo tan breve.

Cuando me encuentro mejor vuelvo junto a Buere y Alehyss, tratando de no acercarme mucho a las aves muertas, y desde luego sin mirarlas. No tardamos en irnos del sitio, de todas formas. Parece que han acabado aquí, y hasta me siento un poco culpable. No es que haya ayudado demasiado...
Aunque Alehyss no parece incómoda. Massen me había contado que era algo seria, y siempre me lo pareció, aunque lo cierto es que parece satisfecha.

Volvemos a la casa de Buere cargando con todo. Ayudo a llevar la leña, que es lo que más pesa, y una vez en la casa me puedo relajar un poco más, asearme y cambiarme. Tengo la golosa idea de pedir más tortitas de las que nos dio cuando salimos, el ejercicio me ha dado hambre, pero creo que no es el momento para algo como eso.

Cuando nos ponemos en marcha hacia nuestro nuevo destino voy siendo consciente de a dónde vamos a medida que nos estamos acercando. Y cuando la puerta se abre y nos recibe la chica acabo por no saber a dónde mirar, consciente de que es de mala educación evitarla, pero al mismo tiempo algo avergonzado porque... Bueno.
Termino por saludar con un gesto y una sonrisa tímida, algo nerviosa. No tardamos en pasar dentro para enterarnos de lo que pasa. Y cada vez que mi mirada se cruza con la de ella me tenso de nuevo.
De verdad podría parecer que... Qué vergüenza, no...

No puedo negar, sin embargo, que la oferta está muy bien. Aunque me siento algo culpable, porque yo no he ayudado mucho a coger esas plumas y bueno... Aunque una de las miradas de Alehyss me indica que no me mantenga al margen.

-Gracias -le digo, con una sonrisa algo apurada, pero ella niega tranquila.

Pienso un momento mientras Alehyss habla con la chica, con Dalilah, y cuando lo decido no puedo evitar una sonrisa tímida y coger la pizarra, escribiendo rápido.

"¿Es posible una cinta para la cabeza o algo así?"

La verdad es que Alehyss tiene razón. Un accesorio resulta más cómodo. Aunque entonces quizás sobren muchas plumas y...

"¿Pueden ser varias cosas?", añado, con gesto tímido.

¿No me estaré aprovechando? Si es mucho trabajo... Soy un maleducado...

Dalilah les sirvió té y bollitos de crema, y mientras tanto les fue explicando qué podían hacer con los objetos que confeccionara. Asintió a las preguntas de los chicos, deteniéndose a mirar a Jun con cierta picardía cuando preguntó si podían tener varias cosas cada uno.

-A ti te hago lo que quieras, guapo -sonrió, guiñándole un ojo-. Además, veo que os interesan piezas muy pequeñas. Con ese tamaño, serán muy fáciles y rápidas de confeccionar, y sobrarán muchas plumas. Así que, sí, pedid lo que queráis.

En lo que ella confeccionaba los pedidos, siguió con la charla, y los chicos no tardaron en comprobar lo rápida que era. Al cabo de un tiempo, Buere volvió a entrar en la casa. En aquella ocasión, ni siquiera se molestó en llamar a la puerta, sino que entró directamente, con una amplia sonrisa y dos botes con un líquido morado en la mano.

-Bueno, esto ya está. ¿Cómo van vuestros trajes? -preguntó, poniendo cada uno de los botes ante uno de los chicos.

La pregunta de Jun llega a resultar algo osada, pero cuando recibe una respuesta tan positiva llego a plantearme que, de hecho, es una buena idea, y pido yo misma un par de accesorios sencillos más: otra pulsera y un broche no muy grande para enganchar en la ropa. Si no le resulta problemático es una forma de sacarle un partido más allá a la recompensa.

No puedo evitar dedicar una sonrisa a Jun, que parece algo nervioso por el trato que Dalilah le brinda. En un momento me acerco algo más a él, en lo que ella trabaja, dirigiéndole un susurro discreto con tono divertido:

-Ahora ya puedes si quieres. El trabajo ha terminado.

Aunque vuelvo a la conversación con Dalilah estoy pendiente de su reacción, en cierto modo, entretenida.

-¿Vives sola? -llego a preguntarle, curiosa, echando un vistazo a la estancia, buscando pistas que lo determinen.

Cuando la puerta se abre echo la vista atrás, alerta por un instante, pero resulta ser Buere. Parece que el nivel de confianza es más alto de lo que creía. Compongo una sonrisa y me centro un momento en la botellita que me ofrece, escuchando sus palabras sin mirarla hasta que lleva la mitad.

-Espero que no le sea muy complejo. Hemos abusado un poco de ella, pero es hábil y avanza rápido -comento, dirigiendo una mirada a la chica más joven, a las manos que trabajan. Luego vuelvo a Buere, curiosa, alzando el bote-. El veneno, supongo. Espero que no sea muy costoso extraerlo.

Cuando llega la comida no puedo evitar pensar que tengo hambre, otra vez, y no tardo en hacerme con uno de los pasteles, aunque tratando de hacer que me dure para no ponerme a coger más. Si algo he aprendido es que la mala educación de abusar de las invitaciones es algo que no debe hacerse.

A mí el té no me gusta mucho, pero si es con leche puedo tomarlo. Y me da algo de cosa rechazar la oferta. Además de que me pongo algo nervioso cuando se dirige a mí. Y más aún cuando dice que... Bueno...
Le dedico una sonrisa algo incómodo y vuelvo la vista hacia la taza. Qué vergüenza...
Entre bocado y bocado del bollo, siempre comedidos, bebo un sorbo de té, y es entonces cuando Alehyss me hace un comentario que me arranca varias tosas y me hace negar con algo de agobio. Creí que era seria y profesional.

En lo que ellas charlan no puedo hacer mucho, aunque sí escribo en la pizarra si Dalilah me pregunta algo. Mientras tanto ella trabaja y no puedo evitar mirar sus manos, ágiles, confeccionar con rapidez. Resulta impresionante. Hasta estaría bien aprender algo como eso.
Resulta hipnótico.

Cuando Buere vuelve alzo la vista, curioso, viendo lo que nos ofrece. Lo que Alehyss dice me hace fruncir el ceño.

-¿Qué veneno? -le pregunto, acercando la mano al bote que me toca, observando el contenido con extrañeza.

¿Y esto de dónde ha salido?

Dalilah se había acercado el saco de plumas a la mesa, y se había sentado con ellos, trabajando hábilmente junto a los chicos. No parecía molestarle el tímido silencio de Jun, y respondía sin reparos a las preguntas de Alehyss, animada.

-Ah, no, vivo con mis padres -explicó, sin dejar sus actividades-. Pero se han ido con Austro de viaje. Volverán en unos días. Suelen hacerlo mucho. Aquí estamos un poco alejados de todo, y hay cosas a las que no tenemos acceso. De todas formas, no lo cambiaría por nada del mundo. Aunque supongo que Brontë tampoco está mal. Como mínimo, hay gente interesante allí -. Mientras decía aquello último, dirigió una mirada nada sutil a Jun, todavía entretenida en su tarea.


El buen ambiente no se deshacía, y la presencia de Buere tampoco parecía cambiar aquello. Dalilah alzó las cejas, mirando los botes con curiosidad.

-Vaya, sí que te has esmerado esta vez -señaló, evidentemente admirada.

Buere parecía más que satisfecha.

-A ellos les vendrá bien -respondió, antes de volverse a Alehyss-. En realidad, lo más costoso es lo que hicisteis vosotros. A estas alturas, no había más que extraerlo. Ha quedado una cantidad buena, la verdad. Podréis darle buen uso, espero.

La charla prosiguió mientras Dalilah trabajaba, hasta que, por fin, todo estuvo terminado. Tras un proceso de selección en el que se escogieron las plumas que servirían a Jun para sus flechas, Dalilah reclamó las demás para sí, de forma que pudiera hacer más cosas con ellas. Después, Buere los guió hacia su casa, con el fin de entregarles el resto de la mercancía.