Cuartos de los líderes

CUARTO DE NAGORR

Mi habitación es amplia, como la del resto de los líderes, solo que, al revés que en la de ellos, mi cama ocupa un espacio mucho menos y mis mesas y sillas parecen hechas a escala de las suyas. Las paredes están revestidas con vitrinas en las que reposan los más increíblemente bellos minerales, provenientes de todas las regiones, y el espacio libre que deja mi reducida cama lo lleno con una pequeña bañera con agua termal siempre caliente, regalo de un viejo amigo de Humus.

Me aparezco en medio de la estancia para no molestarme en abrir la puerta, lo que conllevaría sellarla y desellarla. Soy un hombre afable, pero mi cuarto es un lugar difícilmente transitable por aquellos que yo no deseo, por lo que siempre lo defiendo a prueba de fisgones con diferentes hechizos y barreras. No en vano me conocen en Humus como uno de los mayores magos parvus.

Hoy no estoy de buen humor. Realmente no lo estoy desde la desaparición de Silvanus Kettleburn. Esa ofensa, ese reto que se nos ha sido hecho, tratando a Brönte como un sitio más en el que cualquiera puede entrar... Ya ha sido suficiente. Nagorr Brumm no piensa permitir una sola intromisión más. He sido demasiado blando desde el principio, haciendo bromas con los guerreros y riendo junto a ellos, pero, antes que ellos, antes que líder, soy guerrero.

Me dirijo a mi armario y lo abro. En su interior hay de todo: ropa, armaduras y cascos, mantos... Sin embargo no cojo nada. Pongo mi mano firme sobre la madera y la traspaso como si fuera un espejismo. Al otro lado me aguarda un frío y poderoso mango metálico. Tiro de él hacia mí y saco de ese lugar un martillo que me supera en tamaño, portándolo como si fuera el más ligero de los estoques.

Lo admiro. Es una de mis armas favoritas, uno de mis más fieles compañeros. El largo mango marrón soporta la cabeza del martillo, ancha, brillante y poderosa, con una pua a cada uno de los lados planos. Del arma bulle el poder de la tierra y de los metales, atribuido a ella por mí, por lo que cualquiera que no los dominase y tratase de utilizarla vería que su poder escapa a su control.

Sonrío y desaparezco. El que crea que será fácil penetrar aquí a partir de ahora se va a a dar de bruces con Nagorr Brumm, líder de los parvus y, a partir de ahora, guardián de Brönte.

*desaparece*

El líder Darvenwish llamó a la puerta con un sutil gesto de nudillos y giró el pomo para entrar en la habitación de su querido compañero. El parvus le había mandado al líder oscuro a un joven del servicio para que lo avisase de que quería hablar con él en sus aposentos y, sin demasiada demora, el líder Darvenwish había acudido con gusto y curiosidad a la habitación del que debía ser su mejor y más íntimo amigo.

—¿Nagorr? Soy yo, ¿algún problema por el que me hagas llamar? —Preguntó con gesto curioso y tono algo ingenuo a la espera de las palabras de su viejo colega. Cerró la puerta tras su paso una vez localizó al líder parvus en su habitación y se acercó a él con gesto tranquilo. No estaba intimidad o nervioso por las palabras del líder de piedra ya que confiaba plenamente en sus haceres, pero una parte de sí se agitó levemente al pensar que quizá se hubiera enterado por algún método de sus planes futuros. No lo había hablado con él todavía, no lo había visto conveniente ya que su pequeño amigo seguramente trataría de disuadirle. Se preguntó si sería eso lo que querría tratar pero, ¿cómo se habría enterado si no lo había tratado con nadie? La lógica del líder lo mantenía tranquilo a la espera de noticias. Se frenó frente al parvus y esperó su respuesta.

Tras esperar lo justo, por fin escucho la voz de mi querido Aren tras el abrirse de la puerta. Lo miro con mi frondoso ceño fruncido. La verdad es que tengo mucho de lo que hablar con él, pero este es un tema peliagudo que llevo mucho tratando de evitar y cada vez se hace más notorio que ha de hablarse. Al fin y al cabo Madame se impacienta, y no quiero que se vaya, pues ya me ha costado bastante traerla aquí como para pedirle que repita.

- Arren... Están pasando muchas cosas últimamente, perro yo te querría darr un parrr de noticias, una de ellas agrridulce... En prrimerr lugarr, querrría inforrmarrrte de que el anciano Jun me ha inforrmado de la desaparrrición de Hyomi, su nieto. Estoy invesigando esto en parrrticularr, perro si no doy prronto con alguna pista tendrrá que darr inforrme de ello a la familia rreal de los clarrritas...

Hablo despacio, esperando no tener que llegar a lo peliagudo.

- Y, bueno... Rrresulta que he dado con alguien con bastante inforrrmación que está dispuesto a negociarr con nosotrros...

Me atuso la barba nervioso. Esto no va a ser divertido.

El líder escuchó las palabras de su amigo y entornó los ojos sin saber cómo tomarse la posición de su amigo. Parecía algo intranquilo y no le gustó nada el inicio de su frase sobre las muchas cosas que estaban pasando. No abrió la boca, sin embargo, hasta que el parvus dio su primera noticia. Al parecer el anciano mago había perdido a su mochuelo y, si bien se sumaba al carro de desgracias de última hora, tampoco era algo que le pesase sobre las espaldas con lo que el líder caeruleus se relajó ligeramente.

—Sin duda una desgracia, ¿pero no deberías hablar eso con el pequeño Svend para que se ocupe de sus niños robados? —Indicó con una ligera sonrisa para quitarle hierro al asunto ya que parecía que el parvus estaba bastante tenso. —Perdóname si no me lo tomo muy a la tremenda, pero creo que no soy el más indicado en eso a no ser que haya habido avistamientos en Caligo o quieras alguna patrulla —Añadió recuperando el tono serio para que su confianza con el líder no se interpretase como una alusión a sus deberes.

Escuchó entonces su segunda noticia y sepreguntó, con suspicacia, el por qué de aquella cara larga ante algo inicialmente positivo.

—Pero eso debería ser positivo, ¿cierto? —El líder apoyó una de las manos en el ornamento de madera que adornaba los pies de la cama del parvus para tomar una posición más relajada con su manos libre en su cadera. Al ver como su amigo se atusaba la barba de aquella manera, entornó los ojos, pues hacía tiempo que el comportamiento del parvus era algo distance. —¿Cierto? —Preguntó a modo de petición de una explicación.

Me apresuro a responder a su suspicaz pregunta, dando mil y una vueltas para no decir lo que él no quiere oír.

- Clarro que lo es... Es una perrsona muy conocida en el mundo de la inforrmación, y alguien de fiarr. Es cierrrto que cobrra bastante por los serrvicios que prresta y que rrrarramente hace algo sin pedirr nada a cambio, perro también es verrdad que siempre cumple los contrrratos marravillosamente y que suele conseguirr siempre lo que se le pide. Es una perrsona muy prrofesional y sabe pasarr inadverrtida, además de poseerr un montón de hilos... Ejeje... jeje...

Mientras hablo me voy poniendo más y más nervioso. Es verdad que puedo ensalzar a Madame hasta el infinito, pero cuanto más la describo más obvio es que tiene algo malo. Aún por encima, pocas personas en el mundo casan con esa descripción.

Miro a mi amigo con los ojos húmedos, como pidiendo disculpas antes de confesar mi crimen, crimen que quizás ya sepa a estas alturas.

El líder caeruleus no tomó como buen augurio el hecho de que su amigo comenzase a hablar sobre tal contacto de aquel modo y frunció ligeramente el ceño a medida que iba escuchando más y más. Se acercó un poco más al parvus como si con aquella actitud fuese a evitar que la verdad que no quería decirle se cambiase por algo que no le importaría escuchar.

Le chirriaron los oídos -y los dientes- en cuanto la palabrería del líder parvus destapó parte de aquello que el líder ya estaba temiendo oír.

—¿Inadvertida? —Preguntó entre dientes, casi pegándose a la nariz de su estimado amigo mientras este soltaba una risa algo particular y apretada. —Nagorr...—se le escapó una risa nerviosa o casi histérica y se llevó una mano a la frente al tiempo que cerraba los ojos con incredulidad. —Mithos es un lugar basto y amplio, muy muy amplio. Aseguro, estimo, afirmo, recalco que me vas a decir que se trata de una desconocida que nada tiene que ver con zorras impúdicas ni víboras chupasangre —Indicó ya con la cabeza hirviendo. Solo de imaginarse que, encima de todo lo que estaba ocurriendo, tendría que lidiar con una situación como aquella, estaba perdiendo los estribos. Frunció el ceño cerrando los ojos cuando sintió un chisporrotazo violeta en ellos debido a la tensión que empezaba a acumular en las sienes.

Trago saliva. Ojalá esa mujer no fuera tan buena en su trabajo, u ojalá no hubiera formado jamás parte del pasado de mi buen amigo Aren. Si una de estas dos cosas no hubieran sucedido jamás, o si yo no hubiera nacido, ahora mismo no me encontraría en una situación tan incómoda. Incluso yo, Nagorr Brumm, conocido por muchos como un hombre templado y poderoso, me siento ahora pequeño y asustado, aunque más por le hecho de perder la amistad de Aren que por el miedo a su fuerza.

- Err... Madame -. Así es como la llaman en el ámbito de su trabajo. Le gusta diferenciar a "Madame", la líder de una vasta red de información, de Chriselle Desmarais, una mujer caeruleus de alta alcurnia cuyos desconocidos orígenes son pasados por alto por mucha gente. La verdad es que su posición social está muy ligada a la posición ilegal que ocupa...-. Madame ha dicho que solo harra negocios contigo...

Incluso tengo ganas de cerrar los ojos para no ver la que se me va a venir encima. Hacía tanto que no sentía miedo...

Escuchar aquel nombre, o apelativo o lo que maldición fuera aquello por lo que se hacía llamar, tan estúpido, tan básico, tan insufriblemente repugnante para el líder caeruleus hizo que apretase los dientes y casi le temblasen las manos por la ira que deseaba dejar estallar hacia todas direcciones. Apretó los dientes y las manos unos segundos con toda la necesidad de acabar con todo lo que tenía delante, pero su querido amigo no era el causante de la existencia de tal basura mal parida con lo que, de un grito de ira, el líder caeruleus se irguió y comenzó a tomarla con las paredes de piedra del lugar, dando bandazos con los brazos mientras hacía salir conjuros al azar que estallaban contra el palacio y revolvían sus cabellos.

—¡PUES CLARO QUE ESA FURCIA SOLO HARÁ TRATOS CONMIGO, PORQUE ES UNA ARPÍA DE LO MÁS PROFNDO DEL AVISMO MÁS INACABABLE DE TODO CALIGO Y YO MISMO ME ENCARGARÉ DE DAR SEPULTURA A CADA UNO DE LOS TROZOS QUE QUEDEN DE SU CARNE CUANDO ACABE CON ELLA! ¡LE ARRANCARÉ LOS OJOS Y LOS ENVOLVERÉ CON SU PROPIA MATRIZ PARA QUE VEA LA HIEL DE SU VIENTRE Y LUEGO LO HARÉ QUEMAR EN EL VOLCÁN IRACUNDA PARA QUE NO HAYA FORMA ALGUNA DE QUE SAQUEN HIJOS DE TAN PÚTRIDO Y REUSADO ÓRGANO! —Tras el primer acceso de rabia dejó de soltar magia al azar y tomó aire, todavía con los ojos enfundado en un brillo violeta y, girándose de golpe, vio de nuevo a su amigo con un dedo acusador.

—¡TÚ! ¡La trajiste aquí y no me has querido decir nada! —Enseñó los dientes acercándose a su compañero y manteniendo su índice en alto mientras respiraba agitadamente. —¿Por qué, Nagorr? ¿¿Por qué?? Hay cientos, ¡miles de ratas del subsuelo que podrían hacer el mismo trabajo y tienes que llamarla a ella como si la necesitásemos! —Volvió a tomar aire y se llevó una mano a la cabeza para tratar de calmar su sangre hervida y revuelta. Sabía que, en esencia, el parvus no tenía la culpa, pero a alguien debía echársela ahora mismo.

Me mantengo inmóvil mientras grita y lanza hechizos, solo desplazando algunos centímetros mi cabeza de vez en cuando para esquivar los que concuerdan en ángulo y posición con mi cráneo. Sin embargo cuando mi gran amigo me mira pidiendo explicaciones no puedo evitar encogerme mientras tartamudeo la respuesta, que de pronto me parece insuficiente para el tan grande mal que he causado.

- Ella se puso en contacto conmigo, Arren... -digo con delicadeza-. Dijo que tenía información de prrimerra clase y muy buenos medios... Y es tan famosa que me lo crreí... Y... Y aún lo crreo... Porr eso supuse que con trraerrla y prreguntarrle bastarrría, perro...

Mis ojos se iban empañado mientras hablaba. ¡¿Cómo había causado tal mal a mi buen amigo? Me sentía sucio.

- Lo siento, Arren... YO QUERRRÍA SONSACARRLE TODO ANTES DE QUE LA VIERRRAS, PERRO ELLA DIJO QUE SOLO HABLARRRRÍA CONTIGOOOO... - lloré con tristeza, pena y arrepentimiento-. PERRO YO NO QUERRRÍA HACERRTE DAÑOOO, ARREEEEEN...

En cuanto el parvus dio sus explicaciones y rompió en lágrimas el líder cambió su ira por el gran afecto que tenía hacia su buen amigo y comprendió que, por mucho que odiase a esa cucaracha abierta de piernas no tenía que pagarlas con su casi hermano. Por supuesto que aquella zorra lo había engatusado con su palabrería barata para hacerle cree que era necesaria porque esa era su forma de actuar, la de una rata asquerosa y ladina que se restregaba contra cada miembro viril que tenía a su paso.

El líder no pudo con la visión de su amigo desolado y rompió también a llorar debido a la insufrible debilidad de sus ojos para hacerlo. La ira ya los había encharcado bastante de forma que la misma humedad de éstos aumentaba la ira contenida y ahora, ante tal situación, ya no había podido guardarlas por más tiempo, dándoles una salida más relajada que la que podían haber tenido hacía unos segundos. Abrazó con fuerza a su gran amigo, arrodillándose para poder abrazarlo con contundencia.

—¡OH, NAGORR, TÚ NO TIENES LA CULPA DE NADA, PERCIOSO! ¡ELLA ES UNA SIRENA QUE ME CONSUME COMO EL PEOR DE LOS VENENOS! ¡TÚ JAMÁS ME HARÍAS DAÑO, NAGORR! ¡PERDÓNAME POR MI COMPORTAMIENTO! ¡SI NO FUERA POR TI YA ME HABRÍA PUDRIDO EN ESTE CASTILLO! —Apretó a su fiel compañero entre sus brazos mientras compartían tal momento de pasional amistad y trató de olvidarse de la monstruosa imagen fantasmal de la mayor furcia que ha conocido Mithos. En cuanto estuvo algo más calmado, se separó un poco de su amigo para verle la cara y secarle las lágrimas.

—No llores, Nagorr, por favor. Siento lo de tu habitación, haré que limpien todo esto enseguida. Y siento haberte gritado. Te adoro, Nagorr y no podría culparte de ninguno de mis males —Indicó mientras adecentaba al parvus para que no se le revolviesen más los pelos de la barba.

FdR: HAMOOOR!!! ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥ ♥!!!

- ¡¡NOOO!!

Ante la inusitada respuesta de mi amigo no puedo sino gritar, más conmocionado que antes. El hacer llorar al buen Aren es, seguramente, el mayor mal que pueda cometer.

- ¡¡¡¡NO LLORRRES, AMIGO MÍO!!!! ¡¡¡RRECUERRDA CUANDO ÉRRRAMOS SOLO UNOS NIÑOS!!! ¡¡ENTONCES TE DIJE QUE JAMÁS DEJARRRÍA QUE NADIE TE HICIESE LLORRAR!! NO PUEDO SOPORRTARR SER YO EL QUE CAUSA TANTO MAL...

Entre sollozos, abracé a mi amigo por la parte de la espalda a la que difícilmente llegaba gracias a que él se hubiera agachado para hacer lo propio.

- Arren... Erres mi mejor amigo... Mi herrmano... Errres... Ni siquierra encuentrro palabrra que nombrre con exactitud el vínculo tan fuerrrte que siento que me une a ti... Todo el daño que te pueda hacerr-. Sorbo como un niño pequeño, interrumpiendo mi frase-. Es todo un errror... Yo no podrrría... No podrrría vivirr si llorras por mi culpa. Siento haberrr cometido este errrorr... No te disculpes, pues... La culpa es toda de este viejo enano...

Las palabras del parvus llegaron a lo profundo del líder caeruleus que recordó aquellos bellos momentos con el que ahora era un gran líder de raza como él, aquellos momentos de infancia, tan tiernos y maravillosos que tan atrás habían quedado, pero que tan latentes estaban todavía entre ellos. Estrechó a su amigo con más fuerza, sintiendo sus fuertes manos rodeándolo a él.

—¡Nada de males! Tú eres la causa de mi descanso y mi paz, querido amigo. Si hubiera sabido controlarme... Menos mal que, una vez más, estabas a mi lado. ¡Tú eres el único que sabe sostener mi correa, Nagorr! —Afirmó sin querer separarse de su preciado amigo ahora que ambos se sentían tan culpables de tal situación. Su odio hacia aquella mujer crecía, pero sin alterar ahora su serenidad. Haber hecho llorar a Nagorr de aquella forma, ¡haber hecho que discutiesen! Eso no tenía perdón para nadie y menos para una mala mujer como ella.

—Uña y carne, Nagorr, piedra y sombra es lo que somos, la vida sin ti es impensable, amigo, hermano. Errores son para los que no saben lo que hacen, tú eres Nagorr Brumm y eres el enano más grandioso e inalcanzable de todo Mithos y más allá. Eres el único que ha venido a mí con valor sabiendo de mi rabia hacia esa mujer y el único que podría haberla calmado sacándome de mi enajenación —Confesó volviendo a hundirse en el hombro de su colega, ahora ya con algo menos de fuerza. Al momento levantó de nuevo la vista y puso las manos sobre los hombros del líder.

—No te preocupes, querido Nagorr, la culpa es de esa dichosa mujer, pero ya no dejaré que interfiera entre nosotros. Han pasado sendos años y, si quiere jugar a hacer negocio, jugaremos a hacer negocio —Sentenció con las mejillas húmedas y los ojos brillantes ahora con voz determinante. —Si sabe algo, haremos que lo cante como si de un nargüino se tratase. Juntos no encargaremos de ella, Nagorr, te lo prometo. ¡Juntos! —Acabó el líder caeruleus, chocando ligeramente su frente con la del parvus.

Poco a poco las lágrimas que empañan mis ojos se convierten en lágrimas de alegría. Parece que nuestro lazo es más fuerte que cualquier mal, lo cual me llena de orgullo. No en vano es un lazo alimentado por ambos con amor durante más años de los que ninguno de los dos quiera admitir.

- Mi buen amigo... -digo al fin, más calmado tras el arrebato de ambos-. Quisierra pasarr el resto de nuestrrras vidas sin discutirr y sin cometerr errrores que molesten al otrro. Últimamente han pasado muchas cosas y no hemos podido verrnos demasiado... Porr no hablarr de toda la tensión que has pasado segurrramente... Crrreo que nos merrecemos un pequeño descanso... ¿Me harrías, apreciado Arren, el honorr de comparrtir conmigo un vaso de licorr? Como en los viejos tiempos... Cuando había menos prreocupaciones y más fiesta...

Lo miro con los ojos brillantes, emocionado.

- Que tengamos deberres no implica que no podamos perrmitirrnos un rrespirro parra nosotrros, ¿no crrees?

Aquellos tiempos en los que estábamos siempre juntos se me antojan lejanos, pero aunque ahora no podamos vivir así, sí podemos recrear de vez en cuando aquella feliz imagen. Al menos eso es lo que más deseo.

Las nostálgicas sonrisas atenazaron los rostros de ambos hombres y olvidaron al fin aquello que los había hecho patinar hacía un par de minutos. El líder caeruleus se secó las lágrimas con ayuda de su pulgar y su corazón, pasándolos por su cara con un sutil gesto de muñeca. Se puso en pie al fin y sonrió alegremente al parvus.

—Por supuesto, mi querido amigo, nos merecemos un par de rondas por el tiempo que nos ha separado —Dio una palmada en la espalda del líder y mantuvo ahí su brazo mientras comenzaron a caminar hacia la salida de la habitación. En cuando salieron, un miembro del servicio recorría los pasillos cambiando las sábanas de algunos líderes.

—Ah, la habitación del líder parvus ha sufrido un percance. Que la limpien antes de que regrese. Tendrán tiempo, supongo —Y sonrió al parvus con picaresca mientras este soltaba uno de sus habituales chistes llenando el pecho de su compañero oscuro de tranquilidad y adornando el silencio de la noche con sus adorables carcajadas.

*Se van*

Barthemius recogía las últimas pertenencias de su señor tras varias semanas rematando los preparativos y haciendo llevar de vuelta todo aquello que su amo había llevado o adquirido para mejorar su estancia en Brontë. Lo hacía con el mismo gesto sobrio y neutro de siempre, apilando libros, doblando las últimas prendas de dormir, corriendo los cortinones de la ahora más sobria habitación, pero su paz -o quizás impasibilidad- se encontraba turbia a causa de los hechos de las últimas semanas. Recordaba con una punzada de preocupación inapreciable la cara de su señor al volver a ver a aquella mujer que había buscado y evitado por igual a lo largo de los años desde que la había conocido. La discusión larga y enarbolada no había sido tranquila, pues en un encuentro entre aquellos que el mayordomo veía como titanes, eternos rivales y polos tan iguales como opuestos, nunca alcanzaba un cauce suave ni una charla calma frente a la chimenea. Aquel odio-amor más que amor-odio era tan ilimitado como infranqueable y el sirviente, aunque preocupado por su señor, cada vez se convencía más de que ninguno de los dos sobreviviría sin el rencor hacia el otro.

Al soplo que se pudo escuchar en la silenciosa habitación, el sirviente se dio la vuelta tras acabar el lazo del último paquete y vio aparecer a su señor con el mismo gesto serio y avinagrado de los últimos días.

—Si está todo listo haz llamar a la carroza, quiero aproevechar la noche para redactar unos manuscritos para Ignis y acabar con esto de una vez. Abandonemos por fin este lugar. —Su voz, determinante como siempre, aun conservaba el tinte áspero del mal humor y aunque su gesto no era aquel en el que habitualmente se intuía una sonrisa, su tez relajada hacía ver que ya no era gobernado por la ira.

El siervo se inclinó a modo de asentimiento y en cuanto su amo se caló la gorra de milicia para marcharse, cargó con los últimos bártulos y desapareció para esperar el carromato.

Y en el linde de la puerta una mujer rubia los vio marcharse para dejar la habitación vacía. La muchacha esperó lo pertinente y marchó de nuevo a sus labores en la cocina.

*La habitación de Aren está vacía*

CUARTO DE NAGORR

Termino de escribir la carta y la miro, satisfecho. Luego pronuncio unas palabras en voz baja y la tinta comienza a copiarse por sí misma en el resto de las hojas de papel que tengo amontonadas. El proceso, limpio y ordenado, tarda unos minutos, tras los cuales comienzo a meter cada carta en un sobre y cerrarlos todos, lacrándolos con el sello de mi familia.
Contemplo, contento, mi trabajo.

Alguien llama a la puerta. ¡Justo a tiempo! Hago un gesto con la mano y la puerta se abre sola. Enra un joven, algo tímido.

-Rreparrte todas estas carrtas, ¿de acuerrdo?

El chico asiente, mete los sobres en un saco y sale. Cuando cierra la puerta hago un gesto de nuevo y se escucha la cerradura al cerrarse.
Todo listo.

*fin de escena*

Observo, a través de la ventana, la forma de la luna. El tiempo pasa despacio, pero la cura casi está lista. Al menos, eso espero. Podría decir que incluso alguien como yo no siempre tiene la certeza de que las cosas le vayan a salir bien.
Me acerco a mi mesa, en la que matraces y otros cachivaches bullen, calientes, desprendiendo diferentes tipos de vapor. Al lado, unos apuntes que contienen la receta.

Clavo la vista en uno de los recipientes. Cualquier error ahora podría ser fatal, pero falta tan poco que mantengo la esperanza. Espero que Sendall sea paciente...

Tras comprobar todas las temperaturas paso a mi escritorio y tomo la carta que hay sobre él. Ha llegado hace poco. Y el sello del lacre es inconfundible.
Con un abrecartas rompo el lacre y saco el papel del interior. Lo despliego y leo mientras me atuso la barba con una mano, concentrado. Bueno, no son malas noticias. Un paquete menos del que preocuparse.

*desaparece*

El sonido de los mecñas gritones de la chica de Flavia asciende desde los jardines, pero no logra distraerme. Suavemente, como un cocinero que aporta un último ingrediente a su mejor receta, dejo caer con un gotero las últimas gotas de un líquido azulado en la poción. Al rozar el compuesto, el líquido azulado se volatiliza, emitiendo un olor extraño y desagradable y volviendo la poción al completo de un tono un poco más oscuro.
Tomo un pañuelo de tela y seco mi frente, dejando ir lentamente el aire. Luego retiro el recipiente del fuego y observo cómo sale el desagradable vapor del tubo que lo comunica con el aire. Dejo entrever una sonrisa.

Con que enfríe bastará. Nada más.

Me relajo un poco y miro por la ventana. Está bien tener a esas guerreras por aquí, aunque solo sea para mover un poco el cuerpo de los guerreros. No me gusta la gente oxidada.

Cuando la poción se enfría por completo, proceso que tarda lo suyo (me entretengo leyendo unos documentos), la introduzco con un embudo en tres botellitas y las cierro con cuidado.

Todo listo.

*desaparece*

Me he encargado de estar excepcionalmente preparada para la reunión de hoy. Aren Darvenwish es de lo más divertido. Por eso mismo me aseo, perfumo y visto como la ocasión lo requiere, calzando finos tacones, vistiendo un ostentoso vestido violáceo y peinando mi cabello semiondulado en un moño alto, aunque permitiendo que algunos mechones queden sueltos a los lados, enmarcando grácilmente mi rostro altivo.

Cuando me considero lista, decido acudir a mi cita. Obviamente, lo hago unos minutos tarde, y cuando llego no muestro un ápice de preocupación, comportándome con tranquilidad, relajación...
Alzo la derecha, golpeando la puerta con suavidad, aguardando a ser recibida con una sonrisa tranquila en los labios.

Atrapo un mechón entre dos dedos y lo enrollo en ellos, rizándolo un poco más. Luego dejo las manos relajadas, como mi gesto, sobre el regazo.

*espera*

Ensancho la sonrisa, evaluándolo nada más abre la puerta. Hago un leve gesto con la cabeza, concesiva.

-Vine a la hora que acordamos. No creerás que esas veces que me retraso lo hago intencionadamente -. Me observo las uñas un instante, mientras hablo con lentitud, procediendo a entrar en la habitación con él, plegando mi falda con cuidado antes de tomar asiento lentamente, con calma. Luego lo miro fijamente, enarcando una ceja con interés, casi divertida, y un amago de sonrisa en los labios perfectamente pintados y delimitados-, ¿verdad?

El interés que pueda tener en esto... ¿Qué importa que yo misma sepa el qué es, o que lo sepa él? Mientras las cosas no se digan en voz alta, seguirán siendo de buen gusto. Por gracia o desgracia, vivimos en este mundo en el que las apariencias son más importantes que la verdad. Al menos en los negocios. Se usan, al fin y al cabo, para que solo los dignos de ella lleguen a la susodicha verdad.

-¿Cómo te ha ido recientemente, pequeño Aren? -inquiero, ladina.

Mi sonrisa también se vuelve algo tirante, como la suya, al escuchar mi nombre. De todos modos, no es más que una de nuestras puyas habituales. No hay nada más divertido, o al menos hay pocas cosas, que ver en su rostro esa sonrisa falsa que oculta los insultos que se pasan por su mente, pero es justo aceptar que, a cambio, también una recibirá algo similar. Sé muchos secretos del pequeño Aren Darvenwish, pero muchos de ellos llegaron a costa de conocer él otros míos. Una pena que al final la boda con la joven flamma se cancelase, pues me hubiese dado motivos para burlarme una buena temporada.
Me esfuerzo por contener una calculada risa al recordar el día que me anunciaron la boda. Por favor... Qué poco sofisticado...

Contemplo mis manos, apacible, sonriendo al escuchar su pregunta. Luego, con suma y meditada lentitud, alzo los ojos para mirarlo, entretenida.

-Esa joven no ha sido más que una víctima en manos de todos... -. Hasta en las mías-.Incluso al encontrar a sus amiguitos, la Brigada de Ventus le agradeció el buen trabajo que había hecho guiándolos hasta ellos... En lo que a ella respecta, creo que se ha ganado cierta amnistía con respecto a este tema, aunque simplemente sea por no haber sido más que la marioneta de todos. Si los plumíferos fuesen listos se preocuparían más por encontrar a los que hay detrás de todo eso y menos por jactarse de haber capturado a unos mercenarios de poca monta.

Sonrío tranquila, mostrando parte de mi blanca dentadura de forma calculada. Cruzo la pierna izquierda sobre la derecha, reacomodándome.

-Me están causando problemas... Ventus siempre ha sido mucho de pensar y darle vueltas a las cosas, pero en estos temas son algo negligentes. He tenido que poner a un par de amigos vigilando que no se les muera el pajarito tuerto en la jaula.