Cuartos de los líderes

Apoyada en la pared, con los brazos cruzados y los ojos medianamente entrecerrados, observaba a Svend. Estaba sentado frente a una mesa, con los hombros inclinados hacia delante, la mirada fija en los pergaminos, el ceño fruncido y una pluma, con la que anotaba partes de los pergaminos ya usados en otro limpio, entre los dedos. Parecía concentrado, y por eso no decía nada y me limitaba a contemplarlo, paciente, algo cansada también.
Llevaba varios meses bastante débil, sintiéndome con muy poca energía ya por las mañanas. No era nada grave, sin embargo, y sabía cómo ponerle remedio, pero de momento me compensaba más ese agotamiento físico que la energía que tenía antes. Si alguien decidiese atacar Brontë, cosa que esperaba que no ocurriese, ya solucionaría mi problema físico.
Cerré los ojos un segundo y descendí un poco por la pared, con el cuerpo aún pegado a ella, sin llegar, pese a todo, a sentarme en el suelo.

—Deberías dormir más —dijo Svend, sin mirarme, curvando un poco los labios, jocoso. Por supuesto, él sabía que la solución no era dormir más.

—Lo haré en cuanto pueda.

Sonreí, apenas alzando las comisuras de los labios. Él asintió, ensanchando su propia sonrisa.

Llevo ya un buen rato leyendo y escribiendo, y creo que pronto podré terminar. A pesar de que la cantidad de pergaminos no es muy cuantiosa, llevamos ya varios días con esto, Blues y yo, en parte porque Blues no quiere que se pierda detalle y en parte porque la letra y lo escrito nos resultan bastante incomprensibles, a pesar de todas las indicaciones que recibimos para saber cómo leerlo. Sería mucho más fácil si el chaval estuviese con nosotros ahora mismo, pero lleva un par de días sin venir por Palacio y Blues aún no tiene interés en ir a buscarlo. Dice que no es necesario, que de momento nos arreglamos solos y que ya hablará con él cuando lo considere. A mí no me molesta, a fin de cuentas, yo solo estoy ayudando, así que tampoco insisto.

Blues lleva cansada ya varios meses. Supongo que por eso se toma según qué temas con relativa calma.

—La próxima vez deberías decirle que escriba de forma más comprensible —comento, alzando esta vez sí la vista de las notas, girando el cuello hacia la derecha para mirarla. La miro un instante; luego vuelvo a centrarme en los pergaminos, y anoto algo en el que estoy escribiendo.

Sonreí, divertida, alzando un poco el mentón, y dejé ir un suspiro. Cerré entonces los ojos, apenas un segundo, y asentí. Lo haría cuando lo viese en unos minutos, si mis estimaciones no eran erróneas. Ahora mismo sabía que estaba de camino hacia Brontë, calándose hasta los huesos. Cuando llegase, me aparecería ante él y lo traería hasta aquí. A Svend no debería importarle. Siempre se mostró más cercano con los guerreros que yo, a fin de cuentas, y aquí tampoco tenía demasiadas cosas. Su cuarto era austero, ordenado: tenía una pila de libros perfectamente ordenada en una parte de la mesa, y otra pila de pergaminos en el otro lado, limpios y nuevos; entre ambas, un buen número de plumas y botes de tinta, algunos a medio usar y otros cerrados aún. No sabía dónde escondía todas las cosas de sus experimentos, tal vez fuese en algunos de los armarios, que quizá sí fuesen un completo desastre, pero a primera vista parecía una habitación prácticamente vacía.

—Se lo diré en cuanto llegue —respondí. Abrí los ojos—. No creo que lo de la letra se pueda solucionar del todo, aun así.

Y tampoco creía que fuesémos a pedirle muchas más cosas escritas, pero el comentario del claritas era una evidente broma y a veces hasta yo sabía seguirlas.

Asiento, sonriendo. Yo también dudo que pueda solucionar lo de la letra, pero lo que más me impide avanzar es la forma en la que todo está redactado. De todas formas, amabas cosas carecen de importancia. Dudo que Blues vaya a pedirle al muchacho que redacte mucho más de lo que ya está redactado. Por lo que tengo entendido, tiene otros planes, planes de los que no quiero saber mucho. Su forma de actuar suele diferir mucho de mi forma de actuar, y prefiero ahorrarme problemas y discusiones.

Mientras leo las notas, no puedo evitar cierta sorpresa por que uno de los puntos de reunión con sus supuestos superiores fuese en el Cabo Garndod. No tiene por qué significar nada, pero ese es un punto de comercio entre Fulmen y Lumen, y de alguna forma me llama la atención cada vez que lo leo. Supongo que por eso lo marco con especial énfasis en mis propias notas.

—Me gustaría ir yo mismo a la del Cabo —digo, al cabo de un rato, volviendo a mirar a Blues. La piscis asiente, y yo vuelvo la vista a los pergaminos, sonriendo, satisfecho. Me preocupa que pueda tener algo que ver con Lumen, a pesar de que el hecho de reunirse en aquel lugar no signifique nada. De todas formas, mejor prevenir que curar.

La petición de Svend me tomó un poco por sorpresa, en parte porque no me lo imaginaba con interés para esta clase de cosas y en parte porque me había dicho que no tenía pensado inmiscuirse demasiado. No obstante, si me paraba a pensarlo, podía comprender su interés.

—Ve si quieres. —Parpadeé—. Si vas tú a esa, avanzaremos más rápido.

Suspiré, cerrando de nuevo los ojos.
No tenía claro qué pensaba encontrarse, aunque podía imaginarme qué era lo que no quería encontrar. De todas formas, su repentina preocupación me resultaba exagerada. Aunque el lugar fuese un punto de comercio entre Lumen y Fulmen no significaba que aquella gente proviniese de su reino.

Abrí los ojos, separándome entonces de la pared. Svend me miró, con las cejas ligeramente alzadas.

—Voy a buscarlo —expliqué. Antes de desvanecerme, pude ver cómo Svend asentía y volvía la vista a los pergaminos.

*fin de escena*

Guardo la ropa de luto en el armario. Ha sido suficiente por lo ocurrido hace un año.
Me pongo el camisón y me ajusto unas pequeñas gafitas afiladas para leer unos papeles que previamente he dejado encima de la cama.
Los leo con cautela, como bien he aprendido a lo largo de los años en mis diferentes cargos políticos.

Suspiro y me saco los pendientes y me suelto el pelo (tarea que me lleva mis buenos minutos).

Vatra entra y sin decir nada, comienza a cepillarme mi larga melena con un aire sombrío.
-Pareces preocupada.- Expongo, con la mirada fija en los papales mientras ella mira fijamente al espejo que tiene en frente.
- Estoy bien.- Dice sin más.
Alzo entonces la vista con una media sonrisa mientras niego con la cabeza.- Sigues siendo una cría.- Río con ternura.

Me levanto y me pongo de puntillas para darle un fuerte beso en la frente.- Venga, a descansar.- La despido con una sonrisa.

Una vez se ha ido, suspiro y relajo los hombros.- Estas niñas...- Sonrío preocupada. ¿Tanto le ha afectado la muerte de sus compañeras?

*mime*

Entro en silencio en la habitación del líder. La oscuridad es total, aunque no es para mi un problema: me la sé demasiado bien. Completamente desnudo excepto por una bata negra que me cubre poco más que el trasero, me deslizo sobre su cama como un felino en plena noche.

Coloco su cuerpo entre mis brazos y piernas y le muerdo la quijada con suavidad.- Buenas noches.- Le despierto, para justo entonces darle un beso en la mejilla. -Ya son las dos.- Le susurro.- Te he dejado dormir un poco más porque todo parece bastante tranquilo y...- Le beso de nuevo.- Como últimamente estabas algo... perdido, quizá te viniese bien dormir algo más.

No dice nada, solo chasquea la lengua. Ni si quiera me ha tocado, quizá no sea consciente de mis intenciones, por lo que cojo su mano y la apoyo en la parte de atrás de mi muslo.- Venga, Aren...- Le susurro algo suplicante.- Últimamente no me haces ni caso.- Me quejo.

Se incorpora y me aparta. Parece algo disperso y no sé si es porque se acaba de despertar o porque mil preocupaciones le abaten.

Por un momento le veo y... parece aparentar la edad que tiene. O más.
Chasqueo la lengua molesto, metiéndome en su cama y aprovechando el calor  que su cuerpo ha dejado en las sábanas.
No digo nada. Estoy enfadado.

*bola y se duerme a no ser que cierto elemento quiera rol xDU*

-Barthemius no está.- Le respondo con la cabeza bajo las mantas, mientras escucho sus pasos, pudiendo advertir algunos de sus gestos.
Al cabo de unos cuantos segundos y, al ver que mi estrategia no da resultado, acabo por sacar la cabeza y arrastrarme hasta el borde de la cama, sentándome con las piernas cruzadas tapándome con la almohada.
-Últimamente estás apagado y... como estresado.- Comienzo a explicarme.- Casi no me llamas ni estás conmigo y por eso... aproveché que no estaba Barthemius para entrar...- Me sincero, con la vista algo cansada.- Quería saber como estabas.

Hacía semanas que no le veía y sin duda, el Aren que daba latigazos, ligaba y sonreía con despreocupación mientras jugaba con una boa eterna alrededor de su cuello hacía mucho tiempo que se había fugado. Quien sabe si para siempre.

-¿Está todo bien?... Me gustaría saberlo.- Explico. - Sabes que puedes contar conmigo.
Frunzo el ceño.
¿Es bueno que beba vino nada más levantarse?
Callo.

Aprieto los labios de golpe. Parece que no tengo que recordarle dónde ha puesto a sus lacayos.

¿Acaso no va a contarmelas? Chasqueo la lengua, molesto. Sin embargo, no digo nada. He aprendido a controlarme.
Por otra parte, sus palabras indicaban que algo ocurría, pero no quería precipitarse con las preguntas.

Me quedo quieto, observando sus vaivenes de un lado a otro. ¿En qué estará pensando?
Se sienta a mi lado y escucho sus órdenes. - Está bien.- Acepto, besando su ombligo y colocando mis piernas entre sus brazos, para luego descender con mi boca al lugar indicado y hacer aquello para lo que había sido instruído y enseñado.

Cada vez que estoy con él a solas parece que cualquier problema es ínfimo. Pienso en lo felices que seríamos viviendo una vida normal. ¿Acaso no sería fabuloso que él fuese un hombre normal, sin cargos de ningún tipo y yo su compañero? Me gustaría vivir con él en una casita apartada en el campo. Cuidarle y quererle. Daría lo que fuera por arrancarle de su cabezota todas esas preocupaciones y que fuese un tipo normal. Hecho de menos su sonrisa desenfadada. Lo único que puedo hacer para relajarle es recurrir a lo que ahora le hago y sigo pensando que no es suficiente. Por otra parte, no debo olvidar mi rol en su vida: un mero objeto.
Eso me pone triste. Sin embargo me lo suelo repetir a menudo para mantener mi amor por él a raya de la mejor manera que pueda y mantener la desilusión lo más lejos de mi.

Cierro los ojos mientras continúo mi trabajo hasta que me detengo un momento para preguntar.- ¿No vas a decirme lo que ocurre?- Hablo, de forma poco audible pero entendible, dedicándome a compensar mi detenimiento con pequeños lametones o caricias a su miembro.

Por una vez, el silencio me molesta.

Su boca hace que mis piernas flaqueen y tenga que gemir mordiéndome con fuerza. Le escucho mientras recupero mi trabajo y frunzo el ceño para separarme un momento y hablar.- Mi lengua hace ya tiempo que no sirve más que para esto.- Le recrimino, mientras la uso con criterio. Me separo de nuevo.- O sea, que ocurre algo.- Le pillo.- Deberías contarmelo. Al menos te descargarías la cabeza de preocupaciones.- Le sugiero.
Mi voz suena temblorosa. Tengo la sensación de que un solo gesto suyo equivalen a mil de los míos.- Agh... te odio.- Acabo por suplicar, ahogando una sonrisa frustrada, mientras clavo mi derecha en su pierna.

Me rindo. Al final se sale con la suya. Le veo, furioso, pero aguantándome.- No me gusta ese tonito, Darvenwish.-Le amenazo de broma con el dedo.- A mi se me cuentan las cosas.- Se me escapa una sonrisa al verme imitando a una profesora rancia.- Ya hablaremos tu y yo. ¡Claro que hablaremos!
Me dejo caer hacia atrás, extasiado y contento, escuchando como se marcha.- Pues yo me voy a dormir.- Me encojo de hombros y aprovecho las aún calientes sábanas.

*se duerme*

La sala personal está perfectamente impoluta. Amya ha desaparecido por completo, pero tanto Yaide como Laylee esperan junto a Fera, terminando de adecentar la sala, que poco tiene ya que adecentar. Una mesa dispuesta con té y pastas espera a su invitada, mientras que, junto a la ventana semiabierta, la brisa de la tarde baila con los bajos de las cortinas. Fera espera sentada ya a la mesa, paciente. Ha recibido una petición de audiencia, y sabe que quien la ha citado no tardará en presentarse.

Finalmente, Yaide y Laylee se acomodan en sendas sillas junto a la puerta de la alcoba, que permanece cerrada a cal y canto. En la sala reina un silencio absoluto, que no resulta incómodo en lo más mínimo a ninguna de las tres.

Desde el mismo momento en que la caeruleus entra por la puerta, ni Yaide ni Laylee hacen el menor movimiento. Apenas parecen respirar. Fera, en cambio, encuentra su presencia en clara competición con la de la caeruleus, y no tarda en incorporarse con media sonrisa cincelada en los carnosos labios, dispuesta a dar la bienvenida a su invitada.

-No te preocupes, querida. Siempre es un honor esperarte -responde con su voz suave y melosa, ofreciendo a Crisentia el asiento que ha preparado para ella, y en el que la caeruleus se acomoda. Los ojos de hielo no tienen problema en enfrentar los violetas de ella, prácticamente buscando hundirse en ellos, reconocer lo que ocultan-. O, no seas tan correcta. Las correcciones distancian a las personas. Ya sabes que es encantador poder acogerte bajo mi techo.

Tras haber acomodado a su invitada, Fera se traslada con sensual lentitud hasta su propio asiento, y es entonces cuando reclama el servicio. Todavía no ha empezado a hablar y la estatua que hasta el momento era Laylee cobra vida, levantándose de su asiento.

-Laylee, mi amor, ¿querrás servirnos? -pide con infinita dulzura. No tarda en volverse hacia la caeruleus, con ambos codos sobre la mesa y el mentón apenas apoyado en las manos entrelazadas. La cabeza, ligeramente ladeada, permite que un bucle ruede por su brazo, acomodándose junto al pecho. Ella ignorándolo, se dirige a su huésped-. Espero que mi colección de infusiones sea suficientemente amplia para alcanzar tus gustos, cielo. Personalmente, te recomendaría el narcisio violeta. Ligero, ideal para mujeres en estado, y además delicioso. Aunque, por supuesto, puedes escoger a tu gusto -. Una risa cristalina inunda la sala durante un momento, fresca y envolvente, pero Fera no tarda en reacomodarse en su asiento, siempre con movimientos felinos-. Disculpa, tesoro, no creo que el té sea el principal tema por el que has venido. ¿Qué te ha traído a mis salas privadas?

Fera no insiste más al respecto, aburrida en seguida de los juegos de cortesía. Deja que sea Laylee quien atienda la petición de la mujer, sin hacer ningún gesto al respecto. La joven chrysos es hábil con las manos, moderada en las formas y gentil en el trato, así que no necesita ninguna instrucción por su parte. Sencillamente, se centra en la caeruleus.

-Oh, desde luego, es magnífico -asegura, manteniendo cierto deje empalagoso en la voz-. Es el favorito de mi Amya, así que siempre me aseguro de que la calidad sea excelente. Una afortunada coincidencia, ¿no te parece, tesoro? Gracias, mi niña -añade cuando Laylee le sirve su habitual.

A continuación, pone toda su atención de nuevo en la caeruleus, dispuesta a escuchar su caso. Asiente con suavidad cuando ella pide apurar el tema, sin dejar de remover el contenido de su taza en movimientos lentos, y un par de mechones se enredan en un baile que dura apenas un instante, acariciando el lateral de su garganta. No da muestras de percibir el gesto en los ojos de la caeruleus, pese a que mantiene los suyos fijos en ellos.

-Lo sé, vida -responde con voz perfectamente modulada, sin amilanarse en lo más mínimo-. Adelante.

Inclino mínimamente la cabeza hacia la chrysos que me sirve en un gesto de gratitud, el primer signo de haber reconocido su presencia que realizo. Dejo, entonces, que el suave aroma del té me envuelva. Es una fragancia que me gusta, aunque suela escogerlas más florales, más evidentes, buscando una presencia mayor.
No es el caso hoy, sin embargo.

Cuando menciono el tema ella no lo sigue, sino que me invita a hacerlo. Me disgustan sus formas, esa demostración de poder que me obliga a acatar aunque no haya dado órdenes, porque deja en evidencia que soy la que pide y no la que ofrece. Y ella, en esa posición superior que tanto parece gustarle, seguramente disfrute, aunque no sea más que una niña.

-Es inevitable darse cuenta de que has decidido encargarte tú misma de ese asunto -comento primero, con suma calma, llevándome la taza al rostro y aspirando el perfume con deleite, llegando a cerrar los ojos un instante-. Es algo serio, comprendo que así sea. Las cosas serias no deben dejarse en manos de otros, ¿no es así?-. La sonrisa, tranquila, gana fuerza-. Es una pena que no hablaseis antes con la guerrera y obtuvieseis al menos una de esas muñecas antes de que se rompiesen. Seguramente hubiesen resultado de mayor utilidad en perfecto estado-. Bebo entonces el primer sorbo. El sabor es suave, delicado. Como ella ha dicho, resulta magnífico. No es hasta que he dejado la taza de nuevo en el plato con pulcritud que vuelvo a mirarla y hablar-. Quisiera poder participar en la investigación que realices. Creo que en tal asunto podría aportar recursos interesantes. En el mundo en el que me muevo la gente a la que buscáis no se oculta tanto.

Tras la oferta, callo. La negociación no ha terminado aquí, por supuesto. Lo sé de antemano.
No ha empezado todavía. Ella no es cualquier otro.

Fera asiente, y el baile de bucles se repite un instante.

-Bueno, querida, no soy muy amiga de inmiscuirme en investigaciones. No creo que sea mi papel aquí. Pero este asunto se ha desenvuelto plenamente en Fulmen, y en mí se ha delegado la tarea de esclarecerlo. Sirvo a mi patria tanto como a Brontë, por supuesto -explica con tono desenfadado, aún removiendo el té. Por último, retira las hierbas y la cucharilla, y hace una pausa para dar el primer sorbo-. No considero que confiscar esas muñecas pudiera habernos traído otro resultado. Aunque supongo que explicar mis motivaciones está fuera de lugar, ¿verdad, amor?

La risa, cantarina, fluye de nuevo como un arroyo cuando la caeruleus hace su petición. Los ojos de hielo de Fera muestran un cariz de ternura, al igual que cierta curiosidad.

-Por supuesto, cualquier aportación desinteresada a la investigación es digna de agradecimiento, y más aquellas que llegan con tanta diligencia -responde, con cierta diversión en la voz-. Resulta interesante ver que tienes ya una idea tan clara de cuál es mi objetivo, desde luego. Oh, aunque supongo que no está de más mencionar que no quiero mancharme con asuntos turbios. Busco una investigación limpia y completamente dentro de mi moralidad. No es que crea que no puedes estar a la altura, tesoro, sabes que no está en mi ánimo insinuar nada por el estilo.

Una vez más, Fera concede con un suave asentimiento, y una vez más sus rizos corresponden al gesto como si tuvieran voluntad propia. No añade más al respecto, sino que se limita a tomar la taza y dar un nuevo sorbo, dejando que sea Crisentia quien exprese sus peticiones, escuchándola con total atención.

-Por supuesto, confío plenamente en el criterio del líder Brumm. Me consta que es un hombre dedicado y digno de confianza -acepta, manejando la situación con absoluta naturalidad-. Lamentablemente, no puedo darte lo que me pides, querida. Se trata de un asunto de total confidencialidad, y cuido de que ninguna información salga de mi centro de investigación si no es absolutamente necesario. Por supuesto, mis expectativas son imposibles de cumplir, como deja de manifiesto el mero hecho de que hayas venido a compartir tus impresiones conmigo. Confío en que, ya que el asunto te despierta tanto interés, puedas ofrecer tu colaboración con la información que ya has recabado. Parece, por lo que has dicho, que ya tienes una idea de dónde puede estar el objetivo.

De nuevo, sella los labios en torno a la taza y saborea su té.