Fuente termal

Asiento, pensativa. Sigo sin saber por qué ha sacado este tema. Aunque, sinceramente, tampoco es algo que me quite el sueño.

-En mi caso no es tanto querer como... necesitar -explico, después de pensarlo un momento-. No veo por qué iba a mentirte. Si me satisfaces, mereces saberlo, pero si no lo haces, también. De lo contrario, las cosas podrían ir a peor.

Es mejor dejarlo todo claro que estarse con indirectas y dobles fachadas.

Me sentía un poco incómodo con aquello. Terminé por asentir, porque estaba de acuerdo. Pero me quedó la sensación agridulce en el cuerpo. Me forcé a sacudir la cabeza. Yo había empezado aquello como una broma. No era como para que luego me agobiase...
De hecho, lo que decía realmente era que la satisfacía...

Un copo se posó encima de mi ojo y me llamó la atención. Recobré una sonrisa tranquila. Cuando bajé la vista de nuevo, centrándola en su cuello, que acaricié con un gesto suave, volvía a estar contento. De hecho, me sentía algo más arropado que antes, incluso.

-Me alegro mucho de que estés... conmigo.

Lo decía siempre. Mis ojos, la sonrisa, la cara, mi actitud... Estaba seguro. Pero yo no. Con ella siempre había ido con mucho miedo. Y, pese a todo, había pasado más de un año y había logrado asimilarlo.
La abracé por detrás, por los hombros, atrayéndola un momento y frotando la mejilla contra la suya un instante, en un arrebato de felicidad.

Bueno, por lo visto puedo irme olvidando de mi masaje. Me reclino hacia atrás al ver que lo deja estar y me dejo abrazar con un levísimo suspiro. Cuando habla echo la cabeza hacia atrás para alcanzar su mejilla y darle un beso.

-Ya lo sé -respondo con tono suave.

A continuación llevo una mano a su costado, buscando algún punto entre sus músculos que responda a las cosquillas. No me molesta que me diga esas cosas, pero no me apetece mucho que se ponga sentimental.

Entrecerré los ojos al recibir el beso en la mejilla y apreté el abrazo un momento antes de empezar a soltarla. El hecho de que se ponga a buscar entre mi trabajado cuerpo un hueco de debilidad me hace reaccionar al instante, y endurezco toda la zona, aunque sí me hace estremecer en un punto antes de que me haya dado tiempo a hacerlo.
Un fallo, no más.

Enseguida contraataco. Aunque Lea, por mucho que quisiera haberla hecho ser una dama, bien puede soportar un par de pinchazos. Y yo que la creía frágil...

-No lo intentes. No puedes traspasar la barrera de músculos. Hay pocas armaduras mejores que mi entrenamiento -me jacticé.

Ella tenía mil formas de derrotarme, realmente. Lo había demostrado otras cien vences. Pero no me quitaba el derecho a desafiar un poco...

Noto cómo se sobresalta, pero no tarda en estar en guardia y contraatacar, y yo misma me sobresalto también con ello. Me tenso, me revuelvo para evitar que mi ataque se vuelva contra mí, y acabo dándome la vuelta, apoyada en él, todavía con una mano en su costado, por si encontrase de nuevo el punto débil. Apoyo un momento la frente en la suya y, sin rodeos, ataco a su boca, casi con burla.

Me separo un momento para mirarlo.

-¿No habíamos quedado en que seguías bajo mi dominio? -apunto, divertida.

Y vuelvo a besarlo.

*Fin de escena*

Hubo un tiempo en que ni me habría planteado, en una noche tan fría, salir al exterior. Mucho menos desnudarme. Era curioso; no importaba cuánto tiempo hubiera pasado, seguía sin poder evitar las comparaciones con lo mucho que había mejorado mi calidad de vida. Y en invierno, en particular, era algo que no dejaba de repetirme. Me había costado, al principio, bajar la guardia con respecto al frío. Llegado aquel punto, me resultaba hasta lejano, pero seguía reflexionando al respecto.

De todas formas, que no se me agarrotase la espalda no quería decir que me hiciera especial gracia quedarme a la intemperie noctura y en cueros. El vapor, que ya invitaba a entrar, adelantaba el bienestar de entrar al agua, al tiempo que rebajaba un poco el frío cortante. Aceptando la invitación, entré con un suspiro satisfecho y me acomodé contra las rocas, cerrando los ojos.

Pequeños placeres de la vida.

*También se queda en el agua patitos*

Iba ya con la toalla preparada y el pelo recogido. Me había parecido que después de la crisis del día anterior merecía relajarme, y en el desierto no se podía disfrutar del contraste entre el agua caliente y una noche helada como aquella. Había visto las termas varias veces y nunca había llegado a visitarlas, pero al llegar al fin allí vi que no era la única que había tenido aquella idea. Un hombre, además. Con Kyoti tenía que haberse acabado el cupo de gente buena.

-Vaya... -murmuré para mí.

Parecía que fuese a donde fuese, siempre terminaba topándome con alguien. Al final el lugar estaba bastante lleno de gente. Dubitativa, simplemente lo miré, dudando entre marcharme (aunque ya era perfectamente visible y mis intenciones estaban claras) o hacer un intento por integrarme. Había dicho que lo intentaría, pero no había forma de que bañarse con un desconocido fuese la forma de integrarse.

-Buenas noches -saludé, monocorde.

Abrí los ojos al sentir movimiento y oír una voz. Una flamma. Al menos, no era el peor caso de flamma que podía haber aparecido. O eso esperaba. Tendría que hacer méritos para serlo. A esta, en concreto, no la reconocía. Aunque tampoco era que prestase mucha atención a la gente, y menos si no llevaba mucho tiempo por aquí.

─Buenas noches ─correspondí.

Parecía un tanto indecisa, y algo me decía que tenía que ver con mi presencia. Tampoco parecía, por su tono, que tuviera muchas ganas de charla. No era que a mí eso me importase lo más mínimo.

FdR- nadie ha visto nada (?)

La situación se estaba haciendo algo tensa y decidí que lo mejor que podía hacer era resolverlo cuanto antes. Hiciese lo que hiciese, ninguna de las opciones posibles eran quedarme allí la noche entera mirándolo mientras se daba un baño. Si las cosas por allí funcionaban de aquella forma, tendría que intentar hacerme a ello. En el desierto, con los míos, nunca hubiese dudado ante algo como aquello.

-¿Encontrarías más violento que me metiese en el agua o que me marchase?-. Lo miré muy fijamente. Casi lo fulminé-. No conozco las normas de por aquí. No he llegado hace demasiado.

Y ya estaba. Que pasase lo que tuviese que pasar.

Enarqué una ceja. Por lo visto, sí tenía que importarme. Pero, sinceramente, lo último que esperaba era que me hiciera partícipe de sus cuitas. No pude evitar imaginarme a Gerald en esta situación. Se lo estaría pasando en grande.

─Creo que lo más violento es que me lo preguntes ─respondí─. Personalmente, no pretendo hacer de este espacio mi recreo personal, pero tampoco me lo tomaré como una ofensa a mi honor si prefieres volver en otro momento.

Desde luego, sentido del decoro o no, lo que no pensaba hacer era fingir apuro ante su titubeo y cederle mi lugar. Que acababa de llegar.

Su respuesta llegó a ponerme nerviosa. Hice una pequeña mueca, casi sin querer. Realmente pensé en darme la vuelta, marcharme y listo. Era lo más sencillo y, hasta cierto punto, lo más lógico. Pero... ¿una ofensa a su honor? No era mi intención "ofender su honor", pero tampoco hacía falta que lo dijese de aquella forma. No sé si intentaba ser gracioso, pero el tono no acompañaba.

Pues bien.

-Siendo así, nada de preguntas.

Empecé a quitarme la ropa, intentando que la sensación de extrañeza que me transmitía la situación no trasluciese. No iba a llegar allí y a ser comida por los veteranos. Kyoti había visto mi lado más débil, pero no se iba a repetir.

Dejé la ropa doblada a un lado y me metí en el agua despacio, en el lugar más alejado con respecto a aquel hombre. Intenté moderar el suspiro de placer en contacto con el calor.

Vaya, así que con carácter. Estaba bien, para cambiar un poco de aires. Mientras no supusiera una presencia cargante. Pero con lo parca en palabras que era, no tenía pinta de ir a ser un problema en ese sentido. Por otro lado, su silencio era tan ruidoso que casi resultaba más molesto. Era como si trajese una tormenta consigo. A lo mejor sí le hacía falta ponerse un poco a remojo, a ver si se relajaba mínimamente.

Desde luego, cada gesto parecía enviar un mensaje más a gritos que el anterior. No entendía muy bien el motivo. ¿Qué pretendía, echarme mediante la hostilidad helada de su silencio? Lo bueno de que hubiera escogido el espacio más apartado era que no tenía que preocuparme por ella.

Así que me relajé de nuevo, apoyando la nuca contra la roca a mis espaldas y cerrando otra vez los ojos. Disfrutando del silencio.


FdR- Two sibs~ Chilling in the hot tub~~

Parecía inmune a mi... A mi nada. Yo no estaba haciendo nada. Solo me estaba relajando en el agua caliente. Tenía que dejar de darle demasiadas vueltas a las cosas. Me daba dolor de cabeza a mí misma. De modo que decidí imitarlo, y cuando se recostó hice lo propio.

No se estaba mal, en verdad. En medio del silencio de la noche, con la cara sintiendo un frío que el resto de mi cuerpo no comprendía, sumergido en la terma... Lo cierto es que, quitando la parte peligrosa, estar allí estaba bien. No para mí, pero en una hipotética situación de no ser yo... Comida gratis, camas, termas, un techo... Quizás por aquello Pris parecía tan cómoda. Objetivamente, no se estaba mal.

Dejé que pasasen los minutos y noté cómo el cuerpo liberaba tensión. Cada músculo que se aflojaba parecía liberar una tensión mental, también. ¿Tendrían también algún masajista oficial? A fin de cuentas, ser guerrero tenía que ser muy duro para el cuerpo.

Pasado un buen rato, flotando en aquella nueva sensación de relajación, abrí los ojos y me fijé en el hombre que había al otro lado de la terma. Hasta relajado parecía serio y estirado. ¿Era aquello "un guerrero"? ¿Uno de aquellos que Kyoti había mencionado como mucho más hábiles que él?

-¿Cuál es tu nombre? -pregunté, aunque mi propia voz me pareció ofensiva en medio de la calma-. Soy Zaih'ra Flegrell -dije a cambio.

El silencio, a partir de entonces, se mantuvo durante un tiempo. Tanto era así que, llegado un momento, llegué a considerar que habíamos conseguid un pacto de tranquilidad, de tregua, de dejarnos en paz y seguir con nuestras vidas como si allí no hubiera nadie. Por supuesto, me equivocaba. Con eso siempre me equivocaba. A aquellas alturas, debería tener asumido ya que en aquel palacio no existía una sola persona capaz de estarse callada y disfrutar del silencio. En Brontë, silencio requería soledad.

Abrí perezosamente los ojos cuando se presentó, sin decidirme del todo a abandonar el sopor de los vapores que me subían por la cara. Flegrell. ¿Flegrell? ¿Dónde había oído antes ese nombre? Un nombre flamma, sin lugar a dudas, pere fuera por las circunstancias o por cualquier otro motivo, no conseguía ubicarlo. Decidí dejarlo estar, mejor que indagar. Indagar le daría ganas de continuar con la conversación.

─Cierzo Cogo ─respondí. Y, por mera inercia y costumbre, añadí al momento─: Es un placer.

No es como si pudiese quejarme, puesto que yo tampoco era la persona más habladora de todo el lugar, pero no parecía que él se quedase corto. De hecho, en cierto modo, quizás estaba siendo un poco injusta. Me pasaba los días maldiciendo mentalmente que cada persona que me encontraba se convirtiese en una conversación forzada e interesante y, de pronto, yo era aquello. ¿Acaso era el poder de Brontë, que te hacía convertirte en lo que odiabas?

-Igualmente -respondí, cortés.

Y nada más. Cerré los ojos de nuevo, intentando no darle muchas vueltas a aquello. No es que... quisiese hablar con él. Quizás me había acostumbrado a que la gente mostrase aquella cortesía e interés, un poco al menos.

FdR- El perro del hortelano

Respondió, y después, silencio. Bendito silencio. Deberían aprender a apreciarlo. Viendo que, por suerte, no parecía tener más intención de continuar con la conversación, cerré los ojos nuevamente y me abandoné al placer del agua bien caliente, con un suspiro satisfecho.

Parecía que la paz había llegado, por fin, para quedarse, porque no volví a tener que ocuparme de nada más que de mi bienestar hasta que sentí que ya me había remojado bastante. Con cierta pereza, abrí de nuevo los ojos y me dispuse a abandonar la terma, en busca de una toalla y de mi ropa.

─Buenas noches ─me despedí, antes de abandonar definitivamente el lugar.

*Se va*

FdR- Cierzo: Socializar?? No, lo siento, no la conozco
Zaih'ra: Bitch pay attention to me you bitch e___e

-Buenas noches -respondí cuando salió del agua, siguiéndolo con la mirada hasta que se marchó.

El silencio no había sido incómodo del todo, pero la comodidad comenzó una vez estuve sola. Llegué a sonreír, recostándome algo más y estirándome a gusto en aquel espacio. La verdad es que se estaba genial en aquel lugar.

Pero la paz no duró mucho. Varios miembros del servicio aparecieron al cabo de unos diez minutos, con toallas y entre risas. Suponía que hasta ellos tenían tiempo para hacer aquellas cosas. Pero... qué irritante. ¿Habría hecho sentir a Cierzo de aquel modo?¿Era una venganza del karma?

Decidí irme antes de que entrasen en el agua.

*se va*

Por fin llegamos a las termas. Siento la piel de mi cuerpo erizarse con anticipación. Miro a Massen de reojo y sonrío, apurando el paso animado. Enseguida busco un lugar en el que dejar la capa y las botas y, como en una imitación del momento de entrar en el lago, meto solo el pie en el agua. Me gustaría decir que el calor se agradece, pero lo cierto es que está muy caliente en comparación y mi cuerpo no se siente cómodo entrando de golpe. Aunque es cuestión de acostumbrarse, porque nada parece peor que estar aquí fuera.

Voy entrando en el agua poco a poco, dejando que mi cuerpo se aclimate hasta que consigo sentarme en la terma. Miro a Massen con una sonrisa satisfecha.

-Esto es otra cosa.

Mi primer instinto fue burlarme de que Jun, como en el lago, fuese con tanto cuidado para meterse en el agua. Pero tuve que morderme la lengua porque, la verdad, parecía el mejor sistema, dada la diferencia de temperatura. De todas formas, quitarme la ropa allí no tenía ni punto de comparación con hacerlo antes. Los vapores que emanaban de la terma caldeaban el ambiente, y hacían que sintiera que entraba en calor antes incluso de tocar el agua.

Dejé la ropa un poco más allá y la botella cerca y me metí en el agua cerrando los ojos y dejando ir un suspiro de alivio. En el primer contacto con el agua sentí que me recorría un escalofrío y se me estiraban todas las membranas de forma natural. Me senté, sumergiéndome hasta el metón y me acomodé.

─Vale. ¿Ves? Ahora sí. Aquí sí. Mithos ─murmuré con un nuevo suspiro satisfecho. Allí podría hasta quedarme a dormir tan a gusto.

Abrí los ojos despacio, sintiendo un ligero mareo, y le devolví a Jun la sonrisa.

Vale, esto sí ha sido una buena idea. Una vez dejo de sentir que me estoy cociendo en esta terma, la verdad es que se está genial. Me acerco a Massen, moviéndome con las manos, para tomar un trago más del asqueroso licor.

-No parece real. Esto-. Miro a mi alrededor: las termas humeantes, la nieve sobre el suelo, los muros cercanos perfilando parte del enorme Palacio-. Es como... Si fuese normal y agradable, pero al mismo tiempo es como algo super lejano. Como si fuese parte de otra vida o de un sueño.

Imagino que será igual para ella. Al menos la parte relativa a Brontë.

Jun se acercó, y cuando me di cuenta de que venía a por la botella alargué el brazo para cogerla y pasársela. Me quedé mirándolo mientras contemplaba las termas, y acabé por seguirle un momento la mirada, pero pronto volví a mirarlo a él, ladeando la cabeza y con el ceño fruncido.

Alargué un pie para darle un toque en el brazo, como queriendo comprobar que era sólido.

─Tú no pareces real ─le dije─. Estás... Eres tú pero no eres tú. Es como. Otra versión de tú ─. Cerré los ojos con fuerza y los volví a abrir de golpe, soltando un resoplido suave─. Me cuesta un poco entenderlo.

Todo lo que tenía alrededor estaba igual que la última vez que lo había dejado. Era algo que esperaba, algo que vine aquí para encontrarme. Jun no. A Jun no lo esperaba, y aunque lo hubiese esperado, no era igual que antes. No era ni bueno ni malo, solo diferente, pero todavía me costaba entender que aquella era su cara, y no la que yo recordaba. Las dos imágenes no acababan de superponerse. Le sonreí.

Me siento extrañamente tranquilo, un poco como flotando, supongo que por el licor. Cuando me toca el brazo con el pie aprovecho para agarrarle el tobillo y aprisionárselo un momento. Cuando habla, le sonrío.

-Yo no me había dado cuenta de que había cambiado tanto -reconozco-. Es como que todo me parece más pequeño de pronto. Recuerdo lo asustado e inseguro que estaba siempre. La vergüenza que me daba hablar con los guerreros, lo pequeño que me sentía...-. Suelto su pie-. Pero ahora que he vuelto también me siento un poco como si no fuera el mismo-. Me miro las manos un momento, pensativo-. Es como que... ya no tengo miedo. Y no me había dado cuenta hasta ahora.

Bueno, pues me había quedado sin pie. Qué se le iba a hacer. Reí cuando dijo que lo veía todo más pequeño. Normal. Me dio como pena no poder tener esa experiencia. A mí Brontë nunca me había parecido que empequeñecía. Aunque suponía que sí me había pasado un poco cuando había vuelto a Nevus para la boda de mi hermana. La casa era más pequeña, nuestra habitación era todavía más diminuta que antes, mis abuelos eran pequeñísimos. Quizás sí que lo había vivido, a mi manera, después de todo.

Le pedí la botella. Ni siquiera sabía por qué quería beber, si estaba asqueroso. Qué vicio más malo. Di un trago y lo miré con ternura.

─Es que eras muy pequeño ─le dije, con voz muy suave, como si todavía lo fuera. Apoyé el pie de nuevo, estirando un momento las membranas al máximo. Más cómodo así.

Le sonreí, pícara.

─Ahora empezarán a llegar un montón de guerreritos pequeños e inexpertos ─relaté─. Y tendrán que mirar hacia arriba para verte la cara, con sus ojos redondos y enormes. Y pensarán «quién es ese guerrero tan grande y tan fuerte que siempre está callado». Bueno, lo de fuerte no sé si lo dirán, ya veremos. Pero les vas a dar mucho miedo, pobrecitos.

Me sumerjo hasta la nariz, risueño. Sí que era pequeño. En todos los sentidos.

Cuando empieza a hablar del futuro de Brontë la miro, curioso. ¿Y es eso posible? ¿Vendrán jóvenes de quince años y me verán y me verán como esa persona que sabe lo que hace? Solo de pensarlo casi se me hincha solo el pecho, de orgullo. Y eso que ni ha pasado ni he hecho nada.

-Les sonreiré así -indico, mostrándole mi sonrisa más encantadora y adulta-. Y les diré "oh, ¿necesitas ayuda para entrenar? No te preocupes, yo me sentía como tú cuando llegué". Y quizás no me crean, pero será verdad.

¿Es eso lo que pasaba cuando yo llegué y veía a los guerreros como si fuesen héroes solo porque levantaban más de un palmo del suelo cuando a lo mejor tenían las mismas inseguridades? Por más que lo intento, no logro imaginar a una pequeña Alehyss Lester acobardada en una esquina mientras mira a los chicos mayores.

-Ayer abracé a Cierzo -digo de pronto, tras dar un buen trago a la botella, que está ya mediada, sino por debajo. Me echo a reír-. Qué vergüenza. Fue a la primera persona que vi y me salió de dentro.

Abrí mucho los ojos.

─¡Les enseñarás los dientes! Eso en muchas culturas es una señal de agresividad, ¿sabes? Los vas a asustar más ─apunté. Bueno, más que en muchas culturas, era un rollo que tenían algunos animales, más bien, pero como argumento valía.

Me eché a reír cuando me contó lo de Cierzo. A Cierzo. Es que justo a Cierzo, que era más tieso que un palo. Menuda impresión.

─¿Y qué te dijo? Mithos, por qué me perdí ese momento para la posteridad, qué maravilla ─dije, sin poder dejar de sonreír.

Luego me había visto a mí y le había tenido que dar el abrazo yo. Muy bonito, eh, ya se veía cuáles consideraba que eran sus amistades de verdad.