Fuente termal

Abro la boca, prácticamente ofendido, llevándome una mano al pecho.

-¡Nada de agresividad! ¿Pero en qué selva has estado, Massen? Ya veo que solo te has relacionado con bestias últimamente y por eso no diferencias una sonrisa de una amenaza. Bueno... con bestias y...-. Noto que la risa asoma a mi boca-. Y con Alehyss.

Y sin porder evitarlo, me echo a reír solo hasta el punto de notar que me lloran los ojos y me duele el estómago. No sé si es cosa del alcohol o realmente es lo más gracioso que se me ha ocurrido nunca. Y cuando se une el tema de Cierzo siento, la verdad, que me voy a ahogar incapaz de coger aire. Y, en vez de explicarlo, envío la imagen de la situación de ayer con Cierzo tal y como la recuerdo, quizás un poco cambiada para hacerlo todo más gracioso, con cierto deje de ofensa, de estupor y de vergüenza. Y bueno, es imposible que me recuerde en tercera persona, ahora que lo pienso.

Me miré las uñas, como si de pronto fuesen algo interesantísimo.

─He estado en muchas selvas, sí, ¿por qué lo preguntas? ─Y lo miré con cierto aire arrogante─. Y he tenido ocasión de relacionarme con mucha gente.

Pero daba igual, porque se estaba riendo. Tanto, que me sorprendió que fuera capaz de invocar una escena en mi mente. En cualquier caso, pronto me estaba riendo yo también a carcajada limpia. La cara de Cierzo. Mithos, no podía con la cara de Cierzo.

Cogí agua entre las manos y me la eché por la cara. Como si eso fuese a despejarme algo, vaya.

─Ay, Jun, pero cuánto nos has echado de menos. Y yo. Y yo, Jun, cuantísimo te he echado de menos.

Y otra vez lo abracé, aunque no me abrazase él, porque de pronto de verdad me sentía muy triste por cuánto lo había echado de menos. Aunque no tuviera el menor sentido, porque estaba allí y ya no hacía falta que lo echase de menos, pero qué triste echar tanto de menos.

No me pasa desapercibido su tono, pero estoy demasiado ocupado riéndome como para dejarme afectar en lo más mínimo por él. En parte porque sé que es una broma. Y en parte porque en cuanto mi propia risa va a empezar a remitir, se ve alimentada por la suya y ya se convierte todo en algo incontrolable por un rato. Hasta que viene a abrazarme, porque lo que dice es verdad. Y no es gracioso.

La rodeo con los brazos también, apoyando la frente en sus trenzas y cerrando los ojos un momento.

-No sé si merece la pena decir que yo a ti también, si ya lo dices tú todo... -le transmito, esta vez con un tono más suave, quedo-. Pero aún así... Yo a ti también. Muchísimo.

Es raro porque por un lado es una sensación muy apacible, pero por otro todo me da vueltas. Y ahora, con los ojos cerrados, tengo la sensación de que una vez vuelva la luz no sabré ubicar dónde está el mundo en general. Quizás el veneno ese quema tanto para darte a entender que es malo beber demasiado. Un mecanismo de defensa.

─Hm ─fue toda mi respuesta.

Allí, apoyada contra Jun, al calor de las termas, me sentí por un momento muy liviana, y a la vez en paz. Tenía los ojos cerrados, y por un momento perdí la noción del tiempo. Me sentía un poco triste, muy pequeña, pero segura. Me quedé un momento en silencio, y de pronto volví en mí y solté una especie de quejido, reacomodándome, pero sin abrir los ojos.

─Esto que voy a decir está muy feo ─gemí, lastimera─, pero me estoy quedando dormida.

No quería quedarme dormida. Seguro que era todo culpa del veneno asqueroso que Jun había traído. Bueno, y un poco del calor de las termas. Y otro poco del exceso de emociones.

Me gustaría decirle que sí, que está muy feo, pero la verdad es que cada vez me cuesta más utilizar el collar. Y su voz me ha sacado un poco de una ensoñación, también.

Me aparto un poco de ella y abro los ojos, haciendo que, efectivamente, el mundo se ponga a girar.

-Vamos a... salir -indico

Me aparto de ella y me acerco al borde de la terma. Me cuesta moverme, pero todavía puedo hacerlo. Lo malo que fuera hace un frío que pela, y la toalla está como absurdamente lejos. Qué inoportuno. Miro a Massen de reojo.

-Hay que coger las toallas. ¿Sales tú primero?

Me incorporé un poco cuando se apartó, haciendo un esfuerzo sobrehumano por abrir otra vez los ojos y concentrarme en la realidad. Cada vez resultaba más difícil, y tenía que moverme despacio para no marearme, pero cambiar de postura me ayudaba un poco a despejarme, aunque fuera mínimamente.

Volví la vista a las toallas a la vez que Jun, y luego me volví a mirarlo cuando me invitó a salir. Resoplé, solté una risa suave y di un manotazo al agua para salpicarle. Después me arrastré, sin incorporarme mucho para mantener la máxima superficie de piel posible dentro del agua, hacia el borde de la terma más cercano a las toallas. Inspirando hondo, me erguí y me estiré para coger las toallas. No estaban cerquísima, pero tampoco tan lejos como para tener que salir del todo para alcanzarlas. Y, de todas formas, con el vapor el contraste de temperatura no era tan exagerado.

Las toallas, en cambio, húmedas y a la intemperie, si estaban un poco frías, así que compuse una mueca al terminar de ponerme de pie y envolverme con una de ellas.

Verla salir me termina de dar la energía suficiente para intentarlo yo mismo. Tengo que apoyarme en las manos e impulsarme una, dos y hasta tres veces hasta que consigo ascender lo suficiente como para apoyar la rodilla en el suelo helado. Me estremezco y gateo un poco hasta la toalla. Luego, tomándola con la diestra, termino por conseguir levantarme y miro a Massen con una sonrisa de orgullo. Me refugio entonces en la toalla, que no parece tan grande como antes, porque no soy capaz de cubrirme por completo.

-Vamos...

Intento calzarme con poco éxito. Me concentro todo lo que puedo en ello, sintiendo que me tambaleo un poco, porque no me apetece en absoluto caminar sobre la nieve con los pies descalzos desde aquí hasta las habitaciones.

Me quedé un rato donde estaba, dejando que el contacto de las piernas con el agua y los vapores que emanaban de ella me calmasen un poco el frío antes de salir del todo. Entonces me volví hacia Jun, que hacía sus propios esfuerzos por prepararse para volver al palacio. Solté una risita.

─Ya se ve qué bien te ha sentado el veneno.

Me costó decidirme, pero al final salí yo también del agua, terminé de secarme como pude y me vestí también. Era toda una aventura, pero al final lo conseguí. Cuando, a pesar de nuestra torpeza, conseguimos darnos por listos, emprendimos la vuelta a Palacio, con paso vacilante y apoyándonos uno en el otro.

*Se van*