Prado.

Su risotada intenta contagiárseme pero me contengo, aunque por dentro estoy feliz por aquella respuesta de ánimo y sus palabras esperanzadoras.
Sin embargo, cuando empieza a enumerar todo lo que debo aprender, mentiría si digo que no sentí vértigos y entonces hago una pequeña puntualización—. ¿No es mejor aprender primero a que mis Aquaerum —conjuro uno— no parezcan un preservativo usado? —alzo una ceja, cariacontecido por la forma desagradable de mi hechizo.
Sea como sea, escuchar que va a ayudarme, me hace explotar de alegría.
—¡Ese es mi Abby! —mando el Aquaerum a freir espárragos y salgo al trote pradera adelante—. ¡Yuju!

*trota por ahí porque es feliz*

En condiciones normales ya estaría dentro del palacio. Después de todo, era tarde y hacía bastante frío. Pero había una serie de elementos que me mantenían allí, tirada en el prado, disfrutando de la noche junto a Vilo.

El primero de ellos era el propio Vilo, que aquel día parecía bastante poco dispuesto a dejarme marchar. El segundo de ellos era el ejercicio que me había hecho hacer y el calor corporal que emitía, que me mantenían a buena temperatura. Y, por si esto fuera poco, había liberado al fuego fatuo del corazón de la Iracunda para evitar del todo la temperatura nocturna. Así que podría decirse que, en términos reales, me sentía como si estuviera sentada frente a la chimenea de la sala común.

En esas circunstancias, daba bastante pereza volver adentro.

*Se quedan*

Había salido a despejarse un poco, porque había tenido un nuevo mal día. Cuando se había roto con Kyoti había pensado que aquello había sido una excepción, por lo que había preferido no decir nada a Pris, pero lo cierto era que había seguido sintiendo una opresión los días siguientes. Aunque no le había vuelto a pasar algo como aquello.

Llevaba un farol alumbrando el camino mientras regresaba a Palacio. Un bulto claro en medio de la hierba, más adelante, llamó su atención. No por el bulto en sí, o no solo por ello, sino también por el círculo brillante que flotaba y que me parecía de lo más extraño.

Me acerqué con cuidado, con cierta cautela. Me arrepentí de no llevar mi arma conmigo.

Una luz cálida llamó mi atención y la de Vilo, y ambos nos incorporamos un poco para ver cuál era su fuente. Invoqué un flagrare para ver algo mejor, aunque el propio farol iluminaba a su portadora. Una flamma. Me sonaba habérmela cruzado alguna vez, pero nunca había hablado con ella.

En fin, fin de la tranquilidad.

─Buenas noches ─saludé con una sonrisa.

Vilo movió la cola, como su particular bienvenida.

Una nueva figura, más discreta, emergió del suelo. Al final no era una bestia peligrosa. O sí lo era, pero tenía... ¿dueña? La gente parecía convivir con total familiaridad con las criaturas más extrañas imaginables. Pris me había hablado de un dragón de mentira, o algo semejante...

-Buenas noches.

Los observé un instante, sin saber bien qué decir. Lo que menos esperaba era encontrarme aquello. Me parecía que hacía mucho frío para tumbarse en la hierba.

-Disculpa. Vi algo extraño y me acerqué a ver de qué se trataba-. La imagen de mi hermana se me vino a la cabeza y añadí-: Soy Zaih'ra Flegrell.

Bueno, por lo visto molestábamos a su alteza. Qué osadía, qué desgracia, irrumpir así en su camino. «Algo» le había parecido extraño. «Algo» éramos nosotros, supuse.

Alcé una mano para rascar a Vilo entre las orejas y el resopló, inclinando la cabeza más hacia mi mano.

─Supongo que son horas un tanto extrañas, pero es que hoy está mimoso ─expliqué con todo animado─. Yo soy Lea Seimz. Creo que nos hemos visto alguna vez, encantada.

A lo mejor un poquito más encantada si dejase de mirarnos con aquella cara, la verdad.

Al menos parecía amable. Una de aquellas personas fáciles de tratar. Se sentía como si ella fuese la única persona desagradable de Brontë, además del hombre de las termas. Me esforcé por dibujar una sonrisa un poco forzada. Al menos que no se dijese que no lo intentaba. Quizás de intentarlo acabase por sentirme más cómoda.

-Un placer-. Observé al animal. La verdad es que tenía un aire majestuoso-. Puede que nos hayamos visto. Disculpa. Me cuesta todavía recordar las caras-. Para una veterana yo era una cara nueva, pero para mí había tantas que era un verdadero caos-. ¿Él tiene nombre?

Tampoco me importaba demasiado. Pero era un tema para hablar como otro cualquiera. Me acerqué un poco más, para no ser descortés.

Pese al recelo inicial, la curiosidad le pudo más que la cautela y acabó por avanzar un poco. Y bueno, si iba a dejar de hablar de Vilo como un «algo» podíamos darle una oportunidad como persona.

─Se llama Vilo ─respondí, y le rasqué un poco más intensamente detrás de una oreja─. ¿No saludas? Te están hablando, hombre.

Vilo soltó un sonido ronco, a medio camino entre un aullido y un gruñido, agitando un poco más la cola, a modo de respuesta. Yo resoplé y le di un suave tirón de oreja.

Ladeé la cabeza.

─Llegaste hace poco, ¿no? Tú y otra... otras dos chicas, creo. Perdona, es que me parece que todavía no he hablado con ninguna ─. Negué a su disculpa con una sonrisa dulce─. ¡Qué va! Si le pasa a todo el mundo al llegar. Parece que se conozcan de toda la vida, y luego estás tú, recién llegada, que no sabes ni por dónde empezar. Pregunta a cualquiera, te dirán que han tenido esa sensación.

Vilo. Asentí, segura de que terminaría por olvidarlo sin querer. Al final hasta olvidaba si había visto o había saludado a algunas de las personas con las que me cruzaba. Pero bueno, trataría de hacer el esfuerzo.

-Un... placer.

Lo cierto era que no sabía si tenía sentido decirle aquello a un lobo extraño o a lo que fuese. No conocía a las criaturas de aquella zona.

Cuando me habló de mi llegada y del resto de novatas me sentí un poco ubicada, y llegué a sonreír un poco menos tensa. Asentí.

-Una de ellas es mi hermana, Priscilla-. Hablar de ella dio algo de calidez a mi tono-. La otra se llama Krista, creo. Hablé con ella una vez-. No tenía una impresión muy fuerte de ella. Había sido agradable conmigo, pero en un mal día-. Supongo que con el tiempo es normal conocer a todo el mundo. Parecéis... bastante unidos, todos. Supongo que es cosa de acostumbrarse.

Carraspeé, algo incómoda. No era que dudase de que todos se hubiesen sentido perdidos alguna vez. Pero aquello era un poco como leer las cartas, casi un acierto seguro. Aunque quizás hablaba por su propia experiencia; suponía que sí.

-¿Llegaste hace mucho?

Su hermana. Contuve un escalofrío. No había visto a nadie que se le pareciera particularmente, pero podía ser. Priscilla y Krista. Ah, Krista, claro, si me lo había dicho Rick. Tenía que ver si coincidía con la famosa Krista en algún momento.

Tuve que contener una mueca irónica ante su comentario. Unidos. Unidísimos. Una serie de recuerdos me vinieron a la mente como destellos, ninguno de ellos particularmente agradable. Me esforcé por mantener la sonrisa.

─Bueno, hay de todo ─respondí, tratando de mantener un tono ligero─. Al final es como cualquier otra comunidad, con sus más y sus menos. Pero diría que el balance es positivo. Aunque te confesaré que aún hay gente con la que apenas he hablado. Y me refiero a gente que lleva aquí bastante tiempo. En fin, hay de todo.

Asentí, tratando de recordar. ¿Cuánto tiempo llevaba en Brontë? No llevaba la cuenta.

─Unos años ─asentí─. ¿Cuánto llevas tú? ¿Qué tal te vas haciendo a esto? ¿Muy distinto del lugar del que vienes?

No sabía ni por qué le estaba dando conversación. Probablemente porque tenía cara de quererla y no saber de dónde sacarla.

Al final todos decían aquello. Todos habían acabado formando una vida allí, de una forma u otra. Yo seguía sintiéndome extraña en aquel lugar, pero al menos ya no pensaba en escapar y punto. Ya llegaría el momento en el que descubriese cuál era mi sitio. Recientemente había empezado a pensar que quizás una misión fuese lo que más claro me dejase si pertenecía a aquel lugar o no. O, al menos, si valía para aquel tipo de trabajo.

-Lo cierto es que llevo pocos meses todavía, y aún es complicado... Sobre todo ahora, con este clima -expliqué-. Vengo del desierto, estoy acostumbrada a que el sol caliente de verdad... Allí también tenía una vida un poco más itinerante-. Y conocía a todo el mundo y no me era necesario vagar por los pasillos sin tener claro qué quería-. Me está costando un poco, pero supongo que es cuestión de tiempo. O eso dicen todos.

Lo cierto era que vaya secta tenían montada allí.

Enarqué una ceja. Así que el desierto. Ignis, supuse. La verdad era que a mí la temperatura de Brontë también se me había hecho un poco fría al principio, pero suponía que en su caso el contraste sería mayor. Sobre todo si había llegado durante los meses más fríos.

Me encogí de hombros.

─Hay quien llega con más o menos preparación ─expliqué─. Hay quien ya de antes se dedicaba a las armas y quien ha cambiado completamente de oficio. Yo venía de otro ejército, pero allí me dedicaba a cuidar las cuadras, no a luchar. Así que la situación era parecida, pero me llevó un tiempo acostumbrarme a que mis tareas no eran las mismas. Depende mucho.

No sabía para qué le contaba aquello. Para que se sintiese mejor, quizás, pero por lo que decía ya debía de haber tenido aquella conversación con más gente.

Desde luego, si algo me quedaba claro es que en Brontë había de todo. No tenía claro en absoluto cuál era el proceso que seguía aquella llamada para escoger a los "elegidos", pero no discriminaba. O, si lo hacía, no terminaba de decidir el criterio.

-Bueno, espero acostumbrarme deprisa -murmuré, sin tener claro qué decirle. No quería soltarle a otra persona mis inseguridades, o me acabaría ganando un sobrenombre que no era el que quería. Intenté sonreír, pero me salió un gesto un poco tenso, nuevamente-. ¿Te gusta más luchar que cuidar las cuadras? Entiendo... que te gustan los animales todavía...-. Dediqué un vistazo a Vilo-. ¿Por qué te uniste a este ejército y no a aquel en el que ya trabajabas? Si me permites la pregunta.

Cambié el peso de pierna. Seguía un poco lejos de ellos, manteniendo una distancia algo impersonal. Quizás estaba relajada y realmente la estaba estorbando con aquella conversación insulta. Aquel pensamiento me molestaba.

Fui consciente del hecho de que estaba controlando mi expresión para que no traicionara mis pensamientos. Por suerte, era algo que se me daba bien hacer, así que en mi rostro no se reflejó la nube negra que cruzaba mi mente.

Sonreí con sencillez.

─Siempre he sido más de cuadras que de armas ─declaré con seguridad─. En realidad, nunca tuve en mente unirme a un ejército para luchar. Ni para nada en particular; me habría dado igual un ejército que una granja. Simplemente, me contrataron allí y allí me marché. Luego coincidió el momento en el que me invitaron a Brontë con que allí la situación, por cuestiones ajenas al trabajo, se estaba volviendo insostenible, así que decidí venir a Fulmen. Aquí no me ofrecían el mismo trabajo, pero mientras cumpla como guerrera, nadie me ha echado nunca en cara que pase el tiempo que quiera con los animales.

En realidad, casi era mejor así; mi ocio y tiempo de disfrute eran para lo que yo quería usarlos, y mis obligaciones conformaban una parte totalmente separada de ellos.

Parecía conformista. Se me hacía raro que fuese conformista y que, al mismo tiempo, estuviese luchando en Brontë. Pero si lo analizaba, no podía decirse que yo tuviese unos motivos más fuertes para estar allí, y cambiar una cuadra por una espada parecía más lógico que ser una cobarde y huir a un ejército.

-Pareces cómoda en este lugar. Me alegro por ti-. Aunque pudiese sonar algo cínico, tanto por mi tono como por mi expresión monocordes, lo cierto es que no era mentira. Me consolaba un poco pensar que era posible encontrarse arropada entre aquellos muros, y era lo que ya muchos me habían dicho-. Bueno... Si me disculpas, voy a volver dentro. No quiero seguir molestando, y hace algo de frío-. ¿Cómo aguantaba tirada en la hierba?-. Buenas noches, Lea. Y Vilo.

Me despedí haciendo un pequeño gesto con la cabeza y luego seguí avanzando. Quizás un baño caliente me pusiese de buen humor. O hablar con Pris un rato.

*se va*

Me resultaba extraña la manera en la que se expresaba. O quizás era lo que expresaba lo que era extraño. El hecho de que expresase según qué pensamientos. No sabía muy bien a qué atenerme con ella.

─No es molestia, pero claro. Ya nos veremos ─me despedí.

Me quedé con Vilo, viendo cómo se marchaba. Vilo hizo un ruidito, me volví a mirarlo y me lamió la cara. Reí y le devolví el beso, antes de acurrucarme de nuevo y quedarme mirando al cielo junto a él.

Yo no tenía ningún frío.

Me acerco tranquila cuando veo a Lea y a Vilo a lo lejos. Thor, sin embargo, mucho más emocionado, avanza entre la maleza, casi acechando. Sería una buena forma de sorprender a alguien de no ser porque va haciendo ese sonido de cococó tan inconfundible.

-¡Pero si es mi flamma favorita! -exclamo, con las manos en los bolsillos-. ¿Qué le pasa a la gente últimamente, que no tiene frío? ¿Se os ha roto de pronto el termómetro a todos? La única normal la costurera. Y yo, claro.

Bueno, y Retales. Un poco. Pero tampoco tengo que ponerme a hacerle una lista. Vamos, ni que le importase un carajo quién tiene frío. Pero es que de verdad que me parece curioso. Y yo aquí con bufanda.

Al poco, un cacareo inconfundible se dirigió a nosotros. Vilo volvió a alzar la cabeza, con las orejas tiesas y un amago de aullido, a modo de bienvenida. Yo me incorporé un poco también, con una pequeña sonrisa.

─Buenas noches, Thor ─saludé, encantada de verlo.

Un poco más allá venía Frikka, que parecía igualmente encantada de vernos a nosotros. Enarqué una ceja a su comentario.

─Pues para ser «normal» bien que estás aquí fuera, sufriendo ─observé─. Yo tengo mis propios métodos para disfrutar de una noche fría ─indiqué, señalando el fuego fatuo que flotaba a mi alrededor─. ¿Iniciando el turno de noche?

Thor enseguida empieza a disfrutar de la atención y pasa de correr a restregarse contra ellos, contra la hierba, contra ellos otra vez... Lea le gusta, pero lo que más le gusta, creo yo, es jugar con Vilo.

-¡De sufriendo nada! -exclamo, con sumo deleite, y abro la capa que llevo puesta para que vea que debajo llevo otra. Podría haberme puesto una más gorda, pero se habría perdido el efecto-. Y me he tenido que poner una camisa interior térmica. Porque, verás, cuando salí de la cama mis pezones hacían que fuese más alta tumbada que de pie-. Miro con curiosidad la cosa que me señala, que brilla de color rojo. Me suena habérsela visto antes-. Yo también quiero algo como eso. ¿De dónde puedo sacar uno?

Y justo entonces, como si al hablar del frío la hubiésemos invocado, un copo de nieve se me posa en la nariz. Al final tenía razón cuando le dije a la costurera lo de la nieve.

-Parece que vamos a tener una noche fría los del turno de noche...-. Aunque parezca una queja, realmente me sonrío con deleite.

Cuando Thor me lo permitió, le rasqué un momento la cabeza. Pero ya sabía por experiencia previa que aquellos momentos eran fugaces y que era demasiado inquieto para ser un saco de mimos, como Vilo. Este, por su parte, movía la cola y hacía sonidos suaves, amagos de gruñidos, sin llegar, de momento, a incorporarse para jugar, pero poniéndose en tensión en ciertos momentos, como si fuera a empezar a perseguirlo de un momento a otro.

Miré a Frikka con expresión de incredulidad cuando hizo alarde de las capas de ropa que llevaba. La reina de Nevus, vaya. Ignoré su comentario, sin dejarme impresionar por su capacidad para evocar imágenes perturbadoras. Ya era costumbre.

─Pregúntale a Rick, me lo regaló él ─respondí a su pregunta, encogiéndome de hombros─. De un volcán, me parece, pero creo que prefiero no recordar los detalles.

Miré arriba, a tiempo de ver los primeros copos que empezaban a caer.

─Pues como cuaje...

Thor disfruta un rato de los mimos, pero pronto lo convierte en un juego e intenta capturar la mano de Lea con la boca. Por suerte, aún tiene cuidado, porque si no lo tuviese creo que ya no me quedaría ninguna mano.

Hago un mohín reaccionando a su comentario.

-Ahora para tener cosas chulas hay que tener novio. Qué pereza...-. Ir a un volcán, por el frío que haga aquí, no me parece apetecible. Tiene pinta de que se puede liar bien-. ¿Tú crees que él me iría a buscar uno si se lo pido? -inquiero de pronto, curiosa. Seguro que si le digo que me sería de vital ayuda lo haría, el muy bobo.

Atrapo un segundo copo de nieve con la mano, en un gesto rápido, y me acerco a Lea, sentándome sin ningún pudor a su lado, pegándome bien a su costado. La cosa esa no da nada de calor, la verdad, pero Lea da un poco, así que me conformo con eso.

-¿Cómo que "como cuaje"? Ojalá cuaje. Podríamos tener una batalla de bolas de nieve. O hacer un ejército de muñecos. O ir a tirarnos por las laderas en trineo.

Puse los ojos en blanco.

─Bueno, tampoco creo que haga falta como tal, pero tiene sus ventajas ─apunté─. Sí, seguramente lo haría. Conociéndolo... Así que te voy a pedir muy seriamente que no se lo pidas, para que no tengamos un problema tú y yo. Seguro que hay métodos menos absurdos de conseguir algo parecido, si no igual.

La miré de hito en hito mientras enumeraba sus ensoñaciones níveas. A mí, sinceramente, que cuajase la nieve me parecía un engorro. Siempre pasaba igual: los cinco primeros minutos eran muy divertidos; la semana siguiente, incomodísima.

─Podríamos ─coincidí─. Y también podría acabar todo de nieve sucia de tierra dejándolo todo asqueroso, crearse un efecto nevera que nos deje todavía más frío y que tengamos que ponernos cadenas en las suelas para no resbalar dando un paseo. O hasta que quede inutilizado el terreno de entrenamiento, si nieva muy a lo bestia. Pero bueno, no quiero quitarte tu ilusión, si te apetece que alguien venga a colarte una bola de nieve por la nuca, eres libre de disfrutarlo.

Si no hace falta un novio como tal, quizás valga un amigo. ¿Iría Retales a buscar algo así por mí?

No. Nunca.

Lo que sí haría sería ir conmigo. Hasta el final del mundo. Estoy segura. Pero no por cosas intensas. Más bien por las risas. Por poder mirar al abismo de frente y tocarle la flauta.

-No te preocupes, me cae bien el gradullón, no le tomaría así el pelo-. La miro torciendo la sonrisa-. Y tú también me caes bien, no te preocupes.

Creo que nuestra relación empezó de una forma un poco... accidentada. Y, sin duda, sé que a veces la estorbo. Mucho, probablemente. Pero creo sinceramente que también le caigo bien. Y al final la mejor manera que he encontrado de tratarla es siendo yo misma e ignorando sus esfuerzos por ser cabal y realista.

Extiendo una mano hacia Thor y le rasco el cuello, junto a la barbilla, en el sitio que le gusta. Aprovecho para dejar otra caricia en la cabeza de Vilo.

-No me amargues, anda... Siempre puedes aprovechar para practicar por si surge una misión en Aqua. Los resbalones son menos dramáticos si no estás luchando contra algún tipo de bestia-pingüino que quiere comerte las retinas.

A veces yo misma me sorprendo de lo que digo, la verdad.

Frikka era una existencia extraña. Pese al paso del tiempo, pese a tener la sensación de tenerla ya controlada y fichada, seguía teniendo la habilidad de descolocarme con comentarios muy simples. Guardé silencio un momento, pensándomelo dos veces, pero acabé por hablar.

─Sí, tú a mí también ─reconocí, a riesgo de que hiciera un mundo de ello solo por fastidiar.

Fruncí un poco el ceño ante su nueva invención.

─¿Eso es un bicho que existe o estabas improvisando sobre la marcha? ─pregunté, mirándola de reojo─. No, si en fin, si te apetece nieve, pues mira qué suerte estás teniendo. Ojalá me hiciera a mí la misma ilusión.

No, tampoco diría que ojalá. Me daba bastante igual la cuestión.