Prado.

Lino trota a mi lado. Parece animado por la idea de estirar las patas fuera y estos últimos días no ha hecho buen tiempo, pero tampoco ha llovido. El suelo sigue embarrado en algunas partes de todas formas. Pero hoy mi ropa es la apropiada para enfrentarse a las manchas y al ejercicio.

Estoy dedicándome a entrenar magia casi siempre que puedo, ya que ha quedado patente que es mi atributo a destacar. De todos modos, algunas veces, como hoy, salgo a hacer un ejercicio más convencional. Aún no he tenido que enfrentarme a un peligro de frente, pero sé que incluso si se trata de magia y no de una espada no está de más tener unas cualidades físicas adecuadas. No diría que me he puesto en forma de manera impresionante, ni aún llevando más de un año en Brontë, pero sí es verdad que me he vuelto ligeramente más atlética, aunque en comparación con la mayor parte de los guerreros apenas se nota.

Lino parece cansarse menos, o al menos se mueve con más entusiasmo, y a ratos, cuando la carrera es un poco más veloz, abre las alas y aletea un poco, elevándose del suelo un trecho, como en un salto más largo, manteniéndose en el aire apenas unos segundos.

No es el mejor día para salir fuera, pero no se está mal. El aire fresco me despeja un poco.

Hoy sí. Hoy sí que es un buen día para montar. Hace frío, sí; pero el sol brilla con fuerza. Espero que la lluvia no nos sorprenda. A mi no me importa demasiado porque soy piscis, pero si el viejo Abbadom se empapase, definitivamente no podría con sus alas.
El líder me ha montado en un potrillo. Hubiese preferido montar en un caballo con experiencia, ya que ninguno de los dos somos expertos ni en montar ni en ser montados. Él monta a la madre del animal. Una yegua lozana y fuerte. Según él, no hay problema por el joven que monto. Que no tenga miedo, dice. Que seguirá a su madre y así se irá acostumbrando a los paseos.
Se nota que el caballo ha nacido en cautividad y no es la primera vez que lo montan, pero en comparación a su madre, todavía camina en zigzag y se distrae demasiado con los elementos del camino. Ya me he tenido que parar dos veces pese a mi insistencia con las riendas. Si algo he descubierto hoy es que a este caballo le gustan demasiado los dientes de león.
Por fin cogemos ritmo y paseamos tranquilamente el uno al lado del otro por el prado. Parece que ambos nos hemos acostumbrado a nuestras torpezas. Yo imito a Abaddom y el potrillo; a su madre, por lo que las cosas se han calmado.
Vamos despacio, ni si quiera al trote y a mi ya me está empezando a doler el culo.
—No sabía que montar fuese tan doloroso... —gimoteo al líder entre pucheros mientras me froto el culo que se me aplasta a cada paso—. La próxima vez me traeré un cojincito —anuncio.
Pese a todo, el paseo es agradable.
—¿Sabe? —decido romper el silencio del paseo—. Estos días me han pasado un montón de cosas. —explico.

El líder organizó la salida cuando el tiempo hubo mejorado y llevó al muchacho por los senderos del bosque hasta dar con el paseo que recorría el prado. Llegó atabiado con un sombrero de ala ancha, una camisa blanca de cuello mao y unos pantalones marrones de montar, bastante ajados. Las botas acompañaban al conjunto, también bastante gastadas en su superficie. Y sobre la ropa un enorme abrigo de cuerpo con una piel suave alrededor del cuello para cubrirse del frescor cortante del invierno.

-Vamos, muchacho, no te quedes atrás -Le gritaba de de vez en vez cuando veía que el potro se paraba demasiado tiempo entre las flores.

-Si sigues dejando que tu trasero rebote como una pelota en el pobre potro tendremos que parar a descansar para que no le destroces. Es en los muslos donde debes sostener el cuerpo para no sofocar al caballo -Le emplicó con calma y divertimento. Hizo un gesto para que se fijase en su postura erguida y compacta. Sus cuádriceps se marcaban con firmeza en su pantalón-. Pararemos allí delante, al lado de ese arrollo -Ordenó.

-No hay nada como ponerse en marcha para que todo se mueva a nuestro alrededor -Comentó risueño ante la declaración del muchacho.

-Si empleases toda esa energía con la que te quejas en hacer las cosas bien, serías un erudito -El aether no dejaba de divertirse con el muchacho. Estaba acostumbrado a tener aprendices y le encantaba rodearse de esa energía jovial.

-Ah, muy amable. Pero esa no es la forma de ayudar a alguien a desmontar -Le indicó. Batió las enormes alas un parde veces, lo justo para elevarse y pasar la pierna sobre el lomo del caballo. Bajó con cuidado-. Los mozos de cuadra y los ayudantes ponen así las manos, ¿ves? Así uno puede apoyar el pie como si fuese un escalón. De la misma forma que te han ayudado a ti a montar -Explicó tranquila y amigablemente. Luego se dirigió a un roca para apoyarse.

-Ah, ni hablar. Si apoyo los huesos en esa manta mojada no podré volver a moverme -Ríó animadamente- Pero sí podrías darme un poco de esa agua fresca -Demandó con amabilidad mientras se sacaba las gafas para limpiarlas con su pañuelo.

-¿Hay algo que te inquiete, Gabriel? -Preguntó tras observarlo un rato-. Estás muy pensativo -

Escucho con atención lo que dice. Tiene razón, así que simplemente lo aprendo y no le doy más importancia—. Lo tendré en cuenta —resuelvo.
En cuanto hace referencia a sus viejos huesos, le miro con las cejas cargadas de escepticismo, aunque no hago ningún comentario. Es algo que me escama: a veces parece el más tierno de los abuelillos y al rato parece el más hábil de los guerreros. Supongo que con la edad la energía no es tan constante y tendrá momentos más ágiles que otros. Sí. Eso debe ser. De nuevo, no le doy la mayor importancia.
Le cedo la cantimplora y veo cómo da un par de tragos. Rápido, recuerdo las regañinas de mi madre.
—No beba tanta agua fría de golpe en esta época del año que se puede poner malo —le recuerdo, aunque lo digo mirando hacia el arrollo, lejos de su mirada.

No se le escapa una. Bufo.
—No... no es nada. Sólo que se me ha dado por pensar. No se lo recomiendo —me coloco las manos detrás de la nuca. Noto la espalda empapada pero me da igual. Sienta hasta bien. Me callo. Odio hablar de lo que siento. Sólo sé tirarles los trastos a las chicas, comer, dormir y hacer el vago. Pero ahora... siento que tengo una oportunidad. Me he pasado los últimos años siendo un tunante, viviendo como un rico a costa de toda esta gente y tú, viejo chocho, me diste el empujoncito que necesitaba para empezar a hacer cosas y ahora que las he empezado a hacer, me doy cuenta de lo inútil que soy y he sido toda mi vida, que solo he brillado en una ocasión y en vez de aprovecharla para continuar mi carrera deportiva, me dejé llevar por la corriente y ahora tú, has puesto en funcionamiento un mecanismo en mi que nadie había puesto jamás: me has dado una oportunidad a sabiendas de que soy un fracaso. Ahora, toda la culpa se me cae encima y es tan pesada como el propio palacio. Siento que he desperdiciado mi vida. No sé usar un arma. Mi magia es patética. No sé montar a caballo. Escribo fatal. Leo peor. No tengo ni mujer ni hijos. No tengo una casa. No te tengo mas que a ti a mi lado.
Dejo a un lado mis pensamientos y arranco una florecilla.
No sé qué has visto en mi, pero yo no soy nadie. Uno más del montón.
Ojalá... ojalá pudiese exteriorizar todo esto. Ojalá tuviese esa capacidad de hablar de los problemas que le rondan a uno por la cabeza. De todas formas, a ti no te interesan mis problemas. No eres mi amigo. Eres solo un líder que está haciendo su trabajo enmascarándolo de cordialidad para que deje de hacer el vago. ¿Cierto?
No sirvo para nada.
—A veces una flor es sólo eso. Una flor, y lo mejor que puede hacer por nosotros es morir —me reincorporo, todavía sentado y observo el arrollo. Lanzo la flor al agua y veo como se la lleva la corriente. Ojalá pudiese decirte todas estas cosas que tengo dentro, pero no soy capaz. Además, ¿te interesarían? No lo creo. Eres un líder pendiente de un palacio y de un continente, no mi terapeuta.
A pesar de haber sido una familia más que numerosa, yo siempre fui por libre. Expresar mis más profundas ambiciones en voz alta... eso no es para mi.
Ya he perdido la flor corriente abajo y entonces resoplo.
—Ya tengo treinta años —treinta. No me había dado cuenta de lo vertiginoso del tiempo hasta que he empezado a usarlo. Dejo caer mis hombros hacia delante y entonces le devuelvo la mirada al anciano—. ¿Cómo es... envejecer? —arrugo una mueca, buscando algo de humor, pero no lo encuentro.

El líder bebió con ganas hasta acabar con la mitad de la cantimplora y entonces sonrió al escuchar al chico.

-Tienes razón. Tuve un amigo flamma al que le dio un infarto por beberse el agua de un témpano que derritió en su boca de golpe -Comentó entretenido. Luego le devolvió su pertenencia con un agradecimiento.

Observó al chico mientras respondía vagamente y se detenía a cavilar. Al final se rió con el comentario sobre la flor.

-Un flor es solo una flor, pero ni tiene que hacer nada por nosotros ni se merece morir, la pobre. Ella está bastante atareada ya con hacer su vida: crecer, buscar sus nutrientes, parecer apetitosa para los insectos, resistir el invierno... Como la veamos nosotros es solo un efecto colateral de su existencia, pero a ella no le afecta en nada -Explicó con paciencia y amabilidad, quitándose el sombrero para dejar que la brisa le refrescase la cabeza. Extendió las alas para que el aire se llevase algunas plumas sueltas.

Alzó las cejas, entretenido por la pregunta del chico.

-Ah, muchos de mis aprendices y alumnos me han preguntado eso. Yo siempre les digo "pues no lo sé, dímelo tú que te acuerdas mejor que yo". No deja de ser un cambio de fase, de la misma forma que se deja de ser un niño para encontrarse siendo un hombre de treinta años. De repente, dejas de hacer lo que has hecho todos los días y te das cuenta de que tienes canas, arrugas y se te caen las plumas. Preo también eres mucho más listo y guapo que antes -Se rió- Bueno, a mí es lo que m ha pasado, de joven parecía una rata colgada de estas alas -Carraspeó para aclararse la garganta-. El caso es, Gabriel, que preocuparse por envejecer es una tontería, porque los días pasarán igualmente. Así que mejor vive día a día, muchacho, es la única forma de que no te sepa a poco -Se levantó de su roca y se estiró, luego se acercó a la yegua y le acarició la gran cabeza.

-Sigamos la conversación en marcha o sí que se nos va a pasar la vida en el bosque -

Escucho lo que dice sobre la flor y me arrepiento un poco de haberla arrancado. Además, me hace sentir mal que una flor tenga más tareas que hacer que yo mismo. Arrugo el rostro al escuchar lo último que dice.

Almaceno todo lo que dice e intento darle forma.
No digo nada por ahora y obedezco. Le ayudo a montar esta vez de forma correcta, intentando imitar su enseñanza y yo subo al potro con rapidez.
Esta vez soy yo el que agita las riendas y toma la cabecera, aunque rápidamente me controlo las ganas de salir corriendo y freno, para situarme a su lado.
—He vivido el día a día hasta ahora y el resultado ha sido que he hecho lo que he querido, he comido lo que me ha apetecido y mi cabeza no ha tenido más preocupaciones que la de no mearse encima. Ni si quiera nadar me supuso un esfuerzo. Simplemente se me daba especialmente bien. Jamás me he esforzado por nada ni por nadie —agito las riendas y me coloco delante de la yegua, cortándole el paso al líder y obligándole a frenar para que me atienda bien. Trago saliva. Las palabras se me atascan en la garganta y clavan sus garfios allí. Me duele sacarlas—. ¡Solamente me he sentido vivo persiguiendo a un puto Duende inalcanzable en la Sala de Entrenamientos! ¡No me lo puedo sacar de la cabeza! ¡Es la primera vez que no consigo lo que quiero! —se me quiebra la voz por escucharme decir aquello en alto—. Por primera vez, he sentido lo que es no poder hacer algo por falta de aptitudes en lugar de por vagancia, no puedo parar de pensar en eso. ¡Estoy obsesionado! —hundo mis dedos en mi rostro y tomo algo de aire, entonces le señalo con el dedo—. Lo he decidido —susurro. Por algún motivo me acuerdo de Aloe ahora y la vida tan dura que debió haber llevado en contraposición a la mía—. He decidido que no pararé hasta superar todas y cada una de las pruebas del Duende y entonces... —ahora sí hago conexión visual con el líder—. ¡Me convertiré en un líder como tú! —sí. Ese es mi objetivo. Llevo 30 años siendo un despojo. Empezaré desde abajo, me da igual—. ¡No me importa tardar otros treinta años, pero lo conseguiré! —sí Lo haré. Y de ese modo, seré yo el que salve a un joven sin futuro de una vida vacía.

El hombre escuchó con interés y cautela, pestando atención al fondo de las palabras del chico. Apenas quiso comentar un par de cosas para reforzar su actitud de escucha.

-Dices que has vivido el día a día, pero más bien suena a que has dejado que los días pasen de largo -Y lo dejó seguir para que se explicase. Estaba claro que el muchacho había estado reflexionando sobre su actitud.

-El esfuerzo es lo que hace que uno se sienta útil, ¿no es así? -Dejó el comentario de nuevo en medio de la conversación, sin esperar respuesta. Sólo para que el chico fuese consciente de que estaba prestándole toda su atención mientras mantenía un paseo lento con la yegua.

Asintió con la cabeza al verle tan resolutivo con el duende de entrenamiento. Le parecía una tarea mediocre como plan de vida, pero las cosas había que empezarlas poco a poco y entrenarse hasta aquel punto resultaría lo suficientemente complicado para él como para que decidiese si abandonar o tener una nueva rebelación. Pero entonces alzó las cejas, sorprendido ante el giro que tomó la conversación. Entonces echó a reír con una gran carcajada.

-AH JAJA ¡ASÍ ES, CHICO! JAJAJA ¡ESA ES LA AMBICIÓN DE UN JOVEN PISCIS! -La yegua relinchó un poco por el susto de su voz y sus gestos, lo que hizo qu apresurasen un poco el paso para que se sintiese algo más cómoda-. Como simpre se dice "Abd'helo Mtok omain", que en mi antiguo idioma significa "clava las garras a fondo". Es una forma de decir que, si es lo que quieres, no lo dejes pasar de largo. Bueno, y estás de suerte, tu continente es uno en los que el título se mide en función de tus capacidades (al menos en teoría) y estos últimos años la tendencia ha ido buscando viento fresco-Comentó muy animado. Le resultaba refrescante y emocionante escuchar a los jóvenes decididos en sus metas. Luego se quedó pensando un momento.

-Veamos, tendrás que empezar a aprender muchas cosas. Debes dominar tu idioma y el general, debes conocer la historia de tus tribus, debes saber las rutas comerciales y los tratados con los otros continentes... Obviamente redactar y orar van por descontado y cálculo, por supuesto... Sin duda vas a necesitar esos treinta años -Comentó con otra risotada-. Pero no te preocupes, puedo ayudarte un poco con eso -