Prado.

La muchacha se echa hacia atrás el pelo con la mano con que había saludado, distraída, dejándolo caer de nuevo sobre la espalda.

-Encantada. -Dice simplemente, volviendo a centrar su atención en la chica. Estaba bastante bien arreglada para ser del servicio. Supuso que teniendo en cuenta que normalmente iban con uniforme era normal que destacara. -Pues ya somos dos. Aunque supongo que lo mío es diferente.-Después de todo sus descansos eran hasta tener una misión. Debería tomarse más enserio los entrenamientos pero aun así no se imaginaba teniendo que trabajar de esa manera. Además en Brontë, que nunca quedaba muy claro si había muchos trabajadores o que sus turnos eran eternos.

-Tiene que ser agotador trabajar en un sitio tan grande.

Mira como la mujer se aparta el pelo, dejándolo caer a su espalda con soltura. Distraída, se lleva la mano al mechón más adelantado e imita el gesto.

Asiento como haciendo una suave reverencia y le suelto la mano. Luego la miro con curiosidad.

—¿Cómo funciona para vosotros? Quiero decir, siempre os veo tranquilos, rondando de aquí para allá. A veces hay alguien que se va de misión un tiempo, pero luego vuelve a la rutina. Los hay que entrenan, los hay que no. ¿Hay algún tipo de orden u obligación que tengáis que hacer día a día? —Pregunta interesada. Luego asiento con suavidad.

—La verdad es que sí. Puede parecer un sitio tranquilo, pero hay mucho que hacer —Le explico. Luego doy unos pasos, girando en un círculo imaginario. —Pero es mejor que estar en la calle —Añado.

Se encogió de hombros y apretó los labios, pensando.

-Si hay algún orden a mí no me lo han dicho. Creo que todo el mundo hace un poco lo que le da la gana.

La observa moverse. Supuso que un momento de descanso suponía una alegría suficiente para disfrutar tanto del aire libre. Asintió a lo de estar en la calle, además era mejor Brontë que muchos otros sitios, al menos aquí parecía que había un mínimo de respeto al servicio.

-¿Y llevas mucho tiempo aquí?

Asiente varias veces, cavilante. Era verdad que los líderes confiaban en el deber de los guerreros, piensa. Le humedece los labios con la lengua. Saben a polen y a humedad. Mira el pelo de la flamma y piensa que seguramente su pelo sabrá a flores y fruta amarga a causa de su jabón y su perfume.

Se arropa con la chaqueta de punto rosa cuando una brisa más fuerte la coge por sorpresa. Luego pasa la puntera de su sandalia por la tirre, moviéndola.

—Bastante, aunque no sabría decir cuánto. El tiempo pasa rápido en este sitio —Le responde, volviendo a mirarla. Luego le dedica una nueva sonrisa suave y acaba por acercarse. Extiende una mano para tocar uno de sus mechones. —Tienes un pelo muy bonito —Comenta, agradable.

Una ráfaga de viento hace ondear su pelo, apartando un mechón de su rostro. Cierra ligeramente los ojos, pero sin apartar la mirada de donde viene.

-Eso sí es verdad. -El vestido ondeaba suavemente, volvió la vista hacia la joven y levantó una ceja.

-Sí. -Contestó despreocupada, pasándose una mano por él. -Gracias.

Sonrió a la chica como muestra de agradecimiento.

-El tuyo también es muy bonito.-Añadió volviendo a fijarse en ella.

Aloe la observa concuriosidad, parece una mujer segura de sí mismas. Es fácil ser seguro de sí mismo cuando se vive bien, piensa, pero también lo es cuando se vive muy mal.

No parece que a la mujer le moleste el gesto pese a que, por su respuesta, se la sabe orgullosa de su pelo. Aloe se agarra el sullo cuando le devuelve el comentario, pero cree que son demasiado diferentes. El suyo sabe a jabón de suelo y a cocina. Le gustaría que supiese a vainilla y canela o a melocotón.

—Es algo diferente —Añade. Luego se vuelve a alejar, con las manos juntas a la espada. —¿Sabes? Yo tenía muchos hermanos —Le explica, mientras camina distraída. —No eran hermanos de sangre, pero a muchos lso quería como si lo fueran. Otros eran desagradables así que no puedo recordarlos con cariño —Mira al sol de nuevo, notando el suave calor en la cara. —Pensé que los echaría de menos al venir aquí, pero la verdad es que me siento más liberada —Vuelve a girarse para seguir dando pasos alrededor. Al final acaba girándose de nuevo a la mujer y sonríe con amabilidad. —Perdona, no suelo tener tiempo para hablar de mi vida —Le dice. Luego se para frente a ella nuevamente.

—Creo que iré al pueblo aprovechando que no tengo nada que hacer por ahora. ¿Necesitas algo? No me importaría traerlo aunque no esté trabajando —Acabo diciéndole.

Se gira cuando la joven comienza a contarle de su pasado. El viendo hace agitarse su pelo suavemente a su alrededor. La escucha inexpresiva, calmada, pero con los ojos clavados en ella con curiosidad; le sorprende el cambio de tema, aunque no parece disgustarla.

-Yo no tengo hermanos, pero tiene que ser interesante. -Nunca había echado especialmente en falta tener una compañía de ese tipo, pero de alguna forma siempre había sentido que era un experiencia por la que no había pasado. -¿No eran de sangre? ¿Hermanastros entonces?

-Entonces en eso salgo ganando yo, sin hermanos no añoras a nadie. -Esbozó media sonrisa e hizo un gesto con la mano. -Tranquila, no me molesta, está bien saber que hay gente con vida fuera de espadas y misiones.

-Estoy servida. -Dijo negando y apretando los labios, pensando qué podría necesitar. -Además, no te voy a mandar de recados, estás de tiempo libre, ¿no? -Añadió guiñando un ojo con complicidad.

Gira la cabeza, a modo de encogimiento de hombros particular, cuando le dice lo de la experiencia. Experiencias fueron muchas otras, piensa.

—Vivía en un orfanato, pero muchos eran como mis hermanos. Me iba encargando de los más pequeños a medida que crecía así que les acababa cogiendo cariño —Le explica. —Pero no creo que sea como tener hermanos de sangre. Al final todo es muy individual en un orfanato —Aclara. Le habría gustado tener familia y hermanos "de verdad" de alguna forma. Aunque sí había un par de ellos sobre los que sabía -o esperaba- estuviesen ahí en algún momento, como verdaderos hermanos. Pero la esperanza no es buena consejera, piensa.

Le hace gracia lo de la vida más allá de las epadas y misiones. A ella le resulta interesante todo eso que siempre parecen ocultar entre guerreros y líderes.

Niega con la cabeza una cuentas veces.

—No es ninguna molestia. Sería solo un favor —Indica, amigable. —De todas formas, si no necesitas nada mejor me voy marchando. Tengo que estar aquí a la hora de la cena. Un placer haber coincidido —Le comenta, encantadora. Luego hace un gesto con la mano para despedirse y se marcha camino al palacio con pasos cortos, acariciando un nuevo seto al pasar a su lado.
Se rasca un dedo al contacto con una rama rota y se lo lleva a la boca rápidamente a causa del escozor. El sabor ácido metálico le da un escalofrío apareciendo detrás del dulce acuoso.

Miró a la joven con renovado interés.

-Vaya...-Añadió sin más. Un orfanato no tenía pinta de ser muy familiar, no.

No estaba acostumbrada a pasados tan turbios en el ambiente aburrido y pijo en el que se movía en Ignis y a pesar de ser parte del servicio era como que estando en Brontë tuviera otra vida. De alguna forma ese castillo los cubría a todos con sus muros, bien siendo guerreros o simples empleados.

-Gracias entonces, pero de verdad no necesito nada. -Negó un par de veces con la mano, como quitándole importancia. -Igualmente, Aloe.

Colocó una mano en la cadera y la observó marcharse. Se pregunta si todo el servicio será tan amigable pero no hablarán con ella por su posición. También qué era diferente en esa chica de pelo verde. Después de todo, pensó, no dejan de ser personas. De alguna forma le enfadaba esa distancia.



*se va dando un paseo*