Prado.

Me sentía hasta pálido, aunque sin verme no lo podía tener claro. Quería meterme en cama y dormir, o al menos cenar algo caliente, o darme un baño... Cualquier cosa. Aquel día innoble estaba a punto de acabar, y aquello era, quizás, lo más hermoso que me había pasado en toda la jornada.

En el prado había gente trabajando. Diferencié a varios de los caballos y aquello solo podía significar una cosa. Y, claramente, al acercarme pude ver a Lea, trabajando y cuidando a los peludos a partes iguales.
Admito que no pude evitar esbozar una sonrisa, pese a todo, y me acerqué silencioso, intentando que no me viese llegar, apoyando una mano en su cabeza al llegar a su espalda.

-Buenos ojos te vean -saludé, aunque a aquellas horas si la veía era gracias a los ojos-opacos, que brillaban.

Telma se me acercó animada y pasé a acariciarla a ella, algo más animado, con una sonrisa cansada. Ella sí que vivía feliz.

-Qué bien te cuidan, eh, Tel -. Volví a mirar a Lea, manteniendo el gesto, sonando más animado de lo que esperaba para mi cansancio y humor del día-. Buenas noches.

La jornada ya se acerca a su fin, y me siento agradecida por ello. Apenas he visto guerreros hoy, además de Zacharyas, que ha pasado al principio de la tarde con un saco al hombro, pero no se ha parado.

Al caer la noche aparece un segundo. No lo veo llegar, así que cuando siento una mano en la cabeza, mi primer impulso, alarmada, es volverme y retirarla de un manotazo. Detengo el impulso al oír una voz familiar, y me limito a volver la cabeza. Rick. Me pregunto si habrá venido a buscar a Telma.

No tarda, efectivamente, en quitar la mano de mi pelo y volverse hacia ella. Estoy segura de que agradecerá mucho más ese contacto que yo, así que todo vuelve a estar en orden. Me aparto un poco el pelo de la cara. Tanto trabajo me está dejando asquerosa. Necesito una ducha urgente.

-Buenas noches -saludo, volviendo en seguida a rastrillar-. ¿Qué tal el día?

Terminé de acariciar a Telma y me volví por completo hacia Lea, echándome el pelo hacia atrás con un gesto. Por suerte lo había mojado antes de volver del pueblo, porque no me hubiese gustado tenerlo pegado a la frente por culpa de un sudor de origen noble pero aspecto innoble.

-Pues el trabajo ha ido bien, aunque... -. Torcí el gesto y terminé por negar. Contarle mi estado de ánimo no iba a ayudarme, ni tampoco a agradarle, y un caballero mantenía aquellas cosas en las sombras-. Dejémoslo en que la compañía es inmejorable -dije, finalmente, con una sonrisa cansada.

Todo era mejor, al menos. Seguía cansado, y los brazos me pesaban como si estuviesen rotos.
Roté los hombros hacia atrás, con gesto dolorido. ¿No habría algún masajista por el pueblo o en Brontë? Mithos...
Por otra parte, al verla trabajando acabé por hacerme con un peine de aquellos, también, y me puse a imitarla, por no vaguear mientras hablaba.

-¿Qué tal por aquí?

Lo miro un momento, evaluándolo. La verdad es que parece cansado, así que puedo imaginar qué hay después de ese "aunque". De hecho, se me ocurre una compañía mejor para él que esta: un colchón y una almohada. Pero si no sabe encontrar su límite, yo no soy nadie para írselo a marcar, así que me limito a dejarlo estar y sigo con mi trabajo.

Me encojo de hombros.

-Bueno, pues pesado -respondo, sin dar tanto empeño como él a parecer perfectamente animada. Estoy cansada, después de todo-. Aunque cada vez vamos recuperando más terreno, y satisface ver los resultados. Y cierta señorita no ha podido consentir que se la dejara en las cuadras, así que lleva siguiéndome todo el día.

Telma, rumiando, mira tranquilamente a otro lado, como que la cosa no va con ella. Anda que no me ha entendido, no se lo cree nadie. Que me la conozco.

Sonrío, cansada, cuando veo a Rick coger un rastrillo.

-No le pongas mucho empeño, que en nada lo vamos a dejar -advierto.

Acaricié la cabeza de Telma cuando Lea hizo mencionación a ella, que parecía ignorarnos. Miré enseguida, sin embargo, a la chica.

-Deberías descansar bien esta noche. Dormir es importante -comenté, peinando un poco el suelo con aquel peine de metal. Su comentario, sin embargo, me hizo parar y mirar la herramienta con extrañeza-. Ah, sí, tranquila.

Lo cierto era que ya quedaba poca gente. Ni yo solía llegar tan tarde aquellos días. Estaba seguro de que caería dormido en los establos de tener el montón de paja frente a mí.

-¿Te ayudo a guardarlos? -pregunté entonces, señalando a los caballos con un gesto, esbozando una sonrisa-. Supongo que tampoco habrás cenado. Mithos... -. Me pasé una mano por la cara, frotándome los ojos.

Le dirijo una mirada un tanto escéptica, torciendo el gesto. Si se está cayendo y me viene a mí a dar consejos. Lo que me faltaba.

-Lo mismo te digo -respondo, con tono un tanto acusador-. Me apuesto lo que quieras a que haces menos caso que yo a lo que estás diciendo.

Tal y como le había dicho, no tardamos en detenernos. Los chrysos avisaron de que se marchaban, y me pareció lo más correcto. Me volví a Rick, tendiéndole el rastrillo.

-En principio lleva esto -le pedí-. Vamos a llevarlos y volvemos, ¿te parece? Que tienes una cara... Y yo me muero por una buena ducha. Tampoco he cenado, no.

Me pasé una mano por el pelo, sonriendo. La verdad era que me había pillado, ¡pero un hombre noble no podía rendirse sin más! Tenía que esforzarme y ayudar a todos los que pudiese, aunque durmiese poco. Ya tendría tiempo para descansar cuando todos estuviesen a salvo.

-Bueno, admito que a veces me paso un poco, sí -reconocí, rascándome la patilla izquierda. Todavía se me hacía extraña.

Pronto acabamos con aquello. Lea me tendió el peine de metal y extendí la mano para tomarlo, poniéndola sobre la suya y oprimiendo un instante, serio, y bajándola luego para tomar la madera, sosteniendo enseguida la herramienta, echándome las dos al hombro.

-Esta bien -accioné, asintiendo, sereno.

Aquel no era un buen momento. Quizás ni un buen día, por mi humor, el cansancio... Pero comenzaba a agobiarme. A ratos deseaba lanzarme, otros simplemente la observaba y no veía el más mínimo interés.
Vaya una mujer más complicada.

Me encuentro un momento con problemas para retirar la mano, y lo miro un instante, tremendamente seria. Cuando afloja la presión, me suelto y me vuelvo hacia Telma, a la que acaricio y mimo mientras la animo a levantarse. No tarda en acceder, y me dirijo con ella hacia los caballos, a los que agrupo y guío hacia donde está Rick.

Llegada a su altura, le doy un par de palmaditas en la espalda.

-Vamos -digo, echando a andar, cuidando de mantener el orden entre los animales.

*se van*

Corbin llevaba un tiempo ya en el prado, entrenando por su cuenta antes de la llegada de Alehyss. Había empezado, como era habitual en él, con la serie de ejercicios de calentamiento que siempre llevaba a cabo, desde la parte más inferior del cuerpo hacia arriba.

A continuación, había procedido a repetir movimientos simples, también como parte de su costumbre, tanto de puños como de patadas (complemento que él mismo había añadido por su cuenta) contra el aire. Cuando hubo completado unas cuantas series de ejercicios, procedió a repetirlos con los puños puestos.

*Se queda*

Me he permitido el empezar a calentar antes de venir, porque dudo seriamente que me de tiempo a hacerlo de manera aceptable con él mirando. Por supuesto, cuando llego él ya está a los suyo, y lo saludo con un gesto, quedando a una distancia prudencial por si decide que mi llegada marca el comienzo del combate, sin preliminares.

-Buenas tardes -saludo, con tono tranquilo-. ¿Llego tarde?

Lo contemplo, sin sacar mi arma. Sigue sin convencerme el mal apaño, pero es mejor que ir con las manos desnudas, como la última vez. Y aquí no hay lago en el que refugiarse, aunque cuento con árboles en los extremos para un caso de necesidad.

Lo primero es observar el escenario del combate. Si memorizo las distancias no tendré tanto problema si me ciega.

Corbin decidió terminar sus ejercicios antes de volverse hacia Alehyss, aunque mantuvo la vista fija en ella, vigilándola, mientras lo hacía. Por último, se volvió a ella, sin acercarse, rotando el cuello sobre los hombros. Alzó un momento la vista al cielo, pensativo, y de nuevo la miró a ella.

-No -replicó, finalmente.

Procedió entonces a acercarse con pasos lentos pero mirada agresiva, en tensión. Estaba preparado para enfrentarla, y se iba aproximando como un depredador a su presa.

Vaya, vaya... Desde luego, Corbin, nadie te ha enseñado a tratar con mujeres. No me cansaré de repetirlo en mi cabeza cada vez que lo vea actuar de un modo tan básico, pero no en cuanto al sexo.
Personalmente, tampoco tengo problemas con ello, pero a veces resulta estresante, otras risible.

-Me alegro -respondo, apacible.

Mientras lo veo acercarse me mantengo tranquila, incluso haciendo unos leves estiramientos de piernas, sin perderlo de vista. Muevo un poco el cuello, también, con deleite, pero incluso entonces mis ojos lo siguen. Compruebo el estado, la dureza, la firmeza del suelo...
Me llevo las manos a los hombros, perezosa, como si masajease por detrás un poco la zona con cada una, echando un poco el cráneo hacia atrás. Aferro ahí, con sutileza, el arma, que me he encargado de adherir a la espalda, y el resto de acciones las realizo con toda la velocidad que no he utilizado hasta ahora, desenvuelta.
Una mano agarra la cuerda, plegada, la otra el mango de la hoz. Tiro un poco, pensando la parte de la cuerda suelta, para en un veloz movimiento semicircular pasarla por encima de mi cabeza, pues si se me atasca en el cuello no servirá de nada. Un gesto de muñeca y la cuerda ya está liberada, sirviéndose de la pesa de su extremo para girar, libre. Un impulso con la pierna derecha y busco acercarme a él, pasando de relajada a tensa en un instante.
En apenas un par de giros dejo ir la cuerda, libre. Pretendo comenzar rodeando su cuello con ella, y tirar, ya sea para apretar o para recuperar el giro.

Mantener siempre una distancia de tres metros. Esa es mi norma inquebrantable, ahora mismo.

Corbin no perdía detalle de sus movimientos, por lo que no le sorprendió encontrarse con aquel cambio repentino, aquella supuesta calma convertida en cuestión de segundos en total tensión y alerta. Aquello lo hacía reaccionar, atento como estaba. Y aquella cuerda, aquel arma, provocó un brillo de reconocimiento en sus ojos. Un sustituto bastante similar al arma que le había visto utilizar. Un arma interesante que había visto en funcionamiento. No perdió detalle.

Se agachó al sentir la cuerda acercarse, tratando de evitarla con su gesto. Parecía evidente que la chica intentaba guardar la distancia, y aquello era algo con lo que él debía romper si tenía oportunidad. Trató, pues, de acercarse, evitando en principio la cuerda, sin dejarse intimidar por el arma.

En cuanto lo veo agacharse doy un pequeño tirón, recogiendo cuerda, acortando el giro para hacerlo más rápido, controlado y cerrado. Resulta bastante más amenazante. Me muevo a la velocidad de sus pasos, hacia atrás, manteniendo la misma distancia entre ambos.
En un momento dado realizo un nuevo tiro, esta vez hacia su rostro, recto en vez de circular, con intención de golpearlo en la cara con la pesa. Si lo logro, será como un puñetazo, que no es algo despreciable. De todos modos, estoy preparada para tirar en caso de fallar, o si lo veo tratar de aferrar la cuerda, para recuperar de nuevo el giro.

No me puedo permitir ser atrapada por él tan pronto. Quiero que el primer golpe sea mío, esta vez.

-¿Te convence este apaño? -inquiero, con una sonrisa tranquila, aunque con el cuerpo en tensión, haciendo alusión al simulacro de kusarigama.

Continuaban los giros, aunque la chrysos hizo más corto el radio de alcance, lo que permitió a Corbin acortar la distancia un tanto, pese a su retroceso. Aún así, seguía sin ser suficiente. Una vez más la chica lanzó la cuerda contra él, y esta vez, viéndola venir, Corbin trató de aferrarla. Sin embargo, ella la retiró antes de que pudiera hacerlo.

Corbin, aunque hubiera preferido hacerse con ella, contaba con aquella posibilidad. En el mismo momento en que la chica tiró de la cuerda se impulsó hacia adelante, tratando de acortar distancia de golpe y alcanzarla con los puños. El primero lo dirigiría al costado, allá donde estaba al descubierto.

La distancia que nos separa hace que pueda ver su impulso, anticipando su movimiento. Me impulso hacia atrás, ágil, para separarme nuevamente de él. No planeo dejar que rebase los dos metros sin reaccionar. Ya he tenido el placer de probar sus puños, y no es algo que repetiría.

Cambio el sentido de giro, pasando a hacerlo en diagonal, en cruz, alternando de un lado a otro, examinándolo. Lo miro a los ojos. Finalmente tiro al pie, pretendiendo atrapar su tobillo para desequilibrarlo. Si lo consigo tendré la posibilidad de rodearlo para atar su pierna a la otra, reduciendo sus posibilidades de movimiento.
No espero, sin embargo, que caiga en una treta tan barata.

Me lo estoy tomando con calma, ahora mismo. Hace mucho que no utilizo esto, y aunque haya entrenado esta mañana todavía tengo esa sensación de extrañeza. Mi cuerpo, sin embargo, parece recordar a la perfección casi milimétrica lo que debe hacer.
Estoy disfrutando. Lo echaba de menos.

Me acerco un rato al prado, tras la cena. Lo cierto es que no venía aquí, solo daba un último paseo, pero me paro al ver que hay dos personas... ¿luchando? ¿Están luchando?
Ella es Alehyss, la chrysos del comedor... A él lo vi varias veces también... ¿Estarán enfadados?

Me quedo, entre embelesado y asustado, mirándolos de lejos. Yo jamás podría hacer ese tipo de cosas... Parecen tan seguros, tan ágiles...

*se queda mirando*

Corbin se mantenía atento a los movimientos de la chica, que trató de recuperar la distancia antes de que pudiera alcanzarla. Aquello podría considerarse equivalente a un baile, en que ninguno de los dos se decidía a ceder al compás del otro. Atento y en tensión, el claritas la vigilaba, tratando de romper su ritmo.

Saltó cuando ella lanzó la cuerda al pie, tratando al caer de pisarla y dejarla enganchada. Dudaba que lo consiguiera, pero de hacerlo, la habría conseguido sujetar, aunque solo fuera un momento. A continuación lanzó un clair ëm yäk contra ella, dirigido al vientre, más como una amenaza que como un ataque real.

Cuando veo que salta doy un tirón más fuerte, apurando el movimiento de la pesa para recuperar el dominio del arma. Enseguida, al verlo apuntar y recitar el hechizo, me impulso a la izquierda, evitando el ataque.
Esto empieza a ser aburrido. Necesito hosigarlo para que haga algo más interesante, aunque espero que no empiece a cegarme porque lo haría todo mucho más engorroso.

Empiezo a aumentar la velocidad de giro de la cuerda. Me impuso hacia él, esta vez, lanzando de nuevo a su cuello, para atraparlo. Mientras tanto, con la hoz busco su costado, clavar, pendiente de sus gestos. Lo estoy evaluando, por supuesto, preparada para su reacción.

Corbin levantó el pie cuando la chica dio un nuevo tirón, tratando con ello de que su propia fuerza la desequilibrara un poco. En ese momento se lanzó a por ella, y al parecer ella decidió hacer lo mismo.

La cuerda era un engorro, y Corbin era plenamente consciente de ello, así que cuando de nuevo la lanzó contra él, trató, en lugar de esquivarla, de atraparla de nuevo. Si lo conseguía, podría tirar de la chica a partir de ella, cambiando su trayectoria y evitando que su hoz lo alcanzase. En caso contrario, pensaba golpear la hoz con su propio puño, frenándola así y evitando con ello que impactase contra él.

En cualquier caso, la quería más cerca.

Fdr.: Pausado

Siento en la muñeca su golpe contra la hoz de esta kusarigama improvisada, golpe que evita que la clave en su costado. Enseguida, sin pensarlo, lancé un rodillazo directo a su vientre, a la altura del diafragma, con intención de hacerlo perder el aire el tiempo suficiente para apartarme de nuevo y ganar distancia.

Sé que él no puede atacarme correctamente de lejos, y es lo que tengo que conseguir: tomar distancia de nuevo. Confío en mis reflejos y en mi agilidad para hacerlo con el mayor éxito posible, pero no puedo descartar que, habiendo llegado hasta aquí, alguno de sus golpes me alcance.
Necesito una forma más apropiada de enfrentarme en combates como este. Corbin es hábil, y siempre me resulta especialmente complicado, pese a tener un rango tan ínfimo.

Hoy, sin embargo, estoy armada. Mis ataques certeros serán más perjudiciales para él. Es el momento de que cambie mi forma de luchar, adaptándome al claritas. La flexibilidad es una de las habilidades más importantes a lo largo de la vida. Hay que ponerla en práctica.

Corbin recibió el golpe en el vientre sin tiempo para esquivarlo, y como respuesta lanzó, antes de que ella tuviera tiempo de alejarse para evitarlo, un clair ëm yäk contra el vientre de la chica. Era más rápida y ágil que él, y eso quedaba de manifiesto, a pesar de que aún se estaba recuperando de su lesión. Corbin contaba con la ventaja de que ella no podría forzar o todo habría terminado, pero sabía que una pequeña parte de él se sentiría culpable si la hiciera empeorar en un simple enfrentamiento. Aún así, no iba a andarse con delicadezas; no era su estilo.

Se lanzó, pues, tras ella, tratando de evitar que recuperara la distancia, intentando que no tuviera oportunidad de poner en marcha su arma. Su objetivo principal era alcanzarla, pero si esto no era posible, seguiría intentando hacerse con la cuerda cuando la lanzara contra él. Y una vez la aferrase, ya no la soltaría.

Viéndolo recitar, todavía cerca de él, enseguida me doy cuenta de que apartarme hacia un lado interrumpirá mi retroceso, y estoy demasiado cerca. Así pues, sin abandonar mi huida, interpongo el antebrazo para que reciba el golpe en lugar de mi vientre, sintiendo enseguida el golpe contundente contra mi extremidad. Es preferible a un golpe de sus puños metálicos.

Tras el hechizo viene él. He conseguido abrir cierta distancia entre ambos, y lo aprovecho para impulsarme con la derecha hacia su izquierda, hacia su lateral, buscando clavar la hoz en su espalda, a la altura del deltoides.

No quiero herirlo, realmente, pero lo haré. Confío en mi capacidad para detenerme antes de excederme.

Mantengo el cuerpo tenso, preparada para reaccionar, flexible, ágil.

Corbin, aunque más lento, podía seguir los movimientos de Alehyss, y era consciente de la posibilidad de que cambiara su trayectoria. Él mismo utilizaba aquella finta a veces, y sabía defenderse de un golpe como aquel. Pivotó, pues, sobre una pierna, girándose en la dirección que la chica seguía, para luego adelantar el puño derecho en pos de su hoz, con intención de interceptarla.

El hecho de que ella lo buscase lo satisfacía. Un enfrentamiento a corta distancia era mucho más interesante que jugar a perseguir a otro. Sobre todo teniendo en cuenta que ella era más rápida y podía huir de él. Sin embargo, al acercarse por propia voluntad le daba oportunidad para llegar a ella.

Tras el puño derecho vino, pues, el izquierdo, de nuevo hacia las costillas, con intención de alcanzar su cuerpo.

Sigo sin tener muy claro si solo están entrenando o si es algo más, porque, aunque no se ve furia en sus movimientos, están atacándose con armas de verdad, hechizos y cualquiera diría que no les importa hacerse daño... A mí me daría un miedo terrible, aunque fuese un entrenamiento, incluso... Pero, al mismo tiempo, no puedo evitar quedarme embelesado con sus movimientos... Parece que bailasen, ágiles y poderosos, sin miedo... Y ella utiliza un arma extraña...

Sé que no es justo, pero no puedo evitar animarla a ella, a Alehyss Lester, en mi interior... Su mirada dura, su cuerpo ágil... Parece la perfecta armonía entre fuerza y femeninidad.
No. ¿Qué estoy pensando?
Mirando aprenderé... Seguro.