Prado.

¿Tengo que tomarme eso como una indirecta, mona de feria? Porque, para estar tan preocupada por la casa de la gente, bien que estás aquí removiendo el terreno. Además de que si pretendes apelar a mis sentimientos, creo que bastante gente habrá preocupada por los que han perdido sus casas como para ayudarlos. Prefiero ayudar a aquellos en los que otros piensan menos. Pero en fin, su razonamiento es perfectamente normal. Nadie le impide marcharse al pueblo.

-Sí, ya supongo -comento, con voz dolida, como si me importase muchísimo esa gente-. Espero que todo vuelva pronto a la normalidad. No estamos para perder el tiempo.

Me hago una idea de quiénes estarán pasando tiempo en el pueblo. En concreto se me viene un nombre a la cabeza. Vuelvo de nuevo la vista a los bismontes. Pronto todo volverá a la normalidad para ellos también.

No necesito responder a su insulso comentario. Me dedico un rato más a trabajar en silencio, concentrada solo en remover la tierra para dejarla plana. No es tan difícil como había esperado en un principio, ni la mitad. Al final esto tiene la misma ciencia que cargar rocas de un lado para otro. Y por suerte la luz baja un poco y los bostezos van abandonando mis labios. Lea no tiene mucha conversación, por lo que se ve, así que me distrae menos de lo esperado. Si hubiese venido a hacer amigos no estaría aquí, rodeada de bismontes, con la tipa insustancial esta y arando la tierra, que tengo un poquito de autoestima.

-¿Sabes ya algo de tu familia? -se me ocurre preguntar, con tono anodino, por darle un poco de sustancia a la conversación.

Me vuelvo a uno de los chicos del servicio, al que tengo más cerca, con una mueca.

-También podéis hablar si os apetece, que no muerdo -mascullo, con desgana, haciendo que el tipo sonría nervioso.

Estoy tan buena que desconcierto, lo sé. Y un cojón también.

Joder con la cría. Es incapaz de concentrarse en el trabajo. Con lo bien que se está en silencio. Pero no, la petarda esta no es capaz de estarse callada. De hecho, parece bastante desesperada por entablar conversación.

Contengo un suspiro y asiento con un ánimo que en realidad no tengo.

-Ah, sí, ya hace un par de días que escribieron -respondo con voz animada, sin dejar de trabajar-. Parece que ni siquiera ha estado muy afectada la zona, así que están todos bien. Por allí la cosa no ha sido más que un susto, nada de que preocuparse. ¿Qué sabes de la tuya?

Que hable si quiere. Yo lo que quiero es terminar cuanto antes. ¿No estaba tan preocupada por que arreglásemos todos las casas de esa pobre gente que las ha perdido? Pues para eso hace falta trabajar, no estar de charla.

Si hasta molesta a los chicos. Esos ya son bastante dispersos sin ayuda, no te esfuerces.

Vaya, así que ha tenido suerte. Pues qué bien, no. Otra que tal baila. Mejor, una llorona menos, y tal. Asiento, con desgana, fijando la vista en la tierra, que sigo removiendo sin demasiado interés, pero sin parar. Sinceramente, creo que como pare voy a largarme a hacer algo más divertido. Se me ocurren infinitas cosas. Y si la compañía no fuese para echarse a dormir y no parar...

-Todos bien también -. Me llevo una mano al culo para tirar de la braga, que se me está colando y me molesta-. Qué suerte que no haya nada que lamentar-. Me vuelvo al chico del servicio-. ¿Y tú qué? ¿Cómo te llamas?

Empieza a decir que Maxximilian y a contar una historia extraña sobre las ovejas de su abuela de no sé qué inundación, que ya verá lo que me importa. Y algo de que su primo cayó enfermo y ya está mejor. Al menos el chavalito este llena el silencio, que por la flamma ya podíamos ser atacadas por la espalda y ni abrir la boca para avisarlo, eh.

La miro un momento, con expresión de profundo interés. Un interés que, sobra decirlo, no siento en absoluto. Pero eso no es asunto suyo. Asiento, con una sonrisa entusiasta.

-¿Ah, sí? -Pues claro que sí. Si le hubiera pasado algo ni estaría tan despreocupada ni hubiera preguntado para no tener que hablar del tema-. Menos mal... Resulta de lo más preocupante. Agradezco que nos hayan establecido un sistema especial de correo...

No parece muy interesada, y yo tampoco lo estoy. En cuanto veo que encuentra otro con quien compartir su inútil verborrea, lo dejo estar y me concentro en mi trabajo. Al cabo de un tiempo, un mugido cercano me hace volverme. Telma, que ya se ha aburrido de no ser el centro de atención.

-¿No juegas, campeona? -pregunto, acariciándola.

Dejo a un lado las herramientas y voy en busca de una manzana para ella. Por supuesto, me sigue como un perrito. Luego se la doy y la animo a volver con los bismontes. Dentro de un rato habrá que llevarlos de vuelta al establo, donde irá Rick a verla. Mejor que aproveche ahora para estirar las patas.

Cuando consigo convencerla de que vuelva con los demás, y tras comprobar que todo está en orden, vuelvo al trabajo.

Por las barbas de Errald... Qué tía más sosa. Cada vez tiene menos sentido que aquella noche Gerry se largase para hablar con ella. Aunque al desviar un momento la mirada a sus tetas, he de decir que sigo pudiendo comprenderlo. Aunque esta es de las típicas que quieres que te la chupen solo para que no hablen, la tía tiene menos sangre en las venas que un jodido fantasma.
Por lo menos no es una borde de los huevos, ni se dedica a decir que soy medio parvus, eh, Ben. Los cojones.
Aunque el otro día en los pasillos una cara que cualquiera diría que no le había venido la regla justo al verme.

Me dedico a escuchar un rato más al chrysos y luego ya le dejo que se calle. Gra-cias. Mejor trabajo callada, que es más agradable. Yo que quería animar esto un poco...

Lea se acerca a un bismonte que la llama. La veo darle una manzana y acariciarla que cualquiera diría que hasta disfruta.

-¿Tienen nombre? -pregunto, mientras me esfuerzo en mover una piedra que estaba en medio, refiriéndome a los apestosos animales esos.

Yo los llamaría bismonte uno, bismonte dos... y así.

Apenas he vuelto, y parece que ya se ha cansado del amigo, porque vuelve a la carga. Me aguanto un suspiro exasperado. Me vas a romper la cabeza, tapón, ¿no sabes estar callada?

Niego con la cabeza, al tiempo que vuelvo al trabajo.

-No todos -respondo-. Pero algunos de los encargados si les ponen nombres a algunos. No me preguntes de qué depende, porque no lo sé -. Señalo a Telma-. Y esa en concreto no es del grupo -explico, con un deje cariñoso en la voz-. La encontró Rick, un compañero nuestro, y la tiene de mascota. Aunque no tiene un tamaño muy apto para pasearla por dentro del edificio, así que duerme con los otros en las cuadras.

Y es una pena, porque si pudiera entrar en el edificio ya la tendría raptada. Más raptada de lo que la tengo, entiéndase.

Bajo la vista a los animales y luego la alzo de nuevo hacia Lea, estrechando los ojos. No me cuentes cosas aburridas, por favor. Aunque bueno, mejor que el chico raro ese, Maxximilian...

-¿Rick? -inquiero, primero, pero termino por negar-. Ni puta idea. Pero pudo elegir alguna mascota mejor, que uno de estos no vale para mucho -mascullo, volviendo al trabajo. Se me escapa una sonrisa burlona-. A menos que sea para hacerse un abrigo -bromeo, mirando a los bismontes con maldad.

O para tener leche gratis. Pero ya tiene leche gratis en el comedor. Y su propio dispensador, si le gusta la leche de toro.
Qué asco doy.

Voy a contenerme porque sé ser civilizada. Pero, desde luego, queda de manifiesto su falta de cerebro. Y el hecho de que tiene el rango de vista tan cerrado como la mayoría. Me limito a encogerme de hombros y guardarme una retahíla de comentarios bien cargados de veneno. Sin que se te suba a la cabeza mi generosidad, niñata.

-No creo que diera con una hilera de cajas con cachorros abandonados de distintas especies -replico, tratando de no sonar demasiado cortante. Más bien como resaltando la evidencia.

Continúo mi trabajo, y al poco miro al cielo. Solo un poco más y podré despedirme de esta inútil creída.

Me encojo de hombros, sonriendo. Supongo que si ese hubiese sido el caso habría escogido otra cosa. Aunque a lo mejor es uno de esos granjeros a los que les gustan los animales. Y antes de que nadie se lo tome como lo que no es, estoy pensando en zoofilia, exactamente. Y sí, es, espero, una broma.

-Podría haberlo regalado a Brontë -murmuro, sin más, lanzando una última mirada al bicho peludo y lentorro y luego siguiendo con lo mío.

Tras un buen rato creo que he hecho suficiente. Tengo que comer y prepararme para irme al pueblo, que ayer lo prometí, y una promesa incumplida es un derecho a reproches. Voy a dejar las herramientas donde las cogí y me acerco a la chica, por última vez hoy, supongo.

-Bueno, me toca llenar el estómago para ir hasta el pueblo, así que que te sea leve -murmuro, haciendo un gesto sin interés-. Venga, buenas noches. Y también a ti, Maxx.

Dicho esto, evitando a los pulgosos bismontes, pongo rumbo a palacio.

*se va*

Podría. Podría haberla colgado de un árbol. Pero resulta que, contra todo pronóstico, tuvo más sesera que eso. Sí, a mí también me sorprende, enana.

-Supongo -respondo algo ausente.

No me apetece hablar con ella. Es una metomentodo y una petarda. Por suerte, decide dejar el trabajo. La despido escuetamente y luego suelto un suspiro de alivio. Por fin desaparece. Ganas de amargar el trabajo al personal.

No tardo mucho en seguir su ejemplo. Está oscureciendo, llevo todo el día trabajando y los bismontes deberían ir volviendo. A ver si luego voy a tener a Rick persiguiéndome porque Telma está desaparecida... Sería lo último que me falta.

Así pues, reúno a los animales y, tras despedirme de los que aún se quedan un poco más, los guío hasta los establos. Ha sido un buen día para ellos.

*Se va*

No quiero encontrarme animales muertos, peor tampoco creo que haya trabajado lo suficiente, y ya que no tengo fuerza para defender a nadie me gustaría, por lo menos, poder decir que he colaborado, de modo que me dirijo al prado. Puede verse que no soy el primero, ni mucho menos, nada más llegar. Incluso hay gente aquí, ya, removiendo la tierra. Tampoco esperaba a que estuviesen esperando mi llegada para empezar, por supuesto...

Un chrysos me indica lo que tengo que hacer y me entrega un rastrillo. Al parecer llega con que vaya pasando por donde ellos ya han removido la tierra y la rastrille un poco para alisarla por completo. Supongo que es una buena forma de preparar el terreno para una nueva siembra, y no parece un trabajo excesivamente cansado... El otro día acabé derrengado de recoger piedras.

Asiento con ganas y me pongo manos a la obra.

*se queda*

Al igual que la noche anterior, se había dedicado a pasear de aquí para allá en busca de trabajo. La cosa avanzaba rápido, al parecer, y ella iba cambiando de lugar en función del momento, buscando unas y otras tareas en las que colaborar. En sus paseos, y dando ya media vuelta, acabó por plantarse en el prado. Al ver una cara conocida, se acercó.

-Anda, pero si es el señorito pudoroso -saludó, pasándole una mano por los hombros-. ¿Cómo va eso, eh? ¿A qué andáis por esta zona?

No tardó mucho en hacerse con un rastrillo y unirse a él, comenzando a trabajar. Aunque parecía que aquella zona estaba bastante controlada. Mejor.

Estoy agotado y tengo las manos llenas de ampollas... Parecía fácil, pero la verdad es que con el paso de las horas se ha hecho tan cansado como cualquier otra cosa. Al final se nota que yo estoy hecho para sentarme a leer y estudiar...
Veo venir a la chica del otro día, del baño, gracias a la luz que dan los chrysos, y sonrío, animado. Asiento con ganas, indicándole que estoy bien, y antes de que se vaya hago venir a uno de los del servicio un momento, tomando la tablilla.

"Léele lo que te escriba, por favor", le pido, con una ligera reverencia.

-Por supuesto -responde él, con una sonrisa. Seguro que se alegra, como yo, de parar un poco.

Empiezo a escribir. Esto de ser tres en una conversación es difícil, pero al menos decirle lo básico.

-Es Jun -indica el chrysos, mirando a la chica y luego a mí-. Dice que siente no haberse podido comunicar contigo el otro día. Es mudo -aclara, sin que yo necesite escribirlo.

Luego él mismo le explica lo que estamos haciendo, aunque creo que yo me retiraré pronto. Me escuecen las manos.

Ben miró al chrysos con ojos entornados, y luego al claritas de reojo, como sin fiarse mucho de la situación. ¿Qué estaban confabulando aquellos? Pero al final acabó por relajar el gesto y sonreí.

-Mira tú por dónde, quién lo hubiera sospechado -ironizó, pasándose el puño por la nariz.

Luego se dejó aconsejar sobre cómo proceder en el trabajo. Según el chico, estaban terminando ya la jornada. Menudo aburrimiento. Si de noche era mucho más divertido. Decidió quedarse, al menos hasta que se fueran, y comenzó a emplearse con el rastrillo.

-Así que hasta tienes intérpretes, ¿eh, chaval? -comentó-. Qué nivel.

Me encojo de hombros, removiendo un poco más de tierra con el rastrillo, aunque ya con más desgana. Si hace un par de días me dolían las manos, hoy...
Garabateo un instante y muestro la tabla al chico del servicio para que se la lea, que hasta parece interesado en poder participar.

-Dice que qué tal, y que si te estás adaptando bien -comenta, contento.

Ya que estoy... Escribo un instante más, risueño.

-Y que cómo nos llamamos. Yo soy Maxximus -se presenta él, con una reverencia.

Correspondo a su saludo con uno propio, y luego miro a la chica.

Se encogió de hombros, divertida. La verdad era que hablar de comunicarse así era de lo más exótico. Aunque también un poco incómodo, pero eso era problema del chico, no suyo. ¿En qué consistía eso de no hablar? Porque no parecía que tuviera cicatrices en la garganta ni nada parecido. Aunque ese collar...

-Bah, por ahora todo muy de campo -replicó, de buen humor-. No está mal, aunque no vine a esto. Pero bueno, a todo se adapta uno.

Se rascó una oreja cuando el chico volvió a hablar. Ah, pues sí, se había olvidado por completo de ese pequeño detalle. Sonrió.

-Encantada -respondió-. Yo soy Ben. Fácil, ¿eh? -. Miró al claritas de reojo. Seguro que hasta él podía pronunciarlo si se esforzaba un poco.

Asiento, aunque compongo una mueca y me miro las manos. Se adapta uno hasta que no se adapta, que un poco más y a ver con qué escribo... ¿Con los labios? Que creí que nunca los iba a usar para nada y mira..., para coger la tiza.
Meneo la cabeza, con una sonrisa y dejo ir un suspiro cansado. Se me ocurren preguntas, pero tampoco es que quiera esclavizar al pobre Maxximus, que ya bastante tiene con lo que tiene, supongo, así que me dedico un rato más a rastrillar. Al final dejo el rastrillo a un lado. Me rindo, sin duda.

-Pregunta si ya diferencia usted el baño de hombres del de mujeres -dice el chrysos tras leer mi mensaje.

Yo, por mi parte, la miro con una sonrisa... diría burlona, pero no llego a tanto.

Tras un rato de silencio, que Ben dedicó a seguir rastrillando, se volvió al oír la voz de Maxxi. Ladeó un momento la cabeza, y luego sonrió.

-Pero qué exquisitos sois por aquí -se burló, negando con la cabeza-. Ya no se atreve una ni a darse una ducha. Por miedo a encontrar al señorito, ya no voy más que al que él me mandó. Tampoco había mala compañía allí, por cierto.

Cuánta tontería. Baños separados. ¿Qué sería lo siguiente? Mucho espacio tenía aquella gente, y empleado de forma muy extraña. Para ella, ya solo el que hubiera un baño era un auténtico lujo. Pero en fin, si tenían pasta que soltar, tampoco iba a quejarse.

Niego varias veces, sin borrar la sonrisa. Pues, por suerte, parece que hice bien mi trabajo y no va a volver a colarse a espiarme mientras me baño. Es que solo de pensarlo me vuelve a dar una taquicardia. Espero que haya sido la primera y última vez en mi vida que me enfrento a una situación como esa.

Tras pocos minutos termino por suspirar, fatigado. Escribo, ya con desgana, y el chico me hace el favor de traducir mis palabras a Ben. Menos mal que está él aquí.

-Dice que se va ya, que es tarde para él y que ha trabajado demasiado.

Esbozo una sonrisa, de disculpa. Maxximus me da unas palmaditas de ánimo en la espalda, felicitándome por mi trabajo. Si me va a decir que no hubiesen hecho nada sin mí no me lo voy a creer, así que que no se esfuerce.

Tras un rato más de trabajo, el claritas dijo que se marchaba. Mirando a su alrededor, Ben descubrió que no era el único con aquellos planes. Ella llevaba poco, así que se quedaría un rato más. Hizo un gesto al chico, como un saludo militar pero más vago y relajado.

-Venga, señorito, ya nos veremos por ahí, ¿eh? -despidió.

Volvió a frotarse la nariz con el puño, y tras pasarse la pañoleta por la cara continuó su trabajo. Aquello agotaba, Mithos. Pero bueno, un rato más.

Al final es una chica agradable, aunque voy a tener que buscar una mejor forma de comunicarme con ella si la voy a ver a menudo, porque depender de terceros es un poco inconveniente.
Me despido con una pequeña reverencia y con un gesto, tanto de ella como de nuestro nuevo amigo chrysos. Luego salgo corriendo con el rastrillo en la mano para dejarlo a buen recaudo. No puedo evitar tropezar con una roca y termino en el suelo, lleno de barro hasta la cara.

Maravilloso...

Me levanto enseguida, avergonzado, esperando que me haya visto poca gente, y sigo con mi carrera. Si menos mal que no soy yo el que protege esto...

*se va*

Aún se quedó un rato más, pero tampoco excesivo. Después de todo, aquello llegaba a resultar aburrido mucho tiempo. Y, por otra parte, todo el mundo se estaba yendo, y no le apetecía quedarse allí sola.

Cuando el último grupo empezó a recoger, Maxxi la avisó de que daban por terminada la jornada. Una vez más, se limpió la cara con la pañoleta. Después, asintió y siguió al chico, cargando con herramientas para ayudar a recoger.

Una vez todo estuvo en orden, se despidió de ellos y continuó su paseo.

*se va*

A pesar del continuo trabajo, el prado sigue necesitando mano de obra. Por la mañana he ido allí con los caballos. Telma es el único bismonte entre los animales. Se ha resistido tanto a la idea de limitarse a un corto paseo por la mañana que no he tenido más remedio que traerla. Contenta, me sigue a todas partes, y aunque me estorba un poco, la dejo hacer. Al menos está entretenida.

Mientras los animales pastan en la zona ya habilitada, que cada vez es mayor, yo me dedico a ayudar al servicio. Hay que drenar una buena cantidad de agua todavía, y nivelar el terreno. Tras el descanso que me he dado para comer, pronto estoy de nuevo manos a la obra.

*Se queda*

Zacharyas pasó por el prado de camino a palacio, en el que vio trabajando a Lea, rodeada de animales. Recordó lo que le había dicho la noche anterior, y entonces no tardó en comprender que era aquello a lo que se había referido.

Había caballos y un bismonte. Zacharyas no pudo evitar recordar a Rick por un instante, al que había visto hacía ya tiempo acompañado de una cría de aquella especie.
Saludó a la flamma con un gesto, inclinándose un poco, encorvado, a modo de reverencia, y siguió con su camino, sin preocuparse por el barro que manchaba sus botas.

*se va*