Prado.

Roto los ojos, ahora sí, incrédula. ¿En serio está tan desesperado por gruñirse con alguien que me va a echar en cara hasta el tono en que le hable? Bueno, pues tiene para un rato, porque hace tiempo que he dejado de contenerme con él a ese respecto. Y es una auténtica liberación. Lo que me molesta del asunto es que sé perfectamente que le da igual el tono, que de hecho lo va buscando. Y probablemente, él sabe que lo sé. Lo cual lo hace todo completamente surrealista.

Insiste en el mismo argumento en el momento en que Rick interviene. Si es que me dan ganas de reír por no llorar. Es exasperante, y encima no da tregua. Pongo los ojos en blanco.

-¿En serio, Gerald? -pregunto, jocosa-. ¿De verdad todo lo que tienes que decir es "pero mira en qué tono me habla"? Mira que llegas a ser aburrido.

Y aquí estamos, de nuevo. En el punto por el que me habría gustado haber empezado esta conversación. A mí no me importa su opinión. A él no le importa lo que gane o pierda en esto. Bien, pues ya está, asunto resuelto.

-Me encantaría pensar que nada de eso te preocupa -respondo, en un tono relajado pero algo altivo y cortante-. Así que, si de verdad es así, lo cual me alegra, me pregunto por qué no hemos seguido cada uno nuestro camino hace ya un buen rato, como propusimos.

Desaparece y no vuelvas, imbécil.

Mantuve un tono relajado, ya algo contenido. Había aprendido con los años que los héroes se mantenían tranquilos hasta el final. La violencia no era el recurso al que había que agarrarse en primer lugar. La conversación era lo más noble que existía.

-No he dicho nada de mi amada y su cortesía -murmuré, tensándome en esas palabras-. Me despedí amablemente y tú insististe en acercarte para hablar con ella, pero creo que está claro que no le apetece -terminé, tajante, pero serio.

No sabía lo que pasaba, pero aquello era lo más que podía hacer. Porque agarrar a Lea y arrastrarla era igual de mala idea que hundirle al chrysos la nariz en la cara. Aquello no iba a pasar. Éramos personas con cabeza.
Sin embargo, sus palabras a la flamma me hicieron tensar un poco más los brazos, todavía cruzados. ¿Embestirlo? ¿Por qué iba a embestirlo? ¡¿Acaso me tomaban por una bestia?!

Lea insistió en lo de irnos, lo que, esperaba, pasase por fin. No creía que hubiese ya más motivos para quedarse allí, hablando en tensión.

Y, una vez más, comienza con sus quejas acerca de mi forma de tratarlo. No será porque se haya esforzado en lo contrario. Es tan absurdo como dar golpes a alguien y reprocharle su falta de cariño. Y, de hecho, también es bastante parecido. Una vez más, paso por alto el comentario. Si me meto a discutir en qué tono tengo que hablarle, no acabaré jamás.

Rick está empezando a ponerse peligrosamente tenso, puedo darme cuenta sin necesidad de mirarlo. La verdad es que no me importaría ver cómo le aplasta la cabeza a este individuo, pero tampoco me apetece dedicarme a esperar a que pase.

Asiento a Gerald, concediéndole, por una vez, toda la razón.

-Sí, desde luego, estoy completamente de acuerdo -comento, componiendo una de esas sonrisas encantadoras que tan realistas parecen. Quería buenos modos, ¿no?-. Y es un error que no pienso seguir cometiendo más tiempo. Buenas noches.

Y, sin decir más, echo a andar en dirección al palacio. Yo estaba de muy buen humor y la idea de una cena deliciosa me estaba rondando, y ahora ya me han dejado hecha polvo para lo que queda de día. Que, por suerte, no es mucho.

*Se va*

Vi que Lea hacía ademán de irse y me relajé un poco, dedicando una mirada penetrante a Gerald, sin sonreír, con los músculos de la cara y la mandíbula tensos en una de aquellas expresiones serias que parecían más la de un amenazador héroe que planta cara a su rival sin miedo alguno.

-Buenas noches, Gerald -dije, despidiéndome como ella había hecho, haciendo una leve reverencia con la cabeza, casi un asentimiento, sin perderlo de vista para, luego, marchar tras la flamma.

¡Vaya desastre! Solo por saludarlo los había hecho discutir. Y menos mal que estaba, que tenía miedo de que hubiese pasado de allí de estar solos. Los insultos y los golpes entre compañeros no eran agradables. Aunque dudaba que Gerald golpease a una dama.
Al menos lo esperaba.

*se va*

Me planto al inicio del prado, con expresión curiosa, contemplando su extensión. La verdad es que parece un arrozal, ahora mismo. Podrían plantearse hacer una piscina y no les costaría demasiado trabajo.
Qué graciosa eres, Lester. Por muy de buen humor que esté, no me perdono chistes como esos. Una tiene que preservar su dignidad, al fin y al cabo.

He visto ir y venir a bastante gente del servicio transportando cosas. Se ve que la gente está a cien ahora mismo, esforzándose por hacer esto transitable de nuevo. Debería echar una mano, ya sea aquí o en el pueblo, pero he de admitir que me amparo un poco en la pierna para no moverme mucho. Aunque algo debe de haber que no implique agacharme y levantarme con una carga pesada en las manos.
Por ahora, me dejo estar unos minutos, contemplando el exterior, que hacía tanto que no pisaba.

*se queda*

Dado que ya no había apenas luz, Corbin invocó un clair ëm yäk para guiarse. No tenía prisa, y tampoco le apetecía mucho volver a encerrarse en Brontë tan pronto, así que se dedicó a caminar alrededor del palacio, disfrutando del tacto húmedo y pegajoso de la tierra en los pies y del aire fresco. Seguía sin creerse que hubiera dejado de llover definitivamente.

A la altura del prado, distinguió una figura cerca del edificio. Avanzando en la dirección que iba, acabó por llegar a su altura. Fue un poco antes de que esto sucediera cuando pudo ver que se trataba de Alehyss.

-Buenas noches -saludó, sin dejar de caminar.

Dirijo los ojos iluminados hacia Corbin, al verlo venir. Asiento levemente, como saludo, aunque lo apoyo repitiendo sus palabras. Me siento como nunca, la verdad. Qué decepcionante resulta que en un día bueno sea como la gente normalmente.

-Buenas noches.

Su aspecto es desaseado. Se ve que él no ha estado perdiendo el tiempo como yo. Aunque tratándose de Corbin, no me extraña. Es extraño que pierda el tiempo.

-¿Has estado ayudando con la reconstrucción? -inquiero, por sacar un tema fácil de llevar-. Te veo poco últimamente. ¿Dónde te escondes?

Podría decirse que yo me escondía. Lo cierto es que llevo un tiempo sin acercarme mucho a la gente, desde lo de la tormenta. Es lo que suele pasar cuando la lluvia, que ya de por sí te da dolor de cabeza, te da más dolor de cabeza.

Al ver que Alehyss añadía algo más, Corbin sí se detuvo. No le molestaba demasiado, y a aquellas alturas sabía perfectamente que la intervención de Alehyss señalaba la invitación a una conversación. Aunque, como comentario, no tenía mucho sentido.

-En realidad he salido a entrenar, pero he acabado por trabajar un poco en las obras también -explicó.

Tampoco lo llamaría ayudar con la reconstrucción; más bien, en todo caso, con la disposición del terreno. Lo cual, por otra parte, era bastante interesante.

Frunció el ceño con extrañeza.

-No me escondo -respondió, llanamente-. Estoy en los mismos lugares de siempre. Entreno. Leo. Tal vez ahora también... reconstruya. Nada más.

Viniendo de alguien con su seriedad no podía asegurarlo, pero no le hubiera extrañado descubrir que, debido a su lesión, era ella la que no frecuentaba los mismos sitios. En cualquier caso, parecía que quedaba poco de eso ya.

Asiento a sus palabras, llevándome una mano al flequillo. Ya está algo largo. Me doy cuenta de que últimamente no dejo de apartarlo. Quizás tenga que cortarlo un poco. Aunque me siento satisfecha con el largo del cuello. Pronto podré recogérmelo, incluso.

-En ese caso ya sé dónde buscarte cuando me apetezca verte -respondo, sencilla, encogiéndome sutilmente de hombros. Extiendo una mano hacia su hombro, sacudiéndole un poco de tierra, en un gesto aparentemente inofensivo-. ¿Y qué tal todo? Disculpa mi insulsa conversación, pero estoy de un humor excelente. Quizás te interrumpo.

Con Corbin siento la necesidad de explicarme hasta ese punto. Pero es un buen compañero para, simplemente, disfrutar del aire fresco sin necesidad de hacer esfuerzos por llenar el silencio. A él no le molesta el silencio.
Y, por supuesto, es libre de irse.

Corbin asintió, serio. De hecho, lo lógico sería que ella ya lo supiera de antes. Porque, precisamente, aquellos eran los sitios en los que se había topado con ella anteriormente. Sin cambios, lo lógico era encontrarlo allí. Sin embargo, calló esa información. Tan solo con un cambio de horarios se hacía imposible encontrar a alguien, y eso lo sabía perfectamente.

Una vez más, se encogió de hombros.

-Bien -respondió, sintiendo tremendamente extraña tanto la pregunta como la respuesta-. Todo va perfectamente. Hace tiempo que estoy recuperado, y puede que pronto salga en misión de nuevo -. Negó, serio-. No me molesta. Solo paseaba.

Lo único que sentía era que aquello de mantener una conversación resultaba una novedad.

tan seco como siempre. Puede llegar a resultar agobiante, sin duda, aunque si te acostumbras termina por tener su gracia. Tiene ese extraño encanto especial. Y se puede contar con él para cosas que requieran ayuda siempre que no impliquen mucho diálogo.

-¿Misión? -inquiero, alzando las cejas-. ¿A dónde vas?

Ladeo ligeramente la cabeza, curiosa, con una sonrisa tranquila. Yo estoy deseando salir un rato de Brontë, pero, a poder ser, sin terminar herida esta vez. Y también tendría que ir por casa, mucho más ahora que ha pasado todo esto. Si no me preocupo por mis padres ahora más me vale no volver a hacerlo nunca.

Corbin negó con la cabeza. Llevaba pensando en ello desde que la lluvia había dejado de caer. En parte, el hecho de no haber visto a la caeruleus era en parte lo que le hacía pensar que tal vez aquello no había terminado. Cuando ella se presentase con la información, lo sabría.

-No lo sé todavía -respondió. Luego lo pensó un momento antes de requitificar-. No sé si voy todavía. Estoy esperando información. Cuando la tenga, decidiré qué hacer. Igual que la última vez.

Por supuesto, era prácticamente un sí, pero debía ser cauteloso. Había aceptado esperar la información. Vistas las condiciones, vería si le compensaba trasladarse por el arma. Aunque todo apuntaba a que así era.

Enarco las cejas, confusa. ¿Como la última vez? Eso, sumado al resto de sus palabras: falta de información, esperas... Cualquiera diría que habla de Madame. Aunque si ese es el caso supongo que será asunto suyo. Aunque, pensándolo bien... ¿Qué tipo de asuntos se trae Corbin entre manos? Siempre ha sido tan reservado con respecto a su vida que podría llegar a parecer que nació en el camino de entrada, cuando vino a Brontë.

-¿Irías solo, en caso de que decidieses ir? -inquiero, sin darle importancia, volviéndome de nuevo hacia el prado, que ya apenas se ve en la oscuridad, pero que puedo iluminar un poco gracias al brillo de mi cuerpo.

No es un ofrecimiento a ir con él. Mera curiosidad. Deformación profesional.

Una vez más, asintió. Sería una experiencia enriquecedora el trabajar solo por una vez, dependiendo únicamente de sí mismo. Como en los viejos tiempos.

-Nadie ha hablado de acompañantes -respondió.

Por supuesto, sabía que podía darse la posibilidad. Que la caeruleus precisase, o simplemente pidiese que más de una persona se ocupara de su parte del encargo. Si ese era el caso, sería un punto en contra de la propuesta, pero no uno decisivo. Con compañeros que trabajasen seriamente, a Corbin no le importaba ir en grupo. Pero tenía que existir la seguridad de que no estaba cargando con una vida inútil.

Asiento suavemente. Eso despierta mi curiosidad, pero no es el momento. Y ahora mismo no tengo más motivos para indagar en las vidas de los guerreros que la mera satisfacción de saber cosas sobre otros.

-Te deseo suerte en tu misión -murmuro, de buen humor. Lanzo una última mirada al paisaje e inspiro profundamente-. Yo voy a entrar ya.

Apoyo una mano sobre su pecho, a la altura de la clavícula, dando un par de palmadas secas. Luego me pongo en marcha hacia el interior del palacio, deteniéndome un instante y haciendo un gesto con la cabeza, como invitándolo.

-¿Vienes? ¿O seguirás paseando?

Corbin se limitó a asentir, dejándola marchar. Sin embargo, cuando ella se volvió, se lo pensó un momento. Dirigió una mirada al cielo, despejado pero oscuro, y luego otra al prado que se extendía ante él. Finalmente, se giró hacia la chrysos.

-Te acompaño -decidió.

Y, llegando hasta su altura, echó a andar con ella hacia el interior del edificio.

*se van*

La tarea de reconstrucción sigue, pero yo tengo mis propios intereses. No creo que a nadie le moleste; con las obras o no, estoy colaborando. El prado, en concreto, necesita algo de recuperación, aunque estos días de sol han ayudado. He estado allí desde la mañana, acompañada por los bismontes. Necesitaban urgentemente salir, así que me estoy encargando de cuidarlos. Los encargados no han puesto pegas; hay mucho más que hacer.

Mientras los animales pastan, me dedico también a mejorar la situación del terreno. No hay mucho que pueda hacer, pero voy cargada con herramientas para ayudarme. Lo primero que hice cuando acabó la tormenta fue ayudar a nivelar una zona del terreno; en ella pastan ahora los bismontes, y no tienen permitido salir de ella. El resto del prado aún es terreno peligroso para ellos.

Mientras pastan, y sin llegar a alejarme, me dedico a recuperar las zonas alrededor, aumentando su espacio. Los batzall me sirven para calentar la tierra, y aunque es peligroso (podría llegar a quemar la hierba), el suelo está demasiado húmedo como para que algo llegue a arder. Trato de quitar algo de humedad del suelo, dentro de mis posibilidades, para que deje de tener aspecto pantanoso. Con ayuda de miembros del servicio, voy recolocando la tierra para devolver la estabilidad al terreno. No hay mucho que salvar, la hierba está podrida. Habrá que replantar el campo.

*se queda trabajando*

Llego al prado con el pelo húmedo, las botas ya manchadas de barro, la izquierda en el bolsillo y la derecha sosteniendo una manzana, como postre de mi buen desayuno. Alzo las cejas al verlo lleno de animales, y luego me encuentro, más adelante, a Lea, que se encarga de arreglar un poco la tierra. Estrecho un poco los ojos, debido al sol, y eso que llevo una especie de gorro con una visera hacia adelante que me da algo de sombra.

-Buenos días -murmuro, esbozando una sonrisa sesgada, despejada pero cansada-. No esperaba a nadie por esta zona -. Me termino la manzana y tiro el corazón a uno de los bismontes-. ¿Te han puesto al cargo de los bichos estos? ¿Necesitas un... -. Me detengo para bostezar- una mano, o algo?

Porque si se las apaña sola, pues me largo a otro sitio.

No tarda en unírsenos más compañía. La niña de Gerald. Qué honor. Me tiene tan harta que ya no sé ni cómo tratarla, pero visto que hoy (y creo que es la primera vez) no quiere guerra, decido no ofrecérsela yo. Esbozo una sonrisa. Mejor mantener a la fiera en su jaula.

-Bueno, vamos arreglándonoslas, pero cuanta más ayuda, antes terminaremos -. Como es evidente, por otra parte.

Señalo con la cabeza a un chico del servicio, que parece estar un poco al cargo. Yo no me voy a dedicar a enseñarle a la cría a nivelar la tierra, desde luego.

-Si quieres hacer algo, puedes hablar con él. Sabrá decirte dónde haces falta mejor que yo.

Por una parte, espero que no salga por patas. Aunque visto su aspecto, tampoco sé si será de mucha ayuda, parece un poco paradita. Pero cuanto antes terminemos, antes podré dedicarme enteramente a los animales.

Asiento con desgana, bostezando de nuevo. Es que qué horrible hora para estar despierta, Mithos... Odiaba la tormenta, pero unas nubes en el cielo no estaban de más, cojones, pero no es que haga falta que se vea el sol para que estemos contentos. Aunque estoy segura de que soy la única que piensa eso de los aquí presentes, así que mejor me callo la boca.

-Entonces me quedo un rato -comento, un poco para ella y un poco como una reflexión en voz alta, para mí.

Me acerco al chico que me dice, estirándome, perezosa, y pido algunas indicaciones. En cuando las recibo, recibo también una azada y un rastrillo Me voy a una zona alejada, para que no me estorbe nadie (o lo contrario, que es posible) y estar lejos de los apestosos bismontes y me pongo, yo misma, a trabajar. Desde luego, es mejor que recoger rocas.

-¿Has ido por el pueblo? -inquiero, al cabo de un rato, para que esto no sea tan aburrido, por hablar de algo, no sé-. Está hecho mierda.

Efectivamente, decide quedarse. Espero que, ya que va a estar por aquí, no sea una inútil. No estamos para arreglar trabajos mal hechos, para eso mejor que se vaya a estorbar a otro lado.

-Muy bien -asiento a su decisión, sin compartir mis dudas en voz alta. Es una esmirriada, pero tampoco hay que restregárselo. Que haga lo que pueda.

Comienza a trabajar, y aunque pronto se hace evidente que no tiene mucha experiencia en este tipo de trabajos (me pregunto si la tiene, en realidad, en algún tipo de trabajo), el caso es que le pone algo de interés. No demasiado, pero lo suficiente.

Pronto se cansa de trabajar sin más, sin embargo. Espero que no se le vaya la fuerza por la boca, o pronto dejará de ser útil.

Niego a su comentario, volviendo un momento la vista hacia los bismontes. Están muy tranquilos, la verdad. Se nota que echaban esto de menos. Me alegro.

-No he ido desde que llegué, la verdad -respondo. Tengo mejores cosas que hacer aquí-. Aunque me imagino cómo está. Supongo que cuando acabemos en Brontë tendremos que ir a ayudarlos allí.

No me gusta la idea, pero es lo que hay. De hecho, es muy probable que nos manden a otras zonas donde haya habido problemas mayores. Habrá que aguantarse.

Asiento, con desgana. Cada uno tiene su percepción del asunto, así que no la llamaré egoísta de los huevos, ni nada por el estilo. Yo también pienso en mí misma la mayor parte del tiempo. Solo que mi padre me ha inculcado algunas cosas y, bueno... Luego está que nosotros estamos bien, en el pueblo están mal y, coño... ¿No se supone que estamos aquí para mover el culo por los debiluchos, los cobardes y los vagos?

-Yo trabajo allí a ratos, por la noche. Hay gente que se ha quedado sin casa, así que toca esforzarse -. Al final no he podido evitar meter ahí, el dedo en la llaga, pero con tono neutro para que no se note.

Remuevo un poco más la tierra. Tiene su aquel si te aburres mucho, aunque prefería estar echándome una siesta, o seguir dormida, más bien. Algo hay que hacer.