Prado.

Enseguida, al verlo reaccionar de forma inoportuna, clavo los pies en tierra para volverme por completo hacia él. Un rival de lado es un rival vencido. Tampoco cambio la expresión cuando mi arma es interceptada, si bien, obviamente, me fastidia. No obstante, no me afecta. No me frustra.
Va siendo hora de mostrar a este claritas hasta qué punto soy sinuosa y flexible, ¿no?

Veo venir el puño izquierdo y curvo un poco el cuerpo, retrayéndome, evitando el golpe directo con un desplazamiento ínfimo, lanzando al instante una patada hacia su barbilla, directa desde abajo, en un movimiento explosivo.
Es fuerte, no es lento, pero me enfrentado a gente mucho más escurridiza que él. Tengo que tener cuidado con sus golpes, pero si voy con un mínimo de atención debería ser capaz de evitar la mayoría. Aunque pronto tendré que recuperar distancia de nuevo si no quiero empezar a ponerme en un peligro superior al asumible.

Con su agilidad, consiguió evitar el golpe. Corbin se sentía al tiempo frustrado y animado cada vez que aquello pasaba. Por una parte, no alcanzar un golpe siempre era negativo, pero por otra no podía evitar admirar las capacidades de la chrysos, contento de tener una oponente que no se sometiera a él. Le hacía querer alcanzarla con más fuerza.

Ante su patada, se inclinó hacia atrás, retirando la barbilla para evitar el golpe. A continuación alzó una pierna, aprovechando que ella tenía un solo punto de apoyo en aquel momento para pegarle una patada en horizontal, intentando derribarla.

Tratando de recuperar él su propio apoyo tan pronto como le fue posible, se lanzó de nuevo tras ella con los puños por delante.

Aprieto ínfimamente la mandíbula al verlo retroceder, sin poder detener ya el ataque, aunque sabiendo que fallará. Enseguida mi mente se pone a trabajar, a pensar en alternativas y reacciones a sus posibles reacciones. Es obvio que a esta distancia estoy en peligro.
Veo cómo comienza a alzar la pierna, y la mía todavía acaba de acabar su trayectoria ascendente. La izquierda, afianzada en tierra, no me basta para dar un mortal. Ahora mismo ni siquiera sé si con las dos podría hacerlo. Todavía no lo he intentado.
Pero hay una opción.
Mientras la derecha se desciende me impulso con la izquierda, a fin de saltar su pierna. Can la derecha, por otro lado, me apoyo un instante en su pecho, al llegar a la altura, y lo uso como apoyo para impulsarme en diagonal, algo más hacia arriba y hacia atrás, encorvando enseguida la espalda para realizar una parábola con el cuerpo, caer sobre las manos y terminar la voltereta. Me ha tirado ligeramente de la izquierda, pero está bien. Sin embargo, apenas tengo tiempo para jactarme, pues ahí vuelve.

Roto velozmente la cadena, amenazante, mirándolo a los ojos, evaluando sus gestos, preparada para reaccionar a lo que pretenda. Ya me he abalanzado demasiado. Toca probar cosas nuevas.

Tal y como cabía esperar de ella, incluso en aquellas condiciones fue capaz de evitarlo y recuperar su forma. Corbin contaba con aquella posibilidad, así que no se mostró sorprendido ante sus habilidades. Sencillamente, se dedicó a seguirla.

Viendo que lo esperaba, decidió que era momento de amagar. Adelantó primero el puño derecho en dirección hacia su cara, pero a medio camino cambió la trayectoria, dirigiéndolo a sus costillas. El izquierdo, apenas un momento después, sí iba a la cara de nuevo.

Me tenso un instante, viéndolo venir hacia mi rostro. Sé que es poco profesional, pero la perspectiva de sufrir un golpe en el rostro siempre me pone especialmente a la defensiva. Tardo un instante más en reaccionar si, como ahora, es solo un amago. Cuando me doy cuenta apenas puedo moverme, y aunque el golpe no es tan directo como él hubiese deseado, sí hay golpe. Dejo ir un instante el aire por la nariz, conteniendo cualquier quejido.
De nuevo el puño. Esta vez me agacho, sintiendo cómo pasa sobre mi pelo, y desde una posición ligeramente baja me impulso hacia adelante, reduciendo la poca distancia que nos separa con intención de rajar su vientre con la hoz, trazando una diagonal descendente. En el momento en el que alcance su piel invocaré un crhysantae para aumentar el daño en todo lo posible. No espero demasiado de mi magia, pero siempre resulta un buen apoyo.

FdR- tiré un dado y saqué un 2, por lo que el hechizo se divide entre 2 y va con magia 1 XD

La maniobra de Alehyss Lester me deja boquiabierto. No puedo evitar pensar que se va a partir el cuello contra el suelo, estoy incluso a punto de taparme la cara con las manos, pero no... Lo hace... Y luego cae sobre las manos... Y de repente está de pie otra vez... No me... No me puedo creer que eso sea realmente posible. Creo que si volviese a hacerlo volvería a quedarme igual de sorprendido y volvería a querer taparme los ojos, creyendo que se va a partir el cuello...

Cada golpe, cada vez que van a pegarse... Estoy teniendo la sensación, a veces, de que debería ir a llamar a un líder... Después de lo que pasó con Browen y Dehnel...
Aunque supongo que si fuesen a matarse no estarían tan tranquilos conmigo aquí...
Aunque tampoco es que yo imponga mucho... A lo mejor ni siquiera me han visto y...
Nada, que sigo mirando...

Corbin entrecerró ligerísimamente un ojo cuando sintió que la había alcanzado. Ese fue el único cambio en su gesto que reflejase su satisfacción al respecto, y pese a ello seguía siendo algo que sabía que no debía permitirse. Quizá por eso falló el siguiente golpe, o eso pensaba él.

Al verla avanzar con tanta decisión saltó hacia atrás, retrocediendo un tanto, ya que la escansa distancia no le daba oportunidad de maniobrar para evitar su golpe. Antepuso un brazo a su vientre, y pronto sintió el contancto del metal con metal, que le provocó un momentáneo dolor en la mano, como un desagradable hormigueo. Cerró con fuerza el puño, temiendo que se le hubiera dormido, pero no parecía el caso. La hoz, resbalando, le provocó un pequeño rasguño en el antebrazo.

Aún a pesar de la cercanía de la hoz, Corbin se arriesgó a, tras su pequeño salto, lanzarse de nuevo hacia adelante apoyándose en la pierna que acababa de retroceder, encarándose una vez más con la chrysos.

Reacciona rápido, no llego a alcanzarlo, aunque mi kusarigama prueba su sangre. Es una pena no haber hecho más que eso, pero no un motivo para decepcionarse. Estoy poniéndome a prueba, y por ahora me siento satisfecha con lo que está pasando. Bajar la guardia no es una opción.

Esta vez soy yo la que lo veo venir, y como ha hecho él hace un rato, pivoto ligeramente sobre la derecha, lanzando la pesa a por su pierna, a la altura de la rodilla. Si consigo enrollarlo, me impulsaré hacia la izquierda, tirando para tensar la cuerda y usar su otra pierna como eje, como polea, para desequilibrarlo.
Si fallo, simplemente retrocederé un poco, preparada para recibir una ofensiva.

Me está resultando más entretenido de lo esperado. Resulta agradable moverse al fin. Y eso que al final no he llegado a pedirle lo que realmente quería. Siempre hay tiempo.

Corbin no consiguió alcanzarla, pero no se quedó quieto por ello. Cuando ella lanzó la cuerda de nuevo, iba lo suficientemente baja para que fuera difícil hacerse con ella y lo suficientemente alta para que fuese difícil saltarla. Sin mucho tiempo de reacción, Corbin lanzó una patada a la cuerda y saltó hacia ella sin esperar más tiempo, con intención de derribarla.

La pesa, detenida en mitad de su arco, se tensó y giró hasta golpearle la pierna otra pierna, pero no se detuvo en eso. Tenía otras cosas de las que ocuparse.

Parece un hombre con una mente ágil. Es una forma de hablar, por supuesto. Lo es. Sé que lo es. No lo elegí para acompañarme en vano. Es un buen espécimen, hablando básicamente. Aunque le falten muchas de las cualidades que busco en un hombre, lo cual tampoco tengo claro del todo. Pero como guerrero no tiene pérdida.

Su nueva ofensiva es más directa que las anteriores. Esta vez no me arriesgo a ir a por él. Prefiero tratar de evitarlo. Enseguida, utilizando la derecha, la dominante, me impulso hacia la izquierda, ligeramente en diagonal hacia adelante, esperando que pase de largo con su impulso para quedar a su espalda. Si consigo que me la de, aunque sea solo por un instante, buscaré lanzarme sobre él, encaramándome a su espalda, llevando la hoz a su garganta. Eso suele funcionar mejor cuando no saben que estoy, pero no es la primera vez que funciona durante un combate.
Si no consigo tener su espalda a mano, sin embargo, si se vuelve antes, mantendré de nuevo la distancia, buscando un flanco por el que introducirme.

Me cuesta más que los oponentes a los que estoy acostumbrada. Me alegra tenerlo de mi bando.

Corbin vio a Alehyss pasar a su lado, escurridiza, sin conseguir aferrarse a ella. Y sabía que debía tener cuidado con lo que vendría después. Y sabía que no podía permitirse dar la espalda si lo esquivaba de aquella forma.

Aún en pleno impulso, rotó sobre su cuerpo y lanzó un clair ëm yäk contra ella, para a continuación caer al suelo de espaldas. Trató de levantarse rápidamente, aprovechando el impulso al incorporarse para tratar de alcanzarla de nuevo.

Alehyss era rápida y hábil, pero Corbin era tenaz.

FdR- Pausado

Frunzo el ceño un instante. Me veo obligada a saltar un lado para evitar su hechizo, que me roza el hombro, y para cuando tengo via libre ya ha vuelto a alzarse. Ojalá hubiese podido aprovechar su momento en el suelo para algo más.
Las cortas distancias con él son más peligrosas que con cualquier otro.

Lo veo venir de nuevo y me mantengo inmóvil, arriesgando, con el cuerpo en tensión. En el último instante pliego las rodillas, bajando enseguida el centro de gravedad, agachándome con la derecha atrás para impulsarme con la hoz por delante. Mi intención es salir por el lateral y aprovechar mi propio impulso y el suyo para desgarrar su vientre.
La cosa empieza a ponerse seria.No muchos aguantan tanto tiempo contra mí con tan pocos daños. Estoy segura de que él podrá decir lo mismo.

Corbin no le quitaba ojo de encima, cada vez con una expresión más encendida y salvaje. Se podía ver solo por su gesto que estaba disfrutando plenamente, a pesar de la seriedad que mantenía en todo momento. Y su entusiasmo lo hacía más preciso y poderoso, ya que era su principal impulso.

Al ver a Alehyss esperándolo se sintió a un tiempo animado y desconfiado. Por una parte, agradecía que no retrocediera, pero por otra, aquello no le cuadraba con lo que la chica siempre había hecho: escurrirse y esquivar, aprovechándose de su admirable flexibilidad.

Por eso, aún sin saber qué iba a hacer, no se sintió del todo pillado por sorpresa cuando ella se impulsó de nuevo. Hacia adelante. Corbin sintió ganas de sonreír, pese a que mantenía su expresión. Hacia adelante tenía mucho más interés.

Adelantó la rodilla izquierda, con intención de golpearla, y posteriormente estiró la pierna, queriendo así barrerla con una patada. Pudo sentir cómo el arma de ella le rasgaba la ropa y rasguñaba la piel, pero fue capaz de pivotar hacia un lado ligeramente antes de que tuviera oportunidad de profundizar en su carne.

Veo venir la rodilla en mitad de mi impulso, y todo lo que puedo hacer es retroceder el cuerpo lo máximo posible, arqueando la espalda hacia fuera para minimizar el daño. Aprieto los dientes al recibir el golpe, de todos modos, que me deja los pulmones sin aire. No obstante, para bien o para mal, me frena, y enseguida me pliego hacia atrás, llevando las palmas al suelo, impulsándome veloz con las piernas para terminar la voltereta y alejarme de él, evitando su barrido. Ya he tenido el placer de comprobar que todavía no doy para mortales, pero si uso las manos como apoyo puedo hacer bastantes acrobacias con entereza.
Toso una única vez, recuperando la compostura, y con una sonrisa empiezo a girar la pesa, en diagonal. Esta vez me muevo rápido, sin darle tregua, acercándome por la izquierda, trazando una curva en vez de ir directa, pero lanzando al mismo tiempo la pesa hacia la derecha, con intención de rodear su cuello y golpearlo en la nuca o atarlo.
Sinceramente, a estas alturas espero un puñetazo. Accedo por la izquierda para asegurarme de que solo tiene una de las dos manos lo suficientemente cerca, por lo que le será más cómodo atacarme con esa. Adelanto un poco el rostro en carrera, como ofreciéndolo, buscando que ataque ahí, aunque aceptando otras zonas como posibles. Estoy preparada para ver venir su puño e impulsarme antes de recibirlo con las piernas, hacia arriba, hacia adelante, usando su brazo en movimiento como apoyo para las manos, para saltar por encima de él. Si todo marcha bien, si consigo alzarme, lo rebasaré, girando en el aire, atacando durante mi caída, boca abajo, a sus deltoides. De ser otro oponente, elegiría la nuca. Para evitar que la caída sea aparatosa, rodaré al llegar al suelo, aprovechando la cinética, sobre el hombro, justo antes del golpe, alejándome de él y acabando acuclillada, preparada para alzarme de nuevo.
La pesa servirá como distracción, como falso ataque, aunque si consigo enrollarlo en la cuerda tendré de donde tirar para ahogarlo.

Si funciona, por supuesto. Si se sale de lo que yo misma he pactado tendré que pensar rápido. Eso tampoco se me da mal.

El rodillazo la alcanzó, no así la patada. Había saltado hacia atrás, con aquel estilo suyo que hacía parecer que tuviera el peso de una pluma. Corbin no se dejo avasallar por el hecho de que lo hubiera alcanzado, sino que se lanzó de nuevo en seguida. Y, por lo visto, ella tampoco pensaba dar tregua.

Aunque su intención inicial era alcanzarla como hasta entonces, el hecho de que ella hubiera cambiado su estrategia obligaba a Corbin a tener que adaptarse. En aquel momento, agradecía el entrenamiento al que tanto tiempo había dedicado en los últimos meses.

Había comprobado ya que la chica manejaba su arma con total soltura, casi como una parte más de su cuerpo, y que no era la mejor forma de llegar a ella, así que esta vez ya no intentó hacerse con la cuerda. En lugar de eso, aprovechando que la había lanzado a bastante altura, hacia su cara (o, más probablemente, hacia su cuello), Corbin se agachó para evitar el golpe.

El claritas no era ni de lejos tan flexible y ágil como la chica, así que su golpe no podía ser tan grácil como los de ella. Pero, aún así, aprovechó el impulso de agacharse para inclinarse hacia el suelo, apoyando una mano en el suelo al tiempo que lanzaba una pierna hacia su costado.

Y, pese a que tenía fuerza de sobra para realizar esta clase de esfuerzos, no estaba acostumbrado, así que no resultó del todo extraño que no apoyara la mano correctamente. La patada siguió su arco con normalidad, pero no fue capaz de levantarse, sino que se dejó caer y rodó un poco, para volver a levantarse algo más allá.

Apenas he terminado de darle vueltas a mi estrategia cuando esta se desmorona. Parece que ha optado por una patada. Veo que no soy la única que ha estado practicando estilos nuevos. Eso lo hace todo más entretenido, aunque me estropee mi idea inicial.
Acabas de ganar un punto, Corbin.

Me apresuro a doblar el codo, pegándolo al cuerpo, recibiendo la patada en el antebrazo, apretando los dientes al hacerlo, pero sin dejar ir ningún quejido. Prefiero sus patadas a sus puños, desde luego, aunque ninguna de las dos opciones me está apasionando demasiado. Me veo incluso algo desplazada por su fuerza, pero es mejor así. Dejándome arrastrar por su golpe minimizo el contacto y, con ello, el golpe en sí. Es mucho mejor que clavar los pies en tierra y tratar de aguantar, en este caso.
La otra mano, mientras tanto, ha recuperado el incesante giro de la cuerda, aunque esta vez no la lanzo, solo la preparo.

Al verlo desequilibrarse no pierdo un segundo. Me impulso hacia él, ágil, buscando reducir la distancia, persiguiéndolo pese a sus giros, buscando llegar antes de que recupere la posición erguida. Lanzo una patada lateral a su cabeza, contra su oído, aprovechando el momento en el que no me queda tan alto para que la intensidad del golpe sea mayor.
Equilibrio. He de acabar con su equilibrio.

Corbin se vio asediado aún sin tiempo a terminar de levantarse, pero el hecho de verla venir lo hizo animarse aún más (¿era posible?) a levantarse cuanto antes, de un salto. La pierna de Alehyss rozó su hombro y alcanzó su cuello, haciéndole perder el aire.

Su respuesta inmediata fue intentar sujetar aquella pierna antes de que la chica tuviera tiempo de retirarla. Quizá consiguiera tirarla al suelo. Quizá pudiera entonces inmovilizarla y acabar con ella de una vez por todas.

Alcanzo su cuello, lo que me genera una mezcla de satisfacción y decepción. Por mucho que sea un acierto, no lo aturdirá, como hubiese pasado de haber golpeado el oído. Sin embargo, tengo problemas más importantes que la autocrítica que pueda hacerme, ahora mismo. Como, por ejemplo, que acaba de lograr atrapar mi pierna.
No pierdo un segundo y dejo ir la cuerda de nuevo a su cuello, buscando enredarla, teniéndolo ahora a una distancia mucho más corta. Si lo consigo, será una buena forma de tener una "superficie de agarre", y se lo pensará dos veces antes de lanzarme contra ningún sitio. Inmediatamente después, casi a la vez, me impulso con la pierna restante, ascendiéndola hasta su bajo vientre, con intención de pisar con fuerza e impulsarme, buscando zafarme de su agarre.

Ser inmovilizado es muy peligroso. Una situación como esa debe evitarse o mantenerse durante el menor tiempo posible. Te deja a merced del enemigo.

Corbin logró hacerse con su pierna, de la que tiró, tratando de retorcerla para hacerle perder el equilibrio. Consiguió con ello dos cosas, y ninguna demasiado positiva. La primera, que la chica enredara en su cuello la cuerda. Gruñó, pero se negó a soltarla. Además, tenía otro problema, su segunda pierna, que iba directa a él. Trató de aferrarla con la mano que tenía libre.

No esperó a asegurarse de haberla agarrado en condiciones, sino que saltó, lanzándose hacia ella, con intención de hacerlos caer a ambos al suelo. Cuando hubiera conseguido tirarla debía prestar atención a sus manos, ya que, al tenerlo agarrado del cuello, su situación peligraba. Sería lo que intentara sujetar a continuación.

He visto espectáculos de lucha coreografiados menos impresionantes que esto. Parece como si ambos supieran lo que va a hacer el otro incluso antes de que se empiece a mover. Ella, ágil, femenina, realiza movimientos enrevesados y elegantes y él, fuerte y tenaz, aguanta, evita y golpea sin miedo a su arma de filo. Creo que estoy temblando, pero ni siquiera puedo prestar atención a mi propio cuerpo. Estoy embobado.

¿Así debo ser? ¿Así debo entrenar? La verdad es que se me cae el alma a los pies solo de pensar en ello. Yo ya hubiese caído en la primera embestida de ella, en el primer puñetazo de él, enredado en la cuerda o con algún hueso roto...
No... ¿Podré acercarme siquiera?
¿Quiero?

Reacciono nada más sentir que estoy en el.aire y que ya no domino la situación. Voy a hacer algo arriesgado, y doloroso si lo consigo, pero puede ser interesante.
Aún en el aire doy un fuerte tirón de la cuerda, ahora que por fin lo tengo asido. Asfixiarlo es secundario. Lo que busco es acercarme a él, abrazarme a su cuerpo aunque con ello reciba todo su peso al caer, lo que, sin duda, me dejará sin aliento un instante. Pero, a cambio, habré rodeado su cuello con el brazo, como si fuésemos buenos amigos y lo atrajese de ese modo. Pero, al final del brazo, la hoz, en su garganta, amenazando con segarle la vida, llegando a cortar superficialmente si es necesario.
Es una amenaza, pero no vacilo. Hace tiempo que no vacilo al tener mi arma en la garganta de nadie. No puedo evitar recordar, incluso, al pequeño Masslow.

Preparo el cuerpo para la caída. Esto va a ser algo que no me va a gustar. No soy mucho de recibir golpes contundentes.

Corbin sintió el tirón en el cuello estando ya en el aire, lo que le hizo emitir un nuevo gruñido. Tocó tierra yendo a caer encima de la chica, y rápidamente la sujetó con el hombro, alzando el puño con intención de estrellarlo contra su cara. Probablemente conseguiría romperle la nariz, quizás el cráneo, clavárselo incluso en el cerebro. Entonces dejaría de moverse y todo habría terminado.

Y ya estaba el puño de camino, mientras la otra mano se clavaba en el hombro de ella, cuando sintió el filo de su arma en el cuello y se dio cuenta de lo que aquello significaba. Y fue impactante entenderlo, porque Corbin no estaba acostumbrado a dejar a nadie con vida. No era eso lo que le habían enseñado.

Cuando el puño, pasándo a milímetros de la cara de Alehyss, se estrelló en el suelo a su lado, Corbin había dejado escapar un grito de esfuerzo. Su otra mano se clavó con más fuerza en el hombro de ella, mientras él levantaba el puño de nuevo, sintiendo la adrenalina y el instinto empujarlo, haciendo temblar su brazo, mientras él jadeaba pesadamente.

Era una angustia aquella sensación de que no debía descargar el golpe. No era eso lo que se le había pedido, pero...

El golpe contra el suelo es pesado, con su peso encima como añadido, me arranca un jadeo de dolor, me deja sin aire, y enseguida siento la caja torácica dolorida. Sin embargo, no lo pierdo de vista. Dejo ir un gruñido cuando clava mi hombro contra la tierra y estoy a punto de seccionar su cuello cuando veo que su mirada no es todo lo cuerda que debería, pero solo hago algo más de presión, llegando a atravesar ínfimamente la piel. Tiende a ser indoloro, en un primer momento.
Cierro el ojo correspondiente cuando el puño se estrella al lado de mi rostro, para protegerme de cualquier posible esquirla. Me ha rozado la mejilla, y siento un delicado hilo de sangre descenderme por la piel, pero me mantengo firme; mi arma en su cuello se mantiene firme.

Jadeo con disimulo. Los últimos ataques me han fatigado. Ha sido intenso. Ahora, sin embargo, viendo cómo prepara un nuevo golpe, debería quitármelo de encima. Antes de que pierda el control por completo. Me gusta saber dónde está el límite de las personas, pero no sufrir las.consecuencias de ello.

Suelto la cuerda, liberando esa presión de su cuello, pero mantengo la hoz contra su piel. Luego, ágil, me acerco a sus labios con los propios, apoyándolos con suavidad, inspirando ligeramemente al contacto con su piel, percibiendo el olor de su sudor.
Testosterona. Brutalidad. Un comportamiento casi animal... Y tan mal aprovechado. Es una auténtica pena. Le faltan tantas cualidades para ser apto...

Esa úlima caída ha sido algo aparatosa. Incluso me he asustado. Ha ido todo tan rápido que hasta me sorprende que se hayan quedado quietos de pronto. Y el puñetazo de él contra el suelo me ha asustado un poco.
Están algo lejos, de espaldas a mí, dándome la espalda. No veo muy bien, además, porque ya está bastante oscuro, incluso pese a la luz que viene desde Brontë, pero diría que se están amenazando.

¿Qué significa esto? ¿Es un empate? ¿Seguirán hasta que uno, o ambos, no pueda más? ¿Debería llamar al señor Brumm?
No tengo nada claro...

Corbin no llegó a descargar el segundo puñetazo, no antes, al menos, de que ella lo alcanzara con los labios. No era la primera vez, y Corbin, poco a poco, entreveía sus intenciones. De hecho, tras varios encuentros, a aquellas alturas era probable que hubiera llegado a corresponder con algo más de naturalidad de la habitual. En otra situación.

En cuanto se vio libre de la cuerda que rodeaba su cuello, y a pesar de que ella mantenía el filo contra él, aprovechó el propio apoyo que la chica le daba para impulsarse hacia atrás un tanto, retrocediendo, aún en guardia. Por supuesto, con ello consiguió que la cuerda se tensara de nuevo alrededor de su cuello, obligándolo a detener su retroceso. Y había soltado a su presa. ¿Qué pretendía?

Manteniendo la vista fija en ella, en tensión y con desconfianza, todavía sentado a poca distancia, llevó lentamente la mano a su cuello, con intención de deshacerse de la cuerda. Se sentía extraño, como si debiera hacer alguna clase de señal para proceder pero no supiera cuál era.