Claustro.

El líder dejo pasar el comentario sobre el chrysos. No quería profundizar en el asunto, simplemente no le agradaba y punto.

Según como el chico lo miraba durante su relato, el líder caeruleus pudo comprobar como, poco a poco, iba apartando cualquier resquicio de duda sobre su persona y su preocupación, dejando paso al bienestar y tranquilidad de que contaba con su apoyo. A sus caricias, en lugar de rehusar como en su primer encuentro, parecía un cachorro que disfrutaba de una calidez esperada y eso era buena señal.

El líder asintió cuando el muchacho soltó su promesa al aire, aunque pensó que prometer de forma tan innecesaria era un acto poco recomendable. En esta situación no era importante, pero lo que tuvo en cuenta fue ese tipo de actitud, muy propia del piscis.

El chico hizo referencia a su pelo, volviendo a una conversación insustancial y relajada.

—Barthemius puede cortártelo si así lo quieres —Lo invitó, familiar, como si fuese algo normal o común que ofreciese algo como aquello. Sonrió cuando el chico preguntó por su vasallo.

—De momento no ha cambiado de raza. Por otra parte, está esperando a que te recuperes y puedas ir a verle al lago. Tiene algo que quiere enseñarte —Le explicó, con una sonrisa misteriosa, como si le hablase sobre un regalo sorpresa para él.

Tomó aire y miró de nuevo a otro lado, como desinteresado.

—Silvanus, cuando te recuperes me gustaría que vinieses conmigo —Le explicó. Se detuvo unos segundos, dando tiempo al chico para asimilar la frase —Después de lo que ha pasado, me gustaría solucionar todo lo referido a tu desagradable vivencia —Añadió. Volvió a dejar unos segundos de silencio, ahora, no obstante, para que el chico pudiese encajar su petición —Pero para eso tendrás que esforzarte en ayudarme. Necesito que, en cuanto estés preparado, me hables de lo que te ha pasado —Su voz suave, con un tono más bajo, quedó en el aire. Al cabo de unos segundos se giró hacia el chico para mirarlo a los ojos. —Repito, solo cuando estés preparado —Comentó con una de las sonrisas más dulces que conocía. Un gesto extraño en la cara del líder.

El líder dejó escapar una risilla cuando el chico mencionó que lo estaban mimando demasiado. Puede que así fuese por ahora. Seguramente todos querrían enmendar su falta de interés con regalos y cumplidos ahora que todo estaba resuelto.

—Bueno, Barthemius hace mucho que quiere enseñarte algo —Comentó, con una sonrisilla —Pero es un tipo especial. Suele buscar siempre el momento adecuado. Tienes suerte, no es nada fácil llegar a él —Advirtió.

Su reacción a las palabras del líder era algo que el hombre había temido y esperado. Por supuesto, Silvanus tendría cosas horribles que contar y, estando todo tan reciente, seguramente tendría que esperar un buen tiempo. El líder lo rodeó con el brazo con firmeza para atraerlo hacia sí y habló de la misma forma, con seguridad. Ahora era lo que el chico necesitaba, un apoyo que le diese cobijo y lo hiciese sentir seguro.

—Silvanus —Llamó de entrada —Quiero que vengas conmigo a Caligo. Ahora no tienes que hacer nada más que recuperarte para tal fin. Todo lo demás ya vendrá en su momento. Céntrate en recuperar fuerzas —Dijo con tono de orden, pero sin perder el deje compasivo y alzándole el mentón para que lo mirase a los ojos.

El líder observó al muchacho con complacencia debido a su respuesta. Sabía que el chico había deseado algo como aquello desde hacía mucho y, ahora que necesitaba agarrarse a algo para recuperar las ganas de vivir, aquello le serviría como clavo ardiendo para esforzarse en cerrar ese capítulo de su vida.

—Ese es el pensamiento de los ganadores, Silvanus. Recuérdalo —Dicho esto, soltó al muchacho mientras este advertía lo de la enfermería y se puso en pie. Luego ofreció la mano al chiquillo para que éste también se levantase.

—Vamos, pues —En cuanto el muchacho le dio la mano lo ayudó a ponerse en pie. Luego lo acompañó poniendo una mano sobre su hombro. A pesar de lo delgado que había vuelto, el líder se dio cuenta de que había crecido y se había formado un poco más. Ya no parecía tan chiquillo. Escuchó su llamada al pequeño dragón, pero no mencionó nada al respecto.

Una vez salieron del claustro y se integraron en los pasillos, desaparecieron del lugar.