Claustro.

Vuelve a reír. La mira. La mira absolutamente en todo momento, con la intensidad de un vigilante pero una actitud completamente despreocupada.

-Yo de ti no tentaría la suerte. A mí no me molestarás mientras no te dediques a hacer estropicios, pero puede haber otros más susceptibles -repone.

De nuevo, se inclina hacia delante.

-No pretendo suponer un misterio. Aunque me tomaré esa atención que me prestas como un cumplido. No he conocido a muchos aún, pero si tus compañeros son igual de interesantes que tú, esto va a ser mucho más divertido de lo que pensaba...

Desciende del muro y avanza hacia ella con seguridad y rapidez, quedando, de nuevo, a una distancia mínima de su cara. Tal y como hizo antes, su mano se alza, pero esta vez no se detiene a media altura, sino que alcanza su rostro y, con el dorso, recorre la mejilla en una fugaz pero tierna caricia.

Mantiene su sonrisa.

-Me has caído bien, Alehyss. Espero que, ya que yo no te echo, no decidas desaparecer por tu cuenta.

Y, sin más, se deshizo en el aire.

*Se va*

Como empieza, termina. De pronto estoy sola de nuevo, no más dispuesta a dormir que antes ni menos intrigada por los chrysos de palacio. Espero que, al menos, no mienta, porque si llego a agradarle quizás pueda conseguir algo de ella. De todos modos, prefiero no tentar a la suerte.

Me pongo en pie y avanzo de nuevo hacia la puerta. Ha sido interesante, ciertamente. Entretenido incluso. Y, por suerte, no ha acabado mal.

Con más cosas en que pensar, pero de mejor humor, entro nuevamente en palacio.

*se va*

El claustro se ha convertido en uno de mis lugares favoritos. Devoro libros con rapidez y ansia. Pues el siguiente siempre es mejor que el anterior.
Estoy aprendiendo un montón de cosas y pronto llegaré a los tomos pociones. He visto que uno de los tomos se llama: "Pociones Básicas para el aprendiz. Volumen 15" y estoy bastante ilusionado.

Además, la última reunión con Aren me ha puesto super contento.
Silvanus... YO. En Caligo. Aún no me lo creo.
Pienso en cómo será mientras abrazo uno de mis libros con fuerza y doy pataditas en el aire.

*se queda*

Una voz me sobresalta y pego un chillido, para luego retroceder por el banco en el que estoy sentado hasta la otra punta del mismo.
Lo miro.
No le conozco.
Mis ojos están abiertos como platos y mi pecho sube y baja, rápido. -¿Q-q-quién eres?- digo asustado.- Me... has asustado - digo subiendo mis piernas flacas al banco, para luego rodearlas con las manos.

Entorno los ojos. Por su comentario parece un guerrero... Por Mithos... que nadie vuelva a asustarme así. -S...soy... un guerrero -cavilo-. Creo -añado, para luego echar la cabeza hacia delante con interés para preguntarle a él.- ¿Tú también?- susurro.

Es guapo.

Ha mencionado la palabra "líder" y mi mente me arrastra directamente a Aren. -¿Es que alguien tiene que enseñarnos algo?...- mastico las palabras con desconfianza.  Sus ojos... me dan mucho miedo... es como si tuviera uno hecho de sangre... ¿Le habrá pasado algo en él?

-Eres guapo... - corrijo susurrando- pero me das miedo...- digo alzando un índice tímido hacia su ojo rojo.

-Yo... soy Silvanus Kettleburn- acierto a decir, entre balbuceos.


Crispo los dedos y entorno los ojos ante su afirmación. - No soy novato... acierto a decir, mientras me abrazo las piernas y las acerco a mi pecho. - Podría... Arrancarte la cabeza con un Aquaerum...- hablo sincero, con la voz algo trémula. Sin embargo, intento mantenerme firme.

¿Cinco guerreras? ¿Cynara ha organizado todo esto?... ¿Ur? Creí que Cynara era de Fudo... -Perdona... ¿Ur? ¿La - zorra hija de puta roba hombres- señorita Cynara no gobernaba Fudo?

Mi expresión cambia completamente en cuanto me dice que forma parte del Ejército de Caligo. -YO ME VOY A CALIGO- alzo la voz, poniéndome de pie y, algo ruborizado, cogerle la mano para forzarle a que se siente.
-C-cuéntamelo todo sobre ese lugar- le insto- Ahora, por favor. Tengo que... ¡Tengo que sorprender a Aren!- lo agito por el cuello de la camisa, cansado y sin fuerza en mis dedos, pero con determinación.- Por favor... Necesito saber cómo es ese lugar...- suplico agarrándole las manos fuertemente, por lo menos, eso me parece a mí.

Por lo visto, tener ese ojo rojo no es algo malo o algo así, por lo que en principio, lo dejo estar. Sin embargo, me cuesta adaptarme. Parece como que cada parte de su cara es una persona distinta y... me da mala espina.

-¿Cómo? ¿Cynara no está aquí?- hablo con una enorme sonrisa. Es la mejor noticia que he tenido hasta la fecha en mi estancia en Brontë. Bueno. Una de las mejores. Parece Mithos haya intercedido por mí y que ahora todo el sufrimiento pasado se esté convirtiendo en dicha: Aren me quiere llevar a Caligo, Barthemius quiere hablar conmigo, la colección completa de Chárity Strauss... ¡Qué feliz soy!
-No te puedes ni imaginar lo feliz que acabas de hacerme- mastico las palabras con júbilo.- ¡Esa arpía ya no volverá a intentar asesinarme!- digo alzando los brazos al aire, sin poder contenerme, recordando con una sonrisa, su intento fallido de enterrarme bajo una estantería que debía pesar alrededor de "mil toneladas".


Su comentario referente a Aren me molesta en demasía. -Claro que me refiero a Aren, el líder de Caligo- le reprocho.- Somos... -pienso.- Soy...- me llevo una mano a la nuca.- ¡Bueno!- reacciono.- ¡Que a ti te da igual!- le chillo rojo como un pimiento.- ¡A Aren yo lo trato como quiero!- le hablo serio y realmente sonrojado.
Escucho sus palabras con una atención supina, memorizando cada letra que dice. Sin embargo, cuando hace referencia a las mujeres, bufo. -Pesado... no me interesan las mujeres- digo dando saltitos en el sitio.- ¡Háblame de cómo debe comportarse un extranjero, si hay fiestas o... si se cogen los cubiertos de una manera especial!- le insto, con afán de conocimiento.
No hay muchos caeruleus en Brontë y los pocos que hay, no tienen una buena relación conmigo o no los conozco, por lo que no tengo a nadie más que me explique cosas.

-A mi no me pasan cosas raras- le escupo, cruzándome de brazos, indignado.

Me revuelvo mi largo pelo, entre azorado y desesperado. -Esa no es la cuestión- le aclaro cuando dice lo de los hombres guapos.

Una vez he escuchado todo lo que me tiene que decir, me quedo algo más tranquilo, para luego, sentarme a su lado.
- Sí, bueno... Aren me lleva a vivir con él a su palacio...- digo algo avergonzado.- Parece que al final he conseguido que se fije en mí...- hablo más para mí que para mi oyente, mientras me paso la mano por la oreja cortada.
Tanto sufrimiento había valido la pena. Aren está siendo superamable conmigo y... yo estoy cada vez más sano y contento.

Veo su cara de extrañeza y alzo las cejas, para luego suspirar, llevándome las manos entre las piernas y balanceándome un par de veces hacia delante y hacia atrás. - Dime... ¿Llevas mucho aquí? - No se muy bien de qué hablar con él. Por una parte, quiero contarle un montón de cosas de Aren, porque parece un poco escéptico, pero por otra parte... lo acabo de conocer y... bueno... no quiero precipitarme...

Escucho sus palabras con incredulidad. ¿Cómo es posible? Todo lo que le estoy diciendo es de verdad... ¿Por qué no me cree?
-No me llames mentiroso...- digo enfadado, y algo azorado. -Yo no... digo mentiras. Bueno, sí las digo, como todos, pero... Cuando hablo de Aren no- sentencio.


Sin embargo, cuando habla de nuevo, me hace estallar. - Aren y yo somos... hemos... yo... ¡hemos compartido lecho!- digo echando el cuerpo hacia delante y las manos hacia atrás, para darle más énfasis a mi afirmación, afirmación que chillo con un rubor extremo. -¡Y... y... tú eres un idiota!- digo enjuagándome los ojos de lágrimas, pues he roto la promesa que le hice a Aren de que "lo nuestro" debía ser un secreto.
-Ahora por... por tu culpa... se va a enfadar conmigo por... que... he dicho eso. ¡IDIOTA!- le riño, tapándome la cara con el brazo derecho, mientras que el índice de la izquierda le acusa.

FDR: Gerald, tranquilo. e_eU Si yo también creería que está tronado. A mi me viene un tío diciendo que Mariano Rajoy le hace tras tras por detrás y vamos. e_eU

FDR2: Sí. Acabo de comparar a Aren Darvenwish con Mariano Rajoy. Al fin y al cabo... e.e Ambos tienen la misma concepción de la mujer. #chan

*se va*


FdR: O ambos hacen tras tras por detrás #Badumchass Huyo como una perra e.e XD

Me hace callar a la fuerza y le escucho con los ojos muy abiertos, mientras mantiene mi boca cerrada.

Asiento lentamente ante sus palabras y veo que se marcha bastante apurado.
Parecía no tener intención de cruzarse de nuevo conmigo en la vida...

Me quedo observando cómo se va y, en silencio, recojo mi libro.
Triste, decido volver a palacio. ¿Qué impresión estoy causando?...


*se va*

Salió al claustro para airearse de nuevo, pero lejos de todos los guerreros. El corazón le latía rápido por la emoción. ¡¡HABÍA HERIDO Y LO HABÍAN HERIDO!! Aquello había sido casi la cima de la belleza, aunque no había habido muerte de por medio, y aquello lo apenaba. Pero entrenar de aquel modo, con sangre y dolor, era mucho más interesante, instructivo y placentero que hacerlo en solitario, con un trozo de madera muerto como enemigo, sin sangre ni huesos que partir.

Massen Dew había sido traspasada, según había podido comprobar. Él solo había sangrado mucho, y aún sentía el fuerte abrazo de aquel reptil rodeando su cuello, pero la idea de que lo atravesasen como a un trozo de carne le ponía la piel de gallina. Y más aún el pensar en hacerlo, o el recordar a todos aquellos murciélagos muriendo asfixiados en su mano, apenas soltando un par de chillidos tristes antes de hacerlo. Y aquella misma mano estaba ahora manchada de sangre reseca y metálica, que olía y sabía a muerte y representaba otra de las partes de la vida.
Todo aquello era muy excitante, pensaba Zacharyas. Mucho más que cualquier cosa que Rick Dehnel pudiera contarle, por mucho que se creyese conocedor de esas cosas.

Sentado, Zacharyas no pudo evitar sentir la mano ensangrentada en su entrepierna. Era demasiado tentador, pensaba. La emoción lo embargaba y había sangre y placer. Vida y muerte, bien y mal... Todo se juntaba en aquel lugar, bajo las estrellas, y le hacían imposible no disfrutar de aquella agradable sensación de novedad, de dolor, pero a la vez de excitación.

*se queda cejas cejas*

Avanzaba guadaña en mano, chasqueando la lengua sonoramente a cada paso, mirando alrededor con interés. Era oscuro y era tarde, y no había camas. El rojo majo tenía, pero yo no.

De espaldas a mí, vi una figura grande y negra sentada en el patio. Di un último chasquido a mi lengua y sonreí, echando a andar hacia allí. Esta vez no me engañaban.

Coloqué a Amatista a mi espalda y me impulsé con las manos para subirme al muro. Una vez de pie sobre él, apoyé ambas manos en la cabeza acolchada, removiendo el pelo un poco al azar.

-Esta vez no hay mecñas locos -comenté, contenta.

Zacharyas retiró rápidamente la mano del lugar que esta ocupaba al sentir a Stalon. Alzó la vista hacia ella, sonriendo primero nervioso, pero luego más relajado. Lo cierto era que su buen humor de aquel momento lo hacía sentirse bastante vigoroso.

-Vi a tu encapuchada de los mecñas -dijo, alegre, esbozando una ancha sonrisa-. Y una serpiente me mordió la garganta y la pierna -. Carraspeó-. Aún camino algo lento, pero... -. Cerró los ojos, ensanchando la sonrisa con expresión de ensoñación- Había tanta sangre...

Zacharyas mostró su mano ensangrentada a la parvus. Ya no tenía herida en la garganta, pero aún sentía bullir la zona y tenía la ropa completamente manchada. Todo le resultaba tan reconfortante que no podía dejar de hablar, sintiéndose maravillosamente.

Ladeé la cabeza, con el ceño fruncido, mirándolo. Luego, al oírlo hablar, abrí mucho los ojos y esbocé una sonrisa contenida, que me tapé con una mano.

-Qué bonito -reí, bajito. Me destapé la boca-. Y mecñas chillones y murciélagos. Era otra tú, pero tú no estabas. Y la guadaña, ¡zas, zas! Pero no había sangre porque era una sombra. Las sombras no sangran. Tú, sí.

Tomé la mano que me tendía con las mías y le di un buen lametón desde la muñeca hasta la punta del dedo central. Paladeé, sintiendo que me invadía un sabor metálico.

-¿Esta es tuya? ¿Sangró la sombra?

Zacharyas asintió con energía, ensanchando su sonrisa. Parecía que también ella se había enfrentado a aquella mujer, aunque, bien pensado, él no había hecho mucho contra la caeruleus.
Cuando Stalon lamió su mano, Zacharyas se estremeció. También él había probado el sabor de aquella sangre, de su sangre, y le había resultado de lo más reconfortante. Al haberla probado ella sintió envidia de no poder probar también la de ella, pero se contuvo y respondió a lo que preguntaba.

-Esta es mía -le dijo, contento-. Yo no luche contra la sombra, sino contra los murciélagos, una chica sin pelo y una serpiente, que fue la que me mordió -. Sin esperar un segundo, alzó la tela de su pantalón, mostrando la mordida ensangrentada que tenía en la pierna. No la sentía porque aún estaba medio adormecida, y se había olvidado de pedir que la curasen-. ¡Aquí también me mordió! Y ahora es como no tener pierna.

Quizás, pensó, tuvieran que cortársela. No pediría anestesia si eso pasaba, se prometió, para poder sentir aquello por completo, aunque no era muy probable.

Observé su pierna con curiosidad. Luego, de un saltito, bajé al banco, y de otro salto, del banco al suelo. Abracé su pierna y posé el dedo índice sobre las marcas de colmillos. Luego, mirando mi mano con gran atención, uní y separé el dedo índice del pulgar, sintiendo cómo la sangre trataba de pegar ambas yemas.

Alcé la vista hacia el chiquillo.

-No había serpiente -repuse, encogiéndome de hombros-. ¿Y si no puedes andar nunca más?

Volví la vista a la pierna y pasé de nuevo los dedos por las heridas. Volví a mirar mi mano manchada.

-¿Y si se comió la de verdad y esta pierna es de mentira?

Zacharyas ladeó la cabeza con extrañeza, no pudiendo reprimir una agradable risilla grave tras escuchar el último comentario de la parvus. Asintió con aparente satisfacción.

-Puede ser que sea una pierna falsa que sea controlada por la sombra y trate de matarme mientras duermo -dijo, llevándose una mano al vientre, donde el corte que le había hecho la flamma ya estaba cerrado. Apenas había sido un rasguño-. ¿Debería cortármela? -inquirió a la parvus con cierto brillo de emoción en los ojos, contemplando un instante después la guadaña que pendía de su espalda.

Puse cara de susto y retrocedí unos pasos.

-¿Me va a dar una patada? Está llena de mecñas. Chillará y no podrás dormir.

Cuando preguntó, esbocé una sonrisa lobuna y me llevé una mano a la guadaña, con un brillo sádico en los ojos. Un brillo que desapareció al instante en que detuve mi mano y la hice descender. Con cautela, me acerqué de nuevo y di un par de toquecitos a la pierna.

-Si es de mentira, no notarás la diferencia -. De nuevo, llevé el dedo a las heridas-. Podemos sacar a los mecñas por aquí. Pellizco y tirón, y ya salen. Bonito.

Zacharyas negó, esbozando una macabra sonrisa. Le gustaría pegarle una patada, realmente... Quizás le rompiese la nariz, y eso sangraba bastante.

-En todo caso te la dará la pierna, que yo no la controlo -dijo, tratando en vano de agitar la pierna dormida.

Cuando Stalon llevó la mano a su arma y sus ojos brillaron de aquella forma los latidos de Zacharyas crecieron. Le hubiese gustado pedirle que, por favor, lo hiciera, pero ella pareció replanteárselo.

-¿Saldrán por ahí? -. Carraspeó-. ¿Crees que serán tan pequeños?

En el fondo no podía evitar desear que cortase más su carne, aunque fuese siguiendo aquella clase de juego.

Negué con energía.

-No, no, no. Son graaandes. Habrá que hacerles hueco, como las mamás a los bebés. Si se abre la piel, saldrán todos cantando. Cantan fuerte.

De nuevo, acaricié las pequeñas heridas.

-O, a lo mejor, son bebés de serpiente. Mecñas bebés serpiente.

Volví a subirme al banco y me senté junto a él, dejando a Amatista a un lado. Balanceaba los pies, mirándolos.

-Yo estoy enterita.