Claustro.

Lo miro con cierta expresión de reproche. Eso lo sabré yo, no tú. Ahora mismo no tengo frío.

-¿Me estás echando? -pregunto, con un deje de amenaza en la voz.

Niego con la cabeza, esbozando una sonrisa desganada. Bueno, que tampoco tengo por qué ser mala con el perrito apaleado. Suspiro y me levanto, moviendo un poco el cuello. Me gustaría estirarme a gusto, pero este maldito brazo me molesta continuamente.

-No importa -murmuro con voz suave.

Sonrío a Rick, con expresión más apaciguadora. Casi me extraña que no salga corriendo, con toda la cautela que lleva encima.

-Me conviene descansar -admito-. Iré a ver a Telma pronto. Ya nos veremos, ¿eh?

Y, tras despedirme, me alejo en dirección a los dormitorios.

*Se va*

Cuándo me preguntó aquello no pude evitar una mueca, casi arrepentido por haber dicho palabras soeces, burlonas o dañinas. Sin embargo, pronto traté de ganar la determinación de un verdadero hombre noble, frunciendo ligeramente el ceño con severidad, aunque sin ningún enfado, que no era lo mismo.

-En parte... Creo que debes preservar tu salud- respondí, valiente, casi sin vacilar ni un instante.

Seguí sus gestos con la mirada, disfrutando de que sonriese, aunque fuese poco. ¡Y más herida como estaba! Era un gran logro...
O no. No lo sabía. Realmente, siempre había visto a Lea sonriendo. Y comenzaba a pensar que el último día tenía la menstruación, o algo así.
Las mujeres, en esos días del meees... Mejor no hablar con ellas. Eso había dicho siempre mi padre. Incluso había una canción de nuestra familia que comentaba aquello, aunque no era el momento ni el lugar.

Asentí a sus palabras, sonriendo también, sin mostrar los dientes, suavemente.

-Buenas noches -me despedí, viéndola marchar, quedándome sentado sobre el muro.

No comprendía lo que habíamos hablado la última vez. Si aquella era la verdadera Lea... Era cierto que tenía algunos momentos más fríos, pero me había agradado incluso más que de costumbre. Por otro lado, quizás fingía de nuevo...
Agité la cabeza, como si tuviese el pelo mojado. Luego contemplé al bismonte de nieve, o lo que fuese.

Ella podía decir lo que quisiera. A mí me gustaba.
Me gustaba la nieve, sin duda.

*se va*

Vaguear con este tiempo es lo mejor y hacerlo bajo los soportales que rodean el claustro aún lo supera. Puedo ver la lluvia en directo sin mojarme.
Tristán pareceíacontento cuando regreso de entregar la carta a Aren. Sin embargo este aún no se ha pronunciado y es esta comezón la que no me deja hacer otras cosas. - Jolín. ¿Crees que estará tan enfadado como para no querer saber nada de mi nunca más?- Pregunto algo preocupado.

*se queda*

Un piscis.
Varón.
Es lo más parecido a Follow que he visto en mucho tiempo por lo que decido desdender de la cornisa de la ventana con un par de saltos y colocarme frente a él, cortándole el paso con mi hoz por si intenta huir.

No digo nada. Simplemente me quedo quieta, mirándole de forma penetrante. ¿Quién será este?

-¡Aah!- chillo pegándome a la pared lo más que puedo debido al sobresalto de verme abordado tan repentinamente.- ¡Guarda eso! ¡Loca!.- Digo reaccionando con el ceño fruncido y recomponiéndome un poco del susto inicial. Este palacio es una atracción turística para los infartos. Qué susto, jolín.

-Tsk...- Algo molesto, la veo con ceño.- ¿Qué miras tú?.- Digo morrudo, de brazos cruzados mientras me quedo hecho un ovillo contra la pared. Si tuviera un arma podría intentar hacerle frente, pero no quiero utilizar mi magia en el interior de palacio o los líderes la detectarán y me reñirán aún por encima.

Tristán echó a volar.
Cobarde.

Follow... ¿no era aquel rarito de la máscara?
Río. - Sí, sí que lo conozco. Bueno. Sólo he hablado una o dos veces con él y es tremendamente callado, así que no puedo decirte mucho de él. - Digo torciendo la boca con algo de preocupación.- ¿Por qué? ¿Eres su hermana o algo?.- Digo viendo sus pintas.

Cuando me dice que si soy un simple cartero, alzo el puño a nivel de su cara.- ¡OYE TÚ!- Le regaño, herido en el orgullo.- ¡Yo soy tan guerrero como tú!.- Bufo. - Anda, siéntate.- Digo sentándome en el suelo y dando un par de palmaditas en la piedra del suelo que está a mi lado.- Relájate. Loca. Tensa.- Dios, qué estrés de tía.

No esperaba menos de él. No sé por qué, aquella respuesta no me resultaba ni chocante ni inesperada.- No lo sé.- Dijo sin más. Cuando somos pequeños nos crían en comuna, por lo que no estoy segura a ciencia cierta. Existe una pequeña posibilidad de que sea un hermano o un medio hermano mío. Aunque eso no lo sé ni tampoco me importa.

-Si fueras un guerrero habrías terminado con cualquier amenaza que hubiese surgido de imprevisto o, al menos, habrías sabido reaccionar ante ella. Eres débil.

-No. No me aportas nada. Seguiré mi destino sin ti. Eres perder el tiempo. Adiós.


*se va*

Pero qué... ¿Como que no lo sabe? En serio, qué gentuza más rara hay suelta por el mundo.
-Anda, sí. Lo que tu digas. - Digo pasando de ella haciéndole un gesto de desprecio con la mano. Qué pesados son todos con sus paranoias.
-Bueno, pues hala, adiós- Digo echándole la lengua acompañada de una mueca de burla.

-¡Pues yo ahora también me voy!

*se va*

Después de cenar, decidí que no había hecho suficiente aquel día. Me había levantado tarde, así que no había aprovechado el día tanto como hubiera querido. Había entrenado un poco y, un día más, me había abstenido de acercarme al agua. Aún así, empezaba a pensar que tal vez no estaría de más volver a pensar un poco en los hechizos.

Me dirigí al claustro, y acercándome al centro, me asomé a la fuente, mirando el agua fijamente. Introduje ambas manos en ella, y formé un par de aquaerums. Los miré un momento. Los había hecho girar, así que formaban pequeños remolinos dentro del agua. Sonreí y los acerqué el uno al otro. Cuando entraron en contacto, sentí cómo se repelían. Era lo que solía suceder, y más si los hacía girar.

Dejé que uno se deshiciera mientras me concentraba en dar fuerza al otro. Lo dejé ir de golpe, y al momento me encogí de hombros y contraje el gesto. Demasiada fuerza. Aunque, por suerte, no había roto nada. De todas formas, ahí había peces, y no tenía ganas de hacerles daño. Extendí al máximo las membranas y los perseguí un rato con las manos, haciendo que se alejaran.

De nuevo, formé mis dos aquaerums y comencé a jugar con ellos, con las fuerzas que creaban en el agua, con la energía que giraba haciendo que apenas pudieran tocarse un instante. ¿Qué pasaría si consiguiera forzarlos a unirse? ¿Podía hacerlo? No estaba segura.

*Se queda*

Tras atravesar los pasillos descubrí que sí quedaba algo en mi tripa, que no estaba muy noble aquel día. Noche. Por suerte, el claustro estaba cerca.
Salí con prisa, inclinándome sobre la hierba, pero contuve la arcada, sudoroso, al ver que no estaba solo. No distinguía a la persona, pero un caballero no debía... En fin.

Me apoyé en el muro, jadeante. En cuanto el mundo se detuviese volvería dentro.

*se queda*

Continué con mis juegos un rato más, explorando distintas posibilidades de la magia. Siempre me había gustado la magia, y creía que no se me daba mal del todo. Era interesante, desde luego. Sonreí.

Me volví al sentir unos aspavientos cerca, y con la luz procedente del pasillo pude distinguir la figura de Rick, apoyado contra el muro del claustro. Sonreí, e iba a saludarlo, animada, cuando me di cuenta de que algo no parecía ir muy bien.

Me acerqué a él, tratando de no parecer una simple curiosa. Cuanto más me fijaba, más me parecía que tenía mal aspecto.

-Buenas noches -saludé, algo cohibida-. Eh, Rick, ¿estás bien?

Me pregunté si debería ayudarlo a sostenerse. ¿Estaría tan mal? ¿Debería acompañarlo a la enfermería? La verdad es que tenía un aspecto horrible...

La voz era la de Massen, pude reconocer. Una pena que se acercase, porque apenas pude girar un poco el cuerpo y la cabeza, no pudiendo contener nada más la furia abrasadora que buscaba abandonar malvadamente mi cuerpo.
Luego, jadeante, aunque más aliviado, me limpié la boca con el antebrazo. Aquello era de lo más innoble. El desagrado hecho algo real.

-Disculpa, joven Massen -murmuré, sin fuerza-. No sabía de tu presencia aquí fuera. Siento que hayas tenido que presenciar una escena tan innoble...

Si lograba que mi estómago dejase de arder, quizás pudiera dormir. Al día siguiente todo marcharía mucho mejor, con suerte. Siempre pasaba aquello.

Retrocedí un paso, sin poder evitarlo. Era lógico pensar que aquello fuera a pasar tan solo con ver su aspecto, pero eso no dejaba de significar que me hubiera tomado por sorpresa. Tragué saliva, tratando de sobreponerme. Tampoco era algo tan grave. Yo misma había tenido que encargarme de aquella clase de cosas cuando otros estaban enfermos.

Me acerqué de nuevo, tratando de ofrecer un gesto tranquilizador.

-No te preocupes -hablé, con voz suave, tratando de hacerlo sentir algo mejor-. La verdad es que no tienes muy buen aspecto. ¿Qué te ha pasado? Estás lleno de heridas. ¿Por qué no vamos a la enfermería? A lo mejor te pueden dar algo que te haga sentir mejor.

Me daba una sensación extraña ver a Rick, siempre tan lleno de energía y con un aspecto tan saludable, en una condición tan deplorable. Me hacía sentir la necesidad de enmendarlo.

No huyó con asco, como una delicada dama, aunque no por no apartarse dejó de parecerme una joven maravillosa. Su dulzura era tal que incluso superaba al asco, y era capaz de hablarme como a un igual, como a un guerrero, y no como a la sombra innoble de maldad que era en aquel instante.

-Solo deseo beber...-murmuré, sintiendo el ardor revolverse de nuevo en mi estómago, amenazante.

No quise contar demasiado. Tampoco estaba muy preparado para hablar. Y ni de haber querido contarle exactamente qué había pasado hubiese podido. Por suerte, ella, amable, me ayudó a entrar.
De pronto, por cobarde que sonase, una noche en la enfermería, y no en un arbusto del jardín, no sonaba tan mal.

*se van*

Me asomo al claustro sin llegar a exponerme. Y, aún así, me estoy mojando. Voy bien cubierta, envuelta en una capa, y el viento incesante me revuelve el pelo, pegándolo con el agua a mi cara. Por suerte, el granizo es demasiado pesado para entrar dentro. El único que me alcanza son pequeñas esquirlas heladas que no me hacen daño.

Aún así, es impresionante. Tiro un poco más de la capa, envolviéndome en ella. Pensé que desde dentro debía de parecer peor de lo que era en realidad, porque me parecía impensable que de verdad lloviera tanto. Sin embargo, viendo el panorama, es tal y como parecía.

Pienso en Telma y los otros, en los establos. Me pregunto si los del servicio podrán ir allí. Espero que no los hayan abandonado a su suerte, desde luego. Yo, por mi parte, no puedo ir. El tiempo me lo pone imposible. Solo me queda esperar a que todo esto cambie de una vez. Y cuanto antes, mejor.

Taciturna, vuelvo a los pasillos.

*Se va*

Le veo pasar de largo. Como si hubiese pasado por delante de una piedra. Recuerdo entonces los motivos y el por qué de su actitud. Tengo miedo hablarle, pero en silencio las cosas no van a arreglarse, por lo que echo a correr detrás de él hasta alcanzarle y me pongo a caminar cabizbajo detrás de él. En silencio.

Escucho en silencio y les veo, con la cabeza algo hundida, sin intentar llamar mucho la atención. No ahora, que está entretenido con esos papeles.
Simplemente espero.
Una vez que veo que ha terminado alzo la mano para llamar su atención pero entonces desaparece y lo hace algo más lejos.
Chasqueo la lengua para mis adentros y, con el corazón lleno de preocupación, corro en silencio de nuevo hacia él.- Aren.-Digo en un susurro ahogado en un llanto naciente.
Corro y le abrazo por la espalda, rompiendo a llorar en el más absoluto silencio. Sólo mi pecho se nota subir y bajar frenéticamente debido a mis lloros mudos.

Lo he pasado muy mal todo este tiempo desde el día que discutimos. Discutí.

Le escucho encajando cada una de sus palabras de la mejor manera que puedo pero sólo me hacen sentir peor. - Lo siento...- Digo enjuagándome las lágrimas en la manga. - Es que estaba... enfadado y... - trago saliva.- Hablé sin pensar y... - Realmente no tengo excusa alguna. Y lo sé.

-Jo...- Gimoteo.

Agacho la vista y fijo mi nublada vista en el suelo. No sé muy bien qué hacer o qué se debe hacer en estas situaciones.

*se desvanece*



FdR: Pausa

Sus palabras me hielan. Después de tantos planes, después de tanta espera... no puedo permitir que ahora se vaya todo por la borda.- ¡Espera!.- Grito cuando veo que se desvanece.

Me quedo en silencio, con la mano extendida hacia donde estaba él, con la cara llena de lagrimas y el pecho alborotado. Recojo la mano y veo a ambos lados. ¿Qué debo hacer ahora?
Aren... no te vayas sin mi.

*se va*