Claustro.

Kyoti no sabe si reír o sonrojarse ante la respuesta de ella. Al final se decanta por asentir, que parece la opción más cautelosa. La observa con curiosidad mientras se acerca a examinarlo, sin moverse del sitio, pese a todo. Parece un tanto extravagante. También de clase acomodada, ahora que lo piensa. ¿La estará tratando con el debido respeto? Espera que sí, porque menudo agobio...

-N-no es molestia -murmura, sintiéndose aún un tanto extraño por la situación-. Es por el frío, que... me abrigo -. Sí, seguro que ella ni se lo imaginaba-. ¿A ti no te resulta...? -. ¿Frío? Carraspea-. ¿Molesto? Es decir, porque eres de Ignis, ¿no? Perdona, a lo mejor no lo eres y lo he dado yo por hecho. Yo sí soy de allí, y bueno... -Allí hace calor. ¿Eso va a decir? ¿Es día de remarcar obviedades?

El último comentario lo deja un poco descolocado. Uy, no, mejor no empezar a meterse en problemas tan pronto. Además, Kyoti sabe que es normalito. No hay necesidad de decir esas cosas. Aunque ella es guapa, o a él se lo parece. Pero prefiere no decirlo, no se lo vaya a tomar como lo que no es. ¿O se lo ha dicho porque espera que corresponda? No, porque si corresponde, ella pensará que lo hace por obligación. ¿Y se lo tomará a mal si no cumple la obligación, como si creyera que es mejor no decir nada? ¿Y acaso no cree que es mejor no decir nada, realmente? Quizá lo que necesita es dejar de pensar.

Kyoti se encoge de hombros, sin saber muy bien qué decir. Lo cierto es que tampoco está muy acostumbrado a ir con tanta ropa. En Ignis es raro que haga falta. Claro que eso no quiere decir que esté dispuesto a renunciar a ella. Son ropas suaves, perfectamente adaptadas a él, así que no resultan tan molestas, realmente.

-Prefiero esto que el frío. La ropa -explica, sencillamente.

Kyoti sabe que no hay nada malo en ser de Ignis. Se siente un poco incómodo con la idea de que resalten su falta de capacidades para hablar todo seguido. Necesita hacer un esfuerzo. Venga, no es tan difícil.

-No vengo del desierto -se le ocurre aportar-. Pero... tampoco había visto nieve. En Ignis, digo. Donde vivo hace más bien calor. ¿Tú vienes de la costa?

Siempre se dice que en la costa hace más fresco, que la brisa del mar suaviza el tiempo. O eso ha oído siempre Kyoti. Tampoco es que él haya visto el mar alguna vez, pero se dice eso de él. ¿Habrá nieve en el mar? Nunca se le había ocurrido. Aunque, en general, Kyoti no solía pensar mucho en la nieve hasta que llegó a Brontë.

Kyoti parpadea, sin tener muy claro si la información le sorprende o no. Desde luego, parece una auténtica señorita. Tiene mucho sentido que venga de la capital. Kyoti no ha estado allí, pero sabe lo que se dice del lugar. Gente con dinero, refinada. Ella da esa impresión, desde luego. Tenía que habérsele ocurrido antes.

-Aquí es muy tranquilo -observa, de nuevo cayendo en lo evidente-. Pero también es diferente a mi pueblo. Es una forma diferente de tranquilo.

De pronto, la actitud de ella cambia. Kyoti se pregunta si tendrá que ver con algo que ha dicho o hecho. De todas formas, no parece un cambio negativo. Para Kyoti, casi mejor. No tarda en asentir, efusivo. Y, tras dudar un momento, hace amago de desabrocharse la capa. No es que le haga mucha gracia, pero...

-¿Tienes frío? -pregunta-. Puedo dejarte esto. Es mejor abrigarse que forzarse a soportar el frío. Ah, no quiero decir que hayas hecho nada malo. Es decir, no malo, pero... N-no me refiero a eso.

Comienzan el paseo, y Kyoti permite que sea ella la que decida el ritmo y la dirección. Después de todo, es ella la que lo ha propuesto. Le corresponde. Y seguro que lo prefiere. Quizá tenga una idea concreta en mente de adónde ir.

-Lo que tú, más o menos -responde a su pregunta-. Estoy intentando adaptarme tan rápido como puedo. ¿Qué tal se te da a ti? Adaptarte y... bueno, la gente y eso.

Cuando ella habla Kyoti se da cuenta de que se ha expresado mal. Otra vez. Niega.

-Ah, no, no me refería a eso -explica-. Me refería a tranquilo de... gente. No suele haber mucho ruido por el palacio, creo. Pero parece que hay trabajo, ¿no? -. Después se centra en la pregunta-. No es un pueblo grande. Hay poca gente joven, y no mucho trabajo. La gente prefiere ir a otros sitios a buscarse la vida. El negocio no va bien, supongo. Solo cuando vienen comerciantes, pero... la ciudad les gusta más.

Kyoti se siente un poco mal con eso de ir tan abrigado y ella con frío, pero no va a discutir. ¡A ver si se va a pensar que la toma por poca cosa! Kyoti conoce esa sensación, y no quiere transmitirla. Si está en Brontë, por algo será.

Aunque la forma en que se expresa le hace pensar, sin poder evitarlo que...

-De acuerdo... -responde con cautela. No quiere que lo vea como a un desagradable, pero le da un poco de miedo que... Bueno. Por algún motivo, piensa un momento en Jun.

Por lo que dice, no parece que se haya relacionado mucho. Y eso que parece bastante más extrovertida que él. Aunque, bien pensado, fue él el que se acercó a hablarle. Aún va a resultar que es más abierto de lo que creía. Uno nunca deja de descubrirse a sí mismo, desde luego...

-Imagino que es lo normal -responde con una sonrisa de ánimo-. Poco a poco conocerás a más gente, supongo. Quizá cuando empieces a trabajar... Bueno, es decir, a lo mejor ya has empezado, pero... ¿Ya has empezado?

Kyoti no lo diría así. Él se habría quedado allí de buena gana, con su vida sencilla. Es una cuestión de necesidades, y si te llaman a un lugar como Brontë, estando en la situación en que él estaba, más vale actuar de forma responsable. Lo cual no significa que no extrañe a sus padres y a sus hermanas, ni su negocio familiar.

-No lo sé -responde, poco convencido-. Supongo que hay que curtirse a uno mismo -. Su padre suele decirlo-. Pero acabaré volviendo. Cuando esté preparado. Ahora tengo otras cosas que hacer.

Kyoti no responde por no saber qué añadir. ¿Que espera ser de su agrado? Claro que lo espera, pero dudarlo casi parece un insulto. Es como si la estuviera llamando desagradable, así que prefiere quedarse callado.

A su pregunta, asiente.

-Entreno cuanto puedo -afirma-. No sé si sabes lo que pasó en el bosque. Lo de los... animales y las... magas que... Ese accidente... Lo del otro día -. Bien pensado, se habla bastante del tema, así que quizás lo sepa-. Yo... estuve allí. No es que hiciera gran cosa. Es decir, hice lo que pude. Era la primera vez que colaboraba, pero... Creo que estuvo bien. Es decir, que me fue útil. Que fui útil. Bueno, las dos.

Kyoti la mira, entre sorprendido y divertido.

-¿Misterioso? Ah, no, no, no era mi intención, para nada, para nada -declara, preguntándose qué ha dejado en el aire.

Kyoti se frota el hombro tras el suave golpe, pensativo. Lo cierto es que no fue tan complicado. Después de todo, trabajando desde la distancia es sencillo dar apoyo. Acaba por encogerse de hombros, sin atreverse a aceptar el cumplido más de lo debido.

-Sé cazar -explica-. Solía hacerlo en casa. No en casa, bueno, en el pueblo. En la... zona alrededor del pueblo, eso. Trabajo con el arco. De lejos es más fácil, supongo, aunque suene un poco cobarde... Supongo que por eso pude hacerlo.

Sonríe al comentario, preguntándose qué intenta decir exactamente. Parece realmente preocupada por conocer sus rasgos. Se baja un poco la bufanda, dejándole más espacio para verle la cara.

-En realidad es fácil -opinó, divertido-. Te fijas aquí -. Se señaló las escamas de las mejillas-. Y el pelo -. Tomó un mechón. Entonces frunció el ceño, pensativo-. Bueno, creo que es fácil. No he visto muchos flammas aquí, en realidad. Yo creo que para mí...

...mi cara es fácil de reconocer. Sí, para uno mismo siempre es fácil reconocer la cara. Bravo, Kyoti.

Kyoti se rasca una mejilla, y acaba por carraspear. ¡Pero si ni siquiera lo ha visto...! De todas formas, es nueva en el palacio, así que es posible que se deje impresionar tan fácilmente como él mismo. Claro que no estaría bien decírselo a ella.

-Supongo que tienes razón -acepta dócilmente, con una sonrisa, poco dispuesto a discutir-. Espero que tú no tengas problemas.

Kyoti sonríe, pero niega.

-Llama más la atención, pero no se reconoce mejor -observa, seguro-. Es decir... por la raza. He visto a otra chica flamma y creo que el color era parecido. Aunque era de noche, así que no sé muy bien... -Dicho así, mejor era quedarse callado-. De todas formas, haré eso. Así no se puede confundir a nadie.

Salvo que alguien, por casualidad, haga el mismo gesto. No es un gesto tan raro, ¿no? Aún así, confía en no confundirse.

Kyoti se encoge de hombros, sonriendo.

-Donde yo vivo hay muchos flammas pelirrojos. Bueno, donde yo vivía. En mi pueblo. Siempre he pensado que es lo más normal. A lo mejor en la capital es distinto... -explica con sencillez.

De todas formas, como ella dice, no cree que sea tan difícil de reconocer. Para empezar, es de los bajitos. Y la mayoría de los guerreros que ha visto son enormes, desde luego.

-Conozco a algunos -reconoce, tratando de recordarlos-. Creo que con quien más he hablado es con Jun. ¿O sería con Frikka? Ah, Jun es un chico claritas, con el pelo blanco y los ojos rojos. Él sí que llama la atención -. Quizás eso no ha quedado muy educado. Carraspea-. Y Frikka es una caeruleus que... -Calla. Mejor pensarlo bien. Tiene que controlar lo que dice-. Bueno, le gusta hablar, seguro que te daría conversación. O te la da, bueno. A lo mejor la conoces.

Ha estado con otros tantos, pero esos han sido los dos primeros que le han venido a la cabeza. Tampoco cree que ella esté esperando una lista detallada. Y si es el caso, seguro que se lo dice.

Sentada en uno de los muros, cerca de una columna, miraba el cielo con expresión pensativa. Había hecho mejor día que el anterior, pero de todas formas, las temperaturas habían vuelto a bajar. Esperaba que, al menos, el tiempo se mantuviera estable. Habíamos tenido una temporada muy buena que auguraba primavera, y sería una lástima perderla. Ya lo había dicho Rick: el invierno había sido largo. Pero era hora de que acabase.

Con un suspiro, me apoyé en la columna, recogiendo las piernas, esperando. Yo querría haber aprovechado más para nadar, pero si volvía el mal tiempo tendría que pensármelo.

*Se queda*

Llego con prisa, corriendo por los pasillos, con una bolsa del cuero bien pegada al pecho, apurado. Incluso cuando salgo y la veo me siento apurado. O especialmente apurado. La verdad es que una parte de mí casi se hubiese sentido más tranquila si no estuviese.
Se me dan mal los cumpleaños porque soy muy torpe. Y por mucho que haya pensado... Su gorro es mucho más útil que cualquier cosa que yo pueda pensar. Y se supone que soy el cerebrito, o eso dice. O piensa...

La saludo con un gesto nervioso, sin poder expresarme porque si suelto lo que llevo entre los brazos se me caerá al suelo. Esbozo entonces una sonrisa, inquieto. Termino por dejar la bolsa sobre el muro para poder expresarme al fin.

<<Felicidades.>>

Eso en primer lugar. Que se me acaba el día.
Mithos, qué desastre...

Al final, Jun llegó apurado. No era que tuviera que preguntar qué quería de mí en particular, pero la verdad es que era un poco torpe. Sonreí en respuesta y formé un "gracias" con las manos, sin saber muy bien qué añadir.

Al final, acabé por bajarme del muro. Me apoyé en él, de cara al chico. Carraspeé.

<<¿Qué tal... todo?>>, acabé por preguntar.

Creo que me ha quedado un poco torpe... Siempre que lo planeo todo suena mucho más intenso, pero luego se me quiebra a la mitad. Tendré que esforzarme un poco más en la segunda parte, ya que es la que se me da mal.

El aire se ha enrarecido un poco. Supongo que lo está algo últimamente. Un poco raro...
Inspiro hondo, notando raro mi propio nerviosismo, y alterno la mirada entre ella y otros puntos un par de veces. Asiento, a su pregunta, esbozando una sonrisa.

<<Muy bien.>>

Por favor...

Miro la bolsa de reojo. Acabo por alzar las manos.

<<He estado pensando mucho en qué regalarte, pero soy un poco torpe, así que de momento espero que esto haga un poco el amago>>, comento con cierta incomodidad, pero una sonrisa.

Tomo la bolsa apoyada y la abro. De dentro saco una botella con un líquido transparente, que no miro con mucha seguridad. Y se la muestro, dibujando, de nuevo, una sonrisa.

Tengo que pensar algo mejor, sin duda.

Asentí yo también, sin saber muy bien qué añadir. Al final, tomó la iniciativa. Si lo atrasaba era peor, porque sus motivaciones eran evidentes. Era como que no me correspondía cambiar de tema, pero, por supuesto, tampoco me correspondía curiosear en lo que hubiera traído. Así que quedaba en sus manos.

<<No deberías darle tantas vueltas, es solo un cumpleaños>>, me quejé, esbozando una mueca. No iba a rechazar un detalle, pero hacerlo demasiado no era la idea...

Hice amago de tomar la botella, mirándola con curiosidad. Acabé por sonreír, divertida.

-¿Agua? -pregunté.

Frunzo un poco el ceño, contrariado, apresurándome a negar. Que no diga eso, que he pensado tanto... Y nada, ni una cosa... Y ahora...

<<Me regalaste el gorro. Y yo solo te había dado una pulsera trenzada.>> Hasta en recuerdo suena cutre. Me da algo de vergüenza pensar en ello. <<Así que quiero ser un poco más expléndido esta vez, pero no he pensado nada bueno.>>

Así que..., de momento...

Cuando pregunta extiendo la mano hacia ella, tomando de nuevo la botella que lleva entre las suyas, con gesto inseguro. Y la abro entonces, inspirando hondo.
Si esto no es nada...

Al llevármela a los labios el olor penetrante me llega a los ojos y me llena la nariz. Pero de todas formas bebo un largo trago. Se me da bien tomar medicinas. Acabo tosiendo, de todos modos. Es como fuego... Qué horror...
Le devuelvo la botella, aún con la garganta ardiendo, para poder hablarle.

<<Feliz cumpleaños.>>

Me lloran los ojos un poco...

Le enseñé la pulsera, mirándolo con gesto entretenido. ¿Por qué tenía que hacer un mundo de aquello?

-No es ninguna competición, eh... -insistí.

Cuando lo vi llevarse la botella a los labios... No sabía qué esperaba. ¿Que escupiera fuego? ¿Que salieran luces de colores? ¿Un poco de magia? Pero, simplemente, bebió un trago y puso cara de estar siendo torturado en el peor de los infiernos. Me lo quedé mirando un momento. Al final, tomé la botella y olí el contenido. Y entonces, sin poder evitarlo, solté una carcajada.

-¿De verdad? -pregunté, aunque ni yo sabía exactamente a qué me refería-. ¿Pero el regalo es para mí o para ti?

Probé a dar un trago. La verdad, era fuerte, y quemaba un poco por dentro. Yo estaba más acostumbrada a licores dulces, y aquel era un poco seco, pero no era insoportable.

-¿Quieres algo para mezclar? ¿Vamos al comedor a por un zumito? -propuse, divertida.

No es una competición, pero uno se siente como si no estuviese a la altura si llegado un momento lo suyo es siempre mucho menos trabajado. Y, desde luego, no iba a hacerle otra pulsera.
Y algo tengo que buscar aún, bueno...

Con el sabor desagradable en la boca la escucho reír. Al menos he conseguido eso. Bueno, es algo.
Esbozo una sonrisa, intentando ser socarrón por encima de la mueca de desagrado. Y para colmo ahora siento que me arde el estómago.

<<Bueno, creí que te gustaría estar durante mi primera vez>>, formulo con las manos, comenzando a recuperar la sensibilidad en la lengua.

Asiento a lo que dice, aunque realmente no sé bien cómo va. Pero quizás sea buena idea, que ella es la que sabe. Que bueno, esto es más simbólico que otra cosa...

<<Pero si puede hacerse lejos del comedor, mejor>>, añado, como petición.

No quiero que me vean. Me da miedo que se lo digan al señor Brumm y luego...

Hice una reverencia exagerada, teatral. Desde luego, aquello pintaba, cuanto menos, divertido, eso no se lo iba a negar.

-Qué gran honor -respondí, entre risas.

Hice un gesto con la mano sobre los labios, como si me los cosiera. Después, sonreí de nuevo y asentí.

-Guardaré tu secreto y tu reputación -prometí. Después lo cogí de la mano y eché a andar hacia el comedor con él-. Pero por un par de vasos y un bote de zumo nadie va a decir nada. Es mejor empezar suave, que si no te vas a quedar dormido en cinco minutos. A ver si tienes un poco de aguante, eh...

Bueno, mal no lo iba a pasar aquella noche, desde luego.

*se van*