Tejados

Desde luego, los tejados son un buen lugar para pensar. Me he subido ágilmente pasando por una ventana, y aunque la primera impresión fue algo impactante, ahora me encuentro sentada sin mayor problema que las ocasionales ráfagas de viento que me despeinan. Estoy lo suficientemente alejada del borde para no caerme; estoy lo suficientemente alejada del borde para no caerme.

Inspiro profundamente. Esto todavía está muy vacío, pero yo tampoco estoy haciendo demasiado por conseguir información. Y, no debo olvidarlo, lo más importante es la misión.

Me tumbo y miro al cielo con los ojos entornados. Hay una nube que parece un karnikarsh la miro fijamente unos instantes. Hasta parece moverse y bramar.

La nube se disuelve lentamente con el aire, cambiando así su forma y desplazándose.

*se va*

Me subo al tejado que para algo sé que no me voy a caer. Estoy de buen humor y me apetece hablar con alguien, pero como no encuentro a nadie decido subirme a los tejados a escribir.

Citación :

"Amor:

Hoy te escribo otra vez. Te contaré lo de ayer por la noche que, cuando me fui a dormir, estaba demasiado cansado como para escribir. Si es que aquí me acuesto muy tarde. ¿A que no sabes qué? Ya he conocido a una pareja de enamorados. Son muy agradables ambos. Aunque tuve un malentendido con Inger, ya sabes, porque pensaba que me decía que me buscase una amante, ¿te imaginas? Yo, venga..."

Me quedo allí escribiendo y relatando durante largo rato.

Citación :

"...Todo en orden y sin muchas más novedades.

Itehw caln"

Una vez termino, guardo los papeles y me voy de allí.

-¡En busca de humanidad! -Me digo. Que contento voy...

*se va*

Necesitaba destensarme un poco del trabajo, así que decidí ir a tomar el aire a los tejados. Salí por una de las ventanas que llevaban a este sitio y me senté en una de las tejas más seguras que pude encontrar.

- Vaya... Que día más bonito hace - comenté sonriendo a la brisa nocturna mientras miraba a las estrellas que se desplegaban sobre todo el firmamentom -. Perfecto para tomar el aire.

decidí que pasaría por lo menos dos horas allí, así podría desconectar un poco del trabajo, de los miembros, del cargo y, aunque suene extraño, de algunos de los jefes.

*Se queda*

Pensaba en quedarme varias horas, pero el cansancio pudo conmigo antes de lo pensado. Y poco a poco fui sintiendo cada vez más la necesidad de una buena cama. Así que con el paso firma me levanté apoyando la mano derecha sobre una de las tejas a mi lado.

Cuando me estabilicé al completo, decidí ya abandonar los tejados.

*se va*

Los tejados parecían un buen sitio para ocultar un cadaver... aunque fuera el cadaver de un boro...
Me subí no sin miedo y anduve muy lentamente por ellos... me temblaban las piernas.

Cuando encotré el sitio mas alto, deposité la bolsa azul con el boro muerto dentro.
-Ahí te quedas, majo... yo me voy: no quiero saber nada mas de ti en la vida... ahí te pudras bicho asqueroso...

Me voy rapidamente dejando atrás el cadaver.

*me voy*

Empleado:

Me había costado lo mio seguir el rastro ya que de vez en cuando se perdía a mitad de camino. Pero mi ojo de lince me había guiado correctamente. Si es que yo debí haber sido del ejército o algo así...

Bien, se había reducido el área de mi búsqueda, ahora solo quedaba aquel lugar.

Me dediqué un tiempo a buscar al pobre bicho. Quizá aun hubiese posibilidad de salvarlo. Después de una media hora di con una bolsa azul húmeda y oscurecida.

-¿Boro? ... ¿Estás ahí? -Me acerqué con cautela y cierto miedillo. Pero al final agarré la bolsa -que daba asquito tocarla- y la abrí.

- Mierda... -Allí estaba el boro. Muerto, claro. Con algunos ojos cerados, otros abiertos, tentáculos revueltos... Pero este boro no se moriría así. El asesino recibiría su merecido.

Cerré la bolsa y me la llevé con el cadaver.

*se va*

Estaba muy contento con mi ropa nueva, y como no tenía nada que hacer, pues decidí ver si mi asesinato continuaba perfectamente oculto, así aprovechaba el tiempo y dejaba las cosas atadas, así ya no me preocuparía.
Subí a los tejados con cuidado de no estropear mis zapatos nuevos, que, ahora bajo la luz del sol, brillaban mucho...
Llegué a donde había dejado al boro muerto pero... pero... no estaba... era imposible...
-TAAAA!! NO ESTA!!- grité- mierda... haber, Sisil, piensa un poco... quizás algún pájaro se lo ha comido... o ... o...- entonces habrí mucho los ojos y se me heló la sangre- o... alguien lo encontró y se lo llevo... oh! mierda! tengo que salir de aqui ya! no me pueden encontrar en el lugar del crimen, por lo que no iré a la biblioteca ni volveré aqui... hasta que todo esto se resuelva...

*salgo corriendo*

Subo al tejado y estiro las alas y los brazos en el momento en el que el aire pega más fuerte. Que gustazo. Tomo carrerilla y salto abriendo las alas para planear unos segundos y volver a posarme sobre el tejado.

- ... Cada día un poco más y así... -Sonrío con conformidad para mí y aprieto el puño. Vuelvo a correr para planear un rato más y repetir el proceso.

*se queda*

Tras dar un par de vueltas por el interior del Palacio, decidí acercarme a los tejados. Con agilidad, llegué hasta ellos pasando por una ventana y, una vez allí, me senté con precaución. Tras sentarme, observé a mi alrededor. En lo primero que me fijé fue en que estaba lo suficientemente alejada del borde como para caerme. Luego observé el paisaje y, finalmente, me fijé en la figura que planeaba en el aire.

Heylel.

— Hola... — susurré.

Llevo un rato forzando los minutos que soy capaz de planear alto y ya estoy bastante cansado. Pero me gusta esta adrenalina y prefiero aguantar... Un poco más... Un poco más y ya...

entonces un saludo me distrae y miro hacia el lugar de donde viene. Mierda. Pierno el equilibrio, me duelen las alas y siento el cuerpo pesado.

- ¡ING-! ¡AAAH! - Pánico, estoy temblando. Pero me he agarrado a algo y ahora incluso me mareo un poco mirando abajo. Me duele el brazo izquierdo, pero si me sueto... Con lo cansado que estoy...

- ¡Inger, por favor! -Grito con el sudor en la frente. Mierda...

Abrí mucho los ojos al ver cómo Heylel perdió el equilibro, no supe si por mi saludo o por otro motivo. El aether, por suerte, consiguió agarrarse a una teja y salvarse de la caída. Con rapidez, me dispuse a agarrarle para que no se cállese, al tiempo que él pedía ayuda entre gritos. Llegué hasta su posición en escasos segundos (estaba bastante cerca de donde yo estaba situada) y, una vez allí, agarré su brazo izquierdo con mis dos manos y tiré de él, para evitar que se cállese.

FdR. =__= ¿Quién está poco inspirada hoy?
YO

Inger no tarda demasiado en ayudarme lo cual agradezco infinatamente. Se pone a tirar de mí y yo consigo agarrarme mejor al tejado para acabar subiendo de nuevo.

Cuando mis cuatro extremidades están apoyadas, me siento para recuperar el aire y descansar.

- Gra...cias... Madre... mia... Por poco... -Indico aun con algún que otro escalofrío. Me duele todo el cuerpo...

- Ah... Y... Hola... -Saludo con algo más de ánimo mientras recupero el aliento. Menudo susto.

Suspiré con alivio al ver cómo el aether lograba sentarse. No quería imaginarme lo que hubiese pasado si se hubiese caído.

— ¿Estás... Bien? — inquirí, con preocupación —. Es decir... evidentemente no puedes estar bien... Al menos no de los nervios... O ... Bueno, el caso es que... — Me pasé una mano por el cuello —. ¿Te encuentras bien...?

Me preguntaba si habría perdido el equilibrio por culpa de mi saludo o si, por el contrario, había sido un problema de alguna de sus piernas. A lo mejor su pierna izquierda le había fallado, o a lo mejor su tobillo derecho se había torcido.

Sonrío algo más tranquilo cuando Inger pregunta.

-Sí, sí, no te preocupes... -. Estiro un poco la espalda, pero me duele y vuelvo a agacharme. -Bueno, sí, sí, preocúpate..au... - Le digo mientras trato de levantarme.

Le pido que me ayude a incorporarme porque estoy realmente molido.

- Aaaghh... Te daré un consejo... nunca trates de volar más allá de cuando te duelen los homoplatos y las articulaciones... Aggh... -le comenté con una sonrisa. Obviamente ella no podría volar, pero así también pasaba un poco por alto mi estupidez.

- Hazme el favor... Acompáñame dentro... - Le pido amablemente a Inger. Ella asiente con cierta preocupación en su rostro. Ya le contaré el relato por el camino.

*se van*

Miré el cielo y añoré mi casa, estar en mi cabaña en Ventus, rodeada de aire puro y pájaros. Me apetecía subir y disfrutar de la tranquilidad, por una vez librarme de la dichosa guerra, librarme de los entrenamientos y de batallas innecesarias. Me apetecía ser libre.

Mi primera intenció había sido ir al bosque, pero me había quedado mirando la luna a través de una ventana y había empezado a pensar en muchas cosas. Y ahora ahí estaba yo, parada en medio del pasillo mirando las afueras. Sacudí la cabeza y sin pensarlo dos veces reemprendí mi camino, aunque finalmente me desvié de mi destino original y opté por subir escaleras, una tras otra hasta llegar a lo más alto, a lo más cercano a Ventus.

Subí y subí y al final, salípor una ventana y sin ser plenamente consciente, llevada por el deseo de llegar a lo más alto, salí por la ventana y escalé ayudándome de mis alas para llegar al tejado.

Una vez arriba del todo, miré el suelo y me giré, me giré y observé todo como si fuera una minuatura, sonreí satisfecha y me senté, doblando las piernas y rodeándolas con mis brazos. Para tener mayor comodidad, me descolgué a Arpa y la dejé a mi lado, preparada por si tenía que usar alguna flecha.

Miré el cielo, la luna y levanté una mano, cerrando un ojo intenté agarrar el pequeño satélite con los dedos índice y pulgar de mi mano derecha y murmuré.- Cómo puede ser algo tan pequeño e importante a la vez...

...

Cuando abrí los ojos me sorprendí, estaba un poco incómoda. Bostecé y estiré los brazos y las alas. Me froté los ojos y miré el horizonte, podía ver Brontë.- Mmm...- Me levanté lentamente y recordé.- ah... me quedé dormida...- Murmuré y reprimiendo un segundo bostezo, bajé por la pared, ayudándome de mis alas nuevamente. Y me fui.

*Se va*

Decidí subirme a los tejados (no sin mucho esfuerzo) porque hacía una noche más que perfecta: quería terminar así de bien el día.

-Jo... que vistas- entonces me recosté en una chimenea y me quedé allí, relajado, pensando en la maravillosa tarde y en la maravillosa... de Aren.


*se queda*

Recorrí el palacio de cabo a rabo en busque a aquel pedazo subnormal: solo me quedaba un sitio en el que buscar: el tejado.

Subo las escaleras para llegar a él y lo veo: recostado en una chimenea, como si nada hubiese pasado.
Me acerco a el y lo abrazo casi llorando desconsoladamente... por supuesto de mentira

-Silvanus, por fin te encuentro... estaba muy preocupado por tí. Llevo toda la tarde buscándote... en serio... perdóname ayer tuve un mal día ¿lo harás, verdad?- dije dándole 15 monedas de oro juntas, dejándolas en su regazo.

Alexander aparece y me abraza, casi llorando...

-T-tra-tranquilo... si... te perdono... supongo...- parecía muy afectado... y bueno... me había salvado la vida... eso merecía algún que otro sacrificio por mi parte- pero no me gustaría que lo volvieses a hacer...- entonces depositó un montón de monedas sobre mi regazo- ¿que es esto? ¿porqué me das esto?

-Muchas gracias- digo separándome de el y secándome mis lágrimas de cocodrilo- pueees est es para que mantengas tu boquita de piñon cerradita- digo pasando un dedo por sus labios.- no quiero que le digas a nadie que te he encarrado.

Entonces le cogí de los pelos de la frente, tirando con fuerza.

-por cierto, querido... ¿que te había dicho del pelo?

Pasó su dedo por mi boca... si supiera donde estuvo mi boca hace media hora, no la tocaría con tanta libertad, por lo que sonreí mientras lo hacía.


-Lo siento... pero es que ya se lo he contado a Aren- dije con aires de superioridad- de hecho, el me ha liberado. JA! te va a caer una buena bronca- ya me daba un poco igual enfrentarme a Alexander: sabía que Aren siempre me protegería.

Me agarró del pelo y me tiró fuerte.
Ya me estaba cansando el niñito con sus pijotadas.
Agarré fuertemente su puño con mi mano.

-Suéltame. No me voy a peinar nunca más como tu quieres. A AREN LE GUSTA MÁS ASÍ!- entonces saqué a Altheda y la puse a la altura de su pecho, apuntándole al corazón.
-Alexander... muchas gracias por pagarme, muchas gracias por la funda, muchas gracias por salvarme la vida. Pero estoy asta los cojones ya de ti. Entonces le dí un fuerte empujón.

Una mueca de terror se dibuja en mi cara cn las palabras del piscis... Joder... mierda... pero ante todo, intento parecer fuerte: me sacud el pelo y digo:
-Por si no te has enterado, fue el mismo Aren quien me dió permiso para encerrarte... ¿a que eso no te lo ha contado? ajajaja pobrecito... ¿como va a castigar al mejor guerrero caeurleus que tiene en estos momentos por haber encerrado a un asqueroso piscis como tú?

Entonces, ocurre algo increíble: después de tenerlo agarrado por el pelo, noto como su membranosa mano toca la mia y la aprieta con fuerza, al mismo tiempo, noto como su daga se posa sobre mi corazón.
No me lo puedo creer... lo veo fijamente a los ojos y sus palabras hacen que me sienta impotente.
-Que pretendes? entonces noto como me empuja y caigo hacia atrás, rodando por el tejado.

Me quedo casi al borde, con una pierna fuera.

-¿QUE PRETENDES?- entonces me pongo de pié y saco mis pinchos de mis mangas, mientras corro hacia el.
-Me da igual que seas mi criado, o el favorito de Aren, su amante, me da igual quien seas... pero te juro que esta noche, vas a morir... así se acabárán tus problemas... y los mios
entonces le ataco con ambos pinchos, dirigidos uno hacia su cuello y otro hacia su abdomen.

Mi empujón fue quizás demasiado fuerte, haciendo que Alexander casi se despeñara por el tejado.

-NO!- grité echándome las manos a la boca de la impresión. Corrí a ayudarle, pero a medio camino, al ver que había sacado sus pinchos y después de oír sus amenazantes palabras, decidí pararme e ir retrocediendo poco a poco, pero entonces se abalanzó hacia mí.

-Ah, no... he recorrido ya mucho camino para que un maldito estirado de pacotilla me mate ahora... con el trabajo qeu me ha dado conseguir a Aren, NI DE COÑA, ME MATAS TU AHORA.
entonces puse a Altheda de canto en la trayectoria del pincho que venía hacia mi cara, para evitar que me atravesara el cráneo.

Kettleburn desvió una de las agujas, pero la otra le rozó el abdomen, haciendo que comenzase a brotar un hilo de sangre

-Asustado, enano? Âchnam!- una enorme bola brotó de mis manos, con un objetivo muy claro: su cabeza.