Tejados

Subí a los tejados para despejar la mente un rato. después de hacerlo ayer con Hewina, me sentía muy bien y me apetecía hacer alguna fechoría, como brincar por los tejados, o lanzar Acuaerums al cielo, para ver cuan lejos llegaban... no se... pasar el tiempo.

Pero cual fue mi sorpresa... mi gozo en un pozo. Estaba acompañado por la líder Jill... iba a irme cuando una teja crujió bajo mis piés.

Me había pillado.


-H-hola, señortia Jill. buenas noches.

Un crujido seguido por una vocecilla rompió el silencio que había en el tejado. Giré ligeramente la cabeza para ver de donde provenía el sonido, y para mi no sorpresa resultaba que había sido Silvanus Kettleburn.

- Buenas noches, señorito Kettleburn - saludé manteniendo la sonrisa que ya se me había dibujado anteriormente en la cara -. ¿Qué le trae por aquí?

Lo miré fijamente a los ojos, ya que no me gustaba nada que la gente me hablase sin contacto visual. Poco después bajé la vista para comprobar que la teja que había crujido no se había roto, así que volví a alzar la vista, tratando de parecer lo más amable posible.

- Me alegra no haber vuelto a recibir ninguna queja sobre usted - comenté algo jocosa.

-Pueeeees- no le iba a contar que había venido aqui arriba para hacer fechorías, así que puse una de mis perfectas excusas- pueeees he venido a fumar, porque claro, sinó huele todo el castillo a humo y eso no es bueno para los... para los boros! eso, que luego se acatarran, o cojen cancer de pulmon o algo, se mueren y me echan a mí las culpas. Coje fama y échate a dormir! jajajaj- dije con una sonrisa nerviosa.


-Yo?? quejas?? si soy un alumno ejemplar!! si usted rebibe alguna queja sobre mí, serán habladurias baratas de gente que no le caigo bien...

Me encendí un cigarro y me puse a su lado ofreciéndole uno- ¿fuma?

Las palabras del piscis no sonaban muy convincentes, pero las mentiras piadosas por ahora no estaban penalizadas. Y al parecer se comportaba bastante... ¿bromista? Bah, da igual, lo que sea... Su comportamiento era algo estúpido, ya que empezó a soltar algunas frases sin sentido.

Cuando vi que me ofrecía un cigarrillo negué con la palma de la mano con la misma sonrisa de siempre.

- No, gracias... - respondí a su ofrecimiento -. No me gusta el tabaco...

Entonces le volví a mirar a los ojos, trataba de analizar la personalidad del ser que tenía delante. Sinceramente, me daba una sensación algo extraña; conocía perfectamente todas sus aventuras con el jefe caeruleus, y muchas de las bobadas que había hecho.

- ¿Qué tal en el Palacio? ¿Te encuentras cómodo? - Pregunté tratando de parecer lo más hospitalaria posible - Si tienes alguna queja o petición puedes avisar, como dueña del castillo mi deber es hacer que os sintáis lo más cómodos posible.

Ante su respuesta, me limito a engogerme de hombros.

-Discúlpame. Tristán, enciende, porfa- Tristán salió de mi bolsa y se posó en mi hombro, encendiendo con fu azulado fuego mi cigarro.- gracias, pequeño. Mira esta es Jill, y es una Chrysos, como Adela, Lyam o como Alehyss, ves? y es su líder- el dagón asintió y revloteó en la oscuridad alrededor de la líder, para terminar posándose en la palma de su mano.

-¿Ves?- dije echando el humo hacia otro lado, puestoq ue a ella no le gustaba- le has caido genial.



Ante su petición, me volví a encoger de hombros.- Bueno... la vida aquí es genial... pero no estamos aprendiendo mucho... es decir... lo que más me fastidia es que tengamos que aprender por nuestra cuenta, es decir... ¿no deberíamos tener alguna clase con vosotros? ¿no deberíais enseñarnos algo? ... no se... esa es mi única queja... quizás deberíamos tener "deberes" o algo...

El dragón de Silvanus, también conocido como Tristán, se puso a revolotear por ahí mientras Silvanus se fumaba si cigarrillo. El humo ya tenía un ambiente no muy agradable, así que se medio giró para que no me molestase.

- Bueno... Quiero que sepa que por ahora aún estamos planeando algunas cosas, pero no se preocupe, la acción comenzará pronto - comenté un poco entristecida por el comentario, quizás porque yo era la que mejor sabía que las cosas iban más lento de lo previsto -. Y referente a lo de las clases, bueno... Éso ya se les avisará a todos en un futuro...

Noté como Tristán se posó en la palma de mi mano, parecía que no le importaba con quien tratase, la confianza le venía en un segundo, como si de su amo se tratase.

- ¿Y cuántos años dice que tiene? - Pregunté mirando a Silvanus fijamente a los ojos, tratando de cambiar de tema desesperadamente -. El dragón, digo.

-Vale, vale, de acuerdo... supongo que estarán muy ocupados todos... es normal que no den a basto y que las clases se retrasen.

Entonces me pregunta la edad del dragón...

-Pueeeees... ni idea... la verdad es que como me lo encontré entre mis sábanas, pues no tengo ninguna noción de su edad... aunque supongo que será joven no? es bastante juguetón.

Volví a darle una calada que hizo que mi cara se iluminase con la luz del pitillo.

Silvanus no conocía la respuesta a la pregunta que yo le había planteado. Miré al "suelo" y después alcé la vista hacia el cielo.

- Debo irme, ha sido un placer hablar con usted, señorito Kettleburn - comenté con una sonrisa ligeramente cansada mientras me levantaba y me sacudía la ropa, sin saber muy bien por qué.

Me di media vuelta y me dirigí hacia el "agujero" que formaba una ventana hacia el interior del palacio.

- ¡La noche puede ser muy peligrosa, no le aconsejo que esté solo a estas horas! - Comenté tratando de "desfrivolizar" un poco la conversación más seca que había tenido estos últimos días.

*Se va*

Jill se despidió de mi.

-Tranquila, como ya le dije a Aren en 2 ocasiones... no le temo las tinieblas- dije entornando los ojos.


*se queda*

Subo a los tejados por aburrimiento. Me ofrecen unas vistas bonitas y así, no me molesta nadie. Traigo conmigo una pequeña jaula

Aunque subo aquí por una segunda misión: esperar al mensajero.

A los pocos minutos, aparece en el horizonte una paloma negra.

-Por fin.

La cojo y la meto en la jaula. No sin antes retirar el mensaje.

-Bien- musito- Âchnam- la bola fulmina la nota.


*se queda*



Quiera o no, es otoño: Hace frío. Lo mejor será que me retire ya


*se va*

La mujer había explorado ya casi todo el castillo en aquellos días, pero unas escaleras llamaron su atención y decidió seguirlas, llegando así al tejado.

Era una visión bonita.

Se quedó sentada al borde de este con los pies colgando hacia el vacío mientras jugaba con su florete entre sus manos, pasándolo de una mano a otra.

Se quedó viendo al horizonte y pensando en su tripulación y en su barco abandonado.

Cuanto más lo pensaba más se enfurecía: lo había perdido todo. Ella, la más grande pirata de todos los tiempos.

Se levantó y cortó el aire con furia con su florete, dejando escapar un fuerte grito de rabia.

Apoyó sus manos en sus rodillas y se quedó respirando entrecortadamente.

-¿Que te pasa Cassandra? ¿eres imbécil? - entonces se dió una bofetada a sí misma- Compórate. Tus hombres están bien... tu barco está bien también...

La mujer se irguió de nuevo y se quedó mirando al horizonte.

*se queda*


Despues de un rato, la mujer decide irse

*se va*

Escalé de nuevo hasta llegar al tejado, era el mejor lugar de todo el castillo, eso lo tenía bastante claro. Una vez arriba, con mi cuerpo bañado del sudor del esfuerzo, me tiré sobre las tejas. Estaba frías, pero el frescor era agradable contra mi cuerpo caliente. Miré las nubes un momento y luego me incorporé, sintiendo el viento helado en la cara.

Cerré los ojos, bajé la cabeza y estiré las alas en cuanto estornudé.- Ah... maldito pez...- Me froté la nariz con el dorso de la mano. Luego volví a relajar las alas y me quedé mirando el paisaje que se extendía a mi alrededor.

Me quedé observando los árboles, las nubes y los lagos. Era algo realmente bello. Finalmente, me entró el hambre y decidí ir a llenar mi estómago, ya que un buen guerrero necesita tener siempre la barriga llena.

Me levanté apoyándome en la rodilla derecha y una vez de pie, miré el paisaje por última vez.- Tal vez la bajada sea más rápida...- Pensé mirando mis pies. Di un paso y me encontré al borde del tejado. Si bien no podía volar, planear era algo sencillo... Con una sonrisa abrí las alas y di un salto al vacío.

*Se va*

Con un par de movimientos, llegué al tejado. Era un día realmente frío, pero no me importaba.

El torneo se acercaba y yo debía estar preparada para dar lo mejor de mí.

Saqué mi espada del interior de mi rodillo con un sonoro "flinn" y dejé que la luz helada del sol lo iluminase. Hacía tiempo que no lo sacaba de su escondite.

Hice una reverencia al sol con mi espada en la frente y me quedé realizando movimientos lentos y continuos, fintas precisas con mi espada y alguna que otra kata. Todo esto con los ojos cerrados, para que el resto de mis sentidos se agudizasen también.

Sentía el viento en mi arrugada cara, cosa que me relajaba más y aumentaba mi concentración.

*se queda*

Subo a los tejados para tomar un poco el aire. El sol se está poniendo y mi vista se adapta mejor ahora.
Para mi sorpresa, no estoy solo, sino que una anciana está entrenando en este lugar.

Entorno un poco los ojos y me acerco unos metros. Está con los ojos cerrados y parece sumamente concentrada.

Creo haber coincidido con ella en un par de ocasiones en mi estancia en el palacio, pero no me acuerdo ni siquiera de su nombre.

-Señora, vallase para entro, este no es lugar para abuelas.-Pero parece que no me ha oido o se ha echo la sorda o directamente está sorda.

Ayer me aburrí muchísimo entrenando yo solo y quizás el saco de carne rancia este me sirva como entretenimiento.

-Eh, abuela!-digo alzando la voz- ¿quieres entrenar con alguien o vas a seguir haciendo el imbécil aquí sola?- digo en alto, torciendo un poco el gesto.

Lo oí subir pero no le hice caso. Mi entrenamiento estaba siendo magnífico y no me apetecía que nadie me moestase, sin embargo, los ires de chulería del joven me hicieron detener mis lentos y contínuos movimientos para, acabar abriendo los ojos y viéndole a los suyos con una sonrisa socarrona en los labios.

Lo analicé. Si lo había visto, no me acuerdaba ni de su nombre ni tampoco me sonaba mucho.

-Venga, muchachito- dijo con la voz un poco ronca por no haberla utilizado en todo el día.- demuéstrame que, por una vez, la juventud supera a la vejez- dije flexionando un poco las piernas para moverme en cuanto tuviera ocasión.

-Las damas primero- dije haciendo burla de su engalanada ropa y de su finura con un ademán exagerado

La vieja se pone chula y me reta, a lo que yo sonrío con indiferencia y superioridad. Cuando voy a responderle con ironía, suelta la frase de "las damas primero" y frunzo el ceño. ¿De qué va? Se va a enterar la momia esta.

-Âchnam, Âchnam!- grito conjurando dos potentes hechizos que salen volando a toda velocidad cara ella.

-Creo que te has metido con la persona equivocada, vieja chocha.- le digo para meterme con ella.

Me puse tensa al ver las dos esferas negras dirigiéndose hacia mí. Reconozco que mis piernas ya no son lo que eran y esquivar ambas iba a ser complicado, por lo que simplemente las, embestí.

Con mi espada agarrada con ambas manos, destrocé la primera cortándola por la mitad y haciendo que se separase en dos mitades que se perdieron en el horizonte.

En cuanto a la otra, que venía un poco mas rezagada que la otra, se dirigía directamente hacia mi cabeza, por lo que simplemente me cubrí la cara con una mano para evitar que el golpe me golpease el rostro.

-Ah...- no pude reprimir un gemido de dolor. Hacía mucho tiempo que paraba hechizos con mis curtidas manos, sin embargo, muy pocas veces había sentido uno tan poderoso como el de aquel chico. Parecía muy diestro en el ámbito de la magia.

Me ví la mano. Estaba roja y escocía muchísimo.

-Creo que eres uno de los mejores guerreros a los que me he enfrentado- le dije recordando los enfrentamientos que Hewina y Silvanus habían mantenido contra mí en los que habían salido derrotados ante unos solo de mis movimientos.

Guardé mi espada en el rodillo ý me acerqué.

-Me llamo Adela- digo tendiéndole una mano.

Me quedo literalmente "flipando" al ver lo que la momia esa hace.

Muevo las manos delante de mi cara mientras niego con la cabeza con cara de increduliad. ¿que diantres? ¿a parado un Âchnam con la mano?

Parece que por lo menos le duele un poco.

Se acerca a mí después de guardar su arma y me relajo. Ya no es peligrosa. Me tiende la mano y la estrecho - siempre son guantes- Alexander Price. Un placer abuela.

El joven aceptó mi mano y la apreté con bastante fuerza, para devolverle el daño que me hablia echo en ella con su hechizo.

Al ver que me llamaba abuela, apreté los labios y puse los brazos en jarra para luego, estirar una mano (bastante alto, porque no le llegaba bien) y darle con la palma de los dedos en la boca.

-Anda, que! maleducado del demonio! que Mithos te coja confesado. Te he dicho que me llamo Adela, y no soy tu abuela.- dije con tono medianamente gracioso. No estaba enfadada, pero ese chico tenía los humos muy subiditos.

Comencé a empujarle suavemente hacia atrás - venga, camina, camina que hace frío y nos va a coger un resfriado.*se van*

-¡Ven aquí pequeño granuja!- digo sacando la cabeza por la ventana para dirigirla al tejado, en el que reposaba Tristán.

Me pongo de pié en el alfeizar y me encaramo al tejado, quedando con los pies colgando apoyado solo con mis codos en el tejado, intentando alargar una mano hacia Tristán.

Me voy moviendo muy poco a poco y logro cogerle entre mis dedos.

Hoy no le había dad de comer y estaba insoportable, por lo que no obedecía mis órdenes... estaba tonto.

La edad del pavo, que se dice...

La cuestión es... ¿como bajar ahora de este lugar?

Me transporté a los tejados, de vez en cuando no estaba mal tomar el aire. Parecía que había un poco de revuelo, pues una persona -poco después descubrí que se trataba del piscis ese- estaba colgada del tejado por los brazos.
Me acerqué a él.

- Oh... Vaya... ¿Qué te trae por aquí? - Pregunté mientras me agachaba colocando mi cara a medio metro de la suya -. ¿Sabes que estos tejados pueden llegar a ser muy peligrosos?

Cerré los ojos durante unos segundos y los volví a abrir. Con mi mano derecha "desenvainé" el tessen que estaba amarrado a mi pierna, también derecha, mediante una liga; y se lo extendí, tratando de hacerle ver que se agarrase para que pudiese salvarlo.

Me estoy escurriendo. y pataleo un poco, intentando incorporarme.
Tristán se revuelve entre mis manos porque le estoy apretando con demasiada fuerza y en un momento determinado me muerde para librarse de mí y salir voland hasta una de las tejas y verme con la cabeza torcida.

-AIIIIIIIIIIII que me voy a caeeeer- grito viendo hacia abajo.

Entonces veo que una figura se asoma y se inclina hacia mi.

Es... es ella... pero ahora no estoy para pensar en nada. - POR FAVOR AYUDAME! CLARO QUE SE QUE SON PELIGROSOS...- digo con lágrimas en los ojos, puesto que mis fuerzas comienzan a flaquear y siento que me resbalo.

Me tiende su tessen y yo alzo una mano para agarrarlo con desesperación, pero al moverme, mi cuerpo termina de perder el poco equilibrio que le quedaba y se queda colgando de su arma.

Mis lágrimas resbalan por mi cara y siento la sangre caliente fluir por mi cara.

-Por favor... - hago una pausa-...Cynara

Sonreí cuando vi al piscis colgando de mi tessen, era una metáfora perfecta de su vida, la cual dependía de mi y de mi arma.

- Tienes suerte... de que hoy esté de buen humor - afirmé mientras alzaba el brazos derecho con fuerza, arrastrando consigo al enclenque piscis. Después realicé un segundo movimiento bajando el brazo con menos fuerza, dejando caer a Kettleburn sobre el tejado.

Me acerqué a él rodeándolo hasta llegar a su cabeza. Entonces incliné mi tronco formando casi un ángulo de 90º, mientras le miraba fijamente a los ojos con esto frío.

- ¿Se puede saber qué estabas haciendo para que te ocurriese eso? - Pregunté con apariencia seria, aunque en mi interior no podía evitar reírme.

Me rescata y respiro tranquilo, entonces me clava la vista en mis esmeraldinos ojos y me pregunta.- pues estaba cogiendo mi dragón- lerespondí con la voz un poco temblorosa.

Tristán, ante la aparición de la lider, comienza a comportarse un poco y vuela hasta mi hombro.

Me pongo de pie y me veo la rodilla que la tengo rascada.

-Gracias... - digo frotándome un hombro.- ¿Que tal está...?- digo por sacar un poco de tema de conversación

¿Estaba cogiendo su dragón? ¿Y por eso casi se cae? Vaya calamidad de persona. Y vaya calamidad de dragón.

Me fijé en su rodilla, tenía un pequeño rasguño, espero no haber sido yo la causante, porque si no Jill ya estaría detrás mía.

Sonreí, por primera vez amablemente. Hacía tiempo que nadie me preguntaba como estaba. Sin embargo, no podía mostrarme débil frente a los miembros, y mucho menos delante de Kettleburn, por lo que mi sonrisa se desvaneció en pocos segundo.

- No es asunto tuyo... - respondí girando la cabeza hacia un lado, mirando por el rabillo del ojo los movimientos de su dragón.

Me di la vuelta, dándole la espalda, y empecé a caminar hacia la entrada al castillo que había en el tejado, en forma de escaleras, camuflada con una lucera.

- Ven - ordené al joven Piscis.

Hoy era mi día de ser amable.