Cascada

Me aproximé un poco más al agua, estando a punto de caerme. Incluso entonces, casi al borde, incliné la mitad superior de mi cuerpo hacia delante, entrecerrando los ojos. ¿Cómo conocía aquel tipo mi exnombre? A ver... Si fuese una mujer lo entendería, pero había sido aquella la voz de un hombre. O de una mujer indeseable.
Fuera como fuese, enseguida caí en la cuenta.

-No... No puede ser -. Una sonrisa iluminó mis labios. Encendí un flagrare-. ¿Goco? ¡¿Eres tú, Goco?! ¡Oh, Goco! ¡GOCO! ¡¡No me puedo creer que al final también tú, Goco, hayas decidido venir aquí, a Brontë, a cumplir esta noble misión!

Saqué pecho, orgulloso. No merecía menos aquel encuentro.

-¡Que sepas, Goco, que ahora mismo estoy en proceso de renobilización, por lo que todavía no he vuelto a ser Dehnel, pero todo se andará!-. Ensanché una sonrisa-. Y si estoy aquí es porque me han llamado, y ya sabes, Goco, que no puedo reprimir mis instintos de salvación. Es superior a mí.

Goco, Goco, Goco...
Qué alegría encontrarse a un conocido por aquí.

Ahora sí, no pude evitar llevarme una mano a la cara y tapármela con cierto aire de desesperación. ¿Por qué tenía que aguantar a aquel zopenco también en Brontë? ¿No era suficiente con los banquetes de Ignis? ¿Me perseguiría hasta el fin del mundo?

Apenas pude contener una risa ante el comentario de Gerald. No me contuve a propinarle un codazo en las costillas.

-Gerald, te presento a Rick Dehnel, hijo de Reick Dehnel, hijo de... -fruncí el ceño, volviendo la vista al flamma, cuando Gerald me interrumpió. Negué con la cabeza cuando se volvió hacia mí-. En fin, lo que sea. Supongo que tenemos el mismo cometido, Dehnel.

Solo esperaba que no me pusiera las cosas difíciles.

Sonreía tranquilo. Estaba muy satisfecho por haber descubierto que aquello no eran contrabandistas, sino buenos amigos tomando un baño desnudos, como buenos amigos. No entendía cómo Zacharyas no comprendía aquellas cosas. Tendría que presentarle al tal Gerald y a Goco para que viese lo que hacían los amigos masculinos y varoniles de verdad cuando no estaban acostándose con viud... jovencitas, o lo que quiera que hiciesen.

- Un placer, Gerald. Soy, efectivamente, Rick, y seré Dehnel pronto de nuevo.

Me llevé las manos a la cintura y sonreí. Escuché entonces la pregunta del chrysos traid... amigo de Goco y asentí, extrañado.

-Conozco a la hermosa Inger. ¿Necesitas algo de ella?

Lo miraba de reojo, no muy seguro. Aquel hombre, allí desnudo junto a otro, parecía muy macho. Me asustaba que tuviese malas intenciones.

Solté un pequeño resoplido exasperado antes de seguir a Gerald y nadar hacia la orilla. Todavía no acababa de asumir que Dehnel estuviese en Brontë. Tenía algo de surrealista. Y esperaba que no fuera pregonando mi presencia en Palacio por ahí, aunque visto que ni siquiera podía recordar mi nombre con exactitud, aquello era poco probable.

-Sí, precioso -refunfuñé, sarcástico.

Ya fuera del agua, me estiré ampliamente, ignorando el dolor agudo de mi espalda. Después tomé mi capa y la usé de toalla, antes de comenzar a vestirme.

Sonreí a ambos hombres. Era agradable encontrarse así, entre machos. La tuesterona bullía en el aire. Era como respirar barba. Por cosas como esa, además de muchas otras, me había hecho guerrero. Bueno, realmente no. Era porque quería demostrar a mis padres y a mí mismo que podía ser un hombre de bien. Y por ahora no habia demostrado mucho... ¡Pero las reuniones entre hombres también eran muy importantes en todo aquello! Lo que me recordaba otra cosa...

-En fin, caballeros. Espero que no os apene mi partida, pero ahora debo irme -. Me encogí de hombros, sonriente-. Volveremos a vernos pronto. Lo presiento.

Comencé a caminar hacia Telma, que estaba oliendo una planta con aire extraño.

-Gerald, un placer conocerte... Y, Goco... Me alegra enormemente haberte encontrado. Espero que podamos vernos a menudo.

Con un saludo me despedí, junto con Telma. Qué agradables personas. Y qué bien ver a Goco. Todo estaba empezando a ir un poco mejor.

*se va*

Me alivió un poco que Dehnel tomara la resolución de largarse por donde había venido por sí mismo. No estaba de humor para aguantar a bismontes de carga.

-Sí, adiós, Dehnel -lo despedí escuetamente.

Escuché las palabras de Gerald con un amago de sonrisa, algo cansado por aquel inesperado encuentro. Resoplé.

-Yo no diría amigo -gruñí, tratando de sonar desenfadado-. El protocolo te obliga a veces a relacionarte con individuos un tanto extraños. He coincidido con los Dehnel en unos cuantos festejos. Dos familias de rango similar con vástagos de edades similares en un mismo continente no pueden ignorarse fácilmente. Aunque, como has visto, el tipo no tiene demasiadas luces.

Arqueé una ceja ante su exagerado teatro, dejándolo hacer, con expresión irónica.

-Ya será menos, sargentito -repuse-. Mi herencia de título viene por parte de madre, y la nobleza aether está mundialmente considerada por debajo del resto. Por otra parte, con un poco de suerte, conseguiré disgustar a mi madre lo suficiente como para que le dé el rango a otro. Ni que fuera el primogénito o algo así. Descuida, Gerald, no será un título nobiliario lo que se interponga entre nosotros...

Con la mano que tenía libre, le di un capirotazo en la frente. Traté de soltar la que él tenía sujeta.

-Y guárdate tu adulación para otros -rechacé-. No hay nada que odie más que los babosos.

Di una cabezada en señal de asentimiento.

-De acuerdo. Eso me parece mucho mejor -accedí. Solté una especie de risa a su comentario-. Sí, seguro que Lester agradecerá mucho más que yo tus elogios -coincidí-. Lester o cualquiera de tus exóticas guerreras.

Una vez se iluminó, ambos comenzamos a andar como en un mutuo acuerdo, camino de Brontë.

*Se van*

Aquella cascada, que solía pasar por alto por no considerarla una buena zona para nadar, había venido a mi cabeza aquel día. Me encaminé hacia allí después de comer y, con mi ilusión habitual, me deshice de la ropa y me introduje en el agua. Estaba fresca, pero no demasiado.

Antes de llevar a cabo mi idea, me dediqué a calentar un poco los músculos. Nadé un tramo de río arriba y abajo, sin alejarme demasiado de la cascada, e incluso buceé por debajo de ella, pese a que no me gustaba nada el efecto que tenía en el agua; solía ensordecerme y revolvía demasiado el río para mi gusto. Pero, a fin de cuentas, no siempre podría permitirme un ambiente a mi gusto, así que no estaba de más acostumbrarme.

Al cabo de un tiempo, y pese a que tan solo con nadar ya me lo estaba pasando en grande, me puse en marcha. Hechizos. Había practicado el efecto de un aquaerum en el agua, pero no había practicado su efecto contra el agua. Y la cascada era agua con mucha fuerza, así que era un buen lugar para practicar.

Me situé en frente de ella, a una cierta distancia, en una zona en la que no hacía pie. De esa forma, tendría que preocuparme también de mantenerme en la superficie. Como solía hacer cuando entrenaba en tierra, convoqué un nairea a mi alrededor. Después, comencé con los aquaerums.

*Se queda*

Siguiendo el curso del río, termino llegando a la cascada que se encuentra al final. Al llegar... Bueno, me encuentro con algo increíble. ¡Massen Dew está entrenando...!
Me siento junto a un árbol y la observo, encandilado. Ojalá pudiese yo hacer esa clase de cosas tan increíbles. No es envidia, sino admiración...

Pero no... Esta clase de cosas no son para Jun. Yo soy más una rata de biblioteca.

El primer golpe se deshizo contra la cascada sin alterar demasiado su curso. Fruncí el ceño. De nuevo, el agua se ponía en mi contra. Invoqué otro aquaerum, que corrió una suerte parecida. Me hundí en el agua y buceé de aquí para allá, invocando hechizos de cuando en vez. Ahora que había entrenado un poco, cobraban cierta fuerza.

De nuevo, emergí, esta vez con un aquaerum ya en mi mano. Cuando lo lancé contra la cascada, pude ver cómo la atravesaba y se estrellaba contra la pared de roca. Su efecto, mermado por la fuerza de el agua, apenas fue notable en la piedra, pero esbocé una sonrisa orgullosa. Eso ya estaba mejor.

El nairea se había deshecho, y por el rabillo de ojo pude ver a un pequeño conocido. Lo saludé con la mano, aún sonriendo, y tras zambullirme un par de veces, salí del agua y me acerqué a él.

-Anda, Jun, cuánto tiempo -saludé, al tiempo que me escurría el pelo-. Ya creía que te habías marchado sin despedirte.

Su forma de nadar es impresionante. Lo cierto es que ser piscis tiene que ser muy entretenido. O aether, claro... Seguro que ellos no envidian tanto poder mirar a luces intensas como los demás envidiamos bucear tan bien o volar.
Suspiro.

Cuando ella se me acerca esbozo una sonrisa y me pongo en pie. Niego velozmente sus palabras.

"Vendrán a buscarme pronto." "Te busqué para despedirme."

Sonrío. Bueno, no la encontré cuando la buscaba, pero ahora está aquí, así que...

"¿Has conseguido atravesar el agua?"

Mi sonrisa menguó un poco cuando leí lo que decía. Parecía que, efectivamente, seguiría encerrado. En fin, yo no podía hacer nada al respecto. La decisión de tomar las riendas de su vida era solo suya. Así pues, asentí.

-Tenía ese presentimiento -murmuré, algo triste-. Pero en fin, es lógico.

Me encogí de hombros, con un suspiro, ante su pregunta.

-Bueno... -volví la vista a la cascada-, digamos que estoy en ello. Me está costando bastante...

Asiento, borrando un poco también la sonrisa. Ella me invitó, por decirlo de algún modo, a desafiar al abuelo, pero no me veo capaz. Quizás me siento más a gusto en las palabras de la chrysos del otro día, Chi Yeon, y por eso le hice caso. Pero cada vez que me topo con Lluvia, con Massen... Si ellas pueden, ¿por qué yo no?

Presto atención a lo del hechizo. Entrecierro los ojos, pensativo. Una idea aparece en mi mente.

"¿Puedes hacer que gire?"

La miro curioso.

Fruncí el ceño, confusa. ¿Que girara? ¿El aquaerum?

-Supongo que sí... -respondí, no muy segura de haber entendido la pregunta.

Extendí la palma de la mano derecha e invoqué un aquaerum. La bola de agua, grande y brillante, se formó al momento en mi mano. Me esforcé por que fuera compacta, tal y como había estado practicando.

Según se iba formando, la bola ya giraba por sí sola, lentamente. Deshice el hechizo sin llegar a lanzarlo e invoqué otro, esta vez a mayor velocidad. La propia fuerza del hechizo al surgir lo hacía girar, y cuanta más energía pusiera en ello, más rápido giraba.

Miré a Jun, interrogante.

La observo hacerlo. Parece que sí es posible, por lo que sonrío y asiento. Tomo veloz mi pizarra y escribo en ella, tratando de explicarme.

"Si gira debería funcionar mejor."

Si el agua va directa se estrella y la bola se deshace, pero girando debería perforar. Especialmente si la bola es muy compacta. Aunque, claro, es un supuesto.

Fruncí un poco más el ceño. Tenía sentido. ¿Lo tenía? En realidad, no lo sabía.

En cualquier caso, decidí probarlo. Sin una palabra, me di la vuelta y en un momento estaba de nuevo en el agua.

Nadé hasta la zona central del río con rapidez y me situé frente a la cascada. Mientras mis piernas pataleaban, manteniéndome de pie en equilibrio, invoqué con la derecha un aquaerum, imprimiéndole mucha energía para que girara bien. No tardó en formarse, redondo y brillante.

En cuanto estuve lista, lo lancé con fuerza contra la cascada. Alcé ambas cejas al ver cómo atravesaba, bastante limpiamente, la pared de agua. Sentí un extraño temblor y, ahogado por el ruido de la cascada, escuché un crujido brusco.

Miré a Jun, sonriendo divertida.

-Pues parece que sí que funciona -comenté.

Y, sin esperar respuesta, buceé para introducirme por detrás de la cascada. En cuanto salí del agua pude ver el motivo del crujido. Había un claro hueco que bien podía haber creado mi hechizo. Lo toqué con la punta de los dedos, repasándolo. Era pequeño, mucho más de lo que un hechizo hubiera hecho contra aquella roca en otras condiciones. Pero, pese a todo, suponía un daño. Me preguntaba si, debajo del agua, podía suceder lo mismo.

De nuevo, atravesé buceando la cascada y volví junto a la orilla, aunque sin salir del agua esta vez. Mire a Jun, sonriente.

-Mira qué callado estaba el cerebrito -bromeé.

Observo su intento y, al ver que funciona, no puedo evitar sonreír. Al final las cosas que me ha enseñado el abuelo tienen su aplicación práctica.

"Es que soy mudo.", escribo en respuesta, dibujando una sonrisa jocosa. Ya parezco Nagorr Brumm.

La observo un instante. Debe de tener una magia poderosa, de todos modos, si consigue atravesar la cascada.

"Es pura física. Al cambiar el sentido del agua" "se mueve como un elemento independiente" "traspasando más fácilmente la corriente."

Me rasco la barbilla. De todas formas no creo que funcione al atravesar corrientes muy anchas.

Hice un mohín de burla.

-Sí, eso ya lo había notado, cerebrito -repuse, sin malicia.

Leí todo lo que escribía, pero lo cierto era que me costaba entender a qué se refería. Entre que decía cosas raras y lo que me costaba leerlas, no entendí demasiado bien su explicación. Sacudí la cabeza, un poco perdida.

-Pero ¿tú eres inventor, o algo? -bromeé-. Porque creo que no te iría mal en el oficio. No sé de dónde sacas información tan rara.

De nuevo, salí del agua. Prefería estar dentro, pero me sentía un poco rara hablando desde mi posición. De nuevo, me escurrí el pelo, y después me senté en una roca, no muy lejos de él.

No puedo evitar reírme. ¡¿Un inventor?! ¡¿Yo?! Con mis habilidades manuales no podría ni hacer un avión de papel sin arrugarlo.
Niego con suavidad, divertido.

"He estudiado mucho a lo largo de mi vida."

Me encojo de hombros. No he salido mucho de la torre, pero algo habré tenido que hacer durante mi vida. No me he generado espontáneamente en el secuestro.

"De todas formas no sabía si funcionaría."

La miro, sonriendo, curioso.