Cascada

Ladeé la cabeza, mirándolo, mientras desataba las trenzas, una por una, para deshacerlas.

-¿Ah, no?

No tenía mucho sentido. Aquel pequeñajo tenía un serio problema de razonamiento. ¡Pero si sabía un montón de cosas! ¿Por qué nunca hacía nada? Lo miré, seria, casi con enfado.

-¿Y se puede saber de qué te sirve saber tanto si nunca lo aplicas? ¡Por Mithos, ¿para qué quieres toda esa teoría si no la llevas a la práctica?!

Era exasperante. Así estaba, encerradito con el abuelo. Pues vaya una vida. Ni que fuera un libro andante.

Frunzo ligeramente el ceño, cavilante, buscando una respuesta satisfactoria. Lo que dice puede ser cierto, aunque tiene, en parte, sus puntos incorrectos.

Niego con lentitud, esbozando de nuevo la sonrisa.

"Yo no puedo ponerlo en práctica."

La miro. Ensancho la sonrisa, tratando de resultar simpático. No quiero que se enfade conmigo.

"Ya lo pongo en práctica ayudándote."

Lo miré, extrañada.

-¿No? ¿Y por qué no puedes? -pregunté, algo seca.

Suspiré, negando con la cabeza. Pobre crío. ¿Qué interés puede tener nadie en lavarte el cerebro de esa forma?

-No me refería a eso -murmuré.

Lo examiné de arriba a abajo. Abrí la boca para decir algo, probablemente algún otro ataque a su actitud, pero al final me callé y desvié la vista. Mientras no quisiera entenderlo, no iba a entenderlo.

"Yo no soy como vosotros."

La miro un instante, pensativo. Es difícil de explicar... Y más a ella. Además, por supuesto, de que no creo que me esté permitido... Si el abuelo se enterase...

"No puedo hacer magia."

Bajo la vista, clavándola en una roca cercana. Lo cierto es que comprendo que se incomode... Al fin y al cabo ya en su infancia había plantado cara a su abuelo, pero no es lo mismo.

Lo miré sin entender. ¿Qué implicaba ese no puedo?

-¿No puedes porque no te lo permiten o porque no eres capaz?

No entendía del todo. Cualquier persona, hasta la más inútil, que yo supiera, podía hacer magia. Era algo innato. Me pregunté si la magia iría ligada a la voz. ¿Sería eso? ¿Los mudos no podían hacer magia porque no podían convocar hechizos? Tenía sentido...

Fruncí el ceño. Jun era, desde luego, el niño más raro que había conocido jamás. Con diferencia.

La observo un instante, pensándome la respuesta. Finalmente, tras encogerme de hombros, tomo la pizarra y escribo en ella. Mi abuelo estaría orgulloso de mi responsabilidad si me viera, seguro... Aunque tampoco quiero hacer magia por la cuenta que me tiene...

"No se me permite hacer magia."

La miro fijamente. Me gustaría ser como ella, pero no puedo. Y ella quizás se enfade por no comprenderlo, pero explicárselo tampoco me está permitido.

Contuve un suspiro exasperado. Contuve rabia, desesperación e impotencia. Contuve un torbellino de emociones que no me gustó nada tragarme. Pero en fin, no quería ponérselo más difícil. Con labios temblorosos, forcé una sonrisa.

Necesitaba descargar todo aquello, pero sabía que no debía hacerlo delante de él. Así pues, recogí mi ropa en silencio y me la puse.

-Claro, Jun -dije, con voz que intentaba ser dócil. Me acerqué y le di un abrazo-. Que tengas muy buen viaje. Seguro que tu abuelo se muere por verte.

Me separé de él, muy cansada de pronto. Me estiré, tratando de disimular mi mal humor.

-En fin, creo que voy a volver a Palacio. ¿Vienes?

El chico asintió y, juntos, nos encaminamos hacia Brontë.

*Se van*

No había nada en el mundo mejor que un baño nocturno bajo una cascada, que era lo que, supuestamente, hacían todos los grandes maestros para entrenarse y ser más poderosos. Aunque cuando me meto bajo el agua la fuerza es más de la que esperaba y durante un momento estoy por darme por vencido. ¡Pero no lo haré tan fácilmente! Además, tengo a Telma nadando a mi alrededor y su presencia me aporta toda la fuerza que necesito para aguantar.

-¡Nos haremos fuertes para presumir delante de todas las damas, Telma! -exclamé animado, aunque el agua sobre mis hombros me hacía perder un poco de seguridad, obligándome a hablar jadeando y a gritos.

Tenía un entrenamiento pendiente con Inger, y solo quedaba cumplir una noble misión para recobrar mi nobleza. Y uno tenía que regresar a la nobleza por la puerta grande, musculoso, limpio y guapo, no de cualquier manera.

Cerré los ojos, apretando la mandíbula y esforzándome más por aguantar aquel tuerente de agua. Un flamma como yo podía aguantar mucho más, estaba seguro.

*se queda*

Doy un paseo junto al río, disfrutando de su sonido. Lo cierto es que me cuesta dormir en este lugar. Quizás sea porque todavía no me he acostumbrado a mi habitación, aunque he tenido tiempo de sobra. Me parece demasiado fría y vacía... En la torre tenía muchas más cosas para entretenerme si me aburría.

Según tengo entendido, al final del río hay una cascada. Por lo que, al oírla a lo lejos, me entran ganas de ir a contemplarla. Pronto me encuentro el reflejo del agua que cae y emprendo una emocionada carrera hacia ella, contento, pero antes de alcanzarla se me enredan los pies en unas raíces y caigo de bruces ridículamente, rascándome la barbilla contra el suelo.

Qué daño... Creo que estoy sangrando... Escuece mucho...

Enseguida noto cómo se me humedecen los ojos.

Creí oír un sonido sordo. Dudaba, pues el agua caía con fuerza y quizás hubiese sido un error, pero de todas formas... Ver a Telma inmóvil de pronto me hizo darme cuenta de que lo más probable era que así fuese. ¿Alguien me vigilaba? ¿Quizás un asesino? Era un rival de los Dehnel y no quería que recuperase mi nobleza ahora que había conseguido neutralizarme.

Fruncí el ceño, furioso, alejándome de la cascada y nadando hasta la orilla mientras gritaba. Siempre me atacaban por la noche aquellos malandrines.

-¡¿QUIÉN VA?! -bramé -. ¡DÉJATE VER O ME OBLIGARÁS A TENER QUE AJUSTICIARTE!

Ya no me pillaban por sorpresa aquellos bandidos. Ya podían ser cinco, porque menos no podrían conmigo. ¡Estaba muy motivado!

FdR- POST NÚMERO 1000

Me levanto despacio, notando un par de lágrimas descenderme por las mejillas. Me froto la barbilla con cuidado, pero el escozor me hace retirar la mano. Vaya torpe estoy hecho... Luego me sorprende que el abuelo me prohíba hacer cosas o que Lluvia me vea con una espada y se asuste... Si lo raro es que Massen no me haya mandado ya a casa para evitar mi muerte prematura.

De pronto, un grito... Se me ponen los pelos de punta, en serio. ¡¿Y ahora yo qué hago?! ¡¿Y si viene a matarme?! ¡¡NO DEBÍ SALIR DEL PALACIO, POR MITHOS!!
Oigo un chapoteo que me indica que algo ha salido del agua. ¡Socorro!

Sin esperar un instante, me echo a correr, pero por no calcular bien... Bueno, digamos que la raíz no se movió, así que es mi culpa por no pararme a pensar en ese detalle... La cuestión es que mi pie derecho se enreda de nuevo y acabo cayendo otra vez, notando un agudo dolor en el tobillo.

Quiero llorar, en serio...
Intento ponerme en pie, aunque el susodicho me está doliendo más de lo esperado y me lo dificulta un poco. Creo que hoy es el día que me toca morir...

Un nuevo sonido seco. Y esta vez había sonado claro como el agua en la que me había estado bañando hacía escasos momentos. No sabía qué había allí, pero estaba dando unos golpes muy agresivos. Quizás dos violadores estuviesen intentando forzar a una muchacha. ¡O tres! Había mucho vicio en este mundo de Mithos, por desgracia para la gente bondadosa como yo.

-¡¿DÓNDE ESTÁIS, COBARDES?! ¡¡HABLAD PARA QUE PUEDA ENCONTRAROS Y RETORCER VUESTROS MALVADOS CUELLOS ENTRE MIS MANOS, VIOLADORES DE MUJERES!!

No podía permitir que violadores violasen tan cerca de palacio... ¡Había tantas damas! Que pese a ser guerreras, Inger, Lluvia, Fier... ¡Eran también damas! y merecían seguridad antivioladores.

Creí ver una figura tendida en el suelo y me lancé a la carrera contra ella. Seguro que al intentar huir de mí había tropezado. ¡Era mi momento!

-¡¡TE TENGO!! -bramé, sonriendo lleno de satisfacción, abalanzándome sobre la figura. Iba a mandarlo de cabeza a las mazmorras, con todas las demás personas malvadas que otros fuertes guerreros hubiesen encerrado allí.

¡¿VIOLADORES DE MUJERES?! ¡¿HAY VIOLADORES DE MUJERES POR AQUÍ?! ¡¡POR MITHOS, QUÉ TERRORÍFICO!! ¡¡ESPERO QUE NO VIOLEN NIÑOS TAMBIÉN, PORQUE...!!

Se me están llenando los ojos de lágrimas por completo. La barbilla sangrante, el tobillo torcido, los violadores que podrían tomarme en cualquier momento... ¡¿Qué me hace salir por las noches, si se puede saber?! ¡¡La próxima vez que no pueda dormir me limitaré a contar bismontes, o algo semejante!!
Eso, claro está, si no muero hoy.

La gran figura del hombre heroico que quiere salvarme se cierne sobre mí. ¡¡Ha debido de confundirme de los violadores!! ¡¡Y COMO ME SALTE ENCIMA SÍ QUE ME VA A MATAR!! Además de que dejará huir a los violadores y podrán seguir amenazando a muchas mujeres...

Me arrastro como puedo, intentando apartarme de él, pero mi situación me lo dificulta enormemente.
Viendo la sombra del guerrero confundido casi sobre mí, a punto de alcanzarme, me hago un ovillo y le cubro la cabeza con los brazos, lloroso y asustado. Un inconsciente hechizo se formula en mi mente y, de pronto, un potente destello ilumina la noche.

Casi podía agarrar el cuerpo de aquel violador y ponerme a pensar en cómo ajusticiarlo cuando una luz me cegó. Me llevé las manos a los ojos, enseguida. ¡¿Qué acababa de pasar?! No veía nada... ¡¡Nada!!

-¡¿QUÉ HA PASADO?! -bramé, furioso, agitando los brazos al aire, aún pretendiendo amenazar al maldito violador capaz de convertir la noche en día. ¡¡Y vaya día!!

Desde luego... Parecía que alguien estuviese intentando desacreditarme... ¡Quitarme la nobleza que había ido recuperando! Y eso no se podía permitir... ¡¡VAYA QUE NO!! Los bardos cantarían mis hazañas, y quizás capturar a estos violadores fuera una de esas hazañas. No la podía dejar pasar.

Pero veía, si cabía, menos que antes...

Enseguida lo siento. No recuerdo la última vez que me pasó, pero es incluso más terrible de lo que recordaba. El collar, apenas un segundo después de que notase el cosquilleo de la magia en mi cuerpo, comienza a apretarme más y más, cortándome primero la respiración y luego la circulación de la garganta. Intento toser, pero no hay forma humana de que salga o entre aire. Las palabras del guerrero ya poco importan, o los violadores que pueda haber. Solo puedo revolverme en el suelo, como un animalillo asustado, notando como el aire...

Como el aire... La respi... respiración... Poco a poco me abandona.

Boqueo, buscando aire. No hay aire. Me duelen los pulmones. Ni la barbilla ni el tobillo... Los pulmones.

Queman. Arden.

Me noto más débil. Y no hay nadie aquí... Que pueda detenerl...

Todo se emborrona. La oscuridad se emborrona.
Debí hacer caso al abuelo...

*se queda inconsciente*

Tras largos segundos, mis ojos comenzaron a ver de nuevo, poco a poco, adaptándose a la oscuridad. Sonreí, triunfante. ¡Aquel horrible violador no había podido contra mí, pese a todo! Se veía que, de los dos, yo era el más poderoso.

Encendí un flagrare, risueño, bajando la vista para ver al violador y poder arrestarlo, pero en lugar de eso vi un niño... Un niño que parecía estar retorciéndose, boqueando... ¡¿Se ahogaba?! Quizás el violador le hubiese hecho algo antes de huir asustado...

Tomé al niño entre los brazos, repentinamente nervioso. ¡¿Qué podía hacer?! Cuando noté que dejaba de moverse mi miedo aumentó, y lo dejé de nuevo en el suelo. Tapé su nariz con una mano y binsuflé aire en su boca con la mía, como me había dicho un día mi padre que había salvado a un amigo suyo. Esperaba que sirviese, porque besar a hombres porque sí, no...

-¡No te mueras, niño! -exclamé, antes de repetir el proceso.

Rick Dehnel está haciendo algo que dudo que mi buen amigo, el tutor de Jun, aprobase, pero me resulta de lo más gracioso. El chico comienza a toser. No le iba a pasar nada, de todas formas. Una vez pierde el conocimiento el colgante deja de apretar. Está completamente comprobado.

Doy una palmada en el hombro de Rick, que puedo alcanzar gracias a que está inclinado sobre el pequeño, que ya respira con normalidad. No es necesario explicarle que lo haría de todas formas sin su "beso de la vida", de forma que solo sonrío y lo felicito.

-Grracias porr ayudarr al pequeño Jun, Rrick -. Rodeo al flamma y llego hasta Jun. Sin dificultad me lo subo al hombro. Por mi estatura queda algo ridículo, pero me importa un bledo-. Ahorra me lo voy a llevarr, si no te imporrta. Tú deberrías irr a descansarr, que es algo tarrde. Grracias porr hacerrte carrgo.

Viendo que parece preocupado por el chico, le dedico una última sonrisa, que aparece enseguida bajo mi barba.

-No te prreocupes porr él. Tiende a desvanecerrse con facilidad, como yo ahorra.

Desaparezco entre risas, dando así lugar a mi pequeño chiste. Ya no estoy en el lugar, pero en la cabeza de Dehnel resuena un feliz "buenas noches".

*se va con Jun*

Me sobresalté al notar una mano a mi espalda, creyendo que quizás se tratase del sigiloso violador que había vuelto para terminar su trabajo. Sin embargo, entre la estatura, el acento, la voz y la simpatía pronto me relajé. ¡Aquel hombre no era otro que Nagorr Brumm! Y, según decía, el chico era un tal Jun. Me sonaba de algo, no su nombre, sino el niño, pero no lograba hacer memoria. Se parecería a alguien que yo conocía... Como Inger, que era clavadita a la hija del carnicero, si mal no recordaba. Hacía mucho que no veía a esa chica...

-¡Descuide, señor! ¡Ya sabe que me gusta hacer todo lo posible por ayudar! Espero que el chico se recupere pronto...

Sus palabras, finalmente, me tranquilizaron. ¿Quién no se fiaría de ese hombre encantador?
Cuando desapareció me quedé un rato en silencio, pestañeando, mirando el vacío que había dejado el lider parvus. Luego, consciente de que tenía razón (necesitaba un descanso) decidí volver a por Telma, que me esperaba enfurruñada entre unos matojos, masticando hierba, para ir los dos a meternos en algún sitio recogido.

*se van*

Corbin había pasado toda la tarde y la noche en el bosque, realizando un pequeño entrenamiento de supervivencia. Había dormido al raso y se había alimentado exclusivamente de aquello que había encontrado. Aunque, consideraba, no era un entrenamiento muy duro, pues el tiempo era bueno y conocía bastante bien el terreno.

Por la mañana había recorrido un tramo amplio de bosque. Lo había hecho como si se tratara de una incursión o de una persecución; había comprobado todo rastro que había encontrado a su paso, tratando de averiguar su origen, y había caminado con tanto sigilo como había sabido, tratando de ser una presencia inapreciable en el lugar y de no ser percibido.

Siguiendo el sonido del agua (muy fuerte en aquella zona) fue a dar al río, en un punto en que el agua caía con fuerza desde un desnivel. Corbin comprobó si había alguien por la zona antes de salir de entre los árboles y dirigirse al agua. Junto a la orilla, se lavó la cara y las manos, y bebió agua, controlando que no fuera demasiada ni demasiado poca.

Por último, se incorporó y contempló la cascada con interés. No había tenido muchas oportunidades de utilizar elementos así a lo largo de su vida; no había cascadas en un perímetro cercano a la cabaña. Sin embargo, sí recordaba alguna vez que Falace lo había alejado un buen número de kilómetros del refugio para que experimentara la fuerza del agua.

Corbin, estudiando aquella, juraría que la cascada bajo la que Falace lo había sometido era bastante más imponente. No obstante, considerando que por aquel entonces él no era más que un niño, no estaba del todo seguro de si serían simples impresiones.

En cualquier caso, aquella era una buena oportunidad para poner a prueba su resistencia. Con esta idea en mente, Corbin se deshizo de su camiseta y se introdujo en el agua, dirigiéndose hacia la cascada.

No había muy buenos puntos de apoyo. Tan solo una roca de pequeño tamaño estaba situada en un lugar adecuado. Corbin tras varios intentos, consiguió vencer la fuerza del agua para lograr un equilibrio, sentado sobre ella. Sentía el agua caer con fuerza y de forma dolorosa sobre su nuca y su espalda, pero era perfectamente soportable. El frío del agua ayudaría, además, a mantenerlo despierto.

Se mantuvo, pues, inmóvil, cerrando los ojos. La fuerza del agua sobre él lo distraía, y el ruido de la cascada llenaba sus oídos. Eran unas dificultades interesantes, que sumadas a sus ojos cerrados lo dejaban casi aislado. Corbin pretendía, en estas condiciones, concentrarse en percibir el terreno; debía averiguar hasta qué punto dependía de sus ojos y oídos.

*Se queda*

Al cabo de un tiempo que no habría sido capaz de definir, Corbin abrió los ojos, repentinamente alertado por una pequeña sombra. No pudo contener su cara de decepción al descubrir que se trataba de un simple pajarillo. Una decepción tan evidente que decidió abandonar aquel entrenamiento; demasiada tranquilidad para su gusto.

Así pues, dispuesto a continuar con sus ejercicios, salió del agua, tomó su ropa y se internó en el bosque. Aquello no había acabado.

*Se va*

Un gorrión avistaba la bucólica imagen desde una rama. Emprendió entonces el vuelo, algo torpe al principio, para luego adquirir uno más ligero y hábil. Sin previo aviso, las pequeñas puntas de sus alas comenzaron a arder. El fuego fue extendiéndose a lo largo de su cuerpo, de modo que todo el ave ardía brillante. De esas llamas salieron dos nuevos pájaros, envueltos también en llamas. Y de ellos, cuatro y de estos cuatro ardientes gorriones, dieciséis.
Y así hasta que una bandada de pequeñas aves ardientes dejaron paso a la líder flamma que, arreglándose las infinitas capas de ropa, habló.- Buenas tardes... familia. - Dijo con una enorme sonrisa.
-Heylel y Gabrielle.- Dijo, contenta.- Qué bonito todo. -Dijo sacando el kiseru y aspirando un perfumado tabaco. El colorido humo comenzó a rodearlos, juguetón.
-Menuda aventura, ¿verdad? -Dijo haciendo referencia a los años de espionaje de Heylel y la incursión de ella. - Espero que ahora estéis bien, aunque... viendo la estampa, parece que todo marcha.- Dijo alzando las cejas.

-Ya veo... -Dijo observando al chiquillo verdoso. Quiso hacer un comentario soez sobre el origen del chico y la adopción por parte de dos aether, pero se contuvo. No sin esfuerzo.
Se acercó al muchacho y le frotó la cabeza. -Así que tú eres el valiente Masslow... Ese jovencito verde del que todos hablan... -Canturreó, apretándole una mejilla con, quizás, demasiada fuerza.
Entornó los ojos y miró aquel extraño sello de extraña forma clavado en su frente.
Se puso seria.
-Qué demonios... -Dijo, alejando la mano del crío. Por desgracia, la magia oscura siempre había estado fuera de sus habilidades.- No tengo ni idea de qué es eso. -Aclaró.- Pero no parece agradable... Emana potente magia... -Dijo, molesta con aquel sentimiento.

-Pero bueno... cambiando de tema. -Dijo acercándose al padre de familia.- Dime, Heylel... ¿Qué es para ti el Palacio de Brontë? -Canturreó con un suspiro perspicaz.

Entonces miró a su mujer y, a continuación, su ala.

-El viejo Abbadom... -Aclaró la líder.- Ese viejo carcamal no es capaz de mantener siquiera el peso de sus alas. La última vez que lo vi fue hace un año, aproximadamente. Siempre acompañado de ayudantes... Sé que está por Palacio, pero no es un hombre que se deje ver dando largas caminatas por ahí. -Describió, moviéndose elegantemente, como una hiena, rodeando a sus presas.- Supongo que él sabrá más que yo de esa cosa. Me cuesta reconocerlo, pero sé cuales son mis límites y no me avergüenzo de ello. -Presumió.

Para escuchar mejor la respuesta del aether, echó uno de sus brazos por encima del hombro del hombre, acercando su cabeza a la suya.
Una vez esta fue dada, alzó los brazos, resuelta. -FANTÁSTICO. -Habló con decisión.
Entonces se colocó en frente de la feliz familia y entornó sus ojos, con recochineo. -"Lugar de reclutamiento y entrenamiento de guerreros". -Parafraseó.- No... "lugar de vacaciones y entretenimiento familiar". -Con aquellas palabras, les invitaba cortés y sutilmente a abandonar el palacio de Brontë. Sin embargo, tenía la suficiente clase como para no echarlos de buenas a primeras. Confiaba en que su inteligencia les fuese suficiente.