Comedor

Me sorprendió más no asustarme que el vaso al estallar en la mano de Rick. Me mantuve serio, comiendo según hablaba, distante pero serio.

-Si te has dado cuenta ahora de cómo de cruel es el mundo entiendo lo que estás pasando. Ahora puedes aprender de ello y seguir siendo Rick Denhel...O volverte parte de esa crueldad. ¿Qué importa, no? Total, no puedes cambiarlo hacia mejor así que hacia peor no es nada.

Miré las heridas, impasible aún, pero aliviado de que no fuese nada preocupante.

-No puedes cambiar el mundo tú solo. O acabarás como ese vaso. Sólo que el mundo que te aplaste no tendrá ni un corte cuando deje caer tus trozos. A diferencia de perder un brazo ese tipo de fracturas rompen algo que no lleva cura...-Miré a Rick tras apartar el plato. -Tienes que darte cuenta, que aunque pasen 10 cosas malas, una buena que haga gente como tú lo vale más. Porque ha podido ocurrir en un mundo así. Por eso suenas ridículo. Porque eres capaz de luchar contra el mundo. O al menos lo eras.

Asentí a todo lo que dijo, con la cabeza aún hecha un lío. En el fondo ya lo había dicho, ¿no? ¿O pensado? La cosa es que ahora dependía de él. Si quería irse y no volver era su decisión.
La cuestión era que me daba algo de miedo pensar que fuese a hacer algo tan...cobarde.
A lo mejor él dándose cuenta de la crueldad del mundo y rindiéndose iba a ser otra enseñanza para mí. Cerré los ojos un instante apartando esos pensamientos y asentí al oírle decir que iría a la enfermería, a lo que contesté que tenía que hacer algo, ni si quiera recuerdo qué.

A la salida escogí el camino contrario a donde iba él. -Buen viaje, Rick.
Si bien no sonreí la expresión de mi cara no tenía nada de seria. Lo miré con miedo a que no fuera ya él y que el mundo sí que hubiese cambiado a una de las escasas personas que parecen demasiado buenas para pertenecer a él.

Doblé una esquina y me pasé una mano por la nuca, cerrando los ojos un instante.
Para estar evitando pensar y dar vueltas a todo el asunto tenía la cabeza como si me fuera a explotar.
Cada vez estaba más cansado.


*Fin de escena*

Me acerco al comedor para esperar a Cierzo. Ayer le avisé de que hoy saldría sobre esta hora así que no debe de tardar mucho. Agradezco que no haya nadie dentro. Bastante observado me siento pasando junto a los del servicio.

Me siento en una mesa de la esquina y pido una cerveza mientras espero.

No me siento cómodo y no dejo de mirar a los lados, buscando que alguien aparezca de imprevisto. Es algo que ya había imaginado, pero vivirlo se hace más desagradable.

Acabo respirando profundamente para tranquilizarme y doy un sorbo a la cerveza en cuanto llega. La verdad es que me sabe a gloria. Doy un trago más largo. Espero que Cierzo no tarde.

*se queda*

Y no tarda mucho en llegar. Lo miro en cuanto lo hace, mientras se sienta, y levanto un poco la jarra a modo de saludo.

Dejo salir una sonrisa suave cuando hace el comentario. Supongo que yo también, aunque no acaba de ser como siempre. Doy un nuevo sorbo.

—Se acabaron los sorbos de agua. La verdad es que estacha echando raíces —Le comento. —¿Cómo ha ido el día? Espero que no muy cansado, no me apetece meterme en la cama de nuevo hasta dentro de seis años —Comento con sorna, aunque no llegue a reírme.

Entro sola en el comedor. Esta noche intentaré trabajar a fondo en unos proyectos para enviar a la ciudad, por lo que vengo a por algo de comer. Voy bien vestida, con una falda beige claro, por las rodillas, unas medias finas marrones con un estampado muy sutil de puntos más oscuros y un jersey holgado verde caqui que deja ver un hombro, bajo el que asoma el asa blanca de una camiseta.

Al ver al señor Cierzo lo saludo a lo lejos, con un gesto y una sonrisa, incluyendo a su acompañante, aunque no los molesto y sigo hasta llegar junto a la cocina, donde pido a un miembro del servicio algo sencillo para la noche. Espero un poco hasta que me traen unos emparedados y una bolsita con carne para Lino, doy las gracias y me vuelvo.
A la vuelta, al pasar a la altura de la mesa, es dedico una nueva sonrisa, suave, sin detenerme.

-Buenas noches.

Aunque todavía no me sale ni de lejos con la facilidad que antes, al final dejo ir una media sonrisa momentánea, antes de sorber de nuevo la jarra. Me sorbo los labios, notando como les me humedecen los pelos de la barba más cercanos a ellos. Dejo la jarra y cojo un poco de queso y jamón. Ahora tengo que hacerlo por partes.

—Es verdad, no es que te mates mucho tú —Le comento, intentando distraerme. Pero recupero algo ed tensión cuando entra una tía en el comedor. Me suena de haberla visto rondar por ahí, pero nunca le he prestado mucha atención. Hago un gesto con la cabeza cuando saluda muy sonriente.

—¿Conoces a la mojigata? —Le pregunto, metiéndome la comida en la boca. Luego vuelvo a por la jarra y empujo todo con la cerveza.

Asiento cuando reafirma su actividad y me dedico a indagar más en la recién llegada, aunque realmente no hay mucho donde indagar. O demasiado para mi gusto. Lo miro cuando me dice su nombre. Así que la conoce.

—Anna Himen, querrás decir. ¿Y ella también lleva coraza debajo de las siete piezas de ropa? No vaya a ser que le de la luz ahí debajo —Comento, notándome bastante más ácido de lo necesario. Supongo que es mi nuevo humor. Vuelvo a beber.

—Sí, porque lo que es a ella no parece que le de nadie... —Comento para mí mientras meto la boca en la jarra antes de tragar de nuevo. Vuelvo a dejarla en la mesa para coger más raciones de la tabla. Esto así es un coñazo.

—¿No hay ninguna nueva que esté aceptable? Deberías buscarte algo de compañía. Llevas demasiado cuidado enfermos. Vas a acabar siendo una abuela —Le comento con la boca llena.

Miro a Cierzo y frunzo el ceño, como si acabase de decir algo muy desagradable. No es que sea tan desagradable, seguro que me he tirado a cosas peores estando borracho y un coño es un coño a fin de cuentas. Pero no.

—No está en mi lista —Me limito a decir, cogiendo la jarra una vez más, desairado. Parezco un muñeco de cuerda. Coge, suelta, coge, suelta... Y otra vez frunzo el ceo al mirarle, ahora algo más exagerado.

—Qué cosas bonitas me dices. Intento ser considerado con tus huevos —Le respondo, manteniendo el tono sardónico. Acabo ladeando otra sonrisa corta antes de beber.

—Eres demasiado lento. Igual estás destinado a estrenar a jóvenes virginales, papi Cierzo —Le comento. Alzo las cejas y suelto un sonido de gargante, al recordar algo mientras bebo. —¿No has visto a la flamma que te dije? Ahora que estado tan fuera de juego tendrías que haber aprovechado —Lo animo. La verdad es que en algún momento había pensado en Vest, algo puntual. La verdad es que también me cabreaba bastante pensar en qué clase de tía iba a querer tirarse a un manco así que no era algo agradable de pensar tampoco. Aprieto las comisuras un momento, mirando hacia la puerta con desaire antes de volver a beber. Tampoco es que se haya pasado en este tiempo así que qué más da.

Suelto la jarra y me acerco a la mesa para darle con la palma en el hombro, con contundencia. Luego apoyo el codo en la mesa.

—Que Fier fuese perdiendo las bragas por ti no quiere decir que vayan a acercarse todas. Tendrás que arrimar el hombro. Con lo que les gusta que los capullos secos como tú las empotren como si fuesen putas —Lo animo antes de volver a coger mi jarra para beber. A veces era demasiado paradito.

—Todas tienen algún defecto, pero puedes taparle la boca yendo al grano —Comento con retranca —No creo que ahora me haga caso. Demasiadas tetas para una sola mano —Suelto, satírico y áspero. Es cierto por mucho que suene gracioso. Doy un trango profundo. —Siempre podríamos proponerle compartir. Yo le ocupo la lengua mientras tú te desahogas. No creo que lo hagan solo las putas —Le guiño un ojo, granuja. Tampoco podía ponerse exquisito. Dejo la jarra y como algo más. Yo sí que necesito a una puta.

Frunzo el ceño al escuchar a Cierzo -me está diciendo demasiadas cosas hoy que me hacen mirarlo así- y apoyo la jarra un momento, como si me parase a concentrarme en sus palabras. Pues vaya con la colega. Muevo los hombros. Esas cosas me ahogan demasiado rápido.

—¿Estuvo contigo en la enfermería mientras no despertaba? —Acabo preguntando, con una media sonrisa jocosa. —Entonces entiendo que no quieras oír hablar de ella —Vuelvo a coger la jarra, bebiendo lo que le queda dentro, y por fin la apoyo definitivamente y la aparto de delante.

—Pues no, no la he visto, aunque a saber qué me cuenta entonces. ¿A ti no te dijo qué demonios quería? —Pregunto, curioso. Al menos han pasado cosas graciosas, ¿no?

Acabo negando con la cabeza, dedicándome a picar de la tabla ahora que se me ha acabado la bebida.

—Lo que te pasa a ti es que quieres una mujer para casarte y poder tirarte sin romperte la cabeza, por eso eres tan quisquilloso. Igual crees que hay que escuchar sus sentimientos cuando vienen con cara de abrirse de patas —Le replico, levantando el brazo para encajarme en la boca una loncha de jamón desde arriba. Luego hago un gesto al chaval del servicio para que me traiga otra cerveza.

—Sí, puede ser el avismo... Menudo juanete se me viene encima. Se ve que le ha gustado mi aparato —Comento, frotándome la cabeza. —¿No tendrás peluquero aquí Brontë, no, señor noble? —Pregunto, tirándome de las greñas.

Mantengo la cabeza gacha -de estar toqueteándome el pelo- y levanto la mano en forma de boca de pato para moverla mientras habla, burlándome. Luego levanto la cabeza.

—Pues porque te doy mis sugerencias. Es fácil, está buena y le gusta moverse. Vale, que tienes que darte algo de prisa en empezar si no quieres que te taladre la cabeza, pero está bien para pasar el rato. No es que la vea perfecta para ti. A ti te va más una como esta chrysos... Alehyss, creo que era. También está bien, aunque lo hicimos una vez que tenía la pierna jodida así que tampoco pudo ser muy imaginativa. No he vuelto a hablar con ella, eso sí, pero es de las que se creen muy divas. Ya ni te menciono a Frikka o Inger, la verdad. Bueno, tienes a tu amiga la mojigata. Así que la más asequible ahora mismo es la flamma —Le comento, dándole vueltas a alguna más que me suene. Al final acabo resoplando.

—Bah, vámonos al pueblo y nos dejamos de tonterías —Remato, frustrado.

Al final me yergo, recuperando la postura, y asiento. Harrett. ¿Y eso es un tío o una tía?

Lo miro con gesto extraño y acabo por rotar los ojos. Al menos nunca teníamos peleas en ese aspecto.

—Por eso somos un gran equipo —Concluyo, asintiendo. Aunque a este paso yo acabaría cambiando mis preferencias. Esa maldita raza iba a acabar conmigo.

Lo miro cuando me agarra y luego me giro hacia las cervezas. Me reacomodo y asiento. Respiro en profundidad, resignado.

—Al final lo que te pasa a ti es que es a mí a quien quieres. Sabes que confío en tu cariño, Cierzo, pero avísame para que me tome un par de copas y me sienta preparado —Bromeo, acabando con los dos trozos de queso que quedaban.

Ladeo la sonrisa e imito su gesto antes de beber con él. Doy un buen trago y acabo dejando salir el aire por la boca.

—Ahora que estoy desfigurado y ya no me harán caso las niñas tontas necesitaré cariño, Cierzo —Comento, entretenido, apoyando la jarra en la mesa. Luego amplio un poco la sonrisa.

—Esa clase de comentarios son de que empiezo a recuperar el buen humor.  Una compensación por soportar mis lloriqueos —Vuelvo a levantar la jarra hacia él, aludiendo a un trago en su nombre. Luego bebo.