Comedor

Ben sonrió al darse cuenta de que había captado su atención. Incluso se permitió una risita.

-Desde muy pequeña -confirmó, orgullosa-. Bueno, en realidad toco lo que haga falta. Pero la flauta se puede llevar a cualquier lado y es lo primero que empecé a tocar, así que le tengo un cariño especial. De todas formas, aquí hay una sala de música enorme, ¿la has visto? Ahí sí que se puede tocar cualquier cosa.

Sacó la flauta con una mirada traviesa, para enseñársela pero también para tentarla, para tentarse a sí misma. No tardaría mucho en llevársela a la boca, y eso que todavía no había llegado su vino.

Lo que decía me sonaba un poco a presunción. Había poca gente que tocase lo que quisiese, aunque conocía algún caso, más de oídas que de haberlo visto. Y, sin embargo, la creí, o quizás quise creerla, y me encontré embaucada por sus palabras enseguida. Cuando me di cuenta, realmente estaba deseando que tocase algo.

Asentí cuando mencionó la sala de música.

-He estado alguna vez -le dije, con sequedad-. Me parece demasiado grande para un palacio lleno de guerreros. Hay quien dice que la música debilita a los que luchan.

Siempre me pareció una mentira. Altán y yo vivíamos de la música, pero también de ayudar a defender nuestro hogar de las bestias del desierto. Nunca tuvo nada que ver...

El recuerdo me hizo torcer el gesto, enfadada.

Me encojo de hombros, tomándome un momento de pausa para disfrutar de mi comida. Luego niego, posicionándome con Anna, a la suposición de Gerald.

-No era más que un comentario, pero la verdad es que llega a llamar la atención. No la he visto hablar con mucha gente, que se diga. ¿Tú la conoces?

Estoy segura de que Gerald disfrutaría bastante más que nosotras de una buena descarga de críticas, pero me ahorraré el comentario. No hay motivo para empezar con dardos, y menos con Anna de por medio. Con lo poca cosa que es, seguro que acabaría incómoda.

Ben mantenía su sonrisa inmutable.

-Yo creo que anima al personal. Da más fuerzas de las que quita. La música no puede hacer daño -replicó, convencida.

Lo pensó un momento, con los dedos, nerviosos, ya bailando sobre la caña, y la examinó un momento.

-Eres de Ignis, ¿no? -aventuró-. Aprendí algunas canciones de allí.

Justo en aquel momento llegaba su copa de vino. Mojó los labios y se llevó a continuación la flauta a los mismos. Bailoteó con los dedos sobre la caña, extrayendo unas pocas notas, con mirada interrogante. A ver qué podía tocar que conociera.

Alcé una ceja cuando, al abrir la puerta, me encontré con semejante muchedumbre en la sala. Desde la puerta, eché un vistazo para ver qué caras conocidas podía localizar. Y me sorprendí al ver a Gerald y Anna sentados en la misma mesa. Un momento después me di cuenta de que la tercera comensal era Lea, y supuse que sería el enlace que explicaba tan extraña compañía.

Había más caras conocidas, pero aunque saludé al pasar, fue hacia ellos hacia quienes me dirigí. Puse una mano en el hombro de Gerald.

-¿Habrá sitio para uno más? -pregunté, serio pero cordial.

Me llevaba la contraria, pero lo peor de todo aquello era que no dejaba de tener razón. Yo había dicho, simplemente, cosas que no pensaba. Para irritarla.
En cierta parte quería que se enfadase y me gritase para poder enfadarme también. Pero también quería que tocase y demostrase lo que fuese.

Asentí a su pregunta, sin añadir nada. Pero cuando se llevó la flauta a los labios noté un hormigueo por la piel. Quizás...

Dejé que probase, intentando no reaccionar, muy tensa y muy seria. Al final, no obstante, hablé.

-¿Conoces El escorpión? -pregunté, con orgullo y un sutil deje de desprecio.

Era una canción popular, por lo que podía perfectamente no saber nada de ella.

Ben se sonrió, entretenida. Se sentía extrañamente retada, y aunque dejó de tocar, sus dedos no paraban de moverse sobre la caña. Rio suavemente.

-Tararéame un trocito -pidió, con suavidad.

En realidad, estaba deseando tocar lo que fuera, pero le gustaba que la gente atendiera a su música, y lo ideal para eso era seguir sus exigencias. Y el título no le sonaba, pero seguro que la música sí. Solía darse.

Su petición hizo que me tensase enseguida. Cuando me di cuenta, había apartado la mirada, casi como si aquello me indignase. Pero tenía todo el sentido del mundo.
Tuve que pararme seriamente a pensar en aquello, mirándola de reojo primero y de frente después, tremendamente incómoda.

-Da igual -terminé por zanjar-. Otra, la que sea -la animé, tratando de quitarme de encima la obligación de cantar. No me apetecía cantar-. Cualquiera estará bien. Esa es demasiado sencilla, además. No demostrarías ninguna habilidad.

Kyoti parpadea. Desde luego el chico es hábil, eso no se puede negar. Sería interesante aprender de él.

-Con las manos... vaya -murmura, impresionado.

Pero, antes de que tenga tiempo de añadir algo más, pero entonces aparece la comida. Y, a continuación, un nuevo comensal. O un intento de ello. Una de las mascotas, si no se equivoca. Y Follow no tarda en confirmarlo. Intenta recordar su nombre. Los ha estudiado para reconocerlos, después de todo.

-¿Thor? -pregunta, no muy seguro. Recuerda entonces-. De Frikka. Frikka es... ¿amiga tuya?

La busca con la mirada. La ha visto antes. No tarda en localizarla un poco más allá.

Roto los ojos ante el comentario de Gerald, pero no caigo en su provocación. Yo no soy Rick, después de todo. Así que me limito a seguir comiendo, con una sonrisa tranquila. No tardo en alzar la vista cuando llega una cuarta persona. Sí que estamos solicitados hoy. Y el comedor se va llenando, aunque, a estas horas, ya es más normal.

-Buenas noches -saludo, con calma.

Miro a Anna y asiento. Me suena el nombre, aunque no sé a quién se lo he oído.

-La niña claritas... Esa de pelo tan rizado... es su hermana, ¿no? Algo así he oído. Aunque ella no parece claritas para nada.

Ya me han saludado todos en lo que venía aquí, claro. Porque soy la polla. Yo creo que podría hacer un gran grupo de gente en una mesa. Buscador, Ben, Gerry y Cierzo... Y Lea también, claro, que me adora. Pero aquí estoy, enfrentándome al lobo solitario.
Que se vuelve.
Por algún motivo eso me pone nerviosa. Pero es lo normal, de hecho. Ahora me siento un poco como... "¿por qué has venido a hablar conmigo si no estás segura de mi nombre?"

-Shirokiba, eso. Me sonaba que lo tenías largo-.... El nombre, el nombre. Frikka. Dice que Frikka-. Vaya, te acuerdas.

Qué comentario más tonto. "Vaya, te acuerdas". Va a pensar que lo tomo por gilipollas.
Y bueno, él tampoco se da mucho brío en hablar. Me recuerda a alguien, pero no caigo...

-Me siento, claro-. Asiento con prisa, tomando asiento antes de que se le ocurra retirar la oferta-. No molesto, ¿no? Es que estabas aquí tan solo que pensé que quizás te apetecía estar con alguien. Y me dije "eh, ¿por qué no tú?". Así que aquí estoy. ¿Ibas a cenar?

Hablo demasiado. Y digo muy poco.

Pese al ofrecimiento de Gerald, preferí hacerme con una silla y acercarme. Un gesto y un asentimiento fue suficiente para que una camarera supiera qué quería cenar. No era muy original, y menos en ocasiones como aquella.

-No creo que pueda aportar mucho, pero para tomar algo servirá -apunté, acomodándome.

No tardó en llegarme mi cerveza y mi tabla de embutidos, que dejé un poco hacia el centro de la mesa como ofrecimiento a los demás. Desde luego, como reunión no prometía mucho, pero ya habría tiempo para animarla.

Ben se puso alerta al ver la reacción que provocaba su petición. Tendría que tener cuidado, por lo visto. Pero mantuvo su sonrisa confiada, y la miró con las ganas de desafío reflejadas en los ojos.

-¿Una difícil, entonces? -apuntó, entretenida, tomando un sorbito de vino.

No tardó mucho en decidirse. Ella tenía sus favoritos, y le gustaba presumir de sus habilidades. Así que empezó con una lenta introducción de un par de notas antes de lanzarse a por un trino. Y en seguida se lanzaba a por la música, hasta que no quedó muy claro si dominaba las notas o estas la dominaban a ella.

Poco a poco, el sonido empezó a extenderse por la sala, alegre.

Aquella no la conocía, pero que hubiese empezado a tocar en vez de hacer preguntas o poner objeciones me calmó un poco. Y la propia música también. Aún sin conocerla, veía en mi cabeza los movimientos, y mi cuerpo, en parte, me lo pedía, pero logré impedirlo casi por completo. Una mano marcaba el ritmo con los dedos, pero lo hacía sobre mi pierna, donde ella no pudiese verlo. Ni nadie más que yo.

Me di cuenta enseguida de que la música atraería la atención sobre nosotras, y aquello no me gustó. Miré alrededor un instante, buscando interceptar alguna mirada. Esperaba que no se acercasen...

Ojalá Pris hubiese estado allí, escuchando aquello.

Kyoti se siente algo nervioso cuando ve que Follow no queda convencido con la comida, y se sirve él mismo para poder comprobar a qué se refiere con el comentario. Thor, por su parte, parece encantado con lo que consigue.

Cuando la prueba, concluye que no entiende a qué se refiere.

-Bueno... la carne de caza suele ser fuerte, ¿no? -se le ocurre, poco convencido.

Lo escucha mientras habla. Así que los consejos de Frikka hay que estudiarlos. Los que le ha dado a él, en su mayoría, han sido intentos por hacer bromas, así que quizás se trate de eso. No sabe qué responder. No la ha visto mucho en acción.

Ben echó un vistazo a la chica para ver cómo reaccionaba a la música. Por lo visto, bastante bien. Aquello la animó. Sonrió tras la flauta, haciendo virguerías con los dedos, cada vez más motivada por su propia música.

Al final, acabó por cerrar los ojos, abandonándose a ella. Era una canción popular, con una estructura en apariencia complicada, pero que se repetía constantemente. Podría tocar eternamente, pero sabía que no era buena idea, así que al cabo de un rato hizo esfuerzos por parar.

Abrió los ojos, miró a la chica, brindó su copa con el aire y dio un trago de vino.

-¿Qué opinas? -preguntó, con los ojos y la voz reflejando todavía la emoción de la música.

En algún momento dejé de prestar atención a las miradas y me perdí en la música. Me traía recuerdos de Ignis, aunque solo fuese por el tipo de canción, y también del baile. Cada centímetro de mí despertaba poco a poco, y tenía que tensarme más y más para no dejar que se notase.
Cuando paró fue, al mismo tiempo, un alivio y una tortura. No podía evitar pensar en lo mucho que me hubiese gustado dejarme llevar por ella un poco más.
Pero había terminado.

Le sostuve la mirada un momento, inquieta, incómoda.

-Bueno, no ha sido para tanto -mentí, lo más serena que me pude mostrar-. He de irme.

Apoyé las manos en la mesa de forma algo abrupta y me levanté. Me temblaban un poco las piernas. Tuve que fruncir los labios, apretarlos, para sentirme más entera.

-Gracias por la compañía. Buenas noches.

Me alejé en dirección a la puerta, con los ojos clavados en la misma y deseando con todas mis fuerzas que no entrasen otras diez personas en aquel momento.
Era como si todo el mundo me mirase. Me sentía como si no fuese a poder relajarme nunca más.

Por suerte, no entró nadie más y yo pude salir.

*se va*