Comedor

Negué con la cabeza, todavía sonrojada, cuando se explicó. Realmente no era algo tan importante. Era chocante, pero tampoco iba a montar un drama. Su siguiente comentario hizo, no obstante, que mi rubor aumentase considerablemente. Inconscientemente, me llevé una mano a la oreja derecha y la rocé con los dedos, todavía roja.

—Es porque soy mestiza... —susurré, observando la mesa—. Tengo las orejas más pequeñas, y mi hermano, que es flamma, las tiene ligeramente puntiagudas... —Me encogí un poco de hombros. Su anécdota tenía un punto gracioso, así que sonreí y volví a alzar la vista—. Las orejas peludas son feas sean picudas o no, eh...

Me lo imaginé a él con las orejas llenas de pelo rubio. No era muy agradable.

Al escuchar su comentario, me sonrojé aún más. No me gustaba sonrojarme con tanta facilidad, pero me gustaba mucho menos que la gente lo mencionase. Simplemente, podían dejarlo pasar, o pensar que mi cara es así de nacimiento. Mucho más sencillo y menos vergonzoso.

—A mi hermano eso le da igual... —Fruncí levemente el ceño—. Creo. Tampoco es que sepa mucho... —Fruncí aún más el ceño y negué levemente—. Tampoco voy a contarle que la gente me va tocando las orejas.

Me encogí de hombros. Luego me pasé una mano por la nuca.

—Y ya sabe que me sonrojo con facilidad, así que...

Imitándole, cogí yo también un pedazo de pan y lo mojé en el chocolate, para luego llevármelo a la boca. Ahora mismo no sabía muy bien qué decirle, aunque su presencia no me desagradaba. Era extraño.

Cuando él aseguro que era una broma, yo negué rápidamente. No me lo había tomado a malas. Al menos no me había molestado. Y, de hecho, tampoco había pensado que él estuviese hablando tan en serio.

—No lo tomaba como otra cosa —aseguré, volviendo a sonreír. Luego, cuando preguntó si mi hermano estaba en Brontë, negué con la cabeza—. No. Él está en casa, ayudando a mis padres y centrado en otros asuntos también importantes. —Sonreí ampliamente—. He venido yo sola.

Sonreí.

—Gracias...

No me consideraba especialmente valiente, pero tampoco se lo iba a decir. A todo el mundo le gustaban los cumplidos, y aquello era un cumplido.

Mientras comía otro pedazo de pan, escuché lo que decía y, tras tragar, asentí, sonriente. Realmente hablar con él había sido agradable. Era simpático. Cuando me revolvió el pelo, volví a enrojecer levemente. Me pasaba siempre que alguien me tocaba sin que yo lo esperase. Era un acto reflejo o algo por el estilo.

—Yo también me lo he pasado muy bien —confesé, sonriendo. Luego lo miré a los ojos, extrañamente bicolores—. Buenas noches.

Observé cómo se iba y, después, estando el chrysos fuera de mi vista, me dediqué a terminarme el chocolate. Cuando terminé permanecí un rato más en el comedor, pensando un poco en todo, y después me fui.

*se va*

Entro en el comedor seguida por el mestizo. Al final, tras enseñarle la localización de los dormitorios, pareció seguir teniendo hambre. No he tenido problema en traerlo. Así me distraigo un poco y dejo de pensar en el dolor agudo de mi costado.

-Aquí es -digo al llegar, volviéndome hacia él.

Lo examino unos instantes. Me sigue resultando de lo más exótico... Su piel brillante es extraña, y sus rasgos, junto con su cabello, le dan un aire algo andrógino, aunque a estas alturas ya lo identifico perfectamente como varón.

Uno de los chicos del servicio se nos acerca y miro a mi acompañante.

-Pide lo que quieras -le indico mientras me acerco a una mesa y tomo asiento sin demasiado interés.

El chico del servicio me mira raro, creo que sabe que he colado en la cocina, pero no creo que diga nada.

—¿Lo que quiera? —pregunto con una amplia sonrisa al chico que asiente—. Ponme toda la carne que pueda caber un plato y... un bol muy grande de natillas, si no tenéis algo que se le parezca, pero di en la cocina que a partir de hoy tengan varios quilos preparados. A un leoncito que conozco le encantan las natillas.

El joven se va sin decir nada.

¡Qué soso! Esto tiene que animarse un poco. 

Después de pedir me siento delante de mi acompañante. 

—Bueno, ¿me dejas mirarte la herida —le pregunto con voz un poco preocupada— o vas a fingir que no tienes nada todo el tiempo que vamos a estar juntos?¿Cuando te quites la camiseta también?

—¿¡Qué hay que hacer para que a uno le sirvan agua!? —Grito, sabiendo que me he metido donde no me llaman, pero me doy cuenta que la jarra está delante.

Bebo un trago casi eterno.

El tal Ánor parece especialmente efusivo. No creo que al pobre chaval del servicio le hagan gracia sus palabras, pero no es asunto mío. Simplemente veo partir al muchacho a cumplir su cometido desde mi asiento. Tengo el codo apoyado en la mesa y el rostro sobre la palma de la mano abierta, con una mezcla en el rostro que varía entre el interés y el hastío.
El mestizo viene a acompañarme, sentándose. Cuando habla alzo ambas cejas, serena.

-¿Qué herida? -inquiero, manteniendo un tono frío y tajante. Luego me aparto el cabello de la sien, mostrando la herida casi curada del todo que me hizo Flastio durante la misión-. ¿Esta?

Clavo mis ojos en él, evaluándolo. Lo que dice luego me hace esbozar, sin embargo, una sonrisa divertida. Esta vez no puedo evitar alzar las cejas con cierta arrogancia.

-¿Quitarme la camiseta? -inquiero-. ¿Realmente te ves capaz de lograr esa proeza?

Eso sí es divertido... ¿Desnudarme para él? Ciertamente es exótico, y llevo un tiempo sin sexo, pero no estoy tan desesperada como para arrastrarme por él. Lo estoy llevando con bastante entereza. Casi tengo ganas de reír. Creo que tiene unas expectativas demasiado altas sobre lo que puede lograr y lo que no.

Trago.

Con cada pregunta que hago lo empeoro, ahora piensa que soy un salido...

 Juguemos esa baza entonces.

—No quería dar a entender eso —me disculpo rápidamente—. Es solo que como he visto que te resentías y como estás siendo tan amable conmigo quería ver si podía serte de ayuda. No malinterpretes.



“Realmente te ves capaz de lograr esa proeza.” La frase parece tener eco en mi mente. He hecho proezas mayores en con el estómago vacío.

—¿Qué pasa, que no te resulto atractivo? —le pregunto quitándome la primera capa.

El movimiento no es exagerado y no pretende deslumbrar a los presentes, pero si quieres que alguien te mire es mejor que te mire bien aunque luego me arrepienta.


No es soy un seductor, ni un ligón, pero si me ponen un reto en el que no tenga que moverme en exceso, me esfuerzo.

Aunque sus primeras palabras indican una disculpa, luego...
Enarco una ceja mientras veo cómo se quita la capa. Una sonrisa divertida acude a mis labios. ¿Acaso está tratando de demostrar su hombría? No he pretendido ofenderlo, si eso es lo que opina.

-¿Atractivo? No deberías hacer esa clase de preguntas a una señorita que acabas de conocer -digo con cierta sorna.

Me entretiene. Y me pregunto hasta qué punto está dispuesto a llegar antes de rendirse. No es tan fácil jugar con Alehyss Lester, aunque algunos pudieran llegar a creerlo en algún momento.

Qué mal se me da esto. Pero ya que he empezado...

—Dirás lo que quieras, pero no has respondido y precisamente por acabarnos de conocer es como mejor puedes evaluar a una persona —Pongo cara burlona—. Después los lazos juegan malas pasadas, aunque creo que ni tú ni yo somos muy dados a crear lazos muy fuertes. ¿Me equivoco?

Finjo que voy a coger otra vez el vaso y en vez de eso le toco levemente el brazo que tiene apoyado en la mesa dejando pasar una pequeña descarga eléctrica. 

Dejo el brazo donde está esperando su reacción.

Te toca.

Tiene razón. Lo cierto es que tiene razón. Y desde que estoy aquí he ido subiendo ligeramente la guardia, pero no puedo negarle lo que dice. El flirteo entre desconocidos es de lo más común. Y sin lazos afectivos que se interpongan... es mucho más fácil ser objetivo.

-Me resultas exótico -digo con simpleza, haciendo referencia a su condición de mestizo. También yo lo soy, aunque sea por parte de abuela, y no es la primera vez que alguien me sale con esa misma explicación

Yo, personalmente, valoro la seguridad. La seguridad y otros atributos que no podrías describir. Y, bueno... Frente a un desconocido, se me hace imposible no evaluar el físico, ya que no cuento con tantos datos interesantes sobre la persona como me gustaría.

Cuando toma mi brazo y noto la descarga lo miro fijamente. Finalmente, sin duda, chrysos. Pese a todos sus rasgos flamma, es esta la raza predominante.
Dibujo una sonrisa contenida. Es apenas un amago.

Aparto la mano con discreción al oír a mi espalda acercarse al chico del servicio, que deja la carne y las natillas ante el chrysos. Luego se marcha. Aprovecho la nueva soledad para observar de reojo al mestizo.

-Los lazos hacen débil a la gente -digo monocorde-, pero también pueden resultar útiles.

Me divierte Ánor. Es muy directo, y ello, sumado a lo poco que lo conozco, no llega a desconcertarme, pero me resulta inesperado. ¿Será así con cada persona que conoce?

-Hazme ese truco -pido de pronto, serena.

Ha tardado un poco en apartarse. Pues... tampoco se me da tan mal. Es un truco, solo un truco más. Sabes como interpretar cuando estás con el público.

Al llegar la comida me tomo un breve momento de respiro. Alehyss está siguiendo el juego y dice soy exótico

...

¿Cómo se me ha ocurrido quitarme la capa? Ahora me puede todo el mundo. 

ESTÚPIDO.

Me empiezo a poner nervioso. Miro a todos lados y no paro de ver gente. Me pongo rápidamente la capa que se me atasca por los temblores. 

Cierro el puño para controlar los temblores.

—Lo sien-siento, pero creo que ese-ese truco va a tener... que esperar un poco —digo  intentando mantener la compostura— No me encuentro nada bien.



Estúpido, estúpido, estúpido.



Se oye el ruido de algo agrietándose.



Me levanto y cojo mis manos con las suyas.



—Gracias por todo, has sido muy, muy ama-ble conmigo —la primera lámpara explota—, y yo te he mentido. Me llamo Nille —miro paranoico a mi alrededor—. Te volveré a buscar.

 Lo siento.

Otra lámpara se rompe.




*Se va corriendo*

De pronto parece extrañamente nervioso. Ha cambiado de actutid muy rápido. No sé a ciencia cierta qué se le pasa por la mente.

Un sonido llama mi atención. Alzo la vista, buscando la procedencia, pero él toma mis manos antes de que pueda encontrar el origen y lo miro de nuevo, repentinamente alerta, seria.

Habla. Una lámpara explota. Sigue hablando. De nuevo, otra lámpara.
Se va corriendo y todo se detiene. Me acerco hacia los cristales que hay por el suelo y tomo un trozo grande. No parece tener nada anómalo.

Observo la puerta por la que acaba de salir Nille.

Me ha mentido sin motivo. ¿Por qué? Su forma de confesar su mentira, rápida y alocada, quizás signifique que mintió por diversión y ahora se arrepiente. O tal vez tenga que ver con las explosiones.

Interesante cuanto menos...

*se va*

Me había separado de Jun en los pasillos con la excusa de ir a cenar algo, pero al entrar en el comedor me di cuenta de lo desganada que estaba. Aquella estúpida conversación me había quitado hasta el hambre. ¿Pero cómo se podía actuar así? ¿Qué era aquel crío, ganado? Y lo peor era esa sensación de no poder hacer nada al respecto.

Una chrysos esperaba pacientemente a que le dijera qué quería tomar. Finalmente, le pedí un bocadillo. Ya cenaría más tarde, pero no me apetecía andar entrando y saliendo del comedor.

Así pues, cuando me dio lo que había pedido, lo guardé en la mochila, di las gracias y me fui.

*Se va*

Hoy me han dado permiso para ir a cenar al comedor, pero con la condición de que cene poquito y ligero.
Acepto sin dudarlo y me pido una sopa y leche fresca.

Adoro ver y escuchar el bullicio de palacio de nuevo.

*se queda*

Cuando acabo, me voy.
*se va*

El chrysos hacía girar el vaso mientras escuchaba a Heylel, asintiendo de vez en cuando. No tenía mucho más que decirle. Y tal y como había predicho, hablar con el aether no le había servido de mucho. Admitía que sí le había servido para relajarse, pero seguía sin saber qué hacer ahora. El consejo que le había dado el aether, aunque sabio, no acababa de convencerle.

Suspiró.
 
-Yo no estoy tan convencido... -murmuró.

"Quizás esté en el comedor". Ese pensamiento es el que me lleva hasta aquí. Y esta vez parece que he acertado. Pero está acompañado, cosa que no esperaba. Y ninguno de los dos parece especialmente contento.

Los saludo a ambos con una mano.

-Buenas noches, chicos.

Piensa, Alehyss... Tiene que haber una forma de no levantar sospechas. Tienes que llevártelo de ahí.

Tomo asiento en una mesa cercana y cuando llega un tipo del servicio pido una manzana. Espero, silenciosa.

Al escuchar a Lyam suspiro. Supongo que estará bastante confuso, voy a darle unos golpecitos en el hombro y añadir algo más cuando la voz de Alehyss me interrumpe. Doy un respingo. No me esperaba su interrupción.
 
—Buenas noches, Alehyss —La saludo, tratando de disimular la conversación.

Lyam dejó el vaso en la mesa y apartó la vista del aether cuando vio entrar a Alehyss. Frunció levemente el ceño. Todavía recordaba lo que le había dicho Heylel, y aunque ahora mismo no estaba demasiado animado, sí quería decirle algo a la chrysos. Como, por ejemplo, preguntarle por qué iba diciendo esas cosas por ahí.

-Buenas noches -casi gruñó. Luego esperó a que la chrysos se sentase en la mesa, con ellos, pero Alehyss optó por sentarse en otro sitio. Frunció más el ceño-. Podías sentarte aquí, eh.

La miró de reojo.

Lyam no parece muy contento de verme. No me sorprende su mal humor. Lo que escuché el otro día junto al río pondría de mal humor a cualquiera. Pero decido pasar eso por alto y aceptar lo que me dice como si fuese una invitación.
Dudo un momento antes de ir a su mesa. Luego me levanto y me siento junto a Heylel, de forma que puedo mirar al chrysos a la cara.

-Creí que molestaría -murmuro sin más, forzándome a parecer incómoda y arrepentida.