Comedor

De modo que había quedado. Pobrecito, Gerald. Al final no se puede abarcar demasiado siendo eficaz, supongo.

Ante la expresión de Gerald, respondo, como si el piscis no estuviese delante, algo seca.

-Se hace llamar Follow.

No doy más datos por no meterme en problemas. Si quiere saber más, que me pregunte cuando el piscis no esté.
Me basta con una mirada para transmitirle eso. Luego entra una caeruleus y la atención de Gerald se desvía.

-No te hacía con esos gustos -me permito bromear, en respuesta a su comentario. Luego, con un gesto, lo disculpo-. Adelante.

Termino de cenar sin prisa, pensando todavía en la carta. Ya se me han ocurrido un buen número de preguntas.
Tras terminar, me despido con un gesto del chrysos y me voy.

*sale*

Lo veo venir, así que desvío la mirada, evitándolo. Me da igual que renuncie a la sucia de las perolas. Seguramente ella le haya dicho un par de cosas cortantes y punto.
Doy un buen bocado a mi filete y entonces lo veo sentarse junto a mí. Ni entonces hago gesto alguno de reconocimiento.
Y muy mal, porque estoy a punto de atragantarme con la carne por no hacerle puto caso al chrysos de los huevos.

-Aquí debajo apesta a animal -gruño, como única respuesta, tratando de zafarme de su agarre.

No. Acaba de ducharse. Todavía se respira el olor a jabón y fresco.

-¿Qué le dio a esa? ¿Te dijo que te la comieses tú solo? -le escupo, burlona, para compensar un poco mis pensamientos.

La apariencia es lo primero.

Cuando logro apartarme arrugo la nariz con desagrado, poniendo mi mejor mueca de asco. Que sea creíble, aunque sea una trola.

-Vírgenes de Aqua -repito, mirándolo con desdén-. De eso seguro que sabes la polla.

Pero no hace falta que le eche flores yo. Se las echa él solo, ya. Es un tipo sencillo, eso se ve. Una mente simple.

-Se la veía desesperada por comer salchicha -concuerdo, escéptica, dibujando ya una sonrisa.

No puedo evitarlo. Es un buen tipo, aunque sea asqueroso. Al final no me ha tocado mucho los huevos hoy y conservo el buen humor.

-Pues ya sabes. Entrenando a diario para patearte el culo la próxima vez -canturreo, bromista.

Aunque, de hecho, es la verdad.

Su capirotazo me hace abrir la membrana involuntariamente. La cierro al instante.

-Y a ti te veo tan tocahuevos como siempre -gruño, aunque termino por relajar el ceño y sonreír con un bufido.

Parientes.
Pues hasta sería bueno. Me ahorraría muchas mierdas con él. Pero dudo que sea mi primo segundo desconocido. Una pena.

-Las amargadas son unas guarras -mascullo, sin poder recordar a algunas de las amargadas a las que conocí.

Todas unas putas. Las peores de todas. Bueno. Casi.

Al igual que Gerry, me meto un par de patatas en la boca, sonriendo con sorna ante su comentario. No imagina lo cierto que es, y eso es deprimente.
Ni se enteró de lo mucho que mejoré.

-Ya sabes que me pesa el culo a veces, pero intento moverlo.

Qué triste eres, Frikka.

Y entonces habla de las membranas. Y no se burla. Pero se burla. Sé que en su cabeza se burla.

Me noto enrojecer, y dejo salir las membranas, con el ceño fruncido, a ver si así lo disimulo.

-Graciosas -repito, más para mí que para él-. Eres todo un galán -me burlo, con una mueca.

Vete a decirle a la amargada que sus tetas son graciosas, a ver si se lo toma como un cumplido.

No puedo contenerme. Abro mucho los ojos, y entreabro los labios incluso, en la más sincera mueca de fastidio que puedo esgrimir.
JO. DER.
Dos horas con él más mi propio entrenamiento... Eso da...
¡La puta hostia!

-¿Gerry? ¿No te dijo tu madre que es malo fumar opio? -gruño, aún incrédula. Y aún pretenderá que acepte, el cabrón-. ¿Qué cojones te ha dado?

Es increíble. Aunque no es para tanto.

Al mencionar lo del galán dibujo una nueva mueca, ahora de asco, pero divertida.

-Si fueses un galán conmigo te potaría en la cara -respondo, clara.

Y no sin ganas.

Ante su tercer comentario, cierro las membranas, picajosa. No me pone demasiado que me toquen las orejas, prefiero ahorrarte tentaciones.

-Supongo que no puedes evitar toquetearte cosas. Yo soy más disciplinada -me burlo, sacando pecho con falso orgullo.

Baja a una. Tengo miedo de que suba de nuevo o de que me obligue. De todos modos, estoy entrenando a diario. Puedo acceder y aguantar unos días. Ya luego le digo que soy una puta vaga y que paso.
Me vendrá bien.

-Mira que eres tocahuevos -gruño, metiéndome un trozo de carne en la boca-. Venga, porque se ve que ya no sabes cómo hacer que pase tiempo contigo. Acepto, joder.

Pese a todo, se le ve apagado. Intento mantener la conversación arriba, haciendo alguno de mis típicos comentarios, pero termino por pellizcarle la mejilla, sin piedad, y los escudriño, seria.

-¿Es muy tarde para ti o alguna guarra te ha succionado la fuerza por la polla? -pregunto, impertinente. Aprieto la mandíbula. No, Frikka, no. No des pie a la broma-. ¿Pasa algo?

Se me hace extraño ponerme así, pero a veces siento como que estoy un poco al margen. Al final soy su colega la cría, muy pequeña para ser amigo y muy malhablada para ser mujer.

*Se va*

NAGORR INFORMA: AJAJAJA tras haber perdido el hermoso post dos veces frikka decidio dejarlo para mañana

Asiento, como hastiada por su palabrería, agitando una mano delante de su cara como quien espanta una mosca.

-Que sí, que sí -mascullo, sin demasiada emoción-. Allí estaré.

Luego... Bueno, en general lo veo bastante normal. No muy animado, pero normal. Enseguida vuelve con sus historias de mierda y gilipolleces varias, y entonces llego a creer que simplemente está cansado.
Su expresión cambia un poco cuando me pongo seria.
Entonces me abraza.

No es un abrazo largo. No es de estos de los libros, que te dejan sin aliento y ves las jodidas estrellas desde la cúpula celeste. Simplemente es un abrazo, un extraño abrazo que no viene a cuento tan corto que ni me da tiempo a corresponder. Y menos mal. Eso sería denigrante.
Tampoco, por otro lado, lo aparto llamándolo mariconazo. De hecho, en ese escaso tiempo solo percibo cómo mi expresión se suaviza, pasando a una especie de perpleja y calma sorpresa. He dejado ir el aire por los labios, silencioso, sin darme cuenta.
Es jodidamente agradable. Y eso es una puta mierda. Lo odio.

Cuando se aparta lo miro. No me ha dado buenas vibraciones. No es el tipo de abrazo seductor, ni de colegas. Y creo que mi padre no se ha muerto.
Joder.

-Claro que no me voy a acojonar -respondo, extrañamente mansa, evaluándolo.

¿A qué mierda viene eso? Creí que ya estaba claro...

Recalca la hora y se va, dejándome sola con un puñado de patatas frías en el plato. Me siento repentinamente frágil y confusa, viéndolo irse así, como un puto héroe que va a morir a la guerra.
Le pega esa imagen. Le pega ser así de cabrón.

Cuando Geral ya no está, apoyo la frente sobre la mesa, suspirando agobiada. Siete de la tarde... Suena extrañamente bien. Porque significa que, a pesar de las apariecias, no va a ir a morir a ninguna batalla.
No me dejaría plantada, por muy capullo que sea.

*se va*

Entro en el comedor. Ya tengo hasta el pelo recogido en una coleta alta, y llevo la ropa más cómoda que tengo. En cuanto ss me acerca uno hago mi pedido: una manzana, un plátano, cereales con un poco de leche y un zumo de naranja. Luego espero, moviendo los hombros en círculos, aunque todavía queda. No puedo contener un bostezo y un resoplido de cansancio.

Al llegar la comida como con ganas, pero masticando bien. A ver si así no me repite toda la tarde, que comer antes de entrenar es peligroso. Cojones... A ver si no me vuelvo a dormir.

Tras acabar y dar los buenos días me largo.

*se va*

Entré cabizbajo. Seguía algo pálido y mareado, pero ya me veía capaz de comer algo. Aunque por si acaso pedí solo un caldo de verduras, que a veces había que cuidarse.
Lo cierto era que no comprendía cómo podía llevar mal tanto tiempo. Quizás el cruel frío de la noche en los jardines, o la pelea que no recordaba, o alguna maldición de una puerfídica bruja. Al fin y al cabo, la fuerza y resistencia de los Dehnel era conocida y poderosa como...
Me agarré el estómago, sintiendo que se revolvía, aunque no tenía claro si era dolor o hambre innoblemente disfrazada.

La comida no tardó en llegar, acompañada de una jarra de agua del tiempo. Comí despacio, y el caldo me sintetició un poco el estómago. Al final comer había sido muy buena idea.

*se va*

Entro en el comedor y me siento, esperando a que me atiendan. En cuanto lo hacen pido algo de comer. Hoy no está la chica chrysos de siempre. Una pena, porque podríamos charlar un poco, aprovechando que me siento bastante bien hoy. La verdad es que no sé cómo funcionan los turnos, o que hacen los del servicio en su tiempo libre. Quizás vayan al pueblo. O se queden leyendo.

Cuando me traen la cena me acuerdo de pedir un vaso de leche, además. El calcio es bueno para los huesos, y estoy en pleno crecimiento.

Tranquilo, me pongo a comer. No tardo demasiado en acabar, por lo que decido ir yendo a cama. Ya ha anochecido.

*se va*

Tenía frío. Estaba incómoda. Tenía la sensación de que me había subido la fiebre, y estaba bastante cansada. ¿Por qué tenía que ponerme mala? Todo el día colgada del pañuelo, con la nariz dolorida de tanto sonarme. Era desesperante.

Mientras entraba en el comedor me soné una vez más, tosiendo. Tomé asiento en una mesa cerca del fuego, soltando un suspiro cansado, y pedí la cena. Nada muy fuerte. Una sopa de pescado. Una bien caliente, con un poco de chocolate para beber. Ya que estaba mala, podía mimarme un poco.

Pronto un chico del servicio me trajo lo que había pedido. Con un pequeño gracias, tomé la cuchara y comencé a cenar. Pronto tuve que apartarme la cuchara de la boca, con una mueca de desagrado. Demasiado caliente. Me dediqué a revolver.

*Se queda*

Apenas pude empezar a cenar antes de que me interrumpieran. Me puse tensa, sintiéndome incómoda y avasallada. ¿Otra vez tenían que venir viejos a molestar? Pero me mantuve en silencio y formal, pese a que sus formas y actitud me resultaban de lo más desagradables, especialmente en mi estado. Asentí las dos veces que quiso confirmar mi nombre y escuché en silencio.

Traté, dentro del embotamiento de mi enfermedad, de centrarme en lo que decía. Magia. Un hechizo. Traté de prestar más atención, ignorando como podía el dolor de mi brazo. Cuando me soltó la miré un momento. Empezaba a dolerme la cabeza a aquellas horas. La señorona había escogido, muy probablemente, el peor de los momentos.

Giré la cabeza a un lado para toser, y de nuevo me volví hacia ella.

-Disculpe -dije con voz cogida, tratando de sonar respetuosa. Puse entonces la mano sobre la herida y me concentré tanto como pude-. Fuuchi -murmuré.

Casi me sorprendí al ver los pequeños hilos cerúleos. Era agradable. Incluso me reconfortó un poco. El alivio en las quemaduras me animaba a esforzarme más para sentirme mejor. Alcé la vista hacia la líder flamma, buscando su valoración.

No era suficiente. Carraspeé, tratando de quitarme la incomodidad de la garganta antes de volver a hablar.

-Sí, señora -murmuré, sumisa.

Se me daba bien aquello. Era visible. Y no era desagradable hacerlo, ya que el dolor remitía. Sin embargo, era cansado, y yo no estaba precisamente en plena forma. Traté de ignorar el malestar general y de reunir fuerzas. Ya has oído, Dew. Más rápido.

-Fuuchi -repetí, concentrándome en aquellos hilos azules. El verlos actuar me hacía sentirme más segura que la primera vez, aunque también estaba cansada.

-Suficiente.- Dijo curándole de un plumazo todas las heridas.
Le cogió las mejillas con sus manos huesudas y de largas uñas y la inspeccionó. Lo había hecho con gripe. Arrugó la nariz con molestia. Ahora venía la prueba final.

La inspeccionó como si de una montura a comprar se tratase. - ¿Tienes novio?- Dijo sin más, chasqueando la lengua mientras le examinaba una oreja, asintiendo por lo bajo.

Contuve un suspiro cuando dijo que era suficiente. Incluso le dediqué una mirada de agradecimiento cuando me curó el resto de quemaduras, ahorrándome el hacerlo. No me gustaba demasiado, pero había que reconocer que tampoco se había portado mal conmigo.

O eso pensaba, hasta que comenzó a examinarme como quien examina a un potro. Me mantuve quieta, muy tensa, casi sin atreverme a respirar. Me preguntaba qué hacía exactamente. ¿Qué derecho tenía a tratarme así?

A su pregunta abrí mucho los ojos. No entendía nada. Estaba tan cansada y confusa que ni siquiera tenía fuerzas para poner malas caras. Aunque eso tampoco me convenía con alguien de su rango, así que en cierto modo ponía las cosas más fáciles.

-Pues... sí... -murmuré con voz cansada, tratando de mantener la compostura.

Dibujó una cara de asco y frustración ante su respuesta, soltándole la cara de golpe como si acabase de perder una buena apuesta.- Baaah.- Dijo echando los brazos al aire con desprecio.

-Dime Massen Dew... ¿Quieres ser poderosa? ¿Fuerte? ¿Respetable?- Dijo con voz melosa, repasándose los labios. -Lo que acabas de aprender no ha sido ni el más mínimo ápice de mi conocimiento. Es atractivo, ¿verdad?- Rió.

Entonces me soltó de golpe, y sentí que me daba vueltas la cabeza. Tosí un poco y me llevé el pañuelo a la nariz, limpiándome un poco. La miré, preguntándome qué pasaría entonces. A aquel ritmo, la sopa se me iba a quedar fría, pero poco podía hacer al respecto.

Sonreí a la mujer con cansancio.

-Me gusta la magia -reconocí-. Me gusta aprender. E intento esforzarme por hacerme fuerte para servir a Brontë.

Aquello no era ninguna mentira, y era algo que debería gustarle oír a cualquier líder. O, al menos, eso esperaba.