Comedor

Se calla y comienza a hablar de nuevo, aparentemente muy serio. Entorno los ojos a sus reproches, pues el tono me suena bastante. No le quito ojo de encima mientras habla, como se mueve, como vocaliza. Esta mucho más activo que de costumbre. Verle así es fascinante por una parte, ya que siempre lo lleva todo por dentro y pocas son las cosas que lo hacen abrirse.

—¿¿Cómo que no se aprecia?? ¡¡Si precisamente busco tu compañía por tu aprecio!! ¡¡Deja de tergiversar las cosas!! —Me pongo a gritar y a dar golpes sobre la mesa ante sus gritos y reacciones, alzando el tono de la discusión al que él toma.

Entonces empieza con el otro tema, del que ya he deliberado yo muchas veces. Me esperaba que Cierzo fuese un tanto más costumbrista respecto a eso, por eso de ser noble y demás, pero cuando trata de adoctrinarme con mis propias creencias, no puedo sino volver a rebotar mi tono.

—¿¿Cón quién te crees que hablas entonces?? ¡¡Yo nunca en la vida me he dejado atontar por cosas así!! ¡Y así es como se vive la vida! ¡¡Follando y luchando!! ¡¡El amor a la sangre y el deseo a la carne!! —Bramo al mismo tiempo que él habla. Entonces me sostiene de un hombro y yo le mantengo la misma mirada severa que él a mí cuando me habla. Me acerco más a él, con ceño y seguridad, manteniendo esa mirada de duelo cabrío.

—Yo no creo en nada —Sentencio en un susurro irritado. Entonces me lanzo hacia él para agarrarle del cuello de la camisa y comerle los morros como si fuese la maciza más carnosa que haya visto. Apretando los ojos con fuerza, como si tuviese que tomar un desagradable medicamento. Ahora ya sabes dónde tienes que parar.
Bueno, no podía morir sin ver qué me perdía.

Espero un empujón por su parte, un puñetazo incluso. Que se levante indignado y más violento por el alcohol y desaparezca escupiendo maldiciones sobre mí.

Pero de pronto me doy cuenta que la situación se me alarga más de lo esperado. No es que sea la pasión de mi vida el haberme enrollado con Cierzo así que tampoco es que esté en una despreocupada nube pensando en lo hermoso del momento.

Sin embargo, abro los ojos con enorme sorpresa cuando siento como él me agarra y me pega contra sí con mayor fuerza que la mía. Me siento atrapado y cuando tira hacia arriba para sobreponerse a mí siento como si tuviera la fuerza de un titán levantándome. Esto no es lo que debería estar pasando. Aprieto de nuevo los ojos, arrugando un tanto la nariz sin apenas poder respirar por el empeñoso beso en el que me he metido sin esperarlo. Cuando por fin me libera, tomo aire de forma agitada y lo miro con la cara desencajada, todavía muy cerca.

Noto como me empuja de nuevo hacia la silla como si me golpease con un mazo y me dejo caer tastabillando un poco, sin dejar de mirarle, y quedando repantigado en la silla, todavía sin dar crédito. Grita con rabia y orgullo, como si acabase de darme una paliza en lugar de un meneo como ése. Me he quedado sin habla y eso sí que es complicado. Mierda, creo que noto apretados los pantalones y espero que sean ganas de mear. Me siento bastante humillado en este momento.

Y así me quedo, echado hacia atrás, todo lo que puedo sobre el respalda de la silla, mirando a Cierzo con cara entre sorprendida, aterrada y totalmente perdida.

Miro hipnotizado su pierna moviéndose rápidamente y doy un respingo cuando se la golpea con fuerza y se detiene al momento. Estoy entre mareado y perdido, me recuerda a cuando uno de los generales me pilló borracho y me estuvo cantando las cuarenta cuando sólo era un pipiolo recién llegado.

Doy un nuevo respingo, esta vez hacia atrás, cuando me planta la jarra en las narices y me pregunta, refunfuñando, si ya no bebo. Hundo un poco la cabeza entre los hombros y frunzo el ceño para agarrar de nuevo mi jarra con algo más de sequedad. No digo nada y bebo hasta acabar lo que queda, sintiendo las mejillas calientes e hinchadas.

Sigue hablando cuando termino y cojo aire para luego limpiarme la boca con la manga, apoyando luego los codos en la mesa y mirando hacia ella. Las cosas siempre suelen salir como planeo, no es muy difícil fijarse en la gente, ver cómo son y saber qué cosas pueden aprecerles mejor o peor. Por eso es sencillo. Pero nunca me hubiese imaginado que acabaría en este estado, perdiendo totalmente el control sobre una situación que había planeado. Miro a Cierzo de reojo, con ceño y cierta amargura. Odio cuando me dan una lección.

Cojo a otra jarra con irritación, como si el cristal tuviese la culpa de mi idiotez y entonces vuelvo a beber. Al final acabo riéndome por todo en general, apoyando la palma de la mano que agarra la jarra en mi frente un momento. Luego aparto la jarra y lo miro.

—Es que las mujeres me da igual si no me dan amor —Replico con tono más calmado y entretenido. Luego suspiro con resignación.

—Ah... Soy un capullo —Comento al aire. Luego vuelvo a mirarle y le quito la jarra. —Y tú no deberías beber en tu puta vida —Doy un trago largo a su jarra y la dejo en la mesa con desgana.

Parece que se calma un poco y todo vuelve más o menos a la normalidad. A la normalidad mareada y pastosa. Vuelvo a reír un poco cuando me responde.

—Pues si lo cierto es que casi nunca escucho de lo que hablan. Pongo cara de encanto, como si estuviese dispuesto a asimilar todas sus preocupaciones -es uno de los grandes trucos del éxito- y dejo que hable y hablen y hablen... Al final todas quieren hablar. Es como el examen que tienes que pasar antes de que te acepten ahí dentro —Le suelto, de nuevo recuperado del encontronazo y con ganas de hablar por hablar.

—No sé qué coño dijo Tuli horas antes de morirse. Lo único de lo que me acuerdo es que me llamó crío y que quería verme en el pueblo. Y ya ves. ¿Habría servido de algo que la hubiese escuchado? No, porque se habría muerto igual. Pues lo mismo para todos... —Añado, bebiendo de nuevo y notando como un hilillo de cerveza se me escapa por la comisura. Apoyo la cabeza en mis brazos, cruzados sobre la mesa, y la levanto de nuevo cuando vuelve a hablar.

—Eh, eh, no me compares con ese retaco. ¿Pero sabes por qué no funcionó lo tuyo con Dider? Porque ya hay una rubia en tu vida. Así que ya puedes irte buscando a una pelirroja o a una morena... —Sorbí con fuerza por la nariz y luego carraspeé. —Voy a empezar a ser celoso. A las eprsonas celosas se les consienten más cosas —Añado con la voz dejada.

—Y yo no me quejo porque me hagan caso o no o lo que sea... Me aburro, ¿sabes? Y no suelo tener mucha conversación —Aclaro, divagando.

—Aaaagh, que no te lo tomes todo al pie de la letra. ¿Crees que una tía se conforma con que la mires con cara de bobo? Claro que luego hay que decir alguna cosa. Y déjame, yo sé como soy. Yo no me responsabilizo. Si hasta hace años que no sé de mi familia... —Reprocho, bebiendo un poco más y dejando la cerveza en la boca para jugar un poco con ella, hinchando los carrillos de un lado a otro, para acabar tragando.

Dejo que me arranque la jarra y echo mano de la que he apartado antes mientras le escucho.

—De momento eres la cosa que más he poseído —Me río —Si hasta paso de esas mariconadas de encariñarse con el arma —Añado, dando otro trago.

Lo miro extrañado un segundo, luego aparto la vista para pensar en lo que dice y finalmente vuelvo a sonreír.

—¿Entonces a mí vas a seguirme? —Pregunto con los ojos algo entornados por culpa del alcohol, levantando el mentón todavía sonriendo. Yo me refería a que mi tema recurrente cuando no tenía nada que contar era quejarme de estrecheces, pero su respuesta ha sido interesante.

Resoplo con frustración, pero divertido al mismo tiempo.

—Eres exageradamente terrenal, Cierzo. No va a ver chica que te aguante —Le indico, apoyándome en la mesa para dar sorbitos a la jarra. Me doy cuenta de que es un chiste muy bueno. Cierzo, terrenal, no tiene alas. Me río para mí.

Me quedo con el morro apoyado dentro del borde, mirando al frente por un momento.

—Tampoco es que vayas a poder seguirme —Digo dentro de la jarra, con tono despistado y hablando para mí. Más que nada deleitándome con la resonancia de mi voz dentro del cristal.

Finalmente vuelvo a erguirme y lo miro, de nuevo sonriente. Aunque la sonrisa es más determinante.

—Pues yo sí que voy a seguirte. Hasta que no me levante más, al menos. Lo he decidido —Explico, satisfecho, levantando mi jarra para chocarla con la suya. —Ten en cuenta que eso me coloca a mí detrás... —Bromeo, con mirada picajosa.

Alzo las cejas a su respuesta y nuego niego con la cabeza con bastante energía. Dándome cuenta luego de que eso me ha mareado bastante y tastabillando para no caerme de la silla.

—Hoy te has sentenciado. Ya no vas a poder desentenderte. Ah, haberlo pensado antes —Le digo mientras levanto del todo mi cerveza para hacer caer en mi boca las últimas gotas. Luego la apoyo y la hago resbalar por la mesa hasta chocar ligeramente con las que se acumulan.

Suelto una risotada.

—No sé si es una bonita promesa o un comentario cruel —Replico, divertido. Luego me apoyo en la mesa, bastante más cansado. Creo que si cierro los ojos me quedaré aquí dormido.

—¿Tú no tendrás una hermana así de cascarrabias, no? —Pregunto sin levantarme.

Muevo un poco la cabeza cuando me revuelve el pelo y tengo la misma sensación flotante que en la de aquel sueño que ya no recordaba. Supongo que es un alivio si se traduce en algo como ésto.

Giro un poco la cabeza, lo justo para verle cuando responde mi pregunta. Sonrío de medio lado.

—¿Tanta bravuconada con que me arrepienta y ya estás poniendo excusas por si te cambio por tu hermana? —Le digo, divertido. Luego susupiro.

—Seguro que se dejan encandilar y entonces podré pervertirlas como hice contigo y así nos fugaríamos y tu madre estaría muy furiosa conmigo por destrozar su bonita familia —Resumo. Seguro que resultaría muy idílico. Aunque eso de "damitas de la nobleza" me ha sonado algo aburrido de soportar más de dos días. —Aunque tendría que trabajar duro para manteneros a los tres —Reflexiono, alzando las cejas y abriendo bastante los ojos.

Miro fuera con cierta dificultad debido a mi posición, pero tampoco tengo intención de moverme. Me pregunto cuánto llevaremos aquí discutiendo y emborrachándonos. Se me ocurre algo entonces y alzo más las cejas.

—Eh —Lo llamo, todavía con la cara aplastada contra mis brazos. Entonces me yergo con entusiasmo. —¿Sabes lo que molaría ahora? —Entorno los ojos, mirándolo entre suspicaz y retador —Tirarnos desnudos por la cascada —Aclaro, mirando al techo como si viese ya delante de mí esa manta de agua helada cayendo. Hago un gesto con la mano como de saltar desde muy alto acompañado de un silvido que, al llegar a la teórica agua, acaba en un "plash".

Le doy con el puño en el hombro cuando responde, cansado ya de responder impertinencias. Sin embargo no dejé de reír.

—Tú padre lo comprenderá. Los padres comprenden todo porque no se lo toman tan a pecho —Añado a sus quejas. —De todas formas, blah blah blah, ¡cállate! ¿No puedes dejarme fantasear sin poner pegas? —Reprocho, divertido.

Cuando pregunta que cómo pienso llegar, se me ilumina la cara y me pongo en pie con energía. Cuando me sostengo sobre mis piernas siento cierta pérdida de equilibrio con lo que me apoyo un poco sobre la mesa para enderezarme.

—O con los dientes. Eso es un sí. Así que vamos. No te librarás de ésto con una excusa tan mala —Tiro de uno de sus brazos para que se levante.