Comedor

Casi me atraganto con su grito con lo que tengo que limpiarme rápidamente tras un par de toses.

—Me tomaré eso como un cumplido. Todavía no tengo cincuenta, tendré que tener vitalidad —Me defiendo, divertido. Parece que tiene un poco de prisa, ya que me responde rápidamente y en seguida se excusa de que debe irse.

—Oh, pensé que íbamos a hablar hasta la cena al menos... Bueno, cúidate —Le comento, algo extrañado. Antes de irse me propone ir al pueblo algún día y asiento. —Claro, nos lo pasaremos bien —La animo. Parece que tengo una nueva cita. Me bebo un trago de cerveza y me giro un momento para ver cómo se marcha. Si "hay algo de mentira en todo", supongo que todavía tengo posibilidades. Ella, yo, un pueblo alejado de la mano de la ley de Brönte... Me prenguto si Tuli no habrá venido hoy sólo para proponerme esa cita...

El líder se apareció frente a la puerta del comedor y con una ráfaga de bruma oscura brotada de sus brazos abiertos, abrió las puertas de par en par para abrirse paso.

Miraba fijamente al frente, ignorando los cadáveres o moribundos gritando a los lados. A cada paso firme que daba la oscuridad lo precedía invadiendo el sitio y cegando a todo aquel incapaz de diferenciar entre la negrura.

Una vez llegó frente a uno de los individuos, se detuvo y las tinieblas lo adelantaron rápidamente, invadiendo todo. Las puertas se cerraron tras de sí.

—Estáis importunando demasiado mi despertar —Llevó la mano al cinto y sacó su látigo de un tirón seco hasta hacerlo chasquear contra el suelo. Al momento en que el látigo resonó en la sala, se prendió en llamas violetas que respetaban la total oscuridad.

—Tendremos que igualar este desastre —Sentenció con frialdad. Sintió como aquel polvo se lanzaba contra él desde tres flancos distintos y no movió un músculo para generar una protección mágica a su alrededor, contra la que chocaron y se arremolinaron.

—Mi turno —Indicó con la escondida sonrisa altanera de sus comisuras.

El líder Darvenwish comenzó a moverse a una velocidad infame. Su látigo se convirtió en una afilada y extensa cuchilla que volaba de un lado a otro alrededor del comedor, cargando con cualquiera de aquellas criaturas que se encontrase en pie o tratase de hacerle frente. Una vez dio el último giro de su arma se frenó en seco con su elegancia característica e hizo emanar de sí un pulso umbrío como remate del ataque.

Tomó aire profundamente y guardó el látigo en su lugar. Dio media vuelta y caminó hacia la salida de forma que la penumbra se fue retrayendo bajo sus pasos. En la sala quedaron los cadáveres, los heridos, los asustados y nada más.

La nieve ha cuajado hondo.
Paso un dedo por la barandilla para limpiarla de nieve y suspiro.
He conseguido salir ilesa del altercado de anoche. Me llevo una mano al cuello con preocupación. El que diga que taparse la cara para que la muerte no lo encuentre es una tontería, que eche la vista atrás y vea lo que tengo a mis espaldas.

Me giro y veo el pasillo destrozado, lúgubre. Siempre he sabido que la verdadera desgracia no es el tornado sino lo que queda tras él. Nada estaba en su sitio. Los chicos que nos sirven, con la mirada sombría, intentaban recoger sin mucho ánimo y fuerza todo aquel desastre.

Siento pena en mi corazón. Sin embargo también gozo por haber sobrevivido. No me siento egoísta.

*se va*

Llego al comedor con paso calmo. Hay que ver lo que une la guerra... Como no hay nadie del servicio cerca simplemente me acerco a la cocina para hacerme con una cerveza.

Una vez la tengo, salgo con la jarra hacia el comedor y me dejo caer sobre uno de los bancos que dan contra la pared, desganado. Doy un larg trago a la cerveza. Pff, ya era hora de que me relajase un poco.

Me quedo repantigado con la cerveza en la mano, notando como si todo se ralentizase al momento de detenerme a descansa. Que días.

Estoy moviendo los hombros para aflojar un poco la espalda cuando veo llegar a Cierzo con esa cara de perro cabreado.

—Te echaba de menos y sabía que vendrías, Darling —Le respondo con una sonrisa un tanto cansada. Es relajarme y notar que se me viene la gravedad encima de pleno. Asiento con condescendencia a su petición y espero dándole unsorbo a mi jarra. No tarda mucho en volver y sentarse frente a mí con lo que cambio de posición para sentarme a su lado y poder apoyar la cabeza en su hombro.

—Oh, mi abrigo, pues la verdad esperaba pillarte durmiendo con él para no sentirte solo —Respondo, ameno, dando otro traguito corto. Como se me escape y lo manche por hacer el idiota en esta postura igual se me cabrea y todo.

—A lo mejor huele a ti cuando me lo devuelvas y tengo mejor suerte —Comento de refilón. Cierzo había conocido a aquella tetona rubia y al poco ya estaba en las nubes, igual es cosa de poner esa mala cara. Pruebo a fruncir mucho el ceño y apretar la boca. Que cansado.

—Shedía um hetadle —Respondo con el borde del vaso apoyado en mi boca simplemente por estar. Luego aprovecho para beber más, casi más como pasatiempo que por sed.

Miro hacia arriba, alzando las cejas, cuando me pregunta. Y lo miro viéndome raro. Vuelvo a erguirme por fin y doy un nuevo trago antes de apartar la jarra casi vacía.

—Que va, si eres noble, siempre oléis a rosas —Respondo, divertido. Luego me acabo la jarra y la dejo sobre la mesa.

—Ah... Cierzo, yo creo que soy majo, ¿Verdad? Bueno, claro que lo soy, pero últimamente la suerte me ha dejado un poco de lado —Comento, divagando un poco. La verdad es que no me apetece hablar de nada serio. Hago un gesto a un chico que veo salir por la puerta de la cocina para que me traiga otra cerveza.

—Me siento solo, Cierzo. Me vendo todo el día y las únicas personas que me hacen caso son un piscis mariquita y la canija —Explico con exagerada frustración. Cuando veo llegar la cerveza le echo la mano en seguida y bebo nuevamente. —Fíjate, si incluso estoy aquí contándote que no me como una rosca en vez de estar apretando carne... —Añado con cierta resignación.

—Y tanto que son caprichosas. Insufribles como les hagas caso, por eso hay que quedarse sólo el tiempo justo, para que no empiecen a hablar y eso —Añado, apoyando un brazo en su hombro. Ni siquiera aguantaba a mi hermana, vamos a ver.

Lo miro alzando las cejas en cuanto comenta sobre sí.

—¿Probelmas en el paraíso? ¿Dónde está tu tía buena, por cierto? ¿No ha vuelto? Ah, seguro que te ha abandonado. Y eso es poer que que no te hagan caso, ¿eh, Cierzo? —Comento hablando rápido, queriendo echanrle a él el muerto encima. Si a él le importaba un pijo, pero por eso yo podía decirle cualquier cosa.

—"La carne nunca viene cuando la esperas" —Me burlo, forzando la voz —O en donde la esperas —Añado, dando otro buen lingotazo a la nueva jarra. A su último comentario lo miro y resoplo, divertido. Luego lo abrazo.

—Mi hombre~~ —Jadeo con tono de damisela febril pero no enferma. Miro mi jarra y miro la suya ahora que se han juntado tanto por el abrazo —Que lento bebes, ¿no? —

Escucho sus palabras respecto a la muchacha. Así que le ha dado plantón del bueno. Asiento un par de veces.

—Le diste miedo, si es que hay que saber aguantarte —Le digo, mirándolo a los ojos un momento, com oqueriendo escrutarle. Luego me río un poco.

Me acusa de beber demasiado rápido y arrugo el morro.

—Nunca es rápido si la dicha es buena... O algo así —Replico. Luego doy un toque con mi jarra en la suya mientras bebe y bebo yo también.

Entonces giro rápidamente la cabeza y me separo poco a poco de Cierzo a escuchar como alguien entra dando zancadas. Cuando me doy cuenta es el enano rubio que viene directo hacia a mí. Me arranca la cerveza y se la bebe.

—¡Eh! —Le doy una colleja al momento, pero el enano se larga con mi jarra en la mano. —La madre que lo parió... —Protesto. Hago una señal al chico de antes para que traiga un par de ellas más.

Me río cuando Cierzo empieza a soltar por esa boquita.

—Aaah~~ sabía que no podía ser perfecta. Se te veía en la cara: "Sálvame de estos pechos, Gerald" —Bromeo. Luego frunzo el ceño y lo miro con incredulidad.

—Oye, oye, al contrario qeu tú, servidor sabe cuándo tiene que apartarse —Respondo, jactancioso.

En cuanto pregunta por Silvanus asiento con la cabeza.

—Sí, es ése. No sé qué coño le ha dado, si suele ser un cagueta. El otro día lo apresé para putearlo y tuvo una erección. Será que también se siente solo —Comento, jocoso. —Pero, ¿ves? Ahora incluso él me repudia. Pierdo seguidores por momentos. Pero gracias por compartir —Añado con una sonrisa.

Cojo entonces una de las nuevas jarras y hago un gesto para brindar.

—Por la soltería. Salud —Choco mi jarra y doy un buen lingotazo. Al momento suelto un eructo interesante. —Y ese a tu salud también —Bromeo.

Me quedo mirando a Cierzo con el ceño fruncido, reflexionando en sus palabras, y finalmente asiento, bastante convencido.

—Pues ahí tengo que darte la razón... —Respondo, condescendiente y llano. Buen punto ése. Bebo de nuevo.

Escucho a Cierzo otra vez con atención y acabo soltando una carcajada.

—No, no, hay agujeros donde yo no me meto. Imagínate... ¿Cómo tiene que ser eso? —Pregunto mirando al aire, pensativo. Qué cosas más raras.

Una vez mueve su jarra para agradecer, yo hago lo propio y escucho sus "sabias" palabras. Vuelvo a soltar una carcajada.

—¿Lo ves? Uno se pone a pensarlo y la vida de palacio es muy dura. O dura es como se nos queda a nosotros —Bromeo, riendo de nuevo. —Oh, oh, ahora que lo dices. Todavía me queda Inger. Aunque esa estaba pillada. Con tu amigo el noble estúpido. No entiendo cómo, pero bueno. Aunque creo que le hago tilín —Le explico, algo subido de tono para indicarle que no venga a meter el morro.

—Y no sé, creo que se han volatilizado o algo. Antes había más tías. Estaba la chrysos ésa morena y la claritas. Ah, bueno, está esa flamma de los bichos... Lea. Pero es una sosa y el otro día se me puso hasta borde —Le cuento antes de beber nuevamente. —Y Tuli... Tuli era una tía fenomenal... Pensaba llevármela al catre, pasármelo bien con ella. Y luego despedirnos, pero no rollo dejarla de lado, ya sabes. Era maja... Que asco de ataque —Acabo diciendo, algo decaído.

Bebo de mi jarra con gusto y niego cuando pregunta.

—En Caligo estábamos en el cuartel hasta que nos daban permiso para el fin de semana. Entonces salías y podías irte a tu casa o irte de turismo. Entonces siempre pillabas algo entre baile y baile —Comento, jocoso y pícaro. —Aquí nos pasamos el día conviviendo todos y pocas veces se renueva la sangre. Aunque en el pueblo igual se pilla bien. Una vez me largué todo el día porque estaba harto de pudrirme aquí dentro y me encontré a una mujer de vicio... Pero es de esas que no repiten, lástima —Una vez acabada mi explicación, me encojo de hombros y vuelvo beber.

Doy un respingo cuando golpea la mesa mientras hablo. No me lo esperaba.

—¡Joder! Ah, bueno, pues esta de madurita no tiene nada. Es joven, muy joven, la verdad. Y dudo mucho que sea viuda —Aclaro, limpiádome los pantalones de las gotas de cerveza que se me han caído con el movimiento brusco del susto —Es una caeruleus pelirroja, muy mona. Si a ese Dhenel le gustan pasaditas, todavía entiendo menos qué hacen juntos. Pero así mejor —Comento, pícaro, bebiendo de nuevo. —Aunque hablando de maduras... Creo que hay una mujer rondando por aquí que las tiene muy bien puestas. No es una guerrera, oh, ni mucho menos. Es de las que pisan fuerte. Tendría su edad, pero estaba para cansarse —Comento recordando a la mujer del hall.

—Ah, eso es que solo tienes ojos para mí —Le digo con tono meloso y echando la cabeza sobre su pecho, riendo. —No, no está mal la chrysos, aunque es un poco rebirada. Habrá que tratarla con algo de cariño... —Reflexiono.

Asiento a sus reproches.

—Si es que aquí no hay disciplina, hombre. No hay protocolos, no hay horarios... Creo que lo llaman ejército por no llamarlo redil —Comento malmetiendo, bebiendo todavía más.

Cuando habla de nuevo del bobo, me río con entusiasmo.

—Entonces está todo cantado. Brinda por mí y mi amiguita —Río, chocando mi jarra con la suya a pesar de que casi no queda líquido en ellas. Me la acabo entonces.

Espero a que Cierzo coja una de las nuevas y luego yo le imito, todavía medio apoyado en él. Sus palabras me parecen curiosas y río más para mí que para él.

—Te tomas todo al pie de la letra —Reprocho. Pero me quedo con eso de no saber dónde parar cuando empiezas a dar cariño. Me aparto un poco de él y lo empujo.

—Y tendrás valor... ¿Cuándo has dado tú cariño, Goco? Si eres más seco que el pan duro —Le replico, bebiendo ya sin ganas. —La pregunta es, ¿cuándo ves amor en el sexo? —Pregunto serio, mirando mi jarra. Me noto la boca un poco empalagosa ya. No vas a saber dónde parar, ya.