Comedor

Miré a la pareja con una sonrisa, feliz por el reencuentro. Sin embargo, al ver a Silvanus tirarse al suelo llorando, se me borra la sonrisa y empiezo a preocuparme. ¿Estará bien...?

-Te ha echado de menos -añadí a las palabras de Follow-. Estaba deseando verte. Me alegro de que volváis a estar juntos...

Desde siempre, Silvanus y Tristán habían sido inseparables. Mantener a Tristán sin poder llevarlo junto a Silvanus me entristecía, así que era un alivio que se reunieran.

Apoyé la cabeza en Follow, volviendo a sonreír.

-¿Estás mejor, Silvanus? -pregunté.

Al final, Silvanus estaba demasiado emocionado como para hablar, con lo que se fue con el dragón, demasiado feliz para prestar atención a otra cosa. Contenta de ver que había contribuido en animarlo. Sonreí cuando dijo que se iba con él y me despedí, antes de verlo marchar.

Cuando se fue, me mantuve en la misma postura junto a Follow, que me besó en la frente. Asentí a su pregunta.

-Sí, es de los primeros que conocí en Brontë -expliqué-. Hace cosa de un año lo secuestraron. Cuando me fui, fue porque fuimos un grupo a buscarlo. Y desde entonces no había vuelto a verlo, así que me ha alegrado mucho verlo ahora.

Era un alivio ver cómo todo volvía a la normalidad. Al menos, en la medida de lo posible...

FdR: Llévatelo que ahora estoy viendo el PC a trancas y barrancas XDU

Me lo pensé un momento, pero al final decidí que aún era un poco temprano para irse a dormir. Así pues, opté por la segunda opción.

-Mejor vamos un rato fuera -respondí-. Me apetece tomar el aire.

Me separé un poco de él para poder andar con normalidad, y juntos abandonamos el comedor.

*Se van*

Abro la puerta de una patada y entro como un terremoto, apresurándome a abalanzarme sobre un joven del servicio, tomarlo por el cuello de la camisa y acercar mi rostro al suyo, sonriendo como solo un verdadero dragón haría.
Joder... Tiene la cara llena de putos granos... Qué asqueroso.

Lo suelto y me aparto con una mueca de asco. Me vuelvo, entonces, dejándolo allí pasmado, y me acerco a otro que parece más presentable. Ese sí que sí.

-Un bocadillo, por favor. De jamón y queso o de lo que sea y queso, pero queso -canturreo-. Venga, ¡ve, ve, ve!

El chico se marcha rápido. El otro sigue mirándome, lo noto, así que me vuelvo a él.

-¿Tengo algo en la cara? -inquiero, alzando una ceja, provocativa.

Pronto tengo mi comida, así que la tomo y salgo del comedor.

*se va*

Aunque me había entretenido algo más de lo previsto y se me había hecho tarde, seguía sin ser tan tarde como otras noches cuando llegué al comedor en busca de algo que cenar. Mi estómago pedía comida a secas, pero mi mente buscaba algo más exacto: pescado. Hacía mucho tiempo que no comía pescado.

Con esta intención, no me senté en una mesa a esperar, sino que me acerqué directamente a una chica del servicio que limpiaba una para pedir salmón al horno. Ella, tan atenta como todos solían ser, asintió servicialmente y se retiró a la cocina en busca de mi pedido. A los pocos minutos, tenía ante mí dos sabrosos medallones de color rosa, acompañado de una generosa guarnición de patatas.

*Se queda*

Una vez terminada la cena, me fui a dormir.

*Se va*

Entro delante en el comedor, abriendo despreocupada la puerta. Unas jóvenes del servicio que estaban charlando en una de las mesas se levantan enseguida, mirándonos, callando de pronto. Parecen un poco incómodas, como si hubiésemos interrumpido una conversación interesante.
De reojo miro a Gerald y tuerzo la cara un poco hacia él, cubriéndome la boca con la mano para que las chicas no lean mis labios cuando le hablo. Sin embargo el tono que uso para hablar es suficientemente alto como para que lo escuchen sin problemas.

-Me huelo rollo bollo -digo, divertida al chrysos.

Luego, relajando mi posción, roto varias veces los hombros para relajar los brazos y me acerco a una de las mesas, tomando asiento. Sonrío despreocupada, lanzando miradas poco discretas a las mujeres, que tratan de fingir que no nos miran, pero parecen algo nerviosas.

Le doy un codazo en las costillas en respuesta a su comentario, aparentando indignación, aunque se me escapa una sonrisa divertida.

-Eso es que eres un vicioso. Que te inviten a ti, que yo paso de tortillas.

Tras sentarnos, me desperezo sobre la silla, relajada, estirando los brazos hacia el techo con las manos entrelazadas. Cuando me acuerdo toso un poco para disimular, que ahora no puedo dejar la gilipollez esta a medias.

La respuesta de Gerald me hace contener una carcajada.

-¿Y me lo preguntas a mí? Si el vicioso aquí eres tú.

No tengo la menor duda de ello. Seguro que su pito ha estado en más bocas que una preposición, o alguna mierda de comer, como un tenedor...

Con el invierno acercándose lenta pero inexorablemente y el frío y la humedad cubriéndolo todo, mis ganas de salir al exterior se iban reduciendo progresivamente. En estas condiciones, incómodo como estaba y sin tener gran cosa en que emplear mi tiempo, me dirigí al comedor con intención de relajarme y tomar algo. Allí solía haber buena temperatura, y en general, a pesar de ser un lugar social, estaba bastante vacío.

No fue el caso en esta ocasión, pero por una vez eso no supuso algo desagradable. Gerald, acompañado de una jovencita, charlaba tranquilamente. Y, por lo que parecía, no debía llevar mucho tiempo allí. Llegué incluso a esbozar una pequeña sonrisa, y no dudé en acercarme.

-Así que este es el motivo por el que me tienes tan abandonado, ¿eh, chispitas? -comenté con camaradería, haciendo un gesto hacia la chiquilla. Pues sí que le gustaban pequeñitas, visto lo visto.

Al oír la palabra "pequeñita" frunzo el ceño, torciendo la boca. Sin embargo no tengo tiempo a decir nada sobre el tamaño de su polla, pues un tipo alto con alas como colgajos de piel aparece en el comedor.
Apoyo el codo en la mesa y la cara sobre la palma abierta, con expresión de hastío, observando a los "hombretones".

Ignorando la presentación del chrysos, me pongo en pie y me acerco al otro tipo. Con los brazos cruzados bajo el pecho y expresión arrogante lo miro entero.

-Soy Frikka Njorthrbiartr -murmuro, añadiendo mis propios datos a la presentación del relámpagos. Miro de reojo a Gerald, volviendo un poco la cara hacia él-. Y no tendrías tanto hueco que llenar si dejases de meterte cosas por sitios raros.

Sonrío, malvada.

Si se creen que soy una cría, están muy equivocados. Soy adulta y completamente capaz de valerme por mí misma.
Subestimar a una Njorthrbiartr es un gran error, cojones.

Gerald no tardó en reaccionar y acercarse, tan animado como era habitual. Parecía de mejor humor que la última vez que lo había visto, aunque tampoco era difícil teniendo en cuenta su carácter.

Solté un bufido a sus palabras.

-Si necesitas atención femenina no busques excusas, entiendo que hay cosas que yo no puedo aportar -repuse, mirándolo de soslayo.

Se acercó entonces la chiquilla, reafirmando su madurez. Una madurez que, sintiéndolo mucho, debía de haberse dejado en casa. En cualquier caso, yo tenía unos modales, y la edad de mi interlocutora no debía interferir en ellos.

-Cierzo Cogo -correspondí a su presentación con una inclinación de cabeza. Volví la mirada a Gerald-. Reconforta saber que aún me aprecias en algo.

Tuerzo el gesto y me siento, sin responder a las provocaciones de Gerald. Espero, junto a ellos, a que alguien se acerque y entonces pido una chuleta con patatas, o algo igual de ligero. Tengo hambre y eso me cabrea.

-Así que sois colegas, ¿no? -inquiero, mirando primero a uno y luego al otro, sin demasiado interés-. Si sobro me lo decís, que no quiero entrometerme en cosas raras.

No es que sean desagradables. Lo que me disgusta es ese aire de adultos que se dan. Es como si se creyesen muy mayores, pero luego cagan, como todos. A mí no me engañan. Gerald es el primero en decir gilipolleces graciosas, y si se lleva bien con el de la capa de pieles será porque tienen algo en común. El tema es encontrarlo, porque el tipo este tiene una cara de amargado que no puede con ella.

Tras las presentaciones, los tres tomamos asiento, y cuando nos atendieron pedí una jarra de cerveza. La pequeña parecía querer algo más consistente, y me pregunté si estaría intentando demostrar algo con ello. Parecía buena amiga de aspavientos y llamadas de atención, y un perfecto ejemplo de verdulera. Aunque me incomodaba un poco su actitud, en cierto modo me inspiraba curiosidad, pues no estaba acostumbrado a ver gente así a menudo. Cuanto menos, resultaba divertido. Siempre y cuando no se pusiera demasiado cargante, claro.

Asentí a su pregunta.

-Así es -. Hice una pausa, mirándola de reojo, serio pero algo inquieto-. No veo por qué ibas a tener que irte. Al fin y al cabo, el último en llegar he sido yo, y no con intención de echarte.

Además, parecía que el rubito le tenía cierto aprecio, aunque eso último me lo guardé para mí. Desde luego, yo no era quién de entrometerme en la relación que fuera que tuvieran. Gerald ya era lo suficientemente extrovertido como para darle coba.

Cuando llegó, tomé mi cerveza y la alcé hacia el centro de la mesa, en un pequeño brindis. Luego me la llevé a los labios y bebí un trago con gusto.

-Esto sienta bien -comenté, mirando al chrysos.

El Cierzo este parece muy correcto, pero sigo sin fiarme. A veces creo que los hombres se creen que por tener barba y ser más altos que tú ya se las pueden dar de presumidos y serios. Uno de mis hermanos se volvió mucho más serio cuando le salió barba y todos tuvimos ganas de partirle los huevos por gilipollas.

-No tengo quince años -replico a Gerald, tratando de mantenerme seria como el de pelo negro. Yo no voy a ser menos.

En fin...

Comienzo a cortar la carne con ganas en cuanto la recibo, metiéndome un buen bocado con patatas en la boca y cerrando los ojos para disfrutar de este jodidamente delicioso sabor. Nada que envidiar a sus amargas cervezas.

Observo a Cierzo un momento antes de despegar los labios.

-¿Hevah... -. Me detengo para terminar de tragar antes de comenzar a hablar de nuevo- mucho tiempo aquí?

Pregunta normal donde las haya. No le he preguntado si lo que tiene en los huevos son pelos o plumas, que también me interesa, así que espero que no ponga mala cara. Estoy intentando ser educada para demostrar que no soy la adolescente que Gerald insinúa. Soy una guerrera como ellos.

-Toda un alma caritativa, como puedes ver -añadí, irónico, a las palabras del chrysos, con una ceja alzada y dirigiéndome a la caeruleus.

Asentí con calma al último comentario de Gerald, relajado y completamente de acuerdo con él. Permanecí un buen rato en silencio, saboreando la cerveza y sumido en mis pensamientos. En otra situación, probablemente, habría llegado a sacar algún tema de conversación, pero después de la queja de la chiquilla por la posibilidad de que la dejásemos de lado me daba incluso algo de reparo. Por suerte, parecía haberse serenado un poco ella también, y no estaba dando mucha guerra.

Di un nuevo trago de cerveza, haciendo cálculos mentales, ante su pregunta. Tras dejar de nuevo la jarra sobre la mesa, volví la vista hacia ella.

-Debe hacer cosa de un año, poco más o menos -respondí, al cabo-. ¿Y tú? No me suena haberte visto antes.

Pincho una patata con el tenedor, examinándola minuciosamente. Tiene una mancha negra que, sinceramente, no sé bien qué es. Concienzuda, me la acerco a los ojos, contemplándola, estudiándola... Finalmente, echándole dos huevos, me la meto en la boca. No está mala, así que ya podía ser una cagarruta de corratón, que le doy un aprobado.

-He llegado hace poco, unos meses-. Alzo ambas cejas, examinando al... ¿aether? como si se tratase de una nueva patata con una mancha, apoyando la mejilla en la mano-. ¿Eres aether? -inquiero, finalmente, con tranquilidad.

Nunca había visto a alguien como él.

Tal y como había pensado, llevaba aquí menos tiempo que yo, aunque tampoco era muy precisa. En cualquier caso, siendo ella caeruleus y con lo poco que me fijaba yo en la gente, bien podía ser que nos hubiéramos cruzado alguna vez y ni me hubiera dado cuenta.

Seguí manteniéndome más o menos en silencio, disfrutando de la bebida y de la compañía, que no parecía demasiado alborotada. Lo cual, sinceramente, se agradecía.

Sentí que la pequeñaja me miraba de nuevo y la miré yo también, justo a tiempo de recibir una pregunta que, aunque no era exactamente la que habría esperado, tampoco que extrañó demasiado. Vistas sus preguntas directas y su curiosidad, algo me decía que ella sí me recordaría si me hubiese visto por ahí. Lo cual, por desgracia, era comprensible.

Asentí con calma.

-Por parte de madre -puntualicé-. Aunque, si me hubieran dado a elegir, creo que de buen gusto me habría quedado con la parte paterna, flamma.

La verdad era que ella, por algún motivo, tampoco parecía de raza pura. Lo que más llamaba la atención era su extraño color de pelo, aunque bien podría deberse a alguna herencia lejana, ya que por lo demás parecía caeruleus al completo.