Comedor

Al ver a Massen en una de las mesas se me ilumina la cara, y cierro la puerta con ánimo, poniéndome a correr hacia su mesa, con tan mala suerte que termino tropezando y cayendo al suelo aparatosamente. La barbilla se me estrella contra la roca y noto cómo enseguida me empieza a escocer. Me la froto, sentándome. Está sangrando... Y el escozor hace que se me humedezcan los ojos. Pero no voy a llorar. No tengo ocho años...

Me levanto con cuidado, frotándome también el codo. La miro entonces, componiendo una sonrisa tímida.

<<Felicidades>>, compongo con las manos.

Vaya torpe soy...

Vi aparecer a Jun al cabo de un rato y le sonreí, saludándolo con la mano. Sin embargo, en sus prisas con acercarse, se cayó al suelo, dándose un buen golpe. Rápidamente me levanté, algo preocupada, acercándome.

Parecía estar bien, porque se levantó tranquilamente, aunque pronto vi que estaba sangrando. Ay, Jun...

-¿Estás bien? -pregunté, llegando a su altura.

Entonces vi la palabra que formaba con las manos y solté una risa. Qué, ¿creía que se le escapaba el día? Aunque, la verdad, era el primero en decirme nada.

<<Gracias>>, respondí, contenta de que se hubiera acordado.

-A ver, déjame ver eso -añadí, apoyando una mano en su hombro, cerca del cuello, y examinando la herida desde apenas unos centímetros de distancia.

Sujetándolo para que no se apartara, limpié la sangre con la mano para ver mejor la herida e invoqué el hechizo recién aprendido. A aquel ritmo iba a acabar hartándome de él...

Examiné entonces el resultado.

-Mejor, ¿no? -pregunté, mirándolo de arriba a abajo-. ¿Te has hecho daño en algún otro sitio?

Asiento, frotándome el brazo por no frotarme la barbilla, que me duele, pero que me va a escocer todavía más si me toco... Jo, es que como un día tenga que luchar me voy a clavar mi propia flecha y a nadie le va a extrañar...

Massen se me acerca. Me ruborizo un instante, poniéndome tieso para dejarla ver bien. Lo que sí me sorprende es lo que hace entonces... En apenas unos segundos ya no me duele.
La miro con los ojos muy abiertos y termino por sonreír.

<<Fuuchi>>, deletreo, con una mirada de reconocimiento.

Así que lo conoce. Es un hechizo de curación básico, pero está muy bien. Yo no lo he podido aprender. El abuelo no me enseaba a hacer hechizos, solo su existencia.

<<¡Muchas gracias!>>

Me señalo el codo. ya que está, aprovecharse. Luego, inspiro hondo. Hurgo en el bolsillo, tímido, y saco un paquetito.

"Tengo otra cosa pensada, pero hasta que" "pueda conseguirla, te tienes que conformar."

Me sorprendió un poco que reconociera tan rápidamente el hechizo, pero no me extrañó especialmente. Era la clase de cosas que una esperaba que Jun supiera. Desde que me había hablado en piscis, ya no había nada que me hubiera vuelto a sorprender. Así pues, me limité a asentir con total normalidad.

-Es mi último logro -asentí, contenta-. O, bueno, quizá más bien cortesía de la líder flamma. Es igual.

Me encogí de hombros, sin más, ante su agradecimiento. Pudiendo hacer algo, ¿por qué iba a dejar que siguiera dolorido? Así pues, procedí con su codo en cuanto me llamó la atención sobre él, diligente.

-Listo.

Entonces sacó algo de un bolsillo, sorprendiéndome una vez más. Vaya, qué manía todo el mundo con andar preparando regalos. Lo acepté con cierta timidez, sin abrirlo todavía. Leí entonces el mensaje en su pizarrín y negué con un suspiro.

-¿Es una casa en el lago? -pregunté, tratando de quitarle hierro al asunto-. Por favor, dime que es una casa en el lago.

Señalé la mesa entonces.

-Ven, anda, que estaba cenando -indiqué.

En lo que nos acercábamos a la mesa, abrí con calma el paquetito. Dentro encontré una pulsera de nudos, que probablemente había hecho él mismo. Vetas marrones y azules se entrecruzaban en ella, y la propia pulsera se estrechaba y ensanchaba en suaves ondas. Me recordó, por alguna razón, a un río.

Miré a mi amigo con una sonrisa.

-Gracias -murmuré, tímida. Los regalos me hacían sentir culpable.

Sonrío. La verdad es que no se puede esperar menos de ella. Es una fuerte guerrera y una gran maga, como he podido comprobar. Seguro que si consigue algún hechizo más no hay quien pueda plantarle cara.
Para qué negarlo... Admiro a Massen Dew.

<<Gracias>>, repito, risueño, francamente agradecido.

Con lo torpe que soy me va a venir super bien...

Río, sin poder evitarlo, con su broma. Me apresuro a coger la pizarra para escribir en ella.

"Me faltó algo de papel para envolver la casa." "No me estropees la sorpresa."

Niego un par de veces, indignado. Luego sonrío de nuevo y la sigo hasta la mesa. Al llegar a ella me sente, expectante. Aquello daba un poco de vergüenza... Era la primera vez que hago un regalo hecho por mí a alguien que no fuese el abuelo...

"No sé si te gustará, pero soy un poco torpe.", me disculpo.

Sonreí, fingiendo orgullo.

-¡Lo sabía! -exclamé, triunfante. Luego me puse seria-. Pero tranquilo. Fingiré que estoy sorprendida cuando la vea. Será como si nunca lo hubiera sabido.

Volvimos a la mesa, y aunque me daba cuenta de que se me iba a quedar fría la cena, en aquel momento tenía otro asunto que atender. Me rodeé la muñeca con la pulsera, trasteando un poco con ella. Al fina, se la tendí a Jun.

-Venga, pónmela -pedí, impaciente.

Lo miré sin mucho convencimiento cuando se disculpó.

-Bueno, por lo que he visto hasta ahora, eres más torpe con los pies que con las manos -comenté con algo de malicia-. Es lo que dice de ti la pulsera, al menos.

Una casa... No pide poco ni nada. Aún voy a hacerle una casa en el lago y se va a caer de culo...
Para el año que viene, mejor. No puede ser tan difícil si es una cabañita pequeña y con ayuda... O solo. Bueno ayuda...
Aunque quién sabe si estaré aquí el año que viene...
¡Que da igual, Jun! Céntrate.

Me apresuro a tomar la pulsera y rodear su muñeca con ella, atándola y mirándola con satisfacción. A ver, solo es una pulsera, así que tampoco sé qué espero. Pero bueno. Le da un aspecto... Igual, seamos sinceros. Igual pero con una pulsera.
Es una guerrera. No le van a emocionar estas cosas. La otra idea que tengo en mente le gustará más.
Espero.

"Incendié tres habitaciones antes de acabarla.", bromeo, con gesto burlón.

Anda que si llego a no saber usar las manos a ver cómo hablo...
Cuando uno de los del servicio viene, pido algo sencillo de cenar. Luego miro a Massen de nuevo, risueño.

"Yo a estas horas ya estoy durmiendo.", escribo.

Tiene que sentirse afortunada. Soy claritas. La noche no es lo mío.
Además, sé lo que se pica con esos detalles.

Cuando terminó, sacudí un poco la muñeca para acomodar la pulsera, mirándola con cierta satisfacción. No solía llevar pulseras, ni ninguna otra clase de accesorios de ese tipo, pero podía hacer una excepción por aquella vez. Después de todo, era muy bonita.

-Perfecto -comenté, antes de bajar la mano de nuevo para llevarla al tenedor. A aquellas alturas, se me estaba quedando fría la comida.

Alcé las cejas ante el comentario de Jun, con fingido asombro.

-Vaya, me pregunto qué materiales habrás estado usando para conseguir quemar tres salas mientras construyes una casa -comenté, divertida.

Continué cenando, hasta que Jun hizo un nuevo comentario. Hice un mohín de disgusto.

-Una noche entraré a escondidas en el dormitorio de los chicos -expuse-. Y te sacaré a rastras de la cama. Te llevaré de fiesta y no te dejaré irte a dormir hasta que amanezca.

Su alusión a la casa me hace reír de nuevo. Tomo la pulsera entre los dedos, indicando que me refería a ella, y no a la casa, al hablar de quemar tres habitaciones. Haciendo una casa quemaría por lo menos tres y media.

Cuando llega mi cena también me pongo a comer. Sus palabras dan un poco de miedo, pero hay algo que ella no sabe y que... bueno...

"Lo cierto es que no duermo allí." Me rasco la frente, algo avergonzado, y me mancho de tiza. Sigo escribiendo. "Duermo en una habitación que hay en el pasillo."

No le digo más por si viene de verdad, que empiezo a creer que llegaría a hacerlo. La veo muy capaz. Y yo no soy mucho de fiesta.
Por cierto...

"El señor Brumm me ha conseguido la medicina.", garabateo rápido, sonriente.

Seguí con la vista lo que me indicaba, y di entonces con la pulsera. Alcé las cejas, con gesto impresionado.

-Vaya, siento haber subestimado tus capacidades -sonreí.

Me sorprendió un poco lo que decía. Por lo que sabía, Jun estaba en Brontë como guerrero en aquel momento, así que lo lógico sería que durmiera con todos los demás. Ladeé la cabeza, mirándolo con curiosidad. ¿Por qué siempre se apartaba?

-¿Ah, sí? ¿Y dónde está esa habitación? -pregunté-. ¿Cómo es que duermes allí?

A ver si iba a resultar que uno aquí podía agenciarse habitaciones individuales y yo estaba de idiota poniendo unas cortinas cuando quería un poco de intimidad. Aunque, en aquel tiempo, hasta le había cogido cariño a mis cortinas y mi cama junto a la ventana.

Me llevé una mano a la frente cuando mencionó las medicinas. ¿Pero en qué estaba pensando? Entre la caída, los regalos y esto y lo otro, se me había olvidado preguntarle al respecto. Lo había visto tan bien que, directamente, se me había olvidado. Lo miré con cierta expresión de arrepentimiento.

-¡Es verdad! -exclamé-. ¿Todo bien, entonces?

Asiento, animado. Por supuesto que mis capacidades son impresionantes. Soy capaz de tropezar con el aire y muchas cosas más. Soy un ser magnífico y poderoso. Por algo estoy aquí.
Aunque aún no sepa el motivo. Quizás llegado el momento de la lucha se incendie solo mi adversario. Ojalá pase, porque como tenga que matarlo yo...

"Luego te la enseño". La miro, incómodo. "Era la que usaba cuando estuve aquí y" "me siento muy incómodo en las habitaciones con" "guerreros de verdad, aunque el señor Brumm" "dice que va siendo hora de que me mude."

Visto así, soy un poco patético... Jo. Hasta lo entiendo.
Supongo que lo de ser guerrero es todo postureo.

Recupero la sonrisa al hablar de la medicina. Asiento animado.

<<Todo bien.>>

Asiento y saco el bote del bolsillo, para mostrárselo. La verdad es que me ha quitado un peso de encima...

Lo miré con expresión entre escéptica y burlona, ladeando la cabeza. Luego negué.

-¿Con guerreros de verdad? -pregunté, divertida-. ¿Y tú qué eres? ¿Un muñeco de madera de los que hay en la sala de entrenamiento?

Sabía que a Jun no le gustaba mucho la idea de servir a Brontë, pero el caso era que él mismo había accedido a hacerlo, así que censurarse no tenía ningún sentido. Además, yo seguía pensando que podría hacer mucho si practicara lo que debía.

-Aún me debes un entrenamiento -comenté, como quien no quiere la cosa.

Observé con curiosidad el bote de pastillas cuando me lo enseñó. Si necesitaba una al día, tendría suministros para una temporada.

-Me alegro de que solo haya sido un susto -confesé, alegre-. No deberíamos esperar menos de Nagorr Brumm -. Entonces me puse seria. Señalé el bote con un gesto vago-. Y eso... ¿va a curarte?

Extiendo la mano, paralela a la mesa, moviéndola de lado a lado, dando a entender que más o menos. La verdad es que creo que en un combate real haría poco más que esos muñecos. Escapar, como mucho. Soy rápido, por suerte. Algo es algo...
Y bueno... Lo del entrenamiento me hace ponerme algo serio y tieso. ¿Le debo eso? ¿Por qué voy ofreciendo esas cosas? Si es que...
Asiento, finalmente, resignado, con una sonrisa algo cansada, y sigo comiendo.

Todo marcha bien hasta su última pregunta. Frunzo el ceño, confuso, mirándola con semblante interrogante. Claro... ¿Por qué no iba a curarme?

"Por supuesto. El abuelo me lo dio para eso."

Desde que empecé a tomar las pastillas todo ha ido mejor, al fin y al cabo.

<<¿Por qué?>>

Lo miré con cierto aire de desaprobación.

-Bueno, si es lo que consideras y de verdad quieres servir a Brontë, tal vez lo que tienes que hacer es trabajar en pasar de guerrero de madera a guerrero de carne y hueso -sugerí, algo molesta. Me fastidiaba la facilidad con que admitía la derrota y se resignaba a que, sencillamente, no era útil. Era ciertamente frustrante.

Asentí, seria, ante su respuesta. Cuando preguntó el motivo de que yo cuestionara algo así, me di cuenta de que, probablemente, había malinterpretado la pregunta. Sonreí, entonces, con intención de apaciguarlo.

-A ver, que ya me imagino que si te lo ha dado es para que mejores -repliqué, con calma-. Tampoco es que me quiera meter, que si no me lo quieres contar, es asunto tuyo. Es solo que el otro día, cuando hablaste de que estabas enfermo, no parecía que hablaras de una enfermedad que se pudiera superar. Me refería a si es una medicina que simplemente te hace sentir mejor o si de verdad te ayudará a curarte. Algo así como... si vas a tomarla para siempre o solo hasta que estés bien. No sé, es que yo te veo bien ahora. Hasta tienes pinta como de más sano. Lo digo por si el señor Brumm va a tener que conseguirte la medicina más veces o con esta será suficiente. Que ya digo, es asunto tuyo.

Por la cara que había puesto, mejor dejar claro que no era por cotillear.

Asiento, cabizbajo. Lo cierto es que sí, debería empezar a esforzarme un poco... Aunque sea por que Massen deje de pensar que soy un inútil. Porque otros ni se darán cuenta, pero ella parece desesperada y tal...
Soy una decepción constante... Para el abuelo, para el señor Brumm, para Massen... ¿Y qué tal para mí mismo? No lo tengo claro... No sé bien qué es lo que quiero.

Luego se pone a hablar de lo de la medicina y me siento un poco frío. Sinceramente, no sé qué decirle. El abuelo nunca me aclaró exactamente qué me pasa. ¿Por qué no pregunté? Pues ni idea... Será que soy algo tonto.

"No sé. Sinceramente."

Bajo la vista, pensativo. Empiezo a ponerme nervioso, así que escribo acelerado, agobiado. A cada frase me siento más crispado.

"A veces me desmayaba y" "no podía levantarme durante días." "Pero no la tomé siempre." "Empecé después de haber venido aquí y"

Empiezo a escribir de nuevo. ¡Maldita sea! Con la pizarra no hay quién se comunique. ¡Esto es imposible!
Lanzo la tiza al cielo, frustrado, con furia, y al hacerlo se me escapa, sin quererlo, un clair ëm yäk.
Me detengo, llevándome una mano al cuello un instante, con manos temblorosas. Enseguida me levanto y me pongo a recoger trozos de tiza.
No sé qué me pasa...

FdR- Pausado

Jun parecía no saber responderme. Me encogí de hombros, dando a entender que no importaba. Si él no sabía, evidentemente, menos me iba a enterar yo. Sin embargo, parecía nervioso. Empezó a escribir, cada vez más rápido. No. No estaba nervioso. Crispado. Trataba de leer, pero iba tan rápido que me resultaba difícil.

De pronto, lanzó la tiza y un hechizo. Lo miré, asustada. ¿Pero qué le pasaba? ¿Era por lo que yo había dicho? Me quedé un momento quieta, mirándolo, sin saber cómo reaccionar. Luego, cuando se levantó, hice lo propio, comenzando a recoger tiza. Le di los trozos que había cogido, mirándolo con preocupación.

Lo cogí entonces por la muñeca, mirándolo muy seria.

-Jun, no tienes que hacer todo lo que yo diga -declaré, entre nerviosa y preocupada-. Y no tienes que hablar de eso si no quieres. Me dijiste que estabas enfermo y quise saber qué te pasaba, pero tampoco tienes que darme el parte. Lo que importa es que estés bien. Así que, dime, ¿estás bien?

Traté de sonreír para animarlo.

Respiro con más agitación de la usual. El collar me aprieta un poco en el cuello, pero lo ignoro. Al menos me distraigo recogiendo la tiza, con ayuda de Massen.
Me paso una mano por el pelo, con agobio, y trato de sonreír, con cierta desgana, cuando me habla. Será cansancio, eso es. Cansancio.
Asiento. Parece una tontería que me lo diga, pero es cierto que a veces me siento como si me estuviera mandando, y sé que no es su intención. Supongo que es porque... No sé... Estoy como acostumbrado a que siempre haya alguien que me guíe. Me siento algo perdido sin eso. Soy un pusilánime.

<<Lo siento.>>

Me paso la manga por la cara para secar un par de ridículas lágrimas que quieren salir y luego me pongo muy serio. Ya no soy un niño.
Bueno...
La miro de nuevo. Voy hasta la mesa y recupero la pizarra, con gesto cansado.

<<Odio esto.>>, sonrío forzadamente, señalando la pizarra. Luego escribo.

"Estoy seguro de que si no pudiera estar" "aquí, no me lo permitirían." "Así que supongo que estoy bien."

Empezaba a sentir una cierta opresión. Apreté un momento la muñeca del chico, tratando de infundirme ánimos.

-Jun...

Lo dejé ir hasta la pizarra, sintiendo cómo cada gesto que él hacía me hacía sentir peor. Me sentía culpable. Si al menos... Tenía que intentar practicar más la lengua de signos. Lo estaba bloqueando, y no quería molestarlo.

Volví a sentarme a la mesa, pero esta vez a su lado. Negué con la cabeza y señalé la pizarra.

-No te estoy hablando de eso -repliqué-. Déjate de "me han dicho". Te estoy hablando de ti. De cómo te encuentras tú.

<<¿Cómo estás?>>, formé con las manos.

La miro, esbozando una sonrisa. Esa cara de preocupación no me gusta nada. Lo que me faltaba... Soy poco menos que una carga que no hace por ella más que una pulsera, la distraigo de sus estudios, pero, eso sí, la preocupo. Eso no puede ser, Jun. Tienes que dejar de depender tanto del resto de personas. Te lo prometiste al venir aquí.
Y si no puedo, al menos, debería volverme a casa con el rabo entre las piernas. Allí seguro que me sería más fácil completar el ala de Lluvia y tantas otras cosas...

<<Bien, gracias.>>

Sonrío, pero termino por menear la cabeza un par de veces. Para qué mentir. Tampoco es que la verdad sea tan rara. Siempre he sido así. Y ella lo sabe.

"Estoy algo agobiado." "Me gusta estar contigo, estar con Lluvia..." "He conocido a gente simpática aquí."

Suspiro, con desagrado. Qué agobio. Luego me señalo la sien con el dedo y una sonrisa alicaída.

"En la Torre casi todos pueden hablar desde aquí."

Me echo hacia atrás, apoyándome en el respaldo de la silla y mirando al techo un momento, pensativo. Luego retomo la escritura.

"Estoy acostumbrado a escribir," "pero es mucho más difícil expresarse."

Y bueno, hay una cosa más... Que no estoy acostumbrado a este sitio. Yo es que...

"No sé si me atreveré a luchar alguna vez", reconozco, finalmente, mirándola con inseguridad.

Ya estaba a punto de protestar ante su respuesta, tan evidentemente falsa. Ya estaba empezando a enfadarme de verdad. Y, por fin, se decidió a hablar.

Me quedé quieta, seria. Me limité a esperar, callada, a que dijera todo lo que quisiera decir, leyendo la pizarra cada vez que me la mostraba. No dije nada en ningún momento, temiendo que, si interrumpía, dejara de decir todo lo que le estuviera pasando por esa cabeza hecha nudos.

Cuando por fin pareció dar por terminado el asunto, intervine.

<<¿Lluvia aprende signos?>>, pregunté, no muy segura de estar expresándome correctamente.

-La gente no piensa mucho en los que son como tú -declaré, sin tapujos-. Nadie se para a pensar en que aprender a hablar con las manos pueda facilitarle la vida a ciertas personas. Si lo piensas, no es solo eso, podrían hacerse muchas más cosas que ayudarían a cierta gente. Pero las minorías no preocupan, y es algo que tienes que aceptar. El mundo es duro.

Recogí las piernas, apoyando los pies en la silla y abrazándome las rodillas. Dudé un momento antes de hablar.

-No creo que tu problema sea el cómo hablar con la gente, Jun -dije, por fin-. Creo que lo que te pasa es que no quieres crecer. Yo te entiendo, ser niño es muy cómodo. Pero no creo que puedas ser niño ya, ni siquiera en tu querida torre. Y a lo mejor nunca llegas a usar ese arco que te han regalado, pero si quieres vivir, vas a tener que luchar. No en combate necesariamente, quiero decir. Pero en un ámbito o en otro, siempre vas a tener que aprender a luchar.

Me miré las manos, con el ceño fruncido, pensando.

<<No hablo bien>>, expresé con esfuerzo. <<Pero entiendo simple. Cosas simples. Tú hablas signos.>>

Asiento, más contento, cuando dice lo de Lluvia. lo cierto es que me anima mucho que ambas se estén esforzando tanto por mí, perdiendo así su tiempo. Tampoco es que vaya a tener muchas cosas interesantes que decirles luego, la verdad. Se sentirán decepcionadas... Pero a mí me hace ilusión.
Asiento de nuevo, llegando a reír cuando menciona lo de las minorías. Sí es que al final Massen es una de esas idealistas acérrimas que llevarán al mundo a convertirse en un lugar mejor, o algo así. Seguro que se lo ha propuesto. Y seguramente tenga las capacidades para conseguirlo si se esfuerza. No es tan paradita como uno que yo me sé...

"He crecido entre algodones.", me burlo de mí mismo, con una sonrisa de resignación. "Simplemente no estoy acostumbrado a esto."

Luego se pone a hablar de nuevo, y me hace ponerme un poco más serio. Será su expresión... Aunque luego sus palabras la apoyan.
Mi expresión termina por ensombrecerse un poco y bajo la vista a mi plato, vacío. He leído sobre el complejo de Peter Pan alguna vez, pero nunca me lo he atribuido. Pero al oírlo de ella... ¿Realmente esa es la imagen que doy? Siempre he sido un niño, para todos...
Tomo el tenedor y contemplo en él el reflejo deformado de mi cara. He venido aquí a esconderme, no a luchar, no a ser un guerrero... Jamás podría disparar una flecha contra nadie, aunque fuese mi enemigo...
Ni siquiera he considerado tener enemigos. Soy un chico tranquilo y pacífico...
Estrecho los ojos, frunciendo un poco el ceño, pensativo. Termino por asentir, medio ausente.
Al mirarla mover las manos se las tomo, corrigiendo un poco un par de gestos.

<<Lo haces bien. Eres hábil.>>

"Hábil", escribo, repitiendo el gesto un par de veces.

Me miro las manos yo mismo. ¿Y yo? ¿Soy hábil? Debería existir algo que yo pudiese hacer. ¿Qué esperaba de mi vida más allá de pasarme todo el tiempo estudiando en la Torre? Antes quería ser como los guerreros, por supuesto. Pero creo que estoy muy lejos de la muerte todavía...
Vaya frustración.

No parecía muy contento con lo que le decía, y era normal. Tampoco le estaba echando flores, precisamente. Me habría gustado ayudarlo, animarlo, pero realmente no había mucho que hacer al respecto. Lo más factible sería escucharlo, dejar que se desahogase, pero tampoco era muy dado a ello, ni lo tenía fácil.

Lo dejé corregirme los gestos, afianzándolos una vez lo hubo hecho. Los repetí un poco más rápido, ya no para decir nada, sino para practicarlos. Luego lo miré, sonriendo a su cumplido.

Repetí el gesto que me había indicado, esperando que lo corrigiera.

<<Hablar más fácil>>, expuse, tratando de expresarme lo mejor que podía. <<Hablas y cuentas cosas. Entiendo.>>

Esbozo una sonrisa. Luego me paso una mano por la cara, masajeándola con la palma. Lo peor de todo es que los niños con los que jugaba de pequeño se aburrían conmigo porque "era como muy mayor", siempre leyendo y "hablando" de cosas aburridas. Pero al final el disfrutar del estudio no me ha convertido en adulto. Solo sé cosas, pero sigo siendo un niño. Y sin dejar de querer serlo, según el testimonio de Massen Dew, aquí presente.
Es un poco... No sé... Cabrea un poco, creo.

Alzo el pulgar cuando repite mi gesto. La verdad es que se le dan bien estas cosas. Es satisfactorio ver que aprende bien.

"Algún día sabrás tanto que no necesitaré esto." Señalo la pizarra con una sonrisa alegre.

Un bostezo me interrumpe. Como he dicho ya, no son horas para mí. Y no creo que hoy sea la noche que va a sacarme de fiesta.
Ni hoy ni pronto.

Me encogí de hombros, sonriendo. La verdad era que no sabía si se me entendía bien, porque me costaba mucho formular frases. Pero, si aprendía, Jun no tendría que enervarse porque la pizarra le impedía comunicarse como querría. Y, probablemente, podría hablar mucho mejor con él de lo que podía por el momento.

-Eso espero -respondí. Sino, todo el esfuerzo no serviría de nada.

Jun bostezó, y yo sonreí. Si es que sería todo lo mayor que quisiera, pero en el fondo era un auténtico criajo. Le di un toque con el dedo en la mejilla.

-¿Te merecerás que te deje ir a dormir? -pregunté, como si me estuviera planteando seriamente qué hacer al respecto.

Abro los ojos al sentir su dedo contra mi cara. Esbozo una sonrisa, rascándome la nuca con mucha naturalidad. Tampoco es que le haya hecho nada.
Niego, declarando que no me lo merezco. Si alguien va a tirar piedras contra mi tejado, seré el primero. Me gusta reírme de mis defectos. De mí mismo, en general. No tengo problemas con ello. Incluso con mi propia mudez. No es ningún trauma.

"Pero vas a hacerlo de todos modos", añado, con la pizarra, mirándola de reojo y alzando las cejas un par de veces, haciéndome el interesante con una sonrisa de lado.

Tan irresistible como un caramelo, Jun. E igual de infantil, por lo que parece. Si al final no me estoy poniendo nada las pilas. Voy a tener que hacer un poquito más o me caerá encima toda la severidad del señor Brumm, y habiéndose esforzado en conseguir mi medicina...