Comedor

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Entro en el comedor, animada, saboreando ya mi bocadillo de lomo, lechuga, tomate y queso como si lo tuviera entre las manos. Entonces veo una mesa ocupada y... ¡qué sorpresa! Massen y la tipa de Gerry. No la imaginaba relacionádose con ese tipo de pécoras. No le pega demasiado.

-¡Ey! -saludo, desde la puerta, haciendo un gesto a la piscis con la mano, animada pero sin acercarme. Que yo también sé ser un poco educada a veces-. ¡Buen provecho!

Mantengo la mirada unos instantes en ella, como evaluando su situación. Comer con gente está bien, pero parece ocupada. Vaya rollo.
Termino por sentarme en una mesa cercana.

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Me encogí de hombros al verla tan poco convencida. A lo mejor, efectivamente, no tenía nada que ver. Pero la posibilidad de que así fuera no me dejaba tranquila.

-No sé, fue muy repentino, pero parecía bastante alarmado -traté de explicar, cada vez menos convencida yo misma-. No sé dónde estará, aunque lo más probable es que siga en la enfermería. Tampoco sé qué tal llegó allí, porque por el camino me encontré con un chico que me dijo que se encargaba él. Ni siquiera me dejó explicarle nada.

Bajé la vista al plato, algo cohibida. Su seguridad me hacía sentir un poco estúpida. Quizá había dado demasiadas cosas por hecho. Volví a encogerme de hombros y me centré en terminar el pescado.

-Supongo que tienes razón -murmuré.

Me volví al oír una voz conocida. Sonreí a Frikka, que acababa de entrar.

-¡Hola! -saludé con un gesto.

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La escucho, silenciosa. Resultan detalles a tener en cuenta. Quizás deba pasarme por allí a ver si puedo averiguar algo más. No me premitiré preocuparme por nada hasta que haya conseguido los datos suficientes. Y ni entonces, bien pensado. El caos es algo negativo sea cual sea la situación en la que cunda.

-Gracias por preocuparte, de todos modos -murmuro, esbozando una sonrisa.

Una chica entra en ese momento. La he visto antes, aquí mismo. Parece que se conocen.
Miro a Massen con curiosidad.

Debería ir marchándome, por otro lado. No quiero perder la tarde desocupada. Ya bastantes días llevo sin hacer nada.

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Alcé la vista hacia Alehyss y le dirigí una pequeña sonrisa. Bueno, tampoco era negativo que se lo hubiera contado. No le hacía ningún daño a Gerald, y ella, por lo menos, tendría un poco de información a tener en cuenta si le pasaba algo. Que, como ella misma decía, era más bien poco probable.

-Pensé que no estaría de más que lo supieras -repuse.

Me llevé el último trozo de comida a la boca y me limpié con una servilleta. Después llené el vaso de agua otra vez y me lo bebí. Un nuevo trueno, uno especialmente fuerte, llamó mi atención. Desde luego, tuviera que ver con lo de Gerald o no, aquella tormenta era preocupante.

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Ensancho la sonrisa, a su comentario. Lo cierto es que la diferencia de edad entre ambas es bastante elevada. Recuerdo cuando vi a Massen por primera vez. Se mostró algo recelosa en aquella ocasión. Y, pese a todo, por unos motivos u otros, hemos acabado llevándonos bien. Me resulta agradable su compañía, aunque al principio me incomodaba pensando que no se me daban bien los niños. Pero no es una niña, al fin y al cabo.

-Muchas gracias -. Asiento, reconociéndole el gesto-. Ahora creo que voy a ver si soy capaz de aprovechar el día en algo. Espero encontrarte pronto de nuevo.

Me pongo en pie. No me ha pasado desapercibida la caeruleus, que nos lanza miradas furtivas de cuando en cuando. Podría ser más discreta con facilidad.

-Creo que alguien quiere llamar tu atención -digo, haciendo referencia a la chica, sin pudor, sosteniéndole la mirada un instante hasta que la aparta-. Yo me voy ya. Un placer.

Parece que ya tengo algo que investigar. No está mal.
Dedico una última despedida a Massen y me apoyo en la muleta para llegar hasta la puerta.

*se va*

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Dejé el vaso en la mesa con una sonrisa. Alehyss dijo entonces que se iba, así que me despedí de ella. Bien pensado, yo también debería aprovechar la tarde.

-Ya nos veremos -respondí, algo más animada.

Dirigí entonces una mirada a Frikka, a la que Alehyss señalaba. Sonreí a la caeruleus. Ya tenía pensado acercarme a hablar con ella. De hecho, en un primer momento, había esperado que fuera ella la que se acercara.

Así pues, cuando Alehyss echó a andar hacia la puerta yo, aprovechando que ya había terminado de comer, me senté con Frikka.

-¿Cómo va eso? -pregunté.

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No sé qué pretende la arrogante esa mirándome así, hablando de mí en mis narices, pero sin saludar siquiera. Maldita presuntuosa. Termino por apartar la mirada, molesta, centrándome solo en deglutir mi comida. Esto está de puta madre.
Cuando la tipa esa se larga, Massen viene, y la saludo relajada. No se va a arruinar mi día por una chorrada como esa. Si no me amarga la lluvia, nada me amargará.

-Aquí me tienes. Preparada para un buen entrenamiento, como cada día -digo, aunque mi tono de hastío no se corresponde con mis palabras, que parecen animadas. Dejo ir un bostezo, sin cubrirme la boca-. ¿Y tú? Tienes la nariz que parece un pimiento.

Sonrío, dando un nuevo mordisco a mi bocadillo.

FdR- Hay que ir yendo al tablón de anuncios :3

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Sonreí, asintiendo, animada.

-Sí, yo debería hacer lo mismo -coincidí-. Hoy no he aprovechado nada el día, la verdad.

Como si fuera una respuesta a su comentario, saqué del bolsillo el pañuelo y me lo pasé por la nariz, limpiándomela. Luego me encogí de hombros, con cierto aire de fastidio.

-Pues la verdad, llevo así unos cuantos días -respondí. Miré un momento por la ventana-. Debe ser este maldito tiempo, que se ha cebado conmigo. Pero bueno, ya estoy un poco mejor.

Me pregunté si, como había dicho Alehyss, de verdad querría hablar de algo o si simplemente le apetecería compañía. Me recodé en la mesa, mirándola comer.

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Asiento, animada. Seremos las chicas más fuertes de todo Brontë, sin duda. No espero menos de nosotras. No menos de mí, al menos.

-Cuando te mejores podemos entrenar juntas -ofrezco, sacando pecho con orgullo-. Aunque he de advertirte que estoy hecha un roble.

Mis entrenamientos en solitario, los entrenamientos con Gerald... Si volviesen a atacar ahora el palacio aquellos gilipollas verdes ya veríamos si todo se desarrollaba igual. Soy una guerrera nueva, más poderosa y determinada.

-Oye... -murmuro, apartándome un poco de pronto, escéptica-. No serás contagiosa, ¿verdad?

No quiero reconocerlo, pero siendo asmática las gripes me derrotan más que a cualquier otro. Y a ver cómo me recupero después de dos semanas encamada.

Me meto el último trozo de bocadillo en la boca, satisfecha.

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Mantuve la sonrisa y la miré con orgullo. Después de lo de el otro día, me sentía capaz de lo que fuera. A quién le importaba una estúpida gripe.

-Bueno, bueno, menos presumir -repuse, como retándola-. Tampoco me subestimes. Podría entrenar ahora. Una gripe no va a dejarme al margen.

Sin embargo, me retiré un poco hacia atrás cuando preguntó por la enfermedad. Me puse el pañuelo delante de la boca y la miré como con gesto de disculpa.

-Pues... hasta ahora creo que no he contagiado a nadie, pero tampoco me fiaría yo mucho -repliqué.

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Cavilo, con cuidado, sus palabras. Puede que sea contagiosa, ¡¿pero desde cuándo una gripe ha hecho que Frikka Njorthrbiartr se cague por los pantalones?! Venga ya. Chorradas.
Me llevé las manos a la nuca, animada. Si el pececito quería pelea no había motivos para no dársela.

-Pues si quieres, apúntate. Es que entreno con Gerry, y ya estoy llegando tarde, así que casi prefiero que te vengas conmigo y no que me de la lata un mes. Si se queja le pateamos el culo.

Exhibo una enorme sonrisa. Entrenar siempre con la misma persona acaba siendo aburrido. Hay que ampliar horizontes. Soy una muchacha muy liberal. No me importará cambiar de pareja. Y así aprendo cómo se mueven los otros gerreros. Al menos Massen no parece haber salido de algún tipo de chiste.

FdR- He escrito el apellido de Frikka de memoria fallando solo en 2 letras *0*

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Me quedé un poco extrañada cuando me dijo que me apuntara a entrenar, ya que precisamente le estaba diciendo que pensaba hacerlo. Pero en cuanto dijo dos frases más entendí a qué se refería. Entonces, de pronto, me sentí un poco mal.

-Gerry es... Gerald, ¿no? -pregunté, para asegurarme.

Pensé por un momento en lo que había estado hablando con Alehyss. Quizá debería moderarme un poco antes de ir diciendo a todo el mundo lo mal que se encontraba. De hecho, quizá con el susto me había hecho ideas que no eran y resultaba que ahora estaba perfectamente. De todas formas, dadas las confianzas con que Frikka parecía tratarlo, decidí informarla de la situación.

-Bueno, si ya has quedado, tampoco me quiero meter, ya tendremos ocasión tú y yo. Pero no le des mucha caña hoy, que ayer a la noche no se encontraba muy bien -comenté, tratando de no preocuparla.

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Asiento, despreocupada. ¿Quién iba a llamarse Gerry si no? Es un nombre horrible. Espero que ninguna madre se lo ponga jamás a un hijo. Aunque ya las hay, por lo que sé. La gente, a veces, es un poco mala.
Su comentario final me hace alzar las cejas, sorprendida, y recupero una postura erguida, más seria, reposando las manos sobre la mesa. Aunque no tardo en sonreír.

-¿De qué se queja ahora ese debilucho? Será que de follar demasiado le ha dado un tirón en el pito -me burlo, despectiva.

Pito. Dicho así suena mucho más pequeño. Qué gracia.

-Si quieres venir, de todos modos, acóplate, que si se queja ya le cierro yo la boca. Y si no, espero que podamos entrenar juntas pronto.

Así no le aguanto la cara al otro todo el día.

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Me sentía un poco incómoda con sus comentarios. Habiendo visto su estado de primera mano, me sabía un poco mal su actitud. No parecía asunto de tomarse a risa.

Aún así, no quise preocuparla.

-Bueno, no creo que fuera nada grave, pero... -Negué con la cabeza. Lo ideal sería no hacerle perder el tiempo e irnos a entrenar. Una vez lo viera allí, en perfectas condiciones, quedaría patente que, efectivamente, había sido yo quien lo había exagerado todo.

Sonreí.

-Bueno, te acompaño -accedí, finalmente-. Que al final lo único que estoy consiguiendo es hacer que llegues tarde.

Las dos nos levantamos y nos fuimos de allí.

*Se van*

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Llamos al comedor con el entusiasmo un poco peor del que me gustaría. Pero si uno se lamenta por lo que le desagrada, pierde el tiempo. Simplemente hay que arreglarlo.

Al entrar ya voy informando a una chica del servicio de que pretendemos cenar y que para mí traiga una jarra de cerveza, un poco de potaje y un plato con carne, patatas y guarnición. Definitivamente tengo mucha hambre.

Luego me acerco a la mesa donde solemos sentarnos para tomar nuestras cañas de rigor.

—Ahora que no tarde demasiado —Comento, algo quejicoso. Me recuesto en la silla, poniendo las manos tras la nuca y mirando alrededor. Entonces caigo en la cuenta de que hay un nuevo y llamativo anuncio en el tablón.

—¿Ya has visto eso? —Pregunto a Cierzo, con el ceño fruncido por la curiosidad. Entonces me levanto y me acerco a leer.

Oh, así que es buen momento para descubrir el pastel. Entiendo. Voy a creerme eso que dijo la piscis de que no me dejan largarme.

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Cuando entramos en el comedor, Gerald se dirigió directamente a una chica del servicio antes de sentarse para pedir la cena. Ya que parecía que esta iba a ser copiosa, y teniendo en cuenta que yo no tenía muchas ganas de ponerme a pensar en aquel momento, decidí ordenar lo mismo. Después nos dirigimos a nuestra mesa de siempre.

Tomé asiento con un suspiro de cansancio y asentí, mostrándome de acuerdo. Después de tantas horas sin comer, esperar más todavía parecía un auténtico suplicio.

Algo no tardó en llamar su atención, y cuando se levantó fruncí el ceño, intrigado, y lo seguí con la mirada. Pronto me fijé yo también en el nuevo anuncio, y me acerqué a leer con él. La verdad era que no sonaba muy esperanzador.

-Pues menudo panorama -comenté, sin mucho ánimo. Miré a Gerald de reojo-. Por si no tenías suficiente. Al final sí que voy a tener que encargarme de llevarte en volandas por ahí. Veré si puedo al menos encargarme del correo.

Tras leer el mensaje, volví a mi asiento, algo malhumorado. No me gustaba todo aquel asunto.

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Suelto una especie de risa que más se parece a una escape de aire cuando Cierzo da su opinión al respecto. Pongo los brazos en jarra, mirando un par de veces más el papel.

—Todo muy cataclísmico —Expongo en un repaso geral de los hechos.

Después lo imito, volviendo a la mesa. Hoy va a acabar el día retorcido otra vez, según parece. Apoyo los brazos en la mesa y me froto las manos distraído.

—¿Has hablado con tu madre? —Pregunto, curioso. Cuando ha mencionado el correo he recordado sus líos familiares. Ya llevamos demasiado hablando sobre mí.

Edad : 31 Mensajes : 911

Al poco de volver a la mesa tuvimos ante nosotros unas buenas fuentes de comida y estuvimos servidos. No tardé en atacar la comida, sin perder tiempo. Ante la pregunta de Gerald, estuve a punto de atragantarme. Lo miré, divertido.

-¿Yo? ¿Hablar con mi madre? ¿Ahora que por fin la tengo lejos? -ironizo-. A ella en concreto no recuerdo cuándo le escribí por última vez. Aunque me parece que falta poco para que se me acabe la tranquilidad. En cualquier caso, lo voy aplazando en la medida de lo posible. Así que no estoy en contra de cataclismos.

Empezaba a plantearme seriamente la necesidad de una visita a Ventus, y justo entonces había estallado la tormenta. Algo estaba de mi parte, desde luego. Mejor así.

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Echo mano de mis platos y empiezo a comerme el potaje con bastante interés, acompañándolo con buenos trozos de pan mientras escucho la respuesta de Cierzo.

—Pero, a ver, ahora que ya está todo hecho y tú tienes tu vida, ¿qué puede pasar cuando se entere? Ya no tienes doce años y tampoco es que pueda pegarte unas alas mágicamente —Comento, un poco aburrido de las peroratas de esa señora. El histerismo es un mal horrible.

Sigo comiendo con bastante prisa. ESto sabe bien.

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Negué con un gesto, rechazando la idea completamente, con el ceño algo fruncido.

-Ah, no, hacer no puede hacer nada, pero eso ya lo sabe desde siempre -repuse, bastante relajado-. Creo que conozco más aparatos ortopédicos para las alas que cualquier especialista, y puedes estar seguro de que ninguno de ellos me ha ayudado jamás. Lo que a mi señora madre le gustaría sería que le diera un buen montón de retoños alados, en mí ya no tiene ninguna esperanza. Pero puso mucho empeño en que mantuviera esos estúpidos miembros en la espalda, así que dudo mucho que se lo tome con calma. Y créeme, esa mujer da miedo.

Cuanto más tiempo pasaba desde la operación, más a gusto me sentía con el tema. Aún así, anunciarlo en casa seguía siendo un asunto delicado. Sin embargo, poco a poco iba ganando seguridad al respecto.

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Así que retoños. Sí, claro, siempre ha sido el trabajo de los nobles. Crecer, follar, tener hijos, que crezcan, que follen, que tengan más hijos...

—Pues apostaría porque casi lo consigue —Bromeo, antes de dar un de las últimas cucharadas a mi plato, soltando una risilla y recordando a su desaparecida churri de alasperfectas. Me limpio la boca y cambio de plato, dedicándome a la carne. —Mithos, esa mujer casi te devora —Añado, ya con una risa más patente.

Doy el primer bocado a la carne con patatas, mirándolo por un momento.

—Oye, ¿tu madre no necesitará compañía..? No sé, somos amigos. No es por hablar mal de tu padre, pero... —Bromeo. Las madres no suelen tener muy buen parecer, pero a veces hay alguna interesante. No puedo evitar pensar en la caeruleus.

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Solté un resoplido a modo de risa.

-Yo no lo veo tan sencillo -repliqué, escéptico-. Digamos que no solemos coincidir en gustos. Y que no me gustan los críos. Creo que son un par de detalles importantes a tener en cuenta. Pero dejaré que lo siga intentando. Al menos ha dejado de intentar escoger ella, lo cual es de agradecer.

Continué con la comida, devorando con ganas. Mientras comía iba siendo cada vez más consciente del hambre que tenía. Me detuve en mitad de un bocado, mirándolo con un gesto de entre advertencia y horror.

-Veo que el consejo de limitar las edades no ha calado demasiado -comenté-. Haz lo que quieras con señoras de esa edad, pero si quieres un consejo, no te acerques mucho a mi madre. Y créeme, no lo digo porque sea mi madre, lo digo como consejo, como muestra de que me importas.

Solo imaginar de lo que esa arpía era capaz me provocaba escalofríos.

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—Si ya se te ve en la cara, que estás deseando tener a un cúmulo de enanos gritones y cagones que te miren con sonrisas fanadas y mocos intentando llamar tu atención todo el día —Debo decir que en eso estaba muy de acuerdo con él. Los críos son de las cosas más incómodas que hay sobre Mithos. Están en el mismo saco que los animales. Aunque hay animales un poco soportables.

—"Lo siento, madre, pero mi cuerpo no tiene la cabacidad de dar a luz a un hijo. Tendrás que dejarlo pasar" —Añado con tono agudo y burlón, bromeando de nuevo con lo subliminal para luego seguir comiendo y bebiendo.

Alzo las cejas mientras trago con fuerza y me encojo de hombros.

—Tampoco es que tenga demasiado interés en ese rango de edad. Era más como un favor personal —Ladeo la sonrisa. —Pero estoy deseando conocerla. Eso de que una titi de mediana edad sea tan "terrorífica" no acabo de creérmelo. Mis ojos necesitan corroborarlo —Comento, volviendo al plato nuevamente.

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Puse los ojos en blanco. Lo hacía sonar todavía peor de lo que lo era ya en mi mente, y no precisamente porque yo lo viera de forma positiva.

-Sí, es el sueño de mi vida -gruñí con voz monocorde.

Negué firmemente, dando el tema por imposible.

-Ah, no, eso sería lo mismo que darle una paliza -repliqué-. Lo ideal es dejar a la mujer tranquila. Si no se le replica mucho, hasta se amansa un poco. Déjala que viva con sus ilusiones.

Dibujé una mueca de disgusto. Desde luego, aquella clase de comentarios hacían evidente que no la conocía.

-Ese cuento quizá hubiera colado hace algún tiempo, pero créeme que ahora ya no -repliqué-. Y, desde luego, no me harías el menor favor. Probablemente solo aumentaría su histerismo. Más que terrorífica, yo diría que es insoportable. El terror nace de la idea de tener que aguantarla continuamente. Podría intentar disculparla diciendo que es cosa de la edad, pero es que ha sido así siempre.

No tardé mucho en cansarme del tema de mi madre. Era la segunda vez que Gerald proponía una forma de unirse a la familia. Empezaba a ver curiosos intereses en sus propuestas, y así se lo hice saber.

Tras terminar la cena y un rato más de charla, acabamos por salir del comedor. Después de la noche pasada, yo necesitaba un buen descanso, y a él probablemente no le viniera mal tampoco. Así pues, echamos a andar hacia las habitaciones.

*Se van*

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Ya aseada y relajada, entré en el comedor de bastante buen humor, dispuesta a una buena cena que acabara de satisfacerme del todo. Después del ejercicio, tenía bastante hambre. Además, había comido temprano aquel día.

Me senté en una mesa y esperé. Cuando me atendieron, pedí un plato de macarrones con carne. Aquello repondría mi energía por completo. En cuanto tuve mi cena, acompañada de abundante agua, comencé a comer.

*Se queda*

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