Comedor

Jefe de Raza Edad : 85 Mensajes : 227

Una mirada ladina y golosa se dibujó en su rostro. Era una buena respuesta. La chica era receptiva al aprendizaje y dotes no le faltaban.- Bien... sabes cómo mantener contenta a tus superiores.- Añadió.- Sin embargo...- Dijo jugueteando con uno de sus cubiertos con cara de preocupación bastante teatral. - Existe... un pequeño... problema.- Exageró, viendo por encima de unas imaginarias gafas.

- No acepto a aprendices con pareja.- Dijo arrugando los labios.- Y no es por capricho.- Puntualizó alzando el índice.- La vida del guerrero, del protector, del héroe... el renombre no está hecho para las mujeres embarazadas que deciden abandonar todas sus dotes a los veintitrés porque el maridito de turno las ha dejado embarazadas y tienen que ponerse a cuidar de los hijos y de las tareas del hogar mientras él sigue por ahí. Nah...- bufó.- Yo sólo entreno a señoritas dispuestas a demostrarle al mundo que no son un pedazo de carne potencialmente embarazable y, consecuentemente, potencialmente inútil. Un hijo es una carga para toda la vida. Un punto débil VI-TAL recalcó. Los hombres nos hacen débiles.- Dijo mirándose las uñas. - Y no les odio. Son necesarios. Pero es mi política, chiquilla. Piénsatelo bien. ¿Aceptas ser mi discípula? Eres una mujer de características formidables. Ágil mental y físicamente. La pequeña Felhlo, aún a pesar de todo el entreamiento que recibió por mi parte, estaba a tu altura en cuanto a combate. Podrías superarla facilmente. A ella y al resto.- Hizo una pausa.-Quien sabe. Quizá Massen Dew llegue a ser algún día líder de provincia~- Dejó caer, extendiendo su fina y blanca mano hacia ella de forma sutil.

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Empezaba a tener la sensación de ver algo en sus palabras, y al mismo tiempo de no entender nada. ¿Me estaría haciendo delirar la fiebre? ¿Por qué iba a interesarse una líder como ella en mí? ¿Qué iba a hacerme a mí interesante para ella? El señor Brumm solía decirme que era una buena guerrera, pero nunca me lo había tomado como algo especial. Ver un reconocimiento como aquel en otros líderes me hacía sentir extraña. ¿O sería simplemente que no la estaba interpretando bien?

Compuse una sonrisa amable, tratando de sonar respetuosa, aunque mi estado no me ayudaba demasiado a parecer nada positivo.

-Me honra con sus palabras -hablé, tratando de sonar segura. No estaba de acuerdo con todos aquellos razonamientos que planteaba, pero dudaba que a ella le interesase mi opinión-. Me gustaría aprender de usted. Creo que gente de tan alto rango como el suyo tiene mucho con que enriquecer a guerreros como nosotros -. Desde luego, que me hubiera enseñado un hechizo era algo que ningún otro líder había hecho antes-. Pero estoy muy orgullosa de servir a los siete líderes de Brontë por igual. También me gustaría aprender de los otros. Creo que todos ustedes tienen muchas cosas que aportarnos. Estoy muy satisfecha con mi situación.

En cierto modo, su propuesta me recordaba a la de la vieja caeruleus. ¿Qué tenían los ancianos con aquella clase de cosas? ¿Había algún espíritu especial dentro de mí, o algo así? ¿O es que la líder también iba detrás de las muñecas? Esa idea me asustaba, pero dudaba que hubiera dado tantas vueltas de haber sido ese el caso. En cualquier caso, no entendía bien la situación.

Jefe de Raza Edad : 85 Mensajes : 227

Reprimió una macabra carcajada ante aquel comentario. Los líderes... aquella panda de... mejor prefirió callarse. Ya había tenido problemas con algunos de ellos y no quería que le echasen la bronca por pensar cosas indecentes tampoco.
-Bueno Massen Dew... La oferta sigue en pie.- Dijo guiñándole un ojo, cómplice. - Habla conmigo si decides cambiar de idea y... sino... ve a junto de... por ejemplo Blues Splash o Fera Twinkle A ver qué te enseñan... corre...- Dijo levantándose y yéndose con parsimonia.

*se va*

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No parecía muy contenta con mi respuesta, pero seguía siendo la única que podía darle. Me mantuve seria, escuchando, tratando de concentrarme en la conversación. Asentí, finalmente, cuando terminó de hablar.

-Le agradezco mucho su atención -respondí. Y, al verla irse, me despedí-. Buenas noches.

Por fin, me quedé sola. Suspiré, recodándome en la mesa, agotada. Solo cenar e irme a dormir... De verdad lo necesitaba.

Cuando al probar la sopa la encontré helada sentí unas extrañas ganas de llorar. ¿Por qué estaba tan tonta? ¿Cómo podía ponerme así por una sopa? Debía ser la fiebre...

Llamé la atención de una chica del servicio y le pedí que, por favor, volviera a calentarme tanto la sopa como el chocolate. Una vez lo hubo hecho, cené con rapidez, sintiendo cómo una agradable calidez me llenaba por dentro. Una vez hube terminado todo, me levanté y me fui del comedor. Necesitaba dormir...

*Se va*

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Cuando llegué al comedor, me senté, como solía, en un sitio lejos de la puerta, más bien cerca de la cocina. No tardaron en atenderme. Tras pensármelo un momento, pedí una bandeja de magdalenas y un tazón de leche caliente con miel. Sí, esa sería una buena cena.

En seguida la tuve delante. Era lógico, tampoco había pedido nada que requiriera mucha elaboración. Tras dar las gracias, cogí la primera de las magdalenas y comencé a pelarla. Miré un momento a la puerta. Con un poco de suerte, hoy cenaría sin que ninguna gran personalidad viniera a enfriarme la leche.

*Se queda cenando*

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Llego al comedor desperezándome. Al final me he dormido por la tarde, pero tampoco es que me haya venido mal. La verdad es que hoy casi agradezco el que Lea me dijese que no o creo que estaría destrozado.

Miro a mi alrededor un momento. A ver qué tomo. Acabo por pedir al fresco para beber, pero que no lleve alcohol. Me fijo que en una de las mesas hay una piscis ya crecidita que hace tiempo que no veo, con lo que ahí me dirijo con una sonrisa para tomar asiento.

—¡Buenas noches! Buenos ojos te vean. ¿Dónde te habías metido? Te noto algo diferente. Estás más guapa. ¿Qué tal? —Arremeto con comentarios y preguntas generales, para ahorrar tiempo más que nada. Hay que conocer a tus aliados, enemigos, compañeros, indefinidos... Cualquier cosa, pero que no te pille por sorpresa.

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El que se acercó esta vez no era una personalidad importante, sino más bien con un igual. Eso era más agradable, como que podía relajarme más. Sonreí a Gerald cuando se acercó, saludándolo con la mano.

Hablaba tan rápido que me costaba un poco seguirlo. O a lo mejor no hablaba tan rápido y era solo el embotamiento.

-Anda, cuánto tiempo -saludé yo también-. Pues me fui de viaje hace un par de meses, pero hace ya algún tiempo que estoy de vuelta. Por suerte, porque si me llega a pillar esa tormenta por el camino me habría dado algo. Eso sí, el trancazo lo he cogido igual... ¿Qué tal tú?

Pasé por alto los comentarios acerca de mi aspecto. Seguía sin saber cómo responder a aquella clase de cosas, así que prefería limitarme a sonreírle y no tener que añadir nada.

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Así que la pececita se ha marchado de viaje sola. Eso me hace sentir muy poco heróco ahora mismos. Apoyo en codo en la mesa y mi mentón en la mano del mismo, mirándola con una sonrisa casi resignada.

—Tienes que abrigarte —Aliento, no sé por qué. Por decir algo. Vuelvo a sostener la cabeza con mi cuello y apoyo ambos brazos en la mesa.

—Pues yo perfectamente. Aunque es una faena, porque me tocaba a mí hacer un viaje. A ver ahora cuándo puedo hacerlo... —comento, mirando por la ventana mientras se escucha un nuevo trueno prácticamente encima. Como esto se alargue mucho creo que voy a tener que arriesgarme. Un riesgo más un riesgo menos.

Siento una especie de escalofrío y una pequeña corriente chispeante me recorre la espalda para estallar en mi hombros justo en el momento en que se escucha otro trueno todavía más cerca. Me quedo bastante sorprendido.

—Vaya... Menos mal que la mesa es de madera —Comento con tono entretenido. Pues menudo calambrazo se iba a llevar sino.

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Asentí, con un suspiro.

-Qué remedio -respondí con una sonrisa.

Cogí una nueva magdalena y, después de pelarla, la mojé en la leche. Luego me la llevé a la boca. Asentí, abriendo mucho los ojos.

-¿Ah, sí? -pregunté-. Pues creo que vas a tener que esperar... Creo que algo no quiere que te vayas.

Di un respingo al ver que se le escapaba una chispa. Miré por la ventana. ¿Tendría que ver con esos truenos?

-¿Estás bien? -pregunté, algo extrañada.

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Entorno los ojos, divertido ante su comentario del "algo" impedidor de mi viaje. Obviamente no iba enserio, pero me parece curioso. No se me había ocurrido. Menuda trama de paranoica sobre asesinato encubierto puedo montarme.

—Pues vamos a tener un problema ese algo y yo —Bromeo sin mucho ingenio. Muevo la espalda, haciéndola triscar un poco.

Le dedico una sonrisa amable a Massen al ver su cara de susto.

—Sí, tranqui. A veces pasa —Comento, quitándole hierro al asunto. No suele pasar así, sin más, sin ningún tipo de estímulo ni magia. Miro de nuevo por la ventana y entono ligeramente los ojos. Así que magia.

Miro a mi alrededor para buscar mi bebida, que aún no ha llegado. Luego vuelvo a la chica.

—Así que no ha habido tiempo raro en el tiempo que has vuelto, ¿eh? Menuda cosa, empezar así de repente —Comento por comentar algo. —¿Y qué? ¿Cómo vas de novios? ¿Te has ido para ver al tuyo? —El cambio de tema radical quizá la pille por sorpresa, pero es lo que se lepregunta a las chicas de suedad. Lo más entretenido por lo menos.

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Entré a prisa en el comedor. En una de las mesas, sentados, Massen y Gerald charlaban. Aquello me hizo sonreír noblemente. ¡El buen chrysos estaría contándole alguna historia o dando algún consejo a la piscis! Seguramente. Gerald era de aquellos hombres que aconsejaban a los demás, aunque algo competitivo en los entrenamientos.

-¡Buenas noches, muchachos! -exclamé, animado, acercándome un instante-. Buen provecho, joven dama -añadí luego, con una sonrisa especial para Massen, que tenía la nariz extrañamente roja.

Pronto se me acercó una chica del servicio y los dejé estar un momento, mientras pedía algunas cosas. No tardó demasiado en traérmelas en una bolsa. Luego, cruzándome de brazos con una sonrisa animada, volví una vez más junto a mis compañeros.

-Espero que todo os vaya bien. Ahora tengo algo de prisa. ¡Buenas noches!

Y con un último gesto, los dejé estar, yéndome por donde había llegado. Estaba algo cansado, pero lo había disimulizado bien. ¡La energía Dehnel corría por mis venas aquella noche!

*se va*

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Sonreí a su comentario, antes de dar un sorbo a la leche. Asentí, sin más, cuando dijo que estaba bien. Bueno, no tenía muy claro cómo funcionaba la magia chrysos, pero si él lo decía...

Me encogí de hombros.

-Se casaba mi hermana, así que fui a la boda -expliqué, sin dar más detalles. Hice una mueca-. Parece que la acción me la perdí... No sé si alegrarme o no.

Pronto me arrepentí de no haber dado más detalles. ¿Qué le pasaba últimamente a todo el mundo con los novios? ¿Eso no era más de primavera? Desvié un momento la vista.

-Eh... Bueno, en realidad el mío está aquí, no en Aqua -expliqué.

Cuando vi aparecer a Rick lo saludé, animada. A lo mejor si venía él podía cambiar un poco de tema. Aunque, la verdad, con Rick había hablado del tema alguna vez, así que a lo mejor solo contribuía... Pronto se me olvidaron todos aquellos asuntos, porque Rick se marchó en seguida. Lo despedí y me volví de nuevo a Gerald.

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—¡Un fiesta! Entonces el viaje ha valido la pena —Comento entretenido. Una boda, que envidia. No es que las bodas en sí me apasionene. Eso de unirse eternamente suena muy agobiante. Pero las fiestas que se suelen gastar valen la pena.

A lo del noviete se pone un poco nerviosilla. Así es como se suele distinguir a las principiantes, aunque luego también hay algunas que no cambian. Sonrío de medio lado, más ligeramente que de costumbre. Sin tanta malicia, digamos.

—Oh~ menuda suerte, entonces. No te aburres entre entrenamiento y entrenamiento, ¿ah? —Comento, pícaro y divertido.

En éstas suena la estentórea voz de Consuelavieudas y me giro para hacerle un gesto con la cabeza.

—¿Qué tal, Dehnel? —Pregunto a modo de saludo. —Con Mithos —Respondo en cuanto este se despide, soltando una risilla.

No me he dado cuenta, pero ya está aquí mi bebida, le echo la mano mientras retomo la conversación.

—Qué tipo, Dehnel. ¿Lo conoces? Porque es... ugh —Mi brazo izquierdo no llega al vaso, sino que se queda estancado, estático, tenso a medio camino y mi cara se crispa con sorpresa y malestar. Intento hacer fuerza para mover el brazo, pero lo siento rígido como una piedra, mirando mis dedos crispados. El dolor me recorre hasta el pecho y siento que no puedo repirar con normalidad, como si hubiese entrado en shock. Siento ardor por todo el recorrido del tatuaje, parece que me estuvies eestrangulando cada músculo como una serpiente enroscada. El poco aire que intento captar con fuerza roza contra mi garganta generando un ruido desagradable y me veo impotente al no poder desentumecerme.

—Massen... Llévame a la enfermería —Digo con esfuerzo, de un tirón con el tono ahogado por la situación. Esto complica demasiado las cosas.

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Me encogí de hombros, con una sonrisa algo nerviosa. Tampoco era que Follow se dejara ver muy a menudo, pero no tenía por qué ir dándole explicaciones al respecto a la gente. Explicaciones por llamarlo de alguna forma, porque la explicación de sus continuas desapariciones, en todo caso, me la tendría que dar Follow a mí. Aunque, en realidad, yo no se la había pedido, ni tenía intención de hacerlo, así que daba igual.

Tras el saludo y despedida de Rick, llegó la bebida de Gerald. Una nueva interrupción. Si sabía aprovecharla, podría desviar el tema. Di un sorbo a la leche y asentí cuando habló. Sin embargo, pronto mi gesto se volvió primero en extrañeza y, en segundo lugar, en preocupación.

Miré a Gerald, tratando de entender qué pasaba. Abrí la boca para preguntar si de verdad estaba bien, pero en seguida se me adelantó. Me levanté rápidamente, preocupada, y me acerqué a él.

Sin saber muy bien cómo proceder, y con algo de inseguridad, tomé su brazo y me lo pasé por los hombros. Era un poco bajita para servirle de apoyo, y no creía que pudiera con él si se desvanecía por el camino. Pero tenía que intentarlo.

-¿Puedes caminar? -pregunté, insegura.

Parecía que sí. Al menos, por ahora. Contuve una mirada de reojo a mi cena, de nuevo interrumpida. No era momento de lamentarse. Aquello parecía más grave que una gripe. Tratando de apurar el paso sin forzarlo a él más allá de lo posible, lo guié fuera del comedor, directa a la enfermería.

*Se van*

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Hoy voy a comer algo ligero. Últimamente apenas hago nada, y no quiero acumular una cantidad innecesaria de grasas que no voy a quemar por falta de ejercicio. Fruta y verdura me vendrá bien. Con este tiempo una naranja resulta bastante útil. Quiero mantener el resfriado a raya, que no es al primero al que veo tosiendo por los pasillos.

Me encuentro bastante mejor de la pierna, la verdad. No puedo decir que tenga esperanzas de estar dando volteretas en una semana, pero en cuanto pueda deshacerme de la muleta me sentiré mucho mejor.
Termino la comida con calma, masticando bien, y al acabar pido un té. Me siento algo cansada, con la cabeza pesada. Supongo que al cuerpo le cuesta regenerarse y lo pago con energía, así que esto me mantendrá más despejada un par de horas.

Me quedo dando pequeños sorbos a la hirviente infusión, pensando en nada en particular. Es irónico lo tranquilos que son los días entre estos muros y cómo son fuera.

*se queda*

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Para cuando abrí la puerta de la sala, ya tenía en mente una buena cola de merluza cocida con patatas, zanahoria y un poco de aceite. Podía pedir también un poco de caldo, que me vendría bien para la garganta.

Mi primer impulso fue dirigirme, como siempre, al fondo, junto a la cocina. Sin embargo, ver a Alehyss con una infusión en otra mesa me hizo replanteármelo. Con una sonrisa, me dirigí directamente a donde ella estaba.

-Buenos días -saludé-. ¿Puedo?

Aunque, mientras hablaba, ya estaba tomando asiento.

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Veo a Massen acercarse y dejo la taza humeante en su plato. Por su aspecto inicial, diría que pertenece al grupo de los que han sucumbido a la gripe y tosen por los pasillos. Pobre. Y mi primera impresión es corroborada cuando habla. Su voz, algo ronca y un poco nasal, es un claro síntoma de catarro.
Asiento, con gesto tranquilo. No tiene que andarse con tanto tiento, pero se agradece su educación.

-Buenos días. O malos, más bien -me corrijo, con una leve mueca, haciendo referencia al anormal tiempo-. Y veo que para ti tienen otro añadido desagradable.

Mi padre es médico, y si algo me ha enseñado de los resfriados es que hay que pasarlos. Es una de esas dolencias ineludibles. Yo, por mi parte, estaré bien mientras no me contagie.
Me llevo la taza a los labios.

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Mientras hablaba, terminé de sentarme. Miré entonces, una vez más, por la ventana. Asentí. Se hacía muy aburrido aquel tiempo tan violento. Luego me volví hacia ella, encogiéndome de hombros con cierto aire de resignación.

-Ya llevo así casi una semana -expliqué-. Espero que no me moleste mucho más tiempo.

Apenas tuve tiempo de decir mucho más cuando una chica del servicio se había acercado ya a preguntarme que quería. Le dije exactamente lo que había estado pensando, y le pedí además una buena jarra de agua. Por lo que sabía, beber mucha agua era bueno en casos como aquel.

Una vez se hubo marchado, me volví otra vez hacia Alehyss.

-¿Qué tal llevas tú esta encerrona? -pregunté.

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Una semana... No está mal. Ya debe de estar echándolo fuera. Supongo que se recuperará pronto. Tampoco es algo grave por lo que preocuparse.

-Mientras te abrigues para que no te baje al pecho deberías estar bien.

Disfruto del último sorbo de té. Es de sabor afrutado, agradable. Al dejar la taza en el plato un rayo ilumina el exterior. Como una extensión del exterior, una chispa recorre mi rostro. No reacciono, ignorándola. Me ha pasado un par de veces más. Necesito saber qué está pasando, pero no quiero alarmarme.

-No me gusta estar inactiva, pero eso no se debe solo la tormenta -mumuro, encogiéndome de hombros-. Estoy algo agobiada con todo esto -confieso, monocorde.

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Me hacía gracia que todo el mundo saliera con la misma recomendación. Empezaba hasta hacerse un poco pesado. El caso era que, en mi situación, no tenía muchas posibilidades de no abrigarme. A no ser que me pusiera en camiseta interior delante de una ventana abierta. Porque, si algo había que decir de positivo, era que el palacio estaba bien aislado del frío.

Aún así, asentí.

-Hoy me encuentro algo mejor -repuse-. No creo que empeore otra vez.

Pronto llegó la chica que me había atendido con una bandeja, y dejó frente a mí un caldo humeante y un plato de merluza. Al lado puso una jarra y me sirvió algo de agua en un vaso. Le agradecí su atención y se fue.

Justo en el momento en que se iba, me pareció percibir una chispa junto a la cara de Alehyss. Al mismo tiempo, un relámpago iluminó el exterior. Sin embargo, ella no pareció inmutarse, así que no dije nada. Aún así, no pude evitar pensar en Gerald y en lo que había pasado ayer.

Traté de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora.

-Yo creo que estamos todos un poco agobiados -digo, tratando de restarle importancia-. Espero que pase pronto.

Tomé la cuchara y traté de empezar a tomar el caldo.

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Contemplo con abstracción cómo una de las chicas del servicio sirve a Massen su comida. Me siento algo distraída. Será cosa de la inactividad. Hoy debería entrenar un poco.

-Es muy desagradable. Estamos incomunicados. Eso es peligroso -murmuro, tomando la taza entre las manos y mirando los posos del fondo con desinterés.

¿Hasta dónde se extiende la tormenta? Por mucho que sople el viento, no parece que se lleve las nubes. No sé si no se mueven o si el manto es tan extenso... ¿Solo se ceba con Brontë? Cuando aquí pasan cosas raras no suele ser casualidad.

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Fui tomando a los pocos el caldo, hasta que enfrió lo suficiente como para poder tomarlo con tranquilidad. Medité un momento sobre lo que Alehyss decía. La verdad, yo solo me había parado a pensar en lo incómodo que era no poder ir al lago o a dar un paseo por los jardines. Pero, probablemente, Alehyss tenía razón. No estábamos en una situación muy buena.

-Probablemente los líderes sí sepan qué está pasando fuera -se me ocurrió, de pronto. Dudaba que ellos no tuvieran recursos para comunicarse con el exterior-. Y el otro día hablé con la líder flamma y no hizo ningún comentario al respecto. No creo que debamos preocuparnos.

Aunque aquel asunto de las chispas me intranquilizaba un poco. Miré a Alehyss con cierta preocupación.

-Tú... ¿de verdad estás bien? -acabé por preguntar, tratando de no parecer angustiada-. Me refiero a tu... magia.

Quizá debería avisarle de lo de Gerald. Le había pasado lo mismo que a ella justo antes de quedarse paralizado y pedirme que lo llevara a la enfermería. Miré un momento por la ventana, con cierta preocupación.

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Aprieto los labios, aséptica, incómoda. Por supuesto, no tengo idea alguna de si lo que pasa ahora es normal o no, pero que los líderes guarden silencio no me parece un motivo suficientemente claro de que podamos estar tranquilos. Al fin y al cabo, no suelen hacer demasiado hincapié en las cosas.

-Preferiría que se nos comunicasen estas cosas -confieso, algo hastiada-. Aunque comprendo que tendrán sus propios motivos para ocultarlos.

Lo que no me parece mejor. Pero creo que yo, personalmente, no soy la persona más adecuada para echar nada en cara a los líderes.
Ante la pregunta de Massen me tenso un poco, un instante. No tardo mucho en relajarme para asentir.

-Nunca fui muy ducha con la magia -murmuro-. A veces se descontrola. Últimamente estoy algo cansada, así que lo atribuyo a eso.

Espero que sea así. No es descabellado, pero tampoco lo contrario.

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Pronto terminé el caldo y comencé a limpiar la merluza. Asentí al comentario de Alehyss, sin mucho entusiasmo. Estaría bien entender todo lo que pasaba en Brontë, pero a veces pensaba que, simplemente, tal vez era demasiado complicado de explicar y por eso no nos decían nada. Aunque que yo no pudiera entenderlo no implicaba nada; probablemente Alehyss sí podría, y por eso le molestaba tanto.

-Supongo que sí -coincidí-. Cuando de verdad necesitemos la información, seguro que nos la dan.

Aunque solo fuera para que pudiéramos hacer algo al respecto, lo que ellos nos ordenaran, acabarían por explicarnos algo. Al menos, así lo veía yo.

Apreté un poco los labios, indecisa. No quería preocuparla innecesariamente, ni tampoco preocuparme yo. Pero, por otra parte, quizá ella debería saberlo. Al fin y al cabo, podía afectarle directamente, y era mejor que estuviera preparada. Ella misma había dicho que no le gustaba que los líderes nos ocultaran información. En cierto modo, yo estaba haciendo lo mismo.

La miré, seria.

-Ayer, cuando estaba cenando, se acercó Gerald a hablar conmigo -expliqué-. En un momento dado, soltó un chispazo contra la mesa -. La señalé con un gesto de cabeza-. Tú has hecho lo mismo hace un rato. Justo en el momento en el que se veía un relámpago -. Parecía como si ellos también fueran la tormenta-. No sé muy bien qué pasó, pero después de un rato se quedó paralizado y empezó a no poder respirar, y tuve que llevarlo a la enfermería.

Después de haberlo dicho, empecé a pensar si habría sido buena idea. ¿Podría pasarle lo mismo a ella? ¿O estaba sacando las cosas de contexto? Alehyss parecía perfectamente, pero eso no era motivo para estar tranquila. También Gerald lo estaba, y en un momento dejó de estarlo.

Edad : 30 Mensajes : 3185

Su mención a Gerald me intranquiliza un poco. No puedo evitar fruncir un poco el ceño, extrañada. No hace falta que jure que la última vez que lo vi estaba perfectamente. Un poco apático como mucho.
No soy una persona que se ponga nerviosa con facilidad, pero no puedo evitar mirar por la ventana un instante, como tratando de encontrar una respuesta en la lluvia.

Vuelvo la vista a Massen, con el rostro algo tenso. No me sorprende chispear a veces, pero hacerlo sin motivo sí.

-¿A no poder respirar? -repito, seria-. Puede tratarse solo de una casualidad -murmuro, poco convencida-. ¿Sabes cómo se encuentra ahora?

Esto es desagradable. Debo evitar ponerme paranoica. Yo no soy así. No tengo suficientes alicientes. Un par de chispazos y un poco de malestar durante un par de días no son motivos suficientes.
No lo son. Yo me encuentro bien.

-Dudo que tenga que ver -declaro, finalmente, relajando la expresión.

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