Comedor

Me dirijo al comedor para picar algo antes del entrenamiento de la tarde. Aunque no voy a darle mucha caña, ya que quiero aprovechar que estoy algo griposo para estudiar un poco. Reconozco que no es mi estilo, pero es lo que hay.

Al llegar me encuentro con que Lea está sola en el comedor. No es la alegría de mi vida, pero ella siempre está estúpidamente feliz, así que tampoco es creo que sea una mala noticia.

—¡Buenas tardes! —Intento saludar en voz alta, pero en seguida tengo que carraspear un par de veces. Sueno como una puerta chirriante. Dicen que hay que comer fruta para esto o algo así. Bah. Con el Fuuchi ya he bajado un poco la inflación y no duele tanto.

Me acerco a la mesa y me siento con calma, tamborileando con las palmas sobre ella en cuanto estoy acomodado.

—¿Cómo va eso? ¿Recuerada del susto del otro día? —Le pregunto con sonrisa amable y tono más bajo y rasposo. No, si no puedo hablar esto va a ser un combento...

Sonríe, como siempre, y responde que todo en orden así que yo asiento con energía. Cuando menciona el frío me río un poco.

—Sí, fui a montar guardia en el bosque y no resultó del todo bien —Respondo tranquilamente. Cuando dos hombres se emborrachan y acaban durmiendo desnudos a la intemperie son cosas que nadie tiene pro qué saber. Cosas de hombres.

—O puede que Mithos haya decidido cerrarme el pico —Comento, desairado, mirando hacia otro lado con cierta indiferencia, pero sin perder el toque jocoso e irónico. Hago un gesto a uno de los chicos que han retomado el servicio y le pido algo de pan con queso y agua. Creo que todavía no me apetece más cerveza.

—No hablas mucho con la gente, ¿no, Lea? —Pregunto, mirándola un tanto suspicaz. Acabo de recordar la conversación de esa fatiosa noche.

Sonrío ligeramente cuando explica que aunque puede que no sea el alma de la fiesta, suele hablar con Consuelaviudas Dehnel. No sé qué pensar de ella con esa confesión.

—Quizás hablar no sea la palabra más adecuada, hum... Me refiero, yo no suelo escuchar a la gente —Confieso con despreocupación. —Probablemente, de lo que me digas, me quedaré con un cuarto de la mitad, ya sabes. El caso es que, pese a todo, uno siempre es capaz de quedarse con datos. Es cierto que tampoco hemos hablado mucho, pero ya hemos coincidido un par de veces, ¿no? Y creo que de ti sólo me podido quedarme con que criabas animales en el ejército y que te apasionan —Le explico. Supongo que esta es una forma de mojarse, ¿eh, Cierzo?

Apoyo la cabeza en uno de mis puños y me quedó mirándola. El pan con queso llega y le echo un vistazo. Cojo un trozo de quedo sin perder la postura y me lo como, volviendo a mirarla.

—El caso es que eres guapa y está bien saber cosas de chicas guapas —Acabo diciendo con una sonrisa.

A su respuesta me quedo un tanto extrañado, indignado quizá. Yo acabo de decirle que no hago caso y me responde como si la que no hubiese escuchado una palabra sea ella. Acabo por sonreír con cierta frustración y bajar la cabeza un momento.

—Vale, bien, entonces ahora te prestaré atención. Dime, ¿te intereso de alguna forma? —Pregunto, franco, directo, a fin de cuentas también forma parte de mí. Amplio un tanto la sonrisa.

—De cualqueir forma, ya sabes —Añado con tono más divertido.

Parece ponerse algo nerviosa ante mi pregunta e incluso cambia la cara a una de desagrado. No sé por qué debería molestarle algo como eso, ¿no? Era bastante sencillo, sí o no. La verdad es que no tengo muy claro cómo evaluarlo, podría ser un sí que no quiere reconocer o que le da vergüenza, o que incluso le molesta por alguna razón. Otra opción es que sea un no y le haya resultado un daño a su honor de mujer o alguna de esas paridas virgino-monógamas.

Al final da una respuesta bastante afirmativa y abro un poco los ojos con agrado. Como parece que eso no es todo, intento contener cualquier comentario para dejarla hablar. Para una vez que va a hablar...

Su primera frase es bastante lapidaria y me hace cambiar la sonrisa amena por un ceño de extrañeza y cierto desconcierto. A cada añadido parece caerme un ladrillo más sobre la cabeza mientras no dejo de mirarla sin perder esa extraña sorpresa. Ni siquiera su tono tiene nada que ver con el habitual. Pues vaya con la mojigata sosa... Casi doy por hecho que su respuesta es un no, pero -siempre existe un pero en toda mujer- su remate es bastante más positivo de lo esperado.

Me quedo un momento en silencio, asimilando su respuesta. Ha sido inesperado, pero siempre es mejor que sus monótonas respuestas monosílabas.

—Bfffovaya... Eso ha sido bastante más concreto de lo que esperaba —Menciono con tono animado y, por qué no, algo entretenido. Me yergo también y la miro como si acabase de conocerla otra vez.

—Así que no te gusta eso de que encuentre la vida divertida, ¿eh? —Pregunto, divertido, sí, forma parte de mí. —Bueno, tú no eres el alma de la fiesta que se diga —Añado, ya que estamos aquí sincerándonos.

—Ya te dije que no pareces mojarte nunca, así que esto ha sido... estimulante —Le confirmo, ampliando la sonrisa. —Di, ¿tienes algún interés amoroso aquí o fuera? —Pregunto. Ya que estamos. Como otro trozo de queso.

Frunzo de nuevo el ceño a sus nuevas respuestas. Así que la chica es así de agradable.

—Bueno, tranquila, majestad, procuraremos servirla y agradarla para la próxima —Añado, algo acartonado por su actitud desagradable, pero sin perder parte de la sonrisa.

Pienso en preguntarle si no se cansa de sonreír falsamente sin ningún motivo, pero me lo guardo volviendo a sonreír para mí.

—¿Repentino? —Pregunto, casi indignado. —Creo que he intentado camelarte desde que nos conocimos, señorita remilgada. Y claro que me contento sabiendo que no tienes a ningún príncipe marica por ahí. Así tengo el camino libre —Añado, recostándome en la silla y poniendo las manos tras la cabeza.

Alzo las cejas y le hago la burla haciendo gestos con las manos y levantando el labio debido a su tono sobrante. Esta tía es una borde, tiene su gracia molestarla un poco. Lo que uno descubre, oye.

—¡Oh! ¡Y me lo dice la porquera de ciudad! —Respondo, con tono jactancioso, dando una palmada al tiempo que suelto una risa algo seca. —Me pregunto cómo hay que cortejar a una mujer que parece indispuesta todo el año —Comento entornando los ojos con una risilla picajosa.

No puedo evitar mostrar una perpetua sonrisa altanera, quizás ligeramente tirante en algunos momentos. Pero la relajo totalmente en cuento pregunta y, entornando los ojos, la miro un instante solamente.

—Así —Me yergo rápidamente, apoyando los brazos en la mesa y echándome hacia ella para darle un inocente beso.

No parece afectada, sino que se ríe con la intrusión. Alzo las cejas, bastante interesado a pesar de sus risotadas.

—Claro, no sé cómo pude pensar que te molestaría algo así. Habría sido más oportuno arrancarte las bragas de entrada para una mujer como tú —Reprocho, clavando de nuevo las manos sobre la mesa, en posición agresiva y dominante encaramado a ella.

—Mira, nena, mi menor problema es que te dé igual. Estaría encantado de meterte la cabeza entre las tetas mientras tú te ríes, toda pretenciosa, de lo simples que somos los tíos —Le espeto, manteniendo mi posición. ¿Hablan de las señoritas? No sé qué capullo dijo que hay que dar por hecho que una tía lo es de entrada.

Ante su respuesta y su actitud, imito su gesto, ya entrando en la tensión de la discusión.

—Que yo sepa, la primera que habló de "una mujer como tú" fuiste tú solita, señorita. Yo fui el que predió ser amable, ¿recuerdas? —Le reprocho, separándome de la mesa para quedarme de pie y cruzarme de brazos, altanero.

A su explicación levanto el mentón y muestro una sonrisa bastante más tirante, con ceño y arrogancia.

—Pues si los dos lo tenemos tan claro no sé qué coño hacemos perdiendo el tiempo. Seguro que se te quita ese estreñimiento de cara —Le planto con los dientes apretado.