Comedor

Parece que hemos sido personas respetables y hemos dejado los cotilleos. Al final a mí me llegaba con saber qué había pasado, si Gerald había hecho algo malo o así, pero no necesito desmontar una trama sentimental de este tipo, y menos aún sin saber si es cierta.

Como un poco más, callado. La chica del servicio ya se ha ido cuando Massen suspira. Es cierto, que quería decirme algo... Aunque visto su gesto, casi da miedo preguntar. Es la cara que tendría yo si me enterase de que el abuelo me odia para siempre y no quiere saber nada más de mí.

<<¿Estás bien?>>

La miro, serio.

Evidentemente, Jun se había dado cuenta. No era difícil de ver. Y tampoco estaba intentando ocultarlo. Negué con la cabeza, mirando las vetas de madera de la mesa como si fueran lo más interesante del mundo. Apreté los labios.

Tenía que decírselo. ¿Tenía que decírselo? Al fin y al cabo, era asunto mío. Pero no, esa no era excusa. Después de todo, la idea era precisamente que quería compartirlo con él. Por varios motivos, entre ellos que era mi amigo. Y estaba muy bien eso de tener amigos para cotillear asuntos ajenos y hacer conjeturas sin ninguna base, pero estaba mejor para sentirse apoyada, cosa que yo necesitaba bastante en aquel momento.

Repasé las vetas de la mesa con el dedo, pensativa. ¿Y yo qué le decía? "Las cosas no van bien por casa." Qué frívolo. Aunque se me ocurrían opciones todavía peores. Bien pensado, no había opciones buenas para hablar de algo así. Carraspeé, con la vista clavada en la mesa.

-Se ha muerto mi hermana.

Al final lo dije de sopetón, con un hilo de voz tembloroso. Y no me sentí mejor después de expresarlo en voz alta, de hecho sentí cómo se me oprimía el pecho, pero peor sería darle vueltas con indirectas durante media hora. Quedaba dicho y punto. Tragué saliva, tratando de deshacer aquel estúpido nudo que se empeñaba en formárseme en la garganta.

La pausa se hace angustiosa. Nunca se me ha dado muy bien eso del suspense, ni de las sorpresas. Soy, más bien, un chico tranquilo. Me gustan las cosas ordenadas y planificadas. Soy una rata de biblioteca, al fin y al cabo.

Y lo que me dice me deja helado en un instante.
No puedo evitar recordar el día que llegué a la enfermería y vi a Lluvia sin un ala. Entonces se echó a llorar y sentí que debía protegerla por encima de todas las cosas, hacerle una prótesis para que pudiese volar y no volver a dejar que nada malo le pasase. Aquel día decidí que debía cuidar de Lluvia y poner todo mi empeño en hacerla sonreír.
Massen no llora. Su voz no es tan segura como de costumbre, pero no llora. Y, sin embargo, al escucharla me siento como si me dijese que le han amputado algo. ¿Y acaso no es así?

¿Puedo intentar construir una hermana que funcione con magia?
No puedo.
Solo puedo dar un ala falsa a Lluvia. A Massen... ¿Mi apoyo?

Siento una extraña energía en mi estómago, que empieza a arder de pronto, como quemándome desde dentro, expandiéndose hacia el cuerpo. Me acerco a ella y la abrazo.
Quizás no quiera. Quizás eso solo la haga sentirse rota. Quizás no me lo haya dicho para eso. Pero necesito hacerlo.

La energía extraña me llena, poco a poco, anegando mi cuerpo como si fuese un gran recipiente vacío. Voy sintiendo un hormigueo extraño allí donde va llegando esa quemazón extraña.

¿Qué puedo hacer yo? Nada. Ni siquiera puedo hablar. Ni siquiera puedo comunicarme con ella lo suficientemente bien para que entienda lo que pienso.
Nunca puedo ayudar.
Y el calor extraño asciende.

Un abrazo era un alivio. Alehyss se preocupaba mucho por mí, pero era evidente que no le gustaba el contacto físico. En el caso de Jun, en cambio, casi parecía que lo hiciera más por sí mismo que por mí. Y, precisamente por eso, no me importaba que le molestara hacer algo al respecto, porque de hecho sabía que no era así.

Correspondí abrazándolo con fuerza, escondiendo la cara en su hombro, concentrada en controlarme. Un abrazo era un alivio, pero también me hacía querer llorar de nuevo. Y yo ya estaba cansada de llorar. Tragué saliva y cerré los ojos con fuerza, concentrada en que no saliera.

Llegó a escapárseme una pequeña convulsión, un amago de sollozo, pero pronto conseguí atarlo de nuevo. El abrazo era suficiente.

La abrazo con fuerza. Siento el cuerpo rígido. A ratos siento que espero que esto sirva de algo, que la consuele, que la reconforte un poco. A ratos tengo la sensación de que soy yo el que se está colgando de ella para no desplomarse.
Ya siento ese calor abrasador en el pecho, a media altura, y no se detiene. Es como si me rascase desde dentro. Si llego a tener lágrimas en los ojos será por eso.

Como Lluvia en su momento, Massen tiembla. En el fondo llora, aunque no llore. La derecha asciende a su cabeza y la entierro en su pelo. Esto se me da mal, pero ya es la segunda vez que lo hago.

¿De verdad no existe una forma de acabar con el dolor de las personas? No me parece justo. Nadie ha dicho que el mundo deba regirse por cosas justas, pero... ¿Por qué ellas dos?

Estoy temblando, rígido... Empieza a faltarme el aire. Ya ha llegado al cuello y el collar empieza a apretar, queriendo cerrarme las vías respiratorias.

-Kkh...-. Sale de mi boca, sin quererlo. El aire contra el paladar, atravesando el fino hueco que hay entre la lengua y este.

Y, pese a que me empieza a faltar el aire, no boqueo, ni hago más gestos. No quiero empezar a preocuparla ahora que es ella la que está mal. Yo solo quiero abrazarla, ya que no sirvo para nada más. Quiero servir para apoyarla.
No quiero ser débil.
No quiero ser débil.

Inspiré profundamente, aferrándome a él con fuerza, concentrada. Así estaba, estaba bien, no pasaba nada. Solo un momento y de nuevo estaba tranquila. Todo en orden. De nuevo, tragué saliva.

Aflojé entonces la presión, haciendo amago de separarme de él. Jun temblaba. No era fuerte. Pero a veces, cuando de verdad le importaba, se esforzaba de todas formas.

Cuando me separé, lo primero que hice fue sorber por la nariz y pasarme el brazo por la cara, borrando cualquier posible rastro de lágrimas. Luego lo miré, tratando de componer una sonrisa que resultó un tanto tortuosa. No tenía buen aspecto. Le froté el brazo.

-Oye, ¿estás bien tú? -pregunté, aún con voz temblorosa. Carraspeé.

¿Por qué no soy capaz de ser fuerte? Me tiemblan las manos cuando no consigo hacer algo. Si tengo que defenderme me pongo a tiritar como un niño. Siempre se me llenan los ojos de lágrimas. Al final no soy capaz de hacer nada real por nadie, por mucho que Lluvia diga que la ayudo a resistir.
Solo se resigna. Podría hacer más. El abuelo hace más. Yo ni siquiera soy capaz de decirle que quiero hacer algo y entonces me escapo de la Torre, y dependo del señor Brumm, y de todos los demás.
Ni siquiera ahora, mientras la abrazo, soy capaz de protegerme a mí mismo. Es ella la que pregunta si estoy bien.

Yo...

La estancia está borrosa.

El abuelo me dijo una vez que...

El abuelo...

Una vez...

Que...

No, era evidente que no estaba bien. En absoluto. Lo vi hacer cada movimiento muy quieta en mi asiento. En cierto modo, me recuerda a las veces que perdía el control, aunque no parecía exactamente lo mismo.

Al principio no hice nada. Pero, llegado un momento, la situación se volvió insostenible. Se ahogaba. Incluso parecía gritar. ¿Podía gritar? ¿Qué estaba pasando?

Me levanté de golpe, ignorando la extraña energía que lo rodeaba, con intención de sacarlo de allí. Rodeándole el cuerpo, tiré de él para sacarlo del comedor. No sabía adónde. A la enfermería. A donde estuviera Nagorr Brumm. Pero había que hacer algo.

No tardo en aparecer más que unos segundos. Y eso que la situación ha comenzado cuando dormía, por lo que he tardado más tiempo del necesario en reacciona. Es un error que no puedo permitirme, por otra parte.
Sereno, consigo que Massen se aparte con solo una mirada y apoyo las manos en el cuerpo del chico, sobre el pecho, entrecerrando los ojos. Sé que es mi responsabilidad. Quizás me excedí quitándole la medicina de golpe. Ahora mismo es obvio que así fue.

El cuerpo se me tensa un instante, pero consigo frenarlo antes de que sea demasiado tarde. Todavía no comprendo bien qué le pasa, pero ya ha sido suficiente. A partir de ahora usaré una estrategia diferente. No puedo seguir experimentando sin más. Errst tiene razón.

Dejo ir un jadeo y me vuelvo hacia Massen, con una sonrisa algo tensa bajo la frondosa barba, que está despeinada a estas horas.

-Siento mucho las molestias. No le des vueltas a este contrratiempo. No sacarrás nada en clarro.

Jun respira. No está inconsciente, pero tampoco parece estar enterándose de mucho, reposando todo su peso sobre mi brazo.
Me froto el ceño con los dedos. Se me están acumulando demasiadas cosas. Al final tendré que hablar con el Anciano, aunque no desease hacerlo. Quizás me haya comprometido a algo demasiado gordo. No están las cosas como para tener al chico por aquí, y menos si va a ser más inestable cada vez.

Poco a poco el chico parece dejar de temblar un poco, aunque dudo que hoy reaccione, como la última vez.

-¿Lo llevarrías a su cuarrto o prrefierres que me encarrgue yo? -inquiero, mirando fijamente a la piscis.

Puedo hacerlo perfectamente, por supuesto. La pregunta se refiere más a si quiere estar pendiente o prefiere descansar.
No quiero que vuelva a despertar en la enfermería. Me encargaré de que tome las otras pastillas y de que esto no ocurra más hasta que encuentre otra solución.

No tuve tiempo de sacarlo, porque antes de que pudiera hacerlo apareció el líder parvus, casi como si lo hubiera invocado. En el momento en que llegó me hice a un lado, y en seguida se hizo cargo de la situación. Tan fácil que me hacía sentir estúpida.

En el momento en que se disculpó me sentí tremendamente ofendida. Apreté los puños, sintiendo cómo se me tensaba todo el cuerpo.

-¡¿Pero cómo puede decir eso?!

Que no le diera vueltas. ¡Que no le diera vueltas! ¿Por qué siempre la situación para todo era no pensar? ¿Por qué tenía que callarme y mirar a otro lado, como si no pasara nada? ¿De verdad pretendía que me quedara tranquila ante aquello? Ya llevaba bastante tiempo tranquila al respecto, y no veía que la situación mejorase. No había ni un mísero motivo para no darle vueltas.

Me cargué a Jun de nuevo, prácticamente arrastrándolo fuera del comedor.

-Me hago cargo. Buenas noches -gruñí, avanzando a grandes zancadas.

Ya había tenido suficiente. De hecho, más bien había tenido demasiado. A lo mejor lo que tenía que hacer era callarme la boca y punto. A lo mejor era eso lo que causaba tantas desgracias a todo el mundo a mi alrededor. A aquellas alturas, era lo que parecía.

Me pasé otra vez la mano por la cara. Habíamos dicho que nada de llorar, Dew.

*Se van*

La veo irse con rostro serio.
Comprendo su enfado. Paso por alto su tono. De todos modos, no soy el típico hombre que se vale de su posición para imponer cosas a los demás. No me gusta ganarme el respeto con miedo. Y ella tiene razón, tiene motivos para gritarme. No es ningún pecado. Casi hasta me siento orgulloso de que se atreva a hacerlo.
Supongo que últimamente no estoy siendo tan simpático como de costumbre. Será porque estoy cansado.

Me atuso la barba y dejo ir un suspiro, resignado.
Mantendré vigilado al chico. Nada de médicos. Lo haré yo mismo. Voy a llegar hasta el fondo de esto sin dar más rodeos.

En cuanto a Massen Dew... Le debo una disculpa. Vaya viejo torpe estás hecho, Nagorr. No debes olvidar por qué estás aquí o estarás acabado, por mucho que canse.

*desaparece*

Tras despertarme voy a comer algo, con mala cara. No estoy teniendo unos días demasiado agradables, la verdad. Ni siquiera tengo tanto apetito como de costumbre, pero para mover el culo hace falta energía.
Antes me asomé a la enfermería y el tipo pelirrojo sigue allí, pero parece en mejor estado. Es un tema menos por el que debo preocuparme, al fin y al cabo. No es que le haya atacado yo, pero si llega a palmarla creo que el problema habría ido a mayores.

Realmente fui a buscar a Gerald, aunque me costó decidirme. Como no estaba supongo que lo habrán llevado abajo. No es asunto mío. No estoy segura de querer bajar.
Mierda...

Espero que Cierzo haya sido obediente y haya ido a hablar con él. Tengo que buscarlo para meter un poco las narices. Quizás no quiera ver a Gerald, pero sigo queriendo estar informada mientras se me permita y no me llamen tocahuevos.

Termino la comida y me levanto, con gesto serio. Abandono el comedor con las manos hundidas en los bolsillos, algo encorvada.

*se va*

Abro la puerta de golpe, sin cuidado. Ya llevo el mal gesto grabado en la puta cara desde hace días. Al final me va a contagiar Cierzo su jetamen. Y dudo que el cabronazo de Gerry sepa apreciarlo del mismo modo. Las cosas siempre funcionan así, por desgracia para todo el mundo. Eh. O por suerte. A lo mejor soy la mujer más afortunada del mundo. Seré la única sin ladillas, a este ritmo. Está bien.
Debería buscar a Narbe. Eso me convendría.
Mithos... Yo antes no era así...

me siento en una mesa apartada, hundida en una esquina, de mal talante. Pronto se acerca uno de estos chicos del servicio que parece asustado de mi cara y lo miro de reojo.

-Tráeme lo que sea que tengáis caliente de comer y una cerveza -gruño-. Y que sea rápido.

Dejo que mis dedos golpeen la mesa mientras espero, recodada y con la cara apoyada en la izquierda. Cuando vuelve contemplo mi comida con desgana y suelto un suspiro. Tomo la jarra y bebo un sorbo, apretando mucho los ojos y frunciendo los labios. Dejo la cerveza en la mesa. Creo que acabo de tener una arcada...
Mierda.

-Y una jarra de agua -grito al chico, que no se ha largado del todo.

Empiezo a comer, en silencio. Es que ni siquiera sabe bien la meada esa.

*se queda*

Últimamente estaba de peor humor que de costumbre, y eso me extrañaba. De todas formas, trataba de distraerme con el trabajo, y tenía en mente volver a hacer una visita a Gerald pronto, a ver si así mejoraba la cosa.

El comedor estaba especialmente mustio sin la buena compañía. Aunque, al parecer, tendría que conformarme hasta nuevo aviso.

Me sorprendió encontrar a la caeruleus, cenando con una cerveza. Imaginaba que querría noticias, y aunque no me apetecía especialmente dar el parte, me acerqué a hablar con ella. Tomé asiento en frente.

-Creí que no te iba mucho eso -comenté, señalando la cerveza.

Cuando vinieron a atenderme, apenas un momento después, pedí una propia y unos pinchos.

Ver a Cierzo acercarse me genera una intranquilidad, una ansiedad especial en el estómago. Sin embargo consigo conservar la expresión hosca, incluso cuando se sienta. Hago un gesto a la cerveza con la barbilla, mirándola un momento y volviendo los ojos a él, enseguida.

-Y así es, de hecho -. Gruño, con desgana-. Bébetela si la quieres, porque como vuelva a sorber de eso creo que vomito aquí mismo.

Y no es broma. Creo que la arcada anterior fue suficiente aviso. Y casi prefiero el sabor a bilis que la mierda esa.

-¿Cómo estás? -. Me meto un trozo de pescado en la boca, con gesto solemne.

A nadie le importa eso, ¿verdad? Bueno... Es un tío un poco soso, pero es persona también.

Sin ningún motivo para rechazar la oferta, alargué el brazo y tomé su cerveza, arrastrándola por la mesa hacia mí. Y ya eran dos para mí solo. Definitivamente, aquello no tenía la misma gracia sin la compañía adecuada.

-Eso me parecía -gruñí, poniéndola junto a la otra.

Cogí un taco de queso y un poco de jamón, llevándomelos a la boca. Me encogí de hombros a mi particular manera, poniendo los ojos en blanco.

-Podría estar mejor -repliqué. Y no necesitaba preguntar para saber que ella también. Ni siquiera en sus días más inspirados conseguía esa expresión tan desagradable. Y aún así, me toca preguntar-. ¿Qué hay de ti?

Di un trago a la jarra que tenía más cerca.

Mientras él bebe cerveza, yo bebo agua. Un gran sorbo, como si fuese cerveza, algún tipo de licor o yo que sé qué. Me meto un buen bocado de carne en la boca y, para variar, trago antes de responder, tras haber masticado correctamente. Estoy que no me reconozco.

Esbozo una sonrisa amarga, a su pregunta. Decido optar por dejar las quejas aparte por un momento. Él ya sabe la respuesta, al fin y al cabo.

-Podría estar peor-. Lo miro, encogiéndome de hombros.

Luego, con todo el morro del mundo, estiro una mano y le robo un trozo de queso. Me siento con derecho a hacerlo. Las quejas a su novia, la rubia.

No estaba mal. Era mejor respuesta que la mía. Aunque no solía ser muy difícil dar mejores respuestas que las mías. Asentí despacio, dando un nuevo sorbo a la jarra. Cuando acercó la mano al queso, empujé la tabla hacia ella, poniéndola entre ambos. Realmente no tenía hambre, era más por acompañar la bebida.

Acabé por soltar un suspiro cansado, al tiempo que me hacía yo también con algo de comer. Tal vez fuera siendo hora de ir al grano.

-Está bien -informé-. Ya no está en la enfermería. Si quieres verlo, estará en las mazmorras hasta nuevo aviso. Cuando lo dejen salir iremos a buscar la forma de quitarle esa marca.

Me llevé de nuevo la jarra a los labios. Si quería más detalles, era libre de preguntar.

Hundo la cabeza un poco, entre los hombros, mirando mi comida mientras habla. No me está diciendo nada nuevo, ahora mismo. Bueno, sí... A medias.

-Hoy estuve a punto de bajar -murmuro, asintiendo-. No me vi capaz, al final por suerte.

Sus siguientes palabras.... podría decir que me despiertan más el interés, de algún modo. Aunque tampoco es nada especial, a estas alturas.

-¿Los dos? -inquiero, aunque por su afirmación es obvio que sí-. Me siento un poco más tranquila si tú estás con él, la verdad.

Asiento, mirándolo. Se me escapa una sonrisa, incluso. Eso me sorprende.
Es un buen tío, bueno... Aunque tenga esa cara de culo todo el día, es un buen tío...

Mantuve el gesto serio, aunque me resultaba un tanto frustrante. Siempre con aquellas cosas, Y eso que yo era negativo, pero aún así me atacaba los nervios aquella actitud. No dije nada, en cualquier caso. Si quería bajar o no era cosa suya. En cuanto a Gerald, si quería algo de ella siempre podía encargarme yo de decírselo. Acabé por encogerme de hombros de nuevo, con la cerveza en la mano.

En lo que hablábamos, iba alternando la bebida con la tabla. Se notaba que la tormenta había pasado ya y que la comida había dejado de ser necesariamente las reservas. Tal vez fuera solo impresión mía, pero la comida me sabía mejor.

Asentí a sus palabras.

-A mí me pasa lo mismo -respondí-. Es evidente que no está en condiciones de ponerse a recorrer mundo por su cuenta, pero ha tardado bastante en darse cuenta. Prefiero tenerlo vigilado antes de que vuelva a intentar un suicidio.

A veces tenía la impresión de que Gerald no estaba del todo bien de la cabeza. O quizá debería decir más a menudo que a veces. Hice una pausa, pensativo.

-Puedo informarte si sucede algo relevante -ofrecí. Claro que yo sería quien decidiera qué era relevante, pero era una forma de dar señales de vida si llegaba a ser necesario. Los contactos nunca venían mal.

Termino por extender la mano y tomar una de sus cervezas, la que fue mía una vez, bebiendo un largo trago que me da ganas de potar una vez más. No obstante, a lo mejor funciona. Ojalá... Ojalá el mundo se apague ahora mismo y cuando despierte no me acuerde absolutamente de nada.
Bueno, realmente no... Ni que acabase de follarme a alguien asqueroso, o alguna otra de esas cosas que querría olvidar si pasasen. Que no es el caso. Ni lo será nunca. ¡Basta!

Le devuelvo la cerveza y doy una palmada en su antebrazo. Es un colega.

-Lo dejo en tus manos. Eres el tipo más capaz que conozco, Cierzo, y no soy de las de elogio fácil -aseguro, con un leve fruncido de ceño. Hoy ni siquiera estoy para insultos-. Agradeceré que me informes, sí...

Me despeino con la mano, con estrés. Pero, qué demonios...

-Gracias, Cierzo -murmuro, con gesto hosco.

No somos amigos. Nos une el gilipollas de Gerald. No obstante, es un buen tipo... No me importaría hacer migas con él de vez en cuando.

Observé con curiosidad cómo tomaba de nuevo la cerveza. Desde luego, era evidente que no era lo suyo, porque su cara era un auténtico poema. Mejor le vendría una tacita de leche caliente con azúcar, por lo que parecía.

Tomé la última loncha de jamón y apuré la cerveza cuando me la devolvió. Pues para no ser de elogio fácil me estaba poniendo por las nubes, y eso no era algo que me hubiera atraido nunca, por no decir algo peor. En cualquier caso, dada su situación, lo acepté con un asentimiento, aunque manteniéndome serio.

Me encogí de hombros.

-No es ningún esfuerzo -repliqué. Simplemente, tenía la impresión de enterder su situación. Lo cual tampoco iba mucho conmigo, pero qué más daba-. En fin, para mí es tarde. Ya volveremos a hablar. Buenas noches, Frikka.

Tras una sutil reverencia, abandoné el comedor.

*Se va*

Esbozo una sonrisa de lado, cansada. No tarda en despedirse y asiento, conforme. Para mí no es tarde, pero no está de más que cambie de aires. Y no me apetece demasiado la compañía, ni una charla distendida.

-Buenas noches -despido, con un gesto.

Me recuesto sobre el respaldo un instante, llevándome las manos a la nuca, agotada. No tardo en terminarme mi comida y me levanto, acabándome el agua de un trago, ya de pie. Luego, como otras muchas noches, salgo con las manos en los bolsillos.

-Bah...

*se va*