Comedor

Llevo unos días trabajando y algo alejada del mundo. Apenas he cruzado palabras con un par de miembros del servicio y unos del pueblo de paso, pero nada digno de mención. No es que me haya vuelto asocial, pero siempre se puede tener una mala racha... Y no estoy en mi mejor momento, así que no me extraña.
También bajé a ver a Gerry una vez, pero estaba dormido. Al final lo que toca es venir a llenar el estómago y esperar que me suba un poco la moral. Al menos a esta hora no hay muchos piscis en la costa, así que puedo estar más o menos tranquila.
Escojo una mesa al azar y pido algo ligero cuando me atienden. Un buen estofado, o así... Ya paso de intentar meterme la meada esa por la fuerza, que es jodidamente imposible. Agua está bien.

Enseguida empiezo a comer, nada más recibir mi plato, casi mascullando las palabras igual que la comida, al mismo tiempo. Creo que no me estoy quejando en voz alta, pero no podría jurarlo.

*se queda*

Ben no acababa de hacerse al ritmo de aquel lugar, así que iba un poco a su aire, con sus horarios, que siempre había sido un tanto peculiares y cambiantes, en busca de lo que más rabia le diera en cada momento. Dedicaba gran parte de su tiempo a vagabundear y a la música, y por supuesto, siempre encontraba un momento para echarse algo al gaznate. Aquellas eran sus intenciones cuando dio con Frikka en el comedor.

Con una sonrisa de oreja a oreja, se caló la gorra y se internó en la sala con paso seguro, hasta plantarse frente a la chica, a la que saludó con un gesto de cabeza.

-A las muy buenas -dijo, al tiempo que tomaba asiento en la mesa.

Pronto sus ojos se clavaron en el trozo de carne que la chica tenía delante, así que no tardó en reclamar uno propio. La facilidad para conseguir comida en aquel lugar era algo que seguía asombrándola.

Esbozo una sonrisa al ver venir a la nueva. Dentro de lo mala que es la compañía cuando estás de bajón, la hay mejor y peor. Y ella no está mal. A no ser que siga insistiendo en decir que es medio parvus porque, por lo que veo, sigue siendo más alta que yo.
La recibo en mi mesa sin objeciones, masticando y sin tragar al saludarla, aunque evitando escupir los trocitos de patata.

-Buefos ojof fe vean.

Y, ahora sí, trago. Pude haberlo hecho al revés, pero las cosas importantes no se aplazan, coño.

-Hacía tanto que no te veía que creí que te habías rajado -dejo caer, con tono burlón, moviendo una patata por el plato, rebañando la salsa sin intención de llevármela a la boca, ahora mismo. Sé que no se juega con la comida, pero eh, no estoy en casa-. ¿Cómo va todo, Retales?

Es un buen nombre. Mejor que joputa.

Ben no tardó en ponerse cómoda; adaptarse, después de todo, se le daba bien. Cuando tuvo el plato servido delante, tomó con una mano una patata, que en seguida se llevó a la boca, mientras con la otra alcanzaba un trozo grande de pan que partió en seguida en dos mitades. Pronto una buena cantidad de carne, bien ahogada en salsa, fue a parar entre ellas, y dio un buen mordisco.

-¿Rajarme? ¿De esta vida gloriosa? Antes que me hiervan en aceite -replicó, casi ofendida por semejante sugerencia-. He estado ocupada. Reconociendo el terreno, y eso. Bueno, en realidad no, pero algo hay que decir para que suene interesante. Tanto da. Estaba por aquí, en cualquier caso.

Se llevó de nuevo el bocadillo a la boca, arrancando un pedazo con buen ánimo. Se lo pensó un momento antes de responder, dirigiendo la vista al techo mientras masticaba con la boca abierta.

-Pues como nunca -terminó por declarar-. Llevo desde que llegué durmiendo en una cama y comiendo tantas veces como quiero, y por ahora solo me han echado a patadas una vez. Mi vida no podría ir mejor. ¿Y tú, veterana?

Enarco una ceja, pero termino por sonreír. Supongo que no ha vivido muy bien antes de esto. Sí, nos tratan como a huéspedes de un buen hotel la mayor parte del tiempo, pero desde el ataque de los niñatos verdes aquellos no tengo tan claro que esto sea una "vida gloriosa". De haberlo sabido antes de irme de casa, no hubiese venido. Y, sin embargo, ahora mismo me encuentro hasta adaptada. Le he pillado el gustillo a la rutina, aunque desde lo de Gerry estoy algo estresada.

-Pues entonces como yo -sentencio, sin más, llevándome un nuevo trozo de carne a la boca. Le encuentro un nervio y mastico un rato, pero termino por recogerlo de nuevo con el tenedor y dejarlo en el plato, incapaz de deshacerlo-. ¿Te han echado a patadas? Qué cabrones... -murmuro, bebiendo un sorbo de agua-. Yo llevo una mala racha, ya sabes -. Me encojo de hombros-. Llevaba tanto tiempo de subidón que supongo que mi cuerpo no aguantaba tanto y necesita relajar un poco. Estoy dedicando los días a la meditación y al cultivo de flores -bromeo, finalmente, con una sonrisa jocosa.

Sí, estoy algo desanimada, pero no le voy a contar mi mierda. Que se lo tome como una verdad, como una mentira o como una broma. Me da igual. No voy a ponerme a hablarle de mis problemas a esta tipa, por maja que sea, la segunda vez que me la encuentro.

-¿Y tú qué sabes hacer? -inquiero, al fin, aceptando finalmente la patata repudiada-. ¿Eres una diosa de la esgrima o alguna mierda así?

Me falta mi chispa habitual. Qué pena das, Fifi.

En lo que ella hablaba, Ben iba mascando bocado a bocado su nuevo manjar. La falta de costumbre a un buen plato de comida se hacía patente en su velocidad para engullir, que le causaba tirantez en el estómago. En cualquier caso, la mestiza lo consideraba una sensación muy agradable, ya que implicaba tener el estómago lleno. Pronto tomó un segundo trozo de pan que comenzó a rellenar también. Se encogió de hombros a los comentarios de la chica.

-Lo normal, alguna tenía que caer -replicó con total naturalidad. Después hizo un gesto con una mano, como rechazando sus quejas-. Bah, mientras sea una racha, tendrá que acabar en algún momento. Lo jodido hay que pasarlo, no queda otra.

Frunció el ceño ante su pregunta, pensativa. Trabajo, suponía. Se lo pensó un buen rato. Robar, bailar, tocar, cantar, vender el cuerpo... Una sabía hacer lo que hiciera falta para no morirse en una cloaca, no quedaba otra. Aunque había oficios más agradables que otros.

-Nah, yo de eso sé poco -rechazó, algo despectiva-. Tengo con qué defenderme, pero prefiero evitar el golpe a pararlo. Y también prefiero la música al combate, aunque eso da poco de comer.

Asiento, con desgana. No quiero hablar de ello, eso es evidente, pero al menos ella no es una de esas pesadas que meten el hocico en todo, sin preocuparse de si son o no bien recibidas. Eso es más mi estilo, la verdad. Pero no estoy aquí, cenando, para quejarme de mis defectos. Ya me llega con lo que tengo. No necesito más mierda encima.

-Lo de escurrirse como una anguila es algo que también se me da bien -coincido, con un asentimiento. Y al comentario de la música alzo las cejas, sin demasiado interés pero con gesto curioso-. ¿Música? -inquiero-. No te veo mucho de tocar elegantemente el piano en un gran salón, así que supongo que lo tuyo va por otro lado. ¿Tocabas la pandereta en algún grupo folclórico?

Ese comentario despectivo va por insinuar cualquier procedencia parvus hacia mi persona. Ya estamos en paz. Que no me disgustas.

Ben seguía zampando mientras conversaba. Hablar no podía distraerla de su principal objetivo. Algo así hubiera sido muy peligroso, así que no se permitía apartar su atención de la comida que tenía entre las manos.

Negó cuando ella preguntó, y sacó de un bolsillo tres tubos de madera que dejó sobre la mesa, entre ambas.

-Qué va, yo voy por libre -replicó-. Cantar y bailar un poco te puede facilitar algún efestión, aunque siempre he sido más de instrumentos.

Pronto hubo zampado su segundo bocadillo, y tras limpiarse la boca con la manga y las manos en el pantalón, procedió a tomar los tubos y montarlos, mostrando después la flauta a Frikka, con expresión orgullosa.

La miro con curiosidad, comiendo en silencio mientras procede, mientras habla. Desde luego, cada vez parece más una rata de las calles. Empiezo a tener verdadera curiosidad gratuita por su vida. Seguro que tiene un montón de historias raras que contar.
Pronto termina de montar la flauta y enarco ambas cejas. No es que me sorprendan especialmente las flautas, pero bueno. Yo no tengo ni puta idea, así que tampoco voy a hablar mucho.

-Vaya... Te veía más de pandereta -reitero, mordaz, terminando mi plato. Ella no parece tardar mucho más en acabar-. Yo sé tocar muy bien las pelotas. ¿Te hace ir fuera y darme un concierto? -inquiero, limpiándome a la camisa sin demasiado cuidado. Algo hay que hacer por aquí-. Pero lejos, que la mayoría de estos gilís duermen por la noche.

Parece entusiasmarle la idea. Sale delante y yo la sigo.
Pues vaya. A ver si me anima la noche.

*se van*

Al final creo que he cenado demasiado, y eso que mi intención era una muy distinta, pero al final entre el libro y que la comida estaba muy buena he terminado hasta con una copa de chocolate con nata. Un día no es para tanto, supongo.

Dejo el libro sobre la mesa, cerrado, y suspiro, satisfecho. Me guardo la hoja de notas que he estado tomando en el bolsillo. Todo va bien ahora mismo, aunque me siento un poco solo, de tanto estudiar y estudiar. Al final siempre he estado solo, pero en la torre era una soledad diferente; quizás era más intensa, más normal, pero al mismo tiempo... No sabría describirlo.

Tomo un trozo de papel y empiezo a doblarlo, distraído. A ver si recuerdo cómo se hacía esta figura...

*se queda un rato y luego se va*

Llegué trotando al comedor. Era hora de comer. No sabía la hora. Pero era hora de comer. Lo decía mi barriga. Eché, pues, a correr hacia un chico gigante y me abracé a él con una sonrisa de oreja a oreja.

-¡Quiero carne! -grité, entusiasta.

No lo solté hasta que prometió que sí, que carne. Luego lo dejé irse y miré alrededor. A una chica. Mi sonrisa se ensanchó más todavía, y eché a correr hacia ella. En seguida me subí a la banqueta, y de ella a la mesa, mirándola.

-Hellenn también tiene -indiqué, señalando sus gafas.

Asentí efusivamente, con una sonrisa bien amplia. Luego extendí una mano hacia ella, rotando la muñeca de lado a lado. Por último, salté de la mesa al asiento, sentándome a su lado y apoyando los codos en la mesa, mientras daba patadas al aire por debajo de la misma.

-Son bonitas -le aseguré-. Más que las de Hellenn.

Pronto vino la carne (con patatas) y aplaudí, entusiasta. No tardé en clavar en ella el cuchillo, desfigurándola completamente. Me metí un trozo bien grande en la boca y me volví hacia ella, sonriendo.

Tragué con cierta dificultad, asintiendo de nuevo, sin borrar la sonrisa.

-Tú también buen provecho -respondí, contenta.

Continué despedazando de mala manera la carne. Tenía algo de rojo. Miré alrededor. El chiquillo no estaba. Suspiré flojito.

-Yo soy Ayne -comenté, sin mirarla-. ¿A que es bonito? Se parecen. Aynne. Aynna. Anne. Es bonito.

Continué tragando a ritmo acelerado.

Refuerzo la sonrisa, dándole un "gracias" y contemplo un momento mi plato vacío, evitando mirarla de forma insistente. No tarda demasiado en acercarse el chico de antes, que me retira el plato, y pasa a preguntar si deseo algo más. Me ruborizo apenas un instante, dedicando una breve mirada de reojo a la chica, y luego a él de nuevo, un poco tensa.

-¿Había la posibilidad de tomar un chocolate? -inquiero, con tiento, con cierto pudor.

Él asiente, efusivo, y enseguida se marcha a buscarlo. Disimulo un suave suspiro y me vuelvo hacia la parvus, risueña, cuando esta me habla. Dejo ir una leve risa, agradable, asintiendo un momento, cerrando los ojos.

-Pues sí se parecen -corroboro, volviendo a mirarla-. Así será más fácil de recordar, ¿no?

Apenas he acabado de hablar y llega una taza humeante. La tomo, dando las gracias al chico, y la miro con la expresión algo seria, dejándola sobre la mesa, removiendo suavemente el chocolate espeso, concentrada en ello.

Alcé una mano cuando habló, con los ojos iluminados. Prácticamente saltando en el sitio.

-¡Y yo! ¡Y yo! -remarqué. Tenía gafas bonitas, nombre bonito e ideas bonitas. Era bonita.

Me zampé rápidamente lo que quedaba de la carne y pasé a ocuparme de las patatas. Tenía hambre y quería llenarme. Y ella era bonita y estaba conmigo, y tomaba chocolate.

Asentí a su comentario, sin añadir nada. Pronto centré la atención en el chocolate que venía. Puse mayor empeño en acabar las patatas rápido. Miré a la chica.

-Tienes que buscarme un tesoro -le comenté.

Acabé por llevarme la última patata a la boca, y me limpié la mano en el pantalón antes de proceder a urgar en mis bolsillos. Saqué un mechón negro, una pulsera y una piedra. Luego la miré con ojos brillantes.

-Tesoros como estos -expliqué, antes de volver a guardarlos.

Por último, con gesto goloso, me eché hacia adelante en el sitio, imitando su gesto al olfatear la taza. Chocolate. Dulce. Bonito.

Se me iluminó el rostro ante su respuesta. Otro tesoro para mí. Lo guardaría con los demás, igual de bien.

-Lo que tú quieras -ofrecí, alegre-. Es mejor si es sorpresa.

Arrastré la taza por encima de la mesa, inclinándola hacia mis labios y di un sorbo, sintiendo que se me empalagaba la boca. Paladeé y me pasé la lengua por el labio, disfrutando.

De nuevo, asentí con energía.

-¡Mucho! -coincidí-. El chocolate es bueno. Y rico.

Llegué a aplaudir un poquito, aunque pronto tomé la taza. Estaba contenta con aquella chica bonita. Estaba muy contenta.

La miré, seria, pensando. Me pasé un dedo por los labios y me di cuenta de que tenía chocolate, así que me lo llevé a la boca. Luego me encogí de hombros.

-Si vas a trabajar te dan lo que tú quieras -expliqué-. ¿Te gusta trabajar? Solo es eso. Nada más. Luego es todo para ti. Yo pido hasta tesoros, ¿ves?

Seguí bebiendo.

Asiento, suavemente.

-Eso lo doy por hecho, por supuesto. No esperaba nada gratis, desde luego -. Me encojo de hombros, riendo suavemente-. Pero, pese a todo, esto de tener gente que te hace las cosas, que te sirve la comida... -. Niego varias veces, risueña, llevándome la taza a los labios y dando un sorbo más largo que los anteriores.

Noto que se forma un breve silencio. Me dedico, principalmente, a beber y mantenerme tranquila, aunque termino por atender de nuevo a la señorita Ayne.

-¿Se consideraría de mala educación preguntar si llevas mucho por aquí? -inquiero, risueña, con gesto evidentemente más relajado que a su llegada.