Comedor

Termino por suspirar. Bueno, vale. Tampoco es el fin del mundo. Un día aposté con Jord y Armod a ver quién se comía más lombrices y estuvimos todos a la par un buen rato. Al final ganó Jord, pero porque el muy cabrón se comió una babosa... La masticó y todo.

-Da igual, no es para tanto -termino por admitir a regañadientes. Aunque su comentario del cerdo me hace sonreír-. Al menos admites que lo eres.

Bebo algo más de vino y disfruto un momento de la sensación de que mi cuerpo flota en un gran lago. Respondo a su brindis, con una sonrisa resignada.

-Cada vez mi "príncipe azul" está más calvo y es más gordo, pero ni con esas. El mundo me pide que sea lesbiana de verdad. El día que pasé le iré detrás a Lea-. Lo miro, burlona-. Hasta le entran ganas a una después de ede ahínco tuyo.

Quizás Retales sea la clave. ¿Qué podría salir mal?

Me toco la zona del bigote, con gesto torvo, cuando hace el comentario. Ni que me fuera a salir porque me diga eso...

-¡Bueno! -doy un golpe con el puño en la mesa, más indignada de lo debido. Al final el vino tiene sus cosas-. Mi plan no es largarme a buscar a ningún príncipe, para empezar. Era solo un decir- murmuro, centrándome el la copa vacía. Al final la lleno con prisa, en una especie de ataque de hiperactividad.

Su amenaza me hace sonreír, mirarlo con cierta malicia. Y pensar en el miedo que pasé aquella noche...

-Yo veo en las sombras -le respondo, desafiante.

No sé. Tengo como una espina clavada, aunque no venga mucho a cuento, y ni sé bien por qué.

Lo miro mientras habla, sin apenas pestañear. Yo ni siquiera soy una de esas locas de la justicia, así que ni siquiera sé qué decirle.
Ni siquiera... sé qué decirle.

Bajo la vista, con gesto hosco, clavando las pupilas contraídas en la madera de la mesa. Compongo una sonrisa en esa posición, con la cara oculta, de modo que cuando la alzo de nuevo estoy radiante, en cierto modo.

-¡Ya estoy viviendo mi vida! No te preocupes. Puedo encargarme.

El que no la está viviendo es él. Y yo aquí, contándole mis penas... Como si no tuviera ya bastante...

Me pongo en pie y me acerco a él, sentándome a su lado esta vez, pegando el hombro contra el suyo, mirando hacia arriba con las cejas alzadas y una sonrisa inocente.

-Todo bien.

Aunque tenga algo de razón, no es el momento de dársela.

El abrazo resulta cálido, aunque bastante es ya la calidez que emana de mi cuerpo. De todas formas, es un tipo de calidez diferente.
Me recuesto contra él y me permito cerrar un momento los ojos, a gusto. Al momento los abro, para mirarlo mientras habla.

Me echan de menos, es verdad. Hace tanto que me fui… Parece que hayan pasado siglos de aquel día que cogí mis cosas, dejé una nota y me largué como una imbécil. Utilicé mis ahorros para el viaje y llegué sin nada más que mala hostia. Massen me abrió la puerta y creí que era del servicio. El lugar me parecía enorme y frío, y la gente me daba un poco de miedo, pero haciéndome la brabucona parecía que no era para tanto.
Parece que hayan pasado siglos desde el momento que conocí a un rubio estúpido y bromeamos sobre cosas triviales. Y de que estuviese a punto de morir ahogada por el polen de los extraños niños verdes, si me apuro.

Hace siglos que vi cómo apuñalaba a Dehnel en los establos, y también hace siglos que conozco a Cierzo, y a Retales, y a Buscador… Y Hace siglos que Massen me gritó en este mismo comedor. Y que Narbe me invitó a una bebida dulce y luego me quitó la ropa. Y que apareció Thor. Y que Gerald y Cierzo caminaban por el camino de Brontë, pero en dirección contraria, y parecía que no iba a volver a verlos jamás.

Quizás sea el vino el que cambia mi visión del tiempo. Me creería que hace años que Gerald no tiene un tatuaje que aprisiona su cuerpo, que Silvanus vivía… Que un insecto enorme nos llevaba volando… Que Fenris vino a verme. Que envié la primera carta a mis padres. Que vi al imponente líder Darvenwish por primera vez en mi vida. Que cené con Corbin en una cueva en medio del bosque.

Si me paro a pensar en ello, es como si hubiesen pasado siglos desde que Gerald escupió un asqueroso trozo de carne a mi boca.

-No busco nada –le respondo con tono suave, mirándolo a los ojos. Esos ojos tan extraños que ha tenido siempre, de colores diferentes, pero que han acabado por hacerse normales-. Simplemente estoy aquí. Si me marchase a otro lugar me echarían de menos otras personas.

O eso espero, al menos. Llevo aquí tiempo suficiente como para que lo contrario me decepcionase.

Me he quedado atrapada en mirarlo, como si buscase algo que nunca hubiese visto en su cara, o como si mi cabeza fuese a negarse a moverse.

Vuelvo en mí cuando pregunta, de alguna forma. Es como si me hubiera ensoñado. De hecho, seguramente haya perdido la noción. Es lo más normal, en una circunstancia como esta. El calor que envuelve mi cuerpo desde dentro empieza a sofocarme un poco.

Le acerco la cerveza a la boca con el poco cuidado que puedo reunir, aunque resulta que no se la echo por encima esta vez. Eso sí es una sorpresa.

No me ha dicho que me echará de menos. Pero estoy segura de que lo haría. Quizás debiese irme para que me suplicase que vuelva, pero lo más probable es que se amargase solo y no dijese nada mientras se obliga a pensar una y otra vez que este no es el sitio para alguien como yo y que lo mejor es que me aleje de esta vida.

Entrecierro los ojos, dedicándole un breve pensamiento a esa idea. Luego elevo las cejas con suavidad.

-Para mí aún es temprano. Quizás me vaya a dar un paseo al pueblo –comento, con lo que creo que es un deje divertido, pícaro.

Me voy a ligar con Thor. Eso estaría bien. Thor me querrá siempre… Y ni de eso estoy segura, que lleva una racha rebelde.

-Tú vete a dormir –añado, como en un ronroneo, poniéndome de pie y tirándole suavemente del brazo-. A descansar. Te acompaño a la habitación y saludo a Cierzo –se me ocurre proponer.

Acostumbrada a madrugar al trabajar en la posada, hoy también me desperté con el amanecer. Como era tan temprano, decidí dar un paseo por los jardines y aproveché para conocer el prado, que la verdad es precioso. Y después de mi paseo matutino, aquí estoy, en el comedor más grande que jamás haya visto.

Camino hacia las mesas más cercanas a la cocina. Y mientras recorro el comedor, me voy fijando por si encuentro alguna cara conocida, pero solo he visto un par de personas desde que llegué y no están aquí.

Me siento en una mesa en la que no hay nadie. No es que no me guste conocer a gente nueva, de hecho es todo lo contrario, pero me gusta disfrutar tranquilamente de la comida. Cuando se me acerca alguien del servicio le pregunto amablemente si me podría traer un par de tostadas y un zumo, el que ella considere que esté más bueno.

Tras un par de minutos vuelve con mi desayuno. Yo se lo agradezco y le regalo una sonrisa. La verdad es que todo tiene buena pinta. Las tostadas están en su punto y bastante buenas. El zumo me sorprende, es pomelo, dulce pero con su característico y refrescante toque cítrico. Una buena elección para una mañana tan soleada. Me digo que debería decírselo a la chica antes de marcharme. Pero por ahora me dedico a disfrutar de mi desayuno.

*se queda*

Cuando entré en el comedor mi expresión era el colmo del mal humor. Cualquiera que la viese sabría que había pasado una mala noche y, por tanto, procuraría alejarse de mí. Excepto Pris, pero Pris era diferente al resto. Aunque no me hacía gracia que estuviese por allí.

Tenía el pelo hecho un desastre. Debí ducharme, fue lo primero que pensé al salir del dormitorio, pero sinceramente... Qué más daba. Con un poco de suerte, no estar limpia sería un motivo más para que nadie tuviese el tipo de curiosidad que terminaba en una conversación.

Había una chica solitaria en una de las mesas que no me sonaba de nada. Elegí la mesa que estaba junto a la suya porque no había nadie más cerca. Después esperé, acodada en la mesa y con las manos entrelazadas, apoyando la frente sobre estas con la mirada clavada en la madera.

No me gustaba aquel lugar. Brontë. No me gustaban sus personas o sus habitaciones o el bosque que lo rodeaba. No me gustaba su clima. Si me quedaba allí era porque, realmente, cualquier otro lugar me parecía igual de desagradable. Si no me iba a gustar ningún sitio prefería no tener que pensar. Y al menos allí estaba Pris.

Se me acercó alguien del servicio y levanté levemente la vista para responder a su pregunta.

- Un café solo -. Como yo-. Cargado.

No tardé en sumirme de nuevo en mis pensamientos cuando se marchó.

Tras terminarme las tostadas, me dedico a disfrutar del zumo de pomelo mientras observo a la gente que hay en el comedor. Hay personas de todo tipo, una gran variedad, me gusta eso. Quizás es porque estoy acostumbrada a ver viajantes de distintos lugares y razas pasar por la posada y esto me hace sentir más como en casa.

En este momento entra una chica alta y atractiva que tiene cara de acabar de despertarse. O de no estar despierta todavía. Me llama la atención que se acerca a donde estoy y se sienta en la mesa de al lado. No saluda a nadie y tiene cara de pocos amigos. Es posible que sea nueva, como yo. Aunque por su conducta parece bastante reservada. No sé si es enfado o tristeza lo que noto en su mirada esquiva.

Decido que voy a hablarle e intentar que sonría. A nadie le hace daño sonreír un poco. Y a veces necesitamos que alguien nos ayude para conseguirlo, lo sé muy bien. Así que me levanto, con mi vaso en la mano y me acerco con calma. Quiero que tenga tiempo de ver lo que estoy haciendo y poder reaccionar si quiere. Finalmente me posiciono frente a ella, de pie.

- Disculpa, no nos conocemos. Pero pareces alguien interesante y me gustaría conocerte -se lo digo con una sonrisa sincera.- Yo soy Kris.

No vi cómo se acercaba hasta que fue demasiado tarde. Alcé la cabeza al tener aquella sensación de que alguien estaba demasiado cerca, por una perturbación en el aire o un sonido que el oído captaba de forma inconsciente. Fuera lo que fuese que me hizo alzar la vista, tardó demasiado en avisar.

Allí estaba, frente a mí, sonriente como si no hubiese entendido en absoluto nada de mi lenguaje corporal o de mi expresión facial. ¿Para qué llevan espinas los erizos? Para disuadir. Esperaba que no se quejase después de haberse pinchado.

"No es recíproco". Me mordí la lengua.

- No estoy teniendo un buen día -murmuré con desgana, seca-. Yo que tú probaría suerte en otro momento.

Se acercó un chico del servicio con mi café mientras murmuraba.

- Gracias -le dije, seca, pero educada.

Aquel café me haría el día más sencillo. O más largo. Estaba por ver.

Desde luego su respuesta me coge por sorpresa. Pues sí que parece enfadada. De hecho, su expresión vista de cerca no deja lugar a dudas. Pero creo que aún no está todo perdido. Mi sonrisa no se desvanece, pero tuerzo un poco la cabeza, intrigada.

- Perdona, no quiero molestarte. Solo es que soy nueva y quería presentarme. ¿Tú llevas mucho tiempo aquí?

Es difícil encontrar el equilibrio entre ser insistente y ser una pesada. Espero no estar pasándome. Por si acaso, le ofrezco una escapatoria, pero sin dejar de lado mi intención inicial.

- Aunque si te estoy estropeando el desayuno, dímelo y me marcho -y exagero una cara de inocencia con la esperanza de que pueda llegar a hacerle gracia.

La examiné con mirada crítica, sin poder evitar que una mueca permaneciese en mi rostro durante todo el proceso.

"Me estás estropeando el desayuno. ¿No ves que he ido a sentarme lejos de la gente por algo?" Quizás decir algo como aquello era demasiado desagradable. No quería que mi día empeorase con la culpa de haber hecho que una recién llegada odiase el sitio tanto como yo.

- He llegado el mes pasado-. No era mucho, teniendo en cuenta el día en el que estábamos. No recordaba el nombre con el que se había presentado-. Me llamo Zaih'ra.

Y estaba poniendo mucho de mi parte.

Di un largo sorbo al café. Terriblemente amargo. Y también el café.

Me observa atentamente y solo espero pasar su examen. La espera se me hizo eterna, pero al fin habla. Creo que le cuesta, pero me alegro de que finalmente se relaje un poquito. Ahora tengo que conseguir mantener el ritmo si quiero que esta conversación siga por el buen camino. Mi sonrisa se ensancha, mostrando mis dientes y cerrándome los ojos.

- Pues mucho gusto, Zaih'ra -respondo alegremente.

Me permito unos segundos para pensar en qué decirle. Y recuerdo de pronto a Azael y su historia de fantasmas.

- Por cierto -me inclino levemente y bajo la voz, intentando sonar intrigante-, ¿tú has presenciado algo extraño desde que estás aquí? Es que me han contado que ha habido sucesos sobrenaturales y yo soy de esas personas que necesitan contrastar la información.

Parecía que se había empeñado en dar conversación. Quizás tenía que haber sido más desagradable al final. La gente tendía a tomarse demasiadas confianzas en aquel lugar. Quizás había hecho mal yéndome a Brontë y no a otro sitio más tranquilo.

- No creo que haya presenciado nada extraño o sobrenatural -murmuré sin muchas ganas. No más extraño que todo el mundo queriendo hacer buenas migas con la persona que estaba sola, al menos-. No sé a qué te refieres, sinceramente-. Bien pensado, el hecho de recibir una llamada directamente en la cabeza sí era un poco extraño. Pero suponía que ella misma, por el hecho de estar allí, ya habría experimentado ese ejemplo concreto-. Yo preguntaría a alguien que lleve más tiempo.

Di un nuevo sorbo al café. Estaba deliciosamente caliente.

Bueno, me responde, eso ya es bastante. Supongo que por ahora ha de valer. No sé por qué me tomo estas cosas como mi lucha personal, supongo que es porque me gusta demasiado que la gente esté contenta y feliz. Pero es quizás más importante que las personas se sientan cómodas. Por eso decido no presionar más la situación, tampoco quiero que acabe cogiéndome tirria. Y como se suele decir, una retirada a tiempo es una victoria. Así que ahora toca despedirse y dejar la mejor impresión posible, para que cuando nos volvamos a encontrar eso sea lo que recuerde.

- Tienes razón, bien pensado -antes de seguir hablando hago un gesto con mi vaso, ya vacío.- Yo me marcho ya, que ya he terminado. Ha sido un placer conocerte, Zaih'ra -me giro, como para marcharme, pero dirijo mi mirada a ella una vez más.- Si coincidimos por los pasillos, no dudes en hablarme, me caes bien -le dedico una amplia sonrisa antes de irme.


*se va*

Supuse que al final mi estrategia de ser yo misma había funcionado. Aunque antes de irse del todo no pudo contener otra cursilería, o como quisiese llamarle a aquello. Quizás me había equivocado de palacio y en vez de rodeada de guerreros estaba en algún grupo de autoayuda para gente que se sentía sola. Tendría que preguntarlo.

- Un placer -rezongué, cuando ya se estaba alejando, incapaz de ser completamente maleducada y no responder.

Luego me dejó, finalmente, sola con lo que quedaba de mi café. No tardé mucho en tomármelo, en parte porque me gustaba caliente y en parte porque me asustó que otra persona aburrida viniese a hablar conmigo. Quizás sería mejor que empezase a desayunar en algún otro lugar los días como aquel.

*se va*

—Yo... yo hice una hace ya tiempo y no fue todo lo bien que me hubiese gustado así que por ahora no he encontrado el valor de apuntarme a otra —esta chica hipnotiza... ¿por qué tiene que hacer todo "así"?
Me golpeo las mejillas para volver a poner los pies en la tierra. Entonces escucho su queja en cuanto a mi manía de pedir perdón.
—Oh... —lo siento— lo... tendré en cuenta —noto entonces su mano sobre la mía y de pronto, siento calor en las mejillas. Sus palabras, melosas y pegajosas como la miel me elevan a un éxtasis que rara vez he alcanzado. De pronto noto cómo se me va la cabeza y pierdo el sentido. De pronto, noto el plato de sopa en la cara y un último pensamiento me recuerda que debo cambiarme la ropa interior.

*se desmaya por contacto de una chica*

Dado: 6.