Comedor

Cuando Rick entra por la puerta y se nos acerca la sonrisa se me tensa y se me queda congelada en los labios. No soy capaz de reaccionar en un primer momento, más allá de bajar la vista a mi plato con cierto gesto de culpabilidad. Aunque sé perfectamente que no soy responsable de la inutilidad de nadie.

Una vez Gerald se ha marchado, y Cierzo tras él, suspiro suavemente, sin hacer apenas ruido, y trato de recomponer el gesto, dedicando a Anna una mirada de disculpa. Agarro a Rick por el brazo y tiro de él para que se siente, antes de frotarle un momento el hombro.

-Ven, siéntate -digo con voz suave-. Déjalo pasar, ¿vale? Por favor.

No sé si me incomoda más la salida apurada de Gerald o la tormenta que puede desatarse a partir de ahora.

Kyoti asiente, realmente interesado. Estaría bien aprender eso. En su pequeño pueblo sin nombre no había más que pozos subterráneos, así que la pesca no se contaba entre las posibilidades. Pero ahora las cosas son diferentes, y un buen cazador se adapta a cualquier circunstancia.

-Oh... Claro, por supuesto. Te las enseñaré cuando quieras -acepta, cada vez más animado-. E-eso sería muy... muy interesante, creo.

No tarda en terminar su plato, y cuando Follow mira alrededor, hace lo propio. La sala se ha ido vaciando lentamente. Quizás sea hora de que él contribuya a ello. Vuelve a mirar a Follow con una sonrisa tímida.

-Eh... creo que... me voy a marchar ya -anuncia, algo nervioso-. ¡Ah! Pero nos veremos pronto, ¿verdad? Es decir, si quieres. Digo, para... cazar y... bueno, eso.

Carraspea, maldiciendo por enésima vez su torpe lengua. Trata de sonreír.

-Bu-buenas noches... -se despidió.

Y se dirigió hacia la puerta con paso rápido.

*Se va*

Fue como un jarro de agua fría por encima. Peor de lo que hubiese imaginado. O quizás antes de que lo hubiese imaginado.
Cuando Gerald pasó a mi lado tenía todavía una sonrisa congelada en la cara, pero cuando me di la vuelta para verlo salir ya tenía el ceño fruncido. Abrí la boca, pero no dije nada.
Cogo iba detrás. Se disculpó ante mí y se despidió. Notaba un hormigueo desagradable en el estómago.

En la mesa quedaban Lea y Anna y los platos sin terminar de los otros dos. Lo cierto era que ni siquiera tenía claro cómo debía sentirme. Me senté por inercia cuando Lea me tiró del brazo y entonces suspiré.

-Tranquila, no estoy enfadado-. Me sorprendía, pero era cierto. En el fondo solo me sentía culpable por haber arruinado la cena del grupo. Incliné un poco la cabeza sobre la mesa-. Lo siento mucho. No quería...

Lo cierto era que no estaba enfadado porque no podía. Gerald y yo habíamos tenido muchos problemas, pero desde que sabía lo de su brazo... No era pena, pero...
En parte entendía que aquello pudiese enfadarlo, pero Gerald no podía saber que había cambiado mi desprecio hacia él, porque no se lo había dicho a nadie.

-Solo quería saludar -les dije, componiendo una sonrisa incómoda, tensa.

Y decir a Lea que mi padre me había hablado de un herrero capaz de reparar a Värdjas. Nada más.

Niego con suavidad.

-No me refiero a eso -apunto.

No tarda en empezar a intentar justificarse, agobiado y sintiéndose culpable. No voy a negarlo: estaba siendo una cena muy agradable hasta que llegó. Pero no considero que sea responsable de lo que ha pasado.

Miro a Anna, que, lógicamente, no sabe qué hacer, e intento indicarle con gestos sutiles que no pasa nada, que no tiene de qué preocuparse y que es libre de hacer lo que quiera. Quizá es demasiado para comunicarlo con gestos tan burdos, pero espero que sepa qué hacer por sí misma.

-Me refiero a esto -señalo, volviéndome a Rick-. No tienes que disculparte. Ya sabes cómo son las cosas, y que hay que ir con tiento. Pero no tienes por qué hacerte responsable, así que déjalo estar y no le des más vueltas.

Espero tener oportunidad de hablar con Gerald pronto. Porque no sé si Rick va a hacerlo. ¿Habrán hablado alguna vez después de la misión? Yo no he tenido noticia de ello. Y no voy a forzarlos a darse la mano, pero me gustaría que no huyeran el uno del otro, y que la alternativa a huir no fuera lanzarse a la yugular del otro. Ni siquiera sé cómo están ahora las cosas...

Menudo dolor de cabeza me toca aguantar.

FdR: realmente sólo está a reventar pero no ata cabos

No entendía lo que Lea decía cuando me di cuenta de que, de hecho, lo entendía. Siempre era lo mismo, tenía razón. Enfado o aquella sensación de malestar y vacío. Como si con todos los problemas no me hubiese acostumbrado a aquel rechazo.
Era desagradable, evidentemente. Y no esperaba unas palabras amables y unas palmaditas, desde luego, pero ni siquiera me había dejado que...

Cerré los ojos un momento, y al abrirlos tenía una sonrisa un poco más normal.

-De acuerdo-. Tenía que intentar verlo de aquella forma-. De hecho, en parte tengo ganas de hablar con él, pero...

Pero parecía que no era recícropo. Por desagradable que fuese la sensación.
No tenía que hacer que aquello fuese mi vida. Gerald tendría que darme igual. Sin más.

Tenía que encargarme de aquello. Pero no en aquel momento. En aquel momento tenía que ser agradable con Anna y decirle a Lea que Värdjas podía arreglarse... Había sido un buen día, de todos modos. No tenía que cambiar.

*fin de escena*

*pausu*

Alzo las cejas. ¿Que todo irá a peor? No es hasta que se explica que lo entiendo. Dibujo una sonrisa, con un deje resignado. Dicho de esa forma, "ser la mejor" suena como algo malo. Es como una decepción constante. Especialmente porque apenas lo conozco, y no es como si me fuera a entregar a él para que disfrute "de lo mejor" toda su vida.

Me encojo de hombros y me miro las manos, que he apoyado sobre la mesa. Dejemos las cosas claras. Yo no soy la mejor. Dudo que haya un "mejor".

-Bueno, quizás te sorprendas y encuentres a personas mejores que yo-. Lo miro-. Al fin y al cabo, es cuestión de perspectivas personales. No pierdas la esperanza. Aquí hay toda clase de guerreros interesantes.

Supongo que no es de la clase de chico encantador que te sonríe cálidamente, niega y te garantiza que eres la mejor. Y supongo que eso no existe, y menos aquí, de todos modos. Esto es un ejército, ni más ni menos. Dedico un pensamiento a Narbe, que me pareció en su momento de los que decían esas cosas.
Y luego, bueno, se fue... No le guardo rencor, ni nada similar. Simplemente es...

Decido centrarme en lo de las cartas y todo eso.

-Bueno, espero que las cosas se hayan normalizado, entonces. Parecías un poco preocupado cuando llegaste. Me imagino que ahora estará todo mejor. Al final, más que nada, es una cuestión de tiempo.

Y, hablando de tiempo, mi comida llega justo entonces, suculenta. Lo invito a tomar la suya con un gesto.

-Ahora sí, ¿no? Ya no tienes que esperarme.

Acto seguido, doy yo un bocado.

.

Llegamos y nos sentamos. La verdad, me hubiera gustado tener un poco más de tiempo para asearme. Apenas he podido escabullirme para lavarme la cara y cambiarme la camisa. De todos modos, no creo que Gerry venga a olerme, y esto es un palacio de guerreros. El olor del sudor es el olor del trabajo.

Me siento con un suspiro satisfecho.

-Pues ya ves. Todo muy tranquilo últimamente. No tengo gran cosa que contar, aunque no sé si eso es bueno o malo. Al menos no nos han acribillado a proyectiles de fuego, o mierdas como esa. Hemos tenido un invierno tranquilo, y se agradece, visto lo visto-. Alzo las cejas cuando menciona a Haken. ¿Se acuerda? Vaya novedad-. Oh, quiere dejarlo para cuando pase el invierno. Tenemos familia en Aqua, y el viaje es más complicado en estas fechas.

Llegan dos cervezas, y estoy a punto de objetar cuando veo que Gerald ya se hace cargo. Sí que empezamos bien la noche. Empiezo a plantearme que el mayor problema de haber perdido un brazo es que no va a poder beberse las dos cervezas a la vez, o que tendrá que elegir si beber o tocarle las tetas a alguna mujer cuando se vaya de farra. Lo que vienen siendo grandes problemas, imagino.

-Un poco de vino dulce –pido al chico, que me mira interrogante al darse cuenta de que no comparto el gusto de Gerald por las rubias. Sonrío a este último, mirándolo de reojo-. Al menos acompañar en lo de perder el sentido, aunque a ti ya te falta de base.

El chico se va con el pedido y me estiro para coger un trozo de queso. Desde luego, la perspectiva de trabajar es peor si la idea es cargar piedras y volver a reparar las termas. Que no sé quién reparó las termas, bueno. Pero tuvo que ser un coñazo.

-Desde luego, ha sido un invierno frío. Y es, que no ha acabado todavía. Pero agradezco que el granizo no sea del tamaño de las tetas de Des –añado, sin poder evitar un resoplido y luego una risa orgullosa, tras el ocurrente comentario.

Iba a decir cabezas de niño, pero me parece sorprendentemente semejante el volumen. Aunque ya no sé si serán así de verdad o si es solo cómo las imagino. Y, de todas formas, no le he visto las tetas en directo…
Espera…

Empiezo a reírme con más fuerza, sin poder evitarlo, al recordar que, de hecho, sí las vi. Se las vi aquella noche, cuando los encontré en las termas a los dos. No es que me fijase especialmente, pero si hago un esfuerzo imagino el color aproximado de sus pezones.
Es más fantasía que otra cosa. La cuestión es que me parece tremendamente gracioso imaginar que durante aquella tormenta que hubo fueron tetas de Des, pero de hielo, lo que destruyó las termas, en las que luego le vi las tetas a Des.

Termino convulsionándome un poco, con la cabeza apoyada en la mesa, enterrada entre los brazos, con una risa tonta e irregular, hasta que me calmo. Dijo algo de bodas antes de que me echase a reír, pero no me quedé con la copla.

-¿El hijo de quién? –inquiero, aún con una sonrisa en los labios.

Pues anda que… No ha llegado el vino todavía.

Me cuesta recuperar la seriedad, y cuando respondo a su pregunta, tratando de transmitir algo más bien abstracto, lo cierto es que termino dejando ir alguna risa de todos modos.

-A ver -empiezo, tomando aire. De verdad, es que no puedo-. Me imaginé que caían tetas de verdad del cielo, con los pezones amenazando como lanzas. Vaya peligro... ¡Cierren los ojos!-. Solo de decirlo siento que la risa vuelve. ¡Pero si todavía no he acabado!-. Y entonces me acordé de que le vi las tetas aquel día en las-. Es ridículo que me ría tanto- termas. Y es que estaba pensando que las termas se rompieron cuando cayó toda aquella tormenta.Y que qué putada que las rompiese ella con sus enormes bolas de granizo-. Muestro una sonrisa satisfecha, pero luego esta se evapora un poco-. Era más gracioso en mi mente, lo prometo -le aclaro.

El vino llega justo a tiempo. Tomo un sorbo enseguida.
Lo que nos faltaba.

-Que qué decías de la boda de mi hermano -comento-. No será que quieres venir a conocer a mis padres, ¿no? -bromeo-. No hay mucha prima pechugona en mi familia, me disculpo.

FdR: paus

¿Más terrorífico que gracioso? Se nota que este tipo de chistes sabe más bien poco. Seguro que lo único que le hace gracia son las obscenidades si también tienen la posibilidad de ponérsela dura planteadas de otro modo.
Bueno, no. Me estoy pasando. No es como si fuese un enfermo, o algo así. ¿No?

-A ver, desde luego sería terrorífico vivirlo –concuerdo, riendo aún con suavidad. Bebo un trago de vino y me fijo en la copa, pensativa. Al final Se me escapa una sonrisa traviesa y me yergo en el asiento, sacando pecho yo misma-. Por fin algo para lo que se prefieren las mías, entonces –bromeo-. Ya sabes lo que dicen… Teta que mano no cubre…

“Mano pequeña”, acababa siempre Armod.

Abro mucho los ojos, con ofensa. ¿Y esa crítica? Creo que no le he hecho nada para que me diga algo tan ofensivo. No hoy, por lo menos.

-¿Qué no cuento bien las historias? Eso me ha dado directo en el corazón, que lo sepas. Hay cosas que solo tienen gracia en la cabeza de uno-. O quizás en mi cabeza-. Pero ya bebo, ya bebo –gruño, de broma, dando un trago más largo al vino tras brindar con él.

De momento todo marcha bien. La cabeza sobre los hombros y los pensamientos dentro de ella. Y nada dentro de ningún otro sitio, como de costumbre. Que también llevo dos sorbos y no sé qué espero.

-Gerald, mi padre ve el patetismo del alma, y a ese respecto no has cambiado –le espeto, con gesto pérfido. Me siento mala hoy. Tomo algo de jamón en lo que reflexiono sobre su temor a las bodas. Me creería bien que dejó a unas cuantas plantadas en el altar, pero realmente no creo que sea tan imbécil como para haber llegado a prometer nada como eso-. ¿Y a quién no?-. Me estremezco-. Mi madre ya habrá encargado el vestido apropiado para que la gente ni se entere de que vengo de Brontë de luchar. Cada celebración es lo mismo. No tendré miedo al compromiso, pero sí a cruzarme a mi señora progenitora y soportar su necesidad de enfocar hacia mí toda su feminidad.

Lo digo con cierto desprecio, pero lo cierto es que la echo de menos, claro. Solo querría que tuviera claro que, si bien no soy lesbiana, eso no significa que me vaya a poner un lacito y volantes como antes. De verdad que espero que se le haya pasado eso, pero tampoco quiero que sea a costa de una gran decepción…

Me empiezo a reír de nuevo cuando dice lo de los penes con mandobles. Pero dando rienda suelta a la cosa. No sé si me hace más gracia la idea o que haya dicho "penes" en vez de pollas.

Le hago un gesto al tipo del servicio para que me traiga más vino. Una copa no va a llegar para nada.

-Mi gracia es real -le aclaro a Gerald con una sonrisa divertida-. Y lo que tú planteas tiene algo en común con lo que yo planteo-. Alzo ambas cejas a la vez, esperando a que ofrezca el factor común entre los "penes" y las tetas-. Se puede decir que en ambos casos llovería leche.

Muy bien. Muy satisfecha. ¿Ya has acabado de decir gilipolleces?
Es como si llevase años encerrada y necesitase decir todas las sobradas juntas.

-Sí, gracias -acepto, cuando me ofrece de su comida. ¿Por qué no?

Apoyo los codos en la mesa y me echo un poco hacia él, abriendo la boca.

Princesita... Eso haría que se me atragantase el aire, si eso fuera posible. Tuerzo la sonrisa.

-Te puedo describir las trenzas y los volantes del vestido cuando vuelva -comento, cínica.

Vaya, vaya. ¿Se cree muy ágil hablando de esas cosas? Solo soy una dulce chica que no sabe nada de la vida.

-Estoy segura de que Cierzo y tú habéis hecho cosas muy extrañas, pero no hace falta que me las cuentes, Gerald -me burlo, divertida.

Me termino la copa de un trago, sonriendo para mí cuando hace el comentario del vestido, irónica. Estoy segura de que si mi madre estuviera aquí le daría la razón, pero en su caso sería la pura y cruda verdad.
Vaya por Mithos.

Dejo la boca a su alcance de nuevo. La verdad es que me estoy pasando. No sé por qué, pero es como que hoy he hecho todo lo que quería hacer y he dejado el resto del día para perder la dignidad. No es que sea una decisión consciente. Lo siento por cómo me he acabado el vino en un par de trag...

-¡LA MADRE QUE TE PARIÓ!

Antes de poder gritar eso, sin querer, por reflejo, trago lo que entra en mi boca. Que es la comida de Gerald, sí. Pero comida por Gerald.
Por si fuera poco, me da la tos por el inesperado trago.

Me echo hacia atrás, volviendo a mi asiento, con una mueca extraña. Busco con la mirada, y acabo por tomar una de sus cervezas, de la que tomo un buen trago. Eso solo amplía mi mueca, pero al menos me quita la tos.
Cuando dejo la jarra en la mesa otra vez, lo hago con fuerza. Poco me falta para no echársela a la cara.

El último que hizo eso fue Armod. Él siempre sabía cómo sacarme de mis casillas.

-Vaya asco. ¿A qué ha venido esa mierda? -refunfuño, más irritada de lo que quiero admitir.

Será cabrón...
Y sé que no es para tanto, pero de alguna forma me ha cortado el rollo y me siento enervada de cojones.

Que se ría de esa forma solo me hace mostrarme más digna. Me molesta, es cierto, aunque no ha sido para tanto. Es más como que ha llegado en mal momento, o algo así.
Gilipollas...

Retiro el plato empujándolo en su dirección, aportándole la vista al mismo tiempo. Me coincide ver venir al chico del servicio con una botella, que tomo yo misma cuando hace además de ir a servirme. Que la deje.

Le doy las gracias y luego miro a Gerald de reojo. Me sirvo algo de vino.

-Tú ríete, tranquilo -murmuro, seca. Aunque lo de carne de su carne es bueno...-. Será la única carne de tu carne que coma.

Pff. Como si le fuese a importar lo más mínimo.
Apuro el vino para quitarme el sabor a cerveza.

Oye, a lo tonto... como que sube.

Me voy serenando poco a poco, viendo su gran indignación. Cuando veo que aparta mi plato, rechazando mi oferta, lo recojo hacia mí.

-¿Te vas a enfurruñar? -Pregunto, aún divertido. Luego amplio la sonrisa con su amenaza, comentario, lo que fuera. Pincho algo de arroz.

-Pero eso ya era de antes, no le eches la culpa al cerdo -Respondo, jocoso. Miro como se apodera de la botella.

-¿Traes ganas de jaleo? -Levanto la jarra hacia ella, a modo de brindis.