Comedor

Negué lentamente, resignado. Pobre Frikka. Ni con esas. ¿De verdad habría llegado a hacerle algo? Si era así, no debía de haber acabado con muy buena impresión... Me concentré en la jarra, que era mucho más simple que la relación entre Gerald y las mujeres.

-Oh, sí, por eso renuncié a mis alas -apunté entonces, una vez hube dado mi trago-. Estaba preparándome para este momento. Entre el dinero y yo sabremos organizarnos, descuida. Por ir haciendo cálculos, ¿cómo andas de blanca?

Mantuve la jarra bien cerca, como si por alejarla un poco la fuera a perder. La pregunta de Gerald, una vez más, me hizo enarcar una ceja. ¿Tanto alcohol llevaba ya en sangre para decirme algo así?

-Debo admitir que, llegado un momento, a mí las rubias acaban por confundirme -murmuré, preguntándome si se me estaba yendo a mí también la cabeza-. ¿Que si me apetece qué?

Asentí, extrañamente taciturno.

-Eso me parecía... -mascullé, más para mí que para él.

En lo que reía sus gracias, yo me llevé la jarra de nuevo a los labios y la apuré con ganas. La cerveza de Brontë siempre me dejaba una buena sensación. Gruñí a su comentario, todavía bebiendo, y cuando acabé dejé la jarra sobre la mesa con un golpe contundente.

-¿Le has echado alucinógenos a la bebida? -pregunté, levantándome con decisión-. Vámonos al pueblo de una vez, que siempre hay que esperarte. Eres como una mujer. O peor. Se van a ir antes de que lleguemos, a este ritmo. Si no quieres la cerveza, yo me la bebo.

Empezaba a nublárseme la mente. Pues juraría que no había bebido tanto...

La comida. ¿Qué más se puede pedir que un buen plato de estofado con patatas y algún buen postre después? Pues, por ejempl, algo de compañía. Pero a falta de pan, buenas son...
No, hostia. Mejor pan que tortas.

Thor está debajo de la mesa engullendo lo suyo. Aunque ya es algo grande para meterse entre mis piernas, sigue gustándole estar ahí debajo, así que todo va bien. Sé que nada más termine pedirá también de mi comida, pero de momento está tranquilo. No sabe comer en silencio, eso sí.
Empieza, de hecho, a ser algo grande en general. Tanto como para que nos planteemos opciones. Como una cama más grande.

*se queda*

No es, ni mucho menos, la hora de la cena, y lo sabes de sobra. Pero no vas a dejar que tu cuerpo, cuando reclama su sana alimentación, permanezca sufriendo. Eso sí que no es sano, y tú tienes el deber, para contigo y para con el mundo, de cuidar cada detalle del bello soporte con el que se te ha bendecido. Además, una macedonia de frutas no le sienta mal a nadie a ninguna hora del día.

Así que, según entras en el comedor, y sin poder evitar una leve y encantadora sonrisa al sentir cómo la propia luz de tu presencia lo llena, te diriges a un embobado jovencito que te mira con profunda admiración y le explicas a qué has venido. Ya os conocéis, por supuesto, pero el entrañable chico no es capaz de quitarse ese brillo maravillado de los ojos cada vez que te ve aparecer.

Una vez consigue salir de su encandilada situación y vuelve a las cocinas, tú miras a tu alrededor, en busca de un lugar adecuado en el que acomodarte. Una joven caeruleus está dando cuenta de su cena un poco más allá. Perfecto: le alegrarás el banquete con tu sola presencia. Con una encantadora expresión, te diriges a su mesa para sentarte.

-Buenas noches -saludas, acomodándote grácilmente frente a ella-. Y que aproveche, por supuesto.

No te molestas en pedir permiso para sentarte, ya que sabes que está deseando que lo hagas y no quieres ponerla en un apuro al tener que admitirlo de forma directa. ¿Quién sabe? Quizás sea tímida.

Mastico en silencio cuando una se me acerca con una sonrisa de querer algo. Es Curtis, o algo así. No tenemos unos horarios muy compatibles, la verdad, así que nunca hemos interactuado especialmente. La sigo con la mirada cuando se acerca. Parece que se ha decidido a dar el primer paso.
¿Querrá pedir algo o qué?

-Buenas noches -respondo, con cierta cautela. Se sienta como si el hecho de saludar le diese derecho a hacerlo. Thor se revuelve bajo la mesa-. ¿Qué hay?

Estoy algo perdida, la verdad, pero bueno. Dejo los cubiertos y la miro con extrañeza.

-¿Pasa algo?

No puedes evitar pensar que su actitud tiene un deje tierno. Está tan sorprendida de que te hayas acercado a hablarle que no se atreve todavía a asegurarse a sí misma que ese sueño que guardaba oculto en su corazón se está haciendo realidad. No puedes evitar una suave risa, y niegas a su pregunta, encantadora.

-Solo he pensado que querrías un poco de compañía -respondes, franca y tranquila-. Hoy es una noche maravillosa, ¿verdad?

Por tu presencia, quieres decir. Pero eso queda implícito, la clave del mensaje secreto establecido entre las dos. Sabes perfectamente cuánto les gusta que permitas esa complicidad con ellos, y a ti, para qué negarlo, también te parece divertida.

¿Me lee la mente o qué? Aunque por esa forma de decirlo, "solo he pensado que querrías un poco de compañía", casi suena como si... La examino, elevando la ceja izquierda. La verdad es que si fuese un tipo diría que me está intentando insinuar algo, pero ella no tiene pinta de insinuar ese tipo de cosas. Es decir...

-Sí, una noche muy bonita -respondo, con desgana, metiéndome una patata en la boca. Mastico un poco, pero cuando vuelvo a hablar aún no la he tragado entera-. Pero acaba de empezar. Espero que no prometa mucho y cumpla poco. Ya sabes. Las noches por aquí son paradas. Todos estáis durmiendo. Al menos tengo a Retales, que me acompaña.

Thor ha terminado lo suyo y enseguida salta a la silla de al lado y sube las patas a la mesa. Y no hace más por la mirada que le dedico, pero se queda mirando a la chica con una expresión deseosa.

-Quieto, eh -le advierto, severa.

Parece estar haciendo verdaderos esfuerzos por contener su ilusión. Tal y como habías pensado, es una chica tímida, y es algo que no tienes problema en respetar. En cierto modo, resulta incluso más divertido leer los gestos que trata de ocultar que escuchar sus alabanzas directas, en realidad.

Miras hacia la puerta de la cocina, justo en el momento en el que el chico aparece con tu macedonia, y le dedicas una adorable sonrisa. Se ruboriza ligeramente, y tú parpadeas un momento, encantadora, divertida por su reacción. En seguida te deja tu pequeña fuente y agradeces su rapidez, antes de volverte a la chica.

Parece que el mismo animal que le acompaña, y al que no habías visto hasta el momento, tiene interés en conocerte. Los animales tienen siempre esas reacciones especiales que les son tan propias.

-Oh, pero qué pequeño más adorable -señalas, con voz dulce y ánimo de tranquilizar sus miedos. Porque es evidente que tiene miedo de que su mascota te incomode. Vuelves a la conversación inicial-. Lo cierto es que vivir de noche debe tener muchas ventajas. No hay que preocuparse tanto por pecas y arrugas. Aunque, claro, mi cuerpo no puede permitirse esa clase de vida.

Y, por otra parte, no te gustaría renunciar a la luz, que tanto potencia tu belleza.

Miro su comida con curiosidad. ¿Macedonia? Se me ocurren postres mejores. Pero parece fresco. Lo veo algo más veraniego, y tampoco tengo tanta confianza (ninguna confianza) como para robarle un poco. Pues vaya.

-Es Thor -le digo, cuando lo menciona, ofreciendo una patata al lagarto, que enseguida la atrapa y cacarea. Ya es poco para él. Siempre es poco. Luego arrugo el ceño, pasándome la misma mano por la mejilla-. ¿Pecas y arrugas? Bueno, supongo que sí... Pero no creo que ese sea un motivo de peso-. Pincho un trozo de carne y me lo llevo a la boca-. Es decir. Ver de noche cunde bastante. Porque vosotros no podéis. Al final todo gira en torno a los diurnos y sus mierdas. Yo tenía una vida muy apacible en Caligo, donde las noches no eran deprimentes -termino por gruñir.

Hay que adaptarse, que nada va a adaptarse a ti. Pero bueno.
Thor nos mira con esas pupilas dilatadas que pone frente a la comida. De verdad que no sé cómo controlar ese apetito ridículamente enorme.

Bueno, su postura es comprensible. A ti apenas puede verte de noche, y ahora que sabe de tu existencia, sus noches sin ti serán mucho más lúgubres. Quizás debes darle un poco de optimismo a su vida. Viniendo de ti, sabrá agradecerlo. Sonríes, alternando gestos hacia ella con pedazos de fruta, que comes de uno en uno y sin ansia. Tú sabes mantener las formas y la elegancia, después de todo.

-Bueno, vivir de noche te hará más especial -apuntas, concediendo con tu maravillosa simpatía-. Y no te impide conocer nuestras costumbres. Puedes combinarlo todo y salir ganando con ello. Y ahora viene el invierno, y las noches serán más largas. No creo que vayas a pasar tanto tiempo sola, en realidad. Solo necesitas buscar otra perspectiva.

Qué motivadora eres. Todo un ejemplo, toda una figura a la que admirar. No es de extrañar que todos te miren como lo hacen, que te adoren de esa forma.

¿Más especial? Al menos existe una diurna que lo entiende. Está bien, oye. Una de tantos.
Uno de sus comentarios me hace sonreír con malicia. Claro que el invierno tiene muchas cosas malas, pero menos luz es más territorio para los caeruleus como yo. Muerdo un trozo de pan, como celebrándolo.

-¡Eso es cierto! El invierno será mío, como suele serlo por aquí. Entonces seré yo la que vea cómo todos os quejáis de que no veis mientras yo me siento y me tomo mi postre con toda la tranquilidad-. Niego varias veces, satisfecha-. Lo malo es ese frío de mierda que se te mete hasta los huesos, eh. No podía venir algo bueno sin algo malo, claro. ¿Para cuándo un verano oscuro?

Thor vuelve a poner las patas en al mesa y se acerca a oler mi plato, por lo que me veo forzada a empujársela con la mano. Forcejea, que es lo peor,e incluso amaga un gruñido. Dejo ir un gruñido y lo empujo con un poco más de fuerza.

-¡No!

Las pupilas se le afinan un momento, y veo cierto rastro de furia en los ojos, pero al final baja al suelo y se aleja, bajo la mesa. Resoplo y me acabo lo que queda de varios bocados, rápidos, antes de volver con la rubia.

-¿Y tú quién eras?

Parecía que empieza a ganar confianza, a desarrollar una cierta complicidad. En un momento, te apartas un mechón de pelo, un precioso bucle de oro, para evitar que se eche sobre el plato de macedonia, antes de seguir comiendo. Le brindas una sonrisa, entretenida. Al final, hasta sin quererlo, acaba refiriéndose a la calidez agradable de la luz, una pequeña indirecta para referirse a ti.

-Bueno, ya sabes que la luz y el calor van de la mano. ¿No es frío Caligo, después de todo? Con tanta oscuridad, no debe ser sencillo mantener el calor... -Se te antoja un lugar lúgubre, y no puedes evitar apiadarte de aquellos que han nacido en esas condiciones.

Cuando hace esa pregunta, un burdo intento de fingir que no te conoce ya, le dedicas una sonrisa suave. Su animalillo la ha alterado un poco, y necesita volver a la calma.

-Curtis Ginger -respondes solamente.

Sabes que añadir algo estropearía la frase, así que prefieres dejar el precioso nombre en solitario.

Hago una mueca, aunque tenga razón. No sé hasta qué punto me gusta. De todas formas, no es como si en Caligo siempre fuese invierno, tampoco.

-Y ya podrían separare -gruño-. Me gusta el calor, pero no soporto la luz. Lo único que tiene derecho a brillar son las estrellas, que alumbran poco y significan noche-. Ni siquiera la luna me gusta demasiado. Lo que tiene de bonita lo pierde si la miras. Aunque brilla poco y se soporta, claro-. Caligo será más frío, por lo general, pero la humedad de aquí hace el frío más desagradable. Y, créeme, en Caligo no tienes que esconderte de seis a ocho horas en tu casa en los días de sol-. La miro, acusadora-. Vosotros pilláis una antorcha y arregláis. ¿Y yo qué hago? No es tan fácil quitar luz. Para el calor basta una capa.

Curtis, eh. Pues acerté. La verdad es que no sé a quién se lo escuché, porque no es que se lleve con Retales, ni con Gerry y Cierzo... Ni con Massen.
Alzo las cejas.

-¿Con quién te llevas de por aquí? ¿Kyoti?

Quizás se lo oí a alguien del servicio.

Oh, se siente deslumbrada. Pobrecilla. Ya se la ve nerviosa, alterada. A ti no te pasaría desapercibido algo así. Quizás se siente abrumada por tu presencia. No deberías agobiarla más de lo debido...

-Quizás con una tela sobre los ojos sea más sencillo enfrentarte a ello -propones con una sonrisa-. Si tus ojos son delicados, podrás protegerte así.

Ríes suavemente, sin ánimo de ser demasiado específica. Después de todo, no es bueno que nadie se sienta con ventaja o rechazado. Y aunque no sepas quién es ese Kyoti, no vas a dejar que corra la voz de un rumor así. No quieres deprimir a nadie.

-Oh, bueno, un poco con todo el mundo -respondes, evasiva pero todavía dulce-. Me gusta relacionarme.

Asiento vagamente.
Una tela sobre los ojos... Sí, está bien. No lo voy a negar. Aunque tiene que ser una tela muy fina si quiero ver a través. Es mejorable. Sé que hay cosas para ver fuera de Caligo, claro, pero no es algo con lo que me haya podido hacer todavía. Tendré que trabajar en ello, pero primero el postre..
Hago un gesto para que vengan a atenderme y pido un poco de tarta.

-Así que con todo el mundo. Eso mola. ¿Conoces a Ben?-. La miro, curiosa-. Es mi colega. O a Cierzo.

No sé si quiero saber si conoce a Gerald.

Suspiras, negando con suavidad. Es mejor no dar detalles. No tienes ánimos para hacer sentir mal a nadie, ni mucho menos.

-No es fácil encontrar un momento para todo el mundo -respondes, con voz suave-. Pero llegará, siempre hay tiempo para todo.

Al final, tu pequeña cena se ha terminado rápido y, tras dejar tu tenedor junto al cuenco, sonríes de nuevo a la chica. Para ella empieza el día, pero tú debes retirarte.

-Desgraciadamente, por ahora debo ir a dormir -explicas, manteniendo el tono tierno y amable que te caracteriza-. Espero que nos volvamos a encontrar pronto. Y conocer a tus amigos, claro. Buenas noches.

Sabes que lamenta tu partida, pero tampoco puedes permitirte ser blanda. Después de todo, dormir también es algo necesario, para tu salud y para tu belleza, y ella apreciará los resultados de ese esfuerzo que haces.

*Termina y se marcha~*

Que no, vamos. Pues vaya. Bueno, no es que sea la tía más impresionante del mundo, así que lo entiendo. Y mejor que no conozca a Gerry, que ese seguro le metía algo más que miedo. Aunque ahora...

-Seguro que sí. Ya os cruzaréis -comento, por decir algo.

La Curtis esta termina pronto su cena, y cuando lo hace se despide enseguida. Sí que tiene prisa. Asiento y la despido con una mano mientras doy cuenta a la tarta.

-Venga, ya nos veremos, y eso.

Si tal.
Nos quedamos solos Thor y yo, como al principio. No se ha movido del suelo, donde permanece enroscado. Lo miro de reojo. Quiere tarta, y lo sé. Pero no funciona así, creo.
Es difícil saberlo. Hago lo que puedo.

*fin de escena*

Hace un frío de mil demonios, y encima a Kyoti ya no lo impresiona la nieve. Lo que sí ha conseguido impresionarlo es la velocidad con la que se ha puesto enfermo. El frío apenas ha empezado a dar señales de vida, pero él ya ha perdido el sentido del olfato y la fiebre le ha subido lo suficiente como para resultar preocupante. Tiene los ojos llorosos y está destemplado. Y lo único que quiere es un poco de tranquilidad y un plato caliente delante.

Hacía mucho tiempo que Kyoti no se sentía tan desvalido. Se siente hasta un poco deprimido, y aunque sabe que es consecuencia de la enfermedad, no puede evitar estar triste. Se siente perdido. Y, entre sorbido y sorbido, y tratando de lo lagrimear demasiado, trata de convencerse de que el caldo de verdura solucionará todos sus problemas.

*Se queda*

Aquel día había visto a bastante gente por la calle, entretenidos por la nieve, aunque muchos otros habían preferido disfrutar del fuego dentro. Cuando vi a aquel chico, a Kyoti, con aquella cara de resfriado, me pregunté hasta qué punto se habría enfrentado a la nieve. Yo, sin embargo, me sentía perfectamente. Al menos en lo relacionado con el frío.

-¿Te importa si me siento contigo? -le pregunté, tras acercarme-. Comer acompañado es más entretenido-. No habíamos hablado mucho, pero recordaba haberle dejado una impresión regular y no estaba de más demostrar que no era de aquella forma-. Vaya cara, eh... Hay que abrigarse con este tiempo. Al menos nosotros, que venimos de lugares donde esto no se ve -comenté, esbozando una pequeña sonrisa mientras lo examinaba.

Yo no me abrigaba demasiado, la verdad, pero también era cierto que llevaba allí más tiempo y estaba acostumbrado.

Kyoti no tiene la energía suficiente como para tensarse por la aparición del flamma. Pero sí puede sentir más ganas de llorar, más aprensión, más desesperación por el cansancio que lo asola. Trata de formar una expresión que no genere más sermones y asiente dócilmente, sintiéndose atrapado y débil.

Por lo visto, no va a librarse.

-Lo... lo estoy intentando... -responde con voz gangosa, que suena más bien como un quejido.

Kyoti es friolero. No iría por ahí sin buena ropa de abrigo en un invierno como el de Fulmen. Él no quería ponerse enfermo...

La verdad era que no parecía demasiado convencido con sus propias palabras, aunque cualquiera con aquella cara parecería poco convencido. Aún conociéndolo poco, lo cierto era que lograba arrancar cierta preocupación, porque de verdad parecía estar encontrándose mal. No podía evitar sentirme un poco agobiado, de hecho, por si lo estorbaba empezando a hablarle. Quizás solo quisiese acabarse la cena e irse a la cama. En aquel caso, mi aparición no había sido un gran acierto.
Me froté un momento el pelo, esbozando una sonrisa algo apurada.

-De verdad, parece que estés fatal... ¿Has pasado por la enfermería?

Había escogido un mal día, sin duda. Malos días los teníamos todos, aunque cada uno de una forma diferente. Aquello también me recordaba que no todos los males me afectaban a mí.
Ya lo sabía, evidentemente. Pero estaba bien recordarlo.

FdR- Pausa

Kyoti aprovecha un momento que no parece demasiado maleducado (aunque no tiene muy claro cómo se decide eso) para dar un buen sorbo a su caldo. Apenas lo consigue saborear más allá de un regusto metálico, pero siente el calor entrándole en el cuerpo, y aunque eso lo hace moquear, le da más ganas de llorar y hace que le duela la garganta, no puede evitar agradecerlo.

Tímido, tratando de hacerse pequeño, asiente en silencio a la pregunta del gran flamma. Y quiere decirse a sí mismo que eso es suficiente, que con eso bastará, pero no lo consigue.

-E-esta tarde... -explica.

Aunque entonces ni siquiera se encontraba tan mal.