Comedor

Alcé las cejas. Llegaba a preocuparme. Lo examiné un momento. Parecía pálido, si bien no tenía claro su color de piel normal. Tenía mala cara, en resumen; podía decirse de aquella forma. Y si había ido a la enfermería por la tarde, desde luego, no parecía que lo hubiesen aconsejado muy bien.
Me di cuenta de que quizás aquello fuese contagioso. En aquella época la gente solía enfermar, o al menos así lo creía por lo vivido en Fulmen. En Ignis el tiempo no era tan...

Esbocé una sonrisa. Quizás no era el momento apropiado para intentar hacer migas con él.

-Bueno, ya sabes-. Me froté el pelo un momento, con una sonrisa afable-. Dicen que eso se cura durmiendo. Espero que te mejores pronto-. Dirigí la mirada a su caldo-. Y...-. Volví a mirarlo a él-. Creo que te estoy retrasando. Mejor hablamos en otro momento, que no pareces muy en condiciones. Si necesitas lo que sea...

Vaya una puntería tenía. Me sentía un poco alejado de todo.

Kyoti continúa sorbiendo su caldo, tratando de que el sonido no interfiera con las palabras de él. Podría enfadarse mucho, y a Kyoti no le apetece lo más mínimo que se enfade. La sola idea le da escalofríos. Pero que, de hecho, interprete que lo está echando, tampoco le hace ninguna gracia. Cuando va a responder, Kyoti se atraganta sin remedio. Tose, sintiendo cómo la garganta parece desgarrársele por momentos. Es como si le fuera a estallar la cabeza. Después de un momento, consigue volver a la normalidad. O toda la normalidad que puede conseguir en un momento así.

-No... Yo... -Y entonces se da cuenta. Quizás él quiera marcharse. Quizás no quiera saber más de él. Después de todo, Kyoti no le gusta. No debería retenerlo contra su voluntad. Baja la vista, sintiendo un extraño vacío-. Claro...

Alcé las cejas, preocupado, cuando empezó a toser. Desde luego no, no parecía que mi presencia lo estuviese ayudando demasiado. Tenía ganas de escaparme de allí antes de romper algo más. No solo no sabía de dónde sacar los ánimos, sino que, para colmo, la mitad de las cosas terminaban por salirme mal.
Pero me forcé a sonreír y a ser atento. Una parte de mí seguía creyendo con firmeza que aquel era el traje que Rick Dehnel quería vestir.

-Bueno...-. No sabía qué decir. ¿Me iba? Lo cierto era que había ido allí a cenar, y si me marchaba sin hacerlo parecería un estúpido. Si me iba a otra mesa sería un borde. Si...

Terminé por hacer un gesto a un muchacho del servicio para pedirle algo que se comiese deprisa, un emparedado o dos, para luego sonreír a Kyoti, con cierto apuro. Me sentía un poco absurdo, pero me parecía lo más correcto.

-Yo me puse enfermo hace menos de un año -recordé-. Se me hizo extraño porque no hacía frío, pero al final uno cae algunas veces.

Kyoti creía que se marcharía. Pero se queda. No sabe si eso lo alivia o lo preocupa. ¿Se estará sintiendo obligado? Sí, eso desde luego. Quizás deba él preocuparse por desaparecer pronto. Así el hombre no tendrá que soportarlo tanto tiempo.

-Oh, eh... sí... -responde a lo que él le cuenta, sin saber muy bien qué añadir. Kyoti no se caracteriza por su elocuencia, precisamente, pero en una situación como esta se siente todavía más inútil. Y lo es, bueno.

Decide aumentar el ritmo al que come. Aunque le suponga un esfuerzo, debe hacerlo. Por el bien de su compañero.

No me gustaba la sensación que flotaba en el aire. Me di cuenta de que él no era mi amigo, de que me había acercado a hablar con él como solía hacer, porque no había nadie más. Esperando que surgiese algún tipo de conversación magnífica. O que...
No sabía qué. No lo tenía muy claro.

Aunque me sentía algo más sombrío, sonreí cuando llegó mi comida y le di un buen bocado. Con la boca llena no tenía que hablar. Pero el problema era que él tampoco lo hacía. Y poco a poco el ambiente se me hacía más pesado.

Alcé las cejas, mirándolo de pronto, risueño.

-¿De qué zona de Ignis eres? Yo soy de Valn, cerca de la costa -le dije. Quizás aquello sirviese.

Demonios...

Kyoti alza la vista tratando de ahogar la súplica. Ya no entiende qué busca el flamma. Ya no sabe si quiere que se vaya, irse, que se quede, quedarse, hablar... Es demasiado complicado, y su cabeza no es capaz de asimilarlo.

-Yo... de... arriba... -responde con voz un tanto delirante. Trata de aclararse la garganta, pero solo consigue que le duela más-. Los volcanes, eh... Dentro... No, no dentro...

Debería callarse. Aún queda un poco de caldo. Sí, el caldo le llena mejor la boca que las palabras. Mucho mejor.

De cerca de los volcanes. Asentí, tratando de que la sonrisa no se me borrase demasiado deprisa, aunque sin poder evitar que decayese un poco en brillo.

-Allí sí que hace calor... -comenté, y enseguida apuraba el emparedado que de pronto sabía a cenizas, o a algo parecido.

No tardé mucho en acabarme la cena, que aunque no había sido muy abundante había terminado por resultar excesiva. En aquel momento solo tenía ganas de meterme entre las sábanas, cerrar los ojos y olvidarme de aquella nieve y de lo demás. Me planteé el buscar a Lea, pero era tarde y estaba cansado.

-En fin...-. Me levanté apoyando las manos en la mesa, con una sonrisa-. Creo que yo me voy ya, todavía no he terminado mis tareas de hoy. Espero que volvamos a vernos cuando estés en mejores condiciones-. Sonreí-. Buen provecho, y que te recuperes.

Volví a despedirme con la mano mientras me alejaba, y darme la vuelta fue un alivio, porque pude dejar ir la sonrisa.
Vaya día más...

Cerré la puerta al salir, dejando atrás el comedor.

*fin de escena*

El chocolate me sabía amargo en aquel lugar, pero era una de las cosas que templaban el cuerpo cuando parecía que el frío era todo lo que había. Me sentía cada vez más sumida en una especie de sombra constante, en el mal humor y, en cierta parte, la desolación que no recordaba haber sentido antes.
Parecía imposible esbozar una sonrisa o encontrar un motivo para sentirme bien. No me apetecía bailar y apenas hablaba con los que no eran Pris. Y aunque insistiese en que debía irse, su presencia era lo que me hacía seguir resistiendo, en parte.

No sabía por qué había ido a aquel lugar. No me arrepentía de haberme marchado, pero también rechazaba Brontë, sin quererlo del todo.

*se queda*

Menneh entró en la sala vestida con un pantalón holgado y una camiseta sin mangas que toda la pinta tenía de ser interior. Si Zaih'ra emanaba un aire de oscuridad, desde luego la cría no se le quedaba atrás, y avanzaba con la sala haciendo grandes aspavientos, por si a alguien no le había quedado claro su enfado.

Se sentó sin miramientos al lado de Zaih'ra, que, si la miraba, podría apreciar que tenía la carne de gallina y el cuerpo tenso. Menneh sorbió por la nariz e hizo una señal a una camarera, ignorando deliberadamente a la flamma que tenía sentada al lado.

-Quiero un helado bien frío -pidió a la chica que se acercó a atenderla, con voz impertinente.

Cuando la chica se alejó, Menneh comenzó a mirar a Zaih'ra de manera mal disimulada. Al cabo de un rato que a ella le pareció muy largo, frunció el ceño y la miró de forma más directa.

-¡¿Y tú qué miras?!

Cuando entró no pude evitar mirar en su dirección, más por reflejo que por interés. Era una niña pequeña, demasiado pequeña para estar en un lugar como aquel. Aunque ya llevaba el tiempo suficiente allí para saber que la tasa de críos era demasiad alta para tratarse de un ejército.

Vino hacia mí sin preguntar y yo simplemente la miré sin mucha atención, dejando que la taza me alentase las manos. No pude evitar recordar a Pris por un momento, pero ella había sido una niña más dulce. Lo decidí tras aquellos segundos.

Cuando pidió el helado estuve a punto de enarcar una ceja, pero me obligué a apartar la vista, perezosa, para no intervenir. No era asunto mío, y no quería ser la niñera de nadie. Me llevé la taza a los labios, por hacer algo.
Sus miraditas furtivas sí eran evidentes, sin embargo, y me ponían nerviosa. Acabó por hablarme, por supuesto, de modo que cedí, dirigiendo los ojos hacia ella, sin que mi expresión concediera demasiado.

-¿Qué miro? Creo que eres tú la que mira. Yo solo estaba tranquilamente sentada aquí -declaré, con suavidad, pero seria, mientras la evaluaba con la mirada.

No era más que una niña.

-¿No ves que te vas a resfriar si no te pones algo? -añadí luego, con tono de que realmente me era indiferente.

La expresión de Menneh dejó claro al instante cuánto la ofendía aquella afirmación. Frunció más el ceño, si acaso era posible, y sacó pecho, como si aquello fuera a hacerla parecer menos diminuta ante Zaih'ra.

-¡Oye! ¡Un poco de respeto! ¡Que soy pequeña pero no tonta! ¡No te hagas la lista! -respondió, dando rienda suelta a su rabieta-. ¡Tú no me mandas! Lo que pasa es que tienes frío tú. Sois unos debiluchos. ¡Vosotros sois los niños! ¡Pues yo no tengo frío y quiero un helado! ¡Porque no es invierno! ¡Bah!

Precisamente en aquel momento llegaba el helado que había pedido, y apenas se lo habían puesto delante y ya había hincado la cuchara en él. A la vez, sorbía los mocos y se contenía para no estremecerse ante la sensación del helado. Se relamió, como si quisiera limpiarse alguna mancha, pero lo que consiguió fue dejar un cerco de color en torno a su boca.

-¿Lo ves? ¡Delicioso! ¡Perfecto para no morirse de calor!

Y sorbió de nuevo, terca en su empeño de tomarse aquella copa fría.

Hice una breve mueca cuando se puso bravucona, pero no respondí nada inmediatamente. Sí miré, sin embargo, al que le traía el helado, torciendo el gesto con desaprobación, interrogando con la mirada.
¿No tenía ojos? Era evidente que...
Pronto estaba de nuevo con la niña. ¿No tenía padres? ¿Alguien que la cuidase y evitase que cayese enferma por congelación?

-Sí, tengo frío -accedí, todavía seria, templada-. Pero no más que tú, que tienes la nariz llena de mocos-. Cuando me daba cuenta, el tono se había suavizado un poco. Estaba enfadada, en general, pero no con una cría-. De todas formas, en el desierto, que es de donde vengo, no es fácil conseguir helado. Cuando quiero refrescarme tomo una bebida bien caliente, porque hace que el entorno parezca más frío, en comparación.

No decía la verdad del todo, pero era cierto que se hacía. A veces.

-Quizás una sopa bien caliente -terminé, como propuesta.

Menneh se quedó un momento en silencio, sin saber qué responder. Y, como no sabía qué responder, se metió otra cucharada de helado en la boca. Entonces se fijó en la taza de chocolate que tenía la flamma delante. Todavía con la boca llena, encaró a la chica:

-Y si tienes frío, ¿por qué tomas chocolate caliente?

Siguió con su helado, que le iba dejando un cerco en torno a la boca cada vez más llamativo. Pero, de hecho, aquel chocolate caliente no tenía precisamente mala pinta.

-Qué debiluchos todos -refunfuñó.

Bajé la vista a la taza un momento. Qué niña más elocuente, desde luego.
Volví a mirarla, sin pestañear.

-Porque quiero-. Eso lo dije llegando a torcer los labios, en una ligera sonrisa, ¿o solo fue la impresión que dio?-. Y porque puedo.

Dicho aquello, me lo terminé de un largo trago, y al acabar me limpié los labios con la servilleta, asegurándome de que no tenía un aspecto semejante al de la niña, llena de helado.

-Quizás a ti no te dejan pedirlo, y por eso tomas helado... -dejé caer, seria de nuevo encogiéndome de hombros-. Una niña tan pequeña se quemaría la lengua enseguida.

Menneh apretó los labios, disgustada. Ella podía hacer lo que quisiera, si quería. Podía comerse lo que quisiera. Y podía hacerlo mejor que ella. Llamó a la camarera con gesto dictatorial.

-Quiero una sopa. De pescado, no esa porquería que hacéis -reclamó, con mirada fulminante-. Y leche bien fría.

Volvió a su helado, mirándolo con menos convencimiento. Empezaba a aburrirle. Rápidamente envió a Zaih'ra una mirada desafiante.

-Yo hago lo que me da la gana. Porque puedo -respondió.

Una niña. No era más que una niña.
Me gustaban los niños, aunque no podía evitar pensar en Altan si pensaba en niños, y aquello me molestaba, me enfadaba. Pero me alegraba haber conseguid que pidiese algo caliente para templar el cuerpo. Suponía que lograr que se abrigase ya era otro cantar. No se me daba mal imponerme, pero no me apetecía ponerme a discutir con la hija de otro.

-¿Puedes? -le pregunté, curiosa, dando a entender que lo dudase. Aunque sí dudaba que allí hubiese alguien que pudiese hacer lo que quisiese-. ¿Dónde están tus padres? ¿Te has escabullido?

Las preguntas de Zaih'ra alteraban cada vez más a la niña. Por eso, en cuanto tuvo el plato de sopa delante tomó la cuchara con determinación.

-¡Pues claro que puedo! -insistió, metiéndose de golpe una cucharada sopera en la boca. El helado la había insensibilizado un poco, así que no se abrasó la boca, pero aún así se vio obligada a toser. Rápidamente, se limpió la boca y la nariz con el brazo-. ¿Ves? Yo hago lo que me da la gana.

Pero, por más que dijera, la siguiente cucharada fue mucho más cuidadosa. Parecía molesta, independientemente de por dónde avanzase la conversación. Pero la mención de sus padres no le hizo ninguna gracia.

-De reunión. Como siempre. Hasta mamá. ¿Y a quién le importa eso?

Quizás se envalentonó demasiado. La vi toser, y una parte de mí sintió pena, cierta ternura. Más que a Pris, me recordaba a mí misma; a mí cuando Pris nació, siempre enfadada y celosa.
Dejé ir un suspiro y me froté la cara. Ya que había iniciado aquella conversación, debía hacer algo con ella.

De reunión como siempre, dijo. Fruncí un poco el ceño, examinándola, y entonces caí. No estaba demasiado despierta, por lo que se veía. Tenia demasiadas cosas en la cabeza.
Aquella pequeña sería la hija del líder piscis. No había oído hablar de más niños piscis, aunque lo cierto era que no sabía mucho del resto de críos.

-Eso es un asco, eh... -murmuré, como hablando para mí-. Y, para colmo, aquí no hay mucho que hacer, ¿verdad? Es un sitio grande, pero nada divertido.

No podía decir que yo sintiera aquello, estrictamente.

Más cautelosa, Menneh removía la sopa, con la mejilla apoyada en la mesa. Miró a Zaih'ra con el ceño fruncido.

-¿Y entonces por qué has venido? -preguntó, descarada.

Volvió la vista a la sopa y tomó una nueva cucharada, después de soplar un poco. Estiró el brazo libre y se acercó su leche, que le ayudaría a bajar la cena mejor.

Boqueé un instante, antes de darme cuenta de que, de hecho, estaba frente a una niña que tendría cinco años. Había conseguido hacerme pensar, por un momento, que era una especie de voz interior la que me lo había preguntado.

"Porque Altan me dejo y era incapaz de soportar la idea de permanecer allí, así que me escapé, arrastrando conmigo a mi hermana pequeña, y ni siquiera aquí siento que mi amargura sea menor". Aquella no era, sin duda, la respuesta que darle a una niña
Me aparté un rizo de la cara. Tampoco tenía que pensármelo demasiado.

-No he venido a divertirme. El trabajo no es divertido. Seguro que tus padres tampoco se divierten-. Justificando a los adultos los adultos. Aquello le sentaría genial...-. Pero eso no quiere decir que tengas que cargar con eso...-comenté para mi. Ladée la cabeza-. ¿Tienes hermanos o algún amigo por aquí?

Con hermanos siempre era más fácil.
Gracias, Priscilla, por cierto.

Menneh resopló por la nariz. Entonces inspiró con fuerza, tomó el plato entre las manos y empezó a beber la sopa sin el menor cuidado, a toda velocidad. Cuando dejó el plato en la mesa de nuevo, ya había montado todo un estropicio de manchurrones a su alrededor. Con la misma determinación, tomó el vaso de leche e hizo lo propio. Después se levantó, con cierto aire de estar mareada.

-Aquí no hay nada guay -refunfuñó-. Solo gente débil y aburrida. Ni siquiera la nieve es chula. ¡Haced algo divertido de una vez!

Y, con la misma expresión enfurruñada, aunque con un aspecto bastante más zarrapastroso, abandonó el comedor.

*Se va*

Tan rápido como vino, se fue, dejándolo todo perdido. De alguna forma, sin embargo, el encuentro me había relajado. Seguramente porque ella era solo una niña, y no guardaba rencor a los niños, aunque a veces no pudiese evitar acordarme de Altan y me enfadase.
Ella también lo pasaba mal en aquel lugar.

Me puse en pie y caminé hacia la puerta. Quizás se lo contase a Pris. A ella le gustaría ver que no siempre gruñía, y quizás le hiciese gracia lo que pudiera decirle sobre aquella niña piscis.
Menos el nombre. No le había preguntado su nombre.

*se va*

Entré en silencio, con los labios algo fruncidos y gesto poco amigable. Poca gente. Estaba bien, porque solo tenía algo de hambre. Aunque había un chico comiendo con las manos en una mesa, y no pude evitar darme cuenta. No me importaba especialmente que comiese con las manos. Simplemente me enervaba el hecho de que estuviese allí. De que existiese allí cuando yo quería estar sola.

A raíz del paso del tiempo, y de los ánimos de Pris (que no se había marchado todavía) había terminado por reconocer que yo no era la única persona en el mundo, y que todo mi despecho y desprecio no cambiarían aquello en absoluto.
Con resolución, caminé a una mesa alejada y tomé asiento en un lugar que no me permitiese intercambiar demasiadas miradas con el extraño.
Con suerte, me atenderían deprisa y podría irme.

Entro al comedor mientras me recojo el pelo en una coleta, relajada después de una buena ducha. Ha sido un entrenamiento intenso, en el que ni siquiera he pasado por aquí para comer en condiciones, así que ahora tendré que compensarlo. Me encuentro con un par de caras conocidas pero no muy cercanas y saludo con un gesto antes de tomar asiento en una mesa y esperar a que me atiendan.

La verdad, semejante sala y solo dos personas, y encima con esa actitud, es cuanto menos extraño. Pero no voy a ser yo la que vaya a llamar la atención de nadie. Tengo cosas mejores que hacer con mi vida.

*Se queda*